Namaenai Volumen 1 - 4
Capítulo 4: Más de una mano
—Hombre, ¿Qué te dijo? —Kabuto se muestra muy interesado al respecto.
Al igual Chris, lo mira esperando una respuesta.
—Tengo su Book F~… Pero… Ella parecía muy triste, no sé cómo sentirme. En parte estoy feliz, y por otra, curioso, preocupado, intrigado… De verdad parecía como si llorara.
—Entonces, ¿Qué onda? ¿Te atraen las emo como Kabu? Si dijiste que cuando la viste por primera vez también tenía mala cara y estaba despeinada —eso cree Chris, continúa viéndolo fijo.
—O tal vez es pobre… —expresa su teoría de Kabuto, con una mano en el mentón.
—Tal vez su primera impresión es algo rara… —Io ríe por lo bajo, mirando hacia un costado, con una mano detrás de la cabeza.
—Lo es —dicen ambos.
—Espero que no te guste una «cualquiera». Mira si la chica te engaña al poco tiempo de salir sólo porque alguien la trató bonito —lo regaña Kabuto, con gesto de desaprobación.
—Oh, vamos, no seas malo —forma un puchero con sus labios, a la vez que arquea las dos cejas—. No creo que te decepciones de ella.
—¿Y cómo lo sabes? —arquea una ceja, incrédulo.
—Es una simple corazonada —tuerce la boca y estira sus manos, dejando caer el paraguas por lo descuidado.
A una pequeña ráfaga de viento lleva el objeto hasta dentro de la plaza.
—Oh, rayos —Io corre tras él, pasando entre los árboles.
—Hablas de corazonadas, pero mírate —Chris ríe fuerte, siguiéndole el paso.
—¿Eh? —Kabuto gira la cabeza hacia los lados, pues en tan sólo unos segundos desaparecieron de su vista—. ¿Por qué siempre me hacen esto? —alza la voz—. ¡No me dejen aquí!
En esa fuerte tormenta, Chris juega a saltar por los charcos de agua, riendo en lugar de ayudar a su amigo, mientras que Io resbala una y otra vez persiguiendo aquello que se le voló.
A una no muy larga distancia, camina tras ellos Kabuto, por la flojera de ir a su ritmo.
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[ 2014, Junio, 30 ]
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Es de madrugada, así que es el día siguiente, aunque para Umi es «madrugada del domingo, no lunes».
Ya casi no llueve afuera. De igual manera, se oyen las pocas gotas chocar contra las persianas. El cielo rojo, entra aire fresco, además de aquel aroma característico, que a algunos gusta y a otros incomoda.
Umi se siente algo decaída ya que la regañaron por volver tarde, tendría que haber regresado antes de las diez. Sin embargo, está más pensativa en el choque que hubo hace un rato por la avenida, en el cual por fortuna nadie murió.
—¿Por qué será que siempre chocan los autos por esta parte? —le pregunta a su hermana, Kana.
—Debe ser en este caso la lluvia, no les deja ver a los conductores —una chica de cabello rizado color cobre, de largo hasta la cintura, unos labios finos y ojos pardos.
Kana es la «hermana del medio», y es un poco más alta que Umi. También la más inteligente de las tres, además de la que tiene más pretendientes.
—Son los putos semáforos, esta mañana estaba en amarillo permanente —les dice a ambas Aoi, una pequeña de cabello lacio cenizas claro, y largo hasta las caderas.
Sus ojos, rasgados de color marrón, y delante unos lentes de marco fucsia. Es la menor, y la más alta de las tres. La mejor de ellas en matemáticas, y suele ser bastante malhablada.
—No son los semáforos, la gente nunca los respeta en esta esquina —Kana da a respetar su argumento, hablando tranquila.
—Oh, es cierto —Aoi no puede contradecirle. Tiene una mirada de como si «lo acabase de recordar».
—Menos mal que no pasó nada, sonó muy fuerte el choque… También me alivia haber llegado antes, si el autobús que chocó hubiera sido el mío… —Umi sigue pensando en voz alta, todavía analizando lo sucedido.
—Tu autobús, todo es tuyo, todo te pasa, el mundo gira a tu alrededor, única y diferente —Aoi bromea, riendo.
—Ya Aoi, cálmate —la del medio le acaricia la pierna a la menor, riendo, porque sabe que es algo que siempre le molesta.
—Ya —Aoi agarra la almohada propia, y la utiliza para golpear a Kana— deja —le golpea repetidas veces— de tocarme.
Se escucha ahora el ruido fuerte de las acciones entre las dos hermanas de Umi, los golpes, y una suave risa de Kana. Es una escena a la que la mayor se haya habituada, aunque suele suceder más tarde, cuando está tratando de dormir.
—¿Cuándo creen que nos compren celulares nuevos? El que tengo es usado, y… Bueno, la batería ya no me dura casi nada —se queja Umi.
—El año que viene dijo el pá, ya sabes que no le gusta gasta —le recuerda Kana, ella anda viendo imágenes en Blush Blush con su celular táctil.
—… —Umi hace un puchero. Mira con detenimiento los celulares de cada una; el suyo es un N95, los de sus hermanas SamSeong, pero el de Aoi es aún más viejo que el propio—. Ella está peor —dice en voz baja para sí, con una boca completamente horizontal. «No debería quejarme. A ella le toca primero».
Umi, por su parte, deja de jugar al ZEG4 en su móvil, y entra a Book F. Lo primero que hace es revisar las notificaciones.
Hay fotos que Sakura y Chitose subieron de las tres. Comenta una que otra cosa, y se va al perfil propio. Nota que hace mucho que no cambia la foto, así que pone una de Ai E*ma en su lugar.
A los pocos minutos, recuerda lo que le dijo a Io, y como no quiere quitar la imagen con lo que le costó escoger la actual, pone el nombre del otro en el buscador.
Es el único Io Sawada, así que lo encuentra con facilidad.
Para su sorpresa, en lugar de «agregar a amigos» le figura «confirmar». Le acepta al instante, y ladea la cabeza, preguntándose qué decirle, pues acostumbra a comenzar las conversaciones ella.
—⟨⟨ Ey, soy Umi. Cambié mi foto y te quería avisar, por suerte ya me agregaste. ¿Cómo estás? ¿Llegaste bien? (・∀・) ⟩⟩
No se le ocurre nada más que ser ella misma.
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[ 2008, Mayo ]
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Hace un año, Umi se mudó de Osaka, cuando tenía nueve años de edad. Su familia anteriormente vivía de la pesca y algunas ropas, pero el negocio no iba muy bien. En sí, sus padres no conseguían trabajo de profesores allá a pesar de estar titulados. Por esta razón, tuvieron que mudarse.
En la actualidad, viven en un edificio que queda en la misma cuadra que una librería. Se ubica frente a la plaza Ichiro.
A la vez, la primaria a la que asiste, también se encuentra de forma literal frente a su casa y a la vez de la plaza.
Hoy es un día cualquiera para Umi dentro de la primaria. No se siente muy cómoda, pues las cosas siguen siendo igual que cuando vivía en Osaka.
Ella camina hacia el curso despacio, regresando del baño. Tuvo que salir a limpiarse el cabello y el rostro, porque le habían lanzado bolitas de papel con saliva. Y apenas abre la puerta, una voz le grita.
—Vuelva a su lugar Murasaki, no quiero que haga ruido con la puerta.
La realidad aquí es: todos los compañeros están conversando, se miran entre ellos y luego a Umi, riendo a carcajadas. Sin embargo, el profesor no les regaña. A ellos no.
Umi busca su asiento, pero no logra reconocerlo a simple vista. Al no poseer lentes aún, suele guiarse por los colores. La silueta de su mochila no es visible. Sin embargo, mientras atraviesa el curso, tras tocar las mesas reconoce su lugar.
Es el único que posee la mesa llena de bolas de papel ensalivadas, incluso si uno se sienta en la silla se puede ver que en la pared también hay otras pegadas.
—Profesor, mi mochila no está —dice con temor, porque no quiere que le griten otra vez—. ¿A dónde la dejaron?
—No moleste, Murasaki. No haga perder más tiempo a la clase —responde firme ese señor de cabellos grises, enojado.
