Mi novia es una súcubo - 7
Hoy era un día típico, como cualquier otro, o al menos así lo pensé hasta que sucedieron… varias cosas. Cosas que uno nunca hubiese pensado que eran posibles, pero heme aquí, tratando de reflexionar con lo ocurrido.
Me había bajado del transporte público, compré mi glorioso refresco favorito y desde ahí me dirigí hacia mi hogar. Estaba a varias cuadras, no me tomaba mucho tiempo, pero con el cansancio de la universidad a veces sentía el camino un poco más largo de lo normal.
Dentro de mi mente solo pensaba en las cosas que tenía que entregar para este fin de semana, varios trabajos se me habían acumulado; no voy a mentir y decir que era de los estudiantes más aplicados de mi salón. En realidad me consideraba como alguien muy flojo, sin las ganas para realizar muchas de las actividades. A la hora de escoger mi actual carrera, ni siquiera fue mi primera opción, más bien fue escogida al azar. Debido a ciertas causas de fuerza mayor me fui incapaz de estudiar lo que originalmente elegí, por lo que me inscribí a diseño gráfico meramente para tener algo por lo qué estudiar, y aunque me agrada, tampoco era mi entera pasión.
Realmente no tenía pensado muy bien mi futuro…
—Hala…
A la mitad de mi recorrido, noté algo en el suelo que llamó mi total atención. Al principio no le hallé forma, me parecía una figura extraña, por lo que me puse de cuclillas para analizarlo de cerca. No lo toqué, pero la textura parecía ser pelaje, además de que lucía claramente quemado. Noté en un extremo la forma de una cola, luego pude identificar las patas y por último, la boca… Era un gato.
A orillas de la calle, faltando la mitad para llegar a mi hogar, me había encontrado con el cuerpo calcinado de un gato…
Volteé a mi alrededor y no vi gente, la calle estaba sola por completo, yo era la única alma rondando. Viendo el gato otra vez, no se veía completamente desfigurado ni tampoco estaba en un estado de descomposición avanzado, pero vamos, tan solo tener la escena en sí de un animalito en esta manera era inquietante. No sé ni las circunstancias, motivos o contexto que envuelve este caso, pero de verdad que lo lamento por este gato. Pude hacer un buen acto, pude tomar el cuerpo y enterrarlo, pero me decanté por no hacerlo. No sé, no quería tocarlo del todo, me daba algo de pena.
Me puse de pie y decidí reanudar mi camino. Sin embargo, antes de dar la última vuelta a la esquina para llegar, descubrí el cuerpo de otro gato en el mismo estado que el anterior. La única diferencia entre ambos era el color de pelaje: el primero era café claro, mientras que este era blanco. ¿Qué mierda pasó? ¿Habrá algún desquiciado detrás de esto? ¿Será que hubo un accidente del que no me di cuenta que provocara esto? Ni puta idea, pero el haber visto a dos gatos de esta forma con minutos de diferencia no me pintaba algo bueno.
Maldición, qué horripilante caso, solo esperaba que no hayan más así.
Finalmente llegué a mi hogar. Mis padres trabajaban y llegaban hasta la noche, mientras que mi hermana seguro se encontraba en su habitación. Tenía mi propia copia de las llaves, podía entrar y salir cuando quisiese, aunque no es como si tuviera motivos para hacerlo de todas formas. En lugar de subir a mi cuarto de inmediato, decidí alternar mi ruta. Fui hasta la cocina, abrí el refrigerador y me comí un pedazo de pastel que estaba guardado. Pastel de tres leches cabía agregar.
Mi mente no dejaba de proyectarme las imágenes de esos dos gatitos. Cuando me bajé del transporte público solo venía pensando en todas las tareas que tenía que hacer, pero ahora ni eso me hace olvidarme de tan perturbadora escena. Era algo simplemente inhumano, aunque en un mundo como este, o mejor dicho en un país como este, la gente estúpida siempre existía en abundancia. Salté a la conclusión de que pudo haber sido causado por alguien porque… lamentablemente no puedo pensar en otra razón. Es decir, quisiera decir que fue algún accidente, pero reitero que la humanidad es capaz de hacer tanto daño, incluso sin motivaciones del todo.
De repente, mientras seguía pensando en aquello, un fuerte sonido me distrajo de mis pensamientos. Provino del segundo piso, aunque no estaba seguro específicamente de que habitación. Dejé el pedazo de pastel que todavía me restaba en la barra y subí las escaleras. No tenía la más mínima idea de que habrá pasado, creo que ni siquiera me gustaría saber.
