LISMATUS: TRECEAVA HORA - 7
Una suave voz llama a Marx, la siente tan cercana y cálida como un recuerdo que quiere dejar atrás. Aun duerme profundamente pero sueña con un pasado donde era feliz, ahí se encontraba junto a Nora en su pequeño hogar, ella era el tipo de chica hogareña que gusta de hacer los quehaceres con una sonrisa. Marx no era el estereotipo de macho que solo se preocupa por sus cosas, a él le encantaba estar junto a su novia para estas labores, limpiar la casa, cocinar y comprar los víveres. Para Marx esto era una relación, compartir tiempo precioso con la chica que ama y desarrollarse junto a ella formando un futuro.
Tal nostálgico sueño comenzó a tornarse oscuro, pues las dudas sobre en qué falló se hicieron presentes. Él soñó despidiéndose de Nora y que a los pocos minutos de irse, ella recibía a su hermano Eric y lo recibia con brazos abiertos invitando a su cama. Tal sueño llenó de dolor el corazón herido del muchacho, los vio reírse de él mientras se envolvían en placer. Marx solo podía dar gritos ahogados de sufrimiento, pues este dolor fue inicio de su sufrimiento, una herida tan profunda que no importaba si moría, está siempre lo acompañaría.
Soñando con aquellos que lo traicionaron, mientras vilmente se burlaban del buen corazón de muchacho, tales imágenes lo sumergían lentamente en la desesperación y tristeza, revivió así el sentimiento que tuvo al encontrarlos, esa ira combinada con asco, angustia y sufrimiento. En medio de toda esa depresión sintió un peso en su espalda, alguien se apoyaba en el cubriéndole los ojos de esa cruel escena y unos cálidos dedos le limpiaban esas lágrimas.
Marx despertó sintiendo unas gotas bajar por sus mejillas, lo primero que vieron sus empañados ojos, fue el rostro triste de una chica de pelo negro. Ella quería limpiarle esas lágrimas con las yemas de sus dedos, pero solo terminaba por traspasarle el rostro. Selena tenía la mitad de su cuerpo saliendo del pecho de Marx, mordía sus labios en el interior de su boca sintiéndose impotente.
—Lo-Lo siento, Marx, yo… Yo volví a ver lo que te sucedió… He sido testigo de tu vida, sé cuánto te has esforzado por ser mejor y escapar de la sombra de tu hermano… He visto cuanto haz hecho por ella, conozco tus más sinceros sentimientos y que realmente la amabas… Tu-Tu no merecías nada de eso, ellos no tenían derecho de lastimarte de esa forma… —Las palabras de Selena sonaban compresivas.
—No te disculpes, ver la vida del otro es algo que no podemos evitar ―limpiándose las lágrimas con las muñecas―. Sabes Selena, cada día intento superarlo pero es algo muy difícil, noche tras noche había tenido estos sueños y me sentía como la peor mierda del mundo al despertar ―él se deslizó hacia atrás en la cama para quedar medio sentado―. Aunque aún me siento triste, ya no es tan duro como antes… ¿Tú intentaste consolarme en sueños, no? —Dijo Marx con un tono más tranquilo.
—Y-Yo no quería que te sigas lastimando con ese recuerdo, al ver tu vida sé que eres un buen hombre, personas como tú no merecen sufrir de esa manera, Marx. Aunque durante muchas décadas negaba ser tocada por otros, es la primera vez que he querido ser yo quien tocara a alguien ¿Es algo patético, verdad?… Ni siquiera puedo limpiar las lágrimas de alguien que me ayudó y ni siquiera puedo darle un abrazo para reconfortarlo… Todos estos años pensé tan solo mí y cómo escapar de mi desgracia, me negué a creer que existían personas buenas en este mundo. —Selena se sentía algo avergonzada por sus palabras, entró lentamente al cuerpo de Marx para esconderle ese rostro.
—La intención es lo que cuenta. Y bueno, sé que te sientes avergonzada en este momento, pero tus palabras me levantaron el ánimo. Muchas gracias, Selena. —Él tenía una pequeña sonrisa y se puso una mano al pecho cuando lo dijo.
