Mirada de dragón - 8
Perspectiva de Carlos:
Esa pareja armada camina hacia aquellos que tienen líneas en sus manos derechas. Dos hombre fornidos uno llegado y otro residente, Flavio Blanco (si ese es su apellido) esto fácil de distinguir por el estado de sus ropas; se interponen entre ellos, pero al acercarse mutuamente sus cuerpos liberan una honda de energía verde mientras sus líneas en forma de ave se ilumina del mismo color, esto hace que comiencen a unirse. Vaya momento para eso, es un teniente bien entrenado y de los físicamente en mejor estado. Estas cosas hacen que me altere aunque lo disimule perfectamente.
Casi inmutado Leo quien apenas ha llegado, lo mira todo de pie a un lado de todos los demás; estira su brazo derecho haciendo que sus líneas en forma de estrella de cinco puntos de color dorado se iluminen, esto activa la barrera que empuja tres metros atrás a esas dos personas casi tirándolas al suelo. Si se me olvidaba el detalle de la barrera.
–Brayan diles que de vayan –Leo tan serio como siempre habla casi en tono de orden.
– ¡Ustedes dos retírense! ¡Lo que sea que quieran ya no importa! –Brayan le hace caso en el acto gritándoles a esos dos.
– ¡Un dragón está causando caos, su corazón debe morir! –el hombre da unos pasos hacia ellos gritando. Su tono es fuerte y firme, me agrada la gente así.
– ¡Él no pidió ser separado! ¡Y no ganaras nada desahogando tu frustración en ese ser!- –Brayan indignado le responde con gritos de furia.
–Que se mantenga lejos o los arrojare de la ciudad –Leo de mirada seria le habla a Brayan.
– ¡Mantengan sana distancia! –Brayan parece contenerse cuando les grita.
– ¡Solo se van a esconder aquí sin más! –el hombre con tono de reclamo les grita. Y yo comparto su frustración.
– ¡Ustedes saben bien por lo que estamos pasando! ¡Cada parte paga ahora tanto lo hecho como lo dejado de hacer! –Brayan de inmediato le responde con ese mismo tono de indignación.
La mujer nos lanza un hacha de mano cuando sin aviso sopla un fuerte viento frio; proveniente del hombre del bastón, Brayan hace brillar su ojo y estira su brazo derecho incrementando la fuerza de ese viento haciendo que esas dos personas tiemblen de frio.
–Iríamos por esa carcasas de dragón sino fuera más probable que nos maten a todos –Leo luce resignado mencionando.
– ¡De intentar hacer algo fuera de esta ciudad moriríamos todos y no se ganaría nada! –Brayan les vuelve a dirigir sus palabras a gritos a esas dos personas.
Las últimas personas de los nuestros son subidas siendo el ultimo quien posee el bastón el cual tiene las mismas líneas de Brayan quien se mantiene a varios pasos de esa otra parte de él, al quitarse la capucha se ve que es él mismo como no había duda, a este le falta el ojo izquierdo lo cual cubría con su cabello.
Todos se van caminando, menos Leo este se queda mirando a esas personas de pie; esos dos solo lo miran molestos con sus armas en las manos.
– ¡Escucha niño si el príncipe sigue por aquí dile que mientras siga vivo tiene mucha responsabilidad en esto! –el hombre se acerca un poco y le grita.
– ¡Se lo diré! –Leo furioso le grita.
La mirada de seriedad cambia a un poco de indignación, ya no puede ocultarlo; tras solo un momento Leo se va corriendo hacia los demás, bueno… a la mansión a resguardarse de su impotencia. Esas dos personas vuelven a su campamento en la plaza a dormir, están frustrados como todos.