Llegué arriba, entré primero a mi cuarto, pero no pude hallar algo, nada visual ni explícito que me dijese que algo aquí se cayó. Me fui al cuarto de mis padres, pero tampoco, nada de nada. Quedaba tanto el cuarto de mi hermana y el baño, pero no quería entrar al primero así que continué con el segundo; al entrar me percaté de lo que posiblemente pudo haber sido lo que causó el sonido: ¡las botellas de champú estaban en el suelo! Estaban tiradas por alguna razón, cuando siempre se dejaban en el borde de la ventana. Hablando de la ventana: estaba abierta… ¡La ventana del baño estaba abierta! Por lo regular se dejaba cerrada ya que nos bañamos en la noche y no dejamos que entre el frío, pero estaba abierta por alguna razón.
Quizás solo lo estoy sobre pensando, quizás alguien de mi familia la abrió porque debió de haber sentido calor y quiso que entrase el aire fresco. Las botellas de champú en el suelo pudieron haber sido por el viento, empujándolas, después de todo no les quedaba mucho contenido, tornándolas algo ligeras. Además, el baño estaba en el segundo piso, es imposible que alguien pudiera escalar tan alto. Y por si no fuera poco, la ventana era de un tamaño pequeño, solo un niño muy pequeño era posible entrar por ahí. No creo que un niño haya tenido la destreza de escalar y colarse hasta aquí.
Bajé las escaleras y regresé a la cocina. Tenía pensado comerme lo que me quedaba del pastel de tres leches, era tremendamente delicioso como para no acabármelo. Es más, mi apetito era tanto que tenía las ganas de tomar otro pedazo, digo no he comido otra cosa y la verdad es que pocas eran las ganas que tenía de hacerme algo. Sí, me parece que eso es lo que voy a hacer, voy a comerme todo el pastel que queda.
—Ah…
O eso fue lo que quise hacer. El pastel que me estaba comiendo desapareció, solo quedaba el plato y el tenedor. Mi pastel de tres leches… desaparecido. ¿O acaso se hizo invisible? No, no sentía nada más que aire por donde se supone que debía de estar. ¿Qué… Qué diablos pasó aquí? ¿Acaso había una explicación lógica para esto? Lo de la ventana lo tuvo, ¡¿pero esto?! ¡¿Qué acaso el viento también fue el culpable?! Abrí el refrigerador, pero donde se suponía que debía estar lo que restaba del pastel… también desapareció.
Bizarro… en el sentido anglosajón de la palabra.
Ahora mi teoría de un niño podría tener más sentido. Aun así, tampoco es como si realmente fuese lógico, ya que no encontré razones para que estas cosas pasen.
—No deberías de adentrarte a lo desconocido… humano.
¡Una voz! Lo que parecía ser la voz de un adulto, grave y madura, pudo escucharse en lo ancho y largo de la casa, casi como si hubiera sonado dentro de mi cabeza. Era una voz desconocida, no la de un niño sino la de un adulto, ¡un ladrón! ¡Ya estoy harto de los moradores de casas! Al menos Astaroth resultó inofensiva, pero no hay garantía de que un segundo sea lo mismo. Puta madre, esta inseguridad nos matará a todos.
Tomé un cuchillo de cocina y decidí que ese sería mi arma de defensa. Nunca he estado en una situación como esta, nunca tuve la mala fortuna de tener que defenderme a mí mismo, y ahora que ha llegado la primera vez la verdad es que no me sentía listo.
—¿Quién es? ¿Quién está ahí? ¿Qué quieres?
Me hize el valiente, tal como protagonista de película de terror, pero en realidad estaba cagado del miedo. Mis manos temblaban, la fuerza disminuía. No sabía que estaba pasando, estaba temiendo por mi vida pero algo tuve que hacer, ¿no?
Miré hacia el suelo, noté que había pastel pero con una forma en particular: huellas. Sentí que me volvía loco, pero suficiente razón había como para pensar que el mundo no era como parece. Había un camino hecho de estas huellas, por lo que naturalmente las seguí. Me llevaron hasta las escaleras, pues el último trazo de pastel estaba en el primer escalón. Subí rápidamente, no vaya a ser que lo que sea que sea eso le haga daño a mi hermana. Al poner pie en el último escalón, la misma voz de antes volvió a hablar.
