Namaenai Volumen 1 - 12
Capítulo 12: Más allá de las palabras, conocer el camino
[ 2014, Septiembre, 21 ]
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Es un domingo soleado en Tokio, y según el calendario es el comienzo de otoño. Para estas épocas, los japoneses suelen ir mucho a los bosques y a varios parques, así como a algunos lagos, a curiosear el rojo del suelo.
El manto crujiente y colorido que se forma todos los años, es algo que ellos admiran casi del mismo modo que el florecimiento de los árboles de cerezo.
En casa de los Murasaki, se sabe que Aoi y Kana decidieron irse junto a sus mejores amigas al hogar de una de ellas a dormir. Justamente, comentaron la intención de salir a curiosear el paisaje en un parque lejano.
La madre Aoi y el señor Umibozu siempre les otorgan el permiso, a cada una de las salidas que quieran realizar con ellas.
Por la ausencia un poco más prolongada de sus hermanas, Umi puede dedicarse a acomodar la habitación. Nadie va a tirar nada por ninguna parte, todo seguirá en su lugar al menos por un día.
Con la obsesión que tiene con que cada cosa se mantenga en donde ella las deja, es agradable ver todas las camas tendidas y sin juguetes en el suelo, con las ropas en el placard.
Sobre lo último, las propias que más usa siempre las deja a los pies de sus acolchados en la litera, ya que de otro modo no las encontrará. Es difícil convivir con varias personas, sobre todo cuando cada uno posee su propia visión del «orden».
Al acabar de pasar y guardar la escoba, se dirige a tomarse un baño. Lo usual es que ella prefiera hacerlo de noche, pero en algunos casos le es más cómodo a la siesta.
Deja toda la ropa preparada y la toalla sobre un banco negro que trajeron del cuarto para ello (porque la otra opción sería la tapa del retrete, y no), y cuelga la toalla que usará en el único gancho del baño.
Junta la puerta, y se quita todas las prendas, dejándolas en el suelo. No hay un cubo de ropa sucia, así que siempre deben llevarlas a lavar cuando salen de bañarse.
Abre las llaves de la ducha, e intenta acomodar entre la fría y la caliente hasta que se encuentre a la temperatura perfecta para ella. Suspira e ingresa bajo la lluvia, comenzando primero con enjabonarse.
Aunque para muchos el momento de bañarse es agradable, para Umi es algo que quiere terminar lo más rápido posible. No es nada comparable el hacerlo con sus amigas, a estar sola y sin ninguna distracción.
Desde que tiene memoria (tres años de edad), es como si su mente funcionara de una manera destructiva al estar sin poder leer o ver algo.
No usa música porque eso le haría recordar las estupideces que piensa cuando está bajo el agua. En síntesis, no le gusta bañarse. Lo hace porque es lo que es correcto.
No obstante, en muy pocas ocasiones, puede decidir en qué pensar. Dejar de lado todo lo que le atormenta, y buscar responderse dudas que no le provoquen deprimirse. Eso sucede cuando sus cuestionamientos son «profundos».
Sino, también trata de alguno que otro recuerdo. Mientras no le cause melancolía, ríe y se pregunta el porqué se le vino a la cabeza.
—Me pregunto por qué si Yuu habla conmigo mientras se baña, yo no me animo a traer el teléfono aquí…
»¿Miedo de que se moje, tal vez? O sólo no quiero gritar y que se oiga mi voz —dice para sí misma, en un sonido ahogado por las gotas que caen hacia el suelo con fuerza.
Recoge el envase de shampoo a un lado, y vierte un poco en la mano. Así empieza a lavar su cabeza, alejándose por un momento del agua. «Hace mucho tiempo que no lo hace. ¿Desde… Abril…? Sí, creo. Igual no importa».
A ella verdaderamente le divertía escuchar los gritos de Yuu, ya que su voz sigue sonando suave y dulce incluso cuando es fuerte. Pasa lo mismo con Sakura, y ahora con Io.
Se cuestiona si Kazuma alguna vez alzará la voz, ya que entra en el rango de los otros tres respecto al modo.
Es similar a un paraíso de sonidos relajantes, por el simple hecho de oírlos hablar. Aunque en específico, al único que oyó en la ducha por teléfono es a Yuu.
—¿Qué podría hacerme hablar tan animada como a los demás…? —recuerda también la pregunta que se hizo hace un par de días. Se enjuaga el cabello y vuelve a echarse shampoo, ya que es su costumbre lavarlo dos veces.
»A Sou le gustan los videojuegos, Yuu se emociona por todo igual que Io, Sa se anima cuando habla de Yuu y de anime y algunos videojuegos, Chi con el arte…
»Shin con la poesía, Risa con los libros… Incluso Kabuto y Chris tienen sus cosas… Las novelas en el caso de uno, y el gimnasio y los videojuegos en el del otro… ¿Y yo?
Ella piensa en las ocasiones que habla más alegre. No es por un tema en particular, simple y llano es si se siente bien. Es algo diferente. Lo que busca sería lo llamado pasión.
¿Dibujar? Sí, le gusta. ¿Escribir? Sí, puede ser. ¿Ver anime, jugar? Le divierte también.
Cantar es algo que toma con seriedad, y le gusta mucho, pero no recuerda haberse visto del mismo modo que a sus amigos sólo por hablar de música. Pese a eso, ella tiene la intención y deseo de ser cantante en el futuro.
Niega varias veces, en la imposibilidad de encontrar todavía alguna cosa que le haga reaccionar igual.
¿Sería simplemente su forma de ser, el no poder emocionarse por un tema? ¿Tendría algo de malo ser desapasionada? En realidad y de seguro, el punto de vista de ello varía según la persona.
A la vez, no habría que cerrarse a la posibilidad de que algún día quizás pueda conocerse mejor a sí misma y saber qué puede causarle aquello.
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Tras varios minutos en el baño, decide terminar. Más que decidir, es el tiempo que le toma: casi unos siete para no estar mucho bajo el agua. Aun así, finaliza con las manos arrugadas.
Cierra las llaves, viendo con un enojo falso las yemas de sus dedos. Se seca con relativa rapidez, y se viste.
Lleva su polera de cuello escotado de color mostaza y el pantalón negro ajustado con cortes. En sus manos, como un accesorio, ama usar los guantes cortados. Y en sus pies, sus amados borceguíes negros que combinan con todo.
—Ah cierto, mis lentes —los limpia con jabón en el lavabo, y luego de secarlos, se los coloca con cuidado. El marco se encuentra roto en la parte superior, pero eso no imposibilita que los use, porque siguen sujetándose bien y se ven muy bonitos.
Está acostumbrada al HD de que estén sin ninguna mancha, porque le incomoda cuando una sola cosita se apodera por momentos de los cristales.
Camina hasta su cuarto de nuevo, y se topa con algo, o mejor dicho alguien, que no imaginaba que llegaría tan temprano. Hipotéticamente habían quedado en verse a las seis de la tarde, y todavía son las 16:11 PM.
—Umi~ Lo siento. Estaba impaciente. No interrumpo nada, ¿Verdad? —hace una reverencia Io y se sienta en el borde de la cama de Aoi.
Todos usan las camas de Aoi y de Kana como sillas, y sólo usan los banquillos negros cuando se dirigen al ordenador.
—No hay problema, mientras más tiempo contigo mejor para mí también. Pero aún no estoy bien arreglada todavía. No me peiné —dice mientras cierra la puerta, y recoge el peine de la litera—. No había sentido tu aroma, estaba muy distraída.
—¿Distraída? ¿Te deprimiste otra vez en el baño? —se ve que ya está enterado de su comportamiento común.
—Ahora no. Sólo pensaba en el futuro y esas cosas. De qué hacer… De qué siento. De cómo me siento con lo que quiero estudiar, y de qué sería lo que me apasiona de verdad —empieza a desenredarse el cabello, tomando asiento a su lado.
»Aunque de todos modos mis padres no me dejarán escoger, quieren que estudie medicina y no me pagarían otra cosa —sonríe hacia la derecha y hace un suspiro corto—. Pero tengo la ilusión, tú sabes. Todos soñamos con estudiar algo.
—¿Tú crees? —mira hacia arriba, con una expresión pensativa. Ubica las manos en las rodillas propias—. Yo no, ¿Sabes? Me gustan muchas cosas y no podría escoger ninguna.
»Estoy seguro de que tengo talento para el arte, porque me lo dicen siempre, e incluso desde mi propio criterio veo que dibujo bien y compongo música que me gusta, canto bien…
»Hago muchas cosas bien y me divierto con todo. Pero eso es lo que no me deja elegir una carrera.
—Qué curioso. Yo… Bueno, hago todo a medias pero siempre hago mi mejor esfuerzo. No me sale bien pero no significa que no lo intente.
»Escogí canto porque creo que es lo que me sale mejor, sin duda —termina de peinarse, viendo cómo el peine está lleno de hebras negras quebradizas.
Compacta la «bola de cabello» que se le soltó por la fuerza utilizada, y se va por un momento del lugar para tirarla en el cubo del baño. Regresa, cerrando la puerta y se sienta otra vez al frente.
—No pasa nada —Io ríe bajo y sonríe. Acorta la distancia entre los dos al rodearla con sus brazos por la cintura, apoyando el mentón en el hombro de la contraria.
»Hasta el momento hay algo que tengo seguro de mi futuro, y es que quiero salir contigo. Quiero ser tu novio, Umi.
