LISMATUS: SENDA DEL HERALDO - 52
Varios minutos antes de que la tragedia de Ángelo tuviera lugar, en el sitio donde estaban las amazonas cuidando de los heridos, un evento tenía lugar y se centraba en Warawisa. Una pequeña copia de Durgea estaba en su hombro, ella temerosa se quedó callada a la orden de la Diosa y esta comenzó a susurrarle.
—¿Dime por qué viniese a las minas? —Preguntó la Diosa con un suave tono que puso nerviosa a la amazona.
—Mi-Mi escuadrón, vinimos por la prueba para ascender como guerreras y demostrar que somos dignas de enfrentar el mundo… —Respondió con un leve titubeo a causa del miedo.
—¿Un escuadrón de solo dos personas? —notándola sorprendida y perdida en sus pensamientos—. Recuerda que todos los que mueren en mi territorio son olvidados, tú no recuerdas a alguien muy importante y te ofrezco recordarla ¿Estas interesada en mi propuesta? —Las dulces palabras de la Diosa escondían su malicia, las dudas en Warawisa eran enormes y su corazón latía con fuerza cada vez que su mente divagaba en quien olvidó.
—¿Qu-Qué quieres a cambio? —La agitada respiración de la amazona, fueron prueba de las enormes ansias que tenía por saberlo y ante esto la Diosa sonrió.
—Nada más que cumplas lo que prometiste, cuando estabas manchada con la sangre de esa persona y la ira por perderla colmó tu corazón —viéndola asentir con la cabeza—. Excelente, no te muevas que esto no te dolerá… Mucho. —La pequeña Durgea deshizo uno de sus brazos, aquel polvo fino entró por el odio de Warawisa y repentinamente escuchó un fuerte zumbido que la desesperó.
Ella fue forzada a ver un recuerdo, donde en una noche adornada por las infinitas estrellas, con la luna roja en su máximo resplandor, el brillo del astro pasaba entre las hojas de un enorme árbol y en las gruesas ramas una pareja descansa después de una acalorada velada carnal. Tintaya estaba echada totalmente desnuda, permitiéndole a Warawisa reposar sobre su pecho mientras la estimulaba con sus largos dedos y esta joven amazona gemía seximente intentando esconder su rostro de excitación.
—¿Por qué intentas contenerte, Warawisa? Tenemos toda la noche para amarnos bajo los ojos de Ekilla, solo déjate llevar por el momento que compartirnos. —Tintaya se medió levantó teniendo cuidado al sostener a Warawisa, la puso de espaldas en esa gruesa rama, subiendo su fornido cuerpos sobre ella y mirándola con picardía formó un camino de besos desde su boca hasta su intimidad.
—Ti-Tintaya… Por favor ¡Uhm! Da-Dame un descanso… Mis piernas, no siento las piernas… —Warawisa intentaba empujar la cabeza de Tintaya para escapar del placer que le daba, pero su amante la tomó de sus rodillas y las abrió completamente para exponerla.
—Si sientes eso… Significa que hago un buen trabajo… Solo relájate, Warawisa, ya te siento estremecerte con más fuerza. —Tintaya hundió su boca en la entrepierna de la joven amazona, intensificó los movimientos de su lengua y le dejaba la mente en blanco con cada segundo que pasaba.
—¡Tintaya! ¡Te amo! —Llegando al clímax Warawisa apretó con fuerza la corteza del árbol donde se recostaba, incluso la arañó con tanta fuerza que dejó las marcas de sus uñas.
—Lo sé y nunca lo olvides, Warawisa. No podía entregarte a la princesa, ella tiene todo lo que quiera a su disposición y que te quedes conmigo no cambiara nada. Cuando te pida ir con ella, dile a quien pertenece tu corazón… Dile a quien juraste amor bajo nuestra Diosa Ekilla. —Tintaya puso su fornido cuerpo sobre Warawisa, la miró muy de cerca al rostro y le dio un profundo beso mientras su pequeña amante la sostenía con fuerza entre piernas para aferrarla más a ella.
«Sé que todo lo que me dijiste era verdad, podía ver en tus ojos el amor que me jurabas y que todas las demás solo eran solo un pasatiempo… Yo era el amor que habitaba tu corazón, era la más importante en tu vida… ¿Entonces por qué me abandonaste?», en sus recuerdos, Tintaya le acariciaba con ternura las mejillas y el otras memorias veía que hacía lo mismo a otras mujeres de la tribu.
Warawisa recordó como encontró el cadáver de Tintaya, siendo devorada por los engendros del laberinto subterráneo y también su lucha contra estos seres por salvar el cuerpo de su amada. En su mente estaban las imágenes de como cortó la cabeza de Tintaya, también las palabras que le dijo a quién creía era un espíritu de tierra «Tal vez no tenga la fuerza para matar al demonio, pero al menos puedo ayudar a otros a darle muerte». Al instante todo comenzó a cuadrar, al cadáver de Tintaya le faltaban los brazos, Warawisa había visto como Axel es capaz de implantarse miembros ajenos, especialmente notó los tatuajes de Tintaya en sus brazos y en los cuales estaba escrito en su idioma el nombre de esta.
