Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 191
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- 191 - Capítulo 34: Colapso de la bestia de plata
Aquella presencia tan dominante de la criatura se desvanece como si fuera polvo frente a una ventisca.
Andrusiel cae ante una emoción difícil de comprender y a su vez tan familiar para esos humanos a los que menosprecia. El no saber que es recala tan profundo en su ser que su cuerpo sufre un colapso interno. El absurdo poder que ostenta, agrieta la piel tan dura como armadura de acero.
En ese momento, la resistencia intenta aprovechar para asestarle un duro golpe, así que Steindra lo toma por sorpresa por detrás mientras el dragón plateado con forma humana lleno de grietas y le ataca con las garras la espalda. La criatura se voltea con llamas expulsadas de su boca. Bautista intercambia miradas con el dragón dorado y el chico asienta con la cabeza. Se acerca sigilosamente con su magia de sonido y da una patada al costado de la cabeza. No le daña severamente, pero logra desestabilizarlo, causando que disparase hacia el cielo.
—¡Maldición, no fue suficiente! —exclama Bautista.
—¡No, está muy bien lo que hiciste! —lo consuela Lee Bao. El cazador se apresura hasta el frente del monstruo y con su espada lanza un corte tan poderoso y explosivo que siente como la piel se agrieta más de la cuenta. ‐ ¡Vamos es nuestra oportunidad!
La inestabilidad mágica de Andrusiel afecta su movilidad. Le impide reaccionar a tiempo. Estela se mueve como puede, a pesar de haber recibido gran daño al inicio de la batalla. Sus alas mágicas se agitando hacia el frente, acortando la distancia y con la espada al frente atraviesa por la zona agrietada de la piel. Acto seguido despide de la punta del arma viento perforante que sacude todo el cuerpo del monstruo.
Andrusiel mira al cazador con odio profundo:
—Pedazo…de basura… ¡maldita humana!
Cuando este intenta tomar con la mano a la joven cazadora, Leza se interpone y con todas sus fuerzas usa la mano sana sosteniendo el hacha y corta el brazo de él.
Con una sonrisa Leza exclama mofándose:
—Brazo por brazo. Te la debía imbécil.
—¡¿Qué mierda me está pasando?! ¡se supone que soy la gran mano derecha de Dramonzuk pero aun así me están destrozando estos humanos! No, mi cuerpo ya no se está soportando a sí mismo. Me estoy colapsando rápidamente. Carajo. —piensa Andrusiel. Se siente preocupado y temeroso. No entiende que le sucede. Esos cúmulos de pensamientos negativos se manifiestan en emociones qué rozan lo humano.
—¿Puedes sentir eso? —pregunta Leza.
—¿Huh? —la mira de forma penetrante. Apenas puede sostenerle la mirada. Se debilita segundo a segundo. —¿Que mierda estas diciendo?
—Es la sensación de que toda tu existencia se desvanece y no puedes hacer nada. Dime una cosa, ¿valió la pena haber abandonado tu identidad y orgullo por un poco de poder?
—Cierra la boca. Tú no puedes decir eso. Decidiste arrodillarte frente a un humano. Quien no tiene orgullo son ustedes.
—Y aun así…te muestras igual que cualquier humano, pero con la salvedad de que ellos a pesar de todo están luchando. Mientras hablamos, cientos, miles de esos humanos luchan por sus vidas y la de su mundo. Eso los hace muy grandes así que… ¡deja de hablar como si ellos fueran la peor de las mierdas! —se enfurece Leza.
—Idealista ¿crees que vas a convivir con ellos en paz? ¡está en nuestra naturaleza someterlos! ¡¿acaso no lo entiendes?!
Desde un costado, Kargroot truena su cuello con la espada claymore con calavera en el mango en su mano. Su mirada llena de tensión el ambiente. Está desatado y aunque está consciente, ve a su enemigo con intensa furia.
Leza se percata de que su compañero y amigo no va a perdonar ni creer nada de lo que diga Andrusiel. Está dispuesto a asesinarlo sin discusión de por medio. Es lógico, ya que la bestia plateada se encuentra más allá de toda clase de razón y su poder tan inestable, lo vuelve excesivamente peligroso.
Andrusiel no se deja intimidar. Da un fuerte pisotón sobre el suelo y expulsa su aura color plata y negro. Cualquier cazador de bajo rango o monstruo sucumbirían en cuestión de segundos, pero el grupo se defiende y a pesar de que Bautista no fuera de gran poder, Steindra lo protege anteponiéndose frente al aura.
