Limit Breaker: Tokio Dungeon - 11
Kyubo se queda perplejo por la pregunta. Una desagradable sensación de saber la respuesta y a la vez que no quiere recordarla golpean su mente, pero naturalmente las esquiva al hacerse el desentendido.
Inmediatamente aprovecha el empeoramiento de la situación dentro del bosque, donde la niebla se vuelve más densa y casi irrespirable. Toma de la mano a Ichika y corre lejos de la zona profunda del bosque, mientras le indica a Yujin que los sigue para evitar perderse. Esto no cae del todo bien en el surcoreano, quien mira al yokai con expresión bastante seria, tomándolo como evitación ante una verdad que podría cambiar la relación en el grupo.
En cualquier cosa, la seguridad es lo fundamental y nadie querría quedarse en un lugar donde la concentración de maná empieza a crecer peligrosamente hasta corroer la vida de inclusive la vegetación y animales carentes de magia. Sin saberlo, la criatura detrás de todo acecha al grupo desde la cercanía.
Ichika sigue el ritmo de Kyubo, notando una cierta molestia en él a medida que corren hacia un lugar seguro:
Ichika: “K-Kyubo ¿estas bien?”
No responde, ni se inmuta, solo sigue su camino con los ojos hacia adelante.
Ella frunce el ceño a la nula respuesta de Kyubo, molesta al sentir como si fuera tratada como una niña pequeña. Le suelta la mano y se queda en su sitio, si avanzar un solo paso:
Kyubo: “¿Huh? Ichika, tenemos que irnos, rápido”
Yujin: “¿Ichika?”
Ichika: “N-No sé qué sucede, pero parece que no quieren decirme. Solo empezaron a correr, arrastrándome y sin decirme nada como si fuera un peso muerto” — dice molesta, entre jadeas después de estar corriendo por largos minutos sin parar, y aprieta su puño — “¡por favor no quiero que me traten como una niña que no puede entender que sucede!”
Kyubo: “N-No, Ichika, no lo entiendes. Tenemos que salir de aquí”
Ichika: “Al menos sé que estamos en peligro, pero no entiendo por qué. Kyubo, tu presentiste que algo andaba mal y Yujin, ya investigaste en el camino, pero yo solo me quede petrificada, mirando los cadáveres de los cazadores desaparecidos. Sigo viendo estas cosas tan terribles y mi corazón no aguanta. Por favor…no me hagan sentir que soy una carga que debe ser transportada” — se agacha y llora desconsolada. Los recuerdos de lo sucedido en el templo siguen frescos
Yujin le acaricia la cabeza para consolarla:
Yujin: “Lo sé, lo sé, Ichika. La razón por la que no queremos que sepas mucho es porque ya has sufrido bastante y no sería justo que eso continuase. Pero no teníamos idea de que te sentías de esa manera”
Kyubo: “Perdóname. C-Creo que no me preocupe mucho por cómo te sentías y he fallado en eso como tu protector. P-Pero quiero que sepas que no te considero una carga, al contrario, te protegeré sea como sea” — dice avergonzado
Debido a las altas horas del día, donde sin darse cuenta pasaron más de 5 horas desde que empezaron la misión, y la rápida movilización de la niebla purpura, deciden en conjunto irse a buscar refugio para tomar un poco de respiro, dormir y comer un poco.
Solo toman unos 30 minutos para encontrarse con una casa abandonada en medio del bosque. Esa casa algo destrozada, maderas viejas, puerta casi doblada pero que aún cierra y trapos sucios que antes servían como cortinas, dan apariencia de que no es una estructura nueva, sino que lleva más de 100 años de pie y que además funcionaba como lugar de rezo ya que posee a menos de 10 metros un altar al aire libre donde se rezaba a un culto de la deidad zorro, ser protector de la mitología japonesa que protege los hogares, así como ejerce influencia maligna dependiendo de la clase que sea.
Yujin es el primero en entrar a la tan maltrecha casa, encontrándose con un polvoriento y vacío, pero oloroso interior lleno de humedad. Ichika se detiene antes de cruzar la entrada y voltea a ver a Kyubo. Regresa a donde está este:
Ichika: “¿Qué miras?”