—Uwwaaaa… —según ella diría, es como si le diera un pantallazo azul en la mente. «¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué rayos tiene que ver eso con…? Ah. El futuro. Sí», piensa—. Eso es repentino. Mucho —su cara toma un color arrebol.
—No tanto, habíamos hablado de salir hace varios días, ¿Recuerdas? —se separa del abrazo para verla.
El rostro de Io está rojo hasta las orejas, e igual la mira con determinación. Pero, de a poco, se arquean sus cejas y termina por cubrirse con ambas manos.
—¿Lo dije muy pronto? Pensé que era un buen momento.
—Lo es~ —ríe a carcajadas por la ternura que le causa el chico—. Tranquilo. De verdad primero necesito que te calmes, porque es algo serio y tenemos que pautar nuestros términos y condiciones —le sonríe con naturalidad, aún sonrojada.
—¿Términos y condiciones…? Nadie lee eso —bromea y suspira. Se quita las manos del rostro para echarse aire y tratar de respirar con normalidad—. Perdón por la broma estúpida, me puse nervioso —aclara la garganta.
»Pero soy todo oídos —hace una reverencia y choca con la frente de la mayor—. Ah… —toma un poco más de distancia.
—Te voy a prohibir agacharte cerca, voy a quedar con montañas en la cabeza —ríe fuerte, sobándose el lugar afectado.
—¿Eso es parte de los términos de los que hablas? —se inclina hacia un lado, confundido.
—No, idiota —ríe más y le golpea el hombro—. Es una broma, como la tuya. Una broma tonta.
Al revés de los nervios del otro, ella está emocionada. Trata de respirar bien y calmarse de otra forma, porque sino volverá a estallar en risas.
—Bueno… Ahora sí —sonríe Umi.
—Te escucho —al encontrarse descalzo, se sienta con las piernas cruzadas y la mira. Juega con las manos propias, pero se nota que está atento.
—Lo ideal sería… Pues… Por motivos de comodidad, no me gustaría que te quedaras a dormir en la casa de otra chica a solas si estamos de pareja.
—No tengo amigas, así que eso es totalmente… ¿Innecesario? Pero entiendo tu punto, porque es más fácil que alguien del sexo opuesto intente hacer algo con uno, ¿Verdad?
—Exactamente —asiente con la cabeza, con una expresión seria—. No te digo nada de Kabuto porque sé que no dejarás que te haga nada raro, ni de Chris porque no hubo nada entre ustedes hasta donde yo sé —ríe bajo, bajando la cabeza.
—야~ Sabes que todas las cosas que decimos son de broma. Y con Kabuto también, actualmente. Tracé los límites firmemente. Espero —enarca una ceja, y ahora él parece más serio—, que tú tampoco intentes nada extraño con Yuu. Y si él te molesta, házmelo saber, puedo golpearlo.
—No, no, golpear no. O sea… No quiero violencia. Eso es otro punto importante. Quiero que mantengas la promesa de la venganza. Y no quisiera que lastimes a mis amigos a propósito. No creo que haya un motivo para que golpees a Yuu.
—Mmm… —lleva una mano al mentón propio—. Mmm… ¿Y en el caso hipotético de que le enseñara a pelear, o alguna cosa extraña o sobrenatural, puedo golpearlo?
—¿Quieres golpearlo? —ríe fuerte, sosteniéndose el abdomen ya por tantas risas seguidas—. Sólo di que quieres golpearlo —niega, divertida.
—No, no. Sólo quiero permiso de accionar en casos de emergencia. Por ejemplo, si él quisiera lastimarte. O si alguna persona intentara hacerte algo. Y también si él me pidiera ayuda en algo, ¿Si él necesita que golpee a alguien?
—… —se golpea la frente con una mano, negando otra vez—. Es bueno saber que eres caballeroso con las chicas —deja caer los brazos—. Bueno, en esos casos sí. ¿Está bien?
»Excepto en el último. Eso no pasará. El nunca te pedirá eso, pero sí quisiera que lo defiendas si él no quiere pelear. Él es aún más pacífico que yo, y no le gustan esas cosas.
—Oooh… Eso es una sorpresa —parpadea varias veces y sonríe de lado—. De acuerdo, entonces ya tenemos listo lo de la violencia. ¿Qué sigue?
—Mmm… —mira hacia arriba y tuerce la boca, indagando en qué otra cosa decir—. Fidelidad…
»No quiero que beses a otras personas en los labios o zonas íntimas, ni quiero que toques a otra persona con intenciones pervertidas.
»No quiero que mires con deseo a alguien más. Si se supone que somos pareja eso no debería pasar —sabe que está siendo muy estricta. Tiene mucho miedo de que se aleje de nuevo por alguien más. De no ser así, no estaría planteando aquello.
—Sabes que es fisiológicamente imposible no sentir atracción química por nadie, pero… Si lo dices como un punto importante, voy a mentalizarme en respetar eso.
»¿Y tú puedes hacerlo, si me lo estás pidiendo? —no lo cuestiona en un tono de enojo, sino más bien intrigado.
—Claro. Ni siquiera necesito esforzarme —hace una pausa y luego mira hacia arriba—. Hay unas horas o días donde estoy más sensible y sería más difícil, pero no suelo estar muy cerca de la gente en esos momentos como para que me afecte.
»Así que creo que quizá sería injusto que yo te pida algo que a ti te cueste y a mí no… Mh.
—Suena utópico, pero creo que puedo hacerlo. Estoy… casi seguro de que en un mes, puedo hacerlo.
»Pero sentir deseo y ser sensible son cosas distintas, supongo que lo sabes. Si alguien me acaricia mucho el cuello o está muy cerca, llegaría un punto donde… Bueno… —baja la mirada, rascándose tras la nuca.
—Lo sé. A mí a veces el viento me da escalofríos, pero tampoco es que me quiera agarrar al aire —le responde, riendo entre dientes—. Supongo que deberíamos intentar evitar que quieran hacernos… Cosas que nos causen escalofríos. ¿O intentar no sentirlos?
—Suena difícil… Por mi parte, al menos, yo puedo controlarlo muy bien. Pero sí, me gustaría evitar que me toquen con esas intenciones.
»Por accidente es una cosa, pero a propósito es muy feo e incómodo si no quiero nada con esa persona —suspira y asiente un par de veces—. Sólo evitemos lo que podamos de eso. ¿Qué otra cosa sigue?
—En realidad, estoy bastante intrigada de qué tan sensible eres —aclara la garganta, con las mejillas rojas—, pero eso después. A ver… Mmm… No mentiras, no ocultar cosas.
»La base de una relación es la confianza. ¿Te comprometes a ser sincero, aunque puedas lastimarme con lo que digas? Sin importar de qué se trate. A menos que sea un secreto que alguien te dijo que no digas, claro.
—Sí, me parece justo. Pero, yo puedo seguir mintiendo a otras personas si no quiero contarles algo, ¿No? O sea… Con Chris y Kabuto soy cien por ciento sincero, y contigo también aunque no lo creas.
»Pero con los demás, a veces sí y a veces no. Depende de las ganas que tenga de responderles. A veces si me preguntan cómo estoy y estoy estresado o pasó algo en casa, sólo digo que bien y ya —expone su opinión, y a la vez su duda.
—Supongo que puedes, aunque no me guste —«Yuu no le miente a nadie… Y yo tampoco… Pero bueno, estoy por salir con Io, y él siempre fue así. Mientras no me afecte no debería importarme, ¿Verdad?»—. Sí puedes. Está bien. Pero a mí no.
—Totalmente de acuerdo —estira los brazos y los deja caer. Cierra los ojos por unos segundos—. Yo… Me gustaría pedirte algo. Sobre el espacio.
»Algunos días querré salir con Chris y Kabuto a algún lado, y muchas veces cuando estés ocupada lo más probable es que esté con ellos. ¿No hay problema? Es decir, el resto del tiempo estaré contigo y eso… Y…
—No hay problema. Yo también tengo amigos y amigas, y supongo que en algunas ocasiones, el hecho de por ejemplo… Los sábados salgo con Sa y Chi, es salida sólo de chicas.
»No significa que no vayas a estar con nosotras otros días, pero el sábado durante la salida no. Y creo que sería algo parecido de tu parte.
—Mmm… No exactamente, no me refería a eso. Es que cuando Kabuto está muy deprimido, se pone muy inestable y a veces lanza miradas de odio sin sentido, o no quiere hablar con nadie. Y no quisiera que pases un mal rato por eso.
»Esa es una de las razones, pues ellos te quieren mucho y consideran que eres «de nuestro grupo», ¿Lo entiendes? Más allá de que seas una chica —le sonríe cálido, jugando con la punta del cabello propio.
»La otra razón, es que sé que no te gusta ir a las discotecas. Y ocasionalmente, acompañamos a Chris porque a él sí le gustan mucho. No te obligaría a ir.
—¡Oooh! Sí… Es… Totalmente distinto al motivo mío. Pero al fin y al cabo es lo mismo, espacio —asiente una vez y le sonríe también—. El resto del sábado puedes estar conmigo si quieres, o si puedes, o tú sabes.
»Puedes llevarme a casa luego de salir, si no estás ocupado y eso… Como en la escuela.
—Claro, a mí me gustaría hacer eso. Sólo procura que porque seamos pareja no terminemos descuidando a nuestros amigos. Es verdad que los veremos menos, pero tampoco muuuuy poco —hace una cruz con los brazos—. ¿Lo entiendes?
»Aunque no sea verlos personalmente siempre, creo que es importante que no perdamos las amistades por esto. Yo no dejaré de mandarles mensajes como siempre.
