Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 192
- Inicio
- Limit Breaker: Conquistando Mazmorras
- 192 - Capítulo 35: Tiembla el interior del horror
Dentro de la dimensión oscura, hogar y dominio a su vez de la diosa corrupta…
Martín se debate entre dejarse influir por las bellas y seductoras palabras por parte de la diosa oscura, con promesas de que fuera feliz por toda la eternidad mientras esté su consciencia dentro de ese lugar y oponérsele, prometiendo que nada de lo que haga servirá.
El argentino duda de sí mismo y al ver a tantas personas amadas incluyendo a su madre y su padre, deja de mantener su guardia en alza y la daga que sostenía en su mano la suelta, cayendo al suelo y está siendo absorbida por la oscuridad líquida.
La diosa se regodea por la victoria, frente a la voluntad del humano.
El cuerpo del humano es cubierto por el espeso líquido. Primero lo cubre en las piernas, mientras que sus conocidos lo abrazan con miradas vacías y sonrisa que no se ven humanas, sino artificiales. Esa creación que la diosa ha preparado en su despecho y locura sirve para atentar contra el corazón de cualquier ser sensible. Martín no es ajeno a eso. Es un justo merecedor de ser llamado bondadoso frente a tanta malicia a su alrededor:
—¿Cómo te sientes ahora Martín? ¿no te sientes feliz? ¿no te sientes por fin completo? Solo esto necesitabas. Reencontrarte con los tuyos y vivir por siempre en este estado de gracia.
Martin abre su boca, intentando decir algo, pero el éxtasis que siente de estar entre aquellos a los que jamás pensó volver es tan bello que las palabras no salen. Apenas un murmullo se escapa:
—N-No…
Apenas un leve fragmento de resistencia proveniente de su subconsciente es lo que sale:
—¿Cómo dices? —pregunta la diosa oscura. No deja de sonreír y no parece que eso cambie. Todo lo que ocurre es porque ella así lo quiere.
—Yo…—exclama apenas Martín. Intenta repetirle esa negativa. —N-No…lo…creo…
—Creo que no has visto lo suficiente. Mira a tu alrededor. Tienes a tus amigos. A tu familia. A tu amada. ¿Qué más podrías desear?
El cazador trata de mover su cabeza para negar. Una fuerza invisible impide que haga algún movimiento indebido. La diosa lo tiene completamente inmóvil y cualquier que sea lo que piense, si ella no quiere entonces no podrá hacerlo.
Al final es su dominio donde se encuentra Martín y eso se mantendrá lo quiera o no.
Cada palabra que sale de la boca de la diosa, viene acompaña por un intenso y punzante dolor en todo el cuerpo del chico. Las venas de él resaltan con un color negro que recuerda al abismo.
No había sentid un dolor tan agudo en su vida como el que se expanda por todo el cuerpo.
Los alaridos de dolor apenas salen de su boca y deleitan los oídos de la diosa como un coro perverso que enaltece su condición de entidad fuera de toda lógica:
—¿Ahora estás entendiendo que no puedes negarte ante lo inevitable que es para ustedes los eres inferiores? Vamos Martín, es casi un hecho que deseas rendirte. Haz caso a tu corazón y vive por siempre con tus seres queridos. —insiste con una sutileza y capacidad de convencimiento tan eficaz que cualquiera de mente débil puede aceptar al instante. Martín no es cualquier persona, se resiste porque sabe que la diosa no desea lo mejor para él sino acabarlo como la amenaza que es para ella.
La figura de Martín es cubierta por aquel líquido hasta la mitad del torso. Sus brazos aún están fuera del alcance, pero no durará mucho. Es como si esa cosa viscosa tuviera vida propia y actuase por los propios deseos de la diosa:
—¿Quieres saber la verdad de todo esto? Toda esta guerra, me importa muy poco. Tu mundo tan pequeño ¿sabes? Por alguna razón me atrajo a él. Y particularmente no fui su creadora, pero hubo un algo que me hizo fijarme en él y desear jugar. Llevé las mazmorras a él y moldeé a tu mundo para que se convirtiera en mi tablero para jugar. Si, al principio me sentí inquieta cuando se fueron desarrollando a esa velocidad, pero luego lo pensé mejor y dije “quizás, aquí encuentre a esa marioneta que pudiera arrebatarme el aburrimiento y me permita sacar mejores resultados. Dicho y hecho, fuiste tú el mejor resultado. —exclama la diosa con aire de orgullo.
Martín no puede responder, pues lucha contra el líquido viscoso que provoca mucho dolor en él. Sumado a esto, siente la presión de las figuras de sus seres amados y conocidos rodeándolo y murmurando a su oído que los siga a ellos y olvide su misión.
