Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 188
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- 188 - Capítulo 31: Batallar hasta no poder más
—¿Huh? Parece que Andrusiel está con muchos problemas. Que decepcionante si no puede vencer a un montón de insectos. Esto se está prolongando demasiado. —piensa Dramonzuk.
Cromana y Julio avanzan por detrás del emperador dragón, mientras que Macarena y Lorkamos lo hacen a los lados y William al frente. Sobre sus cabezas, el cielo se envuelve en un color carmesí intenso con nubes negras y peligrosos destellos eléctricos de puro maná. En un instante se vuelve un mar de llamas a las alturas.
Todo lo que ese cielo toca, es quemado hasta los huesos. No sobrevive ningún dragón aliado a Dramonzuk. No es como si le importase al emperador.
El poderoso monstruo despliega una vez más su poder mágico en todas las direcciones posibles empujando a sus enemigos varios metros poniéndolos en peligro por los efectos de tan nociva energía.
Macarena y Lorkamos defienden a Arakneida, quien aún sigue recuperándose del desgaste físico y maná. Usan su magia para crear escudos bastante duros y grandes que soporten el envestida del aura expulsada. Logran soportarlo, pero Arakneida se preocupa de que ellos estén tan pendientes de su seguridad por lo que les dice:
—La batalla…es allá…no se preocupen por mí. Vayan y luchen como nunca lo han hecho. Enseguida estaré con ustedes.
—¿Qué? Pero…—exclama Macarena.
—Si. —dice Lorkamos. Una vez termina el despliegue de poder, toma de la mano a Macarena y ambos van hacia donde se encuentran sus compañeros. Se ve en aquella dirección como William arremete con todo su poder dando un puñetazo de lleno contra el suelo. Dramonzuk lo esquiva y el impactado levanta toda la nieve y tierra elevándose a las alturas.
Julio salta cargando con su claymore de fuego por la espalda del monstruo mientras que Cromana dispara sus estacas sangrientas por el frente. Ambos ataques impactan, pero en el momento en que golpean la dura y gruesa piel de Dramonzuk, este se envuelve por sus alas y gira sobre su eje transformándose en una especie de taladro que repele tanto el filo del hacha como las estacas.
William da un salto y cuando Dramonzuk abre las alas recibe el enorme puño en el rostro que lo manda a volar contra las largas extensiones del Bosco di Segna. El grupo, con ayuda de Arakneida, se traslada allí, ya que fue enviado varias decenas de kilómetros. Una vez allí, ven como asciende una figura tras hacer explotar en pedazos una fracción considerable del bosque solo con el batir de sus alas.
Lorkamos usa su zona maná, la cual convierte su poder mágico en un arco con tal capacidad de congelamiento que cualquier monstruo menor a rango S+ automáticamente deja de moverse y es convertido en un enorme cubo de hielo hasta que él lo decida.
El alto elfo de hielo acomoda su cabello largo y de entre sus dos dedos largos de la mano se forma una flecha azul de la que emite una temperatura extremadamente baja incluso entre los monstruos de alto nivel. Lo coloca cuidadosamente en la cuerda e intenta apuntar. Espera el momento adecuado que se media entre su respiración lenta y la mirada fija sobre el objetivo. Sin duda es el mejor con los ataques a distancia.
Macarena, Cromana, William y Julio cruzan miradas y asientan sabiendo lo que deben hacer. Se ponen al frente de Lorkamos, dejándole solo a Dramonzuk. Ellos van a protegerlo cueste lo que cueste.
Dramonzuk los ve y con sus alas agitándose una sola vez, se lanza a una velocidad asombra que acorta a la mitad de la distancia en solo cinco segundos. Sin embargo, Lorkamos sonríe mientras el vapor gélido lo rodea de forma danzante y cuando lo ubica, suelta la flecha y esta sale disparada violentamente:
—¡Ahora! —grita Julio.
—¿Huh? —deja escapar Dramonzuk cuando ve a la flecha y al mismo tiempo varios círculos mágicos se dibujan a gran escala. No solo son enormes, sino que se ven de a decenas. —¿Qué es lo que quieren hacer ahora?
El monstruo detiene su incansable paso. Cuando lo hace, la flecha da en el pecho liberando todo el poder acumulado congelándolo al instante, pero él no es normal sino una bestia, un monstruo entre monstruos corrompido por la sed de venganza contra la diosa oscura y las ansias de recuperar su mundo perdido, un ataque de esa naturaleza no significa nada para él.
Su cuerpo expulsa todo el frio y con su mano quita la flecha del pecho. Deja atónito a Lorkamos, pues su ataque más poderoso no sirvió de nada contra el enemigo. Macarena lo anima gritando:
—¡Tranquilo Lorki, cada ataque sirve no importa si no ocasionamos daños!
—Si, pero…
—¡No tenemos que vencerlo aquí sino detenerlo hasta que Martín derrote a la diosa oscura! ¡nunca olvides eso por favor!
—¡Si, tienes razón!
