Moonaris Vidre - 03
El sol perezosamente besaba las faldas del bosque, anunciando un nuevo amanecer del nuevo día. Los niños de Mooncub despertaron con la nieve fresca que caía con la primera nevada. Las crías salían a jugar mientras los padres descansaban de la estresante noche anterior. Se despertaban las pequeñas aves rezagadas, no por la luz del sol que besaba las hojas de los árboles, sino por el ruido que las Lechuzas Nocturnas realizaban con sus actividades mañaneras.
Como de costumbre todos los Cazadores empezaban sus actividades a más tardar 5:30 de la mañana, consistiendo de largas horas de entrenamientos, patrullas y cacerías. Todos sin falta terminaban sus trabajos al atardecer, pues aquellos lastres que no terminaban temprano sus labores se arriesgaban a que las criaturas de la penumbra los atrapen desprevenidos.
Todos los cazadores sin falta seguían esta rutina… Todos menos Dailen, al cual el sueño le abandonó cerca de las 10:40 de la mañana. Pobre chico; su fuerte voluntad de mantenerse despierto toda la noche fue derrotada por las sábanas de seda tras una estresante noche en el castillo de un monstruo. Algo atontado y medio dormido tomó su viejo y roído diario con aquella pluma vieja y casi sin tinta, compañeros que toda la vida le nunca le han fallado; al menos no hasta ahora. Ojeando las hojas perezosamente caminó hacia la ventana, descubriendo un pequeño balcón detrás, una fresca brisa le ayudó a despertarse para observar a la distancia con claridad, antes de ponerse a escribir en su maltratado diario de tapa de suave cuero.
“26? de Moonaris, primer año de mi captura.
Estoy vivo. Al menos por ahora.
No hay síntomas de vampirismo, tampoco heridas o mordeduras, la comida de anoche no era venenosa ni estaba infectada con algún parásito controla mentes. Espero que mi estado permanezca tan normal como siempre
A la lejanía veo la campana de la iglesia y aún más a lo lejos se ve la alta universidad del pueblo. Por lo pequeñas que se ven calculo que el viaje será de mínimo 7 días con un buen caballo; rápido, joven, saludable y lleno de energía. A pie me sería imposible llegar a Mooncub en menos de 2 semanas…”
“Última página…” Pensó el joven de cabello castaño al voltear la página de su diario y encontrar la tapa trasera de su diario.
Un profundo pesar de nostalgia le cayó como una piedra en el corazón. Una que otra vez había leído los diarios de su madre y la última página siempre estaba destinada para alguna pequeña reflexión para sus hijos; desde las más infantiles para la niñez, hasta las más serias, amorosas y personales para la vida durante los últimos suspiros antes de su deprimente muerte por culpa de un corazón roto.
Incluso su padre tenía el suyo propio. Pese a que nunca había tomado en serio el ejercicio de llevar un diario hasta que su amada esposa dejó este mundo. Incluso así, el viejo hombre usó más de la mitad de su último diario en más de 20 cartas para su hijo.
Adelina, su hermana; también tenía un diario propio. Aunque se lo llevó a la tumba. Negándole así a su hermano y familia para siempre el poder conocer sus pensamientos, o sus últimas palabras. Y ahora, lo único que quedaba de ella para el recuerdo eran las ocasionales menciones de sus familiares en sus propios diarios.
Ese pensamiento le hizo estremecer. No es como si tuviera alguna posibilidad de escapar, volver al pueblo y conseguir un nuevo diario de todas formas. Por lo que debía pensar qué escribir cuidadosamente, pero ¿Qué escribir? Él era un chico pobre, sin familia, sin dinero, sin estatus, quién se unió al más reconocido grupo de asesinos de monstruos por rencor contra esas criaturas que aterrorizaban a su pueblo y asesinaron a su familia. Y ahora mismo era un prisionero, un rehén de una de esas monstruosidades que tantos años pasó tratando de aniquilar. Nadie lo recordaría, lo más probable es que muera pronto y quién sabe qué pasaría después con su cadáver. Nadie iba a encontrar ni el castillo, ni el diario en miles de años, se convertiría en aquello que juró borrar de la existencia y decepcionará a los espíritus de sus familias. Pero ¿Y si, sí lo encontraran? ¿Qué debería decir? Le hubiera encantado escribir todos sus pensamientos del momento, pero simplemente no había espacio suficiente.
