Mirada de dragón - 3
Perspectiva de Brayan:
Tras que Ana Luz nos informara de lo ocurrido en la noche esperamos que amaneciera, Ana luz y otros les prepararon comida, aun dormían cuando llegue roncaban de una manera nada infantil. Tenían temor, pero el hambre los hizo acercarse a comer, mi encanto y yo los vimos con seriedad. Luego los llevamos a la mansión del príncipe donde confirmo que no poseen líneas, y mi encanto los hizo bañarse y cambiarse con algo mejor.
Los dejamos en una sala de estar mientras nosotros fuimos a la biblioteca, estaba incómodo con esto, sentándome en el sofá mientras mi encanto comía unas tajadas fritas de plátano, sentándose en el escritorio.
–Esos no hacen parte del grupo marcado. Deberíamos devolverlos a afuera no cuidarlos, encanto –intrigado por su regreso a la ciudad y algo preocupado por lo que pueda pasar le comente.
Mi encanto niego con su cabeza, me frustra, pero comprendo lo que quiere decirme. En el escritorio busque una caja de metal, y regrese donde los niños uno por uno con lo que contiene la caja les dibujo a todos unas líneas con diversos colores y símbolos en la palmas de la manos derechas, estos lucen confusos y algo resignados. Pero marcarlos dada la situación es lo mejor.
–Con esto si se llegan a perder los podremos encontrar. Pueden usarlo en caso de estar bajo ataque u otro problema para pedir ayuda, y no pueden jugar con esto pues funciona en parte con sus emociones por ende si no están en esas situaciones no se activara –serio les explique, sé que no las quieren por todo lo malo que se dijo de mi proyecto.
Los niños prestaron atención a mi explicación a pesar de sus aptitudes. Los dejo ahí y volví a la biblioteca a limpiar, mi encanto tiene su interés en la limpieza como yo. No hacemos esto para mantenernos ocupados, nos gusta el orden y la limpieza.
–Mi encanto, las cosas que piensas correctas… no logro comprender como mantienes el temple. Bueno, tú fuiste el soldado, yo solo un consejero –lo mencione incómodo. Quiero hablar del tema, pero sé que no estoy en condiciones de hacerlo.
Mi encanto con seriedad en su mirada, me acaricio el rostro levemente con su mano derecha, como queriendo consolarme. Al parecer ninguno de los dos estamos en condiciones de hablar sobre esto.
***
Perspectiva de Carlos:
No quise saber de esos《niños》así que me quede en la choza haciendo paletas, mi padre me enseño bien. Para el jugo machaco la fruta, dentro de una vasija, el líquido lo pongo en recipientes diferentes y les agrego miel, ahora es lo único que tenemos para endulzar. Luego los vierto en moldes de paletas y los coloco en una caja pequeña rodeada de hielo dentro de una caja más grande que cierro. Alrededor de las paletas están muchos de mis mejores recuerdos.
–Mis padres me supieron enseñar y yo supe aprender –sonriendo levemente digo al aire.
Afuera durante todo ese tiempo estuvo Vanesa, mi hibisco sentada cerca de la puerta haciendo una vasija de cerámica. .
–Es tan extraño que la ciudad esté tan callada a todas horas. Es una cosa loca –Vanesa tranquila, pero con su voz triste habla. El escucharla me preocupa, no supe que decirle.
De pronto mira su mano derecha, sus líneas palpitan, estas son amarrillas y tienen la forma de un rombo. Salgo de la choza corriendo y ambos vamos así hasta la mansión donde nos encontramos a Brayan y a teniente imperial, se cuál es su nombre, pero no me acostumbro. Nos reunimos en la oficina habitual; solo nos toma un momento a los dos recuperarnos del esfuerzo físico, nos sentamos esperando que nos informen. Brayan no nos llamaría por medio de las marcas si no fuera serio.
– ¿Qué pasa, Brayan? –lo miro con intriga preguntándoles, pues ninguno se animaba a hablar.
–Sobre los ocho aparentes niños sin líneas mi encanto insistió en ponérselas. Tras un breve análisis encontré registros de estos. No son niños, son adultos entre los treinta y cinco y los cuarenta y tres años –Brayan serio nos explica, con la mano izquierda tocando su frente. Lo que significa que esta tenso.