El ambiente empieza a oler a una asquerosa podredumbre imposible de respirar. Es como si la basura y cuerpos en descomposición convergerán en un mismo lugar, atosigando sin control las cavidades nasales. No vomita porque su autocontrol es demasiado grande, pero Martín se siente mareado. Sus manos tiemblan y siente debilidad corporal.
Su mente colapsa y lentamente la presión de esa dimensión, tan brutal para los seres cuya consciencia no está al nivel del de los dioses oscuros, produce que viaje miles de años en el futuro y luego retroceda.
La misma dimensión se mueve con la diosa como una especie de compositora que con cada movimiento de sus manos altera el tiempo y el espacio. Como lo hizo la primera vez que Martín cayó a ese espacio fuera de toda regla natural:
—Me duelen mucho mis extremidades. Me arden los ojos. No siento las manos ni piernas. Siento que estoy por estallar. Dios, no creo poder soportar esta presión. —piensa Martín. Ve como el líquido llega hasta su cuello y empieza a corroer los brazos partiendo de los hombros en adelante.
La diosa sonríe, mostrando una vez más esa tan horrorosa expresión carente de empatía. Su estabilidad mental no puede estar más entera:
—Casi está hecho. Solo queda deshacerme de alguien…un poco más incontrolable. —piensa. —Ese imbécil de Dramonzuk, no puedo dejar que recupere su cuerpo. Presiento que va a hacer algo verdaderamente estúpido. Reconozco que es necesario para acabar con el cuerpo de Martín, pero…no puedo permitir que se mueva con total libertad.
AVAVAVAVAV
En ese momento en los alrededores del estadio Pedro Bidegain, la resistencia avanza con ayuda de una coalición no solo proveniente de países como Paraguay, Perú, Colombia, y varios países de Centroamérica y México, sino que con ayuda de los portales de Arakneida, llegan de Asia, Europa y África. Al menos treinta mil cazadores y ex militares caen atacando sin mediar palabra.
Apenas ven a los dragones rodeando a humanos, atacan con un fervor y espectacularidad que inconscientemente los dragónidos retroceden por temor o detectan peligro inminente.
La avanzada humana se une a la resistencia argentina y en conjunto los obligan a dar varios pasos atrás mientras asesinan a los monstruos que están al alcance.
Charles es uno de los que están más alejados. Cuando Bautista fue transportado a Atacama, el antiguo rey de las artes marciales mixtas le permitió hacerlo abriéndole camino a base de puñetazos hasta el portal. El hombre se mantiene firme en su posición, matando al draconiano número 5.000 desde que empezó la batalla. Su habilidad para el combate y mantener la mente fría es muy grande en ese hombre.
Los draconianos intentan alejarse de él lo más que pueden.
Claustro busca abrirse paso con su habilidad especial “ira de la bestia”, que acrecienta las características bestiales de su magia. Aumenta sus garras, eriza su cabello y aumenta el tamaño de sus colmillos. Sus sentidos se disparan a niveles increíbles. Desgarra, atraviesa, despedaza, Claustro se convierte en una maquina destructora de draconianos. Usa los edificios y escombros para impulsarse y mueve sus manos para decapitar a muchos de ellos.
Llega finalmente hasta donde se encuentra Charles:
—¡Charles, hay que volver! ¡tenemos que reagruparnos! —grita Claustro entre la multitud de enemigos.
—¡Puedo lidiar con esto! ¡si mantengo mi posición podría…!
—¡Es un maldito suicidio! ¡es una maldita marea que no podremos detener su Dramonzuk no es vencido!
—¡Me da igual Claustro, es mi deber aguantar todo lo que pueda, aunque acaben conmigo!
—Charles…—deja escapar Claustro mientras se aferra a un poste de luz aún de pie. —¡Tienes que estar bromeando! ¡ven de regreso no actúes como un maldito loco!
—¡Ten más respeto por los adultos malditos mocoso!
—¡Entonces ven volvamos, además estás muy herido! ¡no sé cuánto tiempo crees que vas a durar y si te quieres morir, que sea de viejo en época de paz!
—¡Eso me gustaría! —exclama mientras acaba con cuatro draconianos a la vez de un puñetazo que los manda a volar contra un edificio cercano. —¡Pero…!
—¡Pero nada, la batalla no es aquí, alejado del refugio sino cerca de él!
Charles salta hacia atrás alejándose de la marea de monstruos. Toma con su mano una biga colgando y ve como no dejan de avanzar en dirección al Pedro Bidegain:
—No parece terminar. —piensa Charles. Luego mira a Claustro. —¡¿Cuál es la situación del refugio?!
—¡Será mejor que vengas y lo compruebes!
—¡De acuerdo!
Mientras Claustro y Charles emprenden el regreso al refugio, la situación allí se vuelve complicada. A pesar de la llegada de refuerzo, el avance es detenido con un rugido proveniente del norte de la provincia y que se va acercando a toda velocidad desde el aire.
