Lord Diablo y las armas de la guerra - 6
Después de la pequeña batalla contra Khan el Overlord, tocaba cenar e irse a la cama. Sin duda había sido todo un día, primero contando con el juicio, para después conocer y enfrentar a tan curioso guardián personal, para último cenar junto con la mismísima princesa del reino que Sabbath tuvo como enemigo en un principio.
Se encontraban en la enorme mesa real, tan enorme era que podían sentarse alrededor de veinte personas simultáneamente. Sin embargo, en esta ocasión estaban solo ellos dos. El apetito de Eleonora no era mucho, mientras que Sabbath aprovechaba la ocasión con una porción un tanto grande.
—Te gusta comer —dijo la princesa, sin quitarle la mirada. Era como si mirara a un tierno cachorrito.
Sabbath no contestó, solo se dedicó a masticar. El tipo no tenía modales, hasta se chupaba los dedos.
—¿Está rica la comida?
—Como mucho por todas las veces que pasé hambre cuando niño —dijo el mercenario, en respuesta a la primera oración.
—¿En serio? Debiste pasarla muy mal.
—»Mal» es un término que se quedaría corto.
—Me gustaría saber sobre tu pasado, claro, si es que se puede —Eleonora acercó un poco su rostro.
Sabbath desvió la mirada. Hacía tan solo dos días desde que les contó un poco de su pasado a dos desconocidos, Sir Tibère y su nieta Marcellette, ¿qué diferencia había con contárselo a la persona que lo trató mejor desde que empezó a ser correteado por las tropas de Tyrannt? Pues sí que había diferencia. Nadie se lo pidió y a pesar de no entrar en detalles, fue él mismo quien decidió contar la parte de haber nacido en una familia muy pobre y algo numerosa. En cambio, el que se lo pidieran directamente cambiaba la cosa de forma radical de alguna manera.
—No… No me gusta relatar mi pasado —contestó, evitando la mirada de la chica.
La Princesa Eleonora volvió a la distancia original.
—No te preocupes, tampoco quisiera incómodarte —respondió ella, sonriendo.
—Aun así… —Se apresuró a decir el muchacho, girando su cabeza para hacer contacto visual—. Aun así puedo decir que no fueron todos buenos momentos. Fue una vida muy dura que nunca podré olvidar.
—Me imagino. Por lo general, los mercenarios tienen una vida muy difícil que los condujo a tener un oficio como ese. Tal parece que tú no eres una excepción.
—Supongo que no… —Nuevamente, Sabbath se enfocó en seguir comiendo.
—Aunque me perturba un poco que muchos sean tan jóvenes. Hoy en el juicio dijiste que tenías veinte años, eso me sorprendió eres tan solo un año menor que yo. Es terrible que la necesidad abunde en todo el continente, la gente no debería de sacrificar su vida para ganarse la vida, ojalá hubiera paz y así no tendríamos que recurrir a la guerra.
—Es culpa de los ricos el que los pobres tengamos que luchar.
—Lo sé. Si yo fuera la mandataria de esta nación, juraría desistir de todo conflicto innecesario. Así ya no habría más muertes y pérdidas que no hacen más que manchar los campos de sangre y traer desgracias a nuestros hogares.
—Lo peor es que yo no era el más joven de todos. Dentro de los Águilas Cazadores había más chicos, creo recordar que el menor de todos tenía catorce años.
—¿Catorce?…
—Sí. Su nombre era Pino, era el hijo ilegítimo de un duque en Florentina. Fue rechazado cuando pidió ser reconocido, por lo que vagó solo durante mucho tiempo hasta que lo recogimos y lo mantuvimos bajo nuestro tutelaje. Era un gran chico, tenía muchos sueños y aspiraciones; él jamás fue una mala persona, siempre fue bondadoso con todos. Personas como él son quienes menos se merecían la muerte, pero tristemente nadie está exento.
Sabbath bebió de su agua mineral y dejó que el silencio reinase por un largo momento. Lo único que pudo escucharse durante ese periodo, fueron los sonidos metálicos de los cubiertos, así como la comida siendo masticada y alguna que otra cosa como un leve tosido.
—¿Está bien si la llamo «Princesa Eleonora»? —preguntó Sabbath.
—Adelante, no tengo ningún problema.
—Princesa Eleonora, quisiera saber por qué su hermano no está cenando con nosotros.
—Ah, puede ser por varias razones. Las más comunes son: está ocupado, no tiene hambre, no le interesa, o le gusta comer sin compañía. La verdad es que él no es mucho de pasarla en familia, no al menos desde la muerte de nuestro padre.