–Eso no es tan extraño viéndonos –Vanesa tranquila habla.
–Desde que los trajimos aquí no han dejado de hablar de que unos perros los estaban atacando por comerse los conejos. Que nadie se puede comer los conejos, pero que tienen hambre. Ahora están en la biblioteca –Brayan sigue explicándonos.
– ¿No dejan matar a los conejos? –Vanesa apenas intrigada le pregunta.
–Eso explica su cantidad –simplemente comento, no tengo interés en este asunto.
–Tampoco dejan de hablar de que ya no pudieron seguir trabajando al no poder mantener el ritmo. Al parecer eso está relacionado a su aspecto actual. Gran… (Tos) – Brayan comenta serio, aunque se ve algo incómodo por esa última palabra. A pesar que sabe cuánto odio ese apodo, es costumbre que todo dragón tenga uno y ese me lo puso mi maestro.
–El príncipe fue claro al explicar que ese sistema solo podría funcionar si todas las personas fueran igual de productivas en el mismo sentido. Lo cual es imposible al ser cada persona físicamente distinta –Vanesa seria habla alzando levemente la voz. Este asunto siempre la altera.
–Además la idea general de quienes no lo entendieron era trabajar menos y ganar más –serio enseguida añado, tras un instante de silencio pregunto – ¿Qué planeas para ellos, Brayan? –no me interesa, pero él piensa mejor cuando habla.
–Buscar alguien quien los cuide. Y será enseñarles a tejer para que hagan algo de utilidad hasta que se recuperen. O al menos pienso que deberían poder recuperarse parcialmente, Carlos –Brayan de manera desinteresada me responde.
–Vaya como acabamos –Vanesa menciona, casi susurra bajando la cabeza.
Brayan parece esperar que le digamos algo, pero solo me voy seguido de Vanesa quien parece confusa, vamos a la biblioteca donde miramos desde lejos y con disimulo a los ocho, los vemos fijamente por unos minutos y nos vamos de la mansión.
–Es interesante –lo comento sonriendo de manera picara. De pronto me pico la curiosidad.
– ¿De qué hablas? –Vanesa intrigada me pregunta. Obviamente ya que no tenía interés hace unos minutos.
–Todos tienen el cabello corto y ninguno parece mayor de diez años –le explico sin que deje de caminar.
–Es intrigante sí. Vas a dejar que tu intriga te mande cielo –Vanesa sonriendo levemente me habla.
–Somos dragones y proteger esta ciudad sigue siendo nuestra responsabilidad –le respondo de igual manera, a mi hibisco.
–Cielo no estamos en condiciones para estar en problemas –Vanesa muy seria me reclama.
–No vamos a salir de la protección de la barrera, mi hibisco. Mi diamante de fuego, solo vamos a hacer un experimento –sonriendo de manera picaresca le digo. Ni yo me creo lo que pienso hacer.
Ambos caminamos no para ir a la choza sino hasta la torre, llegando casi en horas de la noche. En el camino casi no vimos a nadie y los pocos que sí parecían ignorarlos. En el lugar logramos ver los restos de los perros sin que esto nos afecte, pues no parecen restos de un animal, no es hueso ni carne.
–Así que entraron al solo rodar un poco la barrera –comento y no doy importancia a nada mientras camino hacia la torre.
–Sigo sin comprender el que solo cubra la zona central en lugar de toda la ciudad – Vanesa habla intrigada.
–Esto solía ser un parque público. Veníamos a jugar muy seguido a este sitio –la miro algo extrañado mientras le hablo. – ¿Lo recuerdas, mi hibisco? –río un poco preguntándole. La noto demasiado indiferente.
–No tengo conmigo un solo recuerdo de la infancia. Lo lamento, sobre todo porque entiendo que quieras hablar de eso, cielo –ella me niega con la cabeza mientras me responde. Este es uno de nuestros lugares especiales.
–Tras esos árboles esta la zona comercial, la plaza Cuarzo en la que mi padre tenía ahí su local en el cual vendía paletas. Yo los días en los cuales no tenía que entrenar lo ayudaba a atenderlo –le señalo más adelante mientras le cuento nostálgico. Esos hermosos recuerdos de la niñez si están en mí.
