Mi novia es una súcubo - 4
Las clases concluyeron por el día de hoy; faltaba cada vez menos para terminar el semestre. Era como si yo fuera un saco de boxeo, la vida es el boxeador y sus puñetazos son todas las responsabilidades.
Las energías, así como la motivación, disminuyeron a niveles tan bajos que podía decir que pronto me estaría quedando sin ambos. De lunes a viernes era lo mismo: levantarse, ir a la universidad, llegar a casa, tareas, dormir. Repetir. Si acaso el fin de semana era un respiro, pero uno muy leve, nunca fue suficiente para mí y apuesto que para mis compañeros tampoco. En fin, solo esperaba llegar a mi cama a descansar.
Me bajé del transporte público y caminé el resto del recorrido por mi cuenta. No tenía auto ni tampoco sabía manejar, algo diferente a muchos chicos de mi edad, quienes ya entraban a una vida adulta que yo tal vez no alcancé hasta… Ni idea. No me sentía adulto aún, puede que un trabajo me haga cambiar ese pensar, pero eso ya sería masoquismo con la carga que tengo que enfrentar actualmente.
Tras menos de diez minutos de caminata, arribé a mi casa, subí a mi cuarto y arrojé la mochila hacia una esquina donde no pudiera verla. Me dejé caer de espalda en mi cama.
—Al fin llegas, humano.
—Ah…
Era la súcubo. Si no hubiera dicho algo, ni cuenta me hubiera dado de su presencia, pasó totalmente desapercibida cuando entré. Ella estaba volando en la esquina donde tenía mi PC, revisando su celular. Ahora que lo pienso, Astaroth era lo único que provocase un cambio en mi día a día. Eso me puso muy contento.
—¿Qué? ¿No vas a hacer preguntas? —dijo ella, extrañada.
Negué con la cabeza.
—Estoy cansado… —agregué.
—¿Cansado tú? ¡Cansada yo! ¡No sabes la cantidad de clientes que tengo que atender todos los días!
No respondí a eso, cada quien tenía su estilo de vida y apuesto a que ambos eran agotadores. Tal vez no por igual, pero no había sentido en comparar. Estaba tan fatigado que no me quedaba energías para responder de manera ordinaria.
—Ah…
—No me lo puedo creer —gruñó, bajando la cabeza, tal vez rindiéndose—. Lo que sea, a lo que venimos: el día de hoy vine mucho más temprano de lo usual, ¿por qué? Porque decidí que quiero empezar contigo a partir de ahora, ya que vives en una vivienda muy alejada en comparación a mis demás clientes.
—¿Muy alejada?
—Así es —Ella se cruzó de brazos—. Mis otros clientes viven en suburbios mucho más lujosos. ¡Mansiones! ¡Autos! ¡Piscinas! Quiero enfocar toda mi atención en ellos, mientras que a ti te daré la prioridad solo para olvidarme de ti por lo que resta del día. ¡Y no tienes derecho a quejarte!
—Bueno, como te parezca mejor…
—Mhm, así es. No sé si sepas pero yo soy una súcubo muy codiciada, tengo montones de clientes, ¡de élite! Considérate el hombre más suertudo del mundo por ser yo quien te provea el servicio.
—Si estás tan ocupada, ¿no prefieres empezar de una vez? Así podrás…
—¡Cállate! ¡Yo soy quien decide cuando empezar!
Bostecé. El día de ayer me dormí más o menos a esta misma hora, por la tarde, por lo que ella me envió un mensaje en esa aplicación rara diciéndome que sucedió fuera de su horario, por lo tanto no me daría el servicio de los sueños. Ahora viene y me dice que seré el primero de sus clientes por motivos de transición, algo que puedo entender, pero aun si no fuera el primero en la lista eso contradeciría con lo de «fuera de mi horario de trabajo». No entiendo… ¿O quizás solo sea un malentendido de mi parte? Quizás su horario difiere por día… Pero dice que atiende sus clientes diariamente.
—Humano, ¿qué se siente tener a la mejor súcubo del infierno?
Qué cansancio, ya no puedo más…
—¡Oh, jo, jo, jo, jo, jo, jo! ¿Ah? ¿Humano? ¡Nooooo, se durmióoooo! ¡Justo cuando estaba pasando más tiempo con él! En fin, hora de hacer el trabajo.
Desperté con varios lengüetazos de Suzy. «Cosquillosos» era la palabra ideal para describirlos.
—¡Suzy, basta! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Nunca me cansaré del amor que me brinda esta niña, era una verdadera alegría tenerla de vuelta sin importar la forma. Acaricié su cabeza, rascándole además su cuellito.
