Lord Diablo y las armas de la guerra - 1
La orden por parte del comandante Mörd resonó en todo el valle de Wulle, territorios pertenecientes a la familia real Bethmann-Hollweg, quienes gobernaban el Gran Reino de Tyrannt. Miles de caballos emprendieron marcha en una incesante velocidad para tratar de penetrar el fuerte por la parte occidental, con la pertinente misión de conquistar el enorme aposento que figuraba como el castillo de la familia, con el fin de cumplir la encomienda de masacrar a tanta alma como se encontrasen.
Durante la marcha, aquellos soldados que ostentaban duras armaduras y recias espadas dieron el grito de guerra, un alarido a los cuatro vientos para ser acreedores de aquel espíritu gallardo que siempre los llenaba de valentía y fuerza, esperanzados de cumplir con la expectativa de sus superiores, ser ascendidos y conseguir quizá un bono extra a su sueldo formal como combatientes. Peleaban para la familia Kissinger, una familia que ahora no eran más que su propia sombra, oscurecidos por un pasado en donde gozaron de mayor poder y renombre en cada territorio del continente Bellun.
Esta batalla era la decisiva, era la que iba a marcar el sello definitivo para los Kissinger. Sabían que después de esta no existía una segunda oportunidad, no habría un futuro prometedor. Es por ello por lo que sus esperanzas recayeron en aquel grupo de mercenarios, los Águilas Cazadores. Ellos podían lograrlo, claro que sí, tenían el poder y la capacidad de derrotar a unos grandes como lo eran los Bethmann-Hollweg. Comandados por su veterano y experto líder Mörd, a lado de Artur von Wiessmann, apodado el Elegido, nada podría salir mal.
Artur von Wiessmann era un chico joven de ascendencia noble proveniente del Reino de las Islas de Wetzlar. Su aspecto era a menudo descrito como perfecto, divino, el símbolo de cómo es que luce la belleza masculina en su máximo esplendor. Su piel estaba fina y muy bien cuidada, su divina cabellera rubia ondeaba con el viento, y esos radiantes ojos color verde eran tan vivaces como la naturaleza misma. Sin duda se trataba del héroe que en definitiva podía ponerle un fin a la racha de mala suerte a la familia por la que peleaba. Si bien, Mörd era el que daba las ordenes aquí, Artur era quien daba el combate digno como todo un campeón.
Encima de su portentoso caballo blanco masacraba a cuanto soldado enemigo que osase cruzar en su camino. Usando su enigmática espada, Arranca Almas, podía valerse de un sinnúmero de bajas por su parte. Fue el terror de muchos en el campo de batalla, incluso los de su propio bando le temían tanto que intentaban no estorbarle. Por eso mismo y mucho más, los servicios de esta banda mercenaria no fueron nada baratos; «barato» era una palabra cuya definición era demasiado distante para el verdadero valor de lo que los Kissinger tuvieron que pagar. Se trataba del todo o nada. ¿Podría ser esta por fin la batalla en donde podían darle la vuelta al asunto? Quizás. El plan del comandante Mörd iba yendo de maravilla, contando con un número muy mínimo de errores, pocos como para ver la derrota al final de día.
Eso sí, la defensiva por parte de las fuerzas locales no fueron algo fácil de vencer. Conforme los Águilas Cazadores siguieron acercándose cada vez más al fuerte que protegía y rodeada al castillo, más complicado se fue volviendo la misión.
Las líneas defensivas eran en creces más fuertes que los debiluchos que pelearon en la primera línea. Tipos acorazados hasta donde no llegaba el sol aguardaron en la línea media, así como en la retaguardia, mientras que en lo alto de la guarnición reposaban cañones listos para ser disparados, al igual que cientos de ballesteros, preparados para disparar toda una lluvia de flechas que seguro iban a menguar las fuerzas invasoras.
No por ello los Águilas Cazadores cesaron. Al contrario, se armaron de mucho más coraje y trataron de penetrar los soldados acorazados a como diera lugar. Aún quedaban gran parte de la banda mercenaria, las pérdidas aún no eran muchas, todavía contaban con la posibilidad de ganar esta batalla.
No obstante, cuando se llegó el momento de la verdad todos trataron de aniquilar o superar a los de la línea media, pero solo poco más de la mitad pudieron jactarse de lograr tal hazaña. La armadura de aquellos mastodontes soldados de casi dos metros era demasiado dura como para provocarles un rasguño, por lo que algunos de los Águilas Cazadores terminaron por ser partidos a la mitad gracias a las grandes hachas que estos poseían. Sin embargo, a coste de una gran defensa eran lentos, por lo que muchos mercenarios pudieron rebasar la enorme muralla humana que estos corpulentos tipos conformaron. No obstante, atravesarlos no representaba el final, pues era en la retaguardia donde estaba la parte más complicada.