El nuevo día comenzó normal, como lo puede ser para un joven veinteañero, que tiene el alma de una chica de más de 100 años dentro de él y tiene que sobrevivir horrores cada noche. Tan rara situación parecía ser algo normal para ellos, pero en poco tiempo alcanzaron un nivel de empatía y comprensión envidiable. Esto era porque ambos vieron la vida del otro, no se ocultaron nada y no habían mentiras de por medio. Al ver todas esas experiencias, desde las alegres y hasta las tristes, lo que encontraron en ellos fue alguien en quien pueden confiar.
Marx estaba alistando sus cosas para ir a la universidad, como había faltado el día anterior era importante que asistiera hoy. Antes de irse siempre tenía la costumbre de regar el jardín trasero, al abrir la puerta para ir ahí se topó con una extraña figura y lo dejó frío de la impresión. Como lo recuerda, Selena le dijo que al perder la vista de un humano, sus ojos no serían normales y aquí estaba la prueba más grande de ello.
El muchacho veía todo en tonos sepias, pero frente a él, cerca de un árbol en su jardín se encontraba una mujer sentada y abrazando sus piernas como intentando ocultarse. Marx pasó saliva con dificultad, se acercó lentamente a ver quién era y comenzó a escuchar murmullos.
—Es mentira, amor… Solo te amo a ti y a nadie más… Por favor no me lastimes… Nunca aceptaría a otro hombre que no seas tú… —Decía en voz baja y quebrada esa mujer mientras se balanceaba sentada.
—¿Qui-Quien es usted?… ¿E-Está bien? —Preguntaba Marx temeroso al acercarse, pudo notar que habían hematomas en la nuca de esa mujer que iban hasta su cuello.
—Espera, Marx. No la toques… Esto es de lo que quería advertirte cuando perdiste la vista. No solo los colores sea han ido, ahora puedes ver presencias de otros planos… No entiendo bien que son estos seres, pero algunos en la treceava hora pensaban en ellos como fantasmas o almas en pena. —Dijo Selena deteniéndolo antes de que Marx la sujetara del hombro.
—¿Fa-Fantasmas?… ¿Selena me estas jodiendo? Eso es imposible. —Dijo Marx algo incrédulo sobre lo que escuchó.
—¿En serio, Marx? Has visto la treceava hora, te quitaron el alma y peleaste contra monstruos… ¿Por qué te suena tan loca la idea de los fantasmas? —Le preguntó Selena con un tono irónico.
—Touché, tienes un buen punto en eso… Pero creer que cosas así existen en el mundo es una locura, sabe Dios qué más puede estar oculto por ahí ¿En todo caso porque está aquí? —Marx aún tenía dudas, rodeó a esa entidad para intentar verle el rostro que ocultaba.
—Hay muchas teorías sobre estos seres, nadie entiende bien el significado de un alma y si te das cuenta yo soy muy diferente a ella. Escuché que estos fantasmas están esparcidos por todo el mundo, siempre haciendo cosas erráticas o hablando sin sentidos. —Le explicaba Selena desde el interior del muchacho, este se agachó para mirarla de cerca y se sorprendió al hacerlo.
—No, no, no… Esto no puede ser, jo-joder, ella es… ¡Oye! —Marx desobedeció a Selena y tomó de los hombros a esa mujer, la levantó para verla cara a cara. Tenía los ojos hundidos en la oscuridad, le caía un extraño líquido negro de estos y cuando miró a Marx soltó un desgarrador grito.
Algunas imágenes comenzaron a recorrer la mente del muchacho, en esta podía ver a esa chica en la casa donde él ahora vive, había un hombre mayor a su lado y Marx lo reconoció como su tío, aquel que le dio la casa para cuidarla mientras se iba a otra ciudad por trabajo. Vio que la relación que tenían no era sana, pues su tío era alguien celoso y muchas veces agresivo con esta chica… Lo peor es que las imágenes le mostraron como su tío usó un cinturón para ahorcarla, cuando ese frágil cuerpo quedó su vida, este la enterró en un profundo hueco bajo ese árbol del jardín. Marx revivió tales escenas como si le pasaran a él, sintió el dolor de esta chica, desde los golpes que recibía por los celos de su pareja y el sentimiento de desamparo que le dejaba tales abusos.