—Eres tenaz, niño… ¿Será suficiente?
No respondí, simplemente toqué la puerta de mi hermana. Esperé por una respuesta, pero no la hubo a los tres segundos y, como no quería aguardar más tiempo, abrí de una vez. Entré a la habitación pero me di cuenta de que ella no estaba. ¿Habrá salido? ¿O todo se tratará de un truco más de la voz misteriosa? No lo sé, no quisiera ni pensar el peor de los casos.
—Bu.
—¡¡Aaahhhh!!
Estando tan a la defensiva, escuché literalmente a un lado de mi oído al aparente intruso. El maldito hizo que diera la media vuelta pero tambaleando, perdiendo el equilibrio. Caí de manera torpe, pero logré alzar el cuchillo en señal de defensa de inmediato. ¿Si le llego a causar un daño severo contaría como defensa personal? Ya no confiaba en el sistema judicial. Qué estoy diciendo, mi vida ante la de un peligroso… ¿criminal?
—¿Qué?
Ante mi estaba… ¿Qué? No, esto debía de ser una broma… Estos últimos días han sido de locos, pero esto quizás ya sería demasiado. ¿O no? A este punto no debería de sorprenderme, pero aun así…
—Un… Un… ¿Un gato?
A pocos metros de mí se hallaba ni nada más ni nada menos que un gato negro de ojos verdes. Lo primero que pensé en ese momento fue en los dos que vi hace rato, ¿será acaso que este tenga algo que ver? ¿Qué pasa con este en particular? En mi familia no teníamos ninguna mascota y mis vecinos solo tenían perros. ¿Acaso él entró por la ventana y tiró las botellas de champú por accidente? ¿Fue él quien se comió mi pastel y, de alguna forma, también el pastel dentro del refrigerador? Las huellas lo delatan, hay razones para creer que este gato negro causó todo esto, pero aun así seguía sonando tan descabellado.
Debería de dejar de almorzar en la cafetería de la universidad.
—Gato…
—Humano.
¡Habló! ¡¡Este gato… acaba de hablar!! ¡¡¡La misma voz grave y madura… provenía de este gato!!! Seguía ahí, a unos dos metros de lejanía, sentado y lamiéndose una de sus patas delanteras. Estaba tranquilo, pero no por ello bajaba mi guardia. No sabía que es lo que pueda hacer, pero ni siquiera me confío de los gatos normales.
—Ese pastel era muy bueno, lástima que se me pegó a las patas, ahora no me lo puedo quitar por más que lama.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres? —interrogué, aunque mi voz reflejaba mi temor.
—Qué coincidencia, eran las mismas preguntas que quería hacerte.
—¿Qué?
Tal parece que aquí tenemos un misterio entre manos, uno del que tal vez no quiera ser parte.
—Y-Yo pregunté primero —dije, como si se tratara de una competición. Podría lamentarme de haber dicho algo como esto.
—Hmmm… —El gato me miró fijamente—. Tienes un buen punto, no hay por qué negarlo. En ese caso te diré lo que quieres saber, pero de igual forma me contestarás lo mismo. ¿Es un trato, niño?
—Ahh… Sí…
—¿Quién soy? Buena pregunta, no sabría contestar eso de una manera sencilla y clara, por lo que solo digamos que mi nombre es Beleth.
—¿Beleth?
—Exacto. Y con respecto a lo que quiero, veamos… Yo no soy de por aquí, desconozco el lugar, pero sí que tengo un propósito.
—¿Se… puede saber cuál?
—Busco a alguien, que aparentemente me busca a mí.
Una respuesta muy implícita, bastante críptica como para entender que coño quiere decir. ¿Tendré que jugar al detective para descifrar los mensajes detrás de lo que me dice?
—Espero que tus dudas se hayan resuelto, niño.
—Sí… Algo…
—Es tu turno, te escucho.
—Pues… Soy Max Vega… No hay mucho de mí para decir. ¿Qué quiero? Supongo saber si… si eres alguien que me vaya a hacer daño o no.
—¿Daño? Ja, ja, ja, ja. ¿De donde sacas semejante cosa? Eso depende de si te lo merezcas, es muy rápido para juzgarte. Si sientes que no has hecho nada malo, entonces no deberías de preocuparte.
