Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 184
Con el resurgimiento del emperador dragón en un nivel extremadamente peligroso, la reunión para la batalla final no se hace esperar. Todos los comandantes y personal disponible se reúnen en las afueras del estadio.
Más de quinientos cazadores, y entre médicos, ex militar y policías se conforman otros dos mil y sumado a esto, los monstruos aliados que también el total despega a unos tímidos seis mil individuos. Todos discuten acerca de lo que se debe hacer de ahora en más.
Martín se queda a un costado, escuchando junto con Estela quien se queda a su lado tomando la mano. El que lidera la reunión es Julio, posiblemente el humano más importante para el refugio, sin contar al mismísimo Martín.
Los ánimos están alborotados, nadie es ajeno al incontrolable poder que se sintió hace unas horas desde Siberia y se desparramó por todos los confines del mundo. Julio nota los nervios y está en el hecho de que todos discuten entre sí a todo pulmón. Mira a Martín y exclama:
—Si el plan de Dramonzuk era ponernos incómodos, supongo que tuvo efecto.
—Estoy de acuerdo. —exclama el joven cazador. —Pero no tenemos que darle el gusto. Sé que puedes hacerlo. —le da su confianza para lograr apaciguar las aguas.
—Claro que sí niño. —vuelve su mirada hacia la multitud terca. Acumula todo el aire posible y lo devuelve con un grito de guerra. —¡¿Podrían dejar de hacer tanto escándalo y escucharme?!
En un instante todo se volvió silencioso. Apenas se oye gente tosiendo, pero el murmullo incontrolable ahora se vuelve un mar de respetuoso silencio. Julio se recompone tras el grito de imposición:
—Entiendo que todos sintieron esa cantidad descontrolada de energía mágica, pero saben que no es solo eso. Lo saben. Ellos vendrán hasta aquí.
—Sabemos que sí, pero ¿Qué podemos hacer al respecto? —pregunta un cazador de la multitud.
—Tenemos un plan. —mira a María y ella comienza a usar su magia de planta para crear figuras que representan al refugio y lejos de este, figuras de dragones. —Vamos a disputar dos batallas. Una aquí, usando todas las defensas y poder que tengamos. Crearemos muros humanos y mágicos. En el frente iremos los cazadores, así como nuestros aliados familiares de Martín. Los rangos más altos protegeremos al refugio.
—¿Y si pasan las defensas y entran al refugio? —pregunta el cazador.
—Dejaremos a cazadores menores de rango B+ cuidando, así como ex personal militar.
—Es una locura. Más de la mitad de los cazadores están por debajo del rango B+ ¿con cuantas personas defenderán las afueras del refugio? Ellos vendrán con miles o millones, nosotros aguantaremos con un puñado.
Estela se pone de pie y añade su perspectiva, así como conocimiento sobre los movimientos realizados durante varios días. Lo cierto es que nadie tiene idea de que por un tiempo estuvieron contactando con muchos refugios y que esperan noticias:
—En eso te equivocas. Hay otros refugios con los que hemos contactado y sin duda vendrán a dar apoyo. —explica ella.
—¿Cómo es que estás tan segura? Quizás ya fueron barridos. —cuestiona el cazador.
—¡Si! ¿Cómo saben que vendrán? —cuestiona otro.
Estela se sienta abrumada por la actitud negativa y preocupada de los cazadores y no cazadores. Por más que diga lo que diga, será cuestionada, porque esa es la naturaleza humana ante una crisis de destrucción inminente.
Los desánimos no tardan en propagarse en la multitud. Es necesario que alguien diga o haga algo para darles al menos una pizca de esperanza. Esperan a que Martín intervenga con unas palabras. Sin embargo, el joven ha visto mucho en la dimensión y lo que menos necesitan es que alguien demasiado poderoso para ese mundo tenga que pelear por ellos. Todo lo contrario, Martín quiere que todos luchen codo a codo, espalda con espalda contra los dragones.
Martín intercambia miradas con Julio. Al cazador veterano le gustaría que el chico dijera unas palabras, aunque también entiende la necesidad de no meterse, pues él tiene una batalla propia y que debe realizar solo:
—Tiene sentido que se sientan así. Están asustados. —dice Julio.
—Si, pero ni a Dramonzuk ni a la diosa oscura les interesa. —responde Martín. —Ellos vendrán por todo y todos.
—¿Qué hacemos? No tenemos mucho tiempo. —se pregunta en voz baja.
De repente, todas las miradas se posan sobre Martín y las dudas caen sobre él. No es porque se dude como tal, sino que las dudas vienen de que pueda o no vencer al emperador o a la diosa. Martín es consciente de todo eso, pero, no quiere intervenir con ninguna palabra ni nada. Hay mucho en su mente como para añadir algo más a ello.
Estela intenta calmarlos, pero están inquietos y no quieren escuchar a nadie más que al más fuerte de la humanidad.