—¡Ah! ¡Axel! ¡Maldito seas! —Gritó Warawisa con rabia mientras se sujetaba la cabeza y tal exclamación llamó la atención de Amaku y Yukiko.
—Warawisa-san ¿Qué te sucede? —Yukiko se levantó yendo hacia ella para asegurar su bienestar, sin embargo, la amazona le dio un fuerte empujón que la sentó en el suelo y luego caminó temblando mientras sentía su ira crecer.
—¡Aléjate de mí, zorra de mierda! ¡E-Ese bastardo! ¡Ese hijo de puta la mató! ¡La mató y robó sus brazos! ¿Cómo no me di cuenta antes? —Al Warawisa dejar su posición, se rompió la maldición de [Muerte de territorio] que puso para evitar ataques de mukis.
—¿De qué mierda estás hablando? Vuelve rápido a aplicar la maldición o vendrán tras nosotras. —Amaku tenía ambos brazos entramados por gruesas ramas, con ellas había formado el refugio que los protegía de las estalactitas que caían.
—Hablo de Tintaya, nuestra líder de escuadrón y quien nos trajo a entrenarnos aquí… ¡Cierto! Tu tenías una hermana, su nombre era Aluwa y apuesto a que ese demonio la mató al igual que lo hizo con Tintaya. —Warawisa avanzó con enojo hacia su compañera, escucharla decir el nombre de Aluwa estremeció su corazón y el recuerdo de los tatuajes en las piernas de Axel la desconcertó.
—E-Eso no es cierto, le pregunté sobre eso a Axel y Ángelo confirmó que no mató a mi hermana que mencionas —sujetándose la cabeza por sentir dolor—. Pe-Pero de ser cierto lo que dices, eso significa que la espada que tengo… Es de ¿Ella? —Una fuerte migraña aquejaba a Amaku y podía sentir un pitido recorrer su mente.
—¿De verdad creerás en la palabra de hombres? No son más que animales que buscan su propio beneficio, seguro entre los dos la mataron y lo encubren con mentiras. —Warawisa aprovechaba el malestar de Amaku para retroceder hacia las espadas de Tamir.
—Te-Te equivocas… Lo vi en los ojos de ambos y no mentían. Nosotras nos equivocamos todo este tiempo, pueden existir hombres buenos, ellos lo han demostrado arriesgando sus vidas por nosotros y lo hicieron sin distinción de género o conveniencia alguna. —Amaku estaba recomponiéndose, las evidencias que recordó de su experiencia con ellos la hizo disipar sus dudas.
—Tienes razón en eso, Amaku. A Axel le importa mucho la vida de sus «amigos» y perderlos sería muy doloroso él… ¡Veamos si su dolor es igual al que me causó matando a Tintaya! —Warawisa levantó una de las espadas de Tamir y ella iba a darle una estocada al herido muchacho.
—¡Detente, Warawisa-san! ¡No hagas! —Yukiko se lanzó hacia la amazona donde comenzaron a forcejear, la ira de esta era tanta que le dio la fuerza para tumbarla al suelo y darle una patada en el estómago.
—¡No te voy a permitir hacer eso! —Amaku mandó tres gruesos tallos que rompieron el suelo y se ubicaron frente al indefenso Tamir para protegerlo.
—Todas las de tu tribu son traidoras, espero tu hermana haya tenido una muerte dolorosa y que la tuya sea peor… —Warawisa salió corriendo del refugio con la espada que tomó en manos.
Sin poder moverse, Amaku no pudo impedir que se fuera, sin embargo, un mal presentimiento no dejaba de rondar su corazón y tomó una decisión al ver como Tamir estaba desangrándose por los cambios que sufría su cuerpo. La amazona quitó sus brazos de las ramas que la rodeaban, al instante de hacerlo el refugio que creó dejó de moverse y se entramó totalmente al suelo.
—A-Amaku-san ¿Por qué detuviste la formación del refugio? —Preguntó Yukiko levantándose mientras se sujetaba el sitio donde fue pateada.
—Iré tras esa idiota, la forma en que me miró da la impresión de que planea hacer algo estúpido y no pudo dejarla libre mientras esta consumida por la ira. —Amaku caminó hacia Yukiko y la ayudó a sentarse cerca de Tamir.
—Pero estarás sola, correr sin rumbo es arriesgarte a morir y peor aún con el poco mana que debe quedarte… Yo-Yo iré contigo, al menos puedo blandir esta katana para defenderte. —Sugirió Yukiko y su propuesta puso a pensar a la amazona.
