Namaenai Volumen 1 - 10
Capítulo 10: Reinicio
[ 2014, Septiembre, 14 ]
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De nuevo para Tokio, un día de lluvia. El color del cielo es grisáceo, más obscuro de lo normal para ser las 16:12 PM.
Las gotas que caen son demasiadas, causando un ruido similar a una cascada que azota contra el suelo. No sólo el sonido, sino lo que se puede observar.
A través del hermoso paraguas transparente con bordes y mango rosados de Sakura, se denota además de aquella vista, el peso del agua.
Por esta primera parte del centro, lo único que es capaz de opacar las voces de quienes hablan no son los autos debido a la hora, sino todo lo anterior mencionado.
Sakura e Io pasean a una cuadra de la plaza Niiro, como si fuesen en camino a Ichiro.
La que permanece conversando es Sakura en realidad, desde hace un largo rato que el chico la escucha sin mover los labios más que para un par de palabras o asentir.
La mirada que mantiene cada uno es muy diferente. La mayor parece muy entusiasmada, moviendo las manos mientras explica, riendo. Por otro lado, Io está serio, sosteniendo el paraguas que se ubica encima de ambos.
Si uno no los conociese, podría pensar que es una tierna pareja de una chica animada y un chico serio, porque en lo visual lo parecen, además de ser muy hermosos ambos.
Es probable que, en ese sentido, a muchos les resulte más agradable que la imagen que daban Umi y él.
—Sabes Io —le muestra una sonrisa sincera y tierna, con un leve sonrojo en las mejillas—, es muy bonito poder hablar contigo de todo. Cuando yo le contaba antes las cosas a Umi y a Chitose, siempre me hacían sentir mal.
»Siempre me pisoteaban la autoestima con comentarios que ni al caso, por ejemplo, si nos tomábamos una foto, ¡Umi decía que ella salía linda! ¿Y para qué? Con decir que yo salgo bien ya es suficiente.
»O si decía que salíamos bien las dos, me daba gracia que piense que se veía bien con esa cara —niega varias veces, riendo suave—. Imagina, ella cree que tiene linda voz y que se ve bien.
»Y ella no tendría que decir eso, si sabe que me hace sentir mal —desvía la mirada—. Aunque hay muchos chicos que están de acuerdo conmigo en esto, de que Umi me trata mal, creo que tú eres el que me dijo cosas más bonitas.
Al cruzar hacia la otra cuadra, se deciden por un corto descanso bajo el techo de una tienda, el cuál sobresale por la vereda y puede resguardarlos del agua por un rato.
La lluvia suena aún más fuerte, por lo que ahora mismo el paraguas no les sería suficiente para no mojarse.
Lo dejan en el medio, cerrado, similar a una pequeña línea que los separa. Se ven obligados a alzar un poco la voz por la contaminación sonora.
—Y Chitose, siempre me dice cosas lindas…
»Pero a diferencia de Umi, cuando ella las dice, parece como si se estuviese burlando de mí o sólo lo dijera para llevarse bien conmigo, en la mayoría de los casos —mira hacia al frente, a las calles que tienen pequeños arroyos.
»Realmente no estoy segura de quién me querrá de verdad. Y si me quieren, parece que les gusta hacerme sufrir a propósito. Y los chicos que me buscan, sólo me quieren por mi apariencia. Luego cuando ven que no saldré con ellos, se van.
»Me suelo sentir muy sola. En cierto modo extraño hablar con Umi, porque aunque sea medio tonta y me lastime, parece que es sincera conmigo —se apoya contra la pared.
»¿Podría desbloquearla luego? Creo que fue muy exagerado de tu parte decirme que la bloquee.
—Claro, supongo que no hay problema. De todos modos, ya han pasado varios días —también se recarga en la pared, a su lado—. Me sorprende cómo te contradices en muchas cosas, Sakura. ¿Qué sientes por Umi y Chitose en verdad?
»¿Tú quieres a las personas? ¿Por qué dices tantas cosas buenas y malas al mismo tiempo?
»¿Qué es lo que piensas en realidad? —como si durante un largo tiempo se hubiese contenido de preguntar, le plantea un bombardeo de cuestionamientos.
—Ay Io, o sea… —suspira y sonríe, arqueando leve las cejas—. Es obvio que las quiero, son mis mejores amigas.
»Pero siento que ellas no me quieren a mí a veces, me da miedo. Sé que soy una persona algo complicada de entender, así que me preocupa que todo se arruine. Mi forma de ser choca con las suyas, porque soy muy sensible, porque todo me afecta.
»Por eso… —acerca la mano a la del otro, para sostenerle con delicadeza—. Me alegra mucho que tú me hayas aceptado como soy, sin decirme cosas que me lastimen.
»Eres muy bonito, tendría que haberme fijado en ti desde el comienzo… —baja la mirada y suspira—. Tristemente, Yuu todavía me gusta demasiado, así que no puedo corresponderte como quisiera. Te digo la verdad porque mereces saberlo.
Lo cierto es que Sakura sólo era sincera con Umi, y rara vez con otros. Pero como Io se muestra tan interesado y comprensivo cuando ella le cuenta, desde el comienzo de su «relación», parece resultarle natural expresarse.
En lo reciente y sin exagerar, Io es el único apoyo emocional de Sakura debido a que no habla con sus amigas ni Yuu. Sumado a que, en su familia, tampoco es que le prestasen la suficiente atención.
Cuando ella dice algo en su casa, se burlan. Su padre siempre demuestra un falso interés, comprándole cosas al azar y sin preocuparse de verdad.
Su madre, pese a que pareciese mimarla, cuando Sakura quiere hablarle de algo importante no la entiende, y sus tíos más que reírse y molestarla no hacen.
A pesar de ciertas confesiones de parte de la adolescente, el rostro del otro denota cansancio. Bajo sus ojos, ojeras marcadas. Y debajo del izquierdo, una pequeña rayita o arruga, como se conoce casi imperceptible.
De repente, Io se cruza de brazos y le lanza una mirada fría a la mayor. Alza apenas una ceja, viéndola con los ojos entrecerrados pero relajados. El suspiro que suelta es tapado por la tormenta.
—Sakura, puedes estar tranquila de eso, porque no me gustas.
—¿Cómo que no? —ríe y le da un pequeño empujón a modo de juego—. No hace falta que te pongas tímido ahora.
»Con todas las cosas que me dijiste el primer día, y lo que dices siempre. No lo digas sólo porque quieres hacerme sentir menos culpable, tonto~
No hay respuesta proveniente de parte de Io. Él sólo mantiene la misma expresión, al igual que su posición.
Sumado al sonido de un auto que atraviesa por la calle, esto provoca lo que es un ambiente de silencio incómodo, refiriéndose uno a las voces.
El cómo mira Sakura al contrario cambia un poco. Parece confundida con la escena, ladeando la cabeza hacia la izquierda, arqueando apenas una ceja.
Io saca el celular para revisar la hora al presionar el botón del medio, luego lo guarda y regresa la vista a ella.
—¿Por qué de repente pareces diferente? —pregunta la chica, en un tono algo preocupado—. ¿Te hice enojar?
—Sí. Pero no sólo hoy —respira profundo, cerrando los ojos por unos segundos—. Hace mucho que estoy molesto, Sakura. Sólo que recién hoy te das cuenta.
—No parecías enojado, estabas riéndote y sonriendo todo el tiempo —aprieta los puños, aún con unos iris temblorosos.
El menor sonríe gradualmente hasta que sus labios quedan en una amplia extensión. Una risa extraña brota de sus adentros. Como si tratase de algo muy divertido, incluso se sostiene el abdomen. Un ataque de risa peculiar.
Enarca ambas cejas, y sus pupilas se ven algo contraídas. Cuando es capaz de tomar aire, mira en dirección a su acompañante, todavía conservando esa forma en su cara.