Ella, por su lado, revisa por la ventana si la volvieron a lanzar. En efecto, se halla llena de polvo en el suelo del otro lado.
Como no tiene una gran altura la ventana (medio metro), ella prefiere pasar por ahí para buscarla, en lugar de darle toda la vuelta otra vez a la escuela.
Sin embargo, sus compañeros no están de su lado obviamente. Le cierran cuando ella intenta pasar, y debe transitar aquel recorrido… De nuevo.
Cuando regresa al curso, el profesor no se encuentra. Parece que fue a entregar unas hojas a otro lugar.
—Tonta, ¿Para qué la buscas? Si la vamos a tirar de nuevo. O podríamos romperla, como hicimos con tu carpeta.
Menciona un chico mucho más alto, que se ríe y la golpea en la cabeza con un puñetazo.
A él se suman otros niños, que la agreden hasta que en sus brazos quedan con pequeños tajos de sangre.
Ella no puede defenderse, no tiene fuerza, tampoco parece importarle a nadie su situación.
—Murasaki —el mismo profesor ingresa al aula—. Deje de distraer a sus compañeros y regrese a su lugar.
—Profesor —solloza uno de estos—. Cuando usted no estaba, ella nos insultó y nos golpeó.
—¡Yo no hice eso! —arquea ambas cejas, preocupada, cerrando con fuerza las manos.
—Sí lo hizo —responde, sin exagerar, todo el curso menos el señor mayor.
—¿Por qué me hacen esto? ¡Saben que no es cierto!
—Porque eres rara, y horrible, ¿No va a ser más fácil para ti matarte si no tienes motivos para vivir? —le alcanza a susurrar un compañero al oído, y luego suelta una risa.
Tras aquellas palabras, otra oleada de murmullos le sigue. «Muérete», «el profesor no te va a creer, ninguno te cree», «ojalá dejes de venir pronto, me da asco verte».
Le resulta imposible concebir que el profesor esté oyendo todo, y no le interese. Sin embargo, este ya le mencionó antes que «no le cae bien» porque es una «mala influencia» para los niños del curso. Según, los niños se comportarían mejor si no fuese porque está ella. Que ella los «provoca».
Umi suspira, y se sienta a dibujar en una hoja. Todavía faltan varios minutos para que suene la campana.
Se mantiene del mismo modo, cantando en voz baja, que es del todo opacada por el inmenso ruido de los niños que conversan. Ella dibuja historietas de personajes con magia, eso le ayuda a mantenerse distraída.
Y tras cinco minutos más, llega el recreo. Umi siempre se pone nerviosa. No sabe en dónde esconderse. Entiende que los chicos la van a golpear si sale al patio, pero también que podrían volver a encerrarla en el armario si se queda.
Antes de que pueda decidir, las puertas se cierran. Por fortuna, únicamente hay un niño en el aula, así que, no debería ser tan peligroso. ¿No?
—Uff… —suspira de alivio, y sigue metida en su dibujo.
—¿Te hace gracia porque no soy muy alto? —le pregunta y tras acercarse, corta con una navaja el dibujo de la niña.
—¿Qué rayos les sucede a todos? Yo sólo quiero ir a la escuela igual que ustedes… Incluso me cambié de escuela y siguen siendo igual…
—Cambiarse de lugar no va a resolver el problema, tú eres el problema —le corta un mechón de cabello con el mismo filo, y luego marca un poco su rostro.
—¡Yo… no soy un problema! —se seca la sangre con la parte superior de la mano, y coge su mochila.
—No te vas a escapar —ríe y vuelve a mover la navaja cerca de la otra, con la intención de clavársela.
—¡…! —la esquiva por pura suerte, agachándose. «Si él fuera más rápido sí me hubiera dado…», piensa y se echa a correr.
Aprovecha para salir no sólo del curso, sino también de la escuela. Sabe que está mal irse antes, pero se siente muy asustada de que la persigan con un objeto punzante.
Cruza hacia la plaza Ichiro, y se sienta en una orilla.
Suspira de nuevo, mirando con inconformidad sus manos, y a través de la abertura que dejan sus dedos, se aprecia también que la parte en las rodillas de su ropa se encuentra rasgada. No es así de fábrica, es obviamente por el maltrato.
«¿Qué debería hacer…? Nadie quiere ser mi amigo… Y mis padres tampoco les interesa escucharme, a mis hermanas tampoco… ¿Debería intentar matarme otra vez?»
Sin meditarlo dos veces, se abalanza contra un auto. Este la golpea, y ella cae hacia la plaza otra vez por el choque. No le ha pasado nada, sólo un pequeño hematoma en la rodilla.
—¡Fíjate por donde caminas! —grita el señor del auto y avanza, alejándose.
«Tal vez sería mejor desde el techo… Pero desde un tercer piso no me pasó nada, sólo rasguños… ¿Qué rayos le sucede a mis huesos que no se rompen?»
«Quizás si me tiro desde el octavo piso del edificio sí funcione… Pero estoy muy cansada para subir todas las escaleras, me duele una pierna».
Mientras ella piensa, el profesor de matemáticas cruza hacia la plaza. La mira con una expresión de enfado.
—Tendré que citar a tus padres por tu mal comportamiento, no puedes salir cuando te venga en gana.
En lugar de quedarse a escuchar el sermón, se va corriendo hacia el edificio. Sí, ignora el dolor en las piernas, hasta que llega a la puerta de su departamento. Al abrir, deja la mochila en un costado, y se sienta a dibujar en la mesa.
—¿Por qué estás aquí tan temprano? —pregunta su padre, alzando una ceja.
—Salí más temprano hoy —responde sin vacilar, con la mirada en el papel. No especifica si salió ella o todos.
—Ya veo. ¿Y por qué estás tan lastimada de nuevo?
—Mis compañeros-
—¿Piensas que me voy a creer eso? Seguramente te tropezaste con algo, porque vives en las nubes.
»Deja de perder tiempo dibujando y viendo anime, seguramente por eso se te ríen tus compañeros.
»Deja de buscar llamar la atención —le habla en un tono de voz serio y fuerte—. No me creo que te golpeen. Eso no sucede en esta zona. No puedes ser la única a la que le pasen esas cosas.
—No soy la única, nunca soy la única en nada… Hay mucha gente en el mundo que sufre lo mismo…
—¡No me faltes el respeto! No me contestes cuando te estoy regañando. Deja de ser tan inútil y ponte a estudiar algo, en lugar de perder tiempo con esa basura de cantar o dibujar.
Ella huye también del living comedor, y se dirige a la habitación. Cierra la puerta con llave, impidiendo así que su padre ingrese. Él le grita a través de la puerta que debería quedarse a escucharlo. Ella no quiere, ya está cansada.
Se cubre los oídos con ambas manos, y se deja caer, sentada en el suelo tras deslizarse por la madera.
«Dios… Señor Dios… Sé que… No es su culpa lo que me sucede… Pero, ¿Podría decirme para qué sirve mi vida, y por qué no me puedo morir…? ¿Por qué no consigo matarme…? No tengo miedo de hacerlo, sólo no me sale bien…»
Umi se vio sumida en ese caos continuo durante muchos años, cansada de vivir, intentando suicidarse repetidas veces, hasta que se hartó de tratar de morir también.
A los catorce años, con nulas esperanzas, apareció la persona que la sacaría de su miseria.
Umi, por supuesto, no sabía cómo afrontarlo. Ese chico era muy extrovertido, y ella no quería a nadie cerca. Miedo de más abuso sexual, de más golpes, de más desilusiones… Pero Yuu no se rindió. Siguió buscándola con cariño y paciencia.
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[ 2014, Julio, 3 ]
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Umi se arregla para ir a la preparatoria. Lleva el mismo uniforme de siempre: una camisa de color marrón visón, con el cuello blanco y detalles en un verde oliva claro. Alrededor de este, un listón de color bordó.
El moño cae de una forma particular, sólo se ven los extremos de la cinta deslizarse hasta el final del busto.
La falda es negra y corta, las medias largas hasta las rodillas, y unos zapatos negros.