—No quería dejar solo a Tamir, pero tanto el supervisor como Durgea aseguraron que el no sería atacado y estará fuera de peligro mientras permanezca aquí adentro. —Amaku tomó la espada que una vez perteneció a la hermana que olvidó.
«Según lo que dijo esa imbécil de Warawisa, esta espada debe ser de mi hermana y siento que es verdad por el dolor en mi pecho al sujetarla —viendo a Tamir adolorido en posición fetal—. Estoy segura de que no la mataron, de verdad confío en ustedes y espero no equivocarme», Amaku caminó hacia Tamir y puso la espada de Aluwa en la mano del muchacho.
—La sangre de mi tribu creó esta espada, fue imbuida con la esperanza de que nos defendiera de nuestra propia gente y como un recordatorio de nunca cometer el pecado de nuestro antepasado. Sin embargo, en poco tiempo me han demostrado que se puede confiar en los hombres, así que te la entrego como un símbolo de confianza. Busca en ella la fuerza para salir adelante, Tamir. No te rindas y vuelve con nosotros… —Le decía la amazona con voz solemne mientras le tocaba el rostro con cuidado, Tamir apenas podía distinguir a quien tenía enfrente y aunque esa voz la escuchaba distorsionada, le generó un sentimiento de paz.
Por otra parte, en el trayecto de Warawisa hacia la zona donde combaten contra Horos, ella había visto a lo lejos a Hotai cargando Sylchel y decidió ignorarlas por seguir avanzando. Fue en ese momento cuando presenció como Horos salía del cristal que iluminaba la caverna, lo vio dar ese giro en el aire para ganar impulso y dando el golpe con su martillo que terminó fracturando la caverna
El violento temblor fue tan brutal que la hizo saltar casi dos metros en el aire del sitio donde estaba parada, un declive se formó en su delante arrastrándola a una precipitada caída y rodó cuesta abajo por algunos segundos hasta lograr sujetarse a unas estalagmitas. Warawisa había sufrido algunos golpes leves, cortes insignificantes que no fueron sentidos por los demás vinculados y para su suerte nada grave que le impidiera caminar.
—¿Qué rayos fue eso? —viendo las estalactitas caer—. Ese golpe estuvo a punto de colapsar esta caver… —Warawisa escuchó algo sobre ella y rápidamente se escondió tras unas rocas.
Cerca de ella estaba Holee sobrevolando, la poca iluminación que quedó le dificultaba ver con claridad su entorno y en ese momento Warawisa vio a Axel parado en un risco mientras le hacía señales a su pactante para que se acercara.
—Axel, es imposible avanzar de esta forma. Puedo usar el mapa para saber la localización de Horos, pero es peligroso volar con esas rocas cayendo de la oscuridad. —Le decía Holee aterrizando a su lado.
«Ahí estas, Axel, viviendo como si nada hubiera pasado y usando los brazos que robaste de Tintaya… Maldito. Sé que no puedo matarte por mí misma pero hay otras maneras de hacerte sufrir —mirando con cólera a Holee—. A ella la odio por como Toño la trataba, sería una buena opción pero muy difícil… E-Espera —sujetándose la cabeza—. ¿To-Toño? Cierto, ya lo recuerdo… Ese monstruo que abusó tantas veces de mí y amenazaba con hacerle lo mismo a las demás… ¡Ya lo recuerdo!», Warawisa apretaba con fuerza el mango de la espada que tomó de Tamir e iba al golpear la roca para liberar su enojo, sin embargo, se detuvo pues esta acción podría hacer ruido y llamar atención.
—Puedo sentir fuertes corrientes de viento de esa dirección, alguien debe estar peleando contra Horos. —Dijo Holee sintiendo sus antenas moverse hacia el sitio que señaló, tras unos segundos Axel se transformó en un murciélago enorme y por sus movimientos parecía indicarle a Holee que lo siguiera.
Fue así que Warawisa vio al par de demonios prender vuelo, ambos salieron de su vista perdiéndose en la oscuridad del techo y la amazona comenzó a seguirlos por tierra en la dirección por donde se fueron. El camino que tomó lo vio muy escabroso, sin embargo, comenzó a volverse llano, las estalactitas parecían no caer por esa zona y cuando giró su rostro hacia atrás vio a la pequeña manifestación de Durgea sonriéndole. La amazona tenía muchas dudas, sabe bien que esta Diosa es la causante de todos los males que la aquejan, pero la ira que siente en su interior superó toda inquietud y la hizo seguir ese sendero que se formó para ella.
