Namaenai Volumen 1 - 5
Capítulo 5: ¿Existe gente así?
Luego de cinco minutos de espera hasta que encienda por completo la máquina, Umi toma el mouse.
Se aprecia en el inicio que hay accesos directos de programas de edición y creación de imágenes, música, vídeos, también de anime y juegos, uno que otro programa «especial».
Ingresa a la carpeta de Emuladores y abre KEG*. Busca un ROM que a ella le guste, y presiona la tecla enter.
—Espera, ¿En la computadora, ZEG4? Eso es ilegal —Io se hace un poco hacia atrás como expresión.
—Yo tengo un ZEG4 pero se murieron sus cables, y hay varios cartuchos que no consigo. Además, con los emuladores se puede jugar en el celular también —se justifica.
—Umi, te van a arrestar si se enteran —se golpea la frente, negando varias veces.
—Tranquilo, lo tengo bajo control —tampoco va a divulgarlo por ahí.
—Hm… —no se muestra convencido. Se toca una mejilla, pensativo—. Luego voy a ayudarte a buscar los cartuchos que te faltan, y vamos a ir por esos cables.
»No sé si hoy mismo, pero no puedes seguir pirateando todo. Por el momento, vamos a jugar con tu computadora. Pero de verdad, la piratería es un crimen en Japón.
—Sí… —esconde los labios, poniéndolos como una línea.
Lo sabe, sólo que suele guardarse el dinero para comer en vez de comprar lo que se le avería. No puede no almorzar por un mes por ello. «Debería trabajar con más seriedad… ¿No? Lo que consigo en Tomoedo no es suficiente».
Umi abre un juego de ZEG4, P*yo P*yo 2. Selecciona el modo de dos jugadores, y le explica cuáles controles usar.
Para la sorpresa de Umi, a Io parece irle muy bien. Es la primera vez que encuentra un rival que supera a Sakura y a Kana. Sonríe divertida, a pesar de haber perdido la primera ronda. Cae en cuenta de que él ya juega desde hace mucho.
Luego de varias partidas, empatan. Tanto a Io como a ella se los ve más aliviados.
—¿Podemos jugar otro juego? —voltea de mirar la pantalla a fijarse en el chico, curiosa—. ¿Te gusta S*nic?
—¡Me encanta! ¿Quieres jugar alguno? Juguemos al tres~
Io busca en la sección de «archivo» y carga el ROM.
Se inicia la pantalla de presentación, el problema es quién es S*nic, pues ambos dicen estar acostumbrados a serlo. Ríen un rato. Io termina dirigiendo.
Umi es un desastre siendo T*ils. Pasar ese tipo de juegos sin distracciones, es lo que sí puede ser de verdad un desafío.
Por momentos juegan a ser los personajes a la vez que los usan; en otros, hablan sobre la vida.
La típica zona que cuesta es la de «carnaval» por el agua y varios errores. La favorita de Umi es la siguiente, la de nieve.
Ve como algo muy especial llegar a ella con Io, inclusive se la nota más animada. Es, a la vez para ambos, una de las más fáciles. La última es la que más tarda. De a ratos se pierden, pero logran atravesarla y ganarle al jefe final.
Al terminar, Umi observa una característica de la risa de Io: siempre que ríe a carcajadas, termina con las cejas arqueadas. Lo compara con que Chitose arquea una sola, mientras que Sakura y Yuu suelen fruncir el ceño al reír. Ella misma, suele enarcar ambas.
—¿Sabes Io? Es la primera vez que paso un juego con alguien que no sean mis hermanas —se mantiene con una sonrisa grande.
—Oh, ¿En serio? Me alegra mucho —ríe cálidamente, acaricia la cabeza de la contraria.
—También, tu risa me parece muy tierna —lo mira atenta—. Creo que nunca había escuchado una así.
»Y si no te lo dije mucho, tu voz también es linda, y tu aroma es rico… Y varias cosas más —comenta tranquila sus observaciones, acostumbra ser sincera. Quizás de más.
—¿Q-qué? 아아고, eso no me lo esperaba —se cubre el rostro, hasta las orejas se le tiñen de color rojizo.
—Te sonrojas como respiras, en serio. Creía que eso sólo pasaba en el manga —ríe fuerte—. Basurita que parece tomate.
Lo despeina, y a la vez observa el cabello del chico.
—Me siento raro… —quita las manos que cubren su rostro y dirige la vista a Umi. Él lleva una sonrisa tímida.
—¿Raro en qué sentido? —ladea la cabeza en forma de curiosidad. El pensamiento con el que ella suele usar «sentir raro» es uno bastante particular.
Mira de manera descuidada las partes bajas del otro.
—P-pero qué… —cubre con sus manos abajo ahora, más rojo que antes—. Pervertida —tuerce la boca—. No era raro en ese sentido, aeish, 진짜 바보 야… —Io piensa en voz alta.
—뭐라고?
Umi ríe bajo, progresivamente a fuerte por la reacción del chico en su cercanía. Él abre cada vez más los ojos, y más ruborizado si eso es posible.
—Espero que sepas que estoy bromeando… Y tampoco imaginé que me entendieras. ¿Sabes mucho, o sólo lo básico como saludos y expresiones comunes? —se muestra intrigado, de a poco va retomando su piel pálida.
—Pues —la estrategia de Umi para que Io olvide lo que pasó parece haber funcionado—, sé escribir y leer hangul, una otra frase corta…
»Más que nada sé canciones. Las canciones de pop en inglés no me gustan tanto, supongo que por el estilo… —sonríe animada.
