Mirada de dragón - 13
Perspectiva de Leonardo:
En la mansión, mi mansión personal, me encuentro esta mañana con mi amada Zaina tranquila y Vanesa algo ansiosa, lo que me tiene intrigado. Estamos en una de las habitaciones revisando algunas pertenencias variadas que sobrevivieron al incendio de la zona residencial de los dragones. Hacerlos vivir apartados del resto nunca me gusto.
–Claramente solo prendieron el fuego, pero no se aseguraron de que todo se quemara. Aun así la casa tomara tiempo arreglarla –comento ordenando algunas prendas.
–Mira Vanesa no se dañó en lo más mínimo –Zaina curiosa y algo emocionada comenta mostrado un emblema dorado. Este emblema se le da a cada dragón al que se le permite realizar el entrenamiento de la Cordillera y lo supere con éxito.
–Guarda eso no soporto verlo –Vanesa diciendo entre dientes mira el objeto colocando mala cara.
– ¿Qué ocurre? ¿No lo consideras uno de tus mayores logros? –extrañado le pregunto. Cada dragón que conozco lo exhibe con orgullo y presume cada que tiene ocasión.
–Sé que lo es, pero no me trae buenos recuerdos. Realice el entrenamiento por seguir las ideas de otras personas; no porque realmente fuera mi objetivo –Vanesa algo avergonzada nos explica.
–Yo sé de eso. Querer conseguir algo para demostrar un punto sin importar nada más– Zaina, entristecida, envuelve el emblema con unas telas mientras le dice. No quiero hablar de eso.
–Mis padres no querían que lo hiciera por temor a que me lastimara de gravedad. Tuvieron razón; en esos tres años me rompí más huesos que en los diez siguientes en el ejército –Vanesa fastidiada deja lo que estaba haciendo y se sienta en el suelo comentando.
–Carlos me había comentado que tus padres nunca consideraron que estuvieses hecha para luchar –lo recuerdo diciéndolo.
–Ni yo tampoco, pero nací dragón y eso era lo que se suponía que tenía que ser. Escuche a personas que decían que si alguien no confiaba en tus capacidades debías demostrar que se equivocaban. Me empeñe en eso a pensar que Carlos, como otros, estaba tratando de cambiar la forma rígida en la que se nos veía –Vanesa respira profundo y nos cuenta.
–Así éramos todos rígidos sin importar que pensáramos. Sin puntos medios sin acuerdos. Solo importaba tener la razón se perdiera lo que se perdiera –Zaina preocupada se sienta a su lado diciéndole.
–En varias ocasiones Carlos trato de hablar conmigo y ser voz de la razón. Yo solo pensaba que no me estaba apoyando y tenía celos ya que a él no se lo permitieron realizar. Ni por un segundo quise aceptar que tenía buenas razones –Vanesa avergonzada nos cuenta.
–No puedo creerlo; desde que los conozco Carlos siempre te ha apoyado en todo. Aun así que digas que te trae malos recuerdos suena un tanto exagerado –las miro intrigado comentando.
–El entrenamiento resulto peor de lo que me imagine en todo sentido, pero terca seguí a pesar de razones y suplicas. Me frustre tanto que termine haciendo que todos en especial Carlos pagaron por ello. Una vez tras que me rompí el brazo derecho y me lastime la muñeca izquierda discutimos tan fuerte que me sorprende aun hoy que no terminara nuestra relación –Vanesa frustrada con ojos llorosos cuenta.
–Lo más importante es que lograron solucionar eso –Zaina preocupada como sorprendida le comenta.
–Carlos jamás me ha hablado de una discusión tan fuerte entre ustedes. Y soy su confidente –intrigado les digo. Ni siquiera lo ha insinuado alguna vez.
–Leo, tras acabar el entrenamiento ¿Él te dijo algo sobre mi aspecto? –Vanesa con lágrimas en los ojos me pregunta
–Vanesa cálmate. Eso ya está en el pasado y no debes dejar que te atormente. Una vez que vuelvas a estar unida todo se arreglara –Zaina algo sobresaltada y algo alto su tono de voz le dice.
–Nunca me dijo nada ni yo pregunte, pero note algo en él. Muchas cosas cambiaron tras esos tres años, otras quedaron iguales, pero esto lo note y ya no podía dar marcha atrás. Él ya no me consideraba tan atractiva como antes del entrenamiento –Vanesa se seca las lágrimas mientras nos explica.
Zaina la abraza tratando de calmarla, yo me doy la vuelta algo nervioso y preocupado, me tapo la boca con la mano izquierda y quiero callar, pero tras unos minutos algo tensos, volteo a verlas incómodo, pero serio. Solo doy un largo suspiro primero.
–Carlos nunca fue o ha sido directo con este tema, pero en un par de ocasiones hizo de la nada un pequeño comentario que solo podía interpretar de esa manera. En efecto algo en tu cuerpo ya no le era atractivo, pero es un secreto casi hasta para él mismo –serio le comento. No estoy obligado a hablar aunque si a decir la verdad por la barrera, sin embargo no hayo mejores palabras.
–Este no era el mejor momento para decir eso –Zaina me mira molesta reclamándome. Y me lo busque.
–No existe un buen momento para hablar de nada sobre eso. No estaba obligada a realizar ni terminar ese entrenamiento. Ni a mí me gusta como deje mi cuerpo, nunca quise tener músculos tan desarrollados, ni tampoco quedar con mis senos tan pequeños –Vanesa mirando al suelo dice.
–Vamos a los jardines a calmarnos –Zaina fastidiada le dice.
Ellas se van mientras Zaina me mira molesta, yo pensativo sigo ordenado objetos, solo no pude callar, no por mi sino por ella. Es evidente que necesitaba una respuesta directa o lo más parecido a una.