Podía sentir la tierra partirse a su alrededor, las rocas cayendo para destrozarse violentamente en el suelo y el sonido del viento se hacía cada vez más fuerte con cada paso que daba. Warawisa fue golpeada por una fuerte ráfaga de viento que casi la hizo caer a un abismo, para su serte una roca tras ella la sostuvo y cuando vio mejor su entorno se percató de un radiante brillo azulado. Con esfuerzo comenzó a correr para refugiarse tras distintas rocas, muchas veces estuvo cerca de ser arrojada por el viento, pero lo único que la mantenía en pie eran las enormes ansias de venganza que la consumían y al sujetarse a una piedra pudo ver con claridad lo que pasaba.
Aquel enorme sujeto al que consideraba un tonto bobalicón, había logrado apresar a tan temible supervisor en una prisión de fuertes tornados y al desviar su mirada hacia arriba vio al par de demonios acercándose e intentando no ser tumbados por el viento.
«No me queda mucho tiempo, cuando ellos bajen me será imposible hacerlo pero… —escuchando a Horos gritar por los cortes de esos tornados—. Ese tipo puede hacerlo, si mata al supervisor seremos libre y saldríamos vi… —recordando como cortó la cabeza de Tintaya—. ¿Qué vida me espera después? Sin Tintaya a mi lado ¿Qué se supone que haga? Vivir con tranquilidad, sabiendo que ese monstruo mató al amor de mi vida y se salió con la suya… Me importa una mierda si ellos viven o muere, por mí que se jodan… ¡Esto es culpa de Axel!», Warawisa sujetó firmemente el mango de la espada y salido de su escondite mirando la espalda de Ángelo.
En su mente sabe que este no es su primer asesinato, en su tierra cazó tribus de hubeast como es su costumbre, de joven entrenó contra hombres prisioneros que solo veía como objetos cuyas muertes no importaban e incluso en su camino a Equidna asesinó a bandidos que intentaron atacar a su escuadrón… Pero lo que estaba a punto de hacer, tomar una vida por simple venganza era algo en lo que no tenía experiencia y peor una que tenía la posibilidad de salvar a otras.
Warawisa corrió apuntando la espada robada hacia el corazón de Ángelo, podía sentir una fuerte presión emanando de la espalda de ese hombre e ignoró todo ello con tal de poner toda su fuerza en el agarre. La espada se tambaleó de su objetivo por las fuertes corrientes de viento, pero igualmente perforó la armadura de Ángelo por su espalda y atravesó su carne hasta salir por el otro lado.
—¡Axel! ¡Esto… Esto por Tintaya!—Gritó con furia la amazona mientras levantaba su vista hacia el perplejo demonio y retiró la espada causando un severo desangre en Ángelo. Al instante de hacerlo aquel lazo transparente que salía de su pecho, cambió de un color carmesí a uno negro y se fue apagando hasta quedar con un tono deslucido.
«Lo hice y ya no me importa nada más, espero sufras por su muerte tanto como yo por lo que le hiciste a Tintaya», pensaba Warawisa ignorando lo que pasaba a su alrededor, fue rodeada por aquella mano de tierra que formó Horos y solo tenía una sonrisa mientras era arrastrada a un lugar desconocido.
Por otra parte, Amaku ayudaba a Yukiko a salir de una zanja, fue entonces que escucharon el mensaje de Horos y ambas supieron inmediatamente que algo malo había pasado. Cerca vieron la mano de tierra que sujetaba a Warawisa pasar de largo, arriba de esta sobrevolaba Holee a una velocidad impresionante y bajó en picada estrellándose contra la construcción para detenerla. El par de chicas que vieron ese suceso corrieron inmediatamente, encontraron a la demonio peleando contra unos mukis que salieron del suelo y sin perder tiempo fueron a ayudarla como podía.
—Holee-san ¿Qué pasó? ¿Qué significa ese mensaje del supervisor? —Yukiko logró apuñalar a un muki con su katana, este comenzó a congelarse de la zona donde fue herido y revolcándose en el suelo fue completamente cubierto por hielo.
—¡Ese pedazo de mierda! —señalando Warawisa que estaba riendo escabrosamente, sentada en el suelo apoyada en los escombros de la mano de tierra—. Apuñaló a Ángelo con la espada de Tamir ¿Por qué la tenía ella? —Los brazos de Holee se convirtieron en cuerpos de ciempiés, con esas fuertes mandíbulas destrozaba a los mukis y dejó de importarle el exponerse a la posesión de estos monstruos.
—Ella la robó de donde estábamos e incluso intentó matar a Tamir y todo por una venganza que no entiendo. —Respondió preocupada Amaku mientras lanzaba unas bolas de fuego con su báculo para incinerar a uno de esos enanos.
—Axel me dijo que se encargaría de sacar a Ángelo de ahí… Yo simplemente no podía dejar que Warawisa se vaya después de hacer esa estupidez. —El enojo de Holee era notorio, sus ojos fueron cubiertos por membranas doradas simulando a los de un insecto y su boca comenzó a abrirse para mostrar sus colmillos pronunciados.
