Namaenai Volumen 1 - 1
Capítulo 1: El chico del bosque
—Te amo… —murmura un chico de voz dulce.
—Y-yo… También —responde tímida, quieta frente a él. Aún no está acostumbrada a decir tales cosas.
Tras esas palabras, se miran a los ojos. Se hallan a escasos centímetros del rostro contrario, recostados en una cama, un torso pegado al otro. Visten el uniforme.
Los brazos del adolescente le rodean la cintura. Ella lo sujeta de las mejillas con suavidad, sintiendo los flequillos rizados sobre las manos, y su piel debajo de estas.
—¿Puedo darte un beso? —cuestiona, curiosa y sonrojada hasta las orejas—. Uno simplecito.
—Esas cosas no se preguntan, idiota —suelta una risa entre tierna y traviesa—. Sólo hazlo, así —acorta la distancia al unir los labios con los de la chica, suspirando en estos.
Lleva una mirada lasciva al comienzo, como si la reclamase, dejando una «firma» de recuerdo al morder despacio.
—E-era un beso… ¿Qué rayos estás tratando de hacer? —escucha sus propios latidos, los siente hasta en los dedos.
—Lo hago porque te gusta, ¿O no? —enarca las cejas y la despeina—. Umi —susurra su nombre en su oído.
La luz de la habitación donde se encuentran es brillante, y va tornándose más intensa, a la vez que se escucha el sonido de una alarma.
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—¡Aaaah! Malditas pesadillas… —respira agitada, mirando hacia todos lados, como si el sueño anterior hubiese sido un vistazo al infierno.
Umi se halla ubicada en la parte superior de la litera, en ropa interior. Una de sus hermanas menores duerme abajo, y la otra en una cama aparte. No abren ni un ojo.
—¿Por qué tengo tantos sueños de él…? —susurra para sí y suspira, frunciendo el ceño—. Ya no quiero recordar eso. Sucedió hace mucho —tampoco tanto, unos meses.
Si uno entra a la habitación, se aprecia hacia la izquierda un par de camas y el espacio para pasar entre ellas, que lleva a una mesita de luz. También un gran ventanal cubierto por unas cortinas. Hacia la mano derecha, un placard, un ordenador y una ventana más pequeña.
—Aún no entiendo cómo sobrellevarlo… —hace el intento por incorporarse sobre las sábanas. No obstante, su cuerpo no responde todavía. Sólo su boca se mueve.
»Su imagen… Su maldita imagen sigue en mis sueños…
»Ni que hubiera estado viendo una foto suya en negativo para que se queden todos los colores y su expresión… —por fin puede refregarse los ojos—. Estoy cansada. Es como si no hubiera podido dormir…
La habitación es bastante amplia. Nueve metros de largo y cinco de ancho. Las paredes son de un amarillo apagado, el techo blanco, el suelo marrón con formas al azar en las baldosas.
En los muros de cada una de las chicas, diferentes pósters de grupos de música, series, y dibujos hechos por Umi.
—No puedo controlar esos sueños porque me veo en tercera persona… Como una película… Que estoy obligada a repetir una y otra vez… —se queja de nuevo—. No es justo.
Tiene unas ojeras notables bajo sus ojos caídos color marrón claro, nariz respingada, labios pequeños y gruesos.
Su cabello, negro azulado y ondulado, con más flequillos a la derecha, no le llega a la cintura. Su tez clara, baja estatura, un metro cincuenta y cuatro para ser exactos… Pero si hay algo que le gusta mucho, es su busto.
No se siente mal con su apariencia, hasta que escucha a la gente decirle que es fea. Trata de ignorar aquello, ya que no le encuentra sentido. Según ella, se ve común, no horrible.
—Todavía es temprano… —mira desganada la hora en su celular, un N95. Marca en lo superior de la pantalla el año 2014, Junio, 25. Y la hora, 6:53 de la mañana—. ¡Oh! ¡Mierda! ¡La excursión!
Baja de su cama de manera apresurada y sin vestirse, ansiosa (de buena y mala forma), doblándose el pie por una caída. Como no es grave, no se soba y sale de su cuarto.
Pasa primero por el baño que se halla a un metro de la puerta de su habitación, para lavarse la cara y los dientes.
—Rayos, sí me duele. Qué bueno que soy medio elástica, sino me hubiera torcido como mi padre —se enjuaga.
Este lugar es un simple baño de azulejos blancos, en aproximado la mitad de la habitación en tamaño. No hay espejo, sólo el retrete y el bidet, además de una ducha sin regadera con manguera. Hay una pequeña ventana arriba, como es lo usual.
Al salir de este, se halla en un corto pasillo que lo conecta con su dormitorio y otro cuarto más pequeño. En este último no hay nadie, en único una mesa y la puerta hacia la terraza.
—Pensar que hoy me arreglo para ir a otro lugar que no sea la escuela… —ni tan producida, se peina con los dedos y se aplana el cabello con un poco de agua. Lo que sí, se echa desodorante y perfume.
Luego, sale del baño y baja las escaleras que conducen al living. Es un lugar como tres veces más amplio que su habitación, porque ocupa también el comedor y la cocina.
Hacia la derecha de la encimera, hay una puerta que conduce a la cochera.
Al final de los escalones queda frente a un espejo grande. A su izquierda, está la habitación de sus padres.
—Wuu~ Tengo un rollito menos —se agarra del abdomen y se agacha un poco, riendo por su reflejo—. ¿Estaré pesando cuarenta y tres?
A su diestra, un sofá color beige. Se viste con lo que dejó sobre este anoche, y selecciona en el móvil la música que va a escuchar durante el camino, acomodándose los auriculares.
Para finalizar, se coloca la mochila y sale por la puerta principal, a dos metros del sofá.
Incluso afuera no puede evitar tararear. No se da cuenta, ya es automático.
Es un día nublado, templado, realmente lindo para ser de verano. Una brisa fresca sacude las hojas de los árboles.
Según lo que Umi Murasaki está enterada, la excursión se llevará a cabo en el bosque Ishihara.
Es el típico viaje de estudios que se realiza en segundo año de la preparatoria. En ocasiones, en primero y tercero también. Hoy, irán acompañados de primer año.
Umi camina lento por la ciudad. Sus pasos marcan el ritmo de la música que escucha, y va cantando en voz baja.
—Buena suerte, pequeña —la saluda un joven de tez morena y cabello negro rojizo hasta los hombros.
Ella enarca una ceja. Ni siquiera sabe quién es aquél que la observa tan de cerca y luego se aleja rápido.
No deja de lado lo que sucede, no lo haría por la asquerosa mirada que le dedicaron recién, quiere estar alerta. Sin embargo, tras dos segundos, su mente sólo lo olvida.
Al girar en la esquina, metros más adelante, achica los ojos cuando divisa unas «formas de colores» que ella cree reconocer. En la parada de autobús de esa cuadra, se encuentran sus amigos esperándola, aunque no los ve sino hasta que los tiene en frente.
—¡Hermana! —Sakura Takafumi agita las manos.
Es una chica más alta que ella. Posee cabello castaño lacio largo y flequillos. Cuerpo delgado por arriba, con muy poco busto pero una cintura hermosamente marcada, que resalta más por sus piernas y su gran trasero.
Ojos marrones obscuros, labios finos y una nariz algo respingada. Su tez es la más obscura entre el grupo. Lleva una sudadera amarilla, jean celeste y zapatillas blancas.
—Te olvidaste tus lentes en la escuela ayer —se acerca a ella para entregárselos—. Suerte que tu Sakura —se señala, sonriente— los encontró —ríe divertida. Se nota incluso en eso lo dulce que es su voz. Es un poco más grave que la de Umi.
—¡Gran señora estúpida! —aunque no parezca, esta chica se lo dice de cariño. Es el apodo con el que la llama.
Chitose Haruka, sí que tiene curvas marcadas de arriba a abajo. Es más alta que Sakura.
Posee cabello rubio hasta los hombros, y varios flequillos hacia el lado izquierdo, si se la ve de frente. Ojos casi negros y una linda sonrisa. La voz más grave entre las tres, igual de preciosa para cantar.
Lo que más destaca de su rostro, es su maquillaje: los párpados negros en totalidad, y los labios pintados del mismo color. Va vestida con un chóker de ese tono en el cuello, jean y botas, en único su camiseta es blanca y sin mangas.
—Dale las gracias a Yuu, él los encontró.
Cuando Chitose menciona aquello, Sakura infla las mejillas, frunciendo el ceño.
—Efectivamente, sólo el más genial del universo podría tenerlos —se señala, con una gran sonrisa. Yuu Minamoto es un chico bastante apuesto a primera vista, razón por la que muchas gustan de él.
Le lleva casi una cabeza de altura a Chitose, pues él mide un metro setenta y siete.
Tiene de vestimenta una camisa celeste obscura, un jean azul marino y zapatillas blancas. Es delgado, pero con músculos marcados. Tiene ojos grandes marrón rojizo y pestañas largas, labios también largos, de sonrisa felina.
Su cabello es llamativo para la zona. Entre los conocidos de Umi, sólo él y una de sus hermanas poseen el cabello rizado. En el caso de Yuu, marrón claro.
Este chico usa lentes, como Umi, aunque rectangulares. También tienen una tez similar, siendo la de Yuu más obscura.
Si hay algo que resalta más en él que su apariencia, es su voz, que es muy dulce y barítono; además de sonar linda al hablar, al cantar también.
Él es… En específico, el chico con el que Umi soñó. Algo como su «ex». No llegaron a ser pareja, quedó en nada. En la actualidad, es su mejor amigo.
—¿A dónde te ves lo grandioso? ¡Tonto! —Umi, al igual que muchos adolescentes, habla con insultos de cariño—. Bueno, gracias por los lentes —se trata de unos pin-up.
El marco es algo grueso y grande, así que sobresale de su cara, haciendo ver su cabeza más pequeña de lo que ya es.
—Me pregunto cómo no me atropellaron hasta aquí… Qué extraño —piensa en voz alta. Si hubiese esforzado la vista, más tarde le dolería la cabeza, así que agradece no haberlo hecho.
Y ella no es olvidadiza con los acontecimientos, nunca. Tampoco con objetos, pues es obsesiva con que se mantengan en su lugar. Umi no le presta atención a este gran detalle por algo que sí es: distraída.
Los cuatro se dirigen a esperar el autobús para ir al lugar que les indicó la escuela como punto de reunión, a unos metros de donde están. Por fortuna, no tarda en llegar.
Suben rápidamente, ubicándose adelante. Por lo general, aunque no hay mucha gente en esta zona del centro, los medios de transporte casi siempre van llenos.
—Ah~ —Chitose bosteza, estirando los brazos. Va sentada al lado de Sakura.
—Mmm… —Umi produce un quejido inaudible, muy nerviosa por el sueño que tuvo. No planeaba hallarse a la diestra de Yuu. Sin embargo, no le disgusta. Es confuso. Su corazón late rápido. Decide jugar con las manos propias.
—No veo la hora de que lleguemos. Tengo muchas ganas de encontrar a Kazuma y pedirle que pose para mis dibujos~ Sí, sí~ —Chitose asiente, riendo animada.
—¿Cuál era Kazuma? —Umi enarca una ceja, perdida. Al menos, esa conversación la saca de la otra situación.