El alto elfo de hielo pega un grito de guerra tan sonoro que acompaña con disparos frenéticos con su arco. Sus reservas de maná se agotan muy rápido, pero dispara incluso varias flechas al mismo tiempo:
—Cromana, Macarena, Julio, vamos con todo. No piensen en las heridas ni el dolor. Tampoco el agotamiento. Hagámosle sentir todo el poder de la humanidad. —arenga William y choca sus nudillos entre sí. Su cuerpo se expande aumentando de tamaño. El cabello se alarga y las venas se hinchan. Destellos eléctricos cubren su piel con intervalos de segundos. Sus ojos despliegan aura carmesí.
—Sin reservas ¿huh? Me parece bien. —exclama Julio. De su espalda salen alas en llamas y sus ojos se envuelven en color carmesí con aura desbordando de ellos. Sus pasos dejan el suelo quemado.
—Este bastardo hijo de puta va a pagar por tantas vidas arrebatadas. —exclama Cromana mientras libera todo su poder con cientos de estacas, orbes carmesíes y su característica guadaña surgiendo una vez más de la palma de la mano.
—Vamos Martín, confiamos en ti…por siempre. —dice Macarena. Levanta sus manos extendidas hacia los costados. Se sienten temblores por la zona y en particular en el bosque, de donde se avistan gigantescas mareas de arena ascendiendo y deformándose para convertirse en obeliscos colosales con punta filosa apuntando al emperador dragón.
Se alinean uno al lado del otro con la mirada al frente y listos para la batalla de sus vidas.
Saben que Dramonzuk no se detendrá por nada del mundo y ellos son el muro que tendrá que enfrentar.
Sin embargo, hay un atisbo de duda muy pequeño, casi minúsculo de duda que se refleja en el pequeño gesto de Dramonzuk cuando mueve su cabeza a un lado y luego vuelve su mirada hacia ellos:
—Terminemos con esto.
En un instante, la diferencia de distancia desaparece cuando Dramonzuk llega hasta Lorkamos y le aplasta de un manotazo el rostro contra el suelo y destruyendo el lugar por el impacto. William y Julio atacan a base de fuerza bruta y la hoja en llamas de la claymore. Los detiene con sus manos desnudas y mira con desprecio:
—¿Por qué siguen intentándolo? Se supone que tendrían que saber que nada de lo que hagan va a cambiar el resultado. Este mundo ya me pertenece. Mis fuerzas están arrasando a las inútiles defensas. De una manera u otra, esto es el final. —exclama Dramonzuk sin siquiera esforzarse por detenerlos.
—Puede que sea así como dices. —responde Julio.
—Pero aprendimos a hacer el trabajo pesado por la persona correcta. —añade William mientras se esfuerza junto con Julio para acorralarlo.
—Claramente no han aprendido a conocer su verdadero lugar. —se disgusta el emperador.
—¡Ja! Vaya que me lo han dicho muchas veces en mi juventud. —se burla William. Luego usa su otro puño para golpearle al rostro.
Por mero instinto de combate, Dramonzuk suelta la claymore de Julio para evitar el golpe de William. Esto lo aprovecha Julio para agitar el arma y con fuerza logra impactar contra la piel dura y que curiosamente le hace un corte superficial.
De la grieta sale un vapor negro que, al entrar en contacto con la piel de Julio, le produce quemaduras muy serias, pero eso no le importa. Han logrado lo impensado.
Dramonzuk desvía su mira hacia lo que acaba de pasar. Se distrae por un momento y William le da una fuerte arremetida al medio del rostro que lo arrastra varios metros. Tras esto, Macarena y Cromana tiran con todo lo que tiene sobre él. Tanto Julio como William se miran entre sí y asientan. Se acercan y extienden ambas manos de las que se forman circulo mágico y luego llamaradas enormes salen disparadas contra la criatura incauta. Difícilmente se podría sobrevivir a tal ataque y más aún cuando lo ejecutan los dos cazadores más fuertes de la magia de fuego.
De entre esas llamas tan crudas, se asoma la figura de él abalanzándose contra ambos cazadores. Logran resistir a duras penas. William da varias patadas y golpes con el puño en el pecho y costado de la cara de Dramonzuk. Julio hace lo mismo, pero en el costado inferior del torso. Ahora que presenciaron esa leve herida, pero herida al fin, no dejan de atacar puntos concretos en el que se avistan apenas magullones e inclusive la herida que le ejerció el argentino:
—En verdad son unos malditos insectos ¡persistentes, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! —grita Dramonzuk. Los toma a los dos del rostro y de un salto hacia arriba y luego caen en picada contra el suelo resquebrajándolo y volando escombros por doquier. —Ahora…—ignora deliberadamente a Macarena y Cromana, solo para dirigirse a alguien tan o más peligrosa que William y Julio, Arakneida, quien yace arrodillada esperando a recuperar gran parte de su fuerza. Avanza con pasos pesados, incineradores y esbozando una sonrisa satisfecha.
El andar del emperador se corta abruptamente cuando sus pies son retenidos por Julio, que se aferra con fuerza. Mientras tanto, William se desliza por detrás, lo toma de la cintura y trata de levantarlo. El primer intento es imposible para él. Sus músculos tiemblan como si intentara alzar todo el peso del mundo. El aire se quiebra con el simple acto de sostener ese cuerpo, más denso que una montaña:
—¡Mierda, es muy pesado incluso para mí! —piensa con expresión de mucho esfuerzo.