—Cálmate Holee-san, tomaron la peor decisión posible y alguien tiene que ocuparse del supervisor o estarán en peligro ¿Dónde está Aegar? —Yukiko avanzó para poner a su lado y ayudarla contra los últimos tres mukis que las atacaban.
—No lo sé, le perdí el rastro cuando Horos nos atacó con el cristal. —La voz de Holee comenzó a sonar distorsionada y sacudió su cabeza para intentar tranquilizarse.
—Entonces solo tú y Axel pueden hacerle frente —viéndola decapitar a un muki con sus cuchillas de mantis religiosa—. Holee, yo me encargaré de Warawisa. Llévate a Yukiko y que proteja a Ángelo con sus barreras de hielo. —Un muki saltó del suelo para intentar tomar Amaku por sorpresa, pero esta le lanzó una semilla que se volvió una enredadera y aplastó al monstruo entre los gruesos tallos.
—Ángelo-san no está siendo afectado por el mal que aqueja a Tamir-san… Tal vez haya una posibilidad de salvar su vida y sabes de que estamos hablando. —Mencionó Yukiko llamando la atención de Holee.
—¿Qué Axel pacte con Ángelo? Es verdad, si se vuelve un demonio como nosotros podría regenerar esa herida —la esperanza hizo regresar a Holee a un aspecto apacible—. ¡Vámonos rápido, Yukiko! —desplegando sus alas se acercó a la hubeast para cargarla en brazos y antes de partir se dirigió a Amaku—. Warawisa no solo dejó moribundo a Ángelo, nos jodió la oportunidad de vencer a Horos y acabar con esta locura… Hazla pagar por esa estupidez, Amaku. —Dicho lo último Holee prendió vuelo rápidamente.
Amaku vio irse a ambas, a su alrededor los cadáveres de los mukis muertos estaban haciéndose polvo, excepto aquel al que Yukiko congeló y parecía estar aún vivo dentro del hielo que lo aprisionaba.
«Qué raro, tenía miedo de que atravesara el hielo como lo hacen con la tierra y solo está sufriendo incapaz de hacerlo ¡Espera! Esto significa que su control de tierra se anula dentro de otro elemento… Tengo que decírselo a los demás —viendo a Warawisa parándose—. Pero antes cumpliré con lo que Holee me encargó», pensaba Amaku mientras caminaba hacia su compatriota.
—Ángelo es un hombre inocente, a pesar de esa apariencia tan imponente, esas feas cicatrices en su rostro y cuerpo, lo he visto derramar lágrimas sinceras por otros, arriesgarse por rescatar a sus compañeros y nunca abandonar alguien que lo necesite ¿Tanto es tu odio como para atacarlo cobardemente? —Amaku miraba a Warawisa con ojos despectivos.
—Me importa una mierda lo que haya hecho ese retrasado, Axel mató a la persona que amaba y no me detendré hasta que sufra tanto como yo —acomodando su escudo—. Debiste aprovechar que estaba ida para «encargarte» de mí, como le prometiste a ese demonio asqueroso de Holee. Una vez te mate, volveré por ese desperdicio de oxigeno de Tamir y usaré la espada de tu hermana para matarlo. —La amenaza de Warawisa estaba dada y ella liberó su látigo preparándose para pelear.
—No soy una cobarde como tú, Warawisa. Ni permitiré que sigas con tus estúpidas acciones. Pelearemos a muerte como es costumbre en nuestra tierra. —Amaku caminó hacia el muki que asesinó con las enredaderas, tocó los tallos con su báculo y estos comenzaron a entramársele en el brazo.
Lejos de la pelea que iba a comenzar, Hotai y compañía tenían sus propios problemas, la poca iluminación que quedó le dificultaba distinguir algo, entre casi sordos ecos podía escuchar varias risas escabrosas, cuando se dio cuenta del peligro intentó reponerse como podía y proteger a Sylchel teniéndola detrás suyo. Hotai era observada por varios ojos que salían de las rocas que las rodeaban, esas fauces se abrían mostrando afilados dientes y unos gemidos grotescos la hicieron temblar hasta el alma. La hubeast había caído en un lugar abarrotado de mukis, todos estaban listos para lanzarse a destrozarlas y Sylchel comenzó a formar un brillo azulino en la mano que aun podía mover.
—No, no, no Sylchel, qué-quédate detrás de mí… —sacando la daga que le dio Amaku—. ¡Aléjense! ¡Lárguense enanos de mierda! —Hotai se arrastró hasta sentir el cuerpo de Sylchel en su espalda y guiaba la punta de la daga esperando el ataque.
—Ho-Hotai ¡Agáchate! —Del espiráculo en la garganta de Sylchel comenzó a salir varias gotas de agua, las cuales se mezclaron con la energía que formaba en su mano y cuando Hotai le hizo caso a su advertencia, la sirena dejó ir esa bola de energía azulina.
