Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 190
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- 190 - Capítulo 33: Recuerdos de un pasado distante
La sorpresiva aparición de los hermanos Freddo equilibra la balanza en favor de la resistencia humana frente a la abominación descomunal del poder de Dramonzuk. Ahora, el todopoderoso emperador dragón enfrenta a un rival que alcanzó el nivel de los emperadores inferiores con ayuda de Arakneida:
—Creía que no aparecerías, David. —dice Arakneida.
—Estuve a punto de no venir. La situación en Paraguay se volvió complicado, si no fuera porque aparecieron arañas y trolls de hielo de la nada a apoyarnos. —sonríe a la soberana y al elfo quienes responden igual de felices.
—Me sonrojas, jajaja. —bromea Lorkamos.
—Es un placer. —exclama Arakneida. —Entonces, vamos a aplastar a este bastardo.
—Arakneida. ¿Sabes que este sujeto…?
—Si, si, lo se David. Una gran parte de él ya no existe y fue consumido por algo muy oscuro y tenebroso.
—Asumo que la diosa tiene que ver. En ese caso no hay más que decir.
Julio y William se asoman despacio para ver el hoyo por donde fue enterrado de un puñetazo Dramonzuk.
Ambos miran desde lo alto. Solo hay oscuridad, pero no quieren perder más tiempo, así que manifiestan su poder mágico de elemento fuego para iniciar otra ronda brutal de llamas y explosiones. Si pueden someterlo, entonces es lo que necesitan.
Cromana asciende con sus alas y levanta ambas manos con las que invoca enormes y afiladas estacas carmesí de sangre. Es quien tiene mejor vista y cuando baja la mirada nota unos destellos eléctricos provenientes desde donde está el emperador dragón. Lo acompañan también ráfagas de viento que desestabilizan el vuelo de la vampiresa:
—¡¿Qué mierda ocurre?! ¡¿acaso ese es Dramonzuk?! —piensa ella. —¡Hey, tengan cuida…!
El hoyo es cubierto por una columna de fuego tan intenso, escalofriante y bestial que hace temblar todo el territorio. La tierra se fragmenta y grandes escombros salen volando. Julio despliega sus alas de llamas y toma las manos de Macarena y Arakneida. Lo mismo hace Cromana con Lorkamos y William y David con Lucas, su hermano menor.
El dragón oscuro asciende con los hombros y rostro caídos. Lo único que parece mantenerse con vida son las alas. El resto está completamente inmóvil. Su poder mágico, aunque descomunal, se está fragmentando lentamente puesto que lo que carga le provoca una inestabilidad mental peligrosa.
Entonces, mueve torpemente su rostro hacia el grupo como si se tratase de una especie de zombie sin la capacidad de poseer voluntad propia. Es una criatura, que lucha por no convertirse en una marioneta como si lo hizo Andrusiel. Pero dentro de su mente y alma, simplemente la cosa es muy diferente pues se encuentra su verdadero yo rodeado por neblina y líquido negro y espeso llegándole a las rodillas, deambulando sin rumbo fijo mientras implora algo.
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Algo que perdió hace tiempo y lo hace sufrir como si su lado más honesto y amable fuera a resurgir tras mucho tiempo. Recuerdos de una vida pasada que tiene en su mente como fragmentos rotos de un espejo pero que, en su anterior forma, como la del verdadero emperador dragón siempre tenía presente y era aquella vida en la que tenía una mujer, hijos, una comunidad que lo amaba y respetaba, hasta que una figura femenina prometió prosperidad y absoluta paz en su mundo.
Es ahí cuando ese falo de esperanza para el mundo de Dramonzuk, lo convierte en la tragedia y también el motivo por el cual, todo su pueblo y familia fueron arrasados.
En el momento en que el primer pacto se concreta y las victorias para defender a su mundo se acumulan, le corrupción de su mente se acelera ocasionando que su fisionomía cambia radicalmente, así como también su personalidad. Momentáneamente se convierte en una bestia sin control de gigantesco tamaño y violencia desatada.
En cuestión de minutos, todo lo que Dramonzuk llamó hogar y familia, fue reducido a cenizas y él, con el cuerpo quemado, pero regenerándose, yace en un mar de cuerpos calcinados. A sus pies están los cuerpos de su esposa e hijo amado. Ambos están quemados hasta los huesos y con solo esa imagen frente a él es cuando se rinde ante el dolor, la soledad y el engaño de aquella que prometió paz duradera.
Esos recuerdos lo torturan con punzantes dolores que lo aquejan durante millones de años mientras destruye otros mundos. Al mismo tiempo, él busca algo para poder recuperar aquello perdido, lo que fuera, pero ni con las legiones de monstruosos dragones, ni los subordinados con poder incalculable.
Solo movido por esa voluntad de traer de vuelta a su mundo, inicia una cruzada contra los usuarios de la marca imperial. Simplemente la intención es matar a cada uno y atraer a la diosa y luego obligarla a revivirlos. Matarla o dejarla viva para obligarla, cualquier opción es sin duda lo mismo para él. No tiene nada que perder y uno tras otro, los mundos son arrasados por enjambres de bestias draconianas hasta dejarlos en ceniza.