Kyubo: “Esto” — señala unas pequeñas figuras de zorro en el altar a metros de la casa — “es irónico que tales criaturas existan en este mundo” — dice sorprendido
Ichika: “Los kitsune son deidades locales pero que son adorados en todos los hogares del país. Son traviesos al tener poderes de convertirse en humano, pero a la vez que poderosos y sabios para aconsejarnos y no caer en desgracia o en manipulaciones de otros yokais”
Kyubo: “Sabes mucho de estos yokais”
Ichika: “Bueno, yo soy una Miko después de todo”
Kyubo: “¿Miko?”
Ichika: “Es el nombre con el que se conoce a las sacerdotisas de los templos que rinden culto a los kitsune”
Kyubo: “Ya veo ¿Cómo puedo?” — señala con expresión inocente
Ichika: “¡Oh, si!” — le toma las manos y junta ambas palmas — “debes hacer esto. Cierra tus ojos, junta las manos y pida por salud, familia o lo que desees en silencio. Siempre entrega algo que lleves encima para dar como ofrenda. Ellos no son codiciosos, pero les importa la buena voluntad de quienes rezan por su ayuda” — saca de su bolsillo dos monedas pequeñas y las coloca en el altar en nombre de ella y Kyubo
Kyubo: “A pesar de que seamos seres antinaturales para los humanos, nos rinden culto” — reconoce fascinado — “pero por alguna razón siento como si fuera muy familiar esta clase de objetos” — agrega mientras observa las pequeñas estatuas de madera dentro del altar de madera y vegetación creciendo, y una extraña sensación
Ichika se queda mirándolo, confundida como siempre por las palabras tan vagas que dice el joven yokai. Tratándose de alguien tan directo y brusco a la hora de expresarse, que se sienta nostálgico al ver pequeñas figuras de madera hacen que ella lo veo un poco más lindo.
Parte de eso radica en el hecho de que aún no lo conoce lo suficiente como para entenderlo a él y su forma de ser que de por sí ya es muy extraña, tratándose claro está de un yokai.
Yujin los llama desde la casa para que se apuren a refugiarse, puesto que la niebla continuará su andar hasta afectar con fuerza a cada ser vivo por los alrededores, incluyendo humanos débiles de cuerpo. Esto no podría suceder si el causante no hubiera posado su atención en el pequeño grupo, más aun sabiendo de la presencia de un yokai y en particular alguien entre ellos con un potencial aun dormido:
Yujin: “Rápido, rápido”
Una vez dentro, Yujin cierra la puerta y con ayuda de Kyubo, colocan las cortinas en cualquier lugar roto que permita filtrarse a la niebla. Lo cual resultaría en un problema muy grave para ellos:
Yujin: “Con eso será suficiente” — ve a Ichika sentada en un tronco junto a una columna de madera y a su lado una pequeña fogata apagada — “tenemos suerte de habernos topado con este lugar abandonado” — dice aliviado
Ichika: “Sobre todo porque tenemos lugar para descansar. Eso es bueno”
Kyubo: “Aun así no estamos del todo seguros aquí. Voy a salir un poco para vigilar el perímetro”
Ichika: “Kyubo ¿no será mejor que permanezcamos aquí hasta estar un poco más seguros?”
Kyubo: “Si no fuera porque estamos dentro de este fenómeno, podría sentirme más tranquilo, pero ese no es el caso. Quiero procurar que es seguro para ti. Ahora vuelvo” — le acaricia la mejilla y sale del lugar
Yujin: “Se que no lo conozco del todo, pero siento que es demasiado obstinado” — camina hacia la puerta y dice — “iré a revisar los alrededores. No te preocupes, no estaremos lejos, solo revisaremos que no haya nada en las afueras de la casa ¿estarás bien?”