—¿Qué crees que…? —reacciona con disgusto al mirar hacia atrás. Su cuerpo, a pesar de verse un poco más delgado que antes, el peso en el material mágico de su estructura lo hace un ser mucho más pesado que una montaña. Levantarlo es casi un milagro o suicidio.
—¡Un asqueroso monstruo no me va a vencer en fuerza, pedazo de hijo de puta! ¡infeliz! —se aferra con dureza pisando el suelo y enterrando los pies. Usa toda su fuerza para aferrarse al cuerpo de Dramonzuk. Las venas de sus brazos se hinchan y toda su espalda manifiesta una musculatura sobresaliente. Los ojos de William desprenden destellos eléctricos y también llamas carmesí.
Con un alarido que desgarra el cielo, alza a Dramonzuk y arquea la espalda. El poderoso monstruo es arrancado del suelo como si algo más fuerte le arrebatasen la estabilidad.
Cuando el emperador impacta contra la tierra, se siente un fuerte temblor que parte la zona en un rugido de piedra y polvo. El suelo se abre en grietas que se extienden más allá de los Alpes Suizos como relámpagos, y una onda expansiva que destruye todo a su alrededor.
Jadeante, con brazos aún extendidos, William se mantiene de pie con toda su dignidad como el héroe nacional que alguna vez tuvo Estados Unidos. No sabe si ha vencido, pero en ese instante se demostró que su voluntad no es para desmerecer:
—Haaaa…haaaa…
—William ¿estás bien? —se acerca Macarena junto con Cromana.
En un instante, William levanta su mano para detenerlas. Su rostro está serio y mira hacia la columna de polvo:
—Algo así no podría detenerlo. —exclama el yanki.
—No podría estar más de acuerdo humano. —sale una voz de aquella columna de polvo que aún revolotea. —Pero mi pregunta ahora es ¿Cuánto más pueden soportar?
El polvo y tierra se disipa con solo libera un poco su poder mágico. A diferencia del primer ataque combinado del grupo, Dramonzuk está cubierto de magulladuras y la herida sufrida por Julio se extendió apenas un poco más lo cual es alentador.
El emperador dragón no se percata de esa herida delatante, pero si percibida por Julio y William, así que ambos centran su atención allí:
—Hagan lo que hagan será inútil. Ustedes son solo moscas metiéndose en el camino. Todos los intentos no llegarán a ningún resultado y… ¿huh? —ve acercándose a Arakneida.
—De eso se trata esto, intentarlo e intentarlo… —dice Arakneida.
—¿Aliándote con humanos y darle la espalda a tu propia gente? Te codeaste demasiado con estas alimañas.
—No terminé…
—¿Huh?
—Intentar a pesar de no ver resultados es lo que siempre hemos hecho y seguiremos haciéndolo. Me siento orgullosa de formar parte de esto y para que sepas…estoy harta de cuanto repites eso. ¿Verdad?
Detrás de se acerca una figura humana alta y atlética con buzo encapuchado. Se le ve una sonrisa apenas expuesta debajo de la capucha. Sobrepasa a Arakneida, no sin antas darle una palmada al hombro:
—Ahora vamos con todo ¿verdad…? —levanta su rostro y quita la capucha.
Todos a excepción de William se sorprenden de ver a Lucas con vida y mucho más experimentado que antes. Se le nota en su semblante:
—¿Hermano?
—¿Hermano? —pregunta en voz baja Macarena. Luego siente una energía mágica increíblemente poderosa sobrevolando sus cabezas a enorme altura. —¡¿David?!
Allí hay una criatura insectoide con casi todo el cuerpo cubierto por armadura de insecto negro con placas oscuras y tres pares de alas largas. Lo único humano que se nota en él es su pecho abierto que va desde el ombligo hasta el pecho y luego el rostro casi tan parecido que David con su cabello largo. Sus pupilas son amarillos pero la expresión es amigable y desafiante.
La sorpresa de todos es tal, que ni siquiera Dramonzuk había visto venir a la criatura aliada de los humanos:
—¿Otra basura traidora? —reacciona algo indiferente.
—¡No nos menosprecies, Tavycho!
Desciende velozmente con su puño extendido hacia atrás y cuando llega hasta el dragón definitivo le entierra con todas sus fuerzas en el rostro. Lo hunde contra la tierra de tal manera que se agrieta el suelo y explota en pedazos mientras es empujado varias capas.
Los estruendos resuenan por las montañas y como el eco de un soplo de viento, toda Europa se alza en armas para defender sus naciones.
En ese mismo momento, se unen a la batalla del refugio del Pedro Bidegain cazadores de Chile, Bolivia y Puerto Rico que se organizaron para desplegar varios portales con ayuda de Arakneida, que aún sigue dando apoyo desde varios miles de kilómetros de distancia.
—La verdadera batalla es ahora, pelotudo. —exclama Arakneida con orgullo por formar parte de Victory de Buenos Aires.
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