—Dime, ¿De verdad, de verdad… Creías que yo iba a ser el príncipe azul que te sacaría de apuros? —suspira, como si intentase no reír de nuevo. Hace una pausa—. Sabes, igual tenía esperanzas de que fueses diferente.
»Pensé que quizás cambiabas a lo largo de estos días, o que quizás yo te había juzgado mal por lo que me habían contado, por lo que yo conocía de lejos, por los rumores que escuchaba al pasar por Tomoedo… Pensé muchas cosas.
»Y al final… —estira los brazos, tronándose los dedos. Niega con la cabeza y guarda las manos en los bolsillos de su saco negro—. Resultó ser lo que esperaba desde el comienzo.
»A mí no puedes comprarme con tus pucheros o con tus cariños, las cosas no funcionan así.
—¡¿Qué mierda te pasa?! —le grita, aunque su voz se escucha tan oscilante como su mirada. Sólo gracias a encontrarse bajo techo es que puede distinguirse las cascadas de sus ojos de las del cielo—. No deberías jugar así con mis sentimientos… ¡Pensé que eras diferente!
»¡Incluso te conté cosas personales…! Y te burlas de mí… Y al final tampoco me quieres… ¡¿Acaso te hice algo malo, ah?!
—No es necesario que me lastimes a mí para que me caigas mal. He visto a más de una persona sufrir por tu culpa.
»Ese chico que te gusta incluso, siempre se ve atormentado por tus caprichos.
»Lamentablemente, como él y Umi se parecen, lo más seguro es que se enojen conmigo a primeras, en lugar de contigo como debería ser —entrecierra la vista, cambiando a un tono de voz más serio y calmado.
»Si crees que mereces algo mejor, sé mejor persona. Las cosas no caen del cielo. Podrás tener problemas que no causaste, pero varios tú te los buscaste.
»Yo no estoy de acuerdo en que todos deban amoldarse a ti para no lastimarte. Tú te tomas mal cualquier comentario que sea positivo hacia alguien más. Se le llama envidia.
»Y eso te corroe. El éxito de los demás en algo no debe ser tu frustración, la apariencia de los demás no debe ser tu tristeza.
»Incluso con todo lo que careces, tienes las suficientes neuronas para hacer sinapsis. Aprende, deja de molestar, y usa tu tiempo en crecer como persona.
Se nota que Sakura sí escucha cada palabra que el otro produce. Lo observa con mucha atención, a través del falso vidrio que distorsiona las figuras ante sus ojos.
Tras unos momentos, ya que nota que él no dice nada más, acorta la distancia entre ambos para asestarle una fuerte bofetada.
—Eres un estúpido y engreído, das asco.
»Me arrepiento de haberte dicho tantas cosas lindas cuando en verdad eres una mierda.
Ella recoge el paraguas del suelo y lo extiende sobre ella. Tras lanzarle una mirada de odio, se aleja a pasos rápidos, sin importar el torrencial que acontece afuera.
Io esboza una sonrisa de satisfacción, aunque su rostro está bastante marcado en rosa por el bofetón.
Se desliza por la pared hasta caer sentado, con las piernas algo abiertas y flexionadas. Sobre ellas apoya sus brazos.
—아이고… Qué chica tan difícil. Espero que aprenda.
Luego de esperar un par de minutos, se incorpora y se estira. Saca del bolsillo izquierdo de su abrigo una bolsa de plástico grueso, aquellas que pueden cerrarse al vacío.
Del derecho, toma el móvil para guardarlo en lo transparente. Apretando sobre la línea superior, lo cierra por completo y lo mete otra vez en su saco. De esta manera, el agua no afectará al artefacto.
Comienza a caminar hacia Niiro otra vez. No le toma más que dos minutos en estar empapado por completo.
Su cabello se aplasta por la fuerza con la que golpea sobre su cabeza la lluvia. Por desgracia a su vista, las gafas de aviador no le sirven para este caso. Sólo le resta refregarse de a ratos, atravesando con sumo cuidado las calles y veredas.
A su paso, realizar los recorridos siempre puede ser algo corto. Más si no tiene con qué distraerse, como en este caso.
En él, que ya es friolento (poco si se lo compara con Chris), el estar pasando por los lagos del aire le provoca un cambio de presión en el cuerpo, además de que su piel se erice.
Por ello mismo, debe ir incluso más apresurado de lo que acostumbra. De todas maneras, seguro enfermará.
Cinco minutos más tarde llega a Saniro, aunque en lugar de ir hacia su propia casa, decide tomar otro rumbo.
Al comienzo se muestra dubitativo, pero enseguida regresa a su velocidad para avanzar.
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Luego de doce minutos, se encuentra en frente de las rejas de la mansión Tsuyomi.
Toca el timbre una sola vez, mirando hacia las ventanas, tapándose apenas por encima de los ojos con la mano.
Las puntas de sus dedos están entre rojas y un poco moradas, debido al frío. No es sólo la tormenta lo que afecta, sino también la temperatura que hay en el ambiente.
Las rejas blancas se abren solas, y él ingresa al jardín. Al mismo tiempo que el gran portón se cierra, se va adentrando.
Las enredaderas y varillas que lo cubren no son suficientes para resguardarse, por el contrario, por allí las hileras de agua caen con más peso. También, así como en las plazas y el parque, el aroma de la tierra mojada se remarca.
Al mismo tiempo es muy complicado respirar por la cantidad de lluvia, de modo que toma aire de forma entrecortada desde que comenzó a moverse.
En el momento en que posa la mano en el picaporte, Chris es quien abre la puerta, dejándolo entrar.
Una alfombra se halla en el suelo, en donde él intenta secarse los borceguíes. Kabuto, que lo mira desde las escaleras, baja rápido para atenderlo también.
El par de la mansión se encuentra con un Io tiritando, con sus dientes castañeando. Incluso el frío termina por marcarle un poco más las ojeras.
—Hombre, ¿Qué demonios? —Kabuto lo ve con una expresión de total preocupación—. Hace algo más de una semana que no te veo personalmente, pero…
»No esperaba encontrarte así. ¿Qué sucedió? ¿Y a tu cara? —posa una mano en la mejilla del contrario—. Está roja…
—A-ah, sí… Me golpearon… —respira agitado todavía, e incluso tose un poco, llevándose una mano a cubrir la boca unos momentos—. Sí lo vi venir, así que no me dolió…
»Esperaba que me callase con una bofetada, pero… Esperó a que terminara de hablar… Sorpresivamente… De algún modo… Respeta los tiempos de habla…
—No hables —dice Chris con seriedad—, mira cómo estás. Espera un momento aquí.
Él se aleja corriendo a buscar una toalla en el baño más cercano de la izquierda. Regresa a pasos agigantados, para comenzar a secarlo con la tela.
—Hombre, eres un perro mojado —niega, suspirando.
—Lo siento Chris —estornuda. Arquea ambas cejas, mirándolos como la comparación que hizo el menor—. Lo siento mucho a ambos… Yo…
—Sí sé lo que quieres decir —le coloca la toalla en los hombros—. Que eres un tonto, que no tendrías que habernos dicho de no ir a tu casa sólo por concentrarte en la venganza.
»Que te arrepientes de no habernos hablado tanto estos días por una situación estúpida —Chris lo despeina, a la vez le exprime un poco los mechones de cabello.
»Una cosa es que estés más ocupado por tener pareja, por los estudios o un trabajo. Otra cosa totalmente diferente es lo que hiciste ahora. No quiero otra venganza así.
—Sí, Chris… —baja la mirada, un tanto cabizbajo. Al menos ya está temblando en menor medida.
—Io —Kabuto se para en frente de él y le da dos palmadas en los hombros con ambas manos—. Te perdono, y te pido lo mismo que Chris. No te alejes de nosotros por tonterías. Te extrañé mucho —se apega a él, abrazándolo fuerte.
El agua del abrigo de Io cae hacia el suelo, como si lo estrujasen.
—Vas a enfermarte si no tomas un baño ahora —ríe bajo el mayordomo, negando con la cabeza. Parece retomar su actitud alegre usual—. Deberías ir con Kabuto arriba, así se tallan la espalda o se meten en la bañera.
