Mirada de dragón - 5
Perspectiva de Carlos:
Hoy todos estábamos desayunando en el bar, nadie hablo mucho y todos parecían serenos como siempre. Extrañamente decidió acompañarnos uno de mis mejores amigos, o el mejor. Soy su confidente oficial. Estaba sentado en otra mesa solo, pero lo arrastre donde estábamos nosotros. Cabello castaño largo a media espalda lo usa entrenzado; tiene un arete dorado en su oreja izquierda, ojos negros de mirada casi vacía, tez blanca. De todos parece el más desconcertado y no puedo culparlo.
En eso Miguel comenzó a contar algo de una tía, cuando tenía como diez, ahora tiene casi la misma edad de Brayan.
–Mi padre pensó que mi tía, su cuñada solo quería fastidiar lo cual lo molesto. Mi madre la regañó, el que la abuela hubiera muerto no hacía que las reglas de la familia fueran a cambiar ni ella se podía creer su sucesora. Su propio esposo le llamo la atención, podía hacer algunas cosas nuevas, pero responsabilizándose ella y no pretendiendo que mis primos y yo limpiáramos la casa tras sus reuniones de amigas –Miguel lo cuenta en un tono casi neutro, solo por instantes mostrándose algo fastidiado.
Una de esas tantas conductas que tomaron algunas personas y que extrañamente tienen algo que ver con todo esto.
Al terminar de comer Vanesa y yo son fuimos de ahí rumbo a la plaza, nos tomó poco para notar que mi amigo nos seguía. Me detengo y Vanesa lo nota, volteo para verlo y ella no tarda en hacer lo mismo, lucia bastante serio. Debe llamarles mucho la atención que llevase puesto una chaqueta morada con detalles dorados de un adulto robusto, y zapatillas verde oscuro, siendo el único con calzado.
–Hola Leo –con algo de temor lo salude; sin quitar la sonrisa que siempre tengo.
– ¿Podemos ayudarte con algo? –Vanesa más calmada le pregunto.
–No precisamente. Los demás me han comentado que has estado ampliando el rango de la barrera, esto les preocupa. Piensan que las personas pueden volver a intentar buscarnos. Por seguridad deja de hacerlo –Leo de mirada seria me respondió; su voz es aún más infantil de la que se esperaría.
–No sabemos qué ha pasado afuera estos meses, y lo que le paso a esas personas es preocupante. Ochocientos setenta y nueve de los nuestros están afuera –intentando ponerme serio y con algo de temor le explique.
–Este lugar es nuestra prisión. Lo perdimos todo y deben estar muertos los demás –Leo igual que antes me dijo, cruzando los brazos.
–Es lo que dicta la lógica, pero algo nuestro está afuera –Vanesa algo deprimida comento.
–Tú estás vivo como yo porque en esta parte está el corazón, lo demás de ti es un cascaron de energía pura con todo lo malo que has sentido jamás. Nadie puede matarlo a pesar que es el sueño de todos –Leo de la misma forma que antes me hablo.
–Esa parte de mi está destruyendo lo poco que queda –baje la vista algo avergonzado diciéndolo.
–Esa fue la elección de ellos. Deja de ampliar la barrera, deja que muramos en calma, Carlos –Leo suelta sus brazos; respira hondo y diciéndolo.
Tras esas palabras Leo se fue, baje aún más la cabeza y borre la sonrisa de mi rostro, Vanesa se veía muy preocupada por mí. Volvimos a caminar hasta que nos detuvimos sentándonos junto a la torre.
–Con todo lo que paso no es de extrañar su conducta –Vanesa me miró fijamente sin poder dejar su preocupación, aun así parecía querer explicar lo ocurrido.
–Ni la mía. Apenas baje el sol voy a ir a explorar la ciudad, debo saber qué ha pasado –le respondí en el acto con una voz melancólica.
–No, no. Eso te puede costar la vida –Vanesa se sobresaltó dejando ver una expresión de miedo cuando me advirtió.
–O encontrar a los demás como a mi otra parte y detener ese caos –me puse serio e insistí.
–Eso está mal –Vanesa insistió en sus preocupaciones diciéndome.
–Yo soy dragón, yo soy guardián de este imperio desde que nací. Y mi única orden es no mover la barrera –cruce mis brazos y deje mi mirada fija en el horizonte respondiéndole.