Martín siente que no debería, pero ve una gran crisis de moral entre ellos, considerando la cantidad enfermiza de dragones yendo hacia allí es más que entendible la angustia entre los humanos. Él se para y camina hacia donde se ubica Estela. Su forma de caminar, pararse y hasta de mirar no ha cambiado incluso en la estadía en la dimensión oscura.
Es una persona más y muchos se sienten identificados con solo verlo. Trae calma y eleva la moral:
—Entiendo que estén con miedo. Yo también me pondría así. No les mentiré, está será una batalla imposible de ganar si sienten temor y desconfianza.
—¡Pero no tenemos los números!
—¡Además ellos son millares! ¡arrasarían con nosotros en cuestión de horas!
—Soy consciente de que una victoria sería imposible, pero también soy consciente de que encuentro dudas en sus corazones y temor. ¿Acaso tantos años sobreviviendo ha vuelto débil a la humanidad? ¿enserio lo creen así? —nadie responde ante esa lógica. Muchos hasta sienten vergüenza. Hubo muchos casos en que se abandonó todo lo conocido para salvar a la familia y amigos, o a extraños, pero siempre anteponiendo sus vidas, pero también hubo casos en que el miedo más racional, el de la muerte, causaría estragos de por vida endureciendo el alma. Sin embargo, muchos están ahí, con esperanza de cambiar algo para bien en el mundo. —¿Alguna vez sintieron que podrían haber hecho algo más que solo ocultarse y sobrevivir como pudieran? —se oyen tímidos “si” ente la multitud. Martín los escucha con claridad. —Entonces ahora es el momento. No retrocedan ante el miedo, porque ese sentimiento se nutre de ustedes quitándoles lo que los hace más humanos.
—¡¿Y eso que es?! —pregunta uno de los cazadores al frente de toda la multitud.
Martín extiende su mano hacia el frente, levanta el pulgar y golpea con fuerza al pecho:
—El valor y luchar por los más débiles. Cada uno de ustedes, de diferente oficio y rol en la sociedad tiene algo en común sea cazador, ex militar, policía y médicos, y es que luchan por aquellos más vulnerables. Ahora les pregunto a ustedes ¿quieren seguir viviendo en estas situaciones…? ¡¿o vamos a darles la mayor batalla que se haya librado no en este mundo sino en todos los incontables que los dioses oscuros han librado?!
El silencio es absoluto lo cual sorprende a Martín ya que no es alguien que dé discursos y siendo un caso particular se esperaba un recibimiento mejor. Entonces, se empiezan a oír aplausos que lentamente inundan el lugar acompañado por gritos eufóricos que resuenan con fuerza:
—No me esperaba que sirviera. —dice sorprendido Martín.
—Fuiste tu Martín. —dice julio.
—¿Yo? No lo creo. Simplemente intenté ser razonable.
—Por eso es que debiste ser tu desde el principio. Ahora sin duda que darán la mejor batalla de sus vidas.
—Si. —exclama cabizbajo ya que eso le recuerda a que deberá enfrentar a la diosa oscura sin saber si regresará. Estela rompe el transe deprimente y la mira.
—¿Estás bien? —pregunta ella.
—Si, solo pensaba. Eso es todo.
Ella lo abraza con fuerza a lo que Martín corresponde envolviéndola suavemente con sus brazos y la besa en la cabeza:
—¿Crees que Arakneida pueda convencerlos? —pregunta Estela.
—Eso dependerá de si están seguro de querer venir a defendernos. No creo que sea fácil, sabiendo que quizás puedan morir lejos de sus hogares. —responde Martín.
—Aún si fuera el caso no creo que lleguemos a los números necesarios. —dice Julio. — Todos los días cientos de refugios son destruidos. Incluso la semana pasada el refugio de Bariloche y el del estadio de River Plate fueron destruidos. —añade preocupado.
—Solo tenemos una oportunidad. Tan solo aguanten todo lo que puedan. Yo me ocuparé de la diosa.
—¿Si la vences todo acabará? —pregunta Estela.
—Quisiera creer que sí.
—Te prestaremos toda la ayuda necesaria. —le comenta Julio.
Entre la multitud hay una mano que se ve levantada entre los cazadores. Estela alcanza a verla y le cede la palabra sin saber que es Bautista el que busca decir algo. La multitud se abre para dejar pasar al chico y su grupo. Ellos se mueven lentamente y en silencio hasta llegar al frente de todo.
Bautista mira a Martín y sin saber la respuesta le pregunta:
—Martín ¿Dónde vas a luchar?
Nadie se había dado cuenta, pero se mencionó dos batallas, pero tan solo desarrollarlo una sola. Entonces, Martín se queda en silencio no por querer guardárselo para él sino porque quizás la moral caiga de nuevo. Pero Estela, ella le da fuerza para no ser un mártir sino convertirse en la verdadera lanza para la humanidad. Una lanza que irá hasta el mismísimo abismo, oscuro, frio y hostil para luchar por la humanidad:
—Mientras ustedes luchan aquí, yo regresaré a la dimensión oscura y enfrentaré a la diosa. Si la mato entonces se abra terminado. Todo acabará.
