Limit Breaker: Conquistando Mazmorras - 193
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- 193 - Capítulo 35: El éter, la forma primordial del maná
La penumbra que envuelve al abismo engulle hasta que queda por fuera la cabeza de Martín y apenas su mano derecha levantada, intentando resistirse al destino que esa deidad le quiere imponer. Esa presión tan sofocante. Ese olor nauseabundo a carne podrida. La perpetua oscuridad que, si no fuera por la escasa luz que emite la diosa, no sabría donde se encuentra.
Su mente no podría sufrir más el enviste de los años que pasan fugazmente, pero se mantiene cuerdo todo lo que puede con la esperanza de que pueda salir de eso.
La mano levanta se deja caer ante la falta de fuerza. Sus ojos se van cerrando mientras el líquido acaba por subir hasta sobre él. Tan solo se ve ahora una pequeña montaña negra de líquido viscoso y una criatura femenina sobrevolando, riéndose y mofando de la resistencia de aquel chico.
Ese líquido lo lleva a tener visiones y delirios que van y vienen, una y otra vez. Cuando se da cuenta Martín, está flotando sobre un espacio sin luz, sin espacio, sin tiempo y completamente desnudo. No hay sonido. No sabe si está ciego, pues no ve nada en el horizonte. Empieza a temer porque sus sentidos están neutralizados y la movilidad completamente reducida. Una leve sacudida en sus dedos lo lleva a tener un poco de tranquilidad.
Mira hacia arriba luego abajo. Sigue viéndose como en una penumbra oscura. Se desespera, por al menos, nada o moverse sea como sea para llegar a algún sitio.
Tras un tiempo incierto intentando eso, Martín se pone en posición fetal y una lágrima cae desde su rostro:
—¿Qué es lo que estoy haciendo? Desde el principio sabía que esto sería inútil y aun así…me tuve esa confianza tan ciega. Que tonto resulté ser. —piensa en voz alta.
Una voz que resuena como un eco en su cabeza lo inquieta, pues no es como la de la diosa con sus mil facetas de manipulación que alternan entre lo maternal y lo sádico sino una que se asemeja a lo rustico pero que le llega como si fuera su padre:
—¿Enserio vas a rendirte?
—¡¿Qué es…?! ¡¿Qué es esa voz?!
—No tienes que alterarte. Ya tuvimos la oportunidad de hablar. ¿Qué? ¿ya te olvidaste?
—E-Eres…
—Si, tu predecesor, bueno en cierta forma.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde estoy?
—Bueno, si lo preguntas, diría que hemos perdido, todos. Ya no hay esperanza y me temo que vas a quedarte aquí hasta quien sabe cuándo.
—No…es imposible…
—Es lo que pasa cuando quieres enfrentarte a esta bastarda sin un plan de preparación o al menos tener en claro que harás.
—Supongo que no supe visualizar las cosas. Me confíe demasiado.
—Si, así es. Muy joven para darte cuenta de ciertas cosas, pero…ciertamente superaste muchos parámetros que nosotros ni imaginamos.
—¿Cómo qué?
—Puedes imaginar que cosas.
—¿Huh?
Martín espera comprender lo que esa voz le dice. Es incluso más confuso que lo que la diosa le decía, pues parece más una especie de guía que alguien buscando algo en concreto. Si bien es parte de un conjunto de millones y millones de almas buscando venganza por lo que la diosa ha hecho a mundos enteros, también quieren que Martín se fortalezca para que el enfrentamiento en esa dimensión no le ocasione daño en su mente, corazón y alma, por lo que se podría considerar un intento para volverlo más fuerte incluso en ese ambiente severamente hostil.
Todo su cuerpo se contrae por la presión sometiéndolo todo el tiempo. Grita con alaridos de dolor ya que sus músculos no dejan de torcerse y reventar algunas venas. Es un dolor indescriptible. Mientras tanto, esa voz lo intenta guiar para que no se vea sucumbiendo ante ese dolor:
—¡Chico, sigue mi voz, no dejes que este lugar maldito te destruya físicamente o sino puede que no logres volver!
—¿Volver? —dice en voz baja Martín.
—Si, porque ella lo que quiere es que no salgas nunca y todo para que Dramonzuk venga y elimine tu forma física.