Ella no se maquilla para ir a Tomoedo, así que invierte esos minutos en otra cosa que le es mucho más importante.
Todos los días, a menos que no tenga internet, tiene la costumbre de enviar a todos sus amigos un mensaje.
Diferentes palabras hacia cada uno, pero les desea los buenos días y que tengan mucha suerte, pregunta si durmieron bien, si cómo están. Luego revisará las respuestas al llegar a la preparatoria, puesto que hay Wi-Fi allá también.
Al terminar con eso, conecta los auriculares al móvil y selecciona una lista de reproducción. Guarda el celular en el bolsillo y sale de su casa.
La música le ayuda a mantenerse tranquila, porque tan temprano siempre es obscuro el cielo, y no le gusta eso. Le da algo de miedo que las veredas que transita se encuentren vacías de gente, aunque haya gran cantidad de autos.
Por experiencias anteriores de que intentaron secuestrarla, le preocupa salir sola; y para no pensar en eso mientras camina, la música es la ideal compañía.
El clima se siente muy fresco. El cielo se ve rojo todavía, el sol se mantiene oculto.
Umi hace el recorrido de las mañanas: salir de su casa, doblar a la derecha, cruzar hacia la izquierda, caminar cuatro cuadras hasta Ichiro; cruzar hacia el este de la plaza, luego cruzar al norte de esta cuadra, seguir derecho por la misma y doblar hacia la derecha. Allí se encuentra Tomoedo.
En esta escuela, que es intermedio y preparatoria juntas, hay que esperar todos los días a que llegue la directora para abrir las grandes puertas, que suele ser recién a las 8:45 AM.
Antes de estas, hay un espacio amplio de ocho metros cuadrados, al cual se sube mediante unas escaleras, o rampa si se viene por el lado izquierdo.
Los alumnos suelen estar sentados en los escalones conversando, haciendo menos pesada la espera para ingresar. Todavía son las 8:22 AM, falta rato.
Umi se suma a ubicarse en las escaleras, adormilada. Entre lo poco que distingue, hay una figura de alguien de cabello anaranjado y abrigo verde, al que escucha que las chicas gritan su nombre. Él se limita a saludar en silencio.
«Oh, ahí está ese chico Kazuma. Es pelirrojo, es…».
«Aún no conozco con el cabello anaranjado, sólo a mi hermana. Aunque Kazuma tiene el cabello entre lacio y ondulado, y ella no. ¿Cómo será su voz? Mínimo es reconocible por sus colores. Bien llamativo el hijo de su madre, se ve bonito».
Umi suspira, mirando hacia el cielo. «Extraño cómo era Yuu. Extraño cómo éramos los dos… Todo cambió cuando se me ocurrió abrir la boca y decirle a Sakura que Yuu me gustaba».
Baja la vista, y se sienta en otra posición, escondiendo la cabeza entre las piernas. De esa forma, cubre la poca luz que hay en el lugar, a la vez algo del ruido que le incomoda por no llevar mucho tiempo despierta.
«Sa le mintió que yo la trataba mal y no le dejaba venir a mi casa, cuando no era así. Yo siempre la invité, nunca quise pelearme con ella… y aun así… Yuu le creyó».
«Aunque llevábamos un año de conocernos en esa época, le creyó a alguien que sólo le hablaba hace menos de un mes…».
La chica se muerde un costado de la boca, nerviosa. «Yo recuerdo que cuando le pregunté a Sa por mensajes, admitió abiertamente haber mentido para que Yuu ya no me quiera cerca y dejase de hablarme».
«Y el hecho de que no me veía como amenaza «porque soy fea»… ¿Por qué le comenzó a gustar luego de que le contara eso? Yo estaba enamorada de él un año antes, cuando Sa ni siquiera sabía quién era Yuu a pesar de estar en el mismo curso».
«¿Por qué en lugar de apoyarme como mi mejor amiga en esa época, decidió querer alejar a Yuu de mí?»
«Incluso podría haberme pedido que salgamos los tres, lo hubiera aceptado… ¡O algo! Pero prefirió mentir para alejarlo… Igualmente, ¿Qué me dice que Yuu no se iría de todos modos…?».
Un lindo aroma interrumpe sus pensamientos. Yuu se halla muy cerca, puede sentirlo. Alza la mirada hacia su derecha, y allí está. Él no se fija en ella ahora.
Se encuentra de pie a cierta distancia, y utilizando el celular. Lo más probable es que no sepa de la presencia ajena, porque al menos saludaría. Así es él.
Comienzan a caer gotas, se escuchan. El alumnado se aleja de las escaleras inferiores que no se hallan cubiertas por un techo, yendo hacia la parte lisa anterior a la puerta.
Umi y Yuu continúan sentados en su lugar, al igual que todos los que se sitúan en los escalones superiores, muy cercanos al suelo liso.
«¿Puedo abrazarlo…? Pero mi abrazo no sería de amistad… Pero quiero abrazarlo una vez más de esta manera, con estos sentimientos…»
«Quisiera verlo como un amigo, como un hermano, como debe ser… Pero… Una última vez. Una vez, y ya apoyaré a Sa totalmente… Un abrazo de despedida de verlo con estos ojos… Pero no me atrevo… Tengo miedo…».
«Quiero y a la vez no, dejar estos sentimientos», piensa mientras lo mira. Para ella, él brilla, más que las propias luces de los autos y los negocios de la cercanía.
De repente, se siente algo perturbada y confundida. Una persona con la que nunca ha hablado, la rodea con sus brazos de una manera muy tierna. No parece tener segundas intenciones, en el aroma eso Umi lo notaría a leguas.
Sólo está ahí, sentado a su lado, encimado sobre los hombros y parte de la espalda de ella. De la manera en que la abraza, no se alcanza a ver su rostro, pues es como si lo escondiera entre el cabello de Umi.
Es una distancia bastante corta, a decir verdad, aunque se siente… Extrañamente tranquila. Conoce que esta acción no es inusual de Kazuma, al menos dentro de la preparatoria.
«Los azahares… El aroma de los azahares, ¿Viene de él? Pensé que eran los árboles». Es algo menos dulce que el de aquellas flores, y en compensación, le agrega la cualidad de una gran frescura. Eso último, casi siempre lo poseen los hombres.
«Parece como si pudiera leerme la mente, justo ahora que de verdad quiero abrazar a Yuu. Sé que Kazuma abraza a la gente de la nada, y siempre me había preguntado por qué».
«¿Quizás pueda saber lo que pensamos e intenta ayudarnos…? Aunque si pudiera leer mis pensamientos, significa que mi secreto de que aún tengo esos impulsos de abrazar a Yuu cuando sonríe fue descubierto. Rayos, qué vergüenza… Uhm…».
Suspira lento y profundo, aún sin cambiar la posición.
«Todavía me pregunto qué debería hacer con Io… Es muy obvio que le gusto, pero tengo miedo. En todo caso, si quisiera algo con él, tendría que tener la cabeza fría y haber dejado de pensar en Yuu como algo romántico…».
«Ahora, la principal pregunta es, en este momento, ¿Abrazo a Yuu y me despido de este amor hoy mismo? ¿Hoy es el día para comenzar a avanzar y querer verlo como mi mejor amigo y nada romántico? ¿Para tratar de verlo como un hermano?»
—¿Qué debería hacer, Kazuma? —susurra Umi, pues no quiere que la gente escuche su conversación.
Se puede ver cómo este chico de un metro ochenta, y ojos violeta obscuro, la mira muy sorprendido y confundido. Se separa de ella con suavidad. Lleva las manos al gorro bordó que trae puesto, y tira un poco de este hacia abajo.
Luego, desliza sus manos por su campera verde, que se nota tiene un cuello alto y un cierre, varios detalles en negro. Guarda las manos en los bolsillos propios.
Está vestido, además, con un pantalón gris obscuro y zapatillas blancas, distinto en totalidad al uniforme escolar.
—¿No lo sé…? —le responde en el mismo tono de voz.
—¿Qué hago con lo que siento? —a la vez de intentar obtener una respuesta, también quisiera saciar la duda de si el otro estuvo leyendo su mente.
—Abrázalo —parece algo nervioso por la situación, pero con una mirada firme.