»Se lo debes, hace mucho que no le hablas. A mí al menos me ves en la escuela.
El heredero se aparta despacio, para que Chris lleve a Io de la muñeca hacia el primer piso. Él camina por detrás, por si el otro llegase a resbalar por estar mojado.
Escalón por escalón, suben hasta estar en frente de la habitación del heredero. Abren la puerta y cierran tras ellos.
Abren la puerta y cierran tras ellos. Lo primero que hace Io es dejar sus borceguíes y calcetas a un lado, le congelaban sus pies. Mientras, Chris se dirige a abrir la llave de la ducha así comience a calentarse el lugar, y luego revisa el celular.
Kabuto, se dedica a desvestir al más mojado. Sólo le saca el largo abrigo negro, dejándolo despacio a un lado al sentir el peso de este.
—Llevas el celular en el saco, ¿Verdad? —está apunto de quitárselo, acercando las manos hacia el cinturón del contrario.
—Sí hombre, está en una bolsa. No le pasará nada. Uhm… —desvía la mirada hacia un costado y le aparta las manos—. Yo puedo desvestirme solo, tranquilo.
—Tanto aquí como en Corea es normal que los del mismo sexo vayan a baños públicos y demás, no es como si no nos hubiésemos bañado juntos en muchas ocasiones.
»¿Qué diferencia habría en que te desvistas tú o lo haga yo? —ladea la cabeza, haciéndose al desentendido.
—Que tú lo haces muy sexy —aclara la garganta, algo sonrojado—. Ya entraremos al baño en un momento —toma asiento de piernas cruzadas en el suelo.
Después, coge el abrigo que le había sacado Kabuto, dejándolo encima de la cintura propia hacia abajo.
—Ustedes dos se van a enfermar —Chris ríe y niega con la cabeza, agarrando un control de sobre de la cama del heredero. Oprime el botón, encendiendo la calefacción—. Está bien que todavía andes pensativo, pero no tarden tanto para no desperdiciar agua.
»Ánimos, Io —le da unas palmadas en la cabeza—. Ya regreso, chicos. Mi padre necesita ayuda en la cocina. Vuelvo pronto, en serio. No quiero dejarte así de decaído.
Avisa antes de salir por la puerta del cuarto, cerrando tras él. Sus pasos se oyen por las escaleras en el silencio de la habitación, así como las gotas de agua de Io y Kabuto. Uno se encuentra empapado por haber llegado de la tormenta, el otro por abrazarlo.
El dueño de la habitación decide sentarse en frente del otro, a una corta distancia. No es extraño que lo haga. Siempre es cariñoso, suele estar aún más apegado.
En la tenue iluminación que hay debido a el cielo nublado afuera, el par tiene la vista fija en cada uno, como si fuesen una pieza única en un museo.
Debido a la humedad de sus prendas, se distingue mejor sus siluetas. Io posee los brazos con algo de músculos, pero no con tanto volumen como los de Chris ni Yuu.
Aun así, sus abdominales se ven marcados; sus piernas también lo son, pese a ser delgadas.
Se puede destacar también lo lindos que son sus pies y manos. De estas últimas ya se sabe, que sus dedos son algo largos, y las uñas alargadas desde la raíz.
De Kabuto se puede ver que es de complexión delgada en general. A muchos les parece que su cuerpo no es su fuerte, sin embargo, a Io le resulta tierno y sexy.
Él niega con la cabeza, dirigiendo la vista al tatuaje de la mejilla ajena en vez de a su torso. Después, a esos bellos ojos grises. Suspira, rascándose tras el cuello, todavía en silencio.
—Puedo quitarme la ropa si quieres, así me haces un retrato especial —ríe Kabuto.
—¿Qué cosas dices? Idiota —vuelve a negar y lo empuja con dos dedos en la frente.
—Aún no sales con Umi, ¿Cierto? —cambia de tema, inclinando la cabeza. Gatea hacia él, abrazándolo como antes. Recarga el mentón en su hombro—. ¿Irás a su casa más tarde, después de irte de aquí?
—Sí, eso haré —mira hacia arriba. Sus mejillas toman un color más natural gracias al calor que siente del otro—. Y sí… Tienes razón. Aún no salgo con Umi.
»En realidad sí pienso proponérselo pronto, porque habíamos avanzado mucho durante las vacaciones. Pero no estoy seguro de qué pensará de mí ahora, así que obviamente hoy no.
—Básicamente estabas esperando a concluir con tu venganza para sentirte en paz con ella y pedirle, pero te salió muy mal —niega varias veces y suspira—. Que eso te enseñe a no meterte en donde no te llaman.
Kabuto lleva la mano hasta la nariz del otro y se la aprieta despacio, riendo otra vez.
—¿Me quieres provocar? —lo aparta despacio para tomarlo por el mentón, mirándolo fijo—. ¿Acaso estás esperando que lo hagamos~? —bromea y ríe también.
—N-no hombre, soy virgen, igual que tú —su rostro se torna rojo por completo.
—Sabes que estoy jugando ahora —sonríe cálido, alzando las cejas. Corresponde al abrazo del otro—. Si pienso tan seriamente en una relación, es obvio que no hablo en serio de hacer algo —lo suelta con suavidad, alejándose un poco más.
—Tienes razón, tengo que acostumbrarme —respira profundo, con los ojos cerrados, tratando de mentalizarse. Ahora él se pone el abrigo de Io sobre las piernas.
—어머 —parpadea varias veces, sorprendido—. Uhm… Qué cosas.
—Cállate, es tu culpa —tuerce la boca hacia un lado, con un color carmín hasta las orejas. Suspira y se sienta un momento en el suelo.
Hay un momento de silencio en la habitación. A Io le hace menos frío que antes.
—Qué buena idea entrar aquí, tu casa es climatizada. Esto es hermoso, hombre —dice Io, fijándose en la hora en el teléfono de Kabuto que se encuentra a mano.
—Recién van a ser las seis de la tarde… —él también lleva la vista hacia el reloj—. Hace mucho que no nos vemos personalmente. ¿Te quieres ir tan pronto?
—No, no —niega un par de veces con las manos—. Sí quiero estar aquí un tiempo. En serio, tranquilo —hace una pausa—. ¿Cómo te está yendo con la novela de terror nueva? La donde aparece la protagonista femenina. ¿Ya tienes más vistas?
—Sí… Gracias a Chris pude encontrar el problema —su voz cambia a una más alegre, y le explica con una sonrisa grande—. Él me dijo que el problema de su personalidad era que la gente no podía empatizar con ella.
»Como la chica era demasiado amable, entonces no podían seguir la historia. Entonces la volví más odiosa y las personas comenzaron a leer los capítulos de un tirón.
—Entiendo… Aunque, ¿No te parece algo triste tener que cambiar a un personaje sólo para que te lean? No es una obligación que todos los protagonistas sean malos.
Comparte su opinión Io. Apoya el puño en su mejilla y retrae una de las piernas, para recargar el codo en la rodilla.
—Al principio sí. Pero luego recordé que si quiero vender, tengo que escribir algo del agrado de los demás.
»Cómo decirlo… —juega con las manos propias bajo el agua—. Bueno. Existen géneros que triunfarán escribas lo que escribas, y otros donde si escribes algo diferente, a la gente no le interesará. Por ejemplo, para los libros de terror…
»El protagonista debe ser serio, o estudioso, o agnóstico, o muy odioso. Si pones a alguien súper amable, generalmente es para que sea los personajes que desaparecen primero al entrar «a la casa embrujada», por mencionarte un ejemplo.
—No sabía que había actitudes predefinidas para los libros, es… Curioso —se muestra muy interesado en la conversación—. Entonces, para que la gente lea eso, debes adaptar a tus personajes al mundo en el que viven o algo así. ¿Más o menos así?