—E-Es que…es demasiado dolor para mi…es…
—¿Inhumano?
—Si.
—Créeme que también lo he sufrido en su momento. Donde yo y otros fracasamos, tú vas a triunfar.
—Me duele todo el cuerpo.
—Y vas a seguir sufriendo daños.
—Entonces ¿no tengo más esperanza aquí?
—Ya te lo dije, tú vas a triunfar cueste lo que cueste.
—¿De qué manera?
—Hay una manera parece vencer a estos supuestos dios. Una manera que desconocen pero que en mis días investigué de todas las formas posibles. No pude encontrar las respuestas en mi mundo así que tuve que indagar más y más hasta que casi me vuelvo loco. El castigo que te imponen, supongo. Por eso es que a veces buscan ser adulantes para evitar que busques lo que ellos no quieren.
—Durante años creía que ella era alguien en quien confiar.
—Porque buscaban que no sientas dudas hacia ellos.
—¿Y bien? ¿Qué descubriste?
—Una forma tan antigua de maná que nos antecede a todos. Recorre tu cuerpo como energía a través de tus venas en el color que caracteriza a tu magia. En tu caso sería el rojo y su nombre…es “éter”.
—¿Éter?
—Así es. Es la magia base para toda la creación del universo del maná. La marca imperial, ¿Por qué te permite hacer cosas que ninguna otra forma de magia podría? Porque es la energía primordial que dio origen a toda la magia.
—Éter…jamás había escuchado hablar de eso.
—Es un buen comienzo entonces. Y con el éter vas a salir de aquí y no solo usarás la daga blanca, también vas a ponerte al nivel de estas entidades. Este lugar será el comienzo porque reúne todo lo que necesitas. El asunto sería ¿estás listo para sufrir como nunca antes en tu vida y a cambio obtener un poder que sobrepasa a lo natural?
—Si. —no se lo piensa ni por un segundo. Lo que está en juego es, no solo su mundo, sino muchos otros más. Piensa en Estela. —¡No tengo dudas! —reafirma su postura.
—Bien. Es momento de entrar a un nuevo mundo. Tú vas a subir a un nuevo nivel.
El éter es una fuerza de origen, creación y destrucción que puede alterar los cimientos mismos de lo que sea. Puede crear continentes, alterar el tiempo, destruir todo a niveles subatómicos y recrearlos. También puede crear nuevas fuentes de maná y elementos.
El hecho de que tal clase de poder fuera desconocido y oculto por los dioses oscuros, es porque resulta ser nocivos para ellos. La daga blanca, a la que teme la diosa oscura, está imbuido por éter con esa consciencia guía liderando a las almas dentro. Es un arma que fácilmente puede matar a dioses y reacomodar la realidad misma.
Luego de una larga explicación, acerca de las aplicaciones del éter, Martín no duda y acepta hacerlo. Todo sea por vencer a la diosa:
—Martín, solo para empezar, el éter no es una forma pasiva de energía que puedes abrazar con la calma de una brisa o una pequeña ola del mar. Es algo muy violento que puede provocarte un dolor tan inmenso y desagradable que te preguntarás ¿Por qué lo hice? Pero una vez que lo superes, ese dolor se convertirá en pura energía primordial.
—Entiendo.
—Ya conoces lo que significa el dolor y el sufrimiento. Pasaste más tiempo aquí que cualquier otro anterior usuario de la marca. Tu cuerpo y tu mente alcanzaron un estado deplorable como renacido tras despertar. Entonces, Martín, rompiste el cascaron. Ahora vas a asomarte y extender tus manos hacia esa nueva forma de energía.
—Todo ese tiempo que estuve aquí y las múltiples formas de tiempo…siento como si eso me hubiera fortalecido y a la vez…la tristeza, el dolor y angustia me invadieron incontables veces. Siento temor, pero también decidido.
—No hay éxito sin riesgos. Es tiempo de convertirte en el primer usuario mortal del éter. Para empezar…tienes que renunciar a la marca.
—¿Renunciar a la marca? —se sorprende Martín, ya que es consciente que, si lo hace, todo el peso de la dimensión oscura lo aplastará de maneras tan crueles y perpetuas que teme no sobrevivir a eso.