—Io, nadie te está prohibiendo nada~ ¿Por qué razón te prohibiría hablar con tus amigos por mensajes? ¿O por qué no querría que salgas con ellos a veces?
—Pues… —como si un feo escalofrío recorriera su espalda, se frota los brazos, una expresión de incomodidad—. Mi madre era muy controladora con papá. Ella… Se enojaba por todo.
»Papá no podía tener amigos ni amigas, y era muy difícil todo porque papá manejaba la compañía. Entonces, ella le reclamaba cuando veía que hablaba seguido con alguien, y papá debía explicar que eran compañeros de trabajo.
»No me gustaba eso —baja la mirada y la regresa a ella, despacio—. Sé que seguro pensaste «¿Y qué hizo tu padre para que ella sea así?», porque en eso te pareces a Kabuto.
—Eeeeh… Sí. Porque es lo más lógico de pensar, desde mi punto de vista. Yo misma pensé que si todos me trataban mal debía haber algún motivo, y eso que yo lo vivía. Así que sí… Disculpa si te ofende.
—Está bien, estoy acostumbrado a esas preguntas, de algún modo… —suspira y respira profundo, estirando los brazos otra vez—. Papá no hacía nada malo más que golpear la pared, o las puertas, o algunas cosas cuando se enojaba.
»Por lo demás era una persona maravillosa. Él me enseñó muchas de las cosas que sé. También que respete a las mujeres, a pesar de que el ejemplo de mi casa de mujer no era lo que tendría que haber tenido de madre.
»Me enseñó… A cuidarme, y siempre estuvo de acuerdo en que cuide de los demás también. Lo de la venganza no lo aprendí de él, por las dudas te aviso —aclara, negando con una mano—. Eso era cosa mía.
»Y… Entre otras cosas, papá me enseñó mucho del amor y la amistad. Muchas cosas que él no podía hacer, que él quería. Me dijo todo lo que estaba mal aunque él estaba casado con mi madre. Y… Por eso sé todo lo que no quiero, obviamente.
—Gracias por contarme todo esto. No pensé que saldría algo tan personal mientras intentamos establecer nuestra relación… —le sonríe y toma con delicadeza la mano ajena, acariciándola con la otra disponible—. No voy a hacerte nada así, tranquilo de eso.
—Gracias a ti por eso… Es un gran alivio —sonríe también, sonrojándose de nuevo—. ¿Falta algo más que hablar? De la relación, digo. Yo te pedí las cosas que considero necesarias de tu parte.
—Mmm… Veamos. El espacio, la sinceridad, la violencia, las promesas… Oh, sí, me estaba olvidando de una cosa importante. Si me eres infiel, te dejaré sin dudarlo.
»Y si me siento más mal que bien contigo por un mes, también te dejaré. Conmigo es un para siempre mientras te portes bien. No perdono infidelidades, ni tampoco quiero salir con alguien que me haga sentir mal.
»Es entendible que tengas un tiempo difícil, pero no es justificación para ir a tirarte a otra persona o hacerme daño.
En su situación actual, con el miedo de que se aleje otra vez, está proponiendo una relación monógama sin permisos especiales. No sabe si le daría celos verlo con alguien más, pero no quiere perderlo otra vez.
Desconoce si en el futuro cambie de parecer de varios puntos que aclararon respecto a lo sexual o incluso romántico, no ha tenido pareja que ella recuerde.
Quiere probar una relación normal. Una donde son dos personas y listo. No siente atracción hormonal por nadie más que Io de momento, y tampoco estaría a gusto de verlo con alguien si no sabe si la dejaría por esa persona. Literalmente, lo común.
—Me parece correcto. Y quiero que te quede muy claro que yo cumplo promesas —le lanza una mirada filosa.
»Por lo que si te arrepientes de lo que me estás diciendo ahora, y quisieras cambiar de opinión, ya no podrás —reemplaza su expresión a una más calmada.
»Si llegase a haber una infidelidad, o te tratara así de mal, yo mismo te dejaré. Aunque… Bueno, dudo mucho que pase lo que dices. Nunca sería infiel, y no te quiero tratar mal.
»Es más probable que algún día te haga sentir mal y me disculpe, a que te sea infiel. Siempre respetaré los límites que me pongas, el único que veo complicado es lo de la atracción química. Y… Quiero que sepas que no quiero lastimarte.
»De verdad —arquea las cejas y mira hacia abajo—. Me disculpo de antemano por todo lo que pueda llegar a pasar, y seguro te pediría perdón después igual… Pero intentaré ser el mejor novio.
—Gracias Io. Muchas gracias, en serio —se acerca un poco, y le acaricia la mejilla con una mano—. Gracias por escuchar todo, y por responder todo. Me gusta la madurez con la que estás tomando la idea de la relación.
»Es justamente… Lo que esperaba de una pareja. Yo… Me disculpo porque muchas veces te haré enojar, aunque no quiera. Porque también te haré sentir mal, por ser sincera.
»Y también, voy a intentar ser lo mejor para ti. Quisiera que no te arrepientas de haberme escogido, cuando hay miles de personas en el mundo mejores que yo. Así que debo ser yo la que haga que no te arrepientas.
—Y aunque hubiese alguien mejor desde tu punto de vista, yo quiero estar contigo —se apega a ella en un abrazo, apretándola un poco—. Me gustas mucho Umi, gracias por aceptarme con todos mis defectos también.
»Quiero crecer a tu lado —voltea la cabeza apenas al costado, para darle un beso en la mejilla.
—¿D-de nada? ¿Gracias? —como es la primera vez que el otro hace aquello, está sorprendida y avergonzada.
De verdad, no quisiera esperar mucho más para que se besen en los labios. Sin embargo, sabe que el chico avanza muy despacio. «Imagino que en un mes quizás… Se animará a besarme». No debería ser más que eso, ¿No?»
«Si las personas se besan sin ser pareja, creo que en algún momento va a «besarme de la nada» y yo estaré bien feliz~ Y si no lo hace él, ¿Podría hacerlo yo? No tiene por qué ser el hombre el que dé el primer paso siempre».
—Uhm. Io… Una pregunta bien… Preguntona.
—¿Sí? ¿Aún tienes dudas? —se separa despacio de ella y la ve. Sus ojos se ven brillantes y lleva una mirada tímida, pero seria a la vez. Una combinación interesante.
—¿Puedo… Ser… Un poquito más cariñosa? Y tú… Hay una cosa que hiciste una sola vez jugando conmigo, que después no hiciste más —expresa su duda, aunque no se termina de entender qué quiere decir.
—Sí, puedes, como… Tomarnos de las manos al caminar. O podrías llevarme del brazo o… Esas cosas seguido, claro —se rasca un costado del rostro, se ve nervioso pero de buena manera. De nuevo, toma un color más rojizo—. ¿Y qué es lo que dejé de hacer?
—Esto —se acerca más y le muerde el hombro por sobre la ropa.
Io se cubre la boca con una mano y se estremece, abriendo los ojos por lo repentino.
—Y-yo sólo te mordí apenas el dedo, jugando… Y tú… Me muerdes siempre que estás muy animada —aclara la garganta y desvía la mirada—. ¿También lo haces jugando?
—Sí~ ¿Por qué más sería? —sonríe amplio con los ojos cerrados—. Es divertido.
—Eso me hizo pensar en una cosita más —se rasca tras el cuello, aún viendo hacia abajo—. Preferiría que no muerdas a ningún chico jugando. Quizá las chicas te entiendan, pero… Los hombres podrían verlo de otro modo. ¿Está bien?
—Sí, no hay problema. De todos modos, hace bastante tiempo que no muerdo a ningún chico que no seas tú —mira hacia arriba, intentando recordar cuándo fue la última vez. ¿Un año? ¿Un año y meses? En todo caso, es mucho.
—Tampoco dejes que otro chico te muerda. Eres mía ahora. No serás un objeto, pero sí mi pareja. Y no quiero que alguien más te marque de esa forma.
»No me gustaría que te alejes… —parece que posee las mismas inquietudes. Regresa a verla, todavía serio. Sujeta la mano de la mayor—. Y si alguna chica quisiera morderte con segundas intenciones, tampoco te dejes.
»Eso es parte de lo que estuvimos hablando. No creas que no me di cuenta de cómo mirabas a Sakura. Con ella también espero que tengas cierta distancia, ¿Sí?
Tiene sentido para ella. Ambos no quieren que al otro le guste alguien más, ni que tengan esa intimidad con otra persona.
Si bien Umi no tiene ningún problema con las parejas que se permiten más libertad sexual, no cree que pueda ser así con Io. No quiere perderlo otra vez.
—Me parece bien~ También digo lo mismo de tu parte. Eres mío, pero de mi pareja, no de que seas una cosa —ríe y vuelve a darle una mordida, casi al lado de la anterior.
Si no fuese por el grosor de la sudadera negra, lo más probable es que le dejaría más marcado. Él sólo repite la misma acción de siempre. Cubrirse la boca y temblar un poco.
—¿Te duele mucho? Recién se me ocurre preguntar, perdón por ser tan distraída —parpadea varias veces, algo preocupada. Recuerda que él también se lo preguntó cuando le hizo eso en el dedo.
—¿Doler? Un poco… O sea… Mh —su cara toma un tono arrebol muy rápidamente, y evita el contacto visual—. Esto… Doler… No mucho. Es decir… Puedes hacerlo cuanto quieras.
»Sí me gusta. Y… Eso —esconde su rostro, apoyándose en el hombro de Umi.