–Completo o separado nunca falta el momento en que comento mi imprudencia habitual –digo resignado solo para mí. Con malos recuerdos en la mente.
***
Perspectiva de Vanesa:
En los jardines Zaina seria y yo intranquila nos hemos acostado en la yerba mirando al cielo que hoy está algo nublado.
–Es duro pensar en las decisiones que tomamos y lo ocurrido tras ello, pero solo podemos seguir adelante –Zaina me mira diciendo. Solo trata de aliviarme.
No la miro y tras un instante de silencio no puedo callar, ya no puedo más con esto.
–Yo ahora no lo recuerdo, pero Carlos dice que nos conocemos desde la infancia. Todos mis recuerdos van desde la adolescencia, cuando hablábamos de nuestros objetivos y de nuestras pasiones. Antes que centrarme en ese entrenamiento todo lo que quería era que Carlos me diera toda su atención. Sin duda de los dos yo era la más ansiosa por tener intimidad y claro eso incluye el sexo. Siempre parecía que él y yo estábamos a varios pasos de diferencia –impávida le cuento.
–Eso no es tan inusual. Puedo decir algo parecido de mi relación con Leonardo –Zaina, algo confusa, me comenta.
–Sé que no escuche malas palabras, pero deje que el objetivo importara por encima de todo. Mientras más estaba eso en mi mente más lo demás era menos importante al punto que una vez previo a la gran discusión que tuvimos Carlos me reclamo el innecesario distanciamiento que tuve con él. Mi deseo me pedía estar como antes a su lado tranquila y pensando que él me ayudaría en las cosas difíciles, pero puse lo que creía lógico por delante sin razón y mi corazón –igual le sigo contando y seguiré hasta que me deje de escuchar.
–No te vuelvas loca con eso. Está en el pasado, si están juntos hoy es debido a que lo solucionaron. Deja de recordar y revivir esas cosas. Mira yo también estoy preocupada porque salieron hace unos días, es normal. Solo debemos esperar –Zaina preocupada se sienta y me dice.
–No lo entiendes. Lo ignore a él como a nuestro primogénito –le explico avergonzada a un punto que no puedo describir.
Las dos nos quedamos en silencio un rato, ella no sabe que decirme ¿y que podría decir? Nada justifica que haya ignorado a mi esposo y a nuestro bebe de un año en ese entonces.
–Si lo tuviste a los veinte y el entrenamiento ese es a los veintiuno –Zaina incomoda lo dice más para sí que para mí.
–Aun hoy eso parece que hizo que prefiriera a su padre antes que a mí. En ese primer año tuvimos nuestras primeras y más fuertes discusiones, sobre todo por esa lejanía innecesaria –muy avergonzada le cuento.
–No me lo creo. Desde que te conozco eres una madre muy atenta a tus hijos –Zaina incrédula me comenta.
–Fueron tres años muy malos, y por eso su hermana menor tiene cuatro años menos que él, y no los dos acostumbrados. Es duro recordar estas cosas, pero me volví una ironía de mi misma. Pasee la niñez y el principio de mi juventud buscando la atención de Arata y cuando por fin deja todos sus líos y me trata como siempre quise, yo me invente el problema –molesta con migo misma como frustrada le cuento.
–Yo soy otra que se dejó llevar de las palabras de otras personas, no eran malas palabras, pero tome malas decisiones y no todas fueron las personas correctas –Zaina comprensiva me dice.
–Estuve loca por años tratando de intimar con él, pero buscaba como distraerse, matar el ambiente o se quedada dormido. Quizá era algo de su rebeldía u otra cosa, pero nunca le pregunte y él nunca quería hablar de eso sea lo que fuera –intrigada, pero más aliviada le comento.
Sacarme esto del pecho me hace sentir mejor, aunque no es con quien debería hablar, eso lo sé. A ver si cuando vuelva logramos encontrar las palabras.
De pronto escucho la voz de Leonardo llamándonos para la cena, abro los ojos notando que nos hemos quedado dormidas. Hoy estamos casi todos en la mansión, lo que han preparado apenas alcanza para los presentes. Agradezcamos que tenemos que comer.
Al estar por caer la noche me voy del lugar, pero no me dirijo a la choza, voy hasta la plaza en la cual sigue acampando esa mujer, Shada. Camino hacia ella mirándola con intriga, esta solo me mira fijamente sin levantarse de donde se encuentra sentada. Tiene puesta una blusa azul oscuro, una falda larga negra y unas zapatillas también negras.
–Parece que estabas esperando a alguien que no ha llegado y ahora parece que temes que él no vuelva aquí. Lo que ha estado pasando es una sorpresa incluso para los más pesimistas. Yo no sé nada de esperar, pero quizá debas pensar en quien vuelva y no en quien esté ausente –impávida le digo. Hay algo familiar en ella.
Ninguna de las dos parece tener algún cambio, solo nos miramos fijamente. Cuando se nos acerca Camilo, me parece recordar que es su nombre. Yo diría que ahora parece de trece o catorce años.
– ¿A qué debemos tan inesperada visita? –Camilo calmado me pregunta.
–He estado reflexiva hoy. Al parecer nunca se terminan de ir los dolores de cabeza por mucho que se quiera –seria le contesto.
–La vida es un sinfín de reflexiones. Por mi parte es verdad que espero que llegue alguien, pero desde antes de pisar Monte Alto sabía que no iba a venir –Shada seria me habla, su voz es algo ronca.
Por la noche cada una en su lugar esta acostada intentando dormir supongo, pero solo doy vueltas con los ojos abiertos preguntándome si ella también.
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