Vanesa niega y reniega, pero al irse el sol baje del nivel donde estamos la zona alta, a las zonas medias, a ella la vi correr llamando a Leo, sin embargo no lucia frenética ni gritaba.
Por mi parte fui por los tejados moviéndome con cautela, muy pendiente con ojos y oídos de todo al alrededor, la mayor parte de las casas están vacías y ningún local está abierto. Este silencio me vuelve loco, sin importar si estaba en casa o en la escuela siempre he estado rodeado de ruido, el bullicio de hermanos, primos, amigos. Por lo general en esta ciudad a esta ahora las lucen a un están encendidas y viviendo, pero en este momento no.
Esos niños que usan ropas de adultos que probablemente lo sean recorren las calles caminando lentamente, buscan comida al punto de arrancar flores y yerba; los conejos recorren libremente todo el lugar vigilados por los perros; a los que todos ellos temen. A pesar de lo que veo permanecí tranquilo. Entre a algunas casas para poder llegar a las otras, algunas estaba casi seguro de reconocerlas, pero estando dividido no lo podría asegurar.
Muy tarde en la noche, quizá media noche, estaba en el techo de una casa de dos pisos, temblando por el frio, hacía mucho viento. Mire como esos niños se mueven en la oscuridad buscando que comer aun, solo con la luz de la luna los puede ver bastante bien, ellos no sabría decir que tal pueden ver.
– ¿Qué paso aquí? –Volteando a mirar a los lados, solo hice un par de observaciones – este lugar está casi desierto y no hay nadie en condiciones –mientras trataba de calentar las manos frotándolas entre sí. Debí empacar una manta en mi bolso.
De pronto note algo, de una de las casas vecinas hay una ventana con una luz encendida, me acerque a inspeccionar, pues varios perros están rodeando la vivienda, esos se me hizo bastante curioso; ladraban mientras trataban de tumbar la puerta. Al asomarse por la ventana me encontré con que estaban asando un par de conejos, una persona cubierta por una capa azul algo sucia que tiene bordado un gran copo de nieve, escuche temblar a esta persona. Toque la madera de la ventana; el cristal estaba roto. Al voltear a mirarme esta persona solo me queda viendo sin decir o hacer algo, tras un momento simplemente entro, camino hasta estar a un metro de esta persona que solo espera que este cocinada la carne.
– ¿Yo te conozco? –la miro fijamente al hablarle, mire la capa con mucho detalle reconociéndola. –Esa capa es de un amigo mío –mis palabras no tienen respuesta aun así insistí en hablarle diciéndole –He estado del otro lado de la barrera en el centro de la ciudad. ¿Puedes decirme qué ha pasado estos meses? –pregunte casi susurrando.
Esa persona de ojos verdes solo me siguió mirando, en completo silencio se dedicó a comer al estar la carne. De mi pequeño bolso verde saque una granadilla roja cual le ofrecí, esa persona duda un momento antes de tomarla y devorarla en un instante. Le gusta mucho esa fruta este dividida o unida.
–No veo que haya mucha comida en este lugar. ¿A dónde se fueron todos? ¿Intentan matar al dragón? –me quede a unos pasos, preguntándole.
Se tomó el agua que tenía en una jarra, y se durmió tras un breve rato. Su respiración se sentía algo agitada. Hasta ese momento note que se encontraba sobre una manta azul oscuro que tiene bordada una estrella dorada, el único problema es que no es una manta realmente. Es ese momento note un extraño ruido al ver por la ventana vi a Brayan, le había incrustado agujas de hielo a todos los perros, este los crea soplando delicadamente entre sus manos. Con lo delicado que se ve no parece agresivo, pero él solo es pacífico. Cosa dudosa para quien lo haya visto ensartas su hielo en sus víctimas con un elegante movimiento de brazo izquierdo.
***
Perspectiva de Brayan:
Esto es fastidioso. Baje como loco hasta la zona residencial《Granada》para buscarlo. La luz de la casa me llamo totalmente la atención, es imposible no investigar. Tras entrar a casa, pues conservo la llave, a cada paso escucho crujir algo aunque mi collar de plata proyecta luz no me molesto en bajar la vista; solo con notar lo vacía que se encuentra la sala contesto mis dudas. Subo al segundo piso entrando a la habitación de la luz encendida, inmediatamente fijo mi mirada en Carlos.
–El príncipe me mando a buscarte hace horas. Cuando vi la luz en la ventana supuse que eras tú –más serio de lo habitual le reclamo.