Mientras el emperador contempla con tristeza las llamas, observándolas y deseando nunca haber hecho ese pacto con aquella entidad corrupta. Incluso entre la destrucción, ve con su particular visión de las cosas, las almas de los fallecidos en forma de llama azul. Representación del deseo y voluntad, también los sueños. Sean niños, mujeres o ancianos, hombres y guerreros, ricos o pobres, aventureros o aquellos que trabajan la tierra, todos tienen el mismo tipo de llama en su interior.
Le duele saber que apagó esas llamas de vida y no hay una pizca de arrepentimiento en él. Solo quiere cumplir su misión y volver hacia cuando todo era felicidad para él.
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Extiende sus enormes alas y encara en dirección hacia el otro lado del charco, Argentina. Su mirada ahora está muerta y con aura negra saliendo de sus ojos:
—Todo lo que debo hacer es arrasar a todos allí y por fin los veré de nuevo…—murmura Dramonzuk, impulsado para el entusiasmo y determinación que no se romperá con nada.
—¡Mierda, no tenemos que dejar que bata sus alas o no podremos alcanzarlo! —advierte Arakneida.
—¡Entendido! —exclama David.
—¡Muy Bien! —dice Julio.
Dramonzuk es rodeado por un verdadero contingente de monstruos y cazadores del más alto nivel en el mundo. No se inmuta con eso. Incluso se toma el tiempo para tronar su cuello y arquear sus alas con las que un solo movimiento puede alejarlo a una velocidad inmensa.
En solo un instante podría alejarse hasta el Océano Atlántico, pero se detiene pues no quiere dejar más cabos sueltos con enemigos que pueden seguir molestandolo así que de su figura salen ondas expansivas acompañados por la presión de solo su presencia. Ni siquiera William y Arakneida soportan ese nivel de presión, por lo que ceden inconscientemente:
—En verdad este sujeto es un monstruo sin comparación. —piensa Arakneida mientras soporta como puede. El aún estar débil hace que no pueda mantenerse en pie incluso desde la superficie.
—No vamos a dejar que avances un solo centímetro, desgraciado. —exclama David. Su nuevo poder y capacidad para el combate le permite sostener el vuelo a pesar de ser del tipo de monstruo más débil, los insectos y no ser familiar de Martín, aunque ya recibió ese ofrecimiento.
—Hey, no nos olviden. —declara William mientras agita unas cadenas que creó con su magia de metal.
—Todos sus intentos…no son más que los simples aleteos de insectos alrededor de una montaña. Nunca ganaran esta guerra. Lo sentencio hoy. —extiende sus dos manos a los costados. El cabello se eriza levemente y de su cuerpo brota aura oscura y líquido negro con el que la diosa oscura se manifiesta. Allí es cuando se da cuenta Arakneida, Dramonzuk está siendo corrompido lentamente por la diosa.
Mientras tanto, el emperador dragón se retuerce en vuelo, tomándose del rostro y rasguñándose como lo hizo Andrusiel con su colapso mental. Sin embargo, eso es distinto ya que la mitad del cuerpo de Dramonzuk se resiste a ser consumido y él mismo grita su lucha interna contra la manifestación material de esa entidad:
—¡¿Qué mierda crees que haces bastarda de mierda?! ¡¿Quién te crees que eres?! —se toma de la cabeza.
—¡Eres mío! ¿acaso no recuerdas? la razón de que te entregues en cuerpo y alma a mí. ¿Acaso no quieres que vuelva tu mundo, tu gente, tu familia? Entonces ¡déjate llevar por mí! —exclama su mitad corrompida ante los ojos de los demás que no entienden que ocurre.
—Arakneida quizás debamos aprovechar. —propone Lorkamos.
—Espera. —responde ella.
—¿También lo sientes? —pregunta Macarena al ver como la mitad de Dramonzuk que se mantiene cuerda, llora y muestra expresión de tristeza.
—No puede ser ¿enserio vamos a ayudarlo? —pregunta, perplejo el yanki.
—Se que es una locura, pero siento que nos necesita. —dice la soberana arácnida. Su instinto maternal, así como las enseñanzas sobre la compasión y respeto por la vida que obtuvo en Victory, le hacen replantear si es en verdad el enemigo o una victima más.
—¿Pero es necesario? Es nuestro enemigo. —le recrimina William.
—No, no es necesario…pero nosotros no somos así. Menos cuando pide auxilio. —responde Arakneida, aclarando todas las dudas en el yanki.
—Comprendo. —sonríe William.
—Gracias. Bien, gente ¡contengámoslo con todo!
Lo rodean y dibujan en el aire diversos círculos mágicos. Magia de sangre, de hielo, de fuego, arena, insecto, todo para evitar que salga despedido hacia Buenos Aires y también que la diosa termine de corromperlo.