«Kazuma estuvo todo el rato escuchando mis estupideces… Perdón por los insultos, van de cariño siempre, hablo mal».
Dejando eso de lado, se incorpora y se dirige despacio hasta donde está Yuu. Sin comenzar una conversación, sólo lo rodea con sus brazos por la cintura, cerrando los ojos.
—Oh, Umi. Buenos días —acaricia su cabello, jugando con las hebras negras entre sus dedos. Le sonríe—. No sabía que estabas aquí.
—Sí… Aquí estoy —sonríe de igual manera, con una mirada melancólica.
«Gracias Kazuma por responderme. Pero lo de abrazarme no lo hagas, los abrazos son especiales para mí. Son para personas a las que considere especiales en mi vida…».
«Sé que me querías calmar porque siempre eres así con la gente. Al igual que todos, te he observado porque te ves bien, pero no te conozco».
Umi continúa de esa forma con Yuu por unos minutos más, y luego se separa. No quiere que su aroma se le pegue a la ropa; sino cada vez que respire, pese a no hallarse en cercanía, va a sentirlo mientras lleve el uniforme.
Eso sería muy malo, teniendo en cuenta que este es el último abrazo que piensa darle con una intención de amor.
Regresa la vista a Kazuma, preocupada de si se habrá enojado por el pensamiento brusco que tuvo hacia él. El chico sonríe con su mirada tranquila, negando con la cabeza.
«Es difícil tomar esta decisión seriamente, porque Sa nunca pensó en mí cuando me sinceré de querer salir con Yuu».
«Es difícil… Aunque me gusta verla feliz, pero… ¿A costa de mi propia felicidad? ¿Realmente soy así?». No puede evitar reír entre dientes, soplando suave. Está pensando para sí misma, y ahora que sabe que alguien más la escucha, le causa vergüenza.
«De todos modos, ahora hay alguien que trata de salir conmigo, o eso parece… Voy a tratar de enfriar la cabeza, así no lo hago ilusionar. Io no es un mal chico, no me gustaría hacerlo sentir plato de segunda mesa».
Suena la campana para ingresar, y todos se dirigen hacia los cursos correspondientes, a excepción de Umi y Kazuma, ya que este último la detiene tras posar una mano en su hombro.
—¿Sucede algo, Kazuma? —ladea la cabeza, mirándolo con curiosidad.
—No sé cómo llegaste a esa extraña conclusión de que leo tu mente. No lo entiendo. Lo tomaste con tanta naturalidad que no podía creer lo que estaba pasando —niega varias veces con la cabeza y se cruza de brazos, suspirando.
»Pero quiero que quede claro, que eso no lo debe saber nadie. Ni ese chico Yuu, ni Io, ni todas las personas en las que estabas pensando.
Umi primero reacciona con una risa corta, y luego deja salir una más natural.
—¿Por qué les contaría? Todas las personas que conozco piensan que estoy loca, dicen que soy rara —baja la voz aún más—. ¿Leer la mente? Lo único que conseguiría es que me manden a un psiquiatra otra vez.
—Me alegra oír eso —muestra una sonrisa amplia, enarcando ambas cejas y con los ojos relajados—. No soy una mala persona, por si acaso. Así que, si no dices nada, podrías salir beneficiada de esto.
—En realidad no me interesa tener un beneficio. Si no quieres que lo diga, no lo digo. No es muy complicado —parpadea varias veces, alzando los hombros.
—No dejaré de lado mi propuesta. Pero tranquila, no hago referencia a algo romántico, ni nada similar. Era más bien algo de utilidad… Como… Lo de los retratos, por ejemplo —vuelve a su expresión seria.
Según lo que Umi conoce de él, siempre está con una cara casi inexpresiva, y su sonrisa aparece sólo como expresión.
En otras palabras, es el tipo de persona que por lo usual está serio a menos que lo hagan sonreír, a diferencia de ella y una gran mayoría que lo hacen de forma natural.
Ya que Kazuma usa un gorro y esa campera de cuello largo, tampoco puede apreciar mucho más de su rostro.
Sabe también, que todas las chicas hablan de lo lindo que es, e incluso a ella le parece apuesto, habiendo considerado la posibilidad de preguntarle si quisiera un retrato.
Esa idea pasa por su mente (y la de tantas artistas en Tomoedo de seguro) varias veces, pero siempre lo deja de lado dos razones: una, que tiene planeado retratar a otras personas primero, y la otra, que el chico siempre anda abstraído con una consola DZ. No hay lugar para preguntarle.
—Oh, entonces ya me conocías —suspira Umi. Se rasca tras la cabeza, agachándose un poco—. Perdón si alguna vez me escuchaste pensar algo que te incomodó.
—Tampoco es como si la gente pudiera prohibirse pensar, o estar al tanto de que alguien los está escuchando constantemente —arquea una ceja, como si le causase gracia.
—Cierto —mira hacia arriba a un costado, y luego a él de nuevo—. ¿Cómo funciona tu poder? Me dio curiosidad.
—Puedo leer la mente de todos al mismo tiempo, pero es largo de explicar. Otro día te cuento, sino se te hará tarde.
»Que no vayas al mismo curso que ese chico, no significa que no tengas clases.
—¿También sabes a donde voy? Pareces un espía —se cruza de brazos también, frunciendo el entrecejo por pocos segundos—. Iba a decir, es divertido si alguien puede saber qué pienso. Si todos fuesen así, la vida sería mucho más fácil.
»Sería genial poder leer la mente de todos, así evito juntarme con las personas que fingen quererme, o meterme en problemas cuando digo algo fuera de lugar… Nadie se ocultaría nada, no habría mentiras, y la gente se aceptaría como es.
—Generalmente la gente piensa al revés. Que odiarían que lean su mente, porque irrumpen su privacidad —enarca una ceja y niega despacio—. Pero sí, sabía que eres extraña. Así que en gran parte no me sorprende mucho.
—No lo soy. Hay muchas personas como yo. Además, a cualquiera le parecería más cómodo que lean su mente para no tener que dar tantas explicaciones, o malos entendidos —asiente.
—Pues, muchos pueden decir que les gusta la idea, hasta que estén pensando en algo malo. Algún secreto, lo que sea que no quisieran que nadie sepa. Allí… Se enojarían conmigo —lo dice como si ya hubiera sucedido, un poco decaído.
»Pero a ti de verdad te da igual. Por eso digo… Sí eres rara. Y aunque me repitas que no, mencióname ahora mismo una persona parecida a ti.
A Umi le causa una mezcla entre gracia y un poco de enojo cuán autoritario suena este chico.
—Pues… Yuu, Sa, Chi, y todos los que hablan conmigo de seguro son parecidos a mí, por algo me hablan —tuerce la boca y mira hacia abajo.
—Algo, un poco —asiente lento, aún viéndole serio—. Pero Yuu, el primero que nombraste, es a quien menos le gustaría que lea su mente. Te lo aseguro —hace una pausa.
»Volviendo al tema, lo único que me sorprendió, fue que asumieras como si fuese «normal» tener poderes en la Tierra.
—Yo creo que no es común, pero sí posible. Si yo veo espíritus al igual que muchos, y mi olfato es más agudo de lo usual, si el olfato de un amigo es aún más potente que el mío…
»¿Por qué no podría alguien leer la mente? Simplemente eso, no es muy difícil de imaginar. Podría sorprenderme si viera volar a alguien o… No sé, levantar un auto con una mano.
—No estás errada, la verdad. Quizás algún día te cuente más al respecto. Pero ahora, ve a tu curso.
—Ah, me voy a quedar con la intriga por siglos —se encoge de hombros, formando una graciosa boca triste—. Nos vemos luego, entonces. ¿Cómo te digo…?
»Si piensas hablarme de vuelta, y seguiremos hablando… Significa que debo ponerte un apodo. Kazuma es muy largo.
—Por eso todos los nombres de su cabeza eran de una sílaba o como mucho dos… —piensa en voz alta—. Soy Kazuma Souma. Yo ya conozco tu nombre.