—Debes hacerlo, ya que la marca imperial no puede convivir con el éter.
—¿Por qué no? ¿no era una forma de éter?
—Si, lo es. Pero esa energía está corrompida por los dioses. Tu aprenderás el más puro, peligroso y definitivo éter.
—Si renuncio a la marca… ¿Qué pasará con ellos? —piensa en sus familiares, Lorkamos, Cromana, Leza, Kargroot, Arakneida. Ellos ya son seres cercanos a él. Los aprecia mucho. ¿Cómo podría si quiera en pensar dejarlos ir?
Martín aprieta los dientes y se lleva las manos al rostro. Su cuerpo tiembla y múltiples pensamientos angustiantes rondan por su mente.
Una nueva sensación horrible lo hace retorcer de dolor. Un vibrante sonido, como zumbido punzante, llega hasta sus oídos destrozándole los tímpanos. De los oídos siente como sale líquido.
El zumbido continúa, pero ahora Martín no puede escuchar, ni ver, ni sentir nada a su alrededor, solo sigue flotando desnudo y con la mente perdiéndose lentamente en el tiempo y espacio:
—¿Martín?
—Ya no puedo oír nada, aunque no había sonido podía escuchar mi propia voz. —se comunica en silencio con aquella voz que emite la daga hasta su mente.
—No queda más tiempo. Eso es una declaración de la diosa oscura. Quiere convertirte en una masa de carne en este territorio perdido y al que ni esa asquerosa entidad visita.
—Lo haré. Me desharé de la marca imperial.
—Una vez lo hagas deja que la presión de este lugar te aplaste.
—¿Por qué?
—Porque tu cuerpo tiene que prepararse para manifestar el éter. Piénsalo de la siguiente manera, esta dimensión está cubierta de éter, pero corrompido. Tú vas a absorberlo y reconvertirlo a su estado más puro.
—No entiendo cómo puedo hacerlo. Jamás supe si en verdad puedo usar magia, ya que desde que tengo uso de razón tengo la marca imperial en mí.
—Eso es lo que también te favorece. Nunca fuiste consciente de si eras o no usuario de magia. Si jamás lo fuiste, entonces el éter aminorará el daño ya que no peleará contra el maná en tu cuerpo. Si fuera, al contrario, tu cuerpo implosionaría en un instante.
—Suena sencillo…para quien lo dice.
—Serán escasos segundos.
—¿Y que debería hacer una vez deje la marca imperial?
—Te indicaré una vez lo hagas.
Martín no responde a eso. Sigue las directrices de la voz del último usuario no humano de la marca imperial. Cierra los ojos, encontrándose con otra penumbra, pero esta vez hay una esfera multicolor brillando en el centro. Se acerca flotando hasta ella y la observa unos momentos. Recuerda las incontables veces que fue salvado y a sus seres queridos. Empieza a dudar, ya que no sabe si el plan dará resultado.
Sin más alternativa, toma la esfera con su mano derecha. No es más grande que una pelota de tenis y su dureza es como la de pedazo de plástico. Vuelve a mirarla y dentro se haya el rostro retorcido de la diosa.
En un instante de valentía, cierra la mano y ejerce presión en la esfera. Esta se agrieta y rompe en fragmentos. Al instante que la marca desaparece con la destrucción de la esfera, una presión gigantesca aplasta el cuerpo de Martín. Los músculos se retuercen, sus ojos, nariz, boca, y oídos sangran y las venas de todo el cuerpo se tornan en color negro.
Se toma la cabeza con un dolor insoportable. No hay alarido de dolor ni nada. Lo soporta con todo lo que puede hasta que aquella voz se presente. Sin embargo, pasa el tiempo y no hay rastros de ese eco, hasta que, tras casi un minuto en el mundo humano, pero quien sabe cuánto en la dimensión oscura, la voz regresa:
—¡Ahora Martín, concéntrate! ¡abandona tus sentidos y busca en tu interior los fragmentos de la esfera!
—¡¿Qué debo…que debo hacer con eso?! ¡aaaaaaagggghhhh!
—¡Reúnelos en un punto!
A pesar de todo el dolor conocido sobre su cuerpo, Martín cierra los ojos. Extiende sus manos en búsqueda de los fragmentos de la esfera. Una a una las reúne dentro de ese vacío oscuro.