Ichika: “Claro, es más, preparare un poco de comida” — responde con una sonrisa difícilmente real
Yujin: “Si, lo dejo en tus manos” — responde, habiéndose dado cuenta de esa sonrisa fingida
Ichika sonríe levemente, mostrándose algo asustada, pero disimulando tal sentimiento. Al verla así, Yujin duda de salir para poder quedarse con ella, pero sin duda la seguridad del refugio es importante y es algo que solo él puede hacer, por lo que sale rápidamente para terminar lo más pronto posible. Una vez fuera, mira al cielo, pudiendo ver solo el color purpura característico y venenoso del fenómeno de la niebla, sin saber si es de día o de noche:
Yujin: “Después de esto debo recitar varias veces el Sutra para calmar mi apenado corazón y aliviar mis temores” — murmura mientras recorre los alrededores de la casa abandonada
Mientras tanto, Ichika corta unas verduras que Kyubo pudo recoger previo a llegar al pueblo y un poco de carne que conservó del oso asesinado en el bosque. Cada tanto ve el filo del cuchillo que sostiene temblorosa, sintiendo el impulso de apoyarlo en su garganta y acabar con su vida sin ningún tipo de remordimiento.
Sin embargo, el pensar que esas dos personas que decidieron protegerla se puedan encontrar con su cuerpo sin vida y en charco de sangre, la hacen desistir ante tal decisión. Posiblemente no por temor, sino porque su decisión de abandonar este mundo se empiece a apaciguar. Nada es seguro tratándose del corazón y espíritu de una chica que aun quebrada en todo sentido, continua como puede sin importar la situación.
Los próximos 20 minutos, donde ella procura utilizar el agua que le dieron en la posada para el viaje breve pero peligroso, prepara con sumo cuidado las verduras, lavándolas y cortando sin lastimarse a la espera de que regresen Yujin y Kyubo.
Yujin es el primero en llegar, agotado por el recorrido y el uso de maná para revisar desde lo alto que no haya enemigos y observar las condiciones precarias del refugio. Se acerca a Ichika, quien se encuentra compenetrada en la comida:
Yujin: “¿Puedo?” — pregunta señalando un espacio en el gran tronco para sentarse
Ichika: “Claro”
Yujin: “Esto de patrullar en verdad que agota. Ya no me siento joven para esto, aunque lo sea ¡jajaja!” — ríe, algo incomodo
Ichika: “Es importante descansar al menos después de vigilar la zona. Por suerte Kyubo puede hacer eso durante días sin dormirse”
Yujin: “Sobre eso ¿puedo preguntarte algo? Espero no incomodarte ni nada por el estilo”
Ichika: “No, está bien, pregúntame”
Yujin: “¿Qué piensas sobre Kyubo? Entiendo que te proteja, pero siento que algo no está bien con ese yokai y velo por tu seguridad sea como sea”
Ichika: “Él es difícil de comprender. Puede ser brusco y tosco en la forma por como trata a las personas, pero todo lo que ha hecho por mi hasta ahora fue para cuidarme. Desde darme un plato de comida y bajar mi fiebre hasta querer sacrificarse cuando Kamal nos atacó. Confío plenamente en Kyubo y por favor, has lo mismo. No sé cómo, pero siento que es alguien muy honesto y nunca haría algo malo”
Yujin: “Ichika” — se sorprende ante la sinceridad de ella y la fe ciega depositada en el yokai
Ichika: “Como dije, es algo difícil de explicar. A veces siento que no puedo confiar en nadie salvo en él”
Yujin: “N-No, está bien. Creo en tu juicio. Trataré de confiar un poco más, pero al final eres tú quien tomara la decisión de si es lo mejor o no”
Ichika: “Temo que así fuera” — murmura, insegura de equivocarse
Yujin: “¿Dijiste algo?”
Ichika: “No, nada ¿Me ayudas a cortar la carne? No tengo fuerza para hacerlo” — se muestra triste y entrega el cuchillo entre temblores
***PARTE II***
Mientras tanto en las montañas de Mera Peak, sede principal de los Cuchillas Rojas, la elite gurka y hogar de la líder, Indira Bista, quien duerme plácidamente acompañada por su amante.