—Ay, hermana. O sea, o sea —repite adrede Sakura y alza los hombros, negando.
—Yo no hablo con esa persona, así que no es raro que no lo conozca —se rasca tras la cabeza—. Además que por las caras no reconozco a nadie.
—Es el chico más popular de la escuela. Me duele decirlo, pero incluso más que yo —Yuu se lleva una mano al pecho, como si le hubieran clavado una flecha.
—Exagerado —Sakura suelta una carcajada, golpeándole el hombro con suavidad.
—¡Pero sí es verdad! Se las arregló para robarme el puesto —se queja, cruzando los brazos. Aun así, su expresión es una sonrisa divertida.
Umi siente una mezcla de cosas. Intriga, quizás celos, a la vez se anima por el ambiente. No consigue ordenarlo.
Se suma a eso el pensamiento de que le causa gracia que hablen de «popularidad». Le parece cliché, no obstante, no es la primera vez que oye eso de ellos ni de otras compañeras.
—Bueno, Kazuma ingresó a la preparatoria cuando íbamos a primero y teníamos quince —Chitose ubica las manos tras el cuello propio, entrelazándolas—. Tú te transferiste un año antes, en secundaria. No le llevas mucha ventaja.
—Ey, ¿Quién era Kazuma? —insiste Umi, formando un puchero. Al escucharles mencionarlo tanto, más quiere saber.
—El pelirrojo. El único pelirrojo de la escuela —Sakura le toca la frente con dos dedos, entrecerrando los ojos.
Claro, aparte de una de las hermanas de Umi.
—¡Aaah! —asiente, enarcando las cejas—. No lo ubicaba por el nombre. Kazuma es un nombre muy difícil de recordar.
La mente de Umi es muy buena para grabar acontecimientos, el lugar exacto en donde deja sus pertenencias, letras de canciones, actitudes, sonidos y aromas; no para los estudios, ni rostros, ni… El resto de cosas.
Una «condición», le dijeron las psicólogas.
—Te aseguro que su nombre es tan fácil como Yuu, Sakura o el mío —Chitose ríe fuerte, mirando por la ventana.
—Sí, bueno —le da vergüenza su mala memoria, así que no lo va a discutir—. Cambiando de tema pero a la vez no —se lleva una mano al mentón—, ¿Él posaría para ti?
—Mmm —Chitose frunce el ceño y cierra los ojos, a modo de queja—. No sé. Nunca le hablé. Pero es normal que los artistas vayamos a pedirle a alguien al azar si quiere posar.
Umi está de acuerdo con eso y asiente. Sólo que no es el caso de su amiga gótica. Si bien acostumbra realizar algunos sketches de quien esté cerca, no ha buscado todavía a alguien de otra aula para dibujarlo.
—Uy, muy al azar. Justo al más bonito —la molesta Sakura, alzando las cejas dos veces.
—¿Qué dices? —le jala ambas mejillas, achicando la vista—. Sí a ti te dibujo todos los días. No es nada en especial.
—Bueno, es verdad. A Yuu también lo dibujas —Sakura inclina la cabeza, mirando hacia el mencionado—. Sí yo supiera dibujar mejor… —dice en voz baja para sí, ruborizada.
Umi, por un momento piensa «ambos de su curso», y luego, se percata de ese gesto de su bella amiga morena.
Le parece que Sakura se ve preciosa, como para retratarla. Solía hacerlo más a menudo cuando le gustaba. Después se le fue pasando al conocer a Yuu (pues la otra la rechazó), y con él quedó más enganchada.
Lastimosamente, Sakura también, por el mismo chico. Todo se volvió un lío para los tres, que sí conocen y se lo han comentado. No hay muchos secretos entre ellos y Chitose.
—¿Qué miras tanto, Saku? —Yuu le dedica una sonrisa a la chica, jugando con los flequillos de esta.
Esa escena es un coqueteo muy obvio. Umi y Chitose ríen bajo. No hay cómo negar que ese par se ve muy bien.
Sakura, hasta en su parpadeo denota su sentir por Yuu.
«Amo cuando está de buen humor», piensa Umi. «Aun así…. ¿Por qué me duele el pecho?».
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Al pasar un rato, bajan del transporte, riéndose animados debido a las conversaciones que mantienen. Ahora, les toca esperar el otro autobús, en el que se irán con el resto de sus compañeros.
Este viaje, lo realizarán chicos de primero y segundo de la secundaria y preparatoria Tomoedo, donde se planea que aprendan tanto de supervivencia como de lecciones de vida.
Aquellos temas tienen muy pensativas a Umi y Sakura, que nunca han intentado este tipo de cosas; pero se distraen con los comentarios divertidos y a veces (casi siempre) fuera de lugar de Chitose y Yuu.
El día continúa fresco. Los adolescentes aparecen uno a uno hasta que están reunidos, a excepción del compañero de Umi que siempre llega tarde.
Los autobuses hacen presencia en el lugar. Son siete en total. Con la cantidad de gente que allí hay, se van a llenar.
—Me gustaría ir arriba… No hay segundo piso… —se queja Umi para sí. Realmente, no es como si le gustaran las alturas. En particular, para este tipo de vehículo, considera que estar más arriba es más seguro.
—A mí también me gustaría —le responde Sakura, de algún modo la oyó. Forma un puchero con los labios.
—Ya, dejen de quejarse, niñas —sonríe travieso Yuu, y rodea con uno de sus brazos el cuello de Sakura.
—Miren el lado bueno. Podemos tirarle piedras con más facilidad a los vehículos —Chitose les muestra una bolsa con rocas de pequeño tamaño que trae en su mochila.
—¿Qué? —le responden los tres, sorprendidos, hasta que en su expresión denotan el recuerdo de que es ella con quien están hablando.
Entre las risas de los amigos, se asoman cuatro chicos. Saludan a Umi, Yuu y Chitose, pero se enfocan más en Sakura. Demasiado para la comodidad de Yuu, quien no puede ocultar una expresión de incordio.
Él no comenta nada al respecto. Se da media vuelta y continúa hablando con Chitose. Umi, queda en silencio.
Si se acerca a los demás, en esta ocasión, podría molestar a Yuu por «estar del lado de su amiga». Si va con él, Sakura se enojaría mucho. «¿Por qué es tan difícil? Ni los juegos de citas me lo ponen tan complicado».
Lo cierto es que, en la actualidad, el grupo de Umi es bastante popular. Sakura, Chitose y Yuu son talentosos y hermosos para todos. Umi, en esta época, es conocida por sus dibujos. De su apariencia no hablan bien precisamente.
Al menos, todo es por bastante más lindo que cuando era niña. Nunca se le pasó por la cabeza que llegaría a ser «popular», un término que le sigue causando gracia. No sabe cómo sucedió. Tiene sus teorías, nada seguro.
Le es lindo sentirse rodeada de gente, cuando no quiere dormir. Mucho mejor que ser odiada y abusada todos los días, sin lugar a dudas.
—Qué bonita estás hoy, como siempre~ —suelta uno de los chicos a Sakura, abrazándola.
—Gracias~ —ríe bajo, con su voz dulce y tierna.
—¿Cómo puede ser que todo te quede bien? —exclama otro, acariciándole el cabello.
—De verdad, eres toda una muñeca —el tercero le sujeta del mentón, alzando las cejas.
Sakura baja la mirada por eso último, a lo que se le escapa una risa fingida. Umi reconoce esa voz. Su cara lo camufla mucho, no se daría cuenta, de no ser por ese tono.
—Sí, yo pienso lo mismo —se acerca, dejando de lado lo que pasaría con Yuu, apartándola un poco de ellos. No es mentira, realmente Sakura es su musa junto a Yuu.
—Gracias hermana~ Me alegra parecerte tan bonita —su voz… ¿Ahora suena molesta?—. Esperen un momento, quiero decirle algo personal a mi hermana, ya vuelvo.
Ese cuarteto asiente despacio, y el que no había abierto la boca, le hace una seña con la mano para que vaya tranquila. No es mudo, sólo no habla mucho.
Las chicas se alejan un momento, a varios metros de los demás, fuera de la vista incluso de Chitose y Yuu.
—Hermana, no era necesario que te metieras.
—Parecías mal, Sa —tuerce la boca y arquea las cejas, preocupada—. Por eso.
—Ellos son así, y me gusta que me vean así. Yo también estuve sola un tiempo. No quiero volver a estar sola —esconde los labios en una línea.
—No estás sola. Estamos nosotros —asegura, poniéndole una mano en el hombro.
—Sí… O sea… Sí. Pero no es lo mismo —se rasca una mejilla—. Me gusta gustarle a muchos chicos.
»Lo único feo, es que son feos, esos. Igual, hermana, no hace falta que te metas. Tú me dijiste que debía ser amable si quería que los chicos quieran ser mis amigos.
—No a costa de que te sientas incómoda —protesta.
La regañaría por hablar de manera tan desagradable. No obstante, fuera de Yuu y ella misma, no conoce a alguien más que no insulte a la gente a sus espaldas.
El lado «positivo» es que Sakura y Chitose, lo que dicen de Umi, también se lo dicen de frente a ella. Lo aprecia porque detesta las mentiras y la hipocresía. Quiere que sean sinceras, como lo es su mejor amigo.
—No siempre me siento incómoda. Rui tiene voz muy sexy —de nuevo, Sakura suena más animada—. Y entre los chicos de la juntada —se refiere a otro círculo suyo—, hay muchos que son bien lindos y me encanta~
No es nada raro que lo vea así. Tantos adolescentes sueñan con tener un harem, incluso algunos adultos. No todos tienen la posibilidad. Ella, como es preciosa, demuestra que quiere aprovechar su atributo.
—… —Umi se frota los párpados y suspira—. Nunca estuve en contra de que alguien tenga muchas parejas, pero si te pones de pareja con uno, quizás se vayan todos.
»Lo que digo es que… Sería mejor que no dependas de ese tipo amigos, sino los que quieran ser tus amigos aunque pase cualquier cosa. Igual, digo eso y quizás alguno de ellos lo mismo siga hablándote aunque tengas novio.
—Mi idea es conservarlos a todos, incluso si salgo con uno. La verdad… No quiero tener varias parejas, sólo amigos cercanos y un novio —expresa, muy segura de sus palabras.
«Mientras en su relación tenga permiso de «salir» con otros chicos, supongo que no debería haber problema. Sólo… Bueno, quisiera que sea clara y no juegue con nadie». Sabe que Sakura no va a admitir que busca eso.
No es como que a Umi le desagrade besar a las chicas que le parecen lindas, es entendible. Es decir, muchos a su edad y más grandes que no son tan tímidos lo hacen.
Lo que no comprende, es que Sakura desee libertad sin querer dársela a su pareja. Ni siquiera sale con Yuu, y le arma escenas.
De nuevo, Umi también tiene celos porque teme que Yuu no le hable más, los maneja distinto, pero existen. Se lo comentaría como algo casual si él se lo pregunta, más no le obligaría a hacer o no alguna cosa.
«¿Sa irá a cambiar cuando tenga pareja? ¿Yo iré a cambiar? ¿Chi cambiaría? Yuu… Él encuentra el amor de su vida cada mes, ni qué decirle».
—Hermana —le jala de la manga despacio—. Ahora sí, volvamos~ —le susurra al oído, lento, soplando a propósito.