Al oír ese rugir, los dragones y draconianos se envalentonan arremetiendo con fuerza contra los humanos. No pueden contra ellos.
El olor a sangre inunda las calles. Extremidades mutiladas se ven en todas direcciones. Los monstruos y humanos se funden en una sola masa deforme en que se oyen alaridos de dolor, gruñidos, y vidas acabándose en un instante. Preciadas vidas humanas arrastradas a una lucha para defender a la humanidad y darle luz a las próximas generaciones que no han conocido la verdadera paz.
María se encuentra con Luciana y Carla atendiendo a los heridos dentro del refugio. Mientras que los yakuzas y cazadores de Asia protegen a los civiles en las cámaras subterráneas del estadio. La coreana, al ver que los monstruos acortan distancia, usa su magia de planta para crear enormes hojas sostenidas por raíces con el fin de transportar a los heridos hacia abajo del estadio.
La situación es difícil, porque se reducen los números y en varios sectores en los alrededores se cede terreno y rompen las defensas humanas:
—Ay no. —María queda en shock al ver que los draconianos entran al estadio, matando a todo lo que encuentran a su paso. No se salvan ni los cazadores de rango C+ o D+ provenientes de otros países, además de argentinos.
—¡María, crea un perímetro alrededor de la entrada al refugio subterráneo! —exclama Luciana con desesperación al ver que en el otro extremo también han quebrado la débil defensa establecida.
Entre medio del caos, los ex Dark Eagle se hacen presente con Jeff liderando al grupo. Se acercan a la coreana y a la joven argentina. Levanta el pulgar hacia arriba con rostro sereno y asienta con su cabeza:
—Dejen la defensa del estadio en nuestras manos.
—Si, haremos todo lo posible. —lo respalda Morgan.
—¿Están seguros? Son demasiados y parecen ser dragones de rango A+ incluso S+. —se preocupa María.
—Descuida. Si nos preocupase entonces ¿con que cara veríamos a William que está peleando contra ese monstruo incontrolable? Vayan, y déjenle esto al gremio más fuerte de la historia de la humanidad. —dice Jeff con una gran calidez y capacidad de liderazgo.
—Está bien. Solo cuídense por favor. —les pide María y regresa a transportar a los heridos.
—Cielos, no era exageración cuando dijeron que son muchísimos. —dice Jerry.
—¿Tienes miedo o qué? —pregunta sarcásticamente Morgan.
—¡Ja! ¡jamás! —sonríe el hawaiano de ascendencia samoana.
—¡Nueva misión señores, ahora hay que proteger con nuestras vidas a los civiles y aquel chico que representa a la esperanza de toda la raza humana! —arenga Jeff.
—¡No avergüencen a William! ¡¿quieren?! —añade Morgan.
AVAVAVAVAV
En el espacio aéreo de la provincia de Santa Fe, Argentina, Arakneida persigue a Dramonzuk disparándole ráfagas de veneno y telarañas.
Mientras, la mente del emperador dragón sigue luchando para librarse del control de la diosa oscura. Las venas que sobresalen y manchas oscuras en el cuerpo van cediendo, lenta, pero progresivamente. La voluntad de Dramonzuk es muy fuerte para sorpresa de la entidad.
Arakneida alcanza a tomar con su telaraña el pie derecho del emperador y lo tira con fuerza, aprovechando la inestabilidad, con la que desde partió de Europa, de su vuelo. En pleno aire ella se impulsa con ambos pies hacia el frente y se los estampa en el rostro y empujando así su cuerpo desde las alturas contra el suelo.
La velocidad y violencia con la que se golpea contra el suelo provoca enormes daños a la zona, así como levantar polvo, tierra y ráfagas de viento por todas partes. Se puede ver el enorme rastro de destrucción en el campo de soja desde varios kilómetros.
Por detrás se asoma David para prestarle apoyo a Arakneida:
—Nos acercamos demasiado a Buenos Aires. —exclama David con preocupación.
—Si y no puedo usar mis portales. Me queda poco maná. Incluso esta nueva forma me está consumiendo excesivamente.
—Entonces debemos retenerlo aquí sin importar que…
Entonces, un destello carmesí avance a una velocidad casi imperceptible para el ojo y atraviesa el costado del pecho de David. Arakneida apenas reacciona volteándose y viendo que Dramonzuk, estando muy dañado, sigue en pie y con el dedo extendido en dirección hacia ellos dos.
Se nota su lucha, pues la mitad del rostro tiene manchas negras e inexpresión, mientras que la otra, hay odio, indignación, llanto, emociones tan mortales que refleja el pasado como tal del que ahora es un ser de puro poder masivo:
—¡David! ¡¿estás bien?!