—Si tú lo dices…
Bajé el cuchillo y me puse de pie. Me la jugaré pero algo me dice que este gato no puede ser ofensivo del todo, por más raro que suene diría que es alguien muy educado, su tono de voz me recuerda a un adulto, alguien fino y elegante. Primero una súcubo con personalidad refunfuñona y ahora un gato parlanchín, no sé cómo las cosas podrían ponerse más locas de ahora en adelante. El caso de los dos gatos calcinados parecía ser el tope, tal vez el tal Beleth podría estar ligado a ellos, pero no sé si sería prudente hablar de ello. ¿Por lo menos sabe?
—Este es el cuarto de mi hermana, no me siento cómodo estando aquí, siento que estoy irrumpiendo su privacidad aunque por alguna razón no esté.
—¿Sugieres cambiar de habitación, entonces?
—Básicamente.
—Me parece adecuado, niño.
Apenas di dos pasos para salir del cuarto cuando Beleth llamó.
—Disculpa, no quisiera molestar pero no soy de los que gusten caminar.
—¿Quieres… que te cargue?
—No si tú no quieres.
—Este…
Me empezó a mirar con una carita tierna. Se supone que era inmune a estas cosas, pero este caso fue una excepción. No me resistí.
—Bueno, ‘tá bien.
—Qué humano tan amable, ¡mereces el cielo!
Lo cargué y lo llevé a mi cuarto. Lo puse sobre la cama para poder sacar de mi mochila lo necesario para empezar con algunas actividades.
—En serio que ese pastel era delicioso, ¿cómo dices que se llamaba?
—Tres leches.
—¡¿Tres leches?! No una, ni dos, ¡sino tres! ¡Maravilloso! ¿Crees poderme conseguirme más?
—Si cuento con el dinero suficiente, tal vez, pero no creo que sea pronto.
—Lo sabía, nada bueno dura para siempre. ¡Ven a mí, llovizna de la desolación!
Su personalidad estaba siendo… diferente. Su tono de voz era más relajado, transmitiendo un aura más serena.
—Está será una pregunta extraña, pero, ¿no tienes dueño?
Se me quedó mirando tras decir aquello. Una mirada fría, incómoda y penetrante, misma que no duró mucho.
—Ja, ja, ja, qué gran sentido del humor tienes, niño.
Sentí temor al ver esa mirada, espero no se repita otra vez. Es evidente que este gato no es normal, sé prácticamente nada de él más que su nombre, es todo un misterio y aunque he dicho que tal vez no quiera ser parte, algo dentro de mí busca investigar más a fondo sobre el caso. No estoy convencido aún por falta de información, pero apostaría a que de alguna manera está relacionado con los gatos de hace rato.
Pasaron las horas mientras yo me dispuse hacer lo mío. Cayó la noche, el gato se distraía con cualquier cosa mientras que yo estaba por terminar una tarea, decidiendo que me tomaría un descanso para continuar el día de mañana. Aun cuando tenía los audífonos puestos escuchando algo de música, escuché y vi la ventana de mi cuarto ser abierta. Era la súcubo, quien evitaba hacer contacto visual conmigo. La notaba algo nerviosa.
—Hu-Humano, sobre lo de la otra vez…
Antes de poder terminar su frase, Astaroth decidió voltear, notando la presencia de Beleth. Ella hizo una cara de impacto, abriendo ojos y boca a más no poder; se le veía tan sorprendida, nunca la imaginé verla de este modo.
—¿Astaroth? No me digas que eres alérgica a los gatos.
Lucía tan atónita del felino que ni siquiera me respondió. Con una mano temblando, apuntó hacia el felino, notándosele cada vez más estupefacta.
—He-He-He-He-He-He-He…
No puede ni hablar sin trabarse. ¿Qué rayos es lo que tanto quiere decir esta nudista?
—¡¿Hermano?!
Ah, ya veo… ¡Espera! ¿Qué?
—Saludos, Astaroth, ¿cómo te encuentras?
Por si fuera poco para mi pobre mente, resulta ser que la súcubo y el gato parlanchín se conocían después de todo. No solo eso, ¿son hermanos? Mejor esperaré a aguardar a más información.
Comments for chapter "7"
QUE TE PARECIÓ?
No me arrepiento de continuar ésta historia, tu narración cada vez va a mejor, y sin dudar puedo decir que me gusta la trama y los personajes.
Agradezco infinitamente todo el apoyo recibido. Lo mejor todavía no empieza 😉