—Bueno, entonces… Kazuma… Souma… —se mira las manos, como si contara algo—. Sou. Hasta luego, Sou~
—¿Sou…? —parpadea varias veces, ladeando la cabeza.
Se ve cómo Umi se dirige corriendo por las escaleras hacia su aula. Ella tiene en el curso 103, mientras que Yuu, Sakura y Chitose en el 104.
Tomoedo es muy amplia. Se divide en la parte de la escuela intermedia, y de la preparatoria. Al ingresar, uno se encuentra en lo segundo mencionado. No hay un pasillo, apenas al poner un pie después de las puertas, se está en el patio.
En el medio de este, un escenario grande con una bandera en el extremo oeste. Detrás del escenario, unas escaleras que llevan al segundo piso. Aunque el segundo es sólo una hilera de aulas en todo el contorno del patio, no es como si hubiera dos techos diferentes. También hay más baños.
En el perímetro del patio, hay además de las aulas y baños, un salón de cine, un lugar para comprar comida (no hay cafetería) y una biblioteca.
Hacia el oeste visto desde la puerta de entrada, al final del patio (al lado de la biblioteca), hay un par de puertas para ingresar a la parte de la escuela media.
Del mismo modo que en el otro lado, hay un espacio central considerado patio, y todo el contorno son aulas.
Pero en el medio, en lugar de un escenario, hay un consultorio donde te atiende una psicóloga, y al lado, un enorme teatro. Ambos lugares, teatro y consultorio, se utilizan tanto por la preparatoria como por el secundario.
¿Y la enfermería? Pues no hay, cada uno a su suerte.
Enfocándose en los chicos, en el aula 104 del segundo piso, están Chitose, Sakura, Yuu y Risa, todos ubicados cerca.
Lo normal aquí es sentarse de a dos, y un espacio «dos filas». Así se sitúan, Yuu y Sakura en la tercera fila de adelante, pegados a la pared derecha, y Chitose y Risa detrás.
—Amo tener hora libre —sonríe animada Sakura, quien está jugando D*raemon en un emulador de ZEG4, en su laptop.
—Wow, Fant*stic Baby, d*nce~… Woo~ —Yuu por su parte, no escucha más allá de sus auriculares. Se encuentra viendo vídeos en su Play de bolsillo.
—Me está quedando bien… —mira concentrada la hoja que utiliza, Chitose, dibujando como siempre.
—Estos niños… ¿No pensarán repasar para la otra hora? Se supone que hay examen —hablando en voz alta igual el resto, Risa sí estudia. Luego se levanta de su silla, y les grita a los tres—. ¡Dejen de holgazanear! Hay examen de matemáticas dentro de unos minutos.
Aparece un silencio absoluto en la sala luego de sus palabras. Por lo visto, nadie recordaba aquello.
Casi todos sacan la carpeta y se ponen a practicar, excepto ellos tres. Risa se muestra rendida ante la situación, y vuelve a tomar asiento.
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En el aula 103, ya en recreo, está Umi durmiendo.
Su asiento es en la tercera fila, de izquierda a derecha, y lo más adelante posible por sus problemas de vista.
Por lo usual, sus amigos vienen a visitarla en los recesos, pero como van a rendir, naturalmente no vendrán
Shin se encuentra sentado en el banco de al lado, escuchando música que compone en su laptop.
Se ve que utiliza el uniforme de la escuela, al igual que la mayoría: una camisa blanca, un buzo sin mangas negro con detalles en verde oliva, una corbata de color bordó, un pantalón marrón visón y zapatos negros.
—Mh… ¿Ya estamos en la otra hora? —pregunta Umi con la voz ronca, dirigiéndose a su compañero de banco.
—Recién empieza el recreo, pasa que dormiste mucho Umi —ríe, negando con la cabeza. La ve como si le dijese «siempre estás perdida».
—No me mires así… —ríe bajo, cubriéndose apenas la boca con sus brazos. Sobre ellos dormía.
La puerta de su sala está cerrada, así que no se siente el bullicio de afuera. En la actualidad, los únicos aquí son los dos.
Luego, se escucha una notificación de Up. Es del celular de la chica. Este se halla sobre la mesa, entre sus brazos.
Lo agarra por un momento para ver de quién es el mensaje: Io. Deja el aparato en la mesa, estirándose, y lo coge de nuevo.
—⟨⟨ ¿Está todo bien con Yuu? ¿Cómo estás tú ahora? ⟩⟩
En el escrito que le llegó, se puede ver que la conversación anterior es acerca de cuando ella rechazó la salida con Yuu por ir con sus amigas.
—⟨⟨ Hoy es jueves… Perdón por cambiarte el tema, pero quería preguntarte, ¿Prefieres salir un rato conmigo? A comer algo, y ahí te hablo bien. ⟩⟩ —Umi responde muy lento, se tarda en teclear por el cansancio.
—⟨⟨ ¿A qué hora quieres salir? Es una buena idea. ⟩⟩
—⟨⟨ Ven a mi casa a las 15:20, y cuando baje el sol, vamos a salir. ⟩⟩
Para Umi no es extraño invitar a alguien a su casa, sino todo lo contrario. Cuando quiere conocer a una persona, en el sentido de amistad o romántico, le dice que vaya.
Si la persona viene sola, le es mucho más fácil así aprender cómo es el invitado. Desde los catorce comenzó con invitar a Yuu, y luego a Sakura y Chitose, que son sus cercanos ahora. De ese modo, los conoció con más exactitud.
Ella sonríe, mirando hacia el móvil, pensando en qué podrían hacer cuando Io se encuentre allí. Tiene muchas ideas, por supuesto.
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Entre el tiempo de mensaje y mensaje, ya se hace otra hora. Sucede algo imprevisto: ingresan al curso, además del profesor y alumnos, un profesor de una asignatura que no es la suya, sino la del curso de al lado.
También, entran los de materias siguientes. Uno les comenta que decidió cambiar la idea de tomar un examen, y ver una película en la sala de cine como «día de descanso».
El requerimiento que siempre piden es que el aula esté llena, así que al no tener este curso algo muy importante planificado para el día, les invita.
Umi, en cuanto escucha eso, se siente algo nerviosa e incómoda, puesto que no quiere ver a Yuu. No es que hayan peleado, sólo que aún no está lista para lo que se propone. No es de un segundo al otro.
Cuando se encuentran casi todos fuera, el profesor correspondiente a su curso le pregunta de por qué se está quedando y e insiste en que salga, que no quede nadie. Ella, a pesar de sus intentos por no ir, por cuestiones de seguridad le obligan a seguirlos de todas maneras.
La mayoría del alumnado se expresa muy entusiasmado y aliviado: no tener clases, o no rendir en el caso del curso 104. Apenas se abren las puertas, cada uno busca su lugar con rapidez.
Umi ingresa tarde, con la intención de sentarse sola al fondo. No está interesada en esa película.
Otra sorpresa que se lleva es que no hay espacio donde quería estar. Queda en único un lugar en la cuarta fila, detrás de Sakura y Chitose; hasta allí perfecto, pero al lado de Yuu.
Suspira pesado, para ella no podría ser peor en estos momentos. Detesta saber acerca de él en esos términos, confundida de la pequeña discusión y el hecho de que correspondiera su abrazo más temprano.
Como está a punto de comenzar la película, deja su mochila en el espaldar y toma asiento. El celular propio suena, el sonido de un mensaje de Up, seguido de varios en un corto lapso. Lo cambia a «vibrar».
—⟨⟨ Umi, ¿Por qué tan temprano? ⟩⟩
»⟨⟨ ¿Qué quieres hacer? ⟩⟩
»⟨⟨ ¿Qué hay en tu casa? ⟩⟩
—⟨⟨ Espera un segundo, ya respondo. (╯°□°)╯︵ ┻━┻ ⟩⟩
El interés del otro le causa ternura y gracia, no puede evitar que una sonrisa se forme en su rostro.
Umi logra sentirse distraída del mundo de esta manera, sólo faltan sus auriculares.
Dentro del aula, a pesar de que la televisión debería ser su prioridad, varios no están prestándole atención. La mayoría mantiene silencio, otros comentan en voz baja sobre lo que ven, y una minoría susurra cosas de temas ajenos por completo.