—Sí —asiente con la cabeza y una sonrisa vuelve a ocupar su rostro—. En este caso, además, la protagonista no tiene ningún interés amoroso. Tampoco tiene amigos.
»Por eso había pensado en hacerla amable al comienzo, para que encontrase personas especiales durante el transcurso de la historia. Pero no fue la mejor manera al final.
—¿Y qué explicación le diste ahora? —abre un poco los ojos, viéndole atento.
—Que ocupó su vida estudiando y ayudando a su madre. Además, su madre es muy estricta y no quería que ella pierda tiempo con amistades o cosas similares. De este modo, también da pie al hecho de que su madre no la quiere.
»Según su madre, también, si su hija no tiene gente que se preocupe por ella, sería más fácil matarla sin que nadie se percate. La gente creería que ella sólo dejó de asistir a la universidad —asiente para sí mismo, y luego estira los brazos.
—Me parece interesante el planteamiento~ Aunque a veces me hace creer que estás planeando un asesinato —ríe fuerte. Su voz resuena, chocando con las paredes—. ¿No estás ocultando tus intenciones malvadas en tus novelas?
—Hombre, ¿Qué podría hacer? ¿Pellizcarte? —se contagia de la risa ajena, cerrando los ojos—. ¡Me molerías a golpes antes de que yo pueda hacerte algo!
—Qué poca confianza~ Podrías aplicar lo que hacen tus personajes, de usar estrategias en lugar de fuerza. Venenos o cosas así.
—¿Acaso cambiamos de lugares? ¿Ahora tú te quieres matar? —lo patea a modo de juego.
—야~ Obvio que no. Soy muy joven para morir —hace un tono dramático, llevando una mano a la cercanía del rostro como expresión.
—Idiota —se incorpora y le da un pequeño azote en la cabeza. Luego, rodea la cabeza de Io con el abrigo negro de este, que ya está un poco más seco.
—¡Mh! —se queja, agitando los brazos, lo cierto es que exagera. Con facilidad, toma el brazo del chico por la muñeca y luego le arrebata la prenda con la otra mano—. Me tomaste desprevenido. Bueno, no exactamente. Imaginé que querrías golpearme.
Sin darse cuenta, quedan enfrentados de pie. Io suelta suave el agarre, mirando esos llamativos ojos grises con aquella tierna expresión. Ambos se sientan rápido otra vez, en los lugares en los que se encontraban al comienzo.
—Eres muy lindo, sabes —le comenta Io, jugando con los flequillos propios. Baja un poco la cabeza, algo tímido.
—Supongo que si no fuera así no me dibujarías todo el tiempo. Aunque también tienes varios dibujos de Chris —lleva una mano al mentón propio, mirando hacia arriba—. Son muchos chicos los que te parecen lindos Io.
—Sí, pero… Mh —hace una pausa y se rasca tras la nuca—. Supongo que puedo decírtelo, no es como si no lo hubiese dicho antes —cierra los ojos y luego regresa la vista al rostro del otro—. Me causabas pensamientos impuros, Kabuto.
»Ahora mismo los evito, pero antes sólo los dejaba fluir. Y no hay otro hombre que me haya hecho sentir eso, por más lindo que fuese.
»Hipotéticamente, si lo pensamos bien —cambia un poco el tema en cierto modo—, Chris es más lindo que nosotros dos. Pero —regresa a lo anterior—, a pesar de eso, él nunca me causó nada sentimentalmente hablando.
—Claro… Bueno, tienes razón de que sí me lo habías dicho antes —sonríe con algo de rubor en las mejillas—. Estaba pensando en una de las cosas que dijiste recién, el otro día.
»Que si por qué no besabas a Chris. Supongo que ahora lo entiendo mejor —ríe bajo—. Aunque me parecería interesante ver alguna escena real entre ustedes dos~ Que tienen cuerpos bien bonitos y marcados —se mira los brazos—. Yo soy un palito.
—No~ Imposible, nunca, nunca —niega muchas veces con la cabeza y con las manos, riendo a carcajadas—. Jamás besaría a Chris.
—¡Y yo a ti tampoco, maldito! —se mete en la conversación, entrando por la puerta—. Voy a llevar otras prendas a lavar, ya regreso —suspira, recogiendo varios pantalones y camisas de sobre la cama de Kabuto, para salir de nuevo y cerrar.
—¡Yo sé que me amas, panda pelirrojo! —alza la voz a propósito, explotando en risas luego.
Kabuto sonríe tranquilo, está acostumbrado a ese tipo de escenas entre ellos. Gracias a que no hay nada entre Io y Chris, es que la manera en que bromean sale tan natural. Sin ninguna mirada lasciva real; es simplemente fingido.
Por otro lado, el heredero es el que siempre distorsionó el significado cuando se trata de él mismo.
—¿Ya estás mejor del frío? —pregunta Kabuto, revisando la temperatura del calefactor.
—Sí, mucho mejor, en serio —sonríe amplio. Después, se ve pensativo—. Todavía se escucha la lluvia afuera. Y la de la ducha.
—Sí… Es una tormenta fuerte. Hombre, no deberías salir sin paraguas otra vez con una lluvia así —ríe bajo y niega varias veces—. Te prestaré uno para que lleves en un rato.
—Gracias cariño —alza dos veces las cejas, sonriendo divertido.
—Te voy a picar los ojos —le da un pequeño golpe en la cabeza.
—Ah —se queja con voz graciosa, cerrando un ojo del lado del impacto—. Está bien, está bien.
El par vuelve a acomodarse como al comienzo, otra vez. Kabuto comienza a acariciarle la cabeza, y luego hasta los hombros, empezando con un suave masaje.
Io se muestra muy relajado por la acción del otro, cerrando los ojos en vez de cubrirse con la mano o algo similar.
Su piel se ve bastante erizada en el cuello, en las manos y parte del rostro.
—¿Te hace frío de nuevo? —le pregunta con un tono de preocupación.
—No… Tranquilo. En serio estoy bien Kabuto. Sólo… Ya sabes —infla una mejilla, algo sonrojado. No se ve con la más mínima intención de darle explicaciones.
—Ah, cierto que eres muy sensible. Pensé que podías controlarlo bien, ya que estando atento a la situación no se te escapan-
—No completes esa frase. Aunque puedo disminuir bastante lo que siento, me es imposible no sentir nada de nada. Por eso… Nunca dejaba que me laven el cabello cuando nos bañábamos más seguido juntos —aclara la garganta, girando la cabeza hacia el lado opuesto al otro.
—No lo había pensado así. De lo que yo sé, todo tu cuerpo es sensible. ¿Significa que además de eso, también eres más sensible en algunos lugares que otros? Si sólo porque te acaricie la palma pegabas un-
Io le cubre la boca con la mano. Lo mira con el ceño fruncido, con las cejas un poco arqueadas hacia el entrecejo, y bastante avergonzado.
—Es cierto lo que dices, todo mi cuerpo es erógeno. En ocasiones me dejaba llevar contigo y no me ccontenía
»Pero no significa que voy a contarte cuáles son mis puntos especiales —niega varias veces con la cabeza y suspira, bajando un poco la mirada.
—Tú conoces los míos, ¿No tengo el derecho de saber yo también? —le muestra una sonrisa muy traviesa.
—No conozco todos tampoco, nunca tuvimos sexo. Sólo con tocarte no puedo saberlo todo —arquea una ceja mientras tuerce la boca.
—¿Quieres hacerlo ahora? Nadie nos interrumpirá, tampoco tienes que serle fiel a nadie todavía. Podrías divertirte un rato antes de ponerte en pareja.
—Kabuto… No voy a tener sexo contigo, ya hablamos de eso. Yo quiero guardármelo para cuando esté enamorado totalmente y que me sienta correspondido por la persona.
»Pero… —lo toma por ambas mejillas, acercando la boca semiabierta a los labios del otro. No avanza más que eso, al revés, retrocede—. Por más que sí me hayas calentado, creo que no debería caer ante la tentación.