Al final, observó al bosque a la distancia. Incluso estando en el balcón, la luz del sol no lograba acercarse, ni siquiera un poco pese a la hora del día. El castillo era grande y magnífico, al menos lo que se lograba ver desde su gran balcón. Dailen observó un poco alrededor, todo el terreno parecía estar incrustado dentro de la montaña. Una montaña tan grande e imponente que actuaba como el perfecto parasol para vampiros y la culpable del tan largo dormir del cazador que no percibió los primeros rayos de sol que le despertaban como era costumbre. La forma de la montaña era tan rara y tan perfecta, que Dailen dudaba que fuera natural, incluso dudaba de la luz del sol lograra llegar a brillar a través de alguna ventana castillo si por algún motivo de la nada el sol bajará del cielo y se posara justo frente ése lado de la montaña. Luego de un largo suspiro, Dailen se puso a escribir, no sabía para quién escribía, no sabía cuándo o cómo o si quiera si fuera a ser leído algún día. Simplemente escribió lo que su corazón le iba susurrando que escribiera. La pluma moribunda dio todo de sí, la última hoja se estiró lo más que pudo para el chico. Justo cuando la pluma murió, la hoja se acabó y el cazador terminó con su escrito, su atención fue captada de repente por un golpe que llenó por completo la habitación con un fuerte “Thump”.
El silencio que siguió se hizo abrumador, ese tipo de golpes solo podrían significar una cosa, problemas. Dailen se volteó hacía la puerta, esperando a que fuera lo que estuviera detrás lo atacara. Sin embargo, cuando un gentil grupo de suaves golpecitos llamó a la puerta el cazador bajó la guardia solo un poco, aquellos golpecitos sonaban demasiado delicados y educados como para pertenecer al hombre de la noche anterior. Y efectivamente, la puerta se abrió con un rechinar y del oscuro pasillo salió una jovencita vestida con un delicado traje de servidumbre negro con un precioso delantal púrpura con un extraño bordado en oro. Dailen hizo una nota mental de la joven, quien era sin dudas extranjera pues tenía una complexión algo cuadrada, de hombros pequeños y caderas anchas, con una delicada cara ovalada y labios gruesos y grandes que dibujaban una gentil sonrisa en su rostro, pero lo que la destacaba como extranjera no era eso, sino su oscuro color de piel y su cabello negro tan rizado que formaba una suave nube de cabello alrededor de su cara. Tras de ella entró otra extranjera, sus hombros y cadera anchas le daban una voluptuosa apariencia de reloj de arena acentuado por su traje de sirvienta, igual que el de la otros joven, su cabello ondulado y ligeramente más castaño resaltaba lo mulato de su piel y sus labios pequeños pero carnosos no disimulaban su mueca de disgusto debido al golpe en su frente que poco a poco se iba haciendo más pequeño. Pero algo que ambas tenían en común era que las dos se veían mortalmente pálidas y que entre ambas cargaban un gran baúl que al ser bajado creó un ruidoso eco en toda la habitación.
Pero lo que más llamó la atención de Dailen, fue que tras las bellas muchachas entró el dueño de la mansión. El vampiro que lo había traído a esta (in)cómoda prisión la noche anterior y Dailen estaba confundido. Que no se mal entienda; por supuesto que estaba asustado; estaba atrapado y sin ningún tipo de armas, pero también estaba sumamente confundido por cómo iba vestida una criatura tan conocida por tener un gusto exquisito y exigente con sus ropas como lo es un vampiro, vestido… de forma tan simple. Para empezar, aquel vampiro que se había visto imponente y amenazante hacía apenas unas pocas horas atrás, ahora su físico parecía el de un joven que apenas comenzaba a acariciar la línea de los 32 años, su negro cabello apenas y tenía alguna cana aquí y allá, pero vestía tan casualmente que aparentaba estar en sus veintitantos. Vestía una camisa blanca arremangada por encima del codo, un holgado pantalón que al final de la pierna se encontraba atrapado entre un par de botas altas de correa, hechos con un cuero bastante fino y caro, con unos guantes blancos que por poco y se confunden con su piel. Piel que era tan enfermizamente pálida y delgada y al mismo tiempo firme, que por poco se confundía con porcelana. Su complexión era la de un joven saludable y musculado en lugar de la apariencia monstruosa y decrépita que era típica de los vampiros, su rostro…
Su rostro era un dilema. No era la increíble maravilla visual o la horrenda monstruosidad que se espera de un vampiro, era imposible poder definirlo del todo. Pues no había rostro al cual calificar. Su cara estaba completamente cubierta por una oscura y opaca niebla, como aquella típica neblina gruesa de la mañana, de la que no te deja ver lo que hay delante de ti sin importar que lleves contigo una linterna o no. Aquel humo negro parecía rodear el semblante de la criatura de forma completa hasta el nivel de las orejas, como si estuviera anclada al rostro, ni aunque la suave corriente del aire la moviera, esa cortina de humo no permitía que ni el más mínimo rasgo facial fuera reconocido. Aquel hombre sin rostro se detuvo en sus pasos frente al umbral, empujando la puerta un poco, dejando salir un “Huh…” de molestia al oírla rechinar, y tras darle unos golpecitos a las bisagras entró a la habitación llevándose las manos a la espalda despreocupadamente.