Marx estuvo casi 2 minutos en un trance al ver lo ocurrido con esa chica, pero Selena tenía problemas pues esos sentimientos oscuros intentaban invadir a Marx. No era tan fuerte como el contacto con los demonios, ella logró evitar que entraran al cuerpo del muchacho y los expulsó dando todo su esfuerzo. Marx soltó a esa chica, esta solamente bajó la cabeza siguiendo con sus erráticas acciones y murmullos.
—Esta chica se llamaba Tatiana, fue la pareja de mi tío por algo de 5 años. En las reuniones familiares siempre estaba callada pero parecía feliz… No puedo creer que aguantara tal infierno, solo creyendo en vano que mi tío cambiaría algún día. —Dijo Marx sintiéndose enojado por lo sucedido.
—Marx, te recomiendo que no toques más a estos seres, todo el dolor y agonía de sus vidas puede terminar por volverte loco. De no estar dentro de ti, el rencor de esta chica te hubiera consumido, tal vez intentarías buscar venganza por ella… ¿Nadie en tu familia se preguntó que pasó con ella? —Selena sonaba muy seria con lo que decía y en parte estaba enojada porque Marx la desobedeció.
—A nadie le importó, mi familia no es de las unidas. Solo les importan ellos mismo, el qué dirán y por eso no suelo llevarme bien con ellos ―él se levantó caminando hacia la manguera, tras conectarla comenzó a regar el jardín―. Mi tío solo nos dijo que Tatiana lo dejó, que era una buena para nada y que estaba mejor sin ella. Luego simplemente avisó que se iría a trabajar a provincias y que para ello necesitaba que alguien cuide su casa. Cuando ocurrió mi problema, el amablemente me ofreció quedarme a vivir aquí, ahora entiendo la condición de que nunca tocara nada de su jardín. —Decía Marx regando el jardín y trataba de evitar mojar a aquella chica.
—¿Entonces que harás ahora que sabes de ella? —Preguntó Selena interesada.
—Si lo oculto me volvería su cómplice, voy informar a las autoridades cuando mi tío regrese a esta ciudad. Perderé este sitio para vivir pero él no puede quedar impune, tiene que pagar por lo que le hizo a esa pobre mujer. —Marx cerró el caño y regresó a alistarse para irse, pero no se quitaba el mal sabor de boca por el crimen que descubrió.
Aunque le era difícil Marx intentó no pensar en ello, tras terminar de alistarse se fue de aquella casa hacia su universidad. Pero el camino era difícil, los nuevos ojos del muchacho le mostraban más de esas entidades y durante su camino en bus notó varias de ellas. Todas eran diferentes y de distintos tiempos, por sus vestimentas habían llevado décadas e incluso siglos habitando tan cerca de él, Marx tenía un extraño sentimiento al conocer todo lo que ignoraba… Ponerse a pensar sobre ellos solo lo llenaba de más dudas, tal vez al final vivir en la ignorancia no era tan malo.
El transcurso del día pasó sin mayores inconvenientes, con Selena en su interior podía dejar de preocuparse de las personas a su alrededor, aquellas náuseas y ese vómito negro habían quedado en el pasado, eso fue un gran alivio para Marx.
Y de la nada llegó la noche, eran las 9 pm y nuevamente el televisor de Marx se prendió en la noticias. La reportera estaba informando sobre otros casos de asesinatos, esta vez eran 6 casas donde fueron encontrados 20 cuerpos y 9 desaparecidos, todas víctimas diferentes que no tenían nada en común y lo peor es que se incluían niños entre los que hallaron. Las cosas en la ciudad no estaban yendo para nada bien, Marx tenía la pregunta en su mente «¿Estará relacionado con La Treceava Hora?», Selena le había dicho que era posible.
«13:03:20 Ö×». La treceava hora se había vuelto a abrir para Marx, pero el muchacho tiene más problemas ahora, ahí le cuesta mucho poder ver claramente con los ojos que ahora posee. La vista de Marx profundiza mucho algunos sitios, donde miraba demasiada información comenzaba a ser percibida por él y Selena intentaba filtrarla pero el problema era Marx.