Ella me mira sin saber que decir, por mi parte hago lo mismo de ayer alejando unos pocos pasos la torre, antes de llegar a los arboles explotan más cosas impresionando la a ella. Yo me acerco al árbol más pequeño mirando sin salir de la barrera; hay una escalinata, misma que anoche subieron los niños y dado su mal estado se comprende la dificultad para subirlas; también hay construcciones dañadas, las cuales eran las tiendas y otros negocios, rodeando una plazoleta donde se encuentra una gran fuente, que está siendo cubierta por plantas. Nada refleja su antigua belleza.
–Aunque te acordaras de algo no tendría importancia, todo está irreconocible. Parece que llevara así años y no seis meses –miro todo con algo de tristeza mientras comento.
–Eso es verdad, todas estas plantas están muy grandes para tan poco tiempo –Vanesa mira confusa, lleva los dedos de su mano izquierda cerca de sus labios. Solo hace eso cuando está absolutamente confusa.
–Espérame junto a la torre –me puse algo serio mientras di unos pasos hacia ella, diciéndoselo.
***
Perspectiva de Vanesa:
Él se fue corriendo mientras yo quede aún más confundida, hago lo que me pidió sentándome junto a esta construcción que me intriga. Mi mente recuerda algo, un salón de clases lleno de estudiantes todos albinos, los varones de ojos rojos y las niñas de ojos verdes, una clase exclusiva para dragones. Yo misma estoy ahí usando el cabello en una coleta; llevo un samue azul oscuro, con guates blancos, uso mis aretes de perlas. La ropa es el uniforme de la clase. Miro atenta al maestro Didier, este es quien daba la clase, justamente habla de las torres.
–Estas torres permiten pasar a las personas de un lado al otro, lo que impiden es que ciertas energías las atraviesen. Las energías del hechizo conocido como Tentación y Engaño. Por eso aquí solo se habla con la verdad. Puede ser molesto e incómodo, pero los beneficios superan cualquier percance. Estamos protegidos de su influencia y es por ello que estamos a salvo… –Didier con su voz sabia y apacible lo explico.
El maestro favorito de Carlos, y a su vez él era uno de sus protegidos. Para mí solo otro de los grandes maestros, es importante claro, pero para mí no es tan especial como lo ha sido para mí cielo.
En ese momento Carlos me llama la atención regresando mi mente al presente, él ha vuelto con todo lo necesario para la cena, preparándola en el acto, lo cual solo me confunde más.
– ¿Cuál es la idea? –alza un poco su voz al preguntar.
–Brayan dijo que mencionaron tener hambre, vamos a poner esto como carnada aquí. Nos alejaron a las escaleras y vigilaremos por la noche –mi cielo con seriedad sin dudar me responde.
–Bueno –le digo tranquilizándome, y me lo quedo mirando.
Él también se trajo una pequeña carpa azul que colocan por las escaleras que van hacia arriba, tras comer nos quedamos dentro de ella y dejamos el resto de la carne cocinándose. Sé que parece raro que me quede con él con semejante cosa que para nada es un plan, pero dentro de la barrera tenemos el control.
***
Perspectiva de Carlos:
Pasadas unas horas primero llegan los perros que no se acercan a la barrera quedando en las escalinatas, seguido un grupo de niños como los otros sucios además usando ropas viejas, suben por los árboles, saltan de estos al suelo dentro de la barrera y corren hacia la comida devorándola toda entre los doce, quienes se quedan dormidos al poco tiempo de terminar, alrededor del fuego. Desde la carpa quiero decirle algo a mi hibisco y, me percato de que esta se encuentra profundamente dormida.
Al poco uno de los varones se despierta, de cabello negro, ojos negros, luce deprimido, su tez es blanca, y mide 1: 30 de altura, su ropa es vieja una camiseta morada y un pantalón verde. Este me ve y se me acerca.
–Gran… –intenta hablar, pero calla al ver que le un gento con la mano para que no hable.
Los dos nos miramos fijamente, mientras sopla fuerte el viento y la noche se va.
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