Mi novia es una súcubo - 5
Estaba acostada en el sofá de mi sala. Vivía en un pequeño apartamento en algún suburbio demasiado concurrido del segundo círculo del infierno. Sí, sí, ya me imaginé lo que se están preguntando ahora mismo: «¡¿Una princesa que vive en un apartamento?!». Verán, con tantos descendientes que tuvo mi padre, hay quienes son más relevantes que otros. Unos tenía una alta prioridad al trono, mientras que otros, como una servidora, tal vez tendrán que esperar cientos de miles de años para suceder al rey del infierno. Quizás nunca.
Por el momento me tocaba ser parte del sistema como la mayoría en este lugar, atendiendo lo que sería mi principal método para subsistir en esta vida, siendo no otra cosa más que el utilizar mis capacidades como súcubo para tomar la vitalidad de los hombres. Pero, no era tan fácil como uno pudiese pensar; las cosas ya no eran como antes y definitivamente han habido cambios para mantener el orden entre la tierra y el infierno.
Si no queríamos ser exorcizadas o algo por el estilo, lo mejor sería apegarnos a las reglas.
Pero en fin, no eran cosas de las que debamos preocuparnos. Normalmente cada súcubo solía tener entre diez a dieciséis clientes, a veces más, a veces menos. Cada día era difícil poder encontrar hombres que nos provean la vitalidad necesaria para saciarnos por lo menos una semana; humanos que tengan un buena dieta alimenticia, hagan suficiente ejercicio y duerman sus ocho horas serían el equivalente a un platillo de excelentes propiedades nutrimentales. Por otra parte, aquellos quienes suelen desvelarse, tienen una dieta pobre y hacen poco o nada de ejercicio nos dan una vitalidad muy baja, casi como si no hubiésemos absorbido del todo. Era un cansancio encontrar a alguien bueno, sin embargo, una alternativa esencial han sido los chicos cuya castidad aún era conservada. Estos sujetos solían tener de sobra.
Bastaba con tener a uno bajo contrato para unos tres meses, pero pasado ese tiempo la vitalidad del humano en cuestión habrá bajado a sus límites, afectando su ritmo laboral y personal, por lo que estaríamos obligadas a seguir buscando.
Hablando de alguien que calzaba con la descripción…
«Cinco días está bien. Así podrás ahorrarte el viaje hasta mi hogar»
Tonto… ¿De verdad cree que me puede dar «días de descanso»? ¿Quién se cree que es? ¿Mi jefe? Pero qué humano tan idiota. Es el humano más idiota que he conocido en mi vida, y eso que he conocido cientos de miles.
Pero… sería muy aburrido si no visito a mi único cliente.
—¡Princesa Astaroth! ¡Soy yo, Lala! ¡Ya estoy aquí!
—¡Tonta, me asustas! Ugh… Ya voy.
Lala tocó la puerta con la fuerza bruta de un minotauro, gritando además con la intensidad de una banshee. Al parecer me convertí en un imán de personas tontas; no me sorprendería que yo también sea una.
—¡¡Princesa Astaroth!! ¡¡Responda por favor!!
—¡¡Ya te escuché y ya te contesté!! ¡¡Dije que ya voy!!
—¡¡¡Princesa Astaroth!!! —Abrí la puerta, solo para ser golpeada en la cara mientras esta urraca no dejaba de gritar—. ¡¡¡Princesa Asta…!!! Oh, aquí está.
—Auch… Eso me va a dejar marcas.
—Ups… Lo siento mucho.
—¿Qué quieres? ¿Por qué la violencia?
—Nada en lo particular, solo quería avisarle que pronto será hora de trabajar.
—Yupi… —De verdad que no podía creer lo de esta mujer—. ¿Qué? ¡¿Tanto escándalo por eso?! ¡¡Considera mandarme un mensaje de texto!! ¡¡¡Es más rápido y menos ruidoso!!! ¡¡¡Mujer urraca!!!
—P-Princesa, está haciendo demasiado alboroto…
—¡¡¡Silencio!!! ¡¡¡No le hables así a tu alteza!!!…
—¡Astaroth! Tienes una multa por perturbar la tranquilidad de los vecinos —dijo un pequeño demonio verde, quien contaba con un solo ojo y vestía una corbata de rayas azules; no tenía boca visible pero aun así era capaz de hablar. Esta criatura me entregó un papel—. Deberás pagar tres meses extra de renta.
—¡¿Qué?! D-D-Debe de estar bromeando, Sr. Aharon.