—Si sigues así no vamos a sobrevivir mucho. Te dije que pienses en ti mismo, Marx… Ayer lo lograste antes de irnos, ¿Qué sucedió? —Pregunta Selena desde su interior.
—Lo siento, Selena, pero de verdad no puedo, yo… No soy del tipo de persona que piensa egoístamente… Cada vez, cada vez que… Miro estas rocas, siento el dolor de tantas personas que sufrieron aquí… Yo no puedo dejar de sentirme mal por ellas, al igual que con Tatiana, siento tanta pena e ira por lo que les pasó… —Marx terminó cayendo pegado a la pared, intentaba cubrir sus ojos pero varias escenas pasaban por su mente.
—Maldición, Marx, no te quedes en campo abierto… Si vienen los demonios no vamos a aguantar nada —mirando alrededor notó algo ondear—. Están cerca… Marx, levántate de una buena vez y camina en línea recta hacia la derecha. —Selena tenía medio cuerpo saliendo de la espalda de Marx.
Marx no dudó ni un segundo, hizo caso a las indicaciones de su compañera y caminó cubriendo sus ojos cómo podía. Demoró unos minutos antes de que el cansancio mental lo hiciera sucumbir cerca de una barra erguida, él levantó su mirada y vio una tela verde ondear con las brisas del paraje, así se quedó bajo lo que parecía ser un asta de bandera. Al poco tiempo escuchó voces acercándose, intentó arrastrarse para esconderse pero Selena lo calmó diciéndole que estaría seguro y que no diga nada acerca de ella.
—Oye niño, no es nada bueno que estés retorciéndote en este sitio. —Una voz masculina se hizo presente, Marx levantó su rostro y a duras penas pudo distinguir a un hombre rubio hablándole.
—Está teniendo un shock por perder la vista humana, llama a Claudio rápido para que venga a ayudarlo. —Lo siguiente era una voz femenina, parecía ser de alguien con edad avanzada.
Se escuchó el sonido de una radio de corto alcance, esas personas hablaban con códigos simples de «Cambio» para terminar sus conversaciones. Al poco tiempo más personas se acercaron, era notorio por los pasos que Marx escuchaba alrededor. Repentinamente Marx sintió una tela fría sobre sus ojos, en vez de incomodarlo esto fue un alivio pues aquella molestia comenzaba a desvanecerse.
—Bueno muchacho, mi nombre es Claudio y si estás aquí es porque rechazaste tu alma intentando escapar al dolor en tu vida. ¿Cuál es tu nombre? ¿Cuánto tiempo llevas viniendo? —Preguntó una voz de hombre, sus tonos eran confiables y mostraban seguridad en lo que decían.
—Es Marx Duarte, con esta noche he venido tres veces a la treceava hora. —Respondió el muchacho sintiendo una agradable sensación en sus ojos.
—No tenemos mucho tiempo, así que te haré dos preguntas más. Son algo personales y tal vez te incomoden, pero si detecto que nos mientes te abandonaremos a tu suerte. Y créeme cuando te digo que sé reconocer una mentira… ¿Por qué motivo rechazaste tu alma? ¿Has matado a alguien en estos días? —El tono de voz era directo con sus preguntas.
Marx no sabía que estaba pasando, desconocía quienes lo interrogan y tenía dudas sobre decir algo tan personal como lo que le pasó. Desde su interior Selena le dijo que confiara en ellos, pero que era necesario que oculte el hecho de que ella estaba dentro de su cuerpo.
—Y-Yo encontré a mi novia y hermano encamándose, se burlaron de mi a mis espaldas a saber Dios cuanto tiempo… Ese es el motivo por el cual decidí rechazar mi alma, solo por intentar escapar a ese dolor. Y en cuanto a la otra pregunta, no he matado a nadie en estos días… Ni siquiera sé por qué preguntan algo tan raro. —Contestó Marx, lo siguiente que escuchó fue murmullos sobre sus respuestas y una discusión sobre si dejarlo vivir o no.
—Te creo, Marx. Ahora voy a quitarte esa tela de los ojo y debes abrirlos despacio. —Dijo Claudio retirándole la tela.
