LISMATUS: SENDA DEL HERALDO - 44
Por el borde de un acantilado, una figura camina pegada a la pared mientras evita mirar al inmenso vacío bajo sus pies y tiembla de miedo al escuchar la palpitante carne arrastrarse al fondo del oscuro abismo. En su mano izquierda sostiene con fuerza una bolsa hecha de piel, la cual tiene húmeda la parte de abajo y gotea despacio dejando un delgado rastro de sangre.
—E-Ese maldito espíritu de tierra, me mandó a este camino y desapareció sin que me diera cuenta. —Quien habla consigo misma es Warawisa, avanza cuidadosamente por ese estrecho camino y se alegra al ver una plataforma estable frente a ella.
Tiempo antes, justo después de que esta amazona cortara la cabeza de alguien importante para ellas, usó las telarañas dejadas por Axel para salir del laberinto subterráneo que se llenaba de tentáculos y tomó rumbo a desconocidas profundidades siguiendo las órdenes de una pequeña copia de Durgea. Warawisa llegó hasta un extraño cruce de cuatro túneles, los cuales según la Diosa la llevarían a distintos sitios; el primero, la dejaría cerca al demonio que juró matar; el segundo, sería el más difícil pero la pondría junto a otras personas con las cuales hacer un grupo; el tercero, la llevaría a un sitio donde odiaría estar pero se encontraría con alguien que la ayudaría a cumplir su venganza; el cuarto, la regresaría al sitio donde ella despertó tras ser transportada y solo le quedaría esperar al demonio.
Warawisa se propuso ayudar a asesinar al demonio, es consciente de su fuerza y sabe que sola no podrá hacerlo. Fue por ello que eligió ir por el segundo túnel, pues el primero y cuarto no eran factibles y la tercera en especial le daba un mal presentimiento. Al tomar un portal al final del túnel salió a un sitio completamente distinto, llegó justo en el momento para ver a un enorme monstruo compuesto de carne arrastrarse por una ancha zanja y lanzarse al vacío de un barranco entre horridos alaridos de bestiales. La muchacha se quedó muda del susto, segundos después fue abrumada por el asqueroso olor a sangre podrida que colmó el ambiente y terminó vomitando en el suelo intentando desesperadamente proteger su nariz.
—Sé que no es una vista hermosa. Entiendo que te pongas así por ver a la prole del Útero Eterno, esos niños están condenados a recorrer los túneles en busca de alimento y al final lanzarse a los abismos donde son procesados por las cocineras. —Contestó tranquilamente la copia de Durgea que bajó de su hombro, evitaba verla vomitar y solo se sentó en el suelo.
—¿Condenadas? No entiendo una mierda de lo que dices. —La expresión de asco en Warawisa no se había quitado, ella se limpia la boca con su muñeca e intentaba no recordar lo que presenció.
—Es mejor que no lo entiendas, jovencita. La verdadera naturaleza del mundo podría —aplaudiendo fuertemente—, volverte loca si la descubres. Solo sigue por esa subida, ya debe ser seguro caminar por ahí y al final encontraras un risco estable que te guiara a otro túnel. —Le indica la copia de Durgea siendo levantada por la amazona y puesta en su hombro.
—Nada de lo que he visto es natural. Nos tragó la tierra y desaparecimos de la mina… Esos extraños portales nos llevan a sitios extraños y somos constantemente cazados por monstruos desconocidos ¿Este laberinto… fue creado por una deidad? —Preguntó descuidadamente Warawisa, se distrajo intentando no pisar los trozos de carne que dejó la bestia y cuando miró sobre su hombro notó que la copia de Durgea había desaparecido.
Eso nos lleva inicio donde la encontramos, Warawisa dio su ultimo salto hacia lo que parece ser un risco seguro y cuando sus pies tocaron la roca se arrodilló jadeando con intensidad, pues el estrés de equilibrarse por ese estrecho camino la había extenuado mucho. Al fondo de esa enorme zanja se puede escuchar gruñidos, esto pone alerta a la amazona y la hace apresurar el paso hacia el único túnel que puede ver. Warawisa se lanza dentro desconociendo su destino, lo hizo justo a tiempo para medio visualizar a esa grotesca criatura caer de arriba, golpear ese risco salpicando sangre y seguir su reptar por ese inhóspito paraje.
La amazona no vio bien el lugar donde se lanzó para huir, el interior de ese túnel era pendiente inclinada que la hizo dar repetidos tumbos cuesta abajo y a pesar del dolor de la caída ella abrazó la bolsa que carga para protegerla. Al final terminó chocando contra una cascada de arena, la cual desemboca en un hueco en el suelo por donde cayó y su caída fue amortiguada por algo blando que la agarró en el aire.
—Vaya, este lugar es tan extraño que están lloviendo jovencitas. —Dijo jocosamente una voz femenina, Warawisa había sido sujetada por una persona extraña y alrededor de esta habían otras más sorprendidas por tal evento.
Quien sostiene a Warawisa es una espectro de delgada complexión, de piel celeste claro, cabellera risada color ocre llegándole hasta la cintura, ojos rasgados que resplandecen de un tenue morado de tonos carmesís y tras sus labios verdes oscuro se encuentran un par de blancos colmillos. La vestimenta que lleva es una capa con capucha replegada sobre sus hombros, una armadura de cuero café oscuro que entalla su cuerpo y dos chakram plateados colgados a los lados de su fina cintura.