—¿Y qué pasó con su madre? ¿O acaso no tienen más familiares?
—Nuestra madre sigue viva, solo que está un poco delicada de salud y no se le permite salir mucho tiempo de su cuarto; se la vive reposada casi todo el tiempo. Pobre de mi madre, hace días que no la veo.
—¿Ella dónde está?
—Aquí, en el castillo. Su habitación está en uno de los pisos superiores. Y otros familiares sí que tenemos, pero son de parentesco lejano, a ellos casi nunca los vemos. ¿Por qué la curiosidad?
—Porque nunca he estado acostumbrado a comer tan solo. En la hermandad éramos cientos de hombres, casi miles. Siempre que almorzábamos teníamos a mínimo seis o siete personas a nuestro alrededor con las cuales conversar. Era siempre agradable estar con ellos, nunca me cansaba de sus chistes malos o de sus anécdotas graciosas. Me enseñaron todo, desde conocimientos básicos como avanzados, todo lo que tuviera que ver con el combate.
Un rostro irradiante de vida se reflejaba en Sabbath conforme relataba aquello. Eleonora lo escuchó atenta con una sonrisa en su rostro.
—¿Los extrañas?
—Muchísimo.
—¿Qué más recuerdas de ellos?
—Recuerdo muchos momentos, tanto los buenos como los malos. Miembros iban y venían, por lo que solo me aprendí los nombres y rostros de una minoría, sobre todo el de los veteranos y el de los que llegué a considerar como mis amigos más cercanos. Estuve con ellos desde que tenía quince años, y con seguridad puedo decir que fue una época bastante entrañable. De ellos recibí el apodo de el Cuervo; muchos se refirieron a mí de esa forma.
—El Cuervo…
—Pero ahora ya no están, yo soy el único que queda, por lo que mi deber es seguir peleando cuanta adversidad se avecine en su nombre, honor y legado. Ellos serán el viento que me guiará de ahora en adelante, ellos serán la luz que borrará toda oscuridad, ellos serán el fuego que pueda ayudarme a superar las más frías de las temperaturas. Los Águilas Cazadores seguirán deambulando, porque yo sigo aquí, representándolos. Pero aun así… los seguiré extrañando.
La felicidad del muchacho se esfumó tan pronto como vino.
—Por cierto —repuso el joven—, he notado que usted es bastante cercana a los soldados de su ejército.
—Así es. Desde chica casi siempre ha sido así, sobre todo cuando empecé a dedicarme a entrenar con mi espada, la reliquia de la familia la cual ha pasado por generaciones: la Gewehr.
Sabbath recordó la espada que vio en su cadera esa noche cuando arribó al reino.
—Antes de mí, muchos antepasados la usaron en nombre de esta familia, así que tiene todo un legado que la respalda. Yo la heredé de mi padre, por lo que espero usar esa arma con el respeto y maestría que se merece. Mi hermano es más a la política de lo que yo soy para el combate, pero la verdad es que jamás he salido a pelear en una verdadera batalla.
—¿Y le gustaría?
—Digamos que… sí. Hay una razón por la que nunca he salido a combatir, pero la verdad es que no estaría mal demostrar mis verdaderas capacidades en una batalla de verdad, demostrar mi fuerza, mi capacidad y mi habilidad como una mujer guerrera. Las personas de la nobleza casi nunca pelean, sobre todo las mujeres, pero a mí me gustaría hacerlo para romper cánones y mostrarle al mundo mi fortaleza.
—Es sin dudas una princesa sin igual.
—Gracias por las palabras, pero no creo que sea la única. Una vez escuché el relato de un príncipe cuyo reino fue invadido por el enemigo, se dispuso a salir en una aventura llena de peligro para juntar aliados y recuperar lo que era suyo.
—Es la primera vez que escucho algo así.
—¿Qué? Debes de estar bromeando.
—Para nada, jamás en mi vida supe de tal historia sino hasta ahora. Aunque admito que estoy interesado, ¿cómo va?
—Es muy larga y tampoco te quiero contar el final.
—Aaah, vamos, solo una pista de cómo termina, ¿hay tragedia?
—Lo siento, tendrás que buscarla por tu cuenta —Eleonora bebió un poco de su vino, sonriendo en el acto.
—No me gusta cuando me dejan con la duda… Bien, si no me va a decir entonces tendré que buscar esa historia.
—Buena suerte, a mí me la contó un viejo que decía venir de otro continente.