–Yo no hice el fuego. Fue ella –Carlos me contesta señalando con su mano derecha a una persona frente a la chimenea.
–Usando una de mis capas favoritas como sabana y la otra como manta. Nunca pensé usar esa chimenea como horno. Nos vamos los dos –con ese mismo tono de reproche le hablo.
–No has visto quien es –Carlos me niega con la cabeza mientras me reclama.
–Bien, pero sino tiene líneas se queda. Nuestros recursos son limitados –ya fastidiado con un tono de resignación le digo.
Realizo el proceso mirando con atención veo que las líneas de esta persona forman una llama igual a las mi encanto. De inmediato asombrado reviso los cajones tomando toda la ropa que encuentro y se la paso a Carlos a quien le doy la llave del lugar, antes de llevarme en mis brazos a quien duerme y salir por la puerta a la que Carlos vuelve a ponerle el seguro, toda la ropa la envolví con una sábana.
Fuimos directo al centro ignorando a todos, junto al llegar a la torre, de pie están Vanesa preocupada y Leo serio, cual mira fijamente a quien cargo, que sigue durmiendo.
– ¿Qué es esto? Creí que habíamos hablado sobre no traer más personas al centro –Leo con tono molesto señalando con su mano derecha nos pregunta.
–Ella es una de nosotros –con voz respetuosa le contesto.
–En ese caso lo entiendo –Leo se calma un poco; cruza sus brazos diciendo.
– ¿Dónde la ubicaremos? –Vanesa sorprendida les pregunta.
–Yo me ocupare, así que cálmense –algo ansioso y un tanto cansado les respondo.
–Fuera de ella el resto que vi esta como los que ya aceptamos. En cuerpo de niños buscando que comer por dónde sea. Nadie vigila a los perros –Carlos les comenta caminando hacia las escalera para subir al centro.
–Hablaremos de esas cosas mañana por la tarde. Por ahora vamos a descansar y te prohíbo volver a hacer esto –Leo le dice también caminando hacia el mismo lugar e intentando relajarse.
–Pensé que habías dicho… –Carlos confuso le cuestiona.
–Sé lo que dije, pero no puedo permitir que expongas nuestra seguridad –Leo lo interrumpe cruzando nuevamente sus brazos. Ciertamente lo entiendo.
–Si Leo –Carlos le responde mientras vuelve a sonreír de manera serena.
–Vamos a casa cielo –Vanesa también se calma mientras les alcanza el paso diciéndole a Carlos.
Todos fuimos a la zona urbana donde llegamos a donde ahora vivo; Carlos deja la ropa en un mueble y se va con su hibisco; por su parte Leo no menos inquieto sube caminando hacia su hogar.
Yo subo a la habitación donde encuentro a mi encanto comiendo algo, de pie mirando hacia la ventana hasta que me ve entrar, quedándose viéndome.
–Es una ocasión complicada. No sé cómo tomarla –mirando a mi encanto y a quien tengo en los brazos diciendo más para mí que para alguien más.
Le acerco a mi encanto su otra parte, en eso sus ojos brillan de rojo en sus dos mitades. Una honda de energía sale de sus cuerpos haciendo que las ropas se les caigan e iluminando sus cuerpos de rojo, y empujadme levemente a penas logro mantener en mis brazos su parte que dormita.
Miro con algo de asombro, su cuerpo es tonificado y creo que puedo decir musculoso, ahora sus largos cabellos rojos son lo único que cubre sus dos mitades desnudas los cuales brillan cada vez más de rojo por sus energías de fuego; se sobre entiende que al estar casados esto no es nuevo para mí. Lo que sí ha sido un problema para ella es que en la parte que tengo en brazos solo está el seno derecho y la otra parte, la cual ha estado a mi lado en todo esto, solo el izquierdo. Supongo que pueden entenderla, como a mí al decir que no ha sido problema y que me gusta más su cadera pronunciada. Intentando sonreír sin lograrlo como de costumbre, pero mi tranquilidad por mi encanto es innegable.
–En serio es raro… por supuesto no tengo quejas –hablo algo incómodo, pero solo por los nervios de la emoción.
Camino lentamente hacia la hamaca para acostar a la que cargo y ayudo a la otra parte a subirse, el proceso de unión ha comenzado evidenciado por el intenso color rojo que va en aumento; sus energías se mesclaran y volverán a ser una.
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