Cuando la visión de Warawisa se fue aclarando, lo primero que notó fue esa sonrisa con colmillos sobresaliendo y tal vista le hizo recordar a Toño. Desesperada la amazona comenzó a forcejear violentamente, golpeó con su palma en la mejilla a la mujer que la sostenía y a causa de ello fue dejada caer sobre la arena.
—To-Toño ¡No me toques! —Exclamó la asustada la amazona arrastrándose hacia atrás.
—Parece que la dejaste aterrada, Lusshu ¿Pero de donde carajo vino? —La voz de un hombre se hizo presente, caminó apaciblemente hacia Warawisa y se puso de cuclillas para estar a su mismo nivel.
Esta persona resulto ser Aegar, aquel hombre líder del grupo de aventureros castigados, él proviene del continente de Roana y se dispuso a revelarle los horripilantes misterios que guardan las minas. Su armadura tiene magulladuras de lucha, la alabarda que porta en su espalda tiene el filo mermado y su rostro presenta diversos cortes pequeños.
—¿Así le agradeces a quien te salvó? Siempre me discriminan por mi raza. —La espectro de nombre Lusshu se muestra indignada y gira su rostro enojada para no ver a la atemorizada chica.
—Señor Aegar, ¿La-La llevaremos con nosotros? —Preguntó un hubeast de especie pangolín. Tiene la altura de un hombre promedio, cubre la mitad inferior de su rostro con una pañoleta color arena que le cae hasta el cuello, su cabeza es protegida por placas similares a escamas color crema oscuro, con mechones de cabellera blanca que caen sobre sus hombros y sus ojos son completamente negros. Tiene una postura inclinada hacia adelante un tanto jorobada, en su espalda, brazos y piernas presenta escamas típicas de su especie y cubriendo sus manos cinco garras gruesas en cada una.
—Podría sernos de ayudar, Vaulug —mirándola detenidamente—. ¡Ya te recuerdo! Eres de las amazonas mercerías que llegaron con nosotros. No vi a muchas de tu escuadrón, pensaba que todas ya habían… Muerto… Siento decirte eso. —Aegar le extendió su mano para ayudarla a pararse, pero Warawisa la rechazó haciéndola a un lado y se levantó por sí misma.
—Tú te llamas Aegar —notándolo sorprendido—. Aparecí en una caverna junto con una [Chaman] que no paraba de buscarte —llamando a Aegar para que se acercara a ella—. Esa chica de pelo purpura, me contó el motivo por el cual vinieron a Equidna. —Lo último se lo susurró cautelosamente y Aegar cambió su expresión.
—¿Aranavia está bien? —viéndola asentir—. Si te lo contó es mejor que vengas con nosotros… —mirando a sus compañeros—. Esta chica nos ayudara a salir de aquí, podemos confía en ella. Sylchel, por favor cura sus heridas. —Aegar dio paso a una pequeña y extraña mujer de cabellera verde oscuro muy maltratada, partes de su cuerpo está cubierto por escamas de pez deslucidas, mide cerca de 1.50 metros, sus manos y pies son palmeados. Lleva una vestimenta hecha con caparazones de ostras, vegetación marina y protecciones metálicas que brillan como agua.
—No tengas miedo, soy una clériga de la mina de Umiirika. Quédate quieta, no puedo despreciar el agua que me resta. Hotai, ponte alerta por si vienen enemigos —mirando la bolsa que la amazona guarda celosamente—. Deja tus cosas en el suelo. —Sylchel se acercó poniendo sus manos frente a Warawisa, pero esta apretó más la bolsa contra su pecho y tal acto dejó a clériga extrañada.
Ignorando el comportamiento Warawisa, la clériga procedió a analizarla y repentinamente las heridas de la amazona comenzaron a brillar. Sylchel levantó su rostro mostrando un espiráculo bajo su cuello, de ahí salió pequeñas porciones de agua que se pusieron sobre las heridas de su paciente y lentamente las cerraban.
—Nada se acercara a Sylchel sin que lo vea. Estoy contenta porque nuestros grupo crece, así nos será más fácil llegar a la salida. —Al final del grupo había una hubeast minotauro, su cabellera es negra con tonos purpuras y corta sobre sus hombros, tiene un rostro y cuerpo muy humano sobresaliéndole un físico musculoso, es de pelaje café oscuro con manchas blancas, pesuñas partidas color ámbar oscuro, un terso rostro redondo que muestra una gran sonrisa, ojos violetas y un par de cuernos amarillos con puntas oscuras. Viste una reveladora ropa de cuero con protecciones metálicas en hombros, brazos, cuello, cintura y canillas. Sostiene en sus manos un martillo de guerra que mide cerca de 1.70 metros.
—Enegas y yo haremos guardia al otro extremo. —Quien habló era un elfo que desenvainó su espada corta y caminó junto a su compañero. Ambos resultan ser los elfos que fueron expulsados del grupo de Ángelo, todo por su mal comportamiento y conflictos que estaban causando.
—Nosotros deberíamos liderar el grupo, Ilgad. —Comentó entre susurros el otro elfo de las dagas, miraba con cierto desprecio a los otros miembros del grupo.