A Sakura y Chitose se las ve muy animadas, hablando en voz baja, por momentos señalando la pantalla, pero también murmuran rumores.
Yuu parece inquieto: mira el celular, mira en frente, a la pantalla, a Umi. Él trata de entablar conversación con la Sakuea, quien lo ignora, por lo visto se pelearon. ¿Será lo de salida aún?
Chitose tampoco le dirige la palabra. Risa y Shin se hallan lejos de ellos, aunque no juntos; Shin al fondo, Risa en la primera fila de en medio.
—Umi… —susurra Yuu, mirándole con una expresión de culpa y cierto arrepentimiento.
—¿Mh? —no sabe ni quién le habla, está con la mente adentrada en su móvil.
—Lamento lo de la otra vez, me porté mal… —dice en el mismo tono, tocándose el hombro con una mano a modo de expresión.
—Gracias por disculparte, de veras no me lo esperaba… No pasa nada, igual —responde en voz igual de baja, sin saber a cuál vez se refiere siquiera. Regresa la vista a donde estaba, para seguir chateando con Io.
Umi deja el celular sobre la mesa al sentir cómo los brazos del chico rodean su cintura. Está a una cercanía tal que puede escuchar la respiración del contrario.
Parpadea varias veces, un tanto nerviosa, pero se deja abrazar. «Supongo que es su manera de pedirme perdón, ya lo moveré para que se aparte. No tengo planeado tenerlo cerca. Actualmente no pensé nada extraño, así que es un buen progreso».
Tiene un corto momento de tranquilidad, que termina en un instante debido a que la profesora de inglés (correspondiente al módulo siguiente) estalla en gritos al ver aquella escena.
—No pensaba perder mi hora para que ustedes dos se estén abrazando, son unos desubicados. Ahora mismo Murasaki, cámbiese de lugar.
Ambos cursos dirigen la mirada al par. Umi trata de explicarle que lo hizo porque él pensaba que ella se sentía mal, que aparte no hay otros asientos disponibles.
La profesora no parece escucharla, se limita a gritarle y amenazarla con reprobarla por «faltarle el respeto».
Todo el curso de Umi se pone de pie y le dice a la profesora que ellos dos no hicieron nada de desastres o ruido a comparación de algunas conversaciones de los demás, y que a los respectivos no se les dijo nada.
El alumnado en general, no sólo los del 103, asiente con la cabeza. Hay, en ese mismo momento, mucha más gente abrazada e incluso recostada en las sillas como si fueran camas.
Es obvio que a esa profesora no le agrada Umi, no es la primera vez que la trata así; de hecho, suele ignorar cuando necesita que le corrija los exámenes o tareas, y ponerle la nota más baja sin haber revisado nada.
Sin embargo, a diferencia de años atrás, la chica no tiene a todos en su contra… Sino de su lado.
No le son suficientes los argumentos de los chicos, y esa mujer sigue, incluso intenta echarla de la sala. En eso, Chitose le da unas palmadas en el hombro a Umi, haciéndole señas para que no la tome en serio.
Claramente, Yuu decide alejar su cuerpo del de la mayor. Él se retira, dejando el bolso en su asiento. La profesora lo sigue, diciéndole a él que le comentará a la directora de su mal comportamiento.
Todo el 103, excepto Umi, se dirige a reclamarle en la dirección acerca de las malas actitudes y preferencias de la profesora, en un intento de contrarrestar los problemas. Umi todavía no logra entender qué sucede, preguntándose si fue una buena idea el asistir a la preparatoria ese día.
—Chii… ¿Qué le pasa a la profesora? Yo no le hice nada… La vez pasada no me quiso tomar el examen, y la vez siguiente por estar sentada conmigo también te pasó de largo… —mira a Sakura, arqueando ambas cejas—. Y a ti también te hizo lo mismo por estar cerca de mí… Perdón… Y no entiendo…
Para ella sí es un caso extraño el que arrastre a sus amigos. Eso no le había sucedido en el pasado.
—Umi, no te hagas la cabeza, esa vieja está loca. Y no me molesta, ni me importa… No te desanimes por su causa, sino se saldrá con la suya —Chitose intenta calmarla. Se ve tranquila, dejando un brazo sobre la mesa.
—Siempre tienes problemas con la gente y por ser tu amiga termino metida… Estoy considerando sentarme lejos.
Sakura la mira mal, parece molesta. Se pone de pie, guardando las cosas que había sacado con anterioridad.
—Pero la hora de inglés es la única que compartimos… No te vayas… —Umi la mira afligida, con los ojos llorosos.
—Deja de hacerte la víctima, sabes que quiero aprobar la materia. Si no le caes bien a ella no es mi asunto. Eres una estúpida que siempre trae mala suerte, me tienes harta —Sakura se aleja del par y sale por la puerta.
—¿Por qué pasó todo esto hoy? De veras Chi, no entiendo qué les hago para que sean así…
—Yo, en mi opinión personal, te digo que no hiciste nada malo, pero, a la vez sí. Tienes que imponer tu carácter. Nadie te va a escuchar por más que des explicaciones.
»Si te gritan, grítales, no te pasará nada. La próxima vez no tengas miedo, así como te enfrentaste a Yuu hace días. No tiene que ser sólo con tus mejores amigos que tengas la confianza para alzar la voz —Chitose juega con los cabellos ajenos, mirándolos en su mano.
—¿Y qué haré con Yuu y Sa? Supongo que Yuu se molestó de nuevo, no me sorprendería… Pero, ¿Qué le pasó a ella? —se muerde los labios de a momentos, haciendo unas muecas para no llorar. Sus lágrimas le causan dolor de cabeza.
—Está celosa, obviamente, duh. Pero no le hagas caso. Ella no avanza con él, y tú no intentaste atraerlo ni nada extraño, además es normal que los amigos se abracen, más siendo él que es tan cariñoso en general.
»Igual, si no quieres que se enoje seguido, trata de evitar que te abrace… O ella sola aprenderá —Chitose niega con la cabeza y suspira—. No me parece bien que tenga tantos celos. Incluso le dijiste que la ayudarías con Yuu, no tiene sentido.
—Creo… Que haré lo primero, no quiero que ella se sienta mal a cada rato… Yo no quiero salir con Yuu ni nada… —se acuesta en la mesa, encerrando el rostro entre sus brazos.
Es cierto que no quiere una relación amorosa con él. Tampoco intentó besarlo, ni tocarlo de ninguna forma expareja
Sumado a que esta vez, habiéndose despedido de sus sentimientos más temprano, tiene la cabeza en otro lado. Sí, aún siente algo, sólo que no es lo mismo. Ni se cruza por su mente la idea de ser su pareja.
El aula está casi vacía, con la película aún reproduciéndose. El curso de Chitose sigue dentro, con la diferencia de que no se encuentran Sakura y Yuu.
Ya no se oyen voces más allá de los actores. Lo que sí se escucha, es la notificación (vibrar) de un mensaje. Umi se atreve a revisar, sin dejar una respuesta a sus preguntas.
—⟨⟨ Sólo ven. No te voy a hacer daño hahaha. Luego verás Io, ¿Sí? ⟩⟩ —cuánto le cuesta escribir así.
Le da vergüenza sentirse mal, cuando debería estar feliz de que dos cursos enteros la defendieron de la profesora. Independientemente de si hablan bien o mal de Umi, ellos se juegan la calificación por llevarle la contraria a la docente.
Umi sabe que debería estar mejor, ser más agradecida, pero es difícil. Son muchos sentimientos juntos.
Renunciar a su amor para que Sakura sea feliz, que ella se enoje, que Yuu se enoje, la profesora odiándola… Lo bueno de hoy son Chitose y sus compañeros.
«También Sou por haberme ayudado, aunque lo desprecié así… Ay Dios, pobre tipo místico. Me abrazó para calmarme y lo insulté. Y a Yuu sí se lo permití por lo mismo. ¿Cómo voy a ser tan maldita? Debería reaccionar mejor, me abrazó de consuelo…».
Umi suspira, pensando en que tendría que volver a disculparse con Kazuma.
.