El ataque de Sylchel ascendió dos metros arriba de ambas, ella hizo un ademan de cerrar el puño y al instante fueron disparadas varias gotas de agua como si fueran dardos. Los pequeños proyectiles perforaron los cuerpos de los mukis, liberando la energía que tenían dentro explotaron haciendo gran daño y su trayecto no solo fue en línea recta pues podían curvarse para perseguir a sus objetivos. Hotai estaba atónita, vio en primera fila la potencia de ese ataque, especialmente podía escuchar las pequeñas continuas explosiones de esas gotas agua y miraba como los cuerpos de los mukis quedaban tan agujereados como un queso.
Todo quedó en silencio por unos segundos, hasta que escucharon la voz de Horos dar el mensaje sobre la tercera regla y Hotai supuso que algo malo había pasado. Cuando giró su rostro hacia Sylchel, se encontró con una horrida escena, la piel se la sirena estaba llena de arrugas, sus escamas se habían secado al punto de quebrarse, en sus ojos se rompieron varias arterias lentamente llenándolos de sangre y su cuerpo se decrepitó tanto que solo quedaba piel pegada a los huesos.
—Sy-Sylchel ¿Lo que hiciste fue…? —intentando tocarla con sus manos temblando—. Entonces todo esto fue inútil, tenías que usar esto contra el supervisor… No para salvar a una inútil como yo… —Hotai quería tocar a la sirena pero la veía tan frágil que temía lastimarla.
—Ah… Ho-Hotai, lo-lo es-escuchaste… lo que di-dijo ese supervi… Lo oíste… ¡Ah! Haz-Hazlo Hotai… Má-Mátame y libera-te… ¡Hazlo! Por favor. —Sylchel tenía severos problemas de habla, su voz sonaba ahogada con aspiraciones secas que parecían partir su garganta.
—No puedo, Sylchel… No puedo hacerte eso… No me pidas hacerte eso, Sylchel. —Hotai comenzó a hiperventilar por la desesperación, no sabía que hacer más que llorar de impotencia y se quedó pasmada de la impresión cuando sintió el frío tacto de Sylchel tomándola de la mano.
—Llevar per-la… Ho-Hotai… A-Ayudar… De-bes… Ayudar… A otros… Du-Duele mucho… Por-favor… Má-Mátame. —Sylchel tenía una mirada de aceptación que partiría el corazón a cualquiera, comprende mejor que nadie su destino y no quiere perder su vida inútilmente sin darle una oportunidad de sobrevivir a los demás. En su mano sostenía esa perla blanca que siempre cargó consigo, débilmente la rodó hacia Hotai y soltó un pequeño suspiro.
Hotai no parpadeó ni hizo su vista a otro lado, miró fijamente a Sylchel a los ojos para no abandonarla en ningún segundo, se mordió los labios hasta sacarse sangre como muestra de la carga emocional del acto que haría, levantó la daga que Amaku le dio para ponerla justo sobre el corazón de Sylchel y aguantando la respiración procedió a hundir la hoja con fuerza. Al instante de hacerlo los lazos carmesís que salían del pecho de la sirena se apagaron, los que salían del pecho de Hotai cambiaron su color a negro y esta sintió como su fuerza le regresaba al cuerpo. La hubeast tuvo unos cambios físicos de los cuales no se percató, los cuernos antes cortos de puntas redondeadas, se le alargaron tornándose de un color amarillo con puntas afiladas de tonos rojizos, el pelaje de sus extremidades se volvió más grueso oscureciéndose y en su rostro aparecieron tatuajes negros triangulares bajo sus ojos.
—Sylchel, me dijiste que ninguna existencia debe desperdiciarse. Usaré mi vida que salvaste para ayudar a los demás, incluso tras la muerte tu cuerpo nos servirá para terminar con esta locura y se quién puede aprovecharlo de la mejor manera. —Hotai cargó el cadáver de Sylchel en brazos, con su fuerza recuperada tras anular los [Nodos Espirituales] ahora les es fácil llevarla y limpiándose las lágrimas en su brazo miró al frente dejado el miedo que sentía.
La hubeast comenzó a correr hacia adelante, por el sonido podía intuir donde se estaba librando la pelea y fue hacia ese lugar con la frente en alto. Sentada sobre una roca estaba Durgea, ella había estado observando a ese par y comenzó a reír haciendo el ademan de que estuviera limpiándose lagrimas inexistentes en ese cuerpo rocoso.
—Una vida entregada por voluntad, tomada con un dolor que parte el corazón y la una nueva determinación nacida de la tragedia… Amo tanto estos momentos. No pensé que esa chica vaca lo haría, pero hasta los Dioses podemos sorprendernos con los mortales y por ello debería darle una recompensa. —Al costado de la manifestación de Durgea, salió del suelo el martillo que dejó tirado Hotai por no poder cargarlo y la tierra comenzó a moverse llevándoselo a la dolida hubeast.