Umi tiene un sobresalto, sonrojándose. Su piel de la nuca y brazos, hasta la espalda, se eriza en totalidad.
—Sa —baja la voz, que suena entrecortada—, te quejabas de que yo te agarraba en público, y también lo haces.
—Sí —cambia a un tono más agudo y tierno, riendo suave—. Pero no es lo mismo. A ti te encanta~ —la molesta y se aleja primero.
—Maldita hija de tu madre… —sí, ama su falso coqueteo, ¡no que la deje con las ganas!
Si bien a Umi ya no le gusta ella, lo físico no se va todavía. Intenta evitarlo, ya que le es raro sentir algo sexual por alguien que no le atrae de manera romántica. Sabe que es normal, aunque siente que hay algo mal. No entiende por qué.
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Llega la hora esperada por los chicos. Los transportes están a punto de arrancar. Dentro de cada autobús, se encuentran los cursos mezclados entre primero y segundo de preparatoria, para la comodidad de los pasajeros. Ellos mismos lo sugirieron.
Las puertas se cierran una a una, y en el autobús de Umi, a último momento, sube Shin Rokuto; aquél que siempre se demora. Los asientos y el suelo tiemblan por el avance de los vehículos, y el viaje comienza.
Se escuchan tantas voces. Algunas cantan, otras gritan, hablan. Muchos están animados, la gran mayoría.
Umi, va sentada en el fondo, junto con sus amigos y varios compañeros.
—Umi, siempre me cambias por todos —bromea Shin, un chico de cabello negro corto, ojos negros también, un centímetro más bajo que Yuu.
Sus facciones muestran como si siempre estuviera cansado. En realidad, así es su rostro.
Algo que resalta en él son sus cejas, gruesas. Lo conocen por ser un mujeriego con mala suerte. De igual manera le gusta a muchas, quién sabe por qué.
—No seas pesado —lo regaña Risa Motomiya, una chica de casi de la altura de Yuu, que siempre tiene una expresión tranquila. Su cabello hasta los hombros, castaño, lacio.
Posee algunos flequillos hacia los lados de la cara, del mismo largo que su cabello. Ojos cafés y lentes rectangulares. La conocen por «rara» e inteligente. Según Umi, Risa no es rara.
—Yo no te cambio por nadie, que yo te guste es tu problema —le responde Umi a Shin, riendo.
Lo cierto es que Shin no gusta de Umi, sólo es una broma que le hace siempre. Él preferiría a cualquiera por encima de Umi, pero como amiga le cae muy bien.
—Me encanta la ropa que traes, no sabía que te vestías así —esta vez, Shin sí le hace un cumplido real.
—Oh, gracias —parpadea varias veces, curiosa. Igual, le muestra una sonrisa—. Es la ropa que me resulta más cómoda usar, aunque seguro luego tendré que cambiármela.
Lleva puestos unos borceguíes negros, una polera escotada de mangas largas color verde grisáceo, un pantalón rojo y negro a cuadros. De este cuelgan un par de cadenas.
Todo, a excepción de la polera y el calzado, son regalos de una persona de la cual, por algún misterioso y extraño motivo, no puede recordar absolutamente nada; sólo la música que le mostró y el hecho de que son obsequios de ella.
Una gran cantidad de prendas y objetos que Umi posee vienen de su parte también. Quisiera darle las gracias. Sí, no tiene buena memoria, pero jamás olvidaría eso. Algo no cuadra.
Por el momento, dejará eso lado. Es importante, más no consigue pistas por ninguna parte. Imagina que si la llegase a encontrar, sería dentro de bastante tiempo. Quizás años.
Durante este viaje, se va a enfocar en pasarla bien. Es difícil, cuando su cabeza tiende a arrastrarla a la miseria por el pasado que la persigue.
Ríe, se divierte, y luego se siente mal. A veces le sucede aunque ría. Es horrible la depresión, la ansiedad. Cree que eso es culpa de los abusos. Supone. Hay tanto que desconoce de sí misma, como les pasa a todos los adolescentes.
—Sólo que es raro que no te pongas maquillaje con esa ropa. La gente que viste así, se maquilla como Chitose —la señala Shin, intercalando la mirada entre ella y Umi.
La última se había alejado de la conversación. Volver es complicado. «¿De qué hablaba? Ah, cierto».
—Yo sí tengo un estilo gótico de verdad —ríe Chitose, tocando con el índice el chóker con puntas que trae.
—A mí me gusta maquillarme suave —les comenta Sakura, que tiene un delineado simple y brillo labial.
—Yo, si es que me maquillo —aclara Umi, riendo—. Uso labial negro más que otro, me delineo los ojos y me arqueo las pestañas. Pero me da flojera, así que casi nunca lo hago.
Un ejemplo es hoy. Pese a ello, está segura de que si se lo hubieran pedido sus amigos, lo habría hecho (con vagancia) por cumplirles el capricho.
—Yo creo que de todas formas no se puede hacer mucho para arreglar tu cara —dice Sakura, con total naturalidad.
—Sí… No tengo un rostro muy agraciado, pero tampoco soy fea —ríe, jugando con un mechón del cabello propio.
No se siente mal por su comentario. Siempre se lo dicen. Antes era de peor manera. Ahora es… ¿Tranquilo?
Como los demás se ponen a hablar y Umi no se halla en sintonía en este momento, mira por la ventana. No es la única en callarse. Entre el alumnado, varios lo están.
Umi piensa mucho siempre que viaja, así como ahora. Fija sus pupilas hacia el cielo, hacia el suelo, queriendo dibujar cada paisaje, imaginando una historia diferente por cada área.
El sonido deja de escucharse cuando se encuentra en ese estado. Un silencio ficticio entre semejante bullicio.
«Me gustaría ir caminando por todos esos lugares», habla consigo. Entre lo que visualiza en su mente, está su amor frustrado. El único que, de verdad, la marcó.
Aquél es, una persona que tiene que ver todos los días. Ya no siente lo mismo, pero «muy de vez en cuando» según ella, extraña lo que él solía ser.
Recuerda siempre los buenos momentos para poder perdonarlo cada vez que hace algo malo, ya que es costumbre de Umi perdonar sin importar de qué se trate.
En el caso de Yuu, tampoco es que sus acciones sean tan graves. Sakura… Sí son cosas más cuestionables.
Es natural que no pueda olvidar los malos ratos. Siempre se pregunta por qué el destino los vive separando, y se responde a sí misma que era lo mejor para ambos.
Entre los recuerdos más lindos, su primer beso con él, que lo imagina cada vez que hay sol sobre un techo de tejas.
Un abrazo cálido, se le viene cuando mira una cama desordenada. Sabe que algún día dejará de pensar en ello. Quizás al crecer en edad, aunque desea que mucho antes.
Entre las malas vivencias, la peor es la de su partida: este chico cambió a ser con ella todo lo que él siempre dijo que nunca sería y que no tuviese miedo.
Resuena en su cabeza la música que escuchaba en esa época. Tiene esa maldición de recordar la canción que oía en el momento exacto que algo sucedió, sumada a las que reproducía en ese tiempo. Eso es casi para lo único que sirve su memoria, como si se acabaran los gigabytes en esa sola cosa.
Como diría cualquiera, «ojalá la memoria funcionase así para los exámenes».
«Al principio no me gustaba tenerlo cerca… Después de que cambió, fue tan complicado… Ahora, ya puedo llevarlo mejor, ya no me duele tanto como antes», piensa.
No comprende tampoco cómo es que él en particular le dejó una marca tan grande, si también le gustaba Sakura poco antes, y la desilusión fue menor. ¿Tal vez por las malas acciones que tuvo la chica con ella?
«Si fuese más fácil superar a Yuu… Así como a ella y a otras personas que me gustaron antes… No entiendo cuál es la diferencia entre él y los demás».
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—Umi~ Te estás durmiendo… —le dice Risa, moviéndola de un lado a otro.
—¿Eh? —mira a todos lados, dándose cuenta de que la luz alumbra poco por la hora—. ¡Juro que era de día!
—No es de noche aún —comenta Chitose, con la vista metida en el dibujo que va realizando.
La escena ahora es bastante tranquila. Siete de la tarde, a los chicos no les quedan tantas energías tras estar de ruidosos durante mucho rato de la siesta. Además, tampoco almorzaron, y faltan dos horas para llegar a su destino.
Se halla sentada con Risa, antes del gran asiento trasero. Detrás, se encuentran Yuu y Sakura abrazados por la izquierda, y Shin mirando cómo dibuja Chitose por la derecha.
El grupo de amigos de Sakura, en la cercanía. Le hablan a la pequeña de a momentos.
Umi clava la vista en el paisaje de nuevo. En lugar de quedar pensativa de mala forma por lo apegados que están los otros dos, sonríe y canta en voz baja, imaginando ideas para su próxima historieta. Nunca las termina, igual, le divierte hacerlas.
—¡Me estás aplastando! —ríe fuerte Sakura—. Se me va a dormir la pierna si sigues así.
—Eso es síntoma de tu vagancia —Yuu le hunde el índice en la mejilla, recostado en su regazo.
—Pero pasaron horas, ¡A ti también te dolería! —saca la lengua, a modo de expresión.
—Idiota —el chico no hace ni el amague de salirse de allí. Se ve bastante cómodo.
Los gritos de Sakura y Yuu interrumpen los pensamientos de Umi. Sin embargo, no deja que la distracción dure tanto. Planear las historietas le ayuda a tranquilizarse.
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Pasan las horas y los autobuses se estacionan. El viento, se mantiene a temperatura. Las estrellas junto a la luna, iluminan hermosamente.
El perfume del bosque se siente, entrando por las ventanas del vehículo. Es un aroma muy particular y nuevo para la gente que sólo conoce la ciudad, ya que es mucho más limpio; sobre todo, impresionante para quienes viven en el centro, como Umi.
Los chicos cogen su equipaje. A pesar de que varios recién despiertan, se mueven con demasiada energía de repente. Entre risas y gritos, bajan todos de a poco.
Aquel césped húmedo y fresco, se va secando con las pisadas. El ambiente es tan puro ya que no hay máquinas además de las que ellos trajeron. La mayoría de los presentes, es muy probable que nunca hayan sentido algo así.
Se puede apreciar en el paisaje una linda variedad de verdes, árboles de diferentes tamaños y mucho más grandes de los que suelen verse en la ciudad.
Una cantidad inmensa, aunque en esta sección sí hay un gran espacio amplio para que puedan hospedarse. Un claro.
Flores silvestres inusuales, pequeños roedores, el sonido de algunas aves de la noche… Es una experiencia curiosa.
—Ah… Me duele la cabeza… La espalda también… Pero igual estoy feliz —Sakura da pequeños saltos en el lugar, ya que no lleva puesto su equipaje.
—A este paso voy a tener músculos sobre los músculos —comenta divertido Yuu, quien carga lo propio y lo de ella.
—Me alegro por ustedes, pequeños —dice en voz baja Umi, mirándolos con una especie de melancolía.
No está enojada, tampoco quiere intervenir. «No es como si fuesen pareja, pero quizás lo sean en el futuro, ¿No? Al menos, me dan esa impresión. De Sa se nota que sí le gusta mucho Yuu. Me pregunto qué sentirá él exactamente, aparte de ganas».