Para cuando por fin ha salido el sol todas las personas están en la mansión; en una enorme habitación esta la mujer que tenía los pies vendados a la cual le están curando sus heridas acostada en la enorme cama de madera castaño oscuro que ahí está. Ella tiene un largo cabello castaño claro ligeramente ondulado; ojos negros; de tez morena; mide 1: 67; se ha puesto una manta guajira blanca con un estampado de flores hibisco y, cubre sus hombros y pecho una manta azul claro. Respira aliviada mirando como las dos partes de Brayan se están uniendo iluminado de azul oscuro y cubierto por completo por dos de sus capas, también lo observamos Vanesa y yo casi impávidos, de pie a unos pocos pasos.
– ¿Cómo te encuentras Zaina? –volteo a mirarla preguntándole.
–Semejante problema. Todo es tema para quejarse –Zaina me responde con un tono de decepción.
–A sido a si desde el comienzo –Vanesa camina hacia ella mientras comenta.
–Miren estoy agotada sobre todo porque alguien tan físicamente débil como yo no puede sobrevivir fuera de un entorno civilizado; también estoy harta que hablen mal hasta de los motivos por los cuales la ciudad está en esta montaña –Zaina nos mira algo fastidiada y orgullosa diciendo. Así es ella.
–Pero el motivo es el agua. La fuente de agua fresca que proviene de la cima –serio le digo.
–Si supieras los motivos irreales de los que hablan; como la guerra –Zaina con ese mismo tono de fastidio comenta.
–Antes de este desastre no había ninguna guerra –suspiro con resignación diciendo.
–Y en lugar de agradecer eso se armó todo este lio –Vanesa mira fijamente a Zaina mientras le dice.
–Había problemas que sin duda había que solucionar –Zaina con ese mismo tono comenta, tras un instante de silencio y con tono de preocupación pregunta – ¿Dónde está Leonardo?
–Está avergonzando por lo que paso con su madre –mirando para el techo le respondo, aunque no quería decir nada.
–Comprendo. Dile que quiero verlo –Zaina baja levemente la cabeza y con un tono de tristeza me dice.
–Lo haré –sin más le respondo. Hubo un silencio incomodo hasta que mi hibisco lo interrumpió.
– ¿Ahora quién lleva a Brayan a su casa? –Vanesa incomoda pregunto.
Salí a buscar a alguien, sin Flavio disponible llamare a quien sea, y vuelvo con un par de sus subordinados para que llevan a Brayan en una camilla de madera hasta a su casa; Vanesa y yo dejamos dormir a Zaina. Ambos vamos a los jardines en los cuales encontramos a Leo cubriéndose con una capa negra y sentado en posición fetal entre algunas plantas intentando ocultarse.
–Zaina quiere verte –serio le habla.
–No deberías estar tan mal por lo de tu madre; también fuiste su víctima –Vanesa lo mira con preocupación diciéndole.
–No puedo dejar de pensar en todo lo que pude haber hecho diferente –Leo sin alzar la cabeza y con un tono más serio de lo habitual comenta.
–Todo fue un gran desastre. Todos somos tan culpables como víctimas –me siento a su lado diciéndole.
–Estuvimos toda la noche despiertos… duerme un poco y en el almuerzo vas a verla –Vanesa luce incomoda por esas palabras, así que solo le dice eso.
–Mantén la calma –me levanta mientras le digo. Es claro que ahora no quiere compañía.
–Intentare conseguir valor –Leo en ese mismo tono de seriedad nos responde.
Los dos nos vamos dejándolo solo, este se debió dormir en ese lugar y nosotros en la choza; sin duda todos los que nos consideramos del mismo grupo estamos durmiendo o intentándolo.
***
Perspectiva de Camilo:
Los que llegamos como niños que tras unos días de cuidados en Monte Alto lucimos mayores, unos más que otros, yo pasee de como ocho años a unos once. Ahora estamos todos juntos mirando desde lejos a la pareja del campamento quienes se dan cuenta, este hombre serio se levanta ahora que hay luz se puede ver que sus ojos son negros y se distingue su altura de 1: 87. Usa una camisa desgastada negra, con unos pantalones de mezclilla gruesa y botas de cuero negro, luce algo sucio con esas prendas que parecen ser de trabajo. Anoche no se veía nada.