—Si, tranquila. Solo arde. Lo bueno es que no me dio en ninguna zona vital.
—¿Crees poder pelear?
—Eso creo.
—No te quiero sobre exigir, pero…
—No te hagas problema, enserio. Además…eres mi superior. Es mi deber apoyarte en lo que pueda.
Eso deja escapar una sonrisa a Arakneida.
Pero el emperador dragón tiene otro pensamiento, que obligado por la diosa dice:
—¿De que servirá el sacrificio que están haciendo? ¿acaso no lo sienten? Ya perdieron. Está guerra, nunca sirvió y solo me están haciendo perder el tiempo. Solo entreguen al humano y los devolveré con todo el amor que posea a sus mazmorras…
—Bla, bla, bla, ¿no tienes nada más que decir? —interrumpe la soberana arácnida y del veneno. —Tener que escuchar esas estupideces ya no me da gracia, me enfurece. Dejamos en claro durante tanto tiempo que no vamos a traicionar a Martín, que ya me aburre estos planteos. No puedo volver a explicar… ¡porque le debemos todo él! —una onda expansiva de puro poder mágico sale de ella, y al mismo tiempo tiembla el suelo. Escuchar una y otra vez cuestionamientos de otros monstruos sobre la lealtad a Martín no deja de ser molesta y hasta indignante para ella.
Luego de decir esto, mira a los ojos al emperador. Ahora le habla a él más que a la diosa oscura:
—Dramonzuk. Sé que estás luchando contra ella. Tienes que liberarte.
—¡Jajaja! ¡¿acaso crees que tu compasión va hacerme cambiar de parecer?! ¡son mis enemigos…!
—¡Y también somos víctimas de la diosa oscura! ¡por quien sabe cuánto tiempo lo hemos sido! Pero tu…no tengo ninguna duda de que lo has sido por mucho más tiempo. Por eso es que tiene que derrotarla y liberarte de su control.
—Eso quisiera…—dice en voz baja Dramonzuk.
—¿Huh?
—Pero es demasiado fuerte. Y sus palabras…ella…nunca tuvo la intención de devolverme a mi gente…a mi mundo…a mi esposa e hijo…ya lo perdí todo, una vez más.
—Entonces devuélvele ese dolor con más fuerza.
—¡Ja! ¿y eso será suficiente? —exclama Dramonzuk con la voz distorsionada por la influencia macabra de la diosa. —Todos ustedes están perdidos. Derrotados. Este mundo, ya está marchito. —las manchas vuelven a avanzar hasta doblega por completo a Dramonzuk.
De la espalda del dragón oscuro salen varias alas marchitas y al agitarlas, regresa a su camino rumbo a Buenos Aires, no sin antes dar un vistazo a Arakneida y David:
—No, no, ¡no, no, no, no! ¡vamos David! —grita Arakneida con extrema preocupación.
—¡Si!
—Muy tarde. —dice la diosa.
—¿Huh? —Arakneida ve como emprende vuelo a una velocidad que supera por mucho al de ellos dos. Ni su nueva habilidad es suficiente para acercarse. —Ni siquiera avanzamos… —piensa mientras intentan perseguirlo sin éxito.
El vuelo de Dramonzuk deja varias estelas que indican la ruptura varias veces de la velocidad del sonido. También supera por varios cientos de metros a Arakneida y David. Ambos apenas le siguen el paso desde lo lejos:
—¡Tsk! No tengo otra alternativa. —piensa Arakneida. Voltea su mirada hacia David. —¡David!
—¡¿Sí?!
—Detenerlo es imposible.
—¡¿Qué tienes pensado?!
—¡Usaré lo que queda de mi maná, pero dejaré un poco para evitar morir! ¡necesitaré que me ayudes a moverme! —exclama Arakneida.
—¡¿Qué es lo que harás?!
Arakneida no responde. Se queda en silencio mientras está con la vista sobre Dramonzuk. Siente que su cuerpo está en el límite, desde que empezó a usar su nueva forma, la cual agota muy aceleradamente el poder mágico:
—¿Arakneida? —dice David en voz baja.
La soberana de las arañas vuelve a mirar a su compañero:
—¡Confío en ti!
—¿Qué?
—Magia espacial: Portal dimensional. —declara ella, manifestando un portal en un punto estratégico alejado de ellos.
La mejilla del emperador de los dragones se agrieta y junto con cada herida obtenida, se filtra polvo negro tal y como sucedió con Andrusiel. Él ya abandonó la lógica establecida por el universo del maná, y ahora forma parte del abismo que los dioses oscuros revelan tras las promesas vacías a sus víctimas:
—Oh, con que no te queda mucho de existencia. Aprovechemos al máximo entonces. —exclama la diosa con voz profana saliendo de la boca de Dramonzuk.
Comments for chapter "192"
QUE TE PARECIÓ?