Ella reconoce ciertas cosas en el aroma que cambian un poco cuando lo hace, más no es tan distinto de lo usual. Ese detalle de «atracción particular«, aumenta.
—Ay Io —ríe divertida y juega con el cabello del contrario—. Me encantas en serio, tus reacciones me encantan.
»Me gusta que tengas esa combinación de ser extrovertido y tímido a la vez. Eres raro, en el buen sentido. No había conocido a nadie así.
—Me alegra entonces —dice en voz baja y vuelve a rodearla con sus brazos—. En un rato vayamos a nuestra casa, quiero mostrarte varias cosas que estuve dibujando y componiendo. Y… Quiero que nos acostemos un rato.
»Sin hacer nada raro, sólo… Abrazarte.
Ella asiente en silencio, lo suficiente notorio para que él se dé cuenta de que le dice que sí.
Corresponde al abrazo, disfrutando la calidez del cuerpo del otro. También su suavidad, su aroma dulce y fresco, el hecho de que su piel esté contra la suya.
Y todo eso, ahora sabiendo que es su pareja. Finalmente, es capaz de salir con alguien que le gusta muchísimo, y que ella también le guste a esa persona.
La felicidad que siente se la desea a todo el mundo. Quisiera que todos puedan desear vivir tanto como ella ahora, que puedan conseguir un amor tan lindo como el que percibe.
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[ 2014, Septiembre, 22 ]
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Son las 15:01 PM. En la preparatoria e intermedio Tomoedo, se puede ver a los alumnos atravesando la entrada. Curso por curso, salen primero como siempre los menores, y luego van pasando los de edades superiores.
Kana y Aoi se cruzan a Io. Tras una reverencia, se retiran primero. A pedido de Umi, su grupo de amigos se queda en el conocido lugar techado de en frente de las grandes puertas, a pocos metros de las escaleras.
Sakura, Chitose y Kazuma se apoyan contra una pared, para dar lugar a que los estudiantes continúen pasando. Yuu, por otra parte, baja las escaleras, pero se mantiene allí, a un metro de Io.
Shin y Risa también desean curiosear qué es lo que sucede, así que deciden esperar unos minutos junto a ellos, expectantes a la ocasión.
Umi sale después de sus compañeros por la típica limpieza, entre la multitud del alumnado que va caminando hacia afuera. Baja los escalones lento, y toma una posición mirando a sus amigos, riendo bajo.
No transcurren más que dos minutos hasta que el área se encuentra vacía, a excepción de los nombrados.
—¿Qué onda Umi? ¿Por qué tanto misterio? —se anima a cuestionar primero Shin, entre risas. Se apoya en el barandal, mirándola.
—¡Sí hermana! ¿Qué pasó? —Sakura también rebosa de intriga. Alza un tanto la voz por ello, se le nota alegre y cómoda.
Yuu la ve de más cerca, sólo enarcando las cejas con una sonrisa. Kazuma es seguro que ya sabe qué sucede, debe estar en silencio para no arruinar «la sorpresa».
Risa observa por encima de un pequeño libro que está leyendo, ya que no parece saber qué decir.
—¡Gran señora estúpida! —Chitose toma asiento en las escaleras, sonriendo divertida—. Deje de hacerse a la misteriosa. ¡Queremos respuestas! —golpea el metal que divide las escaleras en dos partes.
—Bueno~ Ahora sí, les cuento. Yo…
Umi aclara la garganta, llevando una mano a cerca de los labios propios, sólo por jugar. Sonríe de lado y acomoda ambas palmas en la cintura propia, tomando una posición con las piernas un poquito separadas.
—Me complace anunciarles~ Que… ¡Io es mi pareja oficial~! —ríe y lo abraza fuerte, apoyándose contra el abdomen de este.
—아 이고… ¡No me dijiste que lo dirías así! —se sonroja, inflando una mejilla. Después ríe y mira a los alrededores—. Así es, ahora soy su novio.
No se hacen esperar los gritos de emoción de los allí presentes. Shin, en particular, es el que se nota que venía impaciente al respecto.
La otra persona que también quería mucho que la relación se dé, es Kazuma, quien reacciona con una gran sonrisa y los felicita a ambos.
Chitose se abalanza hacia Umi y la despeina, quedando en algo parecido a un abrazo de a tres. Ella apoya su relación desde el inicio también.
—Qué bueno Umi~ Me alegra mucho por ti de verdad. Les deseo lo mejor —expresa Risa con una sonrisa tranquila y guarda lo que leía en la mochila.
»Yo me retiro primero, debo ayudar en casa —hace una reverencia y pasa hasta la vereda, luego cruza.
—Te acompaño —le dice Shin, y voltea a ver a Umi guiñándole el ojo. Intenta chocar los puños con ella como puede, ya que la ve apretujada entre la pareja y la amiga.
»Nos vemos mañana~ —se adelanta, para irse con Risa.
Los saludan agitando las manos, y regresan a la conversación inicial. A la vez, Chitose vuelve a tomar asiento en las escaleras.
—Así que son pareja… Mh —la bella Sakura ladea la cabeza, con un tono pensativo. Se acerca hasta ubicarse al lado Chitose—. Eh —mira fijamente a Io, algo seria—. Espero que te portes bien con Umi, ¿Eh? No me das confianza.
—Sí la voy a cuidar, gracias por preocuparte —le responde con el mismo tono, y luego dirige la mirada a Yuu, como si esperase alguna queja de él también. Sin embargo, no se percibe ese «odio» con el que observaba a Sakura.
—Sé bastante de ti por Umi —sonríe de lado, y extiende la mano hacia él—. Por mi parte, quisiera disculparme por no haberte saludado mucho, haber sido… Frío.
»Pero tampoco podría decir que tú fuiste muy agradable al comienzo —ríe bajo, bastante sincero.
—Lo sé… Me siento avergonzado por los problemas que causé, pero ahora me portaré bien —estira el brazo también y le sujeta en un apretón—. Gracias por aceptarme.
—Está bien, pasaron muchas cosas —Yuu le suelta despacio y se lleva una mano a la cadera, mirándolo de arriba a abajo, como si lo escaneara—. Eres muy alto.
Io ríe a carcajadas por el comentario fuera de contexto, negando varias veces.
—Hay muchos más altos que yo en el club de básquet. Dentro de todo, tengo una estatura promedio, ¿Creo? —lleva la vista hacia arriba por unos segundos.
—Quisiera darte mi número, por si alguna vez hay algún problema o algo así. También si quisieras hablar conmigo, no tengo problema en conocerte —Yuu saca el móvil del bolsillo, y entra al propio contacto para mostrarle el número.
—¿Eh? ¡Ese celular es diferente al que tenías ayer! —abre los ojos Umi, algo confundida por lo que se aprecia.
—Ay hermana, no te enteras de nada~ —ríe, llevando una mano a la comisura de los labios—. Es que se olvidó el anterior en un autobús, y está usando uno más viejo.
—Sí, el demonio siempre pierde todo —Chitose se golpea despacio la frente.
—¡Eh! Las estoy escuchando, bola de holgazanas —frunce el ceño en un enojo fingido y ríe fuerte—. En fin, ¿Ya lo anotaste?
—Sí, lo memoricé —sonríe amplio Io.
—Ja. ¿Me vas a presumir tu memoria? —lo patea despacio a modo de broma.
—No exactamente —niega varias veces con las manos y vuelve a reír—. Bueno chicos, sé que Umi parece querer quedarse aquí, pero si no la llevo a casa pronto ni aunque yo vaya con ella va a poder almorzar —le da unas palmadas en la espalda a Umi.
—Oh, cierto. Había olvidado lo de la hora… —ve hacia abajo por un momento y luego se acerca a sus amigas—. Muchas gracias por haberse quedado aquí un rato~ —las abraza despacio. Luego mira a la parte techada.
»A ti también Sou, gracias~ —voltea hacia el último faltante—. Gracias por todo a ti también Yuu —se incorpora correctamente y se acerca a Io para sujetarle de la mano.
Io reacciona con un sobresalto, tomando un lindo sonrojo en las mejillas.
—아이고 —aclara la garganta, nervioso. Quizás es por lo repentino del agarre—. Hasta luego chicos —saluda alzando la mano, y comienza a caminar despacio.
—Iré con ustedes, si no les molesta —baja Kazuma por las escaleras y avanza hasta ellos—. Bueno, sé que no —sonríe de lado y se ubica a la izquierda de Io.
Mientras ese trío se dirige hacia la izquierda, los otros tres deciden tomar rumbo hacia la plaza Niiro, de seguro para seguir conversando entre ellos un rato.
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Una hora y media más tarde, la vista se ubica en el hogar de los Minamoto. Hay un absoluto silencio refiriéndose a voces, sólo se oyen los pequeños pájaros que posan en las cercanías de las ventanas, incluso el aire que ingresa por algunas aberturas.
Yuu se encuentra acostado boca abajo en su cama, con una mirada triste. Aprieta los puños y esconde el rostro entre las sábanas, suspirando.
—¿Por qué no puedo estar feliz por ella…? Yo… No estoy solo, sé que le gusto a Sakura. Pero… ¿Qué me pasa…?
»Esto es tan frustrante… El niño no tiene la culpa, y Umi tampoco. Tantas veces dijimos que no se puede…
»Y aun así… —se queja despacio, como si quisiera llorar, pero las lágrimas no caen—. Aeish… Soy un idiota.