La onda expansiva sacude la arena y polvo del lugar. El suelo se raja y aquellos que apenas pueden sostenerse debido a las heridas y el cansancio, tienen que aferrarse a su maná que usan para cubrir su piel y no sufrir tanto el impacto.
Kargroot ni se inmuta. Es la primera vez que se muestra tan serio, pero emanando una fuerte presencia que incrementa el tamaño de su semblante.
Octavio y Oscar protegen a Estela y Musume asumiendo toda la carga del aura.
Los ojos de Kargroot se afinan, reflejando un estado de violencia a punto de estallar:
—Mírate, como si fueras un animal acorralado. Quizás en verdad te ganó la locura…y el miedo. —dice Kargroot, burlándose de la decreciente inteligencia y falta de voluntad. Lo ve débil a Andrusiel y busca destruirlo psicológicamente.
—Te mataré…te mataré… ¡te mataré!
—Si, es lo que pensé. Hablas de los humanos cuando la realidad es que no eres tan distinto.
Kargroot levanta su claymore y apunta a Andrusiel:
—Se termina aquí.
Sostiene con ambas manos el arma. Se inclina hacia adelante con sus piernas sobre el suelo y da un violento impulso hacia Andrusiel. Sin embargo, el arma apenas impacta contra le dura piel, es repelido con chispazos al primer golpe.
El caballero oscuro arremete una vez más y otra y otra. Ningún golpe hace daño:
—¿Cómo es que…? —piensa Kargroot cuando uno de los golpes rebota y lo manda a voltar.
Octavio y Lee Bao lo apoyan atacando distintas zonas agrietadas de Andrusiel.
Inesperadamente sonríe con total orgullo:
—No van a poder eliminarme tan fácilmente. —mira a donde está Estela y Musume. Abre la boca y reúne toda la energía que le queda y lanza un disparo de llamarada oscura.
Todo el daño que puede hacer, le da igual, porque su meta es apoyar a su emperador y llevándose a cualquier de ellos sería una victoria automática.
El cuerpo de Kargroot se mueve por si mismo. Sostiene con una mano la poderosa, enorme y pesada claymore. Su expresión es serena y da un salto que lo eleva hacia el monstruo.
Antes de que impacte la llamarada, el filo de la espada atraviesa su cuello y a medida que avanza sobre la piel. La hoja es impulsada por la energía mágica del caballero oscuro.
En un parpadeo, la cabeza de Andrusiel se desprende del cuerpo y eleva varios metros:
—¿Eh? ¿Qué ocurre? ¿Por qué estoy volando? ¿Por qué todo está girando? ¿Qué está pasando? —se pregunta mientras la llamarada sigue saliendo, pero lentamente se va apagando.
Steindra avanza con fuerza y abre la boca de la que sale una llamarada dorada hacia la cabeza cercenada y desintegrándola al instante.
Sin posibilidad alguna de arrepentirse o tener conocimiento acerca de tu propia existencia, Andrusiel desaparece para siempre:
—¿Lo logramos? —pregunta Octavio.
—Eso parece. —Estela.
Leza camina hacia Kargroot y le pregunta sin miedo a su reacción:
—¿Se fue? ¿la ira?
—Haaa…haaa…—jadea claramente agotado. Suelta el arma y desploma sobre el suelo. —Eso fue por todas esas vidas que este maldito arrebató.
—¿Tu como te sientes? —pregunta Estela a Steindra.
—Aún falta por hacer. Dramonzuk se está movilizando y no parece contento. —dice el dragón dorado a sabiendas de que sostiene esa conexión como su antiguo subordinado.
AVAVAVAVAV
La conexión con Andrusiel se corta mientras Dramonzuk está en pleno vuelo hacia Buenos Aires y por detrás es perseguido por Arakneida y su grupo con ayuda de aliados alados.
Nadie queda ajeno a la caída de Andrusiel. Se nota a miles de kilómetros como una columna de energía mágica plateada se disipa como polvo sobre las alturas producto de la fractura de la piel gris.
Es una nueva oportunidad para someter al enemigo y brindar de más tiempo a Martín.