—Lo que importa es salir de aquí, solo vamos a seguirles la corriente hasta cuando sea seguro abandonarlos. —Ilgad tenía un rostro que expresa cólera mientras se alejaba.
Tras terminar de sanar las heridas de Warawisa, el grupo ahora conformado por ocho personas siguió su camino. Según Aegar ellos también recibieron el extraño mensaje de aquellos espíritus de tierra, el cual era que su libertad seria concedida si asesinaban al demonio que vaga por ese lugar y tras ello se pusieron en marcha para buscar la salida. Aegar no estaba seguro de la veracidad del mensaje, pues él tiene los testimonios de los miembros de la organización que lo mandó a investigar las minas, siendo consciente de la existencia de los supervisores y ninguna información sobre cazar a un demonio.
Aegar no compartió todo lo que sabe con el grupo que formó, solo les dijo lo mismo que Aranavia le contó a Warawisa. Algo que si les informó, fue sobre los orbes de vigilancia que dispersó por todo el entorno, a los cuales dio la orden de ponerse en modo sigilo pues dos fueron destruidos y ahora le sirven como guía para no perderse por el laberinto de túneles.
Sobre este grupo, ellos se fueron presentando con Warawisa conforme avanzan en la oscuridad. La espectro se presentó como Lusshu Yocoll, es una cazarrecompensas dedicada a la búsqueda y sometimiento de criminales. Su trabajo termina cuando entrega a sus objetivos, aunque algunas veces es contratada como escolta en el traslado de criminales peligrosos. Lusshu fue transportada de las minas de Cielam, las cuales quedan al norte del reino élfico. Según cuenta decidió quedarse en el festival para darse un descanso, nunca se imaginó terminar en esta masacre indiscriminada y desde que apareció solo caminó sin rumbo hasta encontrarse con Aegar.
El hubeast pangolín se llama Vaulug Cocare, pertenece a una tribu del continente de Leteo ubicada cerca de un puerto, por la cantidad de personas que reciben a diario tuvo que aprender distintos idiomas y eso le permitió comunicarse con los otros. Vaulug fue enviado por su tribu a trabajar de almacenero en las minas de Pibetta, le dijeron que era un trabajo para jóvenes como él y que si regresaba con buenas recomendaciones, le iban a permitir viajar a Aubel para ser un aventurero. Cuando Aegar le contó el verdadero motivo por el que lo enviaron, este muchacho quedó totalmente decepcionado y sobre todo entendió que siempre fue un desecho para la gente de su tribu. Vaulug ya no sabe en quien confiar, decidió seguir a Aegar cuando ese humano lo rescató de ser devorado por los engendros ambulantes.
Sylchel es un tipo especial de sirena perteneciente a la tribu Selkie, los cuales pueden mudar sus extremidades de focas para adoptar piernas que le permitan caminar en tierra, a causa de ser ofrendada está en peligro mortal si no se reúne con la piel que escondió y tiene poco tiempo para regresar a su forma verdadera. Sylchel se enamoró de un joven aventurero que conoció en una fiesta, el cual desconocía de su procedencia y se dedicó a cortejarla. Al estar tan enamorada de ese aventurero, Sylchel decidió abandonar su tribu y vivir como un ama de casa. Pero no sería tan fácil, ella estaba comprometida a un hombre de otra tribu marina, quien le propuso romper su compromiso si ella trabajaba en su nombre, por una temporada en las minas submarinas de Umiirika, obviamente esto era mentira pues su ex prometido estaba furioso por el insulto de ser rechazado y como venganza la entregó como una ofrenda a Durgea. Tras su encuentro con Aegar, Sylchel está más que determinada por regresar viva y encarar a su ex prometido que la condenó a este tortuoso destino.
Hotai Uirris es una hubeast perteneciente a una tribu de minotauros, ella es una trabajadora de Equidna y estaba encargada de los sembradíos. La dura vida en el campo la dotó de una extraordinaria fuerza y resistencia. Esto sumado a los atributos físicos de su raza, deberían convertirla en una buena guerrera, sin embargo, ella solo es una agricultora y no tiene aptitudes de combate. Lo único que la mantuvo viva hasta ahora es la suerte de encontrar ese martillo de guerra, lo ha estado usando para aplastar a los monstruos que la atacaban y su elevada etamina le permite casi no agotarse al abanicar tan pesado objeto. Hotai es de las afortunadas que aceptó la proposición de Wulfdog de dejarla pasar, tras eso se encontró con Aegar y sigue las órdenes del humano para aprovechar su fuerza.
Los elfos, Enegas Li Iaco (portador de dagas) y Ilgad Li Direo (portador de espada), pertenecen a una facción que cree acérrimamente en la supremacía y pureza de la raza élfica. Ellos fueron usados como chivos expiatorios, cuando sus superiores se negaron a otorgarle un objeto mágico a la heroína Lucy, a quien consideran una falsa e indigna elfa y que por eso no de tocar los tesoros ancestrales del Reino Nimbus. Este par fue convencido de trabajar en las minas de Xion-Xan, como una disculpa por negarse a dar el objeto mágico, sin embargo, por esa ofensa los partidarios de Lucy ya habían pedido sus cabezas. Al saber la verdad gracias a Aegar, quieren escapar de Nimbus y evitar cualquier contacto con sus superiores que los mandaron a morir para salvar sus pellejos.