—Oye —se le acerca Chitose, y cambia su voz a un tono más suave—, no te vayas a poner mal. Puedo ver en tus ojos lo que deseas… Te gustaría que seas tú quien va con él, ¿No?
—Chi… —la llama por el apodo que le puso y esboza una sonrisa. Se alegra de que Chitose la mantenga con los pies en la tierra de esa manera tan amable.
«No lo quiero para mí sola, pero sí que me quiera a mí también. Es difícil de explicar, otro día te lo digo».
Al mismo tiempo, fuera de pensar en el par, se siente incómoda por el dolor de espalda. No lo menciona.
Tanto ella como Sakura tienen problemas respecto a eso. Umi sufre de escoliosis, y Sakura de cifosis.
Ambas enfermedades son de poseer la columna curveada de mala forma, sólo que difiere hacia dónde. En la escoliosis es a los lados; la cifosis, hacia atrás. A ninguna se le nota a simple vista, y de no quejarse, la gente no se enteraría.
—Hay que ir allá —Chitose le toca el hombro a Umi, y señala con la otra mano—. Los profesores se están juntando. Sígueme, o te perderás, gran señora estúpida —ríe divertida.
—Te diría que no exageres… Pero tienes razón —esconde los labios en una línea. Le agarra del brazo—. Ah, recién recuerdo. Dijiste que querías dibujar a ese chico de avanzado, pero no está. ¿O será que no lo veo? Ya necesito lentes nuevos.
»No veo el cabello anaranjado… Ni el abrigo verde —es con lo que puede reconocerlo, además de su aroma. No lo escuchó hablar de cerca, así que su voz le es un misterio.
—Nah, no vino —alza los hombros, como si no le importara—. Me sorprende que recién te des cuenta. Hace horas que se están quejando las chicas, y algunos chicos —sonríe traviesa al mencionar lo último.
—Ya vas a empezar —ríe divertida, golpeándose la frente—. Tienes una obsesión con el BL.
—Eh, sólo recalcas eso. Yo shippeo todo —argumenta, jalándole una mejilla—. Aunque más a los chicos.
—¡A eso me refiero! —»grita» en voz baja—. Bueno, no soy quién para juzgar. Nada más no le digas eso a los chicos, a menos que estés en confianza con ellos y sepas que les divierte ese tipo de comentarios.
—No soy tan idiota —rueda los ojos y sonríe de lado—. Todos shippeamos a todos, en algún punto. La diferencia está en cómo lo expresamos. No le voy a obligar a nadie a que vaya dando besos a alguien que no le gusta, ni cosas incómodas.
»Tampoco les ando diciendo cosas raras. Es más, los profesores son más evidentes de las parejas que tienen armadas en la cabeza, porque siempre nos ubican en base a eso. Y ellos sí se pasan, aunque a veces les sale bien.
Ambas miran a un costado, a una pareja que se formó gracias a eso. Como esa, hay varias en el bosque ahora mismo.
—Bueno, es cierto —cruza los brazos, soltándola—. Al menos, shippear no es precisamente un insulto.
—Claro que no. A menos que te emparejen con alguien que odies —ríe fuerte y le golpea el hombro—. Aunque nunca entenderías eso. No odias a nadie.
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Los alumnos y autoridades acomodan el lugar en donde dormirán. Cada cuatro personas, una carpa.
Aunque acaban de llegar, es algo prioritario, antes de que tengan aún más sueño. Por suerte, al menos uno por grupo se ha informado o acampado.
De todos modos, los chicos están muy desordenados. Apenas saben trabajar en equipo. Se generan pequeñas discusiones, porque uno dice que va así, el otro que no.
Pese a que no se quieren escuchar, optan por ceder ante el conocimiento del que sí lo ha realizado con anterioridad, o en su defecto, al que tenga más idea.
Tras un aproximado de treinta minutos, terminan de organizar todas. De no ser por los «experimentados», hubiesen estado con ello una hora más.
A la vista, se encuentran carpas de diferentes tamaños, colores y formas. El cuarteto junto con su tienda, están ubicados en la parte más lejana.
El camino por allí, llevaría al lado contrario de donde tienen que explorar con la profesora luego.
—¿Ahora dormimos? ¿O qué hay que hacer? —ladea la cabeza Umi, curiosa. A la vez, se toca el estómago, que le ruega por algo para comer.
—Aún no hemos cenado —le contesta Chitose como si pensaran lo mismo, estirando los brazos. Se ve muy cansada.
La carpa, pese a que los cuatro se hallan allí, está «dividida en dos». Por un lado, Yuu y Sakura riendo y gritando mientras se abrazan. Por otra parte, Chitose y Umi con sus «conversaciones filosóficas».
Hay mucho espacio, no es como si estuviesen apretados. Pueden permitirse ese lujo gracias a que esta parte del bosque casi no tiene árboles. ¿Será algo construido a propósito de esa forma, o es de verdad obra de la naturaleza que sea así?
—Se supone que es nuestra mejor amiga. Sin embargo, siempre que estamos con ese imbécil, nos ignora por completo —le menciona de forma tranquila Chitose.
La gótica no se lleva mal con ninguno de los tres, pero sí parece resultarle extraño aquello.
—Ella misma asegura que prefiere a los chicos que a una chica… —suspira y ríe. Está acostumbrada a «desaparecer de la vista» de Sakura cuando esta se halla con Yuu.
«Sé que es normal lo del tiempo de parejas y no tendría ningún problema con eso, de no ser que literalmente no nos contesta si le preguntamos algo cuando estamos en frente. Eso ya es otro nivel. Incluso Yuu sí nos responde».
Ni se esfuerzan en bajar la voz. No es a espaldas, sino algo de lo que se quejaron cientos de veces con Sakura. No es necesario que sea la conversación, sólo… Que no las ignore si se encuentran todos juntos. Eso desean ellas.
Umi está segura de que si tuviera pareja, no ignoraría a Sakura o Chitose. Son sus mejores amigas. Podrían tener menos tiempo, no esto.
Espera que algún día la otra cambie aquello. Si no, terminaría perdiendo a todos sus cercanos.
—Por cierto, Chi, ¿No existe nadie que te guste? O sea… Eres la única que no demuestra interés alguno en un chico.
—Ya sabes que me gustan más las chicas —sonríe de lado, posando una mano bajo el cabello propio, a la derecha.
—Eso no tiene nada que ver. A mí también me gustan las chicas, y eso no quiere decir que por eso no me vaya a gustar nadie —ladea la cabeza, arqueando una ceja.
—Bueno, antes nos gustaba Sakura, hasta que la conocimos bien —ríe bajo, negando—. Difícil de creer.
»Ahora, en otros términos, no hay nadie que sea mi tipo aquí. Ningún chico ni chica que cumpla con mis estándares… Al menos, no en este campamento.
—¿Eso quiere decir que sí te gusta alguien? —Umi la ve con mucha intriga, levantando una mano como expresión.
—No estoy segura… Si lo confirmo, te lo voy a contar, obviamente —le guiña el ojo, sonriendo de lado con los dientes.
—Gracias~ Perdón por ser tan chismosa —ríe suave.
Umi guía la mirada por unos momentos al par animado a su izquierda, luego la regresa a Chitose. Tuerce la boca.
«Sa está feliz». Sonríe hacia la derecha, de la misma manera que siempre cuando no se siente bien.
Ella misma se percata del movimiento de sus labios, llevando una mano a cubrírselos instintivamente.
«No debería ponerme mal por esto, Sa y Yuu se ven felices así… Yo sólo… También quiero algo así, quiero sentir amor de nuevo… O algo como… Una despedida de Yuu, para poder avanzar… No sé si está bien que piense eso».
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Unos minutos luego, la profesora de biología (quien es la principal guía en este viaje), los convoca a todos al punto en el medio de todas las carpas, así pueda instruirlos un poco.
Les enseña como encender una fogata, qué alimentos pueden comer si les llama la atención alguno en el boque, la ubicación del lago por si les interesa pescar, cómo reaccionar ante perderse, qué hacer si un animal los intenta atacar…
Lo mínimo necesario a saber para la supervivencia.
Al terminar con su explicación, casi todos los alumnos se ponen a intentar frotar ramas y piedras. Cada diez personas de una ronda, sólo uno logra encenderla.
A pedido de la secundaria y preparatoria Tomoedo, por cada cabeza hay comida como para dos días. A menos que la devoren como bestias, les alcanzará.
—Oigan, antes de comer, ¿No quieren tomarse unas fotos junto a la fogata? —sugiere Chitose a los tres.
—Sí~ —le responden, animados.
En primer lugar, una foto de los cuatro. Sakura y Umi en el frente abrazándose, Yuu hace una V y la otra mano la tiene sobre el hombro de Sakura. Mientras, Chitose le hace unos cuernitos a Umi, sonriendo con los ojos cerrados.
La foto se ve bastante agradable y divertida, denotando completamente el espíritu de los adolescentes al venir a «jugar», según ellos, de campamento.
Apenas le echan un vistazo a la imagen, Yuu y Chitose comienzan a revisar en sus respectivas mochila y bolso (Yuu es el único que lleva uno en el grupo) qué cosa van a comer.
A la vez, estiran una sábana sobre el césped para que todos se sienten. Mientras tanto, las otras dos todavía contemplan el celular de su amiga.
—Aah~ salgo hermosa —piensa fuera de su cabeza Umi, aunque en voz baja. Le es un alivio, porque suele salir horrible en las fotos. La cámara no la quiere.
—Ya deja de decir eso Umi, sabes que tengo baja autoestima, me haces sentir mal —Sakura frunce una ceja y, arquea la otra, achicando la boca.
—Sí. Deberías ser más ubicada, Umi —la regaña uno de los cuatro amigos de Sakura, Yowa.
—No te creas la gran cosa por una foto —suelta otro.
—No puedes ser tan desconsiderada. No debes halagarte si está cerca Sakura —el tercero suena más ofendido todavía.
Rui, aquel silencioso, no parece del lado de ninguna. Se limita a una sonrisa nerviosa, es probable que no quiera estar ahí siquiera. Mira hacia abajo, y atrás.
Umi se arrepiente de que se le haya escapado el comentario. No creyó que molestaría tanto. Aunque en su mente, hay otro punto de vista más. Un poco de enojo.
Le cuesta apreciarse a sí misma también, sólo no lo expresa. Es difícil decirse cosas lindas cuando todos los demás opinan lo contrario.
Deja de lado eso, ya que no quiere causar problemas.
—Tú eres mucho más linda que yo y siempre te lo he dicho, entonces no deberías sentirte mal~ —no le miente. Suele comentarle muy seguido que es bella, y la mima.
—Sí, realmente me veo mejor, ¿No? —se sonroja un poco y la ve ahora más animada.
—Obvio Sa, eres preciosa —acaricia su cabello y sonríe hacia la izquierda. O sea, no es fingido.
Le encanta verla ruborizada. Aunque también ama su expresión de enojo, y de sorpresa, de risa. Por eso la dibuja.
—Tú no eres linda, deberías bajar de las nubes —ríe burlona, mientras le saca la lengua.
Umi no entiende porqué Sakura necesita siempre ser despectiva con alguien para sentirse mejor. De igual forma, ya está acostumbrada. Así la quiso desde el inicio, así la querrá.