—Qué linda eres Suzy.
—¡Justo cuando te dije que era yo quien decide cuando empezar, es justo cuando decides dormirte! ¡Eres desobediente!
—Astaroth, lo siento mucho pero en teoría no sería mi culpa, fue algo inevitable de lo que no tenía control.
—Decido regalarte minutos de mi valioso tiempo y esto es lo que me haces…
Del enojo pasó a la tristeza de un momento a otro, como si nada. Aunque sigo sin encontrarle sentido a lo que me ha dicho entre ayer y hoy, no sabía que podía afectarle tanto a tal grado. Supongo que… debo de compensarlo de alguna forma.
—Sáltame —dije—. Puedes tomar tu dosis de mi vitalidad diaria sin la necesidad de cumplir mis sueños.
—¿Qué? No, sería en vano, ya estoy aquí. Será mejor que cumpla con mi trabajo.
—¿Y por lo que resta de la semana?
—Pero faltan cinco días para que termine. Te sugiero que ya lo olvides…
—Está bien.
—¿Disculpa?
—Cinco días está bien. Así podrás ahorrarte el viaje hasta mi hogar y podrás pasar directamente a tus demás clientes. Suena bien, ¿no?
Creí que eso la tranquilizaría, pero no, tal parece me que me equivoqué. Frunció ligeramente su ceño, apretó sus puños, mientras que hizo un puchero. Toda una personaje salida de un anime.
—¿Humano?
—¿Sí?
—Te lo repetiré solo una vez más. A partir de entonces quiero que no se vuelva a discutir, ¿quedó claro?
—Huh…
—La que manda aquí soy yo, ¿estamos bien?
—Bueno…
—¿Estamos… bien? —Me lanzó una mirada amenazante, pero no intimidante, por más ilógico que eso pudiera sonar.
Pasó un par de segundos para que yo respondiera.
—Sí…
—Perfecto. Ahora iniciemos: ¿cuál será tu deseo de la noche? Te recuerdo que puedes pedir prácticamente cualquier cosa.
Me llevé el índice al mentó, pensándolo un poco. ¿hasta cuando durará este contrato? ¿Habrá límite de sueños? En todo caso, no se me ocurre nada qué pedir, ni siquiera puedo decir que estoy del todo emocionado. Pero de todas formas, no puedo dejar que el recorrido de Astaroth hasta mi casa sea en vano.
En eso se me ocurrió algo. Sabía muy bien que no se trataba de la gran cosa, pero ante falta de ideas tampoco es que me pueda arrepentir.
—Brrrr… Hace mucho frío… —dijo Astaroth, mientras se abrazaba a sí misma. Temblaba como chihuahua, pero con tales paños no podía sorprenderme—. ¿Q-Q-Q-Q-Q-Qué fue lo que pediste? ¡¿U-U-U-U-U-U-U-Un aire acondicionado tamaño jumbo?!
—No, no fue eso. En realidad fue…
Y en eso momento, alcancé a ver por la ventana de mi cuarto algo que me dejó con cara de embobado. Me acerqué y vi la ciudad de nuevo, pero totalmente cubierta de blanco. Y no solo eso, del cielo caía aún más blanco. Esto es un verdadero milagro.
—Nieve…
—¡¿Qué?!
—Nunca en mi vida he visto la nieve… Esta es la primera vez que la veo de cerca…
—¡¿Nieve?! ¡Literalmente puedes pedir cualquier cosa, pero lo único que pides es…!
—¡Nieve! ¡Está nevando! ¡¡Está nevando!!
Me fui corriendo. Sí, lo sé, parecía niño, pero no podía evitarlo. Siempre que vi en la películas navideñas nieve, siempre deseé aunque fuera tocarla. Me siento el protagonista dentro de una, celebrando la navidad a pesar de que en la vida real aún falten varios meses. No importa, es mi maldito sueño y puedo disfrutarlo como yo quiera.
Suzy me acompañó. Afuera hice de todo, desde muñecos de nieve, ángeles de nieve, castillos de nieve, carros de nieve, panzers de nieve, Zeppelin de nieve y una Suzy de nieve. Con todo esto ya tenía para hacer mi guerra con bolas de nieve.
—¿Humano? ¿Qué rayos es todo esto? —preguntó Astaroth, quien salió de la casa vistiendo un abrigo.
—Esto… es… guerra…
Astaroth, sin palabras, solo se quedó boquiabierta ante el colosal Zeppelin que flotaba metros arriba en el cielo.
Comments for chapter "4"
QUE TE PARECIÓ?
POR FIN AL DEBER
Otra vez caí…
Te prometo que algún día se dará, confia en mí 🙂