Dramonzuk, en toda su corrupción, arquea las alas marchitas y toma gran velocidad, triplicando a los demás. Pero por su orgullo, las bestias aladas piden a los cazadores y familiares que se agarren fuerte, pues no se dejarán vencer por una criatura surgida del caos y el desequilibrio normal del maná.
Usan todas sus fuerzas para seguirle el paso:
—¡Arakneida! —grita desde un lado Julio.
—¡¿Qué pasa, Julio?!
—¡Hay que frenarlo sea como sea! ¡ya estamos sobre Venezuela!
—Mierda. No contaba con que ya estuviéramos en América del Sur. —piensa ella. Siente la presión absoluta de tener que asegurarse de que el enemigo no se acerque más de lo que podría. —¡Entonces ataquémoslo desde aquí! —le dice. Luego baja la cabeza. —¿Podrán sostenernos un poco más? —le dice a su aliado bestia.
—Por supuesto. Confíen en nosotros y ustedes manténganlo a raya.
—Seguro. —responde ella. Mira a Julio y a los demás. —¡Vamos con todo y…!
Cuando ella gira su cabeza y mira al frente, ve a Dramonzuk acercársele con su mano derecha abierta. En un instante la toma del cuello y emprende el vuelo hacia arriba, llegando a superar varias capas de la tierra. Apenas están por debajo de la exosfera y aún así, ella alcanza a ver las estrellas y el oscuro espacio exterior.
Su respiración es pesada y fría. A pesar del inmenso poder de la soberana, no está acostumbrada a tener que pasar por tan bajas temperaturas y de manera extrema. Puede soportarlo, sin duda, pero sigue recuperándose de casi quedarse sin maná y morir por ello. Sumado a esto, Arakneida enfrento físicamente a Dramonzuk. Ella es sin duda la más fuerte del grupo y no es de extrañar que el emperador dragón la haya atacado antes que nadie.
Dramonzuk la mira, con sus muertos y vacíos ojos pero que desprenden un inmenso abismo de muerte y sufrimiento.
Lo más perturbador es que las pupilas y el iris han sido tan corrompidos que lo envuelve un color negro absoluto. Un espeso liquido negro apenas salen como si fueran lágrimas. Y en tramos cortos de tiempo, el rostro se deforma como si su verdadero yo intentara sofocar esa oscuridad con la que había pactado antes:
—Te preguntarás… ¿Qué hago aquí? —exclama Dramonzuk en un tono frio.
—Eso…me da igual.
—No te pedí que respondieras. No te creas tanto solo porque el usuario imperial te elevó a este punto. —exclama con molestia. Aprieta un poco el cuello de Arakneida cortándole el oxígeno.
—¿Qué… es lo… que… quieres? —pregunta con dificultad para respirar.
—Solo quiero buscar en tu mente, todo lo que necesito saber. —le acerca el dedo índice de su otra mano y la uña se torna negra y de esta se desprenden varios pequeños tentáculos que se introducen tanto en ojos, oídos, nariz y boca de Arakneida, buscando cualquier cosa que sacie su curiosidad por saber donde se esconde Martín.
Tras la incómoda revisión de los recuerdos de Arakneida, le retira esas asquerosas extremidades y sonríe:
—¿Lo ves? No era tan difícil.
Desde lo lejos se acerca David a toda prisa con sus alas insectoides:
—¡Arakneida!
—Ya no me sirves. —suelta el cuello de Arakneida, dejándola caer. Da un pequeño vistazo y continua su camino sobrevolando la termosfera como si fuera un cometa surcando los cielos nocturnos de Sudamérica.
David alcanza a capturar en el aire a Arakneida con sus brazos. Ella tiembla, llena de miedo y nauseas sobre lo que le acaba de suceder. Por otro lado, está furiosa, pues su mirada y expresión es la de alguien que desea venganza y mira hacia la dirección en la que está Dramonzuk volando:
—Arakneida ¿quieres bajar? —pregunta David, preocupado por como esté ella.
—N-No…continuemos.
—Pero…
—Te dije que estoy bien David.
Los monstruos tienen la tendencia de subir de rango a medida que se vayan dando una serie de condiciones, cambiando su nivel de poder, apariencia, tamaño, según el combate que sostienen. Muchos rompen sus propios límites en situaciones límites. Y hay otros que lo hacen conforme pasan el tiempo en un sitio, aferrándose a el ambiente y en ocasiones, dejándose llevar emocionalmente producto de algo que los shockeo, esto no es común, pero es lo que en la mayoría de las veces desbloquea una habilidad o característica desconocida en la criatura.