El grupo se mantuvo unido gracias al liderazgo de Aegar, extrañamente le es fácil caminar por este laberinto y gracias a certeras corazonadas fue que pudieron evitar la pelea contra Wulfdog. Después de encontrar a Warawisa, el grupo decidió seguir hacia adelante y Aegar supone que encontró una caverna que los llevará cerca de la salida.
—Oye niña, ¿Tuviste contacto con algún espectro? —Preguntó Lusshu caminando atrás junto a Warawisa y esta se quedó unos segundos en silencio.
—¿Po-Por qué preguntas eso? —Warawisa estaba notoriamente nerviosa.
—No se debe responder a una pregunta con otra pregunta, pero bueno… Los espectros que rompen el tabú de la sangre, dejan una esencia especial en las personas de las cuales se alimentan y tu apestas a uno muy depravado… ¿Hizo más que beber tu sangre, no? —Las palabras de Lusshu le hizo recordar las veces que Toño la abusó y por ello comenzó a hiperventilar.
—No quiero hablar de eso… Dé-Déjame en paz. —Warawisa quiso irse pero Lusshu la tomó de la muñeca para esconderse con ella en una intersección, luego la inmovilizó con una llave obligándola a levantar los brazos y que exponga su cuello. Sus compañeros no se percataron de nada y siguieron avanzando por el túnel.
—Mi trabajo es cazar criminales, especialmente a los imbéciles de mi raza que rompen el tabú de la sangre —acercándosele al cuello, dio una fuerte aspirada sobre su piel—. Ese degenerado te dejó muy impregnada con su esencia… Es horrible… Siento miedo, desesperación, agonía, humillación, dolor, odio, vergüenza y culpa emanando de ti… Ese tipo no podría esconder algo como esto, debe vivir en un lugar alejado de la gente ¿Pero cómo puede hacer esto sin que nadie lo delate? —Los ojos morados de Lusshu resplandecían al observar a la amazona, podía verle arterias negras que recorrían su cuerpo y liberaban motas rojas teñidas de negro.
—To-Todos los espectros son iguales… Monstruos que gustan de doblegar a otros por la fuerza… —La amazona estaba sollozando mientras era analizada por Lusshu y está la soltó dejándola caer al suelo.
—Siento haber hecho eso, es solo que detectar la evidencia de un criminal como ese me hizo enojar demasiado. Los espectros tenemos un pacto con otras razas, donde se estipula la prohibición de alimentarnos de ellos, cualquiera que rompa ese acuerdo debe ser llevado a juicio y ejecutado en público. Si sabes dónde se encuentra ese depravado, debes llevarme con él para hacerlo pagar por sus atrocidades. —Lusshu intentó ayudar a la amazona a levantarse pero esta la empujó atemorizada.
—¿De-De verdad puedes matarlo? —Preguntó Warawisa viéndola con desconfianza y temor.
—No todos los espectros son monstruos, niña. Una vez salgamos de aquí, si me llevas con él me encargare de castigarlo. Pero tienes que tenerme confianza y decirme todo lo que sabes ¿Tenemos un trato? —Lusshu extendió su mano a la amazona y dudando un poco las estrecharon como señal de acuerdo.
En su camino para reagruparse con los otros, Warawisa le contó con doloroso pesar las cosas que Toño le hizo y era obvio que Lusshu mostraría expresiones de ira al escucharla… Pero algo llamaba la atención de la espectro, era esa extraña bolsa que la amazona sujetaba y de la cual podía sentir emanar un fuerte olor a sangre.
Este grupo de ocho individuos llegó ante un túnel en declive, Aegar se puso al frente cerrando los ojos y sintió un extraño pulso en su mente que le indicó bajar por ahí. Lusshu fue primera para asegurarse que no fuera peligroso, ella podía reptar rápidamente por las paredes del túnel y tras unos segundos vio la salida. La espectro regresó inmediatamente para avisarles a todos, les dijo que el terreno era irregular y que debían bajar con cuidado.
Tras salir de ese túnel de uno en uno, se toparon con otro túnel recto que terminaba en una caverna y cuando se aproximaron a ese lugar, los hubeast se vieron severamente afectados pues algo los atemorizó.
—N-No vayamos… Hay algo muy malo ahí adentro. —Mencionó Vaulug erizando las escamas de su espalda.
—E-Esto… Furia, odio, cólera y tristeza… ¡Es como una bestia que ruge perdida en la oscuridad! ¡No podemos ir ahí! —Sylchel estaba temblando.
—Señor Aegar, lo mejor será regresar… Yo tampoco quiero ir ahí. —Las patas de Hotai tiritaban y ella tomó una postura defensiva.
—¿De qué hablan estos salvajes? —El elfo de las dagas llamado Enegas avanzó a la entrada, donde vio una pequeña silueta de tierra desmoronarse al otro lado.
—¡Idiota, aléjate de ahí! —Exclamó su compañero Ilgad portador de la espada, su advertencia llegó tarde pues Enegas había puesto su mano en los bordes de la entrada e inmediatamente el camino por donde vinieron comenzó a colapsar.