Respira hondo por varios minutos, y luego se sienta. Revisa la hora en el móvil, encontrándose con los típicos mensajes de Umi que envía a todos sus amigos.
—⟨⟨ ¿Llegaste bien Yuu? Espero que sí~ Ojalá que sigas teniendo un bonito día. Suerte en el club~ ⟩⟩
»⟨⟨ Digo, éxitos. ** Aaah ya sabes que siempre digo suerte. Ajskajsj. ⟩⟩
—⟩⟨ No hubo problemas en el camino, gracias. Estoy cansado ahora. Quizás no vaya más tarde. ⟩⟨
»⟩⟨ Dejaré el celular a un lado, quiero hacer algo productivo de todos modos. Un abrazo amiga. ⟩⟨ —le responde en un audio y opta por apagar el teléfono.
Lo deja sobre las sábanas y se levanta, elongándose primero. Luego se dirige hacia la gran sala, en donde toma asiento para tocar el piano. Es uno de los tantos instrumentos que le gusta tocar, principalmente varía entre este y la guitarra.
Desliza los dedos por las teclas, cerrando los ojos.
La melodía es una improvisación, algo que sale de lo que siente, de lo que piensa, ya que no es nada conocido y no hay partituras a simple vista.
Aunque nunca anote ninguna canción, le surge de manera natural, y a veces recuerda varias cosas que había tocado. Es lo que se puede saber al escucharlo, ya que repite cada cierto tiempo ciertos conjuntos de notas.
Resuenan con perfecta nitidez cada una de las notas en el lugar, gracias a la forma y estructura que posee esa parte de la casa. Una mezcla de acordes en menor, en un estilo calmado. Podría decirse que si algo lo representa siempre al tocar es jazz.
Tras unos pocos minutos, acompaña la bella instrumental con su voz. Tan dulce, sin emitir más que sílabas, la utiliza como un instrumento más.
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[ 2014, Septiembre, 27 ]
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Otro día bello y soleado, donde aunque la luz sea abundante, la temperatura es agradable. La escena se enfoca en la terraza de la casa Murasaki. Incluso hasta allí llegan las hojas de otoño.
Pese a intentar limpiar todos los días, tres árboles que se ubican muy cerca unos de otros y a la vez a pocos metros de este hogar, causan un colchón entre amarillo, anaranjado y rojo en el suelo y en el techo.
Se puede ver a Umi caminando en círculos mientras habla por el celular, más en específico los auriculares que no necesitan el micrófono del teléfono ya que traen uno incorporado.
Este amplio lugar, y también la pequeña «habitación de al lado», siempre son los lugares en los que ella se siente más cómoda. Es probable que si continúa viviendo en esa casa, si el señor Umibozu no decide alquilar en otro lugar, ella terminará mudando la parte superior de la litera y sus cosas hasta allí.
—Ah, Io, llaman a comer. Ya sabes —le dice en un tono apresurado, algo muy distinto de lo que venían conversando—, debo bajar rápido porq-
—No hay problema, buen provecho. Hablamos luego~ Ah, yo estaré afuera desde más temprano que tú hoy. Tengo planes con Yuu —le comenta de manera casual.
—¿De verdad? Wow. Eso sí es inesperado. Espero que se diviertan entonces~ Y… Sólo me resulta extraño que Yuu no me lo haya mencionado —ladea la cabeza, curiosa de la situación planteada por el menor.
—Es que… Aún no lo sabe. Pero sé que me va a decir que sí —ríe fuerte. Él está sentado en el ordenador, nivelando un personaje en el juego Craine.
—Ay Io —se contagia de la risa ajena, bajando la cabeza por un momento—. ¿Y cómo lo sabes? Es sábado, él siempre anda ocupado los sábados.
—Es una corazonada~ De otro modo no podría asegurarlo —sonríe amplio, y luego cambia su expresión a una arqueando las cejas—. Ah. Me mataron.
Se escucha incluso del otro lado de la llamada los clics del mouse y el sonido del teclado de la computadora. Umi de inmediato asume a qué se refiere.
A la vez, en su casa, se escucha un grito de su padre diciendo el nombre de cada una de las hermanas.
—Suerte en el juego Io, y ojalá puedas cumplir tus planes para hoy. Yo me debo ir. Ya, ya. Perdón por irme así, nos vemos más tarde.
Corta la llamada sin dar más explicaciones e ingresa a la casa. Cierra las persianas y luego las puertas de vidrio de la terraza. Estas sí funcionan.
Mientras ella atraviesa la entrada de la pequeña habitación, se escucha que al mismo tiempo se abre la puerta del otro cuarto. Las tres chicas corren por las escaleras, porque saben que si no lo hacen, Umibozu seguirá gritando.
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En un lugar lejano, se encuentra Yuu. Secándose el sudor de la frente, toma asiento en una banca de un hogar desconocido.
Es por uno de aquellos trabajos que suele realizar, a pesar de que sea sábado.
Debido a su religión, tiene la idea de dedicar desde el viernes por la tarde hasta literalmente el día siguiente a las seis o siete de la tarde, a Dios.
Sin embargo, en algunas ocasiones, se muestra alejado de esas costumbres. A veces por estar decaído, otras porque tuvo algún problema con su familia y no quiere ir a la iglesia.
El adolescente sacude su ropa varias veces, y deja el machete en un costado. Se estira de brazos y bosteza.
Son las 14:02 PM, sólo que lleva toda la mañana encargándose del terreno. Se observa que a su alrededor hay grandes bolsas negras. Además, el césped y los arbustos se ven muy arreglados. Claro, esas cosas siempre se le dan bien.
—Uff… —deja caer su cabeza algo hacia atrás, apoyándose en el espaldar de en donde está ubicado—. Me tengo que bañar y… No sé a dónde iré, pero no a casa.
Se pueden oír con claridad sus deseos exteriorizados. Y al mismo tiempo que él suelta sus brazos a los lados, bostezando, en el bolsillo vibra su celular junto a una melodía.
Es el tono predeterminado de llamada, ya que él no suele configurarlo.
—Mmm… —se queja con los ojos cerrados. De igual forma, saca el móvil y atiende—. ¿Hola? ¿Quién es? No tengo este número.
—Soy yo. Hola Yuu. No sabía muy bien qué mensajes enviarte al comienzo, no es como si quisiera evitarte. Al contrario… Me gustaría salir contigo —le dice lo último en un tono más serio. Él está ahora sentado en el borde de la cama.
—¿Qué rayos? —le sale una voz más aguda y ríe fuerte.
—No, no, ese tipo de salir no. No eres mi tipo —se lleva una mano a la frente, negando y suspira despacio.
—¿Cómo que no? —ahora parece sentirse ofendido, pero vuelve a reír—. En fin… Ahora mismo… Recién me desocupo.
»Además, vivo muy lejos. Y estoy muy lejos incluso de mi casa. No sabría decirte a qué hora estaré.
—Mh —asiente con la cabeza, y abre un poco los ojos, alzando apenas las cejas—. Se me ocurre algo. Puedo buscarte, y eso solucionaría todo.
—¿De verdad? —parpadea varias veces, sorprendido. Cambia de posición en la banca, acostándose de espaldas—. Me serviría mucho realmente. No tengo muchas ganas de estar en casa hoy —balancea las piernas que caen hacia un lado.
—Dime en donde estás, y pasaré a buscarte en auto. No conduzco yo, aún no sé hacerlo. Pero no hay que gastar dinero ni nada, iremos con el chófer de la familia —le avisa, con la intención de que el otro se quede tranquilo.
—Ajá… —enarca una ceja, mostrándose perdido—. Así que tienes dinero… Eso es genial —sonríe amplio, con una expresión de curiosidad ahora.
»Igualmente, no voy a pedirte que me compres cosas ni nada así, me gusta conseguirlas por mí mismo.
—Eso suena muy varonil —sonríe divertido, e interesado por la respuesta—. De todos modos, un aventón en este momento sí te vendrá bien.
»Dame la dirección y pasaré en unos minutos —abre una aplicación de notas en el celular, y pone la llamada en altavoz.
Yuu le explica en detalle el lugar en donde se encuentra y todos los carteles que puede ver. De ese modo, acuerdan el punto en que lo esperará.
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Una hora más tarde, se aprecia cómo el par de chicos ingresa a través de las puertas. Io cierra tras ellos, y le indica en dónde dejar el calzado.
El mayor observa con gran curiosidad todo lo que hay alrededor a simple vista, pero no ahonda demasiado en ello.
Todavía expresa la incomodidad de estar lleno de tierra, mirándose las manos que tienen un par de cortes y ampollas. Por fortuna se le irán rápido, por su buena cicatrización.
Avanza por las escaleras y se detiene al lado del baño, mostrándose algo preocupado sobre no haber traído un cambio de ropas. Io se dirige de inmediato a la habitación propia, y le trae unas prendas que según, considera que le quedarán bien.
Claro que Yuu no las desprecia. Hace una reverencia y abre la puerta, pasando despacio.
Io le señala una barra en la que puede dejar colgando las cosas hasta que termine de ducharse, así como que ya hay una toalla. Tras eso se retira, dejándole espacio.
El baño es un área un poco más pequeña que el cuarto de Io. Las paredes son negras pero de azulejos, el suelo posee baldosas blancas. El techo es blanco, y tiene una ventana que se abre y cierra al tirar o retraer una cadena de metal.
No hay un mueble especial para guardar nada, sólo relieves algo más altos al lado de el lugar de la ducha, que sirven para no dejar que el agua rebalse demasiado.