—Ninguna broma. Ahora me voy que tengo que echarles un ojo a las demás habitaciones.
Estaba apunto de estallar de la rabia, canalicé toda mi fuerza en el papel, estaba a nada de romperlo pero decidí controlarme. Inhalé y exhalé, lo mejor era permanecer con calma, pues un ataque de ira me podía poner en situaciones mucho peores que esta.
—¿Princesa Astaroth? ¿En qué está pensando? Debe ser muy duro ser una súcubo muy cotizada como usted, no por nada es la rango #2.
—¿Sigues aquí, vaca lechera? Te alcanzaré después, me ocuparé con algo.
Cerré de un portazo. La otra vez Lala me enseñó su lista de clientes, eran más de cuarenta, pero con ese cuerpo gordo y de actriz para películas de adultos quien no tendría tantos lujuriosos babeando como perros sedientos. Chasqueé los dedos y apareció mi lista de clientes. No quería verla, definitivamente no quería hacerlo, pero igual lo terminé haciendo. El único nombre que figuraba en el largo papel, el único cliente que aparecía, era el de: «Max Vega, humano, 18 años, México».
Esta vez no llegaré tan temprano como la vez pasada, no tenía caso. Decidí tomarme un poco más de tiempo para meditar la mente, poco después fue cuando salí de mi apartamento, pero, tras hacerlo, una voz llamó a mis espaldas.
—Vaya, vaya, hasta que se le dio salir de su cueva… princesa.
—Esa voz… ¿Qué es lo que quieres? No tengo tu tiempo, estoy sobrecargada de trabajo.
—No hay necesidad de ser tan agresiva, princesa. Vamos, solo vengo a felicitarla por conseguir un nuevo cliente.
Di la media vuelta, encarando a la tipa en cuestión así como a sus dos compinches… Qué cliché. La de en medio, la líder, era una súcubo que destacaba por su cabellera roja; su nombre era Miriam Draiman, actualmente ocupando el rango #3. A su lado derecho estaba una de sus lacayas, de nombre Tabitha Ackerman quien ocupaba el rango #15, mientras que del otro lado estaba la otra chupamedias quien correspondía al nombre de Shiphrah Nao’mi Hershlag, con el rango #19.
—Gracias, Miriam, pero no es necesario que me felicites por cada cliente que consigo, de lo contrario tendrías que hacerlo más de cien veces al día. Soy la rango #2 después de todo.
—¡Ay, por favor! ¿Rango #2? No engañas a nadie más que a tu amiga de las ubres gigantes, tú dejaste de ser la segunda mejor súcubo de la zona desde hace mucho. Exijo ver a la verdadera rango #2.
—¿Cómo estás tan segura de que no la estás viendo?
—Ya no eres de las más habladas, ahora no eres más que un recuerdo.
—¿Ese es tu único punto?
—No sé quién sea la verdadera rango #2, pero igual no importa mucho, ¡ya que muy pronto yo seré quien ocupe ese puesto!
¿Qué hago? ¿Qué digo? Esta zorra me estaba sacando de quicio, pero no quisiera ganarme más problemas de los que ya tengo.
—Si fuera cierto lo que dices, si yo no fuera la segunda mejor súcubo, ¿entonces por qué no sabes la identidad de la verdadera número dos? Las que ocupan los primeros cinco puestos son muy populares incluso fuera de nuestro entorno laboral, debes de saberlo muy bien.
—El sindicato de súcubos oculta algo, lo presiento, lo olfateo, pero todo a su momento —Ella empezó a mirar sus uñas, orgullosa—. A diferencia de alguien, nosotras sí tenemos más de un cliente que atender. ¿Verdad, chicas?
—¡Sí, sí! Yo tengo a un presidente dentro de mis clientes —respondió Shiphrah, alguien de actitud muy coqueta—. ¡No me van a creer quien es!
—A mí me invitaron a una fiesta de disfraces. Todos van a creer que llevo el traje más realista —agregó Tabitha, alguien más reservada.
—Ya escuchó, princesa, a un lado.
Tan solo acepté mi derrota de la ocasión, me hice a un lado y las dejé pasar. Se les veía tan sonrientes, tan contentas, tan felices. Una vez fui como ellas, siendo tan exitosa como para ver a las demás como inferiores. Nunca creí que iba a probar una cucharada de mi propia medicina. Era simplemente humillante.
Lo único que me quedaba era aquel humano.
«No es una bestia, es… es… ¡Es Suzy!»
Era un humano sin igual, eso sí. Por lo menos podía ser divertido estar con él.
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