Pese a la renuencia de los hubeast, no les quedó de otra más que correr hacia ese lugar que los abrumaba de malos presentimientos y cuando estuvieron más cerca pudieron escucharlo. Era un fuerte grito más parecido a un chillido, apenas eran entendibles las palabras que exclamaba pero solo tres de ese grupo pudieron reconocer un nombre.
—¡Holee! ¡Voy a salvarte! —Suspendido en el techo estaba un inusualmente ondeante manto negro, el movimiento de esa tela era imposible sin viento.
Bajo ese manto negro se cubría un delgado cuerpo humanoide de piel plomiza, uno de sus escuálidos y largos brazos se aferra a una estalactita con su mano y el otro sostiene el cadáver de una mujer cuya cabeza fue arrancada. La capucha que cubre el rostro de esa entidad, deja ver un par de brillantes ojos rojos, solo mostrando una boca en donde resaltan cuatro colmillos pronunciados y ese ser escupe sangre cada vez que grita.
—¡Maldito criminal! —Exclamó Lusshu corriendo al frente, señaló firmemente con su dedo índice y medio a ese ente, de sus garras blancas salió disparado un rayo color azul.
Esa sombría entidad tiró el cadáver que sostenía hacia el rayo para bloquearlo, la potencia de la descarga fue tanta que hizo explotar el cuerpo en pedazos y ese ser fijo al grupo con una mirada hostil.
—Lusshu, no seas imprudente… No sabemos que mierda es esa cosa. —Aegar salió al frente preparándose para pelear, sus compañeros también lo hicieron al ver que enfrentarían a esa criatura.
—Sé lo que es, al entrar a la caverna pude percibir su hedor. Amazona, ¿Ese es el tipo que hizo sufrir? —Lusshu dio una palmada, al separar sus manos se creó electricidad entre ellas y los chakram en su cintura flotaron para que los sujetara.
—¡Toño! ¿Aun en esta situación la buscas? ¿Te preocupa más Holee que tu propia vida? —Gritó Warawisa con enojo y se puso alerta al ver que el espectro se dejó caer del techo.
—Ja,Ja,Ja ¿Celosa? Eres una niña ignorante, mi linda Warawisa. Solo eres una ofrenda especial que preparé para nuestra santa madre. Así que cállate de una ve… —otro rayo lanzado por Lusshu se dirigía a él, pero un cadáver salió de entre las rocas y lo bloqueó—. Veo que te conseguiste una amiga muy impaciente ¿Tan rápido quieren que las mate? —Dijo Toño tomando una postura de animal cazando, fue torciendo su cuerpo hasta que de su pecho se abrió unas enormes fauces verticales que casi lo parten a la mitad y del interior de estas salieron varios brazos pálidos que se apoyaban en el piso.
—Eres una vergüenza para nuestra gente, rompiste el tabú y te dedicaste a torturar inocentes. Tal vez no pueda llévate ante los ancianos para que te juzguen, pero me encargare de hacer justicia y dejar descansar a esas pobres almas en paz. —Los ojos de Lusshu le mostraban algo especial, del cuerpo de Toño emanaban apariciones humanoides, todas eran mujeres que tenían cuerpos destrozados y parecían gritar en agonía.
—Llevaba tiempo que no veía a otro espectro. Pero no te llenes la boca con palabras de «justicia», hermana. Lo que hago es por el bien del mundo y está por encima de un grupo de vejetes. Ja,Ja,Ja supongo que aprovecharé para acumular más ofrendas a nuestra santa madre. —De las extremidades de Toño que tenían contacto con el suelo, comenzaron a expandirse arterias de color negro que llenaron la caverna y oscurecieron el entorno como si las tinieblas se tragara el sitio.
—¡Debemos irnos de aquí! ¡Es-Esto es horrible! —Gritó con notorio miedo Sylchel, señaló unas rocas y sus compañeros vieron a ese sitio.
—No-No lo había notado por el miedo… Pero estamos rodeados de… —Hotai empuñó con fuerza su martillo, expulsaba aire por su nariz como siquiera limpiarla.
De entre las rocas se levantaron varios cuerpos femeninos de color pálido, estaban destrozados de horridas maneras y todos presentaban marcas de colmillos en distintas partes de su anatomía. Por el suelo comenzaron a rodar cabezas cercenadas de mujeres, las cuales soltaron un chillido que puso la piel de gallina a los presentes y luego comenzaron a flotar deformándose hasta dejar sus lenguas colgando.
—¿Qué mierda haz estado haciendo aquí? —Preguntó Lusshu al ver como esos cadáveres los rodeaban. Ella lanzó uno de sus chakram hacia una de esas entidades, terminó partiéndola por la cintura e increíblemente esas dos mitades seguían moviéndose para atacar al grupo.
—Nada más que mi trabajo. Se me encomendó ser el azote que llene de miedo a las mujeres, que las haga caer en la desesperación y que su sufrimiento se vuelva nutrientes fértiles para los monstruos del mundo… Pero hasta que ese momento llegue, todas son mis títeres para usar como me plazca —mirando a la amazona—. ¿Te gusta lo que ves, Warawisa? Pronto te unirás a todas ellas, eres el sacrificio que estuve preparando personalmente con mucho empeño y al que imbuí tanta oscuridad Je,Je —mirando la bolsa que sujeta—. Reconozco ese olor ¿Sera que aun la recuerdas? —Toño señaló con su esquelético dedo la bolsa de Warawisa, esta comenzó a retorcerse y tras romperse una cabeza salió flotando mientras se deformaba.