Por otra parte, hay unos pequeños huecos en la pared que son especiales para dejar el jabón y el shampoo, así como el acondicionador.
Si se ve desde la puerta, lo primero que uno encuentra es un espejo de cuerpo completo, y a la derecha el lavabo.
Al frente de este, se hallan el retrete y el bidet. El cubo de basura lo ubican en el medio.
Como algo más que agregar, la regadera se puede cambiar de lugar, y la bañera posee una forma redonda y grande: ocupa al menos un cuarto del baño.
—El diseño está interesante —dice en voz baja, mientras da una vuelta en círculo—. Voy a ducharme nada más, no quiero nadar en suciedad —ríe, negando varias veces.
»Después voy a lavar la ropa que me prestó antes de devolvérsela… Y… Guardar las mías en una bolsa —asiente para sí, planificando.
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Faltan veinte minutos para las seis de la tarde. En la casa de los Murasaki, se escucha el tocar de una puerta.
En esta ocasión, las tres amigas acordaron en juntarse primero allí y luego recién ir hacia el segundo centro, por lo que el sonido se trata de nada mas y nada menos que Sakura y Chitose esperando afuera.
Umi, que ya está del todo arreglada desde su punto de vista (vestida y peinada), baja con rapidez por las escaleras, casi tropezando en el proceso.
Gira el picaporte y deja ingresar a las chicas, alegre. Los mayores de la casa las saludan con una corta reverencia, y el perro labrador se incorpora para rodearlas por unos segundos, luego regresa a su lugar a acostarse.
—Lo siento, es que Chi no viene tan seguido, por eso Loki todavía la desconoce —ríe Umi, rascándose tras la cabeza.
—No pasa nada, a mí me encantan los perritos —le responde animada Chitose, con una sonrisa de oreja a oreja.
—A mí también~ Sólo a veces me da miedo que me muerda porque es enorme —comenta Sakura, arqueando un poco las cejas.
Las adolescentes suben por los escalones con cuidado, atravesando como siempre la pequeña puerta de metal que separa la parte inferior con la superior del hogar.
Al abrirse la puerta del cuarto, Kana y Aoi se retiran de allí para darles espacio.
Más que eso, en realidad son muy tímidas cuando se trata de ciertas visitas, les toma mucho tiempo acostumbrarse a las diferentes personas que su hermana mayor trae.
Umi cierra el lugar, y se dirige a sentarse en el suelo, frente a la cama de Aoi. Como está todo limpio, no le causa ningún tipo de alergia.
Les hace señas a las otras dos de si quieren ubicarse junto a ella o en el borde sobre las sábanas. El par se decide por tomar lugar en la cama.
Dejan un gran espacio entre el medio, como si lo estuviesen preparando a propósito para la menor. Umi ríe y niega, pero ante la mirada insistente de las otras, opta por hacerles caso.
—Oh, Sa, veo que no estás maquillada —parpadea varias veces. Se acerca a su rostro, revisando sus pestañas—. De veras no te pusiste nada.
—Sí… Es que quería que me arregles tú hoy. Me gusta cómo me pintas, y pasó un tiempo desde la última vez que lo hiciste… ¿No? —sus mejillas se ruborizan ligeramente y forma una sonrisa tierna.
—Animales bellos —se recuesta por un momento, entrelazándose las manos detrás de la cabeza—. Supongo que yo aprovecharé para retocar el mío, así que las espero.
—Gracias~ —le responden ambas, riendo bajo.
Sakura va vestida con su conjunto de la sudadera celeste obscuro, con una falda corta y las medias blancas a rayas negras, con unos lindos zapatos sin tacones.
Todavía lleva el bolso en la muñeca. Umi se lo quita despacio, así poder revisar allí con qué materiales va a trabajar su «lienzo natural».
Por otra parte, Chitose está con su atuendo negro largo, una camiseta sin mangas negra, y unos pantalones ajustados azul obscuro.
Los borceguíes los tiene fuera de las sábanas, ya que pese a estar acostada, sus piernas cuelgan a los pies de la cama.
Como la gótica posee un muy buen pulso, puede maquillarse incluso en esa posición.
—Cierra los ojos Sa. Iré primero con los párpados —le explica Umi, escogiendo un delineador en lápiz de color negro.
La mayor asiente y sigue su indicación. Umi toma por una mejilla a Sakura, con la intención de mantener ese rostro lo más quieto posible. Con la diestra, dibuja unas lindas líneas por encima de las pestañas, es el estilo que le queda mejor a la otra.
Al final de cada ojo, agrega hacia arriba una pequeña línea, que lo que hace es resaltar más aún la bella forma rasgada de estos. Seguido de eso, ahora elige un rímel negro también. Lo gira por las pestañas, para darles una forma más arqueada.
—¿Ya está hermana? —pregunta aún sin mirarla, pero sin parecer impaciente en realidad. Suena bastante tranquila y mantiene aquella voz dulce.
—Sí~ La parte de arriba, sí. Ahora me queda la boca, ¿Y quieres rubor? Pregunto.
—Podrías ponerme un poco de corrector de ojeras si gustas. Pero rubor no hace falta —abre los ojos despacio, como si debiese acostumbrarse a la luz.
—Oky~ Entonces ya iré por ello. Espérame unos segunditos —busca de nuevo en el bolso de la chica, incluso acercándoselo un momento así ver bien.
Elige un color rojo para los labios. Lo utiliza suavemente, de manera que no sea una capa muy gruesa de pintura. A esto le agrega un brillo con aromatizante a frambuesa.
Al final, traza con cuidado debajo de los párpados inferiores de la otra para borrarle las ojeras como ella le pidió. Observa con una sonrisa de satisfacción el cómo la pintó.
—Uy, uy —se sienta de repente Chitose, mirando con los ojos algo más abiertos al par—. Qué bonita quedó Sakura.
»Me gusta~ —saca del bolsillo de su saco el móvil, y le toma una foto—. Oigan chicas, propongo algo. ¿Y si vamos a vestirla de muñeca hoy?
—Me parece una gran idea~ Pero sería gracioso que se pruebe todo y no pueda llevarse nada. Lamentablemente, yo tengo sólo 270 yenes, así que no podría comprarle nada de todos modos —forma un puchero con los labios, bajando la mirada.
—Tranquila hermana, hoy me dieron mucho dinero, así que puedo salir de compras. Incluso podría regalarle algo a ustedes~ —sonríe con los ojos cerrados, frunciendo el ceño mientras mueve su cabello con aires de grandeza.
—Uwwa~ —reaccionan Chitose y Umi, y luego ríen fuerte.
—No seremos ricos, pero sí me dan mucho dinero de vez en cuando. Es más que nada mi padre, me quiere comprar con dinero —infla una mejilla.
Las tres chicas se alistan un poco más mirándose en sus espejos de bolsillo. Hechas unas diosas como siempre cuando se arreglan, se sienten listas para salir.
Primero, abandonan la habitación. Bajan las escaleras despacio, y se echan otro vistazo más al cabello y a la ropa en el espejo de pared que queda al bajar, al lado de la habitación de los dueños de la casa.
Umi siente vibrar su celular, y les hace una seña con las manos de que esperen un segundo. Lo saca del bolsillo para encontrarse con una notificación de Lime, una aplicación que ella por lo general no usa ya que es muy limitada la versión para Synbien (el sistema operativo de su N95).
Se sorprende al notar que es agregada a el dichoso grupo de Io, Kabuto y Chris. ¿Eso significa que ella también estará al tanto de todos? Además, figura que quien la añadió fue Kabuto.
«Debería ir pensando en qué apodos ponerle, aún no les escogí. No creí llegaríamos a ese punto tan pronto. Bueno… No estoy en un grupo de Up con Sa y Chi, pero sí en uno de Lime con otros amigos con los que me llevo bien~».
Alza el pulgar, avisando que ya se desocupó, y guarda el móvil en donde siempre lo pone.
De esa manera, el trío saluda con una reverencia y sale por la puerta principal del hogar.
Caminan algo más rápido, doblando a la derecha. Como planean ir hacia el segundo centro, sería mejor llegar cuanto antes o los locales de ropa estarán llenísimos.
Llegan en poco tiempo a la plaza Ichiro, empujándose de a ratos por las cosas de las que conversan. En una de esas veces, Umi se cae, pero no necesita más que una sacudida para continuar tranquila el recorrido.
De todos modos se caería sola si alguien no la lleva de la mano o algo similar, por el motivo de que sus tobillos se doblan.
Chitose y Sakura ríen, no es nada grave en realidad. La última decide tomarla por el brazo ahora, apegándose a ella.
Se muestra con una sonrisa muy amplia, eso le alegra mucho tanto a Umi como a la gótica, que la ven con una mirada cálida. Es curioso, la menor es Umi, sin embargo la consentida siempre es Sakura.
En el camino hacia Niiro, como es algo común, Shin también se encuentra en el centro.
Dentro del shopping ubicado muy cerca de esa plaza que suelen tomar como un atajo, el mencionado choca las manos con Umi, siguiendo cada uno por su rumbo.
Ella mira hacia el segundo piso. El sonido del Pump siempre resuena por todo el lugar gracias a la acústica, siendo por sí mismo su forma de atraer a la gente.
Una de las personas que suele caer en la propaganda implícita es Umi, que de sólo sentir la vibración de la música quiere jugar. Sin embargo, no están allí para eso ahora.
El par que la acompaña conversa entre sí acerca de lo que hicieron los últimos días fuera de la escuela.