Los ojos del muchacho estaban adormilados, lentamente lo que veía fue tomando nitidez y se encontró con 8 personas en su delante. Todos lo saludaron de forma cortés, Marx devolvió el saludo y notó que su visión estaba normal.
—Gracias por ayudarme ¿Qué fue lo que me hicieron? —Preguntó el muchacho y quien se presentó como Claudio le mostró una tela negra, este hombre rondaba los 50 años, vestía con una camisa amarilla con cuadros cafés, pantalón caqui y un gorro de tela marrón.
—Son diferentes los objetos que nos trajeron aquí, algunos cuentan con habilidades muy útiles —entregándole la tela a una señora—. Este pertenece a Rita y puede limpiar parcialmente los efectos de la pérdida de sentidos… Pero como te dije no es algo permanente, te enseñaré a usar esos ojos en este poco tiempo que nos queda. —Claudio extendió su mano para ayudarlo a levantarse.
Claudio parecía ser el líder de esas personas, todas confiaban mucho en él y seguían sus indicaciones sin rechistar. Este los guió a un páramo de tierra negra lleno de rocas con símbolos dorados, en el camino le explicó a Marx quienes eran.
Todos estaban en la misma situación, se sintieron acorralados y abrumados por algún evento trágico en su vida, era tanto el dolor que intentaron suicidarse, pero sólo terminaron por acceder a la treceava hora y donde tras separarse de sus almas comenzaron a vagar día a día escapando de los monstruosos habitantes de este plano. Era muy difícil encontrar a otros, peor aún lo era más confiar en desconocidos pero según entendió Marx, Claudio fue encontrando a más personas y las ayudó si lo merecían.
—Cada uno de nosotros viene de distintas partes del mundo, la barrera del idioma era un problema al principio pero nos entendimos con inglés básico. Yo soy Venezuela, los demás vienen de países como México, España, Francia, Japón y Corea. Para encontramos ponemos una bandera color verde que indica que estamos cerca, si estamos muy alejados usamos radios de corto alcance para comunicarnos. —Le contó Claudio mientras descansaban sobre esas extrañas piedras.
—Es increíble, comenzaba a creer que solo yo recorrería este mundo lleno de monstruos. ¿Cuánto tiempo llevan viviendo así? —Preguntó el muchacho recibiendo una botella de agua de aquella señora llamada Rita, vestía una falda azul oscuro con un abrigo algo viejo y su cabello iba recogido en un moño de esos usuales de ancianitas.
—Claudio es el más antiguo, el lleva casi un año y fue quien nos reunió para sobrevivir cooperando entre todos. Yo vine aquí solo hace tres meses, los demás tienen entre de 1 a 5 meses. —Respondió amablemente la señora.
—Yo solo llevo algo de 3 días, casi muero en esas ocasiones. Pero hay algo que me tiene en duda desde hace un rato, ¿Qué significo la última pregunta que me hizo, señor Claudio? —Al decir esto los demás lo miraron de forma seria, Claudio solo suspiró y se puso delante de él.
—No todos los que llegan son personas dolidas, existen algunos criminales que terminaron aquí por escapar a sus condenas. Asesinos, ladrones, violadores, pederastas y demás enfermos… Gente como esa usa la treceava hora para cometer sus barbaridades, yo me topé con algunos antes y de ser ese tu caso —sacando una pistola negra, apuntó a Marx con ella—. No hubiera dudado en acabar con tu vida… Pero puedes estar tranquilo, como note que dijiste la verdad no te pasará nada. Tienes unos ojos tristes pero sinceros, reconozco los buenos sentimientos de alguien cuando lo veo. —La forma de hablar de Claudio cambia drásticamente, a veces parecía serio y otras muy relajado.
—Claudio, no podemos perder tiempo, enséñale a ese chico a usar sus ojos. Necesitamos más personas para solucionar el pro… Ya sabes. —Un hombre de mediana edad se acercó a Claudio, tenía la cabeza rapada con algunas cicatrices, un polo blanco y pantalón jean, daba la impresión de pertenecer a alguna pandilla.