—¿Y dónde está ahora?
—Falleció.
—Maldición…
—Ja, ja, ja.
Los dos le dieron un trago a sus respectivas bebidas.
—Pero hablando de su hermano, todavía me parece raro que él haya sido mi juez. ¿Qué acaso no tienen otras personas que cumplan con ese trabajo? ¿O acaso Su Majestad tiene una carrera en Licenciatura en Derecho?
—Contestando la primera pregunta… Sí, tenemos jueces por supuesto, pero la razón por la que él, mi hermano, se encargó de tu caso, se debe a que él decide tomar el cargo en los juicios más relevantes. A pesar de que solo te vio como un mercenario más de los tantos que nos atacaron, incluso cuando no cree que hayas sobrevivido al ataque del dragón, la verdad es que el hecho de que tu delito sea haber participado en el asedio y atacarnos es suficiente para que decida impartir «justicia»; los delitos que él considera como «menores» o «de menor relevancia» se los deja a otros.
—Vaya, no sé si sea presumible que el mandatario de una nación haya sido mi juez.
—Y sobre tu otra pregunta… Sí, mi hermano es egresado en la carrera de Derecho; se graduó hace poco más de diez años. Sin importar lo que creas de él, debes de tomar en cuenta que es una persona bastante inteligente, es solo que…
—Su orgullo lo ciega.
—Exacto. Mi hermano es bastante orgulloso, tanto que sospecho que podría ser la representación física sin problemas.
—¿Tanto que podría ser la definición de la palabra en los diccionarios?
—¡Sí, ja, ja, ja! ¡Exactamente eso! —Eleonora se colocó una mano en su boca para no reír demasiado fuerte. Poco a poco, cualquier rastro de felicidad en su mirada se fue esfumando—. Y eso es algo de lo que tengo mucho miedo. Él quiere aplastar a nuestros enemigos, quiere verlos a todos muertos, quiere posarse sobre una montaña de cadáveres. El que hayas sobrevivido a nuestro dragón no hizo más que herirlo en su orgullo, no cree ni un poco que hayas salido con vida de un ataque como ese.
—Yo digo que es una reacción natural. Si estuviera en su lugar, con una gran presión en mis hombros y una tarea tan importante como lo es el manejar un reino con tantos enemigos, tampoco creería que un simple mercenario pudo haber vivido para contarlo así de la nada. Estaría consumido por la desesperación que incluso la oportunidad de valerme de alguien tan valioso podría ser invisible ante mí, justo como lo que pasa con su hermano, princesa.
—Pero en ese caso ya no serías alguien «simple», sino que tal vez puedas ser mucho más especial de lo que te imaginas. Sabbath, dime, ¿de verdad tienes inmunidad a los dragones?…
—No, de lo contrario no tendría esta cicatriz —Sabbath se palpó el ojo que tenía dicha marca—. Cualquier cosa lo terminaremos por averiguar cuando se llegue el día de la prueba. De momento, no tengo nada más que añadir; lo que dije en el juicio al canciller fue todo.
—Entiendo… —Eleonora meneaba su copa de cristal, sin dejar de ver la poca cantidad de bebida que le quedaba con una mirada inexpresiva. De un trago se lo terminó bebiendo—. Ya estoy por terminar mis estudios.
—¿Estudios?
—Sí. Como dije, mi hermano es más a la política lo que yo a la batalla, por lo que mientras él estudió algo relativamente relacionado… yo empecé a estudiar una carrera militar. Me falta poco para concluir y por fin graduarme.
—No tenía idea de que su mente estuviera tan militarizada como para estudiar una carrera al respecto. Pero si desea acabar con la guerra, ¿por qué estudió algo como eso?
—Sabbath, aunque lo desee no significa que mágicamente lo podré lograr con palabritas. Imaginemos que asciendo al poder y que mando un mensaje a todo el mundo apelando por la paz, «dejemos de pelear y llevémonos bien», sé que será inútil. Claro que lo intentaré, pero siendo realistas ningún mensaje así podrá cambiar algo de la noche a la mañana; es probable, pero no hay garantía. El daño que han hecho nuestros antepasados ya está hecho, la gente seguirá odiándonos, por lo que seguiremos teniendo enemigos hasta que esta familia desaparezca. Estudié una carrera como alternativa, aunque tengo el presentimiento de que no será un camino secundario sino el principal. Ojalá nunca llegue a ser reina, me da la sensación de que haré un desastre.