Termina el horario escolar antes de lo usual debido a la actividad de la película. Se forman en filas frente a la puerta principal para salir de manera ordenada.
Se escucha al curso 103 festejando, pues lograron que la directora regañe a la profesora de inglés.
Shin abraza a Umi, y ríe explicándole qué hicieron en la oficina. Ella, luego de escucharle, le entrega el bolso a Yuu ya que se lo estaba olvidando. Este último, sin decirle nada, se va sin siquiera hacer fila.
Se oye sobre el techo y a cercanías de las puertas que está lloviendo mucho. Umi no sabe qué hacer, podría mojársele todo.
Apenas atraviesa la salida, se queda en el gran pasillo techado de Tomoedo, que pareciera estar allí para días como este.
Coge el celular del bolsillo y revisa la hora. Son casi las tres de la tarde, faltan casi quince minutos. Se sienta hacia uno de los costados y abre Up para tratar de pedir una mano.
—⟨⟨ Io, si es que aún no saliste o vienes cerca, ¿Podrías buscarme de Tomoedo? No tengo paraguas y eso… Tampoco me queda mucha batería… En cualquier caso, te espero hasta que salgas de tu escuela. Nosotros salimos temprano. (╥﹏╥) ⟩⟩
A unas cuadras de allí, Io camina tranquilo con una sonrisa, atento al sendero que se ve en sus ojos. También se puede resaltar el hecho de que en lugar de goggles, lleva unos lentes de sol sobre su cabeza.
Se escucha una corta canción, y luego de esta, saca el móvil del bolsillo. Su expresión cambia a una más seria después de leer el mensaje. En lugar de responder, va más rápido. A dos minutos ya se encuentra frente a Umi.
Le saluda medio animado, extendiéndole la mano como señal para que se acerque. La chica se acomoda bajo el paraguas y se adelanta apenas unos centímetros, con la intención de que le siga por el camino que siempre toma.
Hay partes que parecen ríos en el suelo debido a la gran cantidad de agua que se acumula. Aún, ninguno de los dos dice una sola palabra, sólo intercambian miradas.
«¿Será que en ambas preparatorias se les ocurrió hacer un día de películas? Porque es raro que haya salido más temprano».
Cuando están por frente de la plaza Ichiro, se ve una corriente fuerte en las canaletas. Umi luce preocupada.
—No me va a llevar el agua, ¿Cierto? —pregunta Umi suave, mirando al pequeño pero acaudalado río momentáneo.
—Tienes que saltar lejos, así no te pase nada, pero… Podrías caer —comenta en un tono pensativo, con la vista clavada por la misma zona.
La chica lleva una mano a la propia comisura de los labios, mirando abajo y al frente repetidas veces. Trata de calcular el salto. En lo que ella se toma pensando, ya se encuentra a punto de cambiar el color del semáforo.
Io decide tomarla en brazos. Sosteniendo con unos dedos el paraguas, la carga en pocos segundos hacia la vereda de la plaza. En cuanto la baja, abre de nuevo el cobertor sobre ellos.
Mira a la chica con un rubor notorio, mientras que la expresión de Umi son unos ojos sorprendidos y un enrojecimiento tardío. Aún lo está procesando.
—¿Por qué…? G-gracias… Uhm…
«¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué hiciste eso…? Nadie tuvo esa idea antes… Es extraño».
—Por nada —su voz desafina un poco. Voltea la cabeza a un costado y mantiene una sonrisa.
—Io, ¿Qué le pasó a tu voz? —no puede evitar reír al oírlo.
—Aeish —vuelve la vista hacia Umi, todavía con el rojo en sus mejillas, tuerce la boca.
—Qué tierno —suelta en voz baja y sigue riendo, para luego sonreír cálido.
Continúan en silencio, quizás ambos tienen la idea de conversar al llegar al destino. No vuelven a encontrarse en miradas, Io se mantiene con la vista al frente.
Umi espera no haberlo hecho molestar con esa broma. Vuelve a estar cabizbaja. Io la observa justo en ese momento; su expresión cambia a una de preocupación, pero no dice nada.
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Llegan al frente de la casa de los Murasaki. Es un lugar amplio, de paredes blancas. Desde allí se distingue la terraza, y una planta alta. Abajo, un ventanal grande con cortinas, y hacia la izquierda, una pequeña ventana verde.
Arriba en la misma dirección, otro gran ventanal, que tiene al parecer unas cortinas de Mick**, y a la derecha de este, unas rejas grises obscuras.
Caminan adentrándose por un corto sendero que les lleva a la puerta. Mientras Umi saca las llaves, Io mira hacia los árboles propios de la casa, y a los costados de en donde está parado, los arbustos y flores.
Ingresan y cierran la puerta tras ellos. La chica cuelga el paraguas en el descanso de las escaleras, y al otro le saluda un perro labrador dorado.
—Buenas tardes —Io ve a la familia que está almorzando, ¿Entonces sí salieron temprano todos?—. Mi nombre es Io Sawada, y soy un amigo de Umi —hace una reverencia de noventa grados—. Gusto en conocerles.
A causa de la tormenta, tienen apagados los electrodomésticos para que nada se queme por los rayos, pues por aquella zona siempre hay muchos. El silencio se hace aún más presente.
La familia de Umi no es muy tradicional, sobre todo su padre. Desde la distancia en la que se encuentra el chico, ya se puede ver que comen con tenedores.
Los palillos «existen por si las dudas» en el centro de mesa. Esto se debe, a que por parte del señor poseen una ascendencia árabe muy cercana.
Kana y Aoi ven a Io con detenimiento, entre risas. La madre de aquí lo observa como si lo conociese. El padre, posee una mirada intimidante que suele afectar a la gran mayoría que llega por primera vez. A Io parece no asustarle.
—Buenas tardes —saluda la madre de Umi, una señora de estatura similar a la de Kana, cabello rubio hasta los hombros, ondulado—. Pasa tranquilo, y suban, yo les llevo la comida arriba.
—Bueno má —Umi va rápido primero, causando un ruido notorio por los pasos apresurados—. Ven Io~
Él mira de reojo a todos lados, curioseando pareciera, y trata de subir con cuidado las escaleras, agarrándose de las barandas. Umi abre la puerta de su habitación. Tras que ellos dos ingresan, la cierra.
Es un cuarto común de adolescentes, como ya se sabe: un ordenador de escritorio, una televisión, un placard, una litera, una cama, una Play, una mesa de luz. Las paredes llenas de pósters de anime, además de SH*Nee.
—Siéntete como en casa, supongo —ríe y se sienta en el suelo, apoyando su espalda en la cama de Aoi.
Intenta poner buena cara, pues el chico no tiene la culpa de nada de lo sucedido hoy.
—Tu madre —se sienta frente a ella, a medio metro— es una profesora de mi preparatoria, no lo sabía. Sigue siendo tan amable como allá.
—Por si te da curiosidad por lo que viste en la mesa, somos medio japoneses. Por parte de mi padre, su abuelo es del Líbano. De mi madre, creo que tenían familiares en Europa.
»Es por eso que nosotras nos vemos como japoneses, pero con cabello y ojos de colores más claros —se pone una mano en el mentón—. Creo que yo soy la que se ve más como de aquí, por mi color de cabello… Ah. Quería decir, lo siento si te molesté.
—¿Eh? ¿Yo? ¿Por qué? —mira hacia Umi con una expresión de intriga.
—Estabas muy callado afuera… Pensé que te molestó recogerme, pero quería llegar a tiempo, y la lluvia… —mira hacia abajo, haciendo unas muecas de nervios con los labios—. Lo siento si te molestó…
—Tú tampoco hablaste mucho… —juega con los flequillos propios y se acomoda el cabello, luego se agarra las manos—. Y no, no estoy enojado, yo creía que tú lo estabas —lo último lo dice en voz más baja, con una expresión parecida.
Ambos se observan un momento y bajan la cabeza.
Umi aún no conoce tanto del aroma de Io como para saber cuándo está en verdad molesto, ya que en particular esta emoción es la que más difiere entre cada persona.
—Olvidemos eso —ríe ella, levantando la vista hacia el otro—. Además, te estoy muy agradecida de haberme buscado y entrar conmigo, me ayuda mucho.