Es en cierto modo lo principal que hacen los fines de semana, «actualizarse» de los acontecimientos. Umi las escucha con intriga, pues ella no tiene tanto que contar todavía.
Más que decir que está en una relación, ni siquiera ha avanzado. Todo es igual, con la única diferencia de que se toman de las manos para salir, o se abrazan más seguido de una manera más íntima (por más tiempo, a veces con todo el cuerpo).
Minutos luego, al pasar por Saniro, Umi divisa la casa de Io, sonriendo de forma involuntaria.
—¡Ah, Sakura! —Chitose señala con el índice en esa dirección—. ¿Sabías que ahí vive el flaquito? El novio de Umi. Muy cerca, ¿No crees? —sonríe divertida.
—Ah. Vaya —ladea la cabeza, echando un vistazo corto. Cada vez que le mencionan alguna cosa que tiene que ver con él, en específico sólo de él y no de «la pareja», no puede sonar más desinteresada en el tema.
—Ugh —parpadea varias veces la gótica, arqueando ambas cejas, rascándose una mejilla—. Lo siento, no quería molestar. Era como una curiosidad que contaba.
—Dato irrelevante, pero no me molesta. Es sólo que no me cae bien ese Io —niega varias veces y suspira—. Es mala persona. En serio, me genera mucha desconfianza.
»Pero aunque le dijera a Umi que no salga con él, no me haría caso. A ella le tiene que gustar, no a mí —alza los hombros, cerrando los ojos por un momento.
La menor prefiere guardar silencio ante esa situación, no tiene nada que aportar como comentario.
Por fortuna, poco después, cambian el tema rotundamente a lo ocurrido en el último capítulo de uno de los anime que siguen las tres.
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Hasta llegar a Mienori, se puede ver como el cielo comienza de manera lenta a obscurecer.
El clima refresca, sin embargo, eso no es ningún problema para las chicas. Todas andan abrigadas a su forma, Chitose en menor medida porque de algún modo casi no siente frío.
Sobre lo último, uno supone que quizás ella tenga algún problema de percepción de la temperatura.
Más que abrigarse, parece que dijera «ah, estamos en otoño, voy a usar un saco». Utiliza camisetas de mangas cortas o sin mangas, y a veces algo encima.
Regresando la vista a donde caminan, esta plaza es como un gran punto de referencia dentro del segundo y más grande centro de Tokio.
Una cuadra hacia la derecha y dos al norte, está la heladería llamada Ao Bell. Esta también sirve a Umi para ubicarse medianamente, tratándose de «un puesto de comida».
Y hacia el norte de allí, que es a donde se dirigen, se comienzan a ver las más altas edificaciones.
Edificios enormes, de muchos pisos. Una gran variedad de colores en un hermoso paisaje urbano.
Las luces de los carteles iluminan todo el lugar. Los autos y las personas atraviesan las calles del mismo modo, en cantidad, sólo turnándose gracias a los semáforos.
Tanto las veredas como las carreteras son mucho más anchas de lo que Umi acostumbra ver. Hay además, puestos callejeros en casi todas las esquinas.
Sumado a eso, cadenas de restaurantes que no se encuentran hacia el lado de Tomoedo.
Todo es tan brillante y agradable. Pese a la gran contaminación sonora, el mero hecho de pasear por allí se podría considerar una atracción turística.
La adolescente intenta memorizar o recordar al menos los carteles más grandes, con la intención de poder ubicarse con ellos luego. No es nada fácil para ella, de estar apagados ni siquiera podría verlos.
—¿Y a dónde están las tiendas a las que iremos? ¿A cuál de todas? —mira hacia los alrededores, con los ojos grandes, se pierde de sólo observar a través de los autos.
—Ay hermana, obviamente al centro comercial. Duh. ¿En dónde más vamos a encontrar grandes ofertas y ropa de calidad~? —camina en reversa por un momento, riendo animada—. Es por allá —señala hacia el frente—. Unas siete cuadras más.
—Ah. Gran señora estúpida, vas a tomar el autobús en otro lugar hoy. Después te voy a explicar en dónde —le pone una mano en el hombro, calmada.
—Eso noto… Por curiosidad, ¿Es segura esta zona? ¿No me van a robar si se hace muy de noche y estoy esperando el autobús? —arquea ambas cejas, torciendo la boca.
—Nah. A menos que te metas a un callejón de yakuza… Ah. Umi, intenta no entrar a callejones obscuros. Ahí sí sería peligroso —la despeina un poco Chitose, riendo bajo.
Cada vez son más las luces artificiales las que se encargan de mantener visible la zona.
En el transcurso de esas siete cuadras, se ve cómo van encendiéndose algunos faroles automáticos en los bordes de las veredas. Los mares de gente dificultan el paso, sobre todo por dirigirse hacia esa dirección, ya que muchos van y vienen de allí.
Sujetándose de las manos para no perderse entre la multitud, consiguen llegar a la línea de meta.
Es, por supuesto, un lugar gigantesco. Tiene el ancho de una cuadra entera, y la construcción a simple vista denota la cantidad de pisos. Son, con exactitud, veinte.
Si se toma en cuenta a dónde llega el «techo de cada uno» fácilmente podrían ser unos veinticinco.
Puede no ser tan alto como otros edificios de este centro, pero es muy imponente por la anchura y la abundancia de luces y colores. Digno en todo el significado de la palabra de ser uno de los lugares más concurridos de Tokio.
Las chicas ingresan allí, con una sonrisa de oreja a oreja. Para Chitose y Sakura no es la primera vez, y de todos modos les sigue llamando la atención.
Umi abre mucho los ojos, deteniéndose por un momento. Las chicas la jalan despacio, así no estorbe el camino.
La llevan con cuidado al medio de la planta baja, en donde se ubica una gran estatua de bronce de buda. Hay alrededor de esta, hay una hilera de bancas blancas.
—¿Podemos sentarnos a descansar? —pregunta Chitose, sobándose las piernas.
—Sí, me parece una buena idea. De todos modos ya hay mucha gente —responde Sakura, tomando asiento primero en una de las que están libres.
—Uff… Espérame animal bello —suspira y se ubica a su lado derecho, riendo bajo—. Necesito más energía o algo, ya iremos por tu ropa. Y tú gran señora estúpida —la ve, arqueando una ceja—, ¿Cómo es que no te cansas si no duermes nada y tienes menos fuerza que yo?
—No siento las piernas, la verdad. Pero eso no me preocupa —ríe fuerte y se sienta a la diestra de Chitose—. Si ignoras lo que te duele, llega un punto en el que no lo sientes.
»Lo que sí no puedo ignorar son tres cosas: dolor de cabeza, de abdomen y del pecho.
»Del primero porque es insoportable, el segundo también, y el tercero porque si no me fijo en eso… —se detiene un momento a pensar si tendría sentido explicarles sobre que del izquierdo es tristeza y a la derecha es mal presentimiento—. Mh.
»Podría ser algo malo —no entra en detalles, sólo lo dice para terminar la frase.
—Claro, podrías tener cáncer —asiente Sakura varias veces—. Creo que me habías contado de que tu abuela se murió por eso, ¿Verdad? Así que…
»Sí, es muy importante que no lo ignores —se recuesta en el hombro de Chitose—. Tampoco deberías ir siempre al límite hermana… A la larga te podría hacer mal.
—Gracias por preocuparte —ríe bajo y también apoya la cabeza en el hombro contrario de Chitose, sonriendo con los ojos cerrados.
La gótica primero hace el amague de quitárselas de encima, pues en muchas ocasiones no tiene ganas de ser cariñosa. No obstante, rendida ante la flojera, permanece igual.
—Si se duermen aquí las dejo, ¿Eh? —bromea y ríe a carcajadas, negando despacio—. Ah. De verdad me dolían mucho las piernas —suena aliviada de descansar.
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En un lugar no muy lejos de en donde se encuentra el trío de chicas, se puede apreciar que Yuu e Io están caminando juntos por el centro. Por una calle menos transitada, ya que ni siquiera es paralela al centro comercial.
Io va vestido con su amada sudadera negra con detalles en amarillo (tiene muchas que se ven igual), un pantalón ajustado negro y unas zapatillas de color bordó. Es como usa «ese conjunto», aunque varía de calzado entre los borceguíes.
Yuu, lleva puesto cosas que no imaginó que usaría. En específico, las muñequeras negras y los borceguíes del mismo color. Fuera de eso, una camiseta sin mangas negra, y un jean ajustado blanco. El último le queda con muchos dobleces en la parte inferior, porque el menor posee las piernas más largas.
—Sé que no tiene nada que ver con lo que veníamos hablando —básicamente, Yuu produce un cambio brusco de tema—, pero me intriga saber por qué siempre te pones cosas en la cabeza. ¿Te cubres un remolino?
»¿Te estás quedando calvo? ¿Una cicatriz? Es decir, no lo entiendo —voltea la mirada hacia él.
—¿No podría ser sólo porque me gusta? —ríe divertido, y se quita momentáneamente las gafas de aviador.
—¿Ves? No hay nada extraño ahí, hombre —se las equipa de nuevo, sonriendo.
—Sin ofender, creo que eres extraño. Es como… Vistes diferente, eres muy amable conmigo de repente, eres un millonario que trabaja a veces de medio tiempo y en cosas pesadas. Es… Sólo que…
»No había visto a un tipo así antes —se cruza de brazos, aún siguiéndole el paso por la vereda.
Ingresan a una de esas áreas llamadas galerías, en donde no transitan los vehículos. Gracias a ello, pueden conversar de manera más tranquila. Claro, aún tienen que fijarse en las personas, pero no es tan peligroso como los autos.