—Te voy a agarrar la lengua con los dedos, o a la próxima te la muerdo —Umi achica los ojos, riendo.
—Ay, hermana, no seas asquerosa~ —la empuja suave.
—No es asqueroso si es tu lengua —alza las cejas dos veces, molestándola.
—No es por eso, es que no me gustan las chicas —infla una mejilla, frunciendo el ceño—. A menos que~ te conviertas en un chico lindo, y ahí me lo pienso —asiente para sí.
—Pfft —resopla. Respeta sus preferencias, no está enamorada de ella, pero cómo le gustaría aunque sea un beso.
Y Sakura no hace más que alimentar esas ilusiones, del mismo modo que con los cuatro chicos que la acompañan.
—¿Quieres tomarte otra foto conmigo, hermana?
—Claro, las que quieras~ —responde tranquila.
Aunque parezca confuso para muchas personas, el vínculo que esas dos tienen, siempre fue muy profundo.
Más allá de varias actitudes que pueda tener cada una, las dos son bastante cercanas. Umi es la única persona en la que Sakura confía de verdad.
Por otro lado, Umi desea lo mejor para Sakura. Le ofrece lo que sea posible, y la escucha, la acompaña, la mima.
Ya no la ve como antes, hace años que no le gusta. No obstante, las ganas son un tema aparte.
Se le habían pasado mientras estaba en la etapa de enamoramiento más profundo de Yuu, pero al no haber recibido lo que quería, volvieron. Cual botón de encender y apagar, tan simple como eso.
Aunque… ¿Haría algo más que un beso, o sólo posarle las manos en el pecho y ya? Lo duda bastante. Es como si lo que quiere hacer estuviera encapsulado en su mente, sin salir, aún si tuviese el permiso de hacerlo.
«¿Será porque falta algo más de confianza? ¿O sino qué podría ser? Algo como una conexión me imagino… Cuando llegué a algo parecido a salir con Yuu, no tuve problemas en avanzar un tanto más. Supongo que sí, es la confianza».
—Oigan, bola de holgazanas —Yuu hunde el índice de cada mano en una mejilla de Sakura y en una de Umi—. ¿No han pensado qué van a comer?
—¿Qué dices? Como si no pudieras pensarlo —Sakura lo empuja suave, pero ríe fuerte.
—No sé, la verdad. No quisiera gastarme toda la ración ahora. Tengo hambre como para tres días y me da miedo excederme —la segunda suspira, mirando hacia un costado.
Una de las cosas que Umi más ama en su vida es comer, por lo que el simple hecho de pensar en «racionar» le suena a «dieta». Detesta la idea.
—Los cuatro tenemos un montón —menciona Chitose, y luego hace una pausa—. Igual también estoy muerta de hambre. No comimos nada en todo el día. Menos mal que desayuné fuerte, si no, ya me habría dormido.
—Yo no desayuné, me hace mal comer algo antes de las diez de la mañana —Umi infla una mejilla.
—Qué irónico que te haga mal desayunar, cuando también te hace mal no hacerlo. Después por eso te desmayas en la escuela —la gótica ríe a carcajadas, dándole unos pequeños golpes en la espalda.
—¡Tampoco es como que yo quiera desmayarme, idiota! A veces es por el calor, a veces por el azúcar, pero nunca es por hambre precisamente. Sí por sed…
—Ey, no me ignoren. Dije —alza la voz, aunque entre risas—, qué vamos a comer —Yuu se cruza de brazos y enarca una ceja.
—Ay, o sea, o sea —Sakura rueda los ojos de forma fingida—. Nadie te ignora. Ya te respondimos.
—Hagamos malvaviscos y a la mierda —sugiere Chitose mientras saca unas bolsas de su mochila—. Traje esto para todos, después me convidan otra cosa ustedes a cambio. Imagino que todos tienen para compartir —les guiña.
De inmediato, cogen unas pequeñas ramas, las limpian para hacer los malvaviscos, a excepción de Umi, que no toma ninguna. Prefiere usar un palillo de sushi, por su salud.
—Menos mal que no le tengo alergia a la existencia —la molesta Yuu, dando vueltas la comida en las llamas.
—Ay, no seas exagerado. No es a todo… —piensa, mirando hacia arriba—. A ver… El polvo, insectos… —cuenta con los dedos de una mano—. Sólo eso. ¿Ves? No es nada.
—Pero son muchos insectos. A mí si me pica una hormiga roja no terminaría hospitalizado —ríe bajo—. Ahora que lo pienso, hay muchos insectos en el bosque —cambia su expresión a una más preocupada—. ¿Trajiste las pastillas?
—Oh, sí. Siempre las llevo en el bolsillo —parpadea varias veces, algo sorprendida por su reacción.
«No sé si coma tantos malvaviscos, sería demasiado dulce», ríe en su mente. «Semejante cliché de comida».
Sakura mira con algo de celos la situación de ellos, no obstante, de alguna manera no reacciona mal ahora.
—Hermana~ ¿Me das de comer? —la mira, haciendo pucheros. Alza a la altura del pecho sus manos en forma de puños.
—Claro Sa~ —coge otra rama y le añade un malvavisco.
Sostiene la de la mayor y el palillo propio, escuchando por un momento la conversación divertida que ahora tienen Yuu y Chitose. Regresa su atención a la otra.
—No hay que tenerlo mucho en el fuego o sabrá feo —le entrega la comida en la mano.
Además, cae en cuenta de que terminó tocando algo tan lleno de tierra sin pensarlo sólo porque le pidió un capricho. «Qué desastre. Bueno, estoy bien». No le arde, ni se inflamó. ¿Tierra limpia, podría decirse?
—No sabrá feo, se derretirá de más —ríe Sakura, y prueba un bocado—. ¡Qué rico!
Umi continúa masticando con dificultad lo propio.
—Mmm… Creo que voy a comerlos sin calentar… —no le agradó el sabor, así que come despacio los que siguen frescos.
«Como mi propia regla, no puedo decir que no me gusta una comida si no la probé. Pero, ¿Cómo pueden ser tan diferente si sin cocinar son ricos? ¡No tiene sentido!»
—Qué aguafiestas, hermana —asa ahora ella sus malvaviscos, girando la pequeña varilla de madera.
Los cuatro cenan animados. Cada uno a su manera, sentados, conversando en el mantel estirado bajo ellos y haciendo tonterías… Hasta que llega la hora de irse a dormir.
Por lo general, Yuu es el único que se duerme cerca de las veintitrés, y las otras dos suelen quedarse despiertas hasta después de las dos de la mañana. De alguna manera, se les hace extraño dormir temprano de noche.
Por si los llegan a regañar, vuelven en silencio a las carpas. Son los últimos en irse, porque querían disfrutar más tiempo de la hermosa brisa que recorre lo verde del bosque.
Entran lentamente, y como están cansados, se acomodan para dormir al instante, sin prender la lámpara. Sakura saca su conejo de peluche y se acuesta, abrazándolo. Yuu, se echa a su lado, rodeándola con los brazos.
Chitose le toma la mano a Umi, con la intención de que no se sienta sola. Así se duermen, uno a uno… La penúltima en dormirse es la gótica.
Debido al insomnio, Umi sigue despierta. En la obscuridad absoluta, sólo puede sentir el aroma de sus amigos.
Como sabe que recordar el pasado de algunas cosas podría deprimirla, se repite una frase en su cabeza «tú no eres depresiva, deja lo atrasado en el pasado».
Mira hacia el techo, aunque no se vea nada. Luego se da vuelta, quedando de costado y con el brazo derecho bajo el pequeño almohadón que se trajo. Suspira y respira profundo.
«Realmente me hubiese gustado haber superado lo de Yuu a estas alturas. ¿Cuánto tarda normalmente alguien en olvidar a una persona? ¿Cuánto tiempo llevo…?»
«No ha pasado ni un año todavía… Pero se me está haciendo una eternidad… Si no fuese por eso, creo que podría disfrutar más tranquila el viaje».
«¿Cuántas veces voy a tener la oportunidad de venir a un bosque? Mañana tengo que ser más positiva. Oh, cierto, ya es mañana. Bueno, más tarde entonces.»
«Gracias Dios… He tenido un lindo día hoy. He disfrutado mucho con la gente que me rodea, espero que sigan bien».
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[ 2014, Junio, 26 ]
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Otro día, otro clima. Las nubes se disiparon completamente, anunciando que de seguro será más caluroso.
Los pájaros comienzan con el sonido que a unos aturden, a otros animan. El viento sopla en dirección contraria, por lo que el aire es más cálido.
A las 9 AM, los chicos despiertan por el llamado de la profesora. Desde estas horas, luego de saludarlos, les asigna de inmediato sus actividades. Además, les cuenta un poco sobre lo que harán hoy.
Por supuesto, muchos quieren seguir durmiendo todavía, pero la excursión es planificada. No se pueden negar.
Después de quince minutos, comienzan con la primera actividad: buscar comida en el bosque. En específico, cada grupo se divide en tres integrantes. Eso significa que el cuarteto estará separado, por el momento.
Les explican también que los grupos se rearmarán luego, en el caso de considerar que algún integrante no se acopla con el resto o es irresponsable.
Cada uno lleva lo que cree necesario. Chitose, Sakura y Yuu van por la izquierda, con el objetivo de traer cerezas y algunas raíces. Se los ve a los tres muy divertidos, con una pequeña mochila (y Yuu un bolso) en la espalda.
Están bañados en repelente para insectos, llevando sombreros para el sol.
Por la derecha, van Umi, Shin y Risa. Se dirigen hacia los adentros, riendo. Shin no tiene más que el repelente y una lupa. Risa y Umi van más preparadas, con mochilas.
Se sienten aromas mucho más ricos y frescos que los distraen de la actividad. Los colores, algunos roedores… Entre toda la naturaleza, crean un ambiente bastante relajante.
Umi, sumida en sus pensamientos, deja a los otros dos que dialoguen entre ellos.
A pesar de que las conversaciones o demás no tengan sentido como tal, andan buscando lo que les toca: fresas. Umi se concentra en su olfato, Risa revisa con sus manos, Shin observa con la lupa.
—Ah~ Es muy difícil encontrar algo así en semejante bosque —se queja Shin, caminando con las rodillas, fijándose desde bajas alturas.
—Si esto te resulta difícil, imagínate las misiones que siguen —responde neutral Umi, intentando encontrar con exactitud de dónde proviene el aroma de las fresas.
«Sé que están muy cerca, pero hay tantos aromas de otras frutas que son parecidas… Me confunden…».
—Yo creo que este sería un arbusto de fresas —dice en voz baja Risa. Al confirmarlo, alza la voz. A la vez señala en la dirección—. ¡Aquí!
Entre el equipo, desprenden con cuidado las frutas de allí, colocándolas en una pequeña canasta. Son muy pocas aún, les faltan como tres arbustos para llenarla. Suspiran y continúan buscando detrás de donde recolectaron las primeras.
Avanzan rápido, investigando de la misma forma en que lo hacían. Se encuentran cansados, e igual ríen.
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Tras seguir diez minutos en línea recta, hallan una hilera de arbustos de fresas. Unas más grandes que otras, con un aroma tan delicioso que impregna toda esa zona del bosque.
Los tres las miran con ojos brillosos, y rápido empiezan a recogerlas. Son tantas que ya no caben en la canasta.