»¿Sabes? Mis padres tienen una fea costumbre de que si llego tarde, aunque haya sido por tener clases, dicen «no vas a comer por no venir a tiempo».
»Mis hermanas hoy salieron más temprano que yo sorprendentemente —asiente para sí—. Así que si hubiera venido sola, no me hubiesen dejado almorzar.
—¿Eso es una costumbre del Líbano? —ladea la cabeza, abriendo más los ojos, confundido.
—Nah, de mi padre —ríe bajo—. La verdad no lo sé. Ahora… —clava la mirada en el contrario—. Hay una pregunta que me debes. Una que me prometiste responder.
—Está bien, está bien… Tengo quince años —se sonroja leve, no regresa sus iris a la chica—. Pero no me veo tan joven, siempre creen que tengo dieciocho o más —se rasca tras la cabeza, mostrándose avergonzado.
—Dicen que cuando uno se ve viejo de joven, se ve joven de viejo —bromea Umi—. Vaya… —cambia de expresión a una sorprendida—. Así que soy mayor que tú… —le sonríe.
—Así es, eres un fósil —devuelve la sonrisa, mirándola divertido.
—¡No, no~! Tampoco así —niega varias veces, haciendo pucheros.
Ríen unos minutos por hacer bromas acerca de la edad. Luego se siente el sonido de unos golpes en la puerta, y un ligero olor a comida. Umi se levanta a abrirle y recoge los platos. Los deja en el suelo frente al chico y cierra de nuevo la puerta.
Hay pan árabe, tabule y kepi. En casa de Umi suelen comer variado. Io se anima a probar y expresa su gusto, acabándose rápidamente la mayoría de su parte. Por otro lado, la chica come lento y sin ganas.
—¿No te gusta el tomate? ¿O la carne? —ladea la cabeza, mirándole desentendido.
—Amo el tomate, y la carne depende… Sucede que aún no te conté lo que sucedió. Sé que actúo animada y eso, y lo estoy en parte porque me haces reír, pero por dentro me pesa y eso me quita el hambre…
»¿Quieres que te lo cuente ahora? Es que estamos comiendo, así que no sé. Quiero que estés cómodo y eso.
—Supongo que sí, a eso venía principalmente, ¿No? —el menor se sienta en posición de atento—. Quiero saber qué pasó.
Con dificultad, Umi le explica lo que ocurrió durante la película. Sus manos tiemblan, y no puede fijar mucho la vista. Eso es normal en ella por su «extraña timidez», aunque en este caso, es por no querer rebalsar frente a él otra vez.
Al terminar de contarle, cambia al tema siguiente, y a la vez conectado, que son las peleas entre ella y Yuu.
—No sé si me creas, pero pareciera una maldición. Cuando lo trato lindo, se aleja. Sino le presto atención, se acerca.
»A veces lo mismo se aleja para ir con Sa a pesar de que sabe que le miente, y ya me dijo perdón, pero sigue molestándose conmigo… No quiero que sea mi novio, pero quisiera tan sólo llevarme bien como antes… —juega con los dedos propios, apretándolos un poco.
—Es confuso lo que planteas… —lleva los ojos hacia arriba, suspirando. Regresa a mirarla—. Es más, está claro que sí te gustaría que fuera tu novio, pero como no puedes o crees que no tienes oportunidad, ni siquiera lo intentas.
»Si sabes que Sakura le miente para caerle mejor, ¿Qué esperas? No le hará daño que alguien sincero como tú le muestre amor —dice con voz seria y el ceño algo fruncido.
—Ella es mi mejor amiga, y no, de verdad… Ya no quiero, quise, quise muchísimo salir con Yuu, pero me di cuenta de que merezco alguien… No sé si mejor, pero quiero me ame, me ayude a mejorar porque no soy inteligente, y me crea cuando le hablo.
»Si a Sa le gusta Yuu, ¿Qué? ¿Le voy a negar que esté con él? Si cree que es lo mejor para ella, a un punto de mentirle aunque eso esté mal, es porque de verdad quiere a toda costa estar con él —eso último lo dice algo pensativa.
—Pero en esa mentira te involucró a ti el año pasado… No me parece que debieras llamarle con ese título. Mejor amiga es mucho para alguien que te lastima a propósito —alza una ceja, torciendo la boca, mostrándose indignado.
—A mí no me miente, y eso es lo importante para mí. Sa me dice cosas horribles, y si le pregunto de algún «falso rumor» ella me cuenta si fue quien lo inventó o no. Dice lo que sea, pero me dice la verdad —aclara la garganta—. Además…
»Esa no es toda su personalidad. ¿Me estuviste prestando atención en el chat? Ella tiene un lado bueno que es muy bueno, es muy tierna conmigo en miles de ocasiones —suspira y juega con el cabello propio.
»Gracias a ella sé que no debería estar con Yuu, él es capaz de olvidar que nunca le mentí por alguien que apenas conoce, sólo porque le gusta… No, gracias.
»No quisiera salir con alguien así —tuerce la boca—. Sé que probablemente no entiendes cuál es mi problema…
»El problema con Yuu, que me preguntabas, es que quiero verlo diferente. Como a un hermano, porque no es mala persona. Me cae bien, pero no sería buena pareja… Lo que hizo de no creerme lo tachó para siempre —dice aireado, desilusionada.
—Umi… Umi, ya, entiendo. Pero ese problema no se puede resolver con facilidad, tienes que esperar. Seguramente Chitose ya te lo dijo, espera. El tiempo es la cura —mira desanimado a la mayor, y suspira lento.
—Mmm… Quisiera que haya una manera de resolverlo más rápido —cierra los ojos y sopla otra vez, sosteniendo el mentón propio entre las manos.
»Ya llevo un largo tiempo sufriendo y tratando sin obtener resultados, y… ¿Si sólo no le tomo mucha importancia? Debería hablarle menos, por empezar… Y aceptar de una vez que…
Un nudo en la garganta le interrumpe. Recorren por su rostro unas gotas cargadas, que hasta se escuchan chocar contra las baldosas por el grosor.
—Que no es para ti… —le da unas palmadas en la espalda—. Repítelo, «Yuu no es para mí, merezco a alguien mejor«.
Io hace énfasis en la frase, pronunciándolo lento.
—Yuu no es para mí… Merezco… A alguien mejor… —se seca las lágrimas, aunque no se note, porque no cesan.
Como si Io estuviera destinado a ver a una Umi triste, ella está llorando de nuevo. Él pareciera darse cuenta de que en serio necesita ayuda. Gatea hacia la mayor, y la abraza con suavidad.
Ella se deja, para no volver a apartar a quien le consuela como le hizo a Kazuma. Corresponde el abrazo mientras va normalizando su respiración. Mantiene los ojos cerrados por la vergüenza de su estado anímico.
Luego de un minuto de permanecer en esa posición, ambos se muestran más relajados. Umi se halla perdida en el calor que el otro emana, el aroma que tiene.
Una sensación entre frescura y calidez, le provocan además de tranquilidad, sueño. Ella, decide separarse. Se talla los ojos antes de hablar.
—Gracias Io… Voy a comer antes de que se me olvide.
Dicho eso, trata de terminar el almuerzo al igual que lo haría por lo usual con cualquier alimento que le gusta.
—Está bien, come tranquila —le sonríe. Por alguna razón desconocida se ve sonrojado.
—Oye… ¿Siempre tienes las mejillas rojas? Creía que eras como el papel —le comenta mientras separa con el tenedor—. La primera vez que te vi eras muy blanco.
—No, no… Sólo… Siempre pasa. Me considero una persona inocente —ríe bajo, rascándose una mejilla.
—Quizás quieres decir ingenuo, no me das pinta de inocente —va recuperando su ánimo.
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Al poco tiempo, Umi termina y lleva los platos abajo. Regresa a su habitación con una idea en mente.
En lugar de caminar hacia su invitado, se dirige al ordenador para encenderlo.
—¿Quieres jugar juegos? —esboza una sonrisa al menor, mientras oprime el botón de encendido.
—Obvio —sonríe muy amplio, mostrándose con toda la intención de hacerlo.
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