—¿Qué? E-Entonces… ¿esa diosa no luchará aquí? ¿tendrás que ir tu solo a pelear contra ella? —pregunta Bautista. Su expresión es de inquietud y profunda preocupación por quien es considerado como un mentor para él.
La multitud empieza a murmurar con rostros para nada distintos al que Bautista acaba de mostrar. Es sincero que nadie se sienta cómodo dejando a Martín pelear solo en un lugar quizás más peligroso.
Julio entiende en ese momento que el anuncio ya está hecho y lo mejor es ser sinceros con el plan de la batalla:
—La verdad…—empieza a hablar y todos callan. —es que nosotros seremos el escudo. En este plano debemos proteger a Martín mientras pelea contra la diosa oscura. Si ella es derrotada todo habrá acabado.
—¿Volveremos a la normalidad? —le pregunta un ex militar a Martín.
—Definitivamente. —responde, aunque por dentro no está tan seguro. Sabe que tiene una oportunidad y la presión sobre sus hombros es muy grande. Por primera vez en toda su vida, carga con millones de vidas.
Detrás de ellos se escuchan pasos.
Arakneida regresa de su viaje y ve a tantas personas reunidas y sus compañeros allí con rostros poco entusiastas. A su lado está un viejo conocido, Marcos quien preside la resistencia en Europa y parece que atendió al llamado de Victory. Como no es de otra manera puesto que Marcos sigue siendo maestro de la filial de Victory en el viejo continente.
Apenas lo ven, tanto Estela como Martín salen corriendo para recibirlo con un cálido abrazo. El tiempo ha pasado, pero siguen siendo grandes amigos. Estela se asoma por detrás de él y se percata de que falta alguien a su lado:
—¿Y Laura?
—¿Paso algo? —pregunta Martín.
—Pues…pasaron muchas cosas. Solo diré que mi familia se agrandó, jejeje.
—¡Aaaaaaaah, felicitaciones! —lo abraza Estela.
—Felicidades amigo. En verdad, me alegro mucho. —le dice Martín sonriendo.
—Muchas gracias. También me alegro de volver a verte después de tanto tiempo, a ambos.
—Retomen luego porque las cosas se volvieron muy serias de golpe. —dice Arakneida.
—Dinos. —pide Martín.
Arakneida asienta con la cabeza. Llama a una de sus hijas, una araña mediana color plateado con ocho ojos carmesí que transporta con una gruesa tela a un draconiano armado hasta la médula. A simple vista no es tan diferente de los que usualmente se encuentran y se pueden vencer, pero la diferente más impactante es que posee alas y varias colas con punta filosa:
—¿Qué significa esto? —pregunta Julio.
—Parece que los monstruos subieron de nivel. No solo es Dramonzuk sino todos sus subordinados. —responde Arakneida.
—Carajo. Esto es algo que no vimos venir. —exclama Julio.
—No cambia los planes. —deja escapar Martín. —Mantendremos el plan.
—Ni siquiera sabemos el nivel que alcanzaron los dragones más poderosos. Somos muy pocos los que podemos derrotarlos sin problemas y aun así falta Dramonzuk. —le refuta a Martín.
De pronto, una voz entre los cazadores de Europa se lleva todas las miradas y cara de asombro. Los ánimos, si estaban dubitativos, ahora entran en estado de euforia total. Los cazadores se abren paso, permitiendo a un grupo pequeño, pero increíblemente poderoso acercarse a Martín:
—¿Qué hay mocoso? —dice esa persona de casi dos metros y cabello plateado.
—Me sorprende volver a verte…William Scott. —sonríe Martín con entusiasmo.
—Desde Roma en aquel suceso. —responde. —¡Que quede claro! —mira a la multitud de atrás de Martín. —¡Que confío en Martín y pase lo que pase defenderé este refugio con mi vida! ¡si alguien duda de eso entonces que se vaya con los civiles! ¡¿está claro?!
—¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! —gritan todos al unísono. La moral está a tope. Solo eso faltaba, una voz tan icónica y poderosa que los haga sentirse seguros.
—Jamás imaginé en verte aquí en esta situación. —comenta Martín.
—Lo mismo digo y hasta me sorprendió que Arakneida haya venido a mi refugio. —posa su mano en el hombro de Martín y sonríe. —Por lo que me dijo ella, parece que nuestros amigos de Argentina necesitan ayuda. Entonces Dark Eagle viene a ayudar.
El antiguo cazador top 1 del mundo llega para dar su apoyo a la operación con la esperanza de poner fin al cataclismo. Los cazadores se sienten motivados por ello. Mientras tanto, Dramonzuk lidera a un enjambre gigantesco, que inunda los cielos y cambia el color a uno negro, de dragones hacia Buenos Aires. La batalla final se acerca.
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