—Mh… ¿Seguro que no quieres un beso antes de que ya no puedas hacerlo más? Sé cuánto te gustan mis labios —lo mira fijo a los ojos, alzando apenas las cejas.
—No podré ponerme firme para comenzar algo nuevo si vuelvo a probarte, idiota —ríe, negando varias veces. Se rasca la cabeza con una mano—. Eres como un fruto prohibido, del que no puedo conseguir amor y sólo deseo.
—Lamento no haberte correspondido antes, pero… No lo sé. Todavía siento que una relación no es algo para mí —le sonríe todavía calmado, apartándose—. Perdón por seguir insistiendo Io, pero a mí también me pareces muy lindo.
»Yo… Supongo que debo esforzarme más en verte de otra manera. Parece fácil decirlo, pero es muy difícil hacerlo.
—Aprecio mucho que pienses que soy apuesto, pero aprecio más nuestra amistad. Quiero seguir siendo tu amigo siempre, dejando de lado esas cosas que sucedieron.
»Yo te quiero mucho Kabuto, y estoy seguro de que pronto yo no volveré a sentir nada de atracción romántica por ti —le habla tranquilo también, con el rostro a color natural—. Hay personas que no están hechas para ser pareja.
»Es nuestro caso, así como el de Umi con Yuu. Personas que quedan mejor de amigos.
—Lo entiendo, no estoy molesto por eso —lleva un dedo a la mejilla propia, con una expresión pensativa—. Si te hice sentir muy incómodo, eres libre de irte.
—Ay, hombre —ríe arqueando ambas cejas. Le revuelve el cabello—. Como si fuese algo raro que me saques el tema.
»Mientras te comportes ahora, puedo quedarme un rato más. Además, hace mucho que no nos vemos, ¿Cierto?
—Tienes razón —vuelve a sonreír más animado, y cambia su posición a flexionar las piernas, sentado todavía—. Entonces cambiemos el tema a… Bueno, ¿Cómo te estuvo yendo con la canción que componías?
—La tengo lista, obviamente. La necesito sí o sí —ríe y suspira, dejando caer los brazos y un poco la cabeza—. Hombre, estoy muy nervioso. ¿Con qué cara voy a ir allá?
—¿Con la misma que te presentaste aquí, quizás? —ríe fuerte—. Con esa cara de perrito mojado, es difícil que alguien se pueda enojar contigo.
—Hay probabilidades de que me cierre la puerta en la cara, aunque no lo creas.
—¿De verdad? Pensé que era el tipo de chica que te diría que sí a todo sin ningún problema, si por algo es amiga de la persona de la que querías vengarte.
—Mmm… No es tan simple. Yo no soy alguien que conoce hace muchos años, y ya se llevó una decepción —se lleva una mano a la frente y vuelve erguirse.
»Mejor hablemos de otra cosa, porque no quiero pensar en esto hasta que esté por allá —ríe bajo—. ¿Cómo te estuvo yendo en la preparatoria?
—Oh~ Muy bien, la verdad. Esta semana me saqué cien en un par de asignaturas —sonríe con amplitud.
»Otra cosa que estuvimos hablando con Chris, quizás él se cambie hacia mi preparatoria. Mi familia le dijo que sería una buena opción, ya que estuve teniendo algunos problemas, físicamente hablando.
—Imagino por qué no me quisiste contar antes —enarca ambas cejas, negando.
—Sí… Me golpearon hace varios días. Afortunadamente no me pasó nada grave. Fue un simple hematoma —hace una pausa—. Quisiera decirte de antemano, que lamento que por eso luego no puedas seguir con Chris en la preparatoria.
—No es como si yo pudiese opinar de todos modos, pero si el señor Lee no se opuso, debe ser lo mejor —se recuesta en el suelo, estirando las piernas. Coloca ambas manos entrelazadas tras el cuello—. En todo caso, será lindo para ti no estar más solo en la escuela.
»Yo por mi parte, sí puedo hablar con gente desconocida, o me puedo entretener conversando por Lime con ustedes —ríe suave.
Luego de conversar unos minutos más, deciden bañarse. Allí juntan todo el calor que no habían podido conseguir en el cuarto por sus prendas mojadas, y sin terminar teniendo algún acercamiento sexual.
En ningún momento lo hicieron en la habitación tampoco, más allá de hablar de eso. De hecho, un masaje en los hombros no es nada extraño.
Lo máximo que casi sucedió fue un beso, e Io lo detuvo. Bueno, se detuvo. Es claro que tiene la cabeza alborotada todavía, por conversar y volar en su imaginación al apreciar la belleza de Kabuto. Sin embargo, no tanto como para dejarse llevar con él.
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—¿Y lo hicieron? O siguen siendo vírgenes —pregunta descaradamente tras voltear a verlos, después de haber finalizado sus quehaceres.
»Ah, no escuché a ninguno de los dos gritando. No hace falta que me contesten —regresa la mirada al monitor.
Kabuto gatea por las colchas para recoger la almohada y azotarlo repetidas veces con esta. Io se suma al ataque mordiéndole el hombro y repartiendo golpes suaves en los costados del mayordomo.
Chris no tiene otra opción que incorporarse para quitárselos de encima, y con facilidad los empuja hacia atrás. Les hace cosquillas con una mano en el abdomen a cada uno, como es su costumbre torturarlos de esa manera.
—¡야! ¡Lee Hyuk Soo! —ríe fuerte Io, sujetando al chico por la muñeca—. ¡Ya suéltame, no quiero hacerte daño al sacarme tu brazo de encima!
—Bueno, más para molestar a Kabu entonces —desliza la mano hasta el mayor de los tres, y se enfoca en «atormentarlo».
Sólo dura un minuto más con las cosquillas, porque sino el heredero no podría más. Se nota en que se acaricia sobre el abdomen, intentando normalizar su respiración.
—Hombre, me duele el estómago, o… Algo así… Ah… ¿Por qué siempre me llevo yo lo peor? Io, traicionero —lo mira achicando los ojos, con un enojo falso.
—Algún día vamos a atar a Chris a una silla y le vamos a devolver el doble de todo. Ya me estoy preparando —estira los brazos y se truena los dedos, sonriendo divertido.
—Esta vez apoyo la venganza con toda moción —asiente varias veces Kabuto, dirigiendo la mirada al mencionado.
—Oh, vamos~ —deja el juego en un punto seguro de la ciudad, y ahora sí se recuesta cómodamente—. Hay cosas más importantes que eso.
Tras la última frase dicha por el mayordomo, Io se muestra pensativo de repente.
Una mirada un tanto más seria ocupa su rostro, aunque eso no le impide preguntar de nuevo por comida. Les debía un tiempo a sus amigos, el que había gastado haciendo algo que esos dos consideran innecesario.
Son comprensivos con muchas cosas, pero no apoyan que Io se consuma pensando todo el día en planes que le hacen mal tanto a su salud mental como a su rendimiento académico, a sus relaciones, a su físico, entre otras cosas.
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Luego de unos aperitivos y jugar un rato, a las 20:40 PM, Io decide emprender la caminata que tiene programada desde más temprano.
Con el paraguas marrón prestado por el heredero, sale de la mansión Tsuyomi y se adentra en la tormenta. Para su suerte, la lluvia ha disminuido de forma considerable.
Aunque aún las gotas bajen en gran cantidad, al menos pueden diferenciarse más una de otras. Más temprano parecía como si lanzaran un cubo de agua gigante sobre Tokio.
Por otro lado, el recorrido es algo largo si uno no acostumbra caminar mucho. Es primero llegar hasta Mienori a doce cuadras de en donde está, luego seis más para Saniro, otras seis para Niiro, tres para Ichiro y cuatro hasta la casa de Umi.
Si no fuese porque él siempre va a pie por no ser fanático de los vehículos, probablemente se cansaría al llegar al destino.
Y así comienza a caminar a su paso normal. El cielo se encuentra de color rojo por la hora, por momentos parpadeando a causa de los relámpagos y truenos.