Alguien escala unas rocas para salir de una zanja, se ayuda de su alabarda para tener estabilidad y sale de ahí para encontrarse con un sitio oscuro. El cristal que iluminaba la caverna estaba casi apagado, a instante se esconde por escuchar el ruido de algo corriendo cerca y tras una roca observa lo que sucede. Quien está escondido es Aegar, él mira a Axel en su forma de gorberin corriendo con un herido Ángelo en sus palmas y a varios metros a Horos parado ordenando a su matillo golpear el techo.
—El demonio está huyendo con su compañero, debe haberse dado cuenta que vencer a Horos es imposible… Pero según dijo hay otra forma de sobrevivir. —Aegar tomó su alabarda con fuerza y se escabulló entre las rocas para ir en dirección contraria al supervisor.
Aegar se consideraba ahora un idiota por confiar en tan tonto plan, su pelea anterior contra Toño debió ser un precedente para lo que venía y sobre todo que no debió confiar en desconocidos. Él lo ha ocultado muy bien, pero su estadía en estas cavernas lo ha hecho pensar sobre los horrores que sufrió su esposa que fue enviada aquí, cada zona que enfrentó le traía a la mente las diversas posibles muertes que ella pudo tener y únicamente podía desear que no haya sufrido de esa manera.
Este hombre dio un salto largo sobre una zanja, al aterrizar con dificultad vio a su alrededor y notó que este sitio era donde quería llegar. Aegar comenzó a seguir los vestigios del primer ataque de Horos, aquellos escombros de brazos de tierra que usó para separarlo a Axel y a él, inmediatamente comenzó a correr siguiendo el trayecto de ese ataque, entonces encontró la zona donde Horos golpeó a Vaulug y se fue con prisa hasta encontrar donde había quedado este hubeast.
Vaulug estaba cubierto de escombros, varias de sus placas naturales se habían roto por la fuerza con que impactó contra los muros que puso Horos en su trayecto, tenía una herida sobre su frente que le evitaba ver bien que sucedía y solo pudo sentir los temblores causados por los estragos de la lucha contra el supervisor.
—Mi-Mierda… Hacerme el muerto no va a cambiar nada, esta caverna colapsara en cual momento y ya es un milagro que no haya muerto por los derrumbes. De-Debería regresar con los demás, estoy seguro que si peleamos juntos vamos a vencerlo… Solo no tenemos que rendirnos. —Vaulug intentaba levantarse, pero el peso de los escombros en su espalda era demasiado.
—¡Vaulug! ¡Responde! ¿Estás aquí? —Aegar había llegado gritando el nombre del hubeast y el ruido que hizo alertó a tres mukis que salieron del suelo.
—¿Aegar? ¡Aquí estoy abajo! ¡Por favor retira las rocas para que pueda salir! ¡Aquí! —Vaulug no se había dado cuenta del peligro que los rodeaba, sus gritos comenzaron a llamar la atención de los mukis y uno de estos comenzó a hundirse en la tierra.
—¡Cállate, Vaulug! ¡Hay mukis cerca! —Exclamó Aegar preocupando a Vaulug de su situación.
Aegar saltó por encima de un risco para tener un ángulo correcto, desde ahí usó [Alabarda Espiritual] para evitar que el muki que iba tras Vaulug se hundiera en la tierra, su disparo fue certero y obligó al monstruo a cambiar de objetivo. Los otros dos mukis golpearon el suelo con sus palmas, al instante muros picudos comenzaron a levantarse alrededor de Aegar y este hombre tuvo que escapar de ellos para no ser aprisionado. Algunas estalactitas cayeron del techo, los mukis las tomaron como garrotes para golpear a Aegar, quien sabiendo el peligro de tener tan cerca a estas criaturas tomó distancia y usando su alabarda rompió una de las estalactitas con la que lo atacaron. Este muki estaba desarmado siendo tirado al suelo por la fuerza del impacto, comenzaba a atravesar el suelo para huir pero recibió una certera puñalada con la punta de la alabarda y explotó en una nube de polvo.
Los dos que quedaban comenzaron a chillar, tocaron son sus palmas el suelo para levantar picos de tierra contra Aegar y tras esquivar uno, este hombre cayó estrepitosamente de espaldas por un pico que lo sorprendió. Un muki se le había acercado por el subsuelo cuando lo perdió de vista, usó la estalactita que sostenía para golpear el mango de la alabarda y logró abollarla lo suficiente como para torcerla. Aegar tuvo que dejarlo hacer eso como distracción, sacó una daga de su cinturón y perforó el ojo del muki con ella hasta destrozarle el cerebro. Por la posición en que quedó, no pudo moverse cuando una piedra le fue lanzada golpeándolo en la mejilla, lo tumbó a un lado y con dificultad pudo esquivar al último muki que se le lanzaba desde arriba. Aegar tomó su alabarda con fuerza, la blandió de forma horizontal golpeando al muki en la cintura, sin embargo, la alabarda se partió por lo torcida que quedó, el muki aprovechó este evento para intentar huir por el subsuelo y Aegar tuvo que usar la cola puntiaguda de la alabarda para clavársela en la nuca al monstruo.