– ¡¿Ustedes qué quieren?! –ese hombre nos mira molesto y pregunta gritando.
– ¡¿Ustedes que quieren?! -yo doy unos pasos hacia ellos hablando en tono alto, pero sin gritar diciendo. –Vienen aquí acosan a los nobles, pero no los atacan. –Ya no veo intimidante, y con el cabello negro largo a los hombros debo verme ridículo, pero sigo siendo yo.
–Solo buscamos al príncipe; por odioso que suene solo él puede poner fin a todo esto –el hombre me responde en un tono igual de alto.
– ¡Sabemos que está aquí, pero todos dicen que está incapacitado para hacer algo! –le respondo gritando, la situación también me frustra.
– ¡¿Incapacitado?!¡¿Esto será el fin de todo el imperio?! –el hombre nos grita preguntando.
La mujer se levanta tiene ojos castaño claro y mide 1: 62, se acerca a él preocupada abrazándolo como buscando consuelo. Nos acercamos a ellos sentándonos a su alrededor; durante el almuerzo, tanto durante la preparación como cuando comenzamos a comer nos la pasamos hablando.
–No recordamos bien lo que paso; no sabemos bien quienes somos. Sabemos que no pudimos seguir trabajando y acabamos en las calles de la ciudad mendigando… hasta que uno de ellos nos tuvo compasión –con un tono de tristeza y casi lágrimas en los ojos les explico.
–Y veo que los marcaron, Camilo. El consejero Rio Leal es persistente –el hombre decepcionado me dice.
–Lo es. Y quizá ahora unido sea algo más benévolo. Él no quería tenernos aquí y no confía en nadie que no sea de los suyos –sin cambio en mi ánimo comento.
–Eso se comprende. ¿Cierto, Jasir? –la mujer por fin habla con un rostro de resignación.
–No discutiré eso. La verdad es que tenía mis problemas con el príncipe y el imperio en general, pero esto es inaudito. Shada –Jasir incomodo le responde.
–En eso estamos muy de acuerdo. Si quieren trabajar cultivando algo nadie les dirá nada. Y deberían entregar esa mata dragones; aquí eso da miedo –rápidamente les informo.
– ¿Aún tienen un dragón aquí, Camilo? –Jasir sorprendido me pregunta.
–Sí, pero esta del tamaño de nosotros y nada de su poder –serio le respondo.
–Lo separaron bien –Jasir fastidiado comenta.
Todos siguen comiendo sin poder calmarse; desde uno de los techos bien oculto para los demás nos ha estado viendo Carlos, ¿Qué pensara de nosotros tan poderoso ser? Incluso en su condición actual no demuestra temor un solo momento por más confundido que pueda estar. ¿Y quién habré sido yo que soy capaz de notarlo?
***
Perspectiva de Carlos:
Apenas escuchaba palabra de lo que hablaban en la plaza, ese sujeto Camilo me cae bien como ese Jasir, me parece que así lo llamo esa ex soldado. Tras un rato decido irme a la choza, Vanesa inquieta se encuentra sentada en la puerta; enseguida me siento junto a ella.
– ¿Qué es lo que quieren? –Vanesa intrigada me pregunta.
–No parecen malas personas, y supongo solo quieren ponerle fin a lo que hagan nuestras partes dragoneas –preocupado le respondo.
–Gran Tempestad no es un apodo que te quede mal; debes estar cubriendo bajo varios metros de hielo lo que sea –Vanesa seria comenta.
–No me gusta pensar en el apodo que me dio el maestro Didier –fastidiado solo le digo. Sé que me lo gane a pulso, pero está conectado a malos recuerdos.
Ambos entramos a la choza y nos quedamos encerrados el resto del día, siendo Akapana quien nos trae la comida. Es la amiga de Dayana, usa su cabello negro suelto desde que despertó, le llega a los hombros, mide 1: 78 y es de las más rudas del lugar.
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