Si hay algo que ahora resalte más que la tormenta, es el ruido de aquellas líneas arriba, entre amarillas y blancas.
Mientras más se acerca al primer centro, son más las casas y calles a los que les falla la electricidad.
Muchas zonas obscuras, incluso avenidas completas sin luz. La naturaleza le es un problema y una solución a la vez, porque por ella no ve, y a la vez esta misma ilumina de a momentos por donde él pasa.
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Veinte minutos más tarde desde la partida, Io se encuentra frente a la casa de los Murasaki.
Camina en círculos en el pequeño sendero de la puerta, como si aún se preguntase de qué manera hablarle. Hace el ademán de morderse las uñas, pero de inmediato regresa aquella mano hacia el bolsillo.
Se escuchan con nitidez sus pasos, igual que el agradable sonido de las gotas que chocan contra la superficie superior del paraguas.
Algo a lo que parece recién prestarle atención, es que el living tampoco se ve iluminado. Por lo usual, aunque las cortinas cubren lo que se puede apreciar hacia dentro, sí deja pasar la luz. ¿Eso sería una desventaja ahora?
De lo que se conoce, hay varios puntos malos.
Uno es el hecho de que se ve obligado a aplaudir o a tocar la puerta, según cualquier persona con sentido común, ya que el timbre no funciona.
Lo otro, es que si Umibozu anda durmiendo, ha de estar de muy mal humor por no tener Wi-Fi para escuchar música en el televisor.
Explorando sus posibilidades, intenta buscar el móvil en el bolsillo de su abrigo negro. Al tratar de meter la mano, pasa de largo. Eso es porque está vestido de otro modo.
Con una polera de cuello largo blanca, un jean celeste, y unas zapatillas bordó. Esa ropa es suya, la había dejado en la mansión de Kabuto tiempo atrás.
—Pero si la desbloqueo ahora, va a escribirme y no me dejará verla —piensa en voz lo suficientemente alta como para que él se escuche, sin embargo, imperceptible incluso si alguien que se sentase pegado a la puerta.
Al final, se limita a la opción peligrosa aunque llamativa de tocar la ventana. Es casi cien por ciento seguro para cualquiera que la conozca que la chica se encuentra allí en un día domingo.
Así decidido, guarda primero el móvil en la bolsa de plástico, y cierra el paraguas para poder tener más equilibrio en la siguiente acción.
Deja el objeto grande apoyado contra la columna, cerrado de modo que no le entre agua del revés. Luego él se sube a la construcción blanca, y toca tres veces con suavidad usando los nudillos de su mano derecha.
Del otro lado del vidrio, se aprecia a las tres hermanas en la completa obscuridad. Bueno, casi.
Todas poseen pequeñas fuentes de luz gracias a la batería sobrante de sus aparatos electrónicos.
Aoi juega al ZEG4 en el emulador de su netbook, Kana lee libros guardados en su celular, y Umi dibuja mientras se alumbra con la linterna del móvil. Siempre tienen sus opciones para cuando se corte la electricidad.
—Umi, creo que te buscan —alza la mirada Aoi.
—¿De verdad? Seguro te lo estás imaginando. Yuu estaba haciendo una maratón de doramas hoy, no vendría de la nada. Y Sou tampoco, avisaría con tiempo.
Resuenan un poco más fuertes los golpes, otra vez tres. Quizás el otro se siente impaciente a que le atiendan, o crea que no lo escucharon.
—Ah, es en serio —deja el aparato apuntando la linterna hacia el techo, y baja con cuidado de la litera. O eso intenta.
Tropieza por no poder ver bien, y se golpea el trasero. «Ah, rayos…». Se soba y suspira, acercándose al ventanal. Corre un poco las cortinas y mueve los vidrios despacio.
—¿Qué…? ¿Qué estás haciendo aquí?
—Quisiera hablar contigo, Umi. Es muy importante. Te prometo que no voy a hacerte perder el tiempo, así que si quieres, déjame pasar o sal conmigo afuera —la mira con las cejas arqueadas, con los ojos algo tristes.
—¿Por qué tendría que hacerte caso? Si tú no me hiciste caso cuando te dije que no hicieras eso —le dice con un tono de notorio incordio.
—Por favor. Te prometo que no te arrepentirás. Y sabes que mis promesas no son falsas. Nunca te he mentido —sujeta la varilla de metal, viéndola con más determinación.
—Mh… —ahora que se encuentra mejor de su olfato puede sentir que, en efecto, le dice la verdad—. Está bien. Voy abajo, espera en la puerta.
—Sí —cierra y acomoda de nuevo la gran ventana de su habitación.
Se acerca a su cama, agarrando un abrigo adecuado para la situación: una campera de un color verde grisáceo, caliente y excelente para el frío.
Al salir de su cuarto, cierra desde el picaporte, y abre la pequeña puerta de las rejas que tienen las escaleras. Es algo que, aunque le moleste, en muchas ocasiones la dejan cerrada.
A ella le cuesta sacarle el seguro porque lo acomodan hasta el otro lado, cuando con ponerlo un poco más que el medio es suficiente o si no se atora. Luego de luchar con eso, puede por fin bajar los escalones.
No hay nada de ruido en el living, sus padres se hallan durmiendo por el cansancio.
Umi camina despacio hasta la puerta principal, y la abre con mucha delicadeza, para no molestar nada en lo posible. Le hace señas al menor así ingrese, y también con el índice de «no hablar».
Io recoge el paraguas y pasa como le indicaron, intentando acostumbrar su vista a la completa obscuridad del lugar. Abre y entrecierra los ojos varias veces.
—Vamos a la terraza si quieres, o al cuarto de al lado del mío. Si cerramos la puerta, ahora que mis padres están con la puerta cerrada, no van a decirnos nada.
»Pero lo mismo hay que hablar despacio —le dice en forma de susurros, asomándose al primer escalón, al lado de la habitación de Umibozu.
—Pero el cuarto de al lado no se puede cerrar, sólo juntar porque el picaporte no funciona —responde, algo confundido con la afirmación de la chica.
—Sólo sube, antes de que cambie de opinión —parece como si le gritase en voz baja, algo gracioso de escuchar.
Io la sigue, y luego de dejar el seguro «bien puesto» en las rejas de las escaleras, se dirigen hacia la pequeña habitación.
En ubicación, se sabe que el hay un pasillo largo en «horizontal» que se ve apenas al pasar por los escalones.
Hacia la mano izquierda, el cuarto de Umi y de sus hermanas. Al frente literalmente, el baño. Y hacia unos metros a la derecha, «el cuarto de al lado».
Es el apodo extraño que siempre pone la familia Murasaki a las habitaciones que se supone que deberían tener camas.
Se adentran al lugar acordado, y apoyan un ventilador pequeño contra la puerta para que consiga cerrarse. Es algo momentáneo, como siempre.
—Sería mejor que nos quedemos aquí —comenta Io en voz suave y baja, ya no en forma de murmullos—. Te vas a enfermar si sales a la terraza con el clima de ahora, además no se ve nada afuera, es peligroso.
—Es irónico que lo digas como si te preocupases por mí. Y más raro todavía es que sí estás preocupado —se quita el abrigo y lo deja en una de las sillas blancas, toma asiento en esta—. ¿Aprendiste a modificar tu aroma a tu gusto, o qué?
—Nadie puede hacer eso, que yo sepa. Pero de verdad no estoy mintiendo —se ubica en otra silla frente a ella—. Quiero que escuches lo que tengo para decirte.
—¿Vienes a disculparte? Antes de que intentes decirme algo, quiero que sepas que me he sentido muy mal por lo que hiciste, y que realmente todavía me duele.
»No entiendo qué quieres. No me gusta eso de que la gente diga que es de una manera y al final sea de otra. Te quejabas tanto de que me ignoren, y me bloqueas. Se le llama ser hipócrita, por si no conocías la palabra.
Lo mira con los brazos cruzados y frunciendo el ceño, aunque en realidad sólo puede notar una silueta al no haber traído el celular para alumbrar.