La aclaración se debe a que Yuu es algo distraído cuando va por la calle si no «cuida» a alguien.
—Tú no me dabas la impresión de ser alguien tan aficionado a la música si te miro de lejos —ríe bajo Io—. Me sorprendiste con tocar el piano en mi casa.
»Hace mucho que no encuentro a alguien que sea joven como yo y pueda hacer las mismas cosas —le expresa también su opinión, a modo de halago.
—Bueno, yo debería decir eso —se sonroja apenas y aclara la garganta—. O sea… Eres casi un año menor, y puedes tocar los mismos instrumentos, y también cantas muy bien…
»Eso —hace una pausa y luego vuelve a mirarlo, como si le brillasen los ojos—. Cantas demasiado bien. Tu voz es muy buena, deberías ser cantante —afirma sin dificultades.
—¿Tú crees? —lleva una mano al mentón, viendo hacia la noche estrellada, y regresa a los ojos contrarios—. Es decir. Sí, bailo, compongo música, canto y eso pero… ¿No se siente inexpresivo? Creo que me gustaría expresar más con mi voz.
»Por el momento, y aunque no lo creas, me parece que tú tienes más emoción al cantar. Podrías enseñarme eso.
—Yo no sé si sea capaz de enseñarte algo… —la persona que siempre tiene su autoestima por las nubes, parece tener un punto débil—. De por sí me da vergüenza cantar a solas con una persona a menos que lo conozca desde hace mucho.
»Yo sólo canté contigo porque pensé que Umi te había mostrado algunos audios, y al final no habías escuchado ninguno —forma un puchero con los labios—. Es como que me delaté solito.
Io ríe divertido y le da unos golpes suaves en la espalda.
—Cantas muy lindo, no dudes de eso. Aunque sientas que tu voz cambió, suena bien —se estira de brazos y le señala una mesa de una heladería—. ¿Quieres? Yo invito.
—¿Qué? —niega con la cabeza—. No es necesario, yo puedo pagarlo. Hoy trabajé. Te dije que no hacía falta que me compres cosas —tuerce la boca, achicando los ojos.
—아이고. Es curioso, pero yo suelo estar en tu lugar. Uno de mis mejores amigos también es millonario, sólo que él sí puede gastar todo lo que quiere —ríe despacio, y camina hasta una de las sillas de Ao Bell—. Ven, sí pagas.
—Bien entonces~ —toma asiento al lado del otro, y mantiene la vista clavada en este.
—¿Qué? ¿Ahora tengo algo en la cara? —Io parpadea varias veces y arquea una ceja.
—Mi mirada. Okey no —ríe a carcajadas y baja la cabeza—. Olvida eso. Sólo me siento extrañamente cómodo.
»Es como si pudiera ser yo mismo. Por lo general, me importa mucho lo que la gente piense de mí. Creo que suelo ser un poco más yo cuando estoy en mi curso, al menos no me avergüenza ver anime porque Chitose y Sakura ven conmigo.
»Pero hay muchas cosas que… No me animaría a decir o hacer. Y te veo que cantas aunque haya gente cerca… Y aunque me da otro tipo de vergüenza —ríe bajo y desvía la mirada—, sin ofender, aclaro… Al mismo tiempo me hace sentir tranquilo.
»Creo que puedo compararlo a cómo me siento con Umi en ese sentido, de comodidad —se recuesta sobre la mesa, apoyando los brazos sobre ella.
—¿Sabes? Yo por lo general no soy una persona muy sociable, aunque parezca todo lo contrario contigo —se acerca a él y le susurra en el oído—. Pero ocasionalmente aparecen «personas especiales», que sin conocerlas puedo…
»¿Imaginar? Cómo será mi relación con esa persona. Sólo me ocurre cuando podría ser alguien cercano. Esto es un secreto… Sólo lo saben mis dos mejores amigos.
»Preferiría que no lo menciones a alguien, porque creerán que estoy loco. La cosa es que… —se aleja lento, y se levanta de la silla—. También me generas confianza, por esa razón.
»Estoy seguro de que tendremos problemas en el futuro, pero al mismo tiempo, de que se arreglarán. Pareces ese tipo de persona, que se equivoca y aprende —se agacha un poco y le extiende la mano—. Dame todo tu dinero, o disparo —hace una forma de una pistola con los dedos.
—¿Qué rayos? ¿Qué tiene que ver…? —estalla en risas y busca en el bolsillo lo necesario para pagar ambos helados. Le entrega los billetes—. Yo invito, idiota —sonríe de lado.
»No voy a decir nada, de por sí es incluso difícil de creer. Pero así como con Umi… Sé que hay cosas que aunque yo no las pueda ver, no significa que no estén ahí —cambia la posición en la que está sentado—. Tráeme uno de maracuyá y chocolate.
—Voy~ Si no desaparece tu helado en el camino, te lo traigo —sonríe divertido con los dientes, alejándose de él, y adentrándose en el local para hacer el pedido.
Justo cuando él compra, recién comienzan a llegar varios clientes que se forman detrás. Primero paga por el par de postres de dos sabores, y luego se dirige a escogerlos. Repite los mencionados por el mayor, y para él elige cereza y manzana.
Regresa rápido, ubicándose en donde estaba antes. Estira apenas el brazo así darle el que él pidió.
—¿Puedo preguntar un par de cosas? Bueno, son más que un par pero… —Yuu balancea las piernas por debajo de la mesa.
—Puedes. Si hoy en sí quería salir contigo para que nos conozcamos, así que… Pregunta lo que quieras~ —asegura, y prueba el sabor que está por arriba, la cereza.
—¿Tus colmillos y tus ojos son de verdad? O es una especie de cosplay —le señala indisimuladamente con el índice.
—¿Por qué te llaman la atención mis colmillos? Hay muchas personas que los tienen así, incluso más grandes que los míos —ladea la cabeza, alzando apenas las cejas.
»Puede ser que sientas que se ven raros por el color de mis ojos. Bueno, mi hermana tiene los ojos muy similares a mí, pero son como amarillo verdoso.
»Y mi padre tenía los mismos ojos que yo.
—Puede ser, puede ser… —tuerce la boca, un tanto pensativo—. ¿Y los piercings en las orejas? ¿Te dolieron mucho cuando te los hiciste? —él toma un poco de chocolate.
—Claro que duele. Pero los uso desde que tengo… Diez años si no mal recuerdo.
»Por lo general se ocultan bien en mi cabello, pero tampoco me han regañado por usarlos en la escuela.
»Tengo la sospecha de que no me dicen nada por mi familia, más que porque realmente no se vean —muerde las cerezas picadas en el helado.
—No diría que puede ser, es que es así —infla una mejilla y ríe bajo—. En fin, eran esas mis preguntas.
»¿Hay algo que quieras saber tú? —se mancha sobre los labios con el chocolate, pero se lo quita rápido con la lengua.
—Pues… Sé que te gusta el rock, el pop, baladas, electrónica y funk… Que son buenos gustos —sonríe con amplitud—, naturalmente. Y sé que también te gustan aunque estén en inglés o en coreano…
»Sé que te gusta cantar y bailar, que te gusta mucho la música porque veníamos hablando de eso incluso en nuestra casa. Sé que te gusta el anime.
»Pero… —lleva la mano sobrante al mentón propio, dándose pequeños toques con el índice—. ¿Qué más? ¿Qué géneros de anime prefieres? ¿Qué estilo de juegos? ¿Hay otras cosas que te gusten que no tengan que ver con eso?
—Uh. Son muchas preguntas —va por la mitad del primer sabor. Mira hacia arriba unos segundos y luego a él—. Primera pregunta, seinen y shoujo. O para chicos mayores y romance tierno, como los conozcas.
»Segunda pregunta, los arcade o juegos de ZEG4, los juegos en 3D muy… Exagerado, no sé cómo explicarlo, me marean. Tercero… Me gusta mucho leer libros, ya sean novelas o enciclopedias.
»Me gusta investigar cuando no entiendo algo, hasta que pueda quitarme la intriga, o lo que pueda entender al menos. Y me gusta también medicina. Quiero ser médico.
—Vaya —abre más los ojos. Él ya terminó con la cereza, ahora sigue con la manzana—. Lo último no lo vi venir.
»Es una linda profesión. Y bastante compleja, realmente. Yo sólo estudié unos libros de anatomía para dibujar, porque pensé que no habría nada más exacto que eso. Y ahí me topé con lo complicado que es —le comenta su observación.
Yuu suelta una risa por aquel comentario.
—Sí~ —mira hacia abajo y después al cielo, mostrándose pensativo, pero de una manera profunda. Como si se perdieran sus ojos por un momento—. Es difícil.
El par de chicos continúa conversando, esta vez acerca de la labor de ser un doctor, de los hospitales, de comparaciones de las cosas que ellos conocen con las que vieron por televisión.
Ya con menos bromas, se ve que están en un ambiente más serio.
.
Regresando la vista hacia las chicas, ellas se encuentran realizando lo que planearon al comienzo.
Sakura entra y sale de los probadores como si se tratase de un juego, posando de diferentes maneras según la vestimenta.
Umi y Chitose le arrojan piropos de albañil, aplaudiendo todo lo que ven. No es la primera vez que hacen algo similar, en el shopping del primer centro también sucede en muchas ocasiones.
Podría decirse que además de salir a jugar y a comer, otro pasatiempo es ver a su bella morena haciendo de modelo.
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