—¿Por qué mierda tenías una cabeza escondida? —Preguntó el elfo Enegas mientras toma a Warawisa del hombro para girarla.
—No-¿Po-Por qu-que? ¿Qué hacía yo con eso? ¿De quién era esa cabeza? — Warawisa estaba muy afectada mentalmente, intentó buscar en sus memorias pero no daba con los recuerdos que quería encontrar.
—¡Es una puta loca, déjala Enegas! ¿Qué clase de enferma anda con la cabeza de alguien como si nada? —El elfo Ilgad hizo caer a la amazona y pateó tierra hacia ella.
—Ja,Ja,Ja Es normal que no recuerdes, Warawisa. La tierra se lleva completamente a las ofrendas que mueren aquí, ya no queda recuerdo alguno de Tintaya en tu cabecita de chorlito —al oír ese nombre Warawisa gritó agarrándose la cabeza—. ¡Eso es mi linda Warawisa! ¡Grita, sufre, angústiate y desespérate! ¡No hay esperanza, no hay escape de tu destino! —Toño levantó sus puños para golpearlos con fuerza contra el suelo, al instante los cadáveres comenzaron a avanzar hacia el grupo.
A Lusshu no le importó lanzarse apresuradamente a un ataque frontal, su experiencia en combate le permite saber que una vez que el controlador muera, los cadáveres caerán al instante y eso le permitirá salvar a sus compañeros. El cuerpo de esta espectro comenzó a soltar pequeñas chispas eléctricas, su velocidad aumentó tanto que desapareció de la vista por unos segundos, apareciendo a unos metros tras Toño y lanzó sus chakram que desprendían chispas al volar. El cuerpo del supervisor se hinchó, abriendo las fauces en su pecho que arrojaron a una mujer, la cual estaba llena de heridas pero viva y esta gritó por ayuda mientras los chakram lanzados por Lusshu la impactaron e hizo explotar en pedazos.
Toño levantó su mano izquierda para palmear el suelo, al instante los restos de esa mujer destrozada flotaron contra Lusshu e iban hinchándose conforme se movían. La espectro dudó unos segundos, por lo que vio cualquier ataque a distancia haría que su enemigo se defienda con escudos vivos ¿Pero de donde las sacaba? ¿Cuántas tiene capturadas? Eran las preguntas que Lusshu se hacía. Ella recibió sus chakram para golpearlos entre sí, alrededor de estas armas se creó una energía azul que expandió los filos unos 30 cm y ella corrió sin miedo hacia los trozos de mujer que se le venían. Al cortar el dorso mutilado, escuchó un sonido similar a burbujas rompiéndose e inmediatamente esa extremidad explotó soltando trozos de carne y órganos. La espectro fue tomada por sorpresa, la onda expansiva de ese ataque la arrojó varios metros atrás, cuando su visión se aclaraba vio un par de brazos y piernas dirigirse hacia ella y al último instante pudo esquivarlos. Las cuatro extremidades de clavaron con fuerza en el suelo, causando nuevamente explosiones que lanzaron escombros a Lusshu y la aturdieron.
Toño por su parte estaba en una posición cuadrúpeda, varios brazos pálidos salían de la boca en su pecho y aprovechando el aturdimiento de su enemiga reptó hacia ella a gran velocidad. Algo vino atravesando el aire, azotó el suelo cerca de Toño cortándole el paso y cuando el espectro vio a su atacante, formó una gran sonrisa burlona.
—¿Qué crees que haces, Warawisa? ¿De verdad piensas que puedes hacer algo contra mí? —Dijo Toño con una tétrica calma, volteó su cabeza tornándose los huesos del cuello y se levantó mostrando completamente las fauces en su pecho.
—Me importa una mierda lo que hayas preparado para mí… Pero por mi orgullo de amazona, voy a luchar hasta mi último aliento. —Warawisa sostenía su látigo negro en las manos, tenía una mirada llena de cólera hacia el tipo que tanto daño le hizo.
—Je,Je «Orgullo de amazona» Je,Je Que patético que a aferres a algo como eso, después de todas las veces que mancillé tu cuerpo y doblegué tu voluntad —mirando detrás de Warawisa—. Tus compañeros de equipo la tienen difícil, si los ayudas tal vez puedan sobrevivir a mis marionetas ¿Preferirás seguir una venganza imposible o los auxiliaras con las técnicas que enseñé? ¡Decide rápido, mi linda Warawisa! —Toño levantó su mano derecha, a su orden las cabezas que flotaban descendieron en picada hacia el grupo que intentaba defenderse de los cadáveres.
—¡No lo escuches, Warawisa! ¡Eso es lo que este degenerado quiere! ¡Que tu juicio sea nublado por sentimientos oscuros! ¡Haz lo correcto y ganaremos! —Exclamó a todo pulmón Lusshu, ella estaba reponiéndose del aturdimiento que le causaron las explosiones.