—Yo… De verdad no quería hacerte sentir mal. Era por un bien mayor… Eso pensé al principio…
»Creo que hubiese sido mejor sólo hablar con Sakura en lugar de hacer un plan extenso —se rasca tras el cuello, bajando la vista hacia el suelo.
—Si eso es todo lo que quieres decir, podrías haberme hablado desde la ventana —suspira pesado y se lleva una mano a la frente.
—No, hay… Algo más —continúa hablándole con el mismo tono—. Escúchame un momento más, ¿Sí?
—Está bien. De todos modos no hay internet —infla una mejilla. En cierta forma, es como si no tuviese nada que perder, desde su punto de vista.
Io hace una pausa, y juega con las manos propias, parece que dudase respecto a algo. Luego suspira y la mira un tanto avergonzado.
—Quiero que no respondas nada por un par de minutos, preparé algo…
Las palabras ajenas despiertan cierta curiosidad en Umi, aunque no entiende bien a qué se refiere. «¿Será comida? ¿O una demostración de alguna cosa?», piensa. En eso, el menor saca el celular del bolsillo, y recoge unos auriculares en de la mesa.
—No sé cómo es que justo estaban aquí, pero me alegra que te los hayas olvidado en esta mesa —Io conecta los audífonos en el móvil, y busca una canción en una carpeta de su tarjeta de memoria. La pausa antes de que comience—. Reprodúcela, y me dices qué te parece.
La mirada de Umi no hace más que mostrar una cierta irritación ante la petición del otro.
En realidad, ¿Quién en su sano juicio le mostraría una canción a alguien con quien estuvo en una pelea? Sin embargo, ella acepta porque la intriga le puede más que el enojo.
Para su sorpresa, no es cualquier música. Es algo hecho por el otro, con su voz, con una portada incluso dibujada por él.
Se ve en esta una imagen de dos siluetas de cabeza desde el punto de vista de cada uno, con un fondo fucsia obscuro. Y la letra… Es algo que le llama más la atención.
« Soy un tonto que no deja de pensar en ti. Lo arruiné tratando de mejorar tu vida. Porque los días pasaban y llorabas. Simplemente quería darte tranquilidad.
Y al final fui yo el que te lastimó en el intento de ayudarte con el pesar que llevas desde aquel día en el que te conocí y de seguro mucho antes.
Sin embargo, no busco excusar mis acciones porque sé que hice mal. Entonces me acerco a ti con la intención de decirte lo siento y que además me arrepiento.
Estaba temblando en el momento que pensé «lo haré ahora, para que ella esté mejor». Recordé todo lo que hablamos esa vez, e igual lo mismo dije que vengarse está bien.
«Ella tenía razón y no la escuché». «Pero es demasiado tarde para regresar». Escogí por orgullo seguir adelante, ignoré nuevamente lo que deseabas. De nuevo.
¿Qué clase de idiota debo ser yo ser para insistir si desde el principio expresaste «no»? Quiero pedirte una oportunidad, y esta vez, te prometo que me portaré bien.
La vida es corta para pasarla así… con la cabeza intentando hacer sufrir. Sé que el cambio es difícil para mí, pero, comenzaré con accionar diferente.
No lo estoy diciendo sólo por tu ideal, aunque concuerda en verdad con esas palabras. He arrastrado más de lo que imaginaba, arruinando todo el camino que tracé.
Consumido en miedo hallé tu mirada petrificada como la mía. Cuando nos cruzamos en ese momento en el parque, quería abrazarte y largarme.
Te fuiste tú, y no pude llegar a sujetar tu mano. Con el corazón te digo hoy que cada segundo que pasé esa noche quiero reescribirla.
Fue una tormenta que yo te causé, debo admitir que podría haberlo evitado si hubiera escuchado lo que querías. Por eso es que me arrepiento mucho de lo que hice. «
Como si reviviesen todas las situaciones que ella pasó a través de cada párrafo, un cierto dolor punzante le atraviesa el pecho hacia el lado del corazón.
No es lo único que recuerda, sino que la instrumental le hace experimentar una melancolía exagerada, por todos los momentos buenos que pasaron antes de esos días de infierno.
Según ella, la instrumental por sí sola es la definición de extrañar cosas lindas que podrían no suceder nunca más. Pero contrasta con la letra, que dice exactamente lo contrario.
Su corazón late muy rápido, sus manos tiritan perdiendo el calor. En su cabeza hay una especie de corto circuito. ¿Qué debería pensar? ¿Sentirse bien o mal?
No puede tampoco conocer qué rostro tiene el otro en el momento, sólo el aroma que este desprende.
Quiere acercarse y abrazarlo, un impulso quizás. No es como si se tratase de cualquier persona para Umi. Es alguien en quien incluso con aquella discusión no pudo cambiar de idea de querer salir con él, como si se hubiese incrustado en su ser.
—Umi… Uhm… ¿Estás bien? Bueno, una pregunta tonta de mi parte —aclara la garganta, jugando con la punta de los cabellos propios hacia un lado—. ¿Qué piensas?
—¿Puedo decirte la verdad? —continúa hablando en voz baja.
—Es obvio que sí. Mil veces eso a que me digas algo que no sientes sólo por lástima —responde en un tono serio y a la vez tranquilo.
—Primero… Me gusta mucho la instrumental, es algo que yo escucharía todos los días. Tu voz armoniza de un modo que simplemente me deja encantada.
»Realmente deberías ser cantante o algo así, porque tienes mucho talento —suspira profundo, haciendo una pausa—. Y… Tengo varias preguntas.
—Gracias por… Lo que dijiste —se rasca una mejilla con el índice, desviando la mirada aunque no pueda verlo, con algo de rubor—. ¿Qué es lo que quieres saber?
—Puede que parezca tonta la pregunta, pero lo único que entendí en la canción fue que quieres que te perdone. Entonces me surge la duda, ¿De qué te arrepientes?
»Podrías estar simplemente repitiendo las cosas que dije para que yo crea que piensas algo que no es así.
»No te cuesta memorizar las palabras, y eres muy bueno engañando o consiguiendo lo que quieres —le explica en detalle su duda, un tanto nerviosa.
—Es lógico que tengas miedo ahora —baja la mirada y la regresa a ella, mejor dicho a su silueta apenas notoria—. Hice una promesa también con Chris de no volver a tomar una venganza del mismo modo, sino las de juego.
»Eso sucedió antes de que me dé cuenta de todo. Cuando… —le tiemblan un poco los labios—. Ese día que te vi con Yuu… Pensé dos cosas.
»Una es que tú puedes salir con quien quieras, incluso si tuvieses pareja no deberían prohibirte salir a pasear. Y la otra… Es que lo mismo estaba celoso.
»Confundido, asustado, perturbado, frustrado, arrepentido. Tantas cosas a la vez, al ver que no era yo quien sujetaba tu mano.
»Pero… —ríe bajo, de una forma triste—. ¿Qué sentido tiene esto? Si nunca te llevo de ese modo… Pero que alguien más lo hiciera con tanta naturalidad… Fue como si me estuviese quedando atrás. Por lento y por estúpido.
»Creía que podría tomarme mi tiempo para conocerte bien y quería cerciorarme de que todo comenzara de la mejor forma posible. De madurar un poco antes de empezar, así no causarte miedo ni inseguridad…
»Y realmente, que no tuvieses problemas con otras personas también me importa, pero ya veo que no puedo interferir en eso… —acerca la mano despacio hasta la otra, buscándola primero por el brazo hasta que llega a sus dedos.
»Te prometo que no me meteré en tus problemas de nuevo de esa manera, a menos que me pidas ayuda o necesites sí o sí de fuerza bruta.
Umi sí entrelaza el meñique con el del otro, es decir, sí acepta su promesa. Sin embargo, más que una respuesta, aquel discurso le genera más intriga.