Los soldados que lograron superar la anterior línea tuvieron que verse primero con potentes tiros de cañón, capaz de matar no solo al jinete sino también a los caballos. Fueron pocos disparos, pero dejaron una importante pérdida de unidades. Aun así, como siempre, los que quedaron con vida siguieron avanzando.
Sabían que serían recibidos por una línea de acorazados más, sumado a las flechas de las ballestas, pero para ello existía una contramedida. Antes de enfrentarse con la retaguardia, el comandante Mörd disparó al aire una bengala color verde, dando señal a la exitosa tarea de acercarse a la entrada del fuerte. Desde muy atrás, desde la colina donde descendieron los mercenarios, se encontraban un puñado de individuos custodiando la catapulta que tenían preparada. Al ver la señal, rápido se dieron a la tarea de que los cálculos para lanzar el proyectil fuesen acordes a como el matemático y físico del grupo calculó. Una vez se dieron cuenta de que todo estaba en correcto orden, accionaron la catapulta, la cual soltó a una gran velocidad aquella enorme roca en dirección hacia el castillo. Oraron por no haberse equivocado y provocar un severo error.
Afortunadamente, no fue así. Sin que se pudiera hacer mucho, los acorazados que intentaron defender la entrada del fuerte tuvieron que retirarse para no ser aplastados por el gigantesco proyectil, mientras que lo valientes que decidieron no moverse de lugar sufrieron un cruel final. Además, el proyectil no solo provocó la retirada de estas tropas, sino que la entrada fue destruida, dándole paso a los mercenarios. ¿Las ballestas? Con simples escudos pudieron detener la lluvia de saetas.
El verdadero festival sangriento dio comienzo. Una vez los mercenarios lograron entrar con éxito al fuerte, masacraron a los pobres soldados que en un principio creyeron que sus enemigos no tendrían éxito alguno. Trataron de defenderse, pero no fueron nada ante la ferocidad y gallardía de la fuerza mercenaria. Las grandes habilidades del comandante Mörd, Artur von Weissmann y los otros cientos de guerreros más fueron la clave para poder avanzar con éxito para que el último peldaño fuese el castillo donde residía la temida y poderosa familia real.
Ya no tenían nada que se los impidiese, ya no había tropas acorazadas, ya no había ballestas, ni cañones. Ya no había ningún bloqueo más que los interpusiera entre su objetivo final y ellos, con excepción… del arma secreta de la familia.
Justo momentos antes de salir del fuerte e ir en dirección hacia el castillo, un enorme obstáculo volador aterrizó de repente frente a ellos, bloqueándoles todo paso. Todos se quedaron quietos de inmediato, nadie avanzó. El miedo y la desesperación llegaron tan pronto como aquella enorme criatura lo hizo. Su cuerpo ocupada gran parte del interior del fuerte, su largo hocico expelía vapor, sus escamas carmesís daban la impresión de ser en mayor medida más duras que las armaduras de los mastodontes de antes. Su mirada, ciertamente cautivadora pero imponente, hizo que casi todos, sino es que todas y cada una de las almas ahí presentes, sintieran el fin de todo.
—¡¡¡A la carga!!! —gritó el comandante Mörd a todo pulmón extendiendo la última vocal, apuntando con su espada hacia el dragón que tenían a su proximidad. Él y su caballo emprendieron marcha.
Por otra parte, la gran mayoría de sus hombres estuvieron dudosos por un rato muy breve, mientras que otros huyeron sin pensárselo ni un segundo. Solo contados se atrevieron a enfrentarse a semejante ser milenario.
Este fue el verdadero festival sangriento, en donde el dragón fue el anfitrión y los mercenarios fueron sus desafortunados invitados. Emprendiendo vuelo a una corta distancia sobre el suelo, el colosal dejó muy en claro el por qué nunca se le debía de plantar cara como si fuera un mero mortal más. Expeliendo de su boca un torrente ígneo tan devastador como el calor del sol a una distancia mortal, el dragón cubrió a la banda de mercenarios invasores en aquel letal baño de fuego. Sin importar si huyeron o no, todos terminaron por ser calcinados hasta no dejar cadáver. Nadie pudo huir de semejante castigo nivel divino, los caballos no eran lo suficientemente veloces para escapar de una muerte tan segura como aquella. El terrible y doloroso final que tuvieron hizo que todos sus esfuerzos se convirtieran en vano.
Al final de este día, solo uno de los que participaron en este operativo sobrevivió. Los demás… pasaron al descanso eterno.
Comments for chapter "1"
QUE TE PARECIÓ?
Genial primer capitulo. Buena la batalla y la aparición final del dragón fue épica. Excelente narración que me ayudó a imaginarme los eventos on claridad.
Está muy buena la narración, me gustan las guerras y masacres :v
asumare. quien hace la portada ?
Una ilustradora