«¿Qué es hacer lo correcto? ¿Ayudar a esos sujetos? Ni siquiera los conozco, no tengo por qué arriesgar mi vida y cualquiera de ellos me sacrificaría por su bienestar —viendo una salida—. Lo mejor sería huir y encontrar un grupo más fuerte al que unirme», la amazona estaba sujetando su látigo con fuerza, se disponía a irse por la salía que visualizó, sin embargo, los aguerridos gritos del grupo la detuvieron.
—¡Conozco la decisión que tomaras, mi linda Warawisa! ¡No intentes darme la contaría haciendo algo diferente de la basura que eres! —Las cabezas cercenadas chocaron contra el suelo, las explosiones afectaron en gran medida a Sylchel y al elfo de la espada Ilgad, pues ambos fueron lanzados contra las paredes.
—Dices que quieres salvar a esa mierda de Holee, lo gritaste con tanto empeño que me hizo pensar una manera de vengarme de ti —Warawisa corrió hacia los cadáveres que rodeaban al grupo, latigueó varios sitios del suelo y en cada uno se crearon círculos mágicos color morado—. ¡Voy a retenerte aquí, Toño! ¡Sea la mierda que le esté pasando, no vas a volver a verla! —La amazona enrolló su látigo al cuello de una de esas difuntas reanimadas, jaló con fuerza para hacerla caer al círculo mágico que creó y cuando el cadáver tuvo contacto con ese emblema comenzó a convulsionar haciéndose ceniza.
—¡Ya lo vieron, arrojen los cadáveres hacia esos círculos mágicos! ¡Podemos ganar ahora! —La voz de Aegar motivó a sus compañeros, cada uno comenzó a dar todo de sí mismo para deshacerse de esas desdichadas mujeres.
—Eso es, pelea con más empeño y llénate de falsas esperanzas… Cuando todo eso te sea arrebatado y te encuentres en la absoluta desesperación, será el momento de cortar la fruta madura. —Un rayo cayó del techo hacia Toño, este metió rápidamente su mano en las fauces de su pecho y bloqueó el ataque con una mujer que murió carbonizada.
—No creo que tus escudos humanos sean ilimitados… Rezaré por cada chica que sacrifique para matarte, pero lo haré aun a costa de mi vida. —Lusshu formó esferas azules sobre sus chakram y corrió hacia Toño gritando aguerridamente.
—¿Apostaras todo o nada en ese ataque? Pues veamos cuanto resiste tu voluntad, hermana, porque yo no tengo miedo de morir. —Toño volvió a meter sus manos dentro de las fauces en su pecho, sacó a una mujer a la cual despedazó con las varias extremidades que le sobresalían, luego manipuló los trozos formando una barrera de carne que lo protegiera de los rayos que expulsaba Lusshu y se enfrascó en un combate cercano con su compatriota.
El combate de Lusshu contra Toño hacía temblar la caverna, cada vez que se golpeaban con sus técnicas liberaban relámpagos, rayos, trozos de cadáveres y explosiones que comenzaban derrumbar las rocas. Uno de los chakram de Lusshu salió disparado rompiéndose al estrellarse en el suelo, tras un relámpago se escuchó el grito de Toño acompañado por varios alaridos femeninos y el suelo fue manchado por latigazo de sangre.
Por otra parte, la pelea del grupo estaba llevándose de buena manera, pues los rayos de Lusshu lanzaron por el aire a varios cadáveres y les quitaron un peso de encima. Aunque tenían problemas, ya que Sylchel y el elfo Ilgad habían sido lastimados con las explosiones de las cabezas y por las órdenes de Aegar el hubeast Vaulug fue a protegerlos.
A pesar de que Hotai tenía miedo por las aterradoras figuras que reptaban hacia ella, tuvo que tragarse ese abrumador sentimiento y hacer lo posible por golpearlas hacia los círculos mágicos creados por Warawisa. Gracias a la fuerza natural de su especie, le era fácil tumbar a los cadáveres mandándolos metros atrás y seguir arremetiendo con los golpes de su martillo hasta dejárselos a sus compañeros.
La experiencia en combate de Aegar, le permite mantener la calma ante los imprevistos, tal aptitud era percibida por los otros y les daba la fuerza para no rendirse. Usando su larga alabarda podía apuñalar los cadáveres a distancia, daba rápidas estocadas con la fuerza suficiente para hacerlos retroceder hasta los círculos mágicos y como golpe final les daba un impacto vertical en la cabeza.
Quien tenía más problemas era el elfo Enegas, pues este comenzó a usar habilidades de elemento viento para potenciar sus dagas y mutilar a los cadáveres de diversas formas. Esto tenía un resultado negativo, cada trozo de cadáver que caía al suelo era reanimado, moviéndose independientemente haciendo más difícil el acertarles y tal error hizo que varios brazos lo sujetaran lastimándolo.
—¡A-Ayúdenme! —las manos comenzaron a apretarlo—. Ti-Tienen mucha fuerza… —Enegas tenía seis brazos cercenados encima, dos sobre sus hombros, uno en cada pierna, uno clavándole los dedos en el abdomen y uno subiéndole por la espalda.
—Ya voy, quédate quieto. —Vaulug abandonó su posición para correr hacia Enegas, usó sus garras para retirar los brazos y arrojarlos lo más lejos que podía.