—Es cierto, Matías. El efecto de la tela de Rita se desvanecerá pronto. Marx, síguenos, tienes que practicar como controlar eso o terminaras por volverte loco y en el peor de los casos muerto. —Claudio caminó por delante guiando a los demás, así llegaron hasta una piedra enorme.
El amable hombre le explicó lo básico, según Claudio para poder tener control sobre la información que recibían sus ojos, el muchacho tendría que relajarse y calmar su corazón. La visión de Marx estaba comenzando a distorsionarse nuevamente, Claudio tomó unas piedras del suelo para dárselas a la mano y puso al muchacho en dirección a uno de esos símbolos dorados.
—Lo bueno es que ahora que no tienes un alma, vas a poder entenderlo fácilmente. Respira y exhala despacio, relaja tu cuerpo e intenta no bloquear lo que tus ojos miran. Mientras más te desesperes y luches peor te sentirás, solo terminaras estresado y enfermo. —Le decía Claudio tras él.
—Es difícil, cada vez que abro los ojos veo las cosas que pasaron ahí… —Marx tenía la respiración algo agitada y se sentía abrumado por esas visiones.
—Solo tranquilízate y deja que esas cosas pasen —él muchacho se relajó un poco—. Mucho mejor, ahora centra tu vista en un solo punto sin forzarla. Vas a notar como que un túnel se forma alrededor del punto que fijas, ahora debes darte cuenta de que las visiones anteriores se han desvanecido. Por ultimo, lanza esas rocas que te di, lo harás quieto y después moviéndote. —Las palabras de Claudio guiaron a Marx para llegar a ese punto.
Marx se sentía más tranquilo, Claudio atinó en todo lo que él sentía y fue así que comenzó a lanzar las piedras. Las primeras 2 fallaron en su objetivo, las otras 3 se fueron acercando y las últimas 5 dieron en el blanco. Aquel joven entendió que debía hacer para utilizar esos ojos, al principio tenían muchas desventajas, pero ahora se percató de lo precisos que eran para observar algo. Tanto el cuerpo como la vista de Marx reaccionaban entre sí, lo siguiente fue lanzar las piedras mientras corría, para ello marcó como objetivos a otros de esos símbolos dorados y de 10 piedras acertó 8.
—Le tomó sólo 10 minutos acostumbrarse, ese chico parece un pez en el agua y se le nota algo contento ¿No? —Decía Rita con sus compañeros mientras miraban a Marx practicando con las piedras.
—Es bueno que sea así, hemos perdido a muchas personas. Vamos a necesitar toda la ayuda posible, pues no sabemos que está acechando por ahí. —Mencionó una mujer joven de unos 30 años, tenía grandes ojeras y el cabello algo desalineado, vestía con ropa holgada y daba la impresión de no preocuparse por su apariencia.
Marx descansó cuando se sintió más cómodo con su visión, entonces fue llamado para reunirse con el grupo. Todos tenían una expresión seria, esto causó algo de nervios en el muchacho.
—No tienes por qué poner esa cara, no has hecho nada malo. Solo queremos hablarte de algo muy importante, verás, desde hace un mes que nuestro grupo se ha ido reduciendo. Antes éramos 20 pero sin explicación alguna, poco a poco los demás fueron desapareciendo. —Comentó la señora Rita algo preocupada.
—Yo llegué aquí con mi esposo, tuvimos una pelea y terminamos separándonos cuando la treceava hora comenzó… Desde ese entonces no lo he vuelto a ver, lo último que dijo por la radio era que algo lo estaba atacando… Y que había asesinado a otros dos de nuestro grupo. —Aquella mujer con ojeras cayó al suelo llorando, sentía mucha culpa por lo ocurrido con su pareja.
—Por lo que dijo creemos que se trata de un humano, pero desconocemos los motivos por los cuales comenzó a atacarnos, sé que es mucho pedírtelo, pero queremos que nos ayudes con este problema. También será mejor para ti unirte a un grupo que estar vagando solo, pero al final es tu decisión. —Claudio sonó sincero con sus palabras.
—Si es un asesino todos estamos en problemas, no sé si pueda serles útil pero colaboraré con ustedes. —Dijo Marx trayendo algo de esperanza al grupo.