Se acaba creando una especie de cadena fina pero que lo envuelve por completo y de la que emite en su superficie colores que corresponden al rojo, azul, verde claro, amarillo, del maná de los cazadores y familiares por igual.
Sin embargo, la voz distorsionada de Dramonzuk hace eco, causando que se sienta en el ambiente un sinfín de sensaciones muy negativas como angustia, dolor, tristeza, incomodidad y espeso frio. Solo con esa voz siniestra causa tal malestar en todos:
—Oh, ¿acaso creen que yo voy a detenerme con esta porquería? No me hagan reír criaturas inferiores. Ustedes son solo conejillos de indias y nada más que eso. —anuncia con una siniestra sonrisa.
—Arakneida, ¿Qué está pasando? ¿no se supone que la diosa oscura no puede pasar más allá de su propia dimensión? —pregunta Lorkamos.
—Se supone que sí. Martín no pudo haberse equivocado. —dice Arakneida.
—Esto parece más a una posesión. ¿Qué Dramonzuk no había aumentado de poder por haberle permitido a la diosa oscura usarlo como marioneta? —pregunta Julio.
—Exacto humanos. No hay lugar donde puedan correr. No hay lugar para que se escondan. La omnipresencia de los dioses nunca podrá verse opacada, ni con esa basura de la voluntad humana. Jamás conocerán la paz. Ustedes son alimañas destinadas a ser usadas como experimento y no va a cambiar jamás. ¡Jajaja! —exclama mientras la influencia oscura acaba tomando mas del 80% del cuerpo de Dramonzuk.
—Mierda…esto es malo. —presencia Arakneida con preocupación.
Mueve los brazos a los costados mientras que las cadenas empiezan a ceder. Se oye el crujir del metal mágico manifestado por la unión de la magia de todos los presentes. Y no se ve agobiado por usar su fuerza para zafarse de las cadenas.
Arakneida usa su magia arácnida para envolver por completo y en varias capas de telas de araña convirtiéndolo en una esfera a la que los demás también le añaden las cadenas:
—¡No dejemos que salga de…! ¡¿huh?!
Dentro se filtra una luz carmesí y vapor a altas temperaturas mientras se quiebra.
La vista de Macarena al ver a Arakneida tan alterada con mezcla de preocupación, la perturba.
Finalmente, la esfera explota, así como también las cadenas se parten en pedazos, liberando a la bestia cubierta de venas negras y con rastros de podredumbre propio de esas deidades corruptas. Ahora el cuerpo de Dramonzuk está consumido casi en un 98%. Volver hacia atrás es casi imposible.
Las se agitan una sola vez. La suficiente como para dejar una onda expansiva y se aleja hasta las alturas sobrepasando las nubes. Ninguno puede alcanzarlo ya que alcanzaron el límite de fuerza.
Arakneida intenta hacer que David la lleve, pero este se niega porque a pesar de estar en mejores condiciones, no tiene la capacidad para llegar hasta esa altura:
—No, no, no, no. ¡Tenemos que hacer algo!
—¡Eso intentamos, pero ya…! —exclama Julio, pero baja la cabeza, lleno de impotencia.
—Discúlpame Arakneida, si hubiéramos llegados mucho antes. —dice Lucas.
—No, no es la culpa de nadie. Es mi fracaso rotundo. Discúlpenme a mí. —dice entre lágrimas ella.
—Esto no se puede acabar así. —dice Macarena. —Aún debe haber algo que podamos hacer. No lo sé, cualquier cosa. —aprieta los puños, consternada.
—Me alegra que lo digas. —se pronuncia una voz conocida.
—¿Huh? ¿Leza? —pregunta Macarena.
—Escuchen, no quiero alargarlo. Nosotros estamos conteniendo a este bastardo en Atacama, pero por alguna razón su propio cuerpo se está rompiendo. Ustedes la tienen más complicado así que les prestaré algunos preciados súbditos. —exclama Leza desde la comunicación que se establece entre los familiares y gracias a la estrecha unión con Martín, con los miembros de Victory.
—¿Subordinados? —pregunta Arakneida.
—Si, ya deberían aparecer.
Dicho y hecho, se acercan velozmente un grupo de aves humanoides de todo tipo, águilas, halcones, cóndores, además de hipogrifos y pegasos, todos leales a la emperatriz salvaje:
—¡Rápido, tomen nuestras manos y monten! —grita uno de los halcones.
Sin dudarlo, toman a cada bestia y parten hasta la altura donde se ubica el emperador dragón presenciando el mundo convertido en roca, llamas, nubes negras y un punto de luz que provoca un enorme malestar para la diosa oscura:
—Con que ahí estás. —se prepara y con el batir monstruoso de sus alas, que deja un torbellino en el aire, parte hasta Buenos Aires.
—¡No dejen que se escape! —grita Arakneida.
—¡Si! —gritan al unísono.
Mientras en un frente, un enemigo colapsa al no comprender su propia existencia tan titánica, el otro se acerca amenazante cruzando el mediterráneo con su aura de muerte y sed de destrucción, buscando el refugio subterráneo.
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