—¡Duele! ¡Hazlo con cuidado, bestia tonta! —Le gritó Enegas enojado cuando Vaulug retiró los dedos se le clavaban en el abdomen, por este comentario el hubeast lo miró consternado y decidió dejarlo.
—Pues hazlo por ti mismo. Me voy a proteger a Sylchel y al inútil de tu compañero. —Vaulug se fue enojado dejándolo solo.
—E-Espera, no puedo quitarme este brazo —la mano que le trepó por la espalda comenzó a estrujarle por debajo de la oreja izquierda y parte del cuello— ¡Qu-Quiten! ¡Qui-tenmelo! —Enegas se arrodilló arañando la mano que escarbaba en su cuello, daba ahogados alaridos hasta que fue asistido por Hotai y la preocupada hubeast le arrancó esa extremidad causando un sangrado constante.
—No, no, no… Yo quería ayudarte… Tenemos que detener la sangre. —La pobre hubeast estaba desesperada por lo que hizo, extraer tan apresuradamente los dedos enterrados en la garganta de Eneas, le desgarraron venas importantes y lo condenaron a morir en segundos.
—¡Hotai, ya déjalo! ¡No podemos distraernos por un muerto! —Le gritó Warawisa latigueando a un cadáver reanimado, sus golpes lo hicieron caminar hasta los círculos mágicos que creó.
Vaulug vio la muerte de Enegas sin sentir ningún remordimiento, solo se dedicó a defender al otro elfo y a Sylchel. Las duras escamas de su especie pangolín, le creaban una armadura natural que lo protegía de arañazos, mordiscos, golpes y las explosiones de esos cadáveres. Usando sus fuertes garras podía despedazarlos, sin embargo, al ver lo sucedió con Enegas decidió solo golpearlos y arrojarlos los más cerca a los círculos mágicos. En un momento, varias cabezas flotantes se precipitaron hacia Vaulug, el hubeast intentó defenderse con sus brazos pero fue sorprendido al darse cuenta de que las cabezas se quedaron estáticas, al mirar detrás suyo encontró a Sylchel apuntándoles con una perla de 15 cm de diámetro que sostenía en sus manos.
—Mi atadura no durara mucho ¡Destrózalas ahora, Vaulug! —Indicó la sirena arrodillándose, tenía el brazo sangrándole pues la anterior explosión le clavó esquirlas de piedra.
El joven pangolín no perdió la oportunidad que le otorgó su compañera, dio un arañazo al aire expulsando sus escamas como cuchillas y al ser impactadas las cabezas explotaron en el aire. Repentinamente varios rayos azules comenzaron a llenar la caverna, muchos de los cadáveres habían sido destrozados por estos y sorpresivamente los trozos se quedaron inertes en el suelo.
Al ver la oportunidad, el elfo Ilgad que estaba a lado de Sylchel se levantó cojeando y corrió hacia el único túnel abierto que había, no dudo en abandonar a los otros. Aegar no se sorprendió por la decisión del elfo, estaba más concentrado en mirar la fuente de todos esos rayos y al darse cuenta de lo que pasaba ordenó a todos resguardarse rápidamente. Vaulug cargó a Sylchel, llevándola hasta una zanja donde se tiró con ella y la protegió entre sus brazos erizando las escamas de su espalda. Hotai estaba nerviosa pensando donde ir, fue Warawisa quien la jaló del hombro y la guio donde Aegar para ir los tres tras una enorme roca.
La caverna entera comenzó a chispear, relámpagos azules golpeaban las paredes, techo y suelo destruyéndolos al instante, algunos rayos impactaron con las estalagmitas y estalactitas, causando que chispas estáticas acumularan energía en ellas hasta hacerlas explotar. Por unos diez segundos la caverna se iluminó completamente, siendo seguida por un agónico grito que detuvo los relámpagos y tras unos segundos de total silencio, fue Aegar quien miró por un lado de la roca donde se escondía.
El humo se disipaba del techo donde unas siluetas se movían, una de ellas tuvo una caída estrepitosa que sonó de forma contundente y la segunda silueta se quedó pegada al techo desangrándose. Quien estaba en el suelo era Lusshu, tiene brazos y piernas mutilados, la mandíbula arrancada, el ojo derecho destrozado y sus entrañas esparcidas a su alrededor.
«Im-Imposible… No paré nu-nunca de atacarlo… Pero siguió sacando mujeres para defenderse ¿Cu-Cuántas tiene dentro?», pensaba Lusshu recordando la injusta pelea que tuvo.
—Mis compañeros me dicen que soy un tonto sentimental —vomitando sangre en su mano y notando corriente estática en ella—. No quise usar mi habilidad especial contra alguien de mi misma raza… Supongo que me tengo bien merecidas las heridas. —Las los colmillos en el pecho de Toño estaban rotos, esas fauces sangrantes vomitaron varios cadáveres destrozados.
«Juzgué mal la fuerza de este dege-nerado… Lo siento Warawisa… Era mucho para mí», Lusshu intentó levantarse con sus vestigios de brazos, pero Toño cayó del techo aplastando su cabeza de un fuerte pisotón y desparramando sus sesos en el suelo.
—De verdad eras muy hábil, hermana… Pero este es el adiós. —Toño golpeó la espalda de Lusshu arrancándole el corazón y lo aplastó con su mano.
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