—Entonces esta dicho, esta treceava hora esta por acabar y para la siguiente te traeré un arma para que uses. Siempre que veas las banderas verdes, sabrás que estamos cerca y así podrás encontrarnos. —Mencionó Claudio extendiéndole la mano como símbolo de confianza.
—Por cierto ¿Este sitio es seguro? No he visto a esos monstruos acercarse, lo mejor sería reunirnos aquí y planear mejor las cosas. —Decía Marx viendo los símbolos dorados en los alrededores.
—Lamentablemente no es un opción, si permaneces mucho tiempo aquí tu cuerpo comienza a deteriorarse —mostrándole su brazo, tenía grietas en la piel y parecía descascararse—. Me pasó esto al quedarme tres días seguidos aquí, eso es lo máximo que cualquier persona puede soportar. Pero no te preocupes, nos defendemos bien de las criaturas con las que nos topamos —mostrándole aquella pistola negra—. Por un descuido terminé matando a mi familia en un accidente de tránsito, yo pensaba suicidarme con esta pistola pero acabé ante Fragas y acepté su trato. Las balas que salen de esta pistola pueden matar o al menos dañar seriamente a los demonios… Evito lo primero pues al matarlos terminan por infectarme con su energía, mi estado es más avanzado que el tuyo, ya que solo me queda el sentido del gusto. —Tras explicar todo ello guardó su arma, los parajes de la treceava hora estaban haciéndose transparentes.
—Será mejor que nos separemos aquí, Marx, tenemos que llegar a un lugar seguro antes de salir de la treceava hora. —Dijo Rita algo preocupada.
—Es cierto, no quisiera aparecer dentro de la casa de alguien… Entonces desde mañana estaré contando con ustedes, nos vemos. —El muchacho corrió lo más rápido que pudo, se despidió con la mano de aquellas personas que pronto conocería mejor.
La treceava hora había acabado, nuevamente Marx fue a una avenida para tomar un taxi a su hogar, pero tenía la duda del por qué Selena no le había hablado desde que se topó con el grupo de Claudio. Ya en casa se alistó rápidamente para dormir, estaba algo incómodo por su duda y fue Selena quien rompió el silencio.
—Puedo percatarme de lo que sientes, Marx. No intentaba ocultarlo… Más bien no podría hacerlo, pero quería que estuviéramos solos para sacarlo de mi pecho. Gracias por respetar mi intimidad y evitar buscar tú mismo en mis memorias. —Le dijo Selena desde su interior.
—Sabias que cerca de esas banderas verdes se encontrarían ellos ¿Ya los conociste antes? —Preguntó Marx directamente.
—A todos ellos no, solo conocí a Claudio en lo que serían unos meses atrás. Él había llegado a la treceava hora del mismo modo que a tu, intenté ayudarlo porque lo considere una buena persona… Pero llegado el momento… Yo lo traicione por mi propio bienestar, a causa de eso murieron las dos primeras personas con las cuales formó un grupo. —La voz de Selena sonaba con mucha culpa y arrepentimiento, Marx podía sentir esos sentimientos.
—Si te lo guardas solo se hará más grande ese sufrimiento, quiero saber que pasó para decirte que pienso. —Agregó Marx con confianza.
Selena le mostró directamente a su mente, los recuerdos de ese pecado que carga. Ahí vio cómo fue que Claudio y la muchacha se conocieron en los páramos de la treceava hora, ella no le tenía confianza al principio y se quedó varios días viéndolo de lejos.
Cuando lo reconoció como alguien bueno, se le acercó para compartir todo lo que sabía de ese lugar. Vio como Selena lo guiaba contándole sobre los monstruos que ahí habitan, también a Claudio poner la primera bandera verde para reunir a más personas.
—¿Por qué elegiste ese color? Hay otros que serían más vistosos y llamativos. —Preguntó Selena mientras lo miraba.
—El verde es el color de la esperanza, es más algo simbólico para demostrar que aun en este horrible sitio, late una pequeña chispa de esperanza para aquellos que quieran sobrevivir. —Respondió Claudio terminando de clavar la bandera.