Por otra parte, la disculpa se nota muy sincera, y mucho más elaborada que un simple acercamiento diciendo «perdón» con pucheros como le harían Sakura o Yuu.
Es destacable el esfuerzo que puso Io para intentar ganarse su confianza otra vez.
De igual manera, perdonar no significa olvidar. Sólo dejar que él siga cerca. No tiene certeza de si volverá a bloquearla por algún motivo u otro, ni de si se alejaría de ella por otra idea que cruce por su cabeza.
Si hay algo que Umi odia, es no saber qué va a suceder. La incertidumbre, estar expectante a los cambios ajenos.
Siempre considera que todo sería mejor si fuese un «te quiero todos los días» y no «hay días que sí y otros… Jaja».
«Pero se supone que él hizo una promesa… De no volver a hacer esas cosas feas… Pero… Pero… ¿Y si me deja por otra cosa…? ¿Dejarme de qué si no somos nada…?»
—Io… ¿Lo que dijiste fue una disculpa o una declaración de amor? Esa parte también me hizo confundir —suelta el meñique del otro, bajando la mano hasta la rodilla propia. No es por nada en especial, sólo comodidad.
—¿Eh? —se sonroja por completo, aunque invisible debido a la obscuridad—. Bueno… No me declaré todavía. Quisiera hacerlo de una manera más bonita.
—Pero me estás diciendo que sí lo piensas hacer —suelta una corta risa. A la vez, el vacío en su pecho se llena un poco con un calor agradable.
—No quiero sonar engreído, pero estoy seguro de que ambos pensamos lo mismo en eso. O sea… Incluso Chris y Kabuto que no pueden oler lo mismo que nosotros se dan cuenta.
»Y puedo deducir que ya lo sabías de mí, no debe ser ninguna sorpresa —a pesar de que suena serio con todo lo que dice, su voz desafina en la última parte.
—Está bien, tómate tu tiempo —esta vez ella acorta la distancia entre sus manos, al buscar las ajenas con las propias, sosteniendo una entre dos—. Yo necesito también un tiempo para sentirme mejor. No puedo tratarte del mismo modo todavía.
»Estoy mal Io, aunque no esté llorando ahora. Es porque ya estoy cansada de llorar. No sé cómo reaccionar con todo esto, más que decirte que quiero esa canción en mi celular.
—Oh, claro. Ya te la mandaré —le sonríe más calmado, pero su rostro se mantiene igual. Parece que sí es su segundo color—. Antes… ¿Me dejas… Abrazarte un momento?
—No sé si pueda corresponderte, pero sí, supongo que no hay problema —le contesta tranquila, aunque con su mente aún dando vueltas. Desconecta los audífonos del móvil y los deja sobre la mesa. Luego le devuelve su teléfono, estirando el brazo.
Io, primero que nada acepta el objeto, guardándolo en su bolsillo. Luego se levanta de la silla con cuidado para no hacer algún ruido fuerte, y se acerca hacia la chica.
Se ubica frente a ella, parándose con las rodillas así estar a su altura. Le rodea con los brazos la cintura, y apoya la cabeza en el hombro izquierdo de la contraria.
La abraza con un poco de fuerza, más de lo normal viniendo de él, y va haciéndolo más suave progresivamente. Unas lágrimas caen de sus ojos, cubiertas por sus flequillos y que se pierden tanto en la piel de la otra como en su ropa.
Umi se siente un tanto mareada con una ola de «perfume natural» proveniente del chico en cercanía, pero entiende que ese era un pequeño riesgo a pasar al darle permiso.
Dejándose llevar por cierta preocupación al percibir la humedad en el hombro, decide jugar con el cabello de Io, acariciando despacio su cabeza y enrollando las ondas y rizos entre sus dedos.
La suavidad de cada mechón, y la piel del otro sobre la suya, mezclado con todas las sensaciones juntas, por desgracia le ocasionan pensamientos indecentes.
—Uhm… ¿Ya está Io?
—Un momento más, espera… Es que… Te extrañé demasiado —su voz temblorosa y entrecortada no deja de sonar linda por más que esté llorando.
Cierta culpa atraviesa la mente de la pequeña por no llevar el contexto de la situación. «Él se siente pésimo, de verdad. Y a la vez parece aliviado. Pero yo estoy aquí caliente sólo por una canción y unas palabras bonitas».
Transcurren siete minutos del mismo modo. Entre eso, la mayor piensa en varias cosas. Más preguntas, a las que ella misma se responde. Otras que únicamente llegan y se van.
No obstante, también se juntan cosas que quiere decir y hacer. De ese modo, decide «romper el silencio» tras haberlo consolado un rato, hablándole bajo.
—También te extrañé. Me alegra haberte dejado entrar a la casa —respira profundo y exhala mucho aire.
»Sólo que, yo también te prometo que si rompes tu promesa, no voy a salir contigo.
»Yo «tacho», de ponerle una cruz a una persona como pareja, cuando siento que me falta el respeto gravemente —ella también sufrió por la situación, así que quiere expresarlo.
—Lo entiendo… Qué bueno que tengas la suficiente determinación como para no escoger a cualquiera de pareja… Diría algo más, pero te vas a enojar —le suelta de un lado para refregarse los ojos. Parece que ya está consiguiendo calmarse.
—Si me ibas a decir algo como que haga lo mismo con mis amigos, te cuento que no funciona del mismo modo —niega varias veces—. No me voy a enojar por eso ahora, me da flojera. Estoy cansada para enojarme, aunque suene tonto.
La adolescente desliza la mano hasta el cuello contrario, y atraviesa con sus dedos en caricias desde abajo hacia arriba, pasando apenas por sus orejas.
—U-Umi… ¿Qué haces…? —ahora habla entrecortado por otra razón.
La chica puede sentir lo acelerado que se aprecia el corazón del contrario. Y si su respiración era algo diferente por llorar, en este caso parece costarle por otro motivo.
La piel de esa nuca se encuentra erizada, sumado a que el cuerpo ajeno en general se torna más cálido.
—Lo siento —le quita ambas manos de encima y suspira. Seguido de ello, suelta una corta risa—. No hubiese hecho eso si pensara que te molestaría.
»Aunque no es la ocasión, estás muy cerca y simplemente se me pasó por la cabeza «¿Qué hará si…?» y bueno. Eso.
—Es impresionante como puedes cambiar de estado de ánimo en unos segundos… ¿No era que te tardaría un tiempo en ser cercana otra vez?
»Y es la primera vez que haces esto —avergonzado, le reclama con un enojo fingido. Se lo ve mucho mejor también.
—Pues no es del todo mentira, todavía estoy decaída, sólo que mis hormonas me jugaron en contra —aclara la garganta y tuerce la boca—. Creo que es por el período.
—Lo imaginaba, aunque no quise decir nada.
»Creo que a cualquiera le incomodaría que alguien le pregunte «¿Por qué hueles a sangre?, ¿Te lastimaste?» y responder «, «ah, es la regla» —no puede evitar comenzar a reír ante la suposición.
Umi se contagia por un momento de la risa ajena, además de por imaginar lo que dijo.
—Ah, Io. Quería decir, ¿Podrías cambiar el celular de lugar? Es que me está lastimando la pierna.
—No es mi celular —se separa rápido del abrazo y hace una reverencia, sin querer golpeándola en la frente con la cabeza—. Lo siento… Lo siento doblemente.
—Y creía que yo tenía la cabeza dura —vuelve a reír, sobándose en donde le chocó el menor—. Ay Io, estás muy duro.
—Aeish… —se cubre el rostro con ambas manos—. Ya no sé de cuál dureza me hablas. En todo caso, olvídalo, olvídalo.
Él toma lugar otra vez en la silla en la que se sentó al comienzo de la conversación.
—Desbloquéame y pásame la canción, por favor —le pide para cambiar el tema, todavía con una expresión divertida.
—Sí, ya mismo —saca el celular del bolsillo y debido a los nervios por un momento se le resbala, pero sólo cae en sus piernas—. Agh. Ahí va.
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