Debajo de los pies y manos de ella se empiezan a formar esferas que sobresalen a la mitad. Mientras sus ojos se afinan y cabello eriza levemente. Sobre sus dos ojos sale un tercero afinado. David siente un incremento enorme de energía mágica que proviene de ella. Ella se sale de los brazos de David y ve que no cae. Se llena de preguntas:
—-A-Arakneida ¿Por qué estas flotando? No, más importante ¿y esa apariencia?
—No estoy segura y no tenemos tiempo para averiguarlo. Hay que alcanzar a Dramonzuk. A este paso ya habrá llegado a Paraguay.
—S-Si, claro. Vamos.
—Bien, veamos cómo es esto.
Arakneida avanza hacia adelante y desde las esferas salen expulsados torbellinos de viento tan fuerte que en un instante sobrepasa la velocidad del vehículo humano más rápido que ha existido. En tan solo un parpadeo ya se posiciona detrás del emperador dragón. Su tercer ojo focaliza al dragón y no se despega de él, lo tiene marcado.
Al mismo tiempo, Dramonzuk ralentiza el paso y siente leves espasmos. Empieza a resistirse a seguir estando bajo el control de la diosa oscura. Una pequeña parte de su rostro se envuelve en una expresión de profunda ira y tristeza, mientras que recuerdos de antaño vuelven a golpear su mente.
Entre esos recuerdos figuran de nuevo esa mujer y el niño pequeño. Esta vez se ve la mitad inferior de la cara, mostrando una sonrisa. Lo llena de dudas esta situación y también una misteriosa fuerza que lo obliga a resistir.
Sin embargo, continúa volando sobre el espacio aéreo de la provincia de Chaco:
—Resistirse es inútil. —resuena en la mente de Dramonzuk cuando se da cuenta la diosa de que puede resistir a la corrupción oscura.
—Cierra la boca. Tu no mandas aquí. —murmura, pero sin poder hacer que sus alas se detengan, pues no le pertenecen sino a la diosa.
—Oh, ¿enserio? ¿y quien crees que ha estado usando tu cuerpo durante casi tres horas? Eres tan blando y débil. Tiene sentido que tu mundo haya sido borrado de la existencia y aquellas personas que juraste proteger con mí poder ahora sean solo polvo. —exclama la diosa en tono de burla contra aquello que él valora.
—Maldita infeliz, ¡deja de mofarte de mí! —grita Dramonzuk.
—Es muy tarde para tu gente ¿sabes?
—¿Huh? ¿Qué…es lo que estás diciendo?
—¿Enserio creías que yo traería a esos insectos muertos hace millones de años? Nunca podría esforzarme por tal cosa. A decir verdad, solo necesitaba de un tonto como tu para ser mi brazo ejecutor en el mundo humano.
—Tu…eres una desgraciada… ¡infeliz!
—Di cuanto quieras, pero ambos sabemos…que esas lagrimas no son propias de un autodenominado emperador. —señala las gotas que caen de la mitad del rostro que Dramonzuk pudo recuperar apenas.
A pesar de ser un ser divino cuya lógica superar por mucho a los grandes poderes del universo del maná, la diosa oscura está limita a su propia dimensión y solo estar conectada profundamente con un ser “inferior” le permite moverse al mundo humano. Con Martín es la marca imperial, y con Dramonzuk lo es la corrupción que se le impuso una vez acepto esa “bendición de la diosa”.
Mandato de origen entre los dioses oscuros o simplemente un limite impuesto debido a su naturaleza, ninguno de ellos puede meterse a mundos inferiores o los seres inferiores, ninguno puede ir hasta la dimensión oscura sin algo que les permita soportar tanta presión y malicia:
—¡Tu…me engañaste!
—¿Engañarte? Te estoy dando la posibilidad de eliminar a Martín. ¿No era lo que querías?
—¡Yo quería recuperar mi mundo y a toda mi gente!
—Oh, deja de ser tan estúpido. Jamás vas a recuperarlos porque no quedó rastros de ellos de nada. Tu los mataste y ¿ahora quieres recuperarlos? Vive con ese peso.
—No, no…—intenta detener el vuelo, pero la diosa obliga a continuar.
—Dramonzuk, eres un asesino…un genocida…
—No…no…no…
—Si, y vas a morir en este día con ese peso en tu ser.
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