En algunas ocasiones las banderas funcionaban, ciertas personas las encontraron y comenzó a formarse un pequeño grupo. Cuando los demás vieron a Selena se asustaron, era extraño ver a una chica intangible que habitaba en ese lugar.
Pero pronto las memorias comenzaron a sentirse frías y tristes, en estas Selena se encontraba haciendo guardia y esperaban la llegada de los integrantes del grupo cerca de una bandera. Ella los vio a lo lejos, al mismo tiempo que un trio de demonios escuálidos estaban saliendo de la tierra. El miedo inundo a la muchacha, ella se escondió rápidamente dentro una roca pero fue vista, así estos demonios comenzaron a golpear la roca intentando alcanzarla.
Ella pudo haberse sumergido en el suelo, ir como buceando hasta donde las otras dos personas estaban y advertirles… Pero su terror fue más grande, cuando llegaron a la bandera verde estos dos fueron divisados por los demonios, los cuales se les abalanzaron destrozándolos completamente y llevándose sus almas para torturarlas. Desde el interior de la roca Selena escuchó los gritos desesperados de ese par, intentó cubrirse los oídos mientras temblaba llorando por el miedo.
Cuando todo terminó Selena fue a ver lo ocurrido, solo encontró el sitio manchado con sangre por todas partes y trozos de un par de cuerpos hechos de polvo que se demoraban. Cuando retrocedió perpleja por lo que vio, se topó con Claudio que la miraba con un rostro de decepción.
—¿Por qué no les advertiste?… Yo te vi con los binoculares ¡Tenías el tiempo suficiente para decirles! ¡Por que los dejaste morir! —Le gritó furioso Claudio.
—Yo… Yo lo siento… Te-Tenía miedo… Lo siento… —Se arrodilló Selena llorando de impotencia.
—Decir lo siento no les devolverá la vida —tomando unas piedras del suelo, comenzó a arrojárselas—. ¡Lárgate, no quiero volver a verte! No puedo confiar en algo como tú, ¡Vete! —Le gritó Claudio furioso mientras las piedras que arrojaba atravesaban el cuerpo de la muchacha.
Marx había visto las memorias de Selena, se mantuvo en silencio mientras sentía que ella esperaba el juicio que le daría.
—Esa es la razón por la cual no quería mostrarme, de saber que estabas conmigo él te hubiera rechazado o peor aún no te habría ayudado. —Mencionó Selena.
—Selena, cometiste un error pero no era para que te tratara de esa manera. Pude sentir que tenías miedo, estabas paralizada pero aun así querías ayudarlos. Tal vez Claudio dijo todo eso por el calor del momento, el perdió a las primeras personas que encontró en esa tierra maldita… —Le dijo el muchacho mientras levantaba su mano al techo.
—Soy una cobarde, cuando la situación se pone desfavorable lo único que se hacer es desesperarme o huir… Quisiera ser un poco más como tú o Claudio, ninguno de ustedes duda en brindar ayuda a otros. —Selena estaba triste al recordar lo ocurrido.
—Selena tú te defendiste antes, no digas que eres una cobarde pues has sobrevivido más tiempo que nadie en ese horrible lugar. Todos tenemos nuestros defectos, Selena, lo que importa es que aprendamos a vivir con ellos o los superemos por algo que de verdad valga la pena. Yo te agradezco el que me contactaras, de no ser por ti hubiera muerto en varias ocasiones. —Las palabras de Marx fueron cálidas para aquella muchacha, ella solo intentó contenerse para que sus emociones no sean percibidas, pues estas la avergonzarían.
—Cuando volvamos a la treceava hora, ya no me ocultaré y le pediré perdón a Claudio nuevamente… Ya no quiero seguir cargando esta culpa, pero si pasa lo peor…
—No te preocupes por eso, si no te perdona entonces no es tan buena persona como pensábamos. Ya hemos sobrevivido antes, podemos seguir haciéndolo juntos, Selena… Bueno, creo que ya tengo mucho sueño y será mejor dormir que mañana tengo unos exámenes. —Marx se acurrucó en su cama buscando una posición ideal.
—Descansa bien, Marx, buenas noches y hasta mañana. —Selena volvió al interior de su cuerpo, del mismo modo buscaba como acomodarse.
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