—Nobles y plebeyos siempre buscan el poder, pero usted parece ser todo lo contrario. Tiene miedo de ascender y que todo mundo ponga sus ojos en usted, que vean cada uno de sus movimientos buscando el momento perfecto para atacar, ¿no es así?
—Exactamente. Justo ahora, como princesa, no capto la atención de casi nadie, pero cuando el día en que me vuelva reina llegue estaré en boca de muchos, siendo el centro de atención de posibles enemigos. Algunos esperarán cosas de mí que quizás no pueda entregar, otros me verán como un eslabón bastante débil y tratarán de borrarme del mapa. Por eso mismo siento que el haber estudiado no será suficiente, la verdad es que te envidio, Sabbath.
—¿Por qué?
—Porque hace rato me dijiste que tus compañeros mercenarios te enseñaron de todo, desde lo básico hasta lo avanzado, todo lo que tuviera que ver con lo bélico. Me atrevo a decir que fueron enseñanzas por lo menos informales, pero que al menos las pusiste en práctica en cada batalla en la que participaste.
—Entiendo por donde va la cosa. En su caso fueron enseñanzas formales por parte de maestros expertos que tienen mucho conocimiento, pudiendo además leer cientos de libros donde se detalle información dejaba por autores que, a pesar de haber fallecido, sus obras aún permiten ser pasadas por generaciones. Es cierto cuando dijo que en mi caso fue de lo más informal, no lo voy a negar; pero que en efecto, ponerlo en práctica y adquirir experiencia legítima en el campo de batalla ha sido la verdadera retribución. Usted tiene lo mejor de lo teórico, pero como nunca ha participado en una batalla, es decir que no tiene nada de lo práctico, entonces esos conocimientos están siendo desperdiciados.
—Exacto… Es exactamente lo que estaba tratando de decir. No dejas de impresionarme, Sabbath.
Una extraña mezcla de felicidad y melancolía estaban presentes en el rostro de la princesa.
—Lo que sucede es que mi hermano es quien me prohíbe salir a combatir.
—¿Usted cree que es… por su sexo?
—Lo he pensado durante un tiempo, pero yo creo que no es por eso, no siento que no se trate de porque sea una mujer. Incluso si yo fuera un varón, él de todas formas me prohibiría combatir, ya que teme perderme, es todo. Tal vez casi no se note, pero mi hermano me tiene el afecto suficiente como para protegerme y evitar a toda costa que yo salga a luchar. Él dice que lo mejor sea que yo comande, pero… ahmmm… —Eleonora se tapó la boca con su puño—. ¡Ajem, ajem, es una tontería, ajem, ajem!
—¿Hm? —Sabbath levantó una ceja, confundido.
—Lo que quiero decir es que, si las personas que están en los rangos más altos tuvieron que empezar desde lo más bajo, ¿por qué yo tendría directamente que comandar? ¿Es por qué soy la princesa? Necesito lo práctico y muchos años de experiencia para poder tomar el mando de miles de vidas humanas. Nuestros soldados son personas, hombres de familia y amigos, no son números ni tampoco sacrificios. Y si nos queremos poner fríos también podemos decir que no son ilimitados, sino lo contrario, estamos cada vez más escasos de recursos humanos.
—Entonces tiene consideración por sus hombres.
—Por supuesto que sí —Casi que exclamó la princesa—. Hay cosas que necesito tantear antes de comandar: los terrenos, el clima, el viento, el armamento, estrategias de ofensiva, de retirada, de defensa, de flanco, los posicionamientos… Todo eso ya lo estudié durante cuatro largos años, pero si no lo vivo en carne y hueso bajo mi propia experiencia entonces no tendría sentido alguno para mí que de repente empiece a dar órdenes. No quiero cometer errores, es solo eso…
Eleonora cerró su puño y lo miró con furia. Sabbath entendió que era la pasión por ayudar la llama que la motivaba a hacer algo por el futuro de la nación. Jamás había conocido a una persona de ese calibre, alguien que veía con buenos ojos a todas las personas que luchaban con su vida y la daban para poder tener un ápice de esperanza en donde se levantarían victoriosos. La mirada de la princesa era algo que pocas veces se lograba ver, sobre todo en mujeres que se desempeñaban en lo bélico, pero que ciertamente daban la impresión de que eran personas con el hambre de triunfar.
—Ah, mira la hora que es —Eleonora cambió de pronto a su típico humor tranquilo, justo cuando miró el reloj en el comedor—. Creo que es hora de irnos a dormir, Sabbath.