Uno de los empresarios invitados a la morada e interesados por los servicios de la organización, Himura Uwara, camina dentro de su habitación a la espera de que su transporte llegue desde la capital para llevarlo al aeropuerto comandado por uno de los subordinados de Indira.
La terrible presión que Indira ocasionó durante la reunión al empresario, donde este tuvo que ceder gran cantidad de dinero y derechos de comercio, así como recursos de la empresa, ocasiona que decida buscar una solución más regional a su predicamento:
Himura: “Maldita gurka, perra bastarda” — maldice a Indira mientras teclea un número de teléfono en su celular — “juro por Dios que me las pagaras. Cree que no tengo orgullo”
“¿Diga?” — atiende una joven chica con acento del norte de Tokio
Himura: “Quisiera hablar con ella ¿está disponible?”
“Aguarde un momento por favor”
El teléfono se pona a espera con un tono angelical de iglesia que pone a tan nervioso al empresario que en un arrebato de enojo patea una de las sillas que se encuentran junto a su ama.
Después de un par de minutos, una voz femenina delicada pero increíblemente imponente sale del teléfono:
Nekomina: “¿Diga?”
Lo que hace momentos era seguridad y autoritarismo por parte de Himura, ahora se ve reducido a un preocupado y diminuto hombre de negocios ante la inesperada voz que sale del aparato:
Himura: “S-Si” — traga saliva y continua — “mi…mi nombre es Himura Uwara, soy el…”
Nekomina: “Se quien es usted. Empresario automotriz y si no me equivoco estás en Nepal por unos negocios con los gurkas”
Himura: “Parece que tu reputación como alguien informada no es para nada exagerado”
Nekomina: “Mi duda señor Himura es ¿Qué quiere alguien de su posición conmigo?”
Himura: “Bueno, entiendo que es una de las lideres yakuzas más importantes y que a pesar de mover tan solo 30 personas bajo su mando, jamás ha perdido una sola guerra territorial. Hasta es la más cercana a ser la líder absoluta si no fuera por una cosa…exceso de valores de ética y moral”
Nekomina: “Sugiero que cuide su lengua si pretende que piensa en su futura propuesta”
Himura: “M-Me disculpo si dije algo indebido”
Nekomina: “Entonces ¿Qué es lo que necesita?”
Himura: “Necesito que su gente investigue y encuentre la manera de acabar con la niebla purpura”
Un silencio incomodo golpea el momento de esperanza para el empresario, hasta que Nekomina empieza a reír a carcajadas como si se tratase de una broma divertida. De fondo también se escuchan risas de otras personas. Himura suprime sus emociones para evitar estallar de furia al sentirse insultado:
Himura: “D-Disculpe señorita, entonces ¿hay alguna respuesta positiva?”
Nekomina: “Creo que hay un malentendido respecto a un par de cosas. Es verdad que los yakuzas y gurkas somos enemigos mortales. A decir verdad, mis senpais en su momento querían hacer negocios en Nepal, pero los Cuchillas Rojas acabaron por hacerles perder interés hasta mi llegada donde al menos nivelamos las cosas. No se da una idea de cuanto deseamos acabar con ellos, pero no es parte de nuestros actuales intereses. Eso me lleva a la siguiente situación” — guarda unos breves segundos en silencio y continua — “sé que hay arreglos para que ellos hagan ese trabajo y si nosotros también estamos envueltos, significa una confrontación indirecta. Motivos no hay para tal cosa innecesaria si no hay provocación de su parte. Pero no descartamos ir por nuestra cuenta ya que está perjudicando a muchas personas inocentes y mi grupo no permitiría tal cosa bajo ninguna circunstancia. Contradictoriamente somos una organización que pretende ser honesta y con valores” — comenta y luego corta la comunicación
Himura: “Vaya, tiene mucho carácter para ser una mujer y minoría entre los yakuzas” — sonríe — “pero a pesar de ello es la líder más poderosa e influyente de los yakuzas. He hecho la mejor elección posible”
Comments for chapter "11"
QUE TE PARECIÓ?