—¡Maldición! —Risa forma un puchero con sus labios, y luego se muestra pensativa.
—Mh… —Shin cruza los brazos y se sienta en el suelo. Parece querer averiguar qué hacer con el excedente.
—Comamos un poco entonces~ —sugiere Umi, aprovechando la situación.
Toma del brazo a Risa y hace que se siente junto a ella y el chico. Sonriente, coge varias fresas y las reparte. «Si algo me hace mal, me tomo la dexa y listo».
Después de una intensa búsqueda (para lo que acostumbran), literalmente están gozando de los frutos de su trabajo. Como el límite de tiempo es media hora, no pueden descansar tanto.
A los cinco minutos se levantan, sacuden y emprenden la ruta de vuelta. De no ser porque Shin pareciera tener un GPS en la cabeza, no podrían regresar. Son demasiados senderos.
Él las conduce hasta el punto de partida, en donde se encuentran la profesora y algunos grupos que ya terminaron.
El cuarteto conocido cruza las miradas. Se muestran todo lo que consiguieron, y por curiosidad, se convidan para sentir el sabor de cada alimento.
—¿Y ahora? —cuestiona Sakura, degustando una de las raíces que consiguió.
—Hay que entregarle la mitad de todo a la profesora guía —responde Chitose, con la boca llena.
—Oh~ —se queja Yuu, inflando una mejilla—. ¿Y para qué lo necesita? Yo quiero comer todo.
—Dímelo a mí. Las fresas son mis frutas favoritas… Hm —tuerce la boca Umi, despidiéndose en su mente de ellas.
—Ya fue… —el adolescente agarra una cereza, dándole de comer a Sakura mientras la abraza.
—Yuu~ ¿No quieres que te dé así también? —reacciona la chica ante la acción del menor.
—It’s okay~ —Yuu abre la boca sin problemas.
—Ah~ —Sakura deposita una cereza allí.
Umi sonríe viéndolos, intentando convencerse de que le agrada la escena. «Dios, ¿Por qué no puedo sonreír con normalidad? Sí se ven bien… Pero me duele. No entiendo».
—Tranquila, no pasa nada, todo está bien —le susurra Chitose al oído y le pone la mano en el hombro.
—Creo que aún no puedo superar a Yuu… Todavía me causa celos, a pesar de que yo misma dejé que pasara… —le responde al oído a la otra—. Ya sé que es inmaduro lo que digo, supongo que todavía estoy dolida de varias cosas…
—Eres muy sincera respecto a eso —le sonríe cálido, enarcando ambas cejas y con los ojos menos abiertos. La despeina y ríe bajo.
Umi, al igual que adolescentes de su edad, se siente un poco solitaria en lo que respecta al amor. Tiene mucho miedo de no encontrar a nadie que desee quedarse.
En parte, ella siente que sí podría haber sido pareja de Yuu, pero no quería que «terminaran». Sabe que de la manera en que es él, indeciso, la relación hubiese salido tan mal que si tenían algo serio, con el tiempo dejarían de hablarse.
Ciertamente, esa no es toda la historia tras su decisión. También se debe a que Sakura decidió interesarse por él poco después de que Umi le contara que Yuu le gusta.
Como Umi no quería verla mal, y tras varias situaciones desagradables que Sakura le hizo pasar… Prefirió que, para su salud mental, sería lo ideal no salir con él. No si eso le traía tantos problemas con su mejor amiga.
Y aún, entre sus pensamientos, hubiera considerado la posibilidad de que salieran los tres.
Nunca le ha visto lo malo a ese tipo de relaciones. Las ha encontrado en algunas historias que lee o ve, más no en la vida real. Le resulta algo curioso, divertido, interesante, pero difícil de llevar.
No sabe si podría involucrarse en algo como eso, por más que le hayan gustado dos personas a la vez. Es insegura, desconoce si tendría celos o se sentiría desplazada por alguna de las dos partes.
Es más, hoy le sucede que le duele el pecho al ver juntos a esos dos, y no entiende ni por cuál o por qué, ¿Cómo se supone que estarían los tres?
Para esas cosas hay que ser alguien con mucha confianza en sí mismo, y no ser celoso e hipócrita, entre otras cualidades. Umi no las tiene, y aunque creía no ser lo último, no puede afirmarlo.
Se encuentran en diferentes situaciones del porqué no tendrían una relación así. El par lo rechazaría sin pensarlo, Umi lo considera, pero lo siente inviable.
Yuu porque siempre le gusta una persona y luego no, y después sí, y más tarde no, además de en muchas ocasiones (y lo que le molesta a Umi en particular) deja de hablarle a la persona que le gustaba por la que le gusta en el momento.
A Sakura le sería imposible compartir a Yuu y está muy lejos de gustar de Umi, según Umi sabe. No habría forma ni de sugerírselo.
Umi, nunca ha estado enamorada de más de uno a la vez. Gustar es una cosa, pero amar… Cuando ama a una persona, es como si siquiera el gusto por alguien más fuese imposible. No sabe en qué situación podría ser diferente.
Fuera de eso, el cómo se llevan en la actualidad, parece sacado de fantasía. Sin que Yuu se aleje pese a gustarle Sakura, sin que Sakura se enoje (tanto) aunque él le hable a Umi.
Por otro lado, Chitose es una persona mucho más reservada con las situaciones de amor. Aún nadie sabe si alguien le llama la atención. Umi llegó a preguntarse si a ella también le gusta Yuu y por eso prefiere no mencionarlo. Es poco probable, sería más evidente de ser así.
—¡Segunda actividad! —grita la profesora, recogiendo la mitad de los alimentos de cada grupo y metiéndolas a una enorme bolsa.
Resuena en el área la voz de la mujer, y los chicos se acercan a ella para recibir la segunda tarea.
La actividad de ahora es más fácil, pero más duradera. Lo que deben hacer es caminar hacia el lago con sus cantimploras y algunas botellas.
Ese lugar se encuentra a varios kilómetros de donde están. Esta vez, no sería en grupos, sino todos juntos.
Si pensaron que era cansadora la primera misión, las piernas se les van a dormir con esta. Cogen sus mochilas y bolsas, como cualquier otra actividad entre quejas y gritos, y así comienza la caminata.
Umi se halla con la cabeza despejada de algún modo. Se relame los labios con gusto a fresas, y da pequeños pasos mirando hacia todos lados.
Se distrae con lo mismo que cuando se fue a recolectar la comida. Cruza la mirada de a momentos con algunos compañeros o amigos, y luego se pierde de nuevo en el paisaje.
Su mente se sumerge en una suave música que la hace mantener una sonrisa visible. Con aquellos pensamientos, otra vez imagina historias, y sin dejar de estar tranquila.
Fuera de su cabeza, como si hubiese objetos «invisibles» a su percepción, está a punto de golpearse con un árbol.
—Umi, ten-
Antes de que se lo advierta Sakura, choca contra el tronco.
—Ah… —se soba la cabeza—. Suele pasar — dice en voz baja y se acomoda el cuello. Sigue caminando naturalmente.
—Hubiera preferido hacerme la dormida para no participar en esto… Pero no cae mal un poco de aire —comenta al grupo Chitose, se le ve algo cansada.
—Yo… Hubiera preferido que sea en invierno —se queja Yuu mientras camina, tomando por la cintura a Sakura.
—Me gustaría haber traído alguna consola para jugar, pero se me perdería —añade Sakura a la lista de deseos, haciendo pucheros.
—Yo no sé qué pensar ahora… Sólo sé que tengo hambre —menciona Umi acariciando su abdomen.
Se escuchan risas un rato debido a las confesiones que se hacen. Al haber gran confianza entre ellos, no tienen problema de comenzar con palabras un tanto más pesadas.
Aunque luego de unos minutos, los temas más serios los ponen algo pensativos. Sin miradas de odio, ni insultos reales, se escucha a los cuatro conversando.
Al dejarse llevar por la charla, se chocan con varias cosas en el camino. La que presta menos atención es Umi, que luego de darse con algo siempre recoge flores y demás, todo lo guarda en una mochila rojo carmesí que se trajo.
Sakura y Chitose escuchan con interés a Yuu, hasta que ven que Umi coge algo bastante extraño y a la vez común.
—¿Para qué te llevas una roca? Ni siquiera es colorida o algo —ríe la primera mencionada de las tres, viéndola con curiosidad. A la vez se acerca un poco a observar.
—Es que es suavecita, y si la ves bien, tiene una estrella en el medio. Eso no se ve todos los días, ¡Parece dibujada, en serio! —Umi se la muestra muy animada, y seguido de ello la guarda en un bolsillo «secreto» de su mochila.
—Después te vas a quejar de dolor de espalda por todo lo que llevas ahí —ríe Chitose, negando con la cabeza.
—Hm… —Yuu se ve ignorado por las chicas así que se dirige donde Shin, un poco más adelante—. Hey amigo, ¿Qué onda? ¿Cómo va la situación? La vida, o lo que quieras decir.
—Nada más veo qué hacen las chicas, parecen interesadas en algo —refiriéndose al grupo del que el otro se acaba de alejar.
—Oh~ —frunce el ceño haciendo un puchero y regresa con ellas—. Saku~ —la agarra y abraza, deteniéndole el paso por unos segundos—. No me dejes solito.
—Okey… —la voz de Sakura suena tímida, y se sonroja, dejándose abrazar. Camina con el peso del otro en la espalda.
Umi sonríe y se adelanta un poco, divisando que no van ni por la mitad del trayecto. Se decae apenas, sin embargo, eso no le impide seguir con su «mini-misión» de recolectar cosas innecesarias pero bonitas para ella.
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Pasan unas horas. El alumnado se encuentra a un par de metros de la meta, donde se puede apreciar el hermoso color brillante del agua, el sol de mediodía, un viento templado, el sonido puro de la naturaleza.
Este último, a los pocos minutos se ve afectado por el griterío de los chicos y chicas, debido a su felicidad de llegar tras un largo recorrido.
El agua del lago rebalsa hacia todas las direcciones, ya que se está recogiendo por los alumnos.
—¿No va a estar sucia si algunos se meten a ella? —pregunta Umi, aliviada de sentir algo fresco en sus manos, aunque preocupada de beber de allí.
A diferencia de sus compañeros, ella no anda tan sedienta debido a que trajo de su casa varias botellas de agua en la maleta (trajo más de líquido que comida). Si no, se hubiese desmayado por la deshidratación.
—Aunque no lo hiciéramos ahora mismo, seguramente otros sí lo harán —Yuu señala con el índice a lo lejos.
En la otra orilla del lago, se distingue un grupo de chicos que parece estar haciendo lo mismo.
—Sí Umi, después la hervimos, o sea… Se le van los microbios —agrega Sakura, alzando los hombros con los ojos cerrados y enarcando las cejas.
—… —Chitose ya está bebiendo, se ve que confía en las defensas de su cuerpo.
La tranquilidad no dura mucho allí, en cuanto comienzan las picaduras de insectos de la zona.
En un lugar tan húmedo, lo menos que se puede esperar es irse tal y como uno llega.
Los gritos más fuertes, por extraño que parezca, vienen del otro lado, cosa que sorprende a los chicos de Tomoedo.
En un momento, se ponen a observar a los desconocidos por mera intriga, y pronto dejan su distracción para enfocarse en la misión.