Terminaron de cenar, yendo a dormir. El cuarto de Eleonora quedaba directamente en el piso superior, mientras que el edificio donde dormían los soldados de bajo rango quedaba a veinticinco metros distanciado al sur del castillo, por lo que Sabbath tuvo que hacer una caminata para llegar hasta allá. A pesar de ello no le molestaba, pues servía para tomar el aire fresco de la noche, admirar el cielo estrellado y pasear para que la comida se bajara. Aunque claro, tuvo que ser escoltado por varios soldados para evitar controversias.
Una vez llegó a su cuarto exclusivo, se sentó al borde de su cama.
—En dos días se hará la prueba para ver si poseo inmunidad… ¿Qué pasara después de eso? ¿Y si la inmunidad no llega a funcionar por alguna razón? ¡Mierda! —Apretó su puño.
Poco después de haber proferido aquella última palabra, escuchó que tocaron la puerta.
—¿Sr. Sabbath? ¿Todo bien? —Era Cassita.
—Sí, todo bien por aquí, ¿pasa algo?
—No, nada, es que pasaba por aquí y lo escuché gritar. Pensé que ocurrió algo.
—No es nada, todo está bien por aquí, no te preocupes.
—Entendido… ¿puedo entrar?
—Ah… Sí, adelante.
Cassita abrió la puerta, entrando al cuarto pero con una postura y una cara como si la hubieran regañado.
—¿Qué pasa? —preguntó el mercenario, consternado.
Pronto se dio cuenta de que había algo pequeño y de color en las tiernas manos de la mucama.
—¿Un pájaro?
—Lo encontré mientras lavaba los uniformes de los cadetes en el patio trasero… Está herido, tiene lastimada una ala.
—¿Por qué no lo llevas con un veterinario?
—No conozco a ninguno. Además lo traigo con usted porque en teoría no se aceptan animales dentro de este edificio.
—Entonces llévalo a otra parte, puedes meternos en problemas a los dos.
—Es que pensé que usted podía tener cierta clase de excepción, con eso de que tiene comidas especiales y está siempre con Su Alteza.
—Aun si yo tuviera un permiso como tener una mascota, nada quita que está herido y que yo no puedo hacer algo al respecto.
—Hmmm…—La mucama casi que ignoró las palabras del chico, mirando con suma tristeza al pobre animalito.
—Cassita…
—Está bien, lo entiendo, veré qué puedo hacer con él —dijo, procediendo a retirarse. En su rostro se le notaba lo triste que estaba.
—Espera —Se apresuró a decir el mercenario.
—¿Sí? —Cassita volteó de inmediato.
—No te olvides de cerrar la puerta cuando salgas.
—Qué grosero, jugó con mis ilusiones.
—¿De verdad esperas que haga al respecto? No soy ningún profesional, no puedo hacer mucho… No, espera, creo que tengo algo.
El mercenario abrió un cajón de los varios muebles que había en el cuarto. Sacó algo de vendas de lo que parecía ser un kit de primeros auxilios. Tomó un poco y lo envolvió en la ala rota del ave.
—Está lejos de ser un buen remedio pero me temo que es todo lo que puedo hacer.
—¡Gracias, Sr. Sabbath! Sabía que no podía ser una mala persona. Me encargaré de llevar a este animalito a un lugar donde lo puedan atender. ¡Nos vemos mañana! ¡Buenas noches!
Sabbath suspiró. Una vez la muchacha ya se encontraba afuera en el pasillo, fue cuando el mercenario se acostó en su cama y poco a poco sus parpados se tornaron pesados hasta que ya no pudo más. Sabbath cayó profundamente dormido.
Aun así, se vio sumido dentro de un sueño que consideraría bastante extraño. Aquella noche soñaría con un pueblo, uno el cual desconocía en su totalidad, nunca había pisado antes ahí. El lugar estaba prendido en llamas, había fuego por todas partes, el lugar se destruía y la gente huía despavorida. ¿El responsable? Un joven dragón carmesí.
Sumado a esa visión, una extraña voz femenina sonó en su cabeza.
«Muy pronto nos volveremos a ver… viejo enemigo. Me vengaré, te juro que me vengaré»
Comments for chapter "6"
QUE TE PARECIÓ?
Buen cap! me gustó la charla, fue muy informativa y sirvió para conocer mejor a los pjs. Cassita me parece tan tierna :3 jaja xD es un pj secundario pero no se porque me alegro tanto cuando aparece jajaja. Espero la siguiente actualización!