—Mierda… Esa era mi mejor alabada, malditos enanos hijos de puta. ¡Vaulug, guíame para encontrarte! —Aegar estaba cojeando un poco, llevaba en la mano la punta de su alabarda y se dirigió hacia donde el hubeast gritaba por ayuda.
Una vez dada con la ubicación de Vaulug, Aegar se apresuró en retirar varias piedras y lo hacía con cuidado de no ocasionar un derrumbe. Al levantar una roca vio el cuerpo de Vaulug, rápidamente comenzó a sacar las piedras descubriendo más del hubeast y cuando sacó el rostro de este se quedó más tranquilo.
—Gra-Gracias Aegar, pensé que moriría enterrado en este lugar. Libera mis brazos para que pueda salir de aquí… De verdad, disculpa por causarte tantos proble… ¡Ah! ¿Por qué? —Vaulug estaba indefenso por tener los brazos atorados, no pudo hacer nada cuando Aegar le clavó la punta de su alabarda en el corazón y agonizando el hubeast lo miraba lleno de rabia.
—No es personal, Vaulug. Pero esta es la forma más fácil que tengo para escapar, ya he sacrificado mucho por mi objetivo y una vida mas no hará la diferencia. —Aegar giró su arma dentro del cuerpo de Vaulug y lo hizo gritar con fuerza.
—Mal-Maldito seas, Aegar… Pu-Pudimos hacerlo juntos, lo hubiéramos logrado —tosiendo sangre—, e-espero tu objetivo nunca se cumpla, que la tragedia y el horror… Te desespere en la muerte… Eres… Basura… Aeg… —Vaulug quedó inmóvil, los lazos rojos en el pecho del hubeast se desvanecieron y Aegar le retiró su arma viendo como sus lasos se tornaban negros.
—Eres un tonto si piensas que había posibilidad de ganarle a Horos, al menos muerto no sufrirás como los demás, Vaulug. —Aegar bajó los parpados del cadáver de Vaulug y buscó con la mirada alguna salida a la cual dirigirse.
Aegar estaba corriendo hacia los bordes de la caverna, logró divisar la salida al lado contrario por donde entró con el grupo, comenzó apresurarse con tal de llegar a ella y dejar atrás a todos estos tipos que no eran su responsabilidad.
«Lo he conseguido, he cometido tantos errores y ahora puedo revelar la verdad de las minas… Al fin se hará justica por la muerte de mi esposa y el mundo comenzara a despertar de su idolatría a crueles Dioses», pensaba Aegar riendo con una expresión melancólica.
«Supongo que eso es lo que me enviaron a solucionar… El peso de tus pecados se asoma por tu espalda. Veamos si puedes soportar su venganza», una voz masculina irrumpió los pensamientos de Aegar, se distrajo unos segundos a causa de ello y giró su rostro a un lado donde un brillo a lo lejos llamó su atención.
Seis espadas traslucidas hechas de luz verde se posaron sobre Aegar, cayeron sobre él clavándose en su cuerpo e inmovilizándolo en el suelo. Este hombre gritó del dolor, miró con furia hacia ese brillo a lo lejos y exclamó el nombre de alguien que conocía muy bien.
—¡Aranavia! ¡Perra, loca! ¿De verdad mandaras todo al caño? —Aegar forcejeaba intentando librarse del [Temple de Espadas] que lo aprisionaba, pero en su estado actual le era imposible reunir las fuerzas para escapar.
A varios metros, a la mitad superior de la caverna, una copia de Durgea miraba con una sonrisa la desesperación de Aegar, a su lado estaba escondida tras una roca la [Chaman] Aranavia, sostenía su rosario con fuerza contra su pecho y cerraba sus ojos convenciéndose de que hizo lo correcto.
—No estas vinculada a los [Nodos Espirituales] de Horos, pero hiciste una buena actuación y dejaste tu alma desnuda a los verdaderos sentimientos que guardabas. Vamos, pequeña niña, solo tienes que llegar a esa salida —señalándole el túnel al que se dirigía Aegar—, tras eso todo estará bien y serás al fin libre de las cadenas que atormentan. —Dice la manifestación de la Diosa mientras se pone delante de Aranavia.
—Aegar ya hizo mucho mal, si alguien debe salir de aquí y cumplir nuestra misión… De-Debo ser yo. —Aranavia levantó su mano derecha, en cuya palma tenia los mismos tatuajes con los cuales Aegar controla los [Orbes de vigilancia] y comenzó a escabullirse hacia la salida.
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