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Unos minutos más tarde, ya listos, se dirigen de regreso al punto de encuentro. La vuelta es aún más agotadora por todo el peso que llevan encima, pero están más despiertos por el contacto con algo fresco.
—Maldita profesora, espero que luego nos pague por esto —bufa Chitose al mostrarse bastante sedienta, pese a haber bebido mucha agua.
—Toma un traguito entonces, si sientes que te vas a desmayar —la mira algo preocupada Umi, acercándole la botella propia en la que tiene agua de su casa.
—Yo me siento bien, genial y perfecto como todos los días —comenta Yuu con una voz graciosa. Camina un poco más delante de ellas dos—. Igual no pasa nada con que tomes un poco, sólo que luego tendrán menos —estira la mano hacia atrás para agarrar la de Sakura y llevarla consigo a su paso.
—Yo… Yo, yo, yo, estoy bien también, no me molesta mucho el calor —la pequeña mimada por el otro y animada, entrelaza los dedos de su mano con los de él.
Su expresión denota que le duele la espalda de nuevo, pero el cariño del menor parece distraerla por completo de ello.
Por fortuna para Umi, en ese instante sólo observa con una sonrisa de idiota las flores del suelo, con intención de seguir recolectando las más llamativas para su mochila.
Todo va bien para ella, hasta que su estómago suena, y sigue sonando. Chitose le da un puñetazo en el abdomen.
—Ah… —Umi piensa «¿Le habrá molestado el ruido?»
—Si crees que es por el ruido estás errada —la gótica ríe bajo. Al igual que cualquiera, le es posible leerla con facilidad porque es «transparente»—. Ese golpe te quitará el hambre durante un largo rato, así que puedes seguir tran-
Las carcajadas de los dos de enfrente interrumpen el habla de Chitose.
—¡Ay! ¿Pero por qué hiciste eso? —ríe fuerte Sakura y empuja un poco a Yuu.
Por accidente, este cae más atrás, aplastando varias flores que Umi traía en manos, y de paso a ella.
El ambiente se torna un poco tenso: los celos de Sakura del acercamiento entre ellos son evidentes, Chitose mira preocupada, Yuu se levanta rápido sin querer pedir perdón, y Umi tiene los ojos un poco llorosos por el golpe de Chitose, el otro de Yuu y que aplastaron sus plantas.
Sin embargo, a un minuto regresan a lo mismo que hacían antes. Es curioso como ese momento tan feo se disipa así de simple. La magia del viaje, ¿No?
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Pasa una hora desde que van de camino al claro donde se halla la profesora.
La frescura de un bosque, ahora es sólo una débil ilusión. Los rayos solares parecen querer cocinarlos.
Se escuchan las cigarras anunciando que subirá aún más la temperatura, hecho que reconocen los alumnos de Tomoedo. Comienzan las quejas, y ruido. Mucho ruido.
Umi no se entera de esto, porque a unos minutos de su incomodidad anterior, se puso a escuchar música con auriculares. Como mantuvo el celular apagado durante el viaje, todavía tiene batería.
Lo que sí, las canciones la distraen más de lo planeado. Los chicos y chicas que van con ella la dejan en el camino. Naturalmente no se dan cuenta. Al ir en multitud, nadie se fijaría en una sola persona, a menos que fuese apuesta.
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Otra hora después, primero y segundo año llegan a «la base» mucho más rápido de lo que tardaron en ir. La obvia impaciencia de tomar agua y comer algo.
La profesora guía inspecciona con meticulosidad todo lo que su alumnado aporta de tarea asignada. Los felicita con unos aplausos y les permite descansar.
Cada uno se estira a su manera y se acomoda a su gusto en todo el espacio de y entre sus carpas.
—Mh… —Yuu suelta el agarre de manos con Sakura, se estira así y luego la conduce a dentro de la carpa—. Acostémonos —la trae consigo a su lado, sin pedir siquiera su opinión, empujándola con un brazo hacia las sábanas.
—Yuu~ —no parece molestarle en lo absoluto, ya que corresponde a su abrazo.
Fuera de la carpa, se halla Chitose sentada, dibujando todo lo que se encuentra a su alrededor. Entre sus observaciones, se percata de que hay una chica que falta, así que se levanta para avisarle a la profesora.
Ella le niega con la cabeza y trata de calmarle su preocupación, diciéndole «esa tonta siempre está en su mundo, deja que aprenda sola y si no regresa mañana, la buscamos».
Chitose, siendo su personalidad, maldice a la profesora y va de regreso con atención por el camino anteriormente transitado.
No es ni la primera ni la última vez que un profesor actúa de esa forma con Umi. Por fortuna, la gótica no quiere quedarse de brazos cruzados.
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En otro lugar lejano, hacia el lado contrario de sus carpas, se encuentra Umi. Aquel lugar donde no hay huellas aún. Perdida por completo, pues no tiene señal en el bosque como para llamar.
Camina sola, con el sonido de la naturaleza como su única compañía.
—Casi se agota la batería, así que guardaré el celular…
Lo deja en modo de suspensión en el bolsillo y se enrolla los auriculares al cuello, algo que suele hacer para no aplastarlos dentro de la ropa y evitar que se rompan.
En ese momento, nota la ausencia de bullicio, de las pisadas, de los gritos. Se asusta y ve hacia todos lados nerviosa.
No logra comprender ni cómo ni cuándo llegó allí, pero intenta tranquilizarse tomando en cuenta que guardó todo lo que quiso en su mochila.
Rodeada de árboles y arbustos, plantas altas y bajas, flores de muchos colores. De igual manera, los aromas abundan, aunque los rayos del sol son algo escasos.
Respira profundo y se le pasa un poco el miedo, apreciando que está más fresco que lo que sentía hace unos ratos. Se mantiene dando vueltas con la mirada, buscando restarle importancia a la situación.
—Así que estoy perdida… Naturalmente lloraría, pero ya no creo que algo me haga peor que el calor, y no hace tanto calor… —habla consigo mientras pasea por cualquier dirección entre los árboles.
Toca en el costado de la mochila y saca de allí su botella, para rehidratarse. Luego de beber la guarda otra vez.
—Me pregunto si habrá espíritus de la naturaleza o algo así —muestra una sonrisa curiosa, decaída a la vez—. Yo sólo conozco los muertos que dan miedo…
Umi desde pequeña ha tenido contacto con seres… Diferentes. No es la única, pero sí de las pocas en su curso.
La existencia de esos entes no le deja sumirse en la soledad, a menos que haya entrado en depresión.
Intentando ver el lado bueno, se divierte buscando elementales con la esperanza de encontrar alguno, y piensa que le gustaría que sus amigos pudieran verlos además de escucharlos. Es frustrante que sólo Sakura los perciba.
—Qué bueno que ya no me creen loca por estas cosas, como ya no es tan vergonzoso en estas épocas contar alguna experiencia sobrenatural o paranormal.
Ríe fuerte hasta que se escucha su eco.
—¿Por qué hay eco? ¿Cómo se hace el eco…? —se detiene a pensar—. ¿Hacia dónde hay más eco? —ladea la cabeza y alza la voz—. ¡Hola~! ¿Hay alguien cerca?
No hay respuesta alguna más que la resonancia de su voz en el lugar.
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Cerca del lago, a mitad de llegar, está buscando con impaciencia Chitose. Incluso entre rocas, busca. Ella se siente como la hermana mayor de Sakura y Umi, con sus acciones suele demostrarlo, hasta en lo malo a veces.
—Por aquí tampoco está —frunce el ceño y luego ríe—. La orientación de la gran señora estúpida es demasiado mala, pésima —suspira profundo, negando y bajando la cabeza.
Se detiene un momento para volver a mirar a los alrededores. No se siente presencia humana en la cercanía, ni algún sonido similar.
Sin más que intentar allí, vuelve en sus pasos con la intención de regresar a las carpas. De igual manera, no se rinde, sigue observando todo.
Resulta misterioso el hecho de que no les ocurra nada en medio del bosque con todo, ¿No?
Se debe a que los animales salvajes y en verdad peligrosos están en un lado que no es accesible para la gente. Esa parte posee una cerca, y no hay manera de ingresar sin las llaves.
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Llegan las ocho de la noche. Un aroma muy delicioso abunda en la base de Tomoedo.
Lo recolectado a lo largo del tiempo allí, es parte de la tercera actividad, la cual es cocinar. Con calderas gigantes, mesas, cubiertos y demás, se preparan diferentes platillos.
Uno de los pocos momentos donde es preferible el silencio, para aumentar la concentración. Nadie se queja sobre ello debido al hambre. Muchos lo hacen con entusiasmo, otros porque no hay nada más que hacer, pero lo hacen.
El trío se divierte bastante. Sakura y Chitose ayudan a Yuu preparando algunos ingredientes, mientras este se encarga de la cocción y detalles que dan un mejor sabor.
—Qué suertudas estas niñas, que tienen al genio de la cocina con ellas —presume Yuu de sí mismo en voz baja.
—Tampoco eres la gran cosa, cualquiera puede cocinar, ¿Sabías? —le responde con el mismo tono de voz Sakura. Lo mira entrecerrando los ojos y enarcando las cejas.
—Cualquiera puede, pero no tan rico. Eso hay que admitirlo —sonríe divertida Chitose, mientras señala a Yuu con el pulgar.
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En otra zona, casi llegando a los límites del territorio del bosque transitable, lejano a las rejas, se perciben presencias tanto humanas como animales.
A pocos metros de allí, está Umi sentada en el césped, abrazando sus piernas. Tomó por precaución una dexametasona, ya que no puede ver si hay insectos peligrosos.
La obscuridad es casi absoluta. Como escucha gritos de risas y gente hablando, se siente extrañamente acompañada. No ve nada, pero no le importa. No quiere que nada irrumpa su calma.
—Yo no soy alguien depresiva, sólo tranquila. Me siento tranquila mientras no tenga intriga u ocurra algo horrible —se dice a sí misma, intentando mantenerse lo más positiva posible.
»El sonido de la gente no me da miedo, algunas de esas voces son lindas —sonríe y se talla los ojos. No haber comido en todo el día le causa sueño. Vuelve a su posición y se cubre la mirada entre los brazos, cabizbaja.
De pronto, una voz resalta demasiado a un volumen mucho mayor, dándose a entender que su poseedor se encuentra detrás de ella.
—¡Odio este viaje! No tengo a nadie con quién divertirme ya que Chris se enfermó y apenas quiere caminar… Y Kabuto ni siquiera es de mi curso… Voy a maldecir todo —se queja la sombra de un chico de gran estatura, de manera graciosa.
—Kkk… —Umi no puede evitar reír entre dientes, soltando una corriente de aire, por lo que trata de cubrirse la boca con la mano derecha.
—¿Quién anda ahí? —hace el amague de buscar con su nariz, da unos pasos al frente y choca suave con la pequeña—. ¡Ah! —igual tropieza y cae al lado.
—Mh… —dice en voz baja. Le sorprende el ruido y gira la cabeza para probar si ve algo. Resultado negativo—. ¿Estás bien? —pregunta con calma y un tono cansado.
—Sí, no me golpeé tan fuerte —responde de manera tranquila y fluida—. No he escuchado tu voz anteriormente —se acerca más a ella y la «olfatea»—. Tampoco reconozco tu aroma, ¿De dónde vienes? ¿Vives aquí?