Luego de eso, Martín vuelve a construir la estructura:
—¡¿Luego que?!
—Concéntrate en conectar todo el éter de este lugar y reunirlo en la esfera. Procura purificarlo.
—¡Es muy difícil!
—Puedes hacerlo.
—¡Maldición! —se concentra todo lo que pueda. —¡¿huh?! ¡puedo ver raíces en todas partes color dorado!
—Si, ese es el éter puro. Por alguna razón puedes verlo. Es increíble. Ahora conecta esas raíces con la esfera o fragmentos.
—¡Está bien!
—Es increíble, ya debería haber colapsado por la presión de la dimensión, pero sigue de pie y hasta intenta acceder al éter mientras soporta todo ese dolor. Es chico, sin duda que es increíble. —piensa aquella voz en forma de un enano. Que se va manifestando al lado de Martín con forma etérea y aura blanquecina a su alrededor.
—¡¿Huh?! —siente la presencia de aquella figura aún sin poder ver ni oír nada.
—¡No me prestes atención, continua con el éter!
—¡B-Bien!
Las raíces se manifiestan en tonos dorados y plateados con pequeñas manchas oscuras producto de la profanación de los dioses. Extiende su mano, guiado por aquella energía primordial y a la distancia las atrae para que se vayan adhiriendo a la esfera.
La diosa siente lo que sucede e inmediatamente aumenta la presión en la dimensión. Ningún ser vivo podría aguantar estar en la dimensión y siendo un humano sin la marca imperial protegiéndolo, es aún más difícil que pueda sobrevivir, al menos sin la guía de ese eco amable y rústico. Sin embargo, la diosa no tiene ni idea que la marca ya no está dentro del cuerpo del humano, su propio regocijo al tenerlo encerrado y que este trate de resistirse nubla el juicio de la divinidad tenebrosa.
Las raíces se conectan con la esfera, estas brillan con intensidad. Martín abre sus ojos y estos brillan con color carmesí y destellos eléctricos se desprenden. Sus músculos regresan a su estado normal. La sangre perdida retrocede a su lugar de origen. Las venas recuperan la forma y color original y la piel es cubierta por una capa luminosa de blanco color.
Al mismo tiempo que se recupera física y mentalmente, varias líneas doradas circulan a lo largo y ancho del cuerpo que es lo que define al éter. Las raíces se unen a Martín, algo impensado ya que deberían conectar con una fuente y allí almacenarse, en cambio, él se usa a sí mismo como esa fuente lo que le da una presencia antinatural y un poder mágico drásticamente superior a cuando era un usuario de la marca imperial. Esto, unido también a la daga blanca, le otorgan al humano la capacidad de aniquilar a cualquier entidad oscura.
Dentro de su repertorio como usuario del éter, Martín puede observar más allá de la dimensión oscura hacia su mundo, donde ve la situación y es extremadamente crítica. Si bien derrotaron a Andrusiel, los dragones derribaron la defensa del refugio y para peor, Dramonzuk se acerca mientras su cuerpo se desintegra.
La diosa empieza a sentirse inquieta cuando ese pequeño abismo al que llevó a Martín, se agrieta con una luz blanquecina filtrándose hacia fuera:
—Que extraño, ya no puedo sentir a Martín. ¿Acaso el…? Imposible, sin la marca imperial, moriría en cuestión de segundos. Si él se deshiciera de la marca… ¡no, imposible! —piensa ella.
Sin embargo, la amenaza en el mundo físico ha llegado como si un meteorito impactase contra el campo de juego, expulsando todo en un radio de cien metros. Ni dragones, ni humanos, ni otros monstruos logran soportar la llegada de Dramonzuk.
Una vez se levanta, camina apresurado hacia la pequeña entrada que da a un pasillo subterráneo, caminando por unas escaleras hasta llegar a una puerta. Pero allí lo esperan Estela, Julio, Arakneida y Macarena:
—No vas a dar un paso más. —amenaza Estela con la espada de filo verde y hoja negra.
—Ustedes…deben…ma…tar…me…—implora la mitad del rostro que corresponde a Dramonzuk, luchando por recuperar el control de su cuerpo.
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