La criatura tenía cierto aire de ligereza en su postura, pero sus pasos eran como los de un viejo marinero en la cubierta de su barco, como los de un general caminando frente a sus soldados, como un anciano hechicero que camina en su biblioteca revisando sus libros meticulosamente, como un hombre vacío y agotado que camina pesadamente por la vida, o como un niño solo y confundido. Pasos seguros y firmes, pero pesados y solitarios.
Las dos sirvientas, obedientes cual zombies, se posicionaron rectas y firmes una a cada lado del baúl al momento de ver a su señor entrar, bajando la cabeza en una reverencia respetuosa. El vampiro se aclaró la garganta y ambas levantaron la mirada para ver lo que su maestro tenía por decir. Sí, ver no escuchar, esto puesto que el poco estilizado y medianamente joven amo del castillo no emitió sonido alguno al comunicarse, dedicándose a realizar unas señas con las manos antes de señalar a la joven mulata, dándole la palabra.
“Atrapé mi vestido con el baúl cuando iba a tocar la puerta. Solo me tropecé” dijo la chica con un muy marcado acento extranjero mientras se cubría la frente aunque ya prácticamente no tuviera ningún signo de haberse golpeado.
El vampiro sin rostro asintió y le dio una palmadita en la cabeza, para después voltearse a la chica de cabello rizado y apuntar al baúl. Rápidamente ambas jóvenes entendieron la orden y se pusieron a trabajar. Del baúl sacaban ropa y con delicadeza la colgaban en el armario junto al balcón, la ropa interior la doblaban con finesa antes de guardarla en el cajón junto al armario, la librería la iban llenando poco a poco con los libros y cuadernos que iban encontrando de vez en cuando. Trabajaban de forma hacendosa y alegre, eran eficientes y no se quejaban para nada, eran rápidas y delicadas. Sus movimientos eran hipnotizantes y satisfactorios para cualquiera.
En especial para un confundido Dailen que no tenía ni idea de dónde habían salido todas esas cosas que; para empeorarlo todo, eran sus cosas. Su ropa, sus libros, incluso sus dos únicos pares de zapatos fueron lustrados y puestos en su lugar, todo dentro del baúl era de su propiedad. Y no se habría confundido ni asustado tanto si viviera en una casucha destartalada con puertas, ventanas y agujeros en las paredes que permitían el libre paso de los monstruos. Pero él vivía en el cuartel central de los cazadores ¡Y eso no tenía sentido! Las lechuzas de la Noche eran el grupo de cazadores más preparado y con más antigüedad de la historia, solo el terreno alrededor del cuartel debería ser inaccesible para los monstruos ¿Y de alguna forma habían logrado acceder a las habitaciones y tomar absolutamente todo? No tenía sentido ¿Qué poder aparte de Dios mismo podría burlar a los cazadores así como así?
Las divagaciones de Dailen fueron interrumpidas por el vampiro, que de la nada se le acercó tratando de tocarlo. Naturalmente Dailen se hizo para atrás y el vampiro imitó su acción, levantando una mano como para disculparse, antes de comenzar a mover las manos como un niño emocionado al contar algo. El vampiro hablaba en señas, eso era claro, pero solo había un problema: ¡Dailen con costos sabía hablar su propio idioma! ¿Hablar en señas? Sí, cómo no.