Por una parte, a Umi le sorprende notar que alguien más parece manejarse como ella. ¿Tampoco reconoce rostros? ¿Acaso verá fragmentos? ¿O sólo le será más cómodo?
—Uhm… —por otro lado, su corazón está acelerado.
El aroma y la voz del contrario le resultan muy agradables, tanto que le gustaría encerrar esas características en un frasco si ello fuera posible.
Podría compararlo con algo fresco y dulce, adictivo. Esos perfumes que si ella encuentra se los compraría de inmediato.
—Vine con mis compañeros, pero me perdí… —«Ay Dios, qué voz tan bonita… Es tan dulce como huele… Y no es aguda ni muy grave precisamente… Ah, qué bonito suenan los barítono».
—Oh, ya veo. Bueno, no veo una mierda —ríe bajo y busca con su mano la de Umi, bajando por su brazo hasta llegar a ella—. Ven~ —la agarra firmemente—. Te llevaré de esta manera para que no te vuelvas a perder.
Aquel chico misterioso, con amabilidad promete regresarla a su grupo. La lleva caminando lento, ella imagina que van a ese ritmo para no caer a ningún hoyo o chocarse con algo. Esas voces y gritos que Umi había escuchado ratos atrás, se vuelven cada vez más claros, todo lo hace.
Una luz no tan potente pero notoria, de llamas. Muchas fogatas, y alrededor de estas, adolescentes, de apariencia de una edad cercana a la suya, que no puede diferenciar si son mayores o menores. Así también se ilumina el rostro de su acompañante.
Un chico bastante alto, de un metro ochenta y cuatro. Se denota un color negro azulado en su cabello; ojos brillantes, amarillos, no parecen contactos. Son rasgados hacia arriba, definidos y de pestañas largas.
La nariz, respingada, pequeña y fina. Los labios, como si fueran dibujados, algo largos y son rojizos, ni muy finos ni gruesos. La tez, exageradamente pálida. Bastante llamativo para la zona.
Sobre su cabeza lleva unos goggles de color amarillo y negro.
Va vestido con una sudadera negra con detalles en amarillo en la parte interior de la capucha, los extremos de las mangas y la parte más inferior de la misma sudadera; un pantalón ajustado de color negro también, además de unos borceguíes de color bordó.
«¿Puede ser él la persona…? De todas las personas, me ayuda alguien así. ¿Será que el destino me dio un modelo nuevo para dibujar?», piensa Umi.
Ella acostumbra retratar, sin exagerar, a cualquier persona en la escuela si le parece que se ve bien. De esa manera, en realidad, es como comenzó a hablar con Yuu.
—Así que este era el ruido —comenta en voz baja para sí misma, curioseando los alrededores con la vista.
—Mis compañeros son ruidosos, lo sé —vuelve a reír, y sin soltarla, la lleva hacia una carpa—. Aquí duermo yo, es una tienda para dos personas, pero duermo solo —le suelta para irse a una esquina y buscar en la mochila algo.
»Aquí estaba… —hace una pausa—. Ah, sí —saca una bolsa de galletas de arroz y se la entrega a la chica—. Por tu aspecto, debes estar muriéndote de hambre… Puedes comerlo todo, y dormir aquí si quieres.
—Yo… Estoy agradecida y eso… La comida me la termino —asiente varias veces—, pero no quiero dormir aquí.
»Además, ¿Por qué haces todo esto? No me conoces… Ni siquiera sabes mi nombre —suena confundida—. No puedes simplemente esperar que duerma contigo —enarca una ceja.
—¿Acaso debía dejarte ahí tirada? —se sienta de piernas cruzadas, mirándola atento, con el mismo desentendimiento.
—No lo sé… Hubiera sido más fácil eso para ti. Sólo ignorarme y pasar de largo —mira hacia abajo, nerviosa.
«Hasta que cumplí catorce, era lo normal que me ignoren».
«Yuu fue la primera persona que me defendió, que buscó entablar una conversación conmigo sin motivos de burlarse, sin querer golpearme ni romper mis cosas…».
«Es tan repentino que luego de esa edad, la gente comenzó a hablarme y a querer ser mis amigos. ¿Yuu habrá tenido que ver con eso? Porque yo no cambié».
A la vez, Umi se fija en el lunar que tiene el otro. Como ella lo observa, ese lunar se encuentra a un centímetro de sus labios, abajo hacia la derecha.
También le llaman la atención los piercings que tiene en las orejas, recién los puede notar bien.
«¡Oh! Yo usaba unos así cuando tenía trece. Uno en cada lóbulo, como los lleva ahora… Bueno, queda genial así».
—Mh… Sabes, tu situación era… Mh… —él ladea la cabeza, poniéndose un dedo en la mejilla por lo pensativo—. Pensé que morirías. Además, suelo ayudar a la gente siempre que veo una emergencia.
»Para otras cosas, creo que si requiere mucho esfuerzo, generalmente me da vagancia a menos que sea para un amigo —coloca una mano en el suelo de la carpa, usándola para apoyar el peso propio.
»Lo que sí, no le tomo la mano a la gente como si nada, es que en esta ocasión si no te llevaba así, de verdad tropezarías o te perderías —hace una pausa.
»No me malentiendas. Por lo usual ni siquiera me acerco mucho a la gente al hablarle, mucho menos contacto físico con un desconocido —mira hacia arriba y luego al frente—. Con mis mejores amigos sí, pero supongo que me entiendes.
—Ah… —considera que es mucha información, siendo que no tiene la más mínima idea de con quién está hablando. Sin embargo, es el tipo de persona con las que se lleva bien—. Bueno.
»Ahora entiendo un poco mejor —se acomoda también, sentándose sobre las piernas propias.
—¿Cuál es tu nombre? —la mira con una sonrisa, parece curioso al respecto.
—Me llamo Umi… Umi Murasaki —le responde en voz baja, no tiene nada que perder con saciarle la duda—. Y… ¿Tú? ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Io, Io Sawada —suelta una corta risa, y toma un poco de aire de forma notoria—. Antes de que preguntes otra cosa, ¿Quieres que te lleve ahora mismo a tu grupo? ¿O cambiaste de opinión sobre dormir aquí?
Umi se queda mirando con atención los colmillos del chico. Son algo más grandes de lo normal. Aunque de cierto modo no le resulta tan extraño, ha conocido gente así.
También se pregunta si cantará bien o algo similar, ya que cuando escucha una voz que le parece linda, suele ser de esa manera. Un ejemplo son Chitose, Sakura y Yuu.
—Hey~ —Umi no puede evitar reír un poco—. No soy tan flexible con ese tipo de cosas. Sí, debo volver, o la profesora podría regañarme.
—¿Cómo puede regañarle un profesor a su alumno por perderse? —se queja, negando con la cabeza. Suspira y se incorpora, agachándose para no chocar con el techo de la tienda—. Está bien, vamos.
Toma su mano otra vez, sacándola de allí.
—Recuerda no soltarme por nada del mundo hasta que lleguemos —Io le avisa, mientras despide a sus compañeros con la mano sobrante.
Es probable que bromee tanto para que ella no se sienta muy asustada, supone Umi. «No me sueltes por nada del mundo», repite en su cabeza con un tono gracioso. «Ah, se siente protagonista de shounen este».
—Qué exagerado —Umi ríe otra vez y pasa la bolsa de galletas a la mano con la que agarra al chico, sin soltarle.
»Comeré más tarde o mañana, siento que podría caerme pesado ahora —comenta mientras ve cómo la luz va apagándose al ingresar entre los árboles.
»Sobre lo de la profesora enojándose aunque no sea justo, eso es lo normal, si supieras cómo son las cosas en Corea… Allá son mucho más estrictos por lo que investigué.
—Yo también sé algo de eso —estira el brazo con el que no la lleva y bosteza, cubriéndose la boca un momento—. Por cierto, ¿Qué edad tienes?
—Dieciséis —no gira ni la cabeza porque no ve, sólo sigue el paso de su acompañante—. ¿Y tú?
—La edad que quieres que tenga~ —sonríe divertido en la obscuridad—. ¿Cuántos crees?
—Mh… —quisiera fruncir el ceño porque detesta que le hagan eso, pero requiere mucha energía y está cansada, así que sólo suspira—. ¿Unos diecisiete años?
—Entonces digamos que tengo esa edad~ Si me ves otra vez y hablamos mucho, prometo decirte si de veras tengo diecisiete o no —juega a rasguñar un poco con el índice en la palma de la mano que sostiene, paseando su dedo repetidas veces, sin soltarle.
—Hm… —en su interior se dice «qué suerte que no respondí nada aún». Tiene el problema de ser en extremo sensible al tacto, y por ello algún sonido extraño puede salir de su boca—. Dejémoslo ahí entonces, que tengas diecisiete…
»Y por favor, no toques mi mano ni nada, sólo agárrame normal —su voz suena un poco temblorosa, y aclara la garganta. No quiere pasar vergüenza con alguien que ni conoce.
—¿Tu preparatoria es la Tomoedo? —le pregunta suave y algo pausado, pareciera que apenado de haberle hecho eso a Umi. De ser así, naturalmente comprendería por qué no quiere.
—Sí, ese mismo… ¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso eres un espía? —piensa que existe una pequeña probabilidad de que lo sea, sino, ¿Cómo tendría esa cualidad para manejarse en la absoluta obscuridad?
«Dios… su voz cambió de repente, ¿Será que sí sabe que iba a gemir…? Quiero que me trague la tierra».
—No~ —ríe fuerte al punto que se escucha eco—. Escuché por ahí que ellos iban a una zona de Ishihara como nosotros, y como tienes dieciséis, cabe la posibilidad de que seas de allí —le comenta su observación.
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Del lado de Tomoedo, se encuentran ya cenando lo que habían estado preparando.
Los chicos hablan despacio por el agotamiento, y porque es la primera comida en el largo día de misiones.
El fuego al igual que en otros lugares, adorna el paisaje iluminándolo. Se escucha apenas el sonido de los insectos, resalta más el viento.
Mosquitos no hay muchos para la suerte de todos. El delicioso aroma del alimento abunda, más aún con la velocidad a la que se pasea el aire.
—¿En dónde estará…? —comenta su intriga Chitose, aún mirando hacia los lados y detrás, quedándose en esa posición, como si esperase su regreso.
—No sé, que se pierda por tonta. Hay niveles de lo distraído que se puede ser, y se ve que a ella no le importó —le responde Yuu, molesto. A pesar de lo que dice, está muy preocupado por ella.
—Sino vuelve… Voy a devolver lo que trajo aquí a su casa —dice pensativa Sakura.
—¿Acaso no creen en la posibilidad de que regrese? —Chitose pregunta con seriedad.
—Todo se puede… Quizás sí, quizás no —Yuu mantiene su concentración en darle de comer a quien tiene en su regazo.
—Ah~ —pareciera que Sakura también intenta dejar de lado el tema. Abre la boca para recibir la comida.
—¿Ya saben a dónde se fue Umi? —cuestiona en tono preocupado Shin, que se les acerca.
—Yo no la veo por ninguna parte —le responde Risa, que está sentada ahí desde todo el rato escuchando varias conversaciones ajenas.
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