Que no se mal entienda, por supuesto que Dailen sabía leer y escribir. Pero es muy diferente saber algo gracias a estar años haciéndolo por tu cuenta a tener una educación para hacer eso mismo. ¿Escribir? Por supuesto. ¿Escribir en cursiva? Olvídate. ¿Sumas y restas? Relativamente fácil. ¿Divisiones o multiplicaciones? ¡Ni que fuera bruja! ¿Leer libros grandes? Bueno, eso tal vez sí, pero el punto era que Dailen ni por asomo podría entender las rápidas señas de un vampiro que ni le caía bien para empezar. Al ver la confusión del humano, el vampiro sacudió la cabeza y comenzó a hablar más despacio. No es que sirviera de mucho para variar. Dailen estaba seguro de estarse viendo como un estúpido, pero tampoco es tan importante cuando estas buscando desesperadamente un cuchillo para apuñalar a la persona frente a ti. Por suerte el chico fue salvado por la campana, o más bien por una de los engendros pues, la pobre de cabello afro soltó un doloroso y estruendoso grito cuando, al estar recogiendo unos libros, tomó por accidente una daga de plata. ¿Enserio se las arreglaron para robarlo todo? ¿Incluso las armas?
El vampiro se acercó y sujetó a la engendro, dándole apoyo para que pudiera mantenerse de pie. La joven tenía su palma en carne viva y soltando humo por la quemadura. Era obvio que le dolía, ese era todo el propósito de las armas exorcistas. Dailen estaba seguro que vería cómo destrozaban a la chica por su inutilidad, pero todo lo contrario. El vampiro en cambio se sacó el guante y con suavidad se lo entregó a la chica. Mientras ella se ponía el guante aguantando las lágrimas de dolor, su amo se agachó para recoger las cosas que cayeron al suelo. Las manos de la criatura eran igual de pálidas que su cuello y brazos, pero la punta de sus dedos era completamente negra, como si hubiera escarbado en el carbón por horas sin parar; Dailen no podía dejar de pensar que la criatura se le hacía extrañamente familiar, casi como si ya lo hubiera visto en alguna parte.
Y entonces, una risilla profunda le sacó de su ensimismamiento. Solo para encontrar al vampiro con un libro abierto soltando pequeñas risitas entre dientes antes de sisear y hacer una pose extraña, como si estuviera imitando o se burlara de algo que ambas engendros encontraban lo suficientemente gracioso como para reír y olvidarse del accidente. El cazador mantenía su distancia, arrugando la frente al ver a las criaturas riendo, pero cuando el supuesto libro “divertido” se le fue entregado, de inmediato toda la sangre en su cuerpo se heló al leer la página.
“Criatura 15_00-dCvf: “La Masacre sin Rostro”
Clasificación: Engendro(?) del vampiro original (Sin datos que lo confirmen).
Clasificación técnica: Aeternum Vampire
Antigüedad: Desconocida.
Territorio de caza: Nómada.
Apariencia: Indefinida (metamórfago)
Rango de peligrosidad: Devastación absoluta. Evacuar el área en un radio de 100 kilómetros. El suelo sacro solo sirve de refugio por un mes máximo. Evitar a toda costa. Huir a la primera oportunidad.”
“¡Vaya suerte!” pensó Dailen lastimero casi ahogado en pánico. Entonces no solo se había entregado a un vampiro, sino que se entregó a uno de los peores. Uno que podía eliminar pueblos enteros en cuestión de minutos si quisiera. Ese monstruo que pondría a temblar hasta a los más experimentados cazadores, estaba frente a él en ese momento, jugueteando con las armas de plata pura para hacer reír a sus sirvientas mientras trabajaban. No tenía sentido, era uno de los vampiros más aterradores y feroces conocidos por la humanidad, está actitud juguetona era inaudita.
Tenía que escribirlo, registrarlo en su diario. Dailen abrió su cuaderno y suspiró al ver la última página llena. El vampiro se volteó hacia él, pues su suspiro no fue ignorado.
Gracias @Cristian Vila por la ayuda con tus increíbles dibujos. Vayan a visitar su trabajo, es asombroso
Comments for chapter "03"
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