—Es comercial, pero del estilo comercial de ellos. Es diferente, parecen musicales, o… —lleva la vista hacia arriba unos segundos—. No lo sé…
»Como si fueran para ir a la playa o de fiesta. También soy más selectivo con el pop en inglés. Quizás porque somos de Asia no nos gusta tanto. Volviendo a los idiomas…
»Bueno… Yo, sé bastante de coreano, muy fluido. Japonés, pues todos lo hablamos. También se mucho inglés y un poco de español —alza las cejas un par de veces, como intentando competirle.
—¡También sé mucho inglés! —en realidad, es el único que sabe hablar bien además de japonés—. Español… Por ahí. No es mi favorito, pero sé cómo se dicen tres cositas… —«Sólo «te amo», «hola» y «gracias»»—. Y…
»¿De dónde sabes tanto coreano? ¿Te gusta el kpop también? De que te gustan los juegos y anime se ve de lejos, sin ofender —lo mira interesada, llevando ambas manos abajo del mentón al apoyarse con los codos en el escritorio.
—La verdad, sí, pero sé porque soy coreano —sonríe amplio y juega con el cabello propio—. Por lo visto mi japonés ya es muy bueno~ —su tono de voz se hace más dulce y su mirada más brillante—. Me pone feliz —alza las manos cerradas hasta el pecho propio.
—Menos mal que me avisaste… —mira hacia abajo, con una sonrisa divertida—. Antes de hacerte sangrar los oídos con mis errores de pronunciación.
Umi forma un puchero con los labios. No le hubiera gustado pasar vergüenza al mostrarle como «invoca demonios».
—Ah~ Debería habértelo dicho después —ríe fuerte y le jala suave una mejilla.
—Está bien que me lo dijeras ahora, odio las mentiras o que me oculten cosas —esboza una sonrisa ladina y pellizca al menor en el brazo.
—Oye~ —tiembla un poco, tal vez por la sorpresa o dolor—. Sólo bromeaba —ahora él tiene un puchero por expresión—. Jum~ —le muerde el dedo despacio, jugando.
—Ah… —un sonido extraño, pero a la vez dulce y suave se le escapa—. Uhm… ¿Seguimos con el ZEG4? —trata de ignorar lo que pasó. Es muy vergonzoso para ella, y por desgracia la mayoría que la conoce siempre la molesta con eso.
—Perdón, ¿Te dolió? —parece haberlo interpretado diferente. Su rostro muestra rebosa de curiosidad, aunque el tono que utiliza sí suena a preocupación.
Eso confunde a Umi, y la apena aún más.
—No, no, tranquilo —sonríe y acerca la mano al mouse, buscando otro juego, «P*zzle and Acti*n».
—Entonces sí eres una pervertida, realmente —sonríe y le da unas palmadas en el hombro—. Descuida, no le diré a nadie que gimes con algo tan simple —¿Se supone que intenta tranquilizarla?
—Es tarde para eso, casi todos lo saben… —ríe, con los dedos sobre la comisura de los labios—. Lo de que soy sensible mis hermanas lo saben desde siempre, y en la escuela se enteraron por culpa de Yuu…
»Él tenía la maldita manía de pellizcarme el brazo o «hacerme cosquillas» en las rodillas —mira hacia arriba.
»Anteriormente… La gente de todos modos parecía divertirse con manosearme, no estoy segura de si fue por el ruido o por el tamaño de mis pechos.
»En todos los casos, supongo a excepción de Yuu porque estaba enamorada, me sentía bastante incómoda.
—Entonces, ¿Prefieres que no vuelva a tocarte? Digo, si te incomoda no tengo problema, usualmente no soy cariñoso con casi nadie si no son mis más cercanos, mucho menos mujeres.
—No te comportes frío… Así está bien, no hiciste nada malo… Sólo ignora eso, ¿Sí? —abre el juego que buscaba y comienza a configurar para dos jugadores.
—¿Estás segura, segura? —mira a la mayor con detenimiento, pero sin acercarse.
Io no obtiene una respuesta de su rostro, ella está con los ojos firmes en el monitor.
—Sí Io, de veras… Yo… Me gusta ser cariñosa con la gente que aprecio, y es triste cuando son fríos conmigo. Si no me abrazaras o bromearas conmigo sería triste —le explica lento. En el ordenador escoge un minijuego, uno de joyas.
—Uhm… —se acerca de nuevo a «su lugar», acomodándose en el banquillo, mientras mira su parte del monitor para jugar. Otra vez el color rojo se apodera de a poco de sus mejillas—. ¿Tan pronto me quieres? —en lugar de cubrirse, voltea a verla.
—He querido gente en menos tiempo antes, aunque debo admitir que hace mucho que no me pasaba —vence sin problema alguno al menor en esta ronda, ubicando joyas en fila—. ¿Tú me quieres? —cambia de minijuego a uno de rompecabezas.
—Mh… Es difícil de responder eso —ríe bajo—. Preferiría responderte más adelante —obtiene una puntuación más alta, así que gana esta vez—. ¡Uwwa~! Por fin, maldición —sonríe animado, aún con la vista sin apartar de la pantalla.
—Oh… Está bien, no es como si todo el mundo fuera a mi ritmo —Infla una mejilla. Se concentra en lo que seleccionó el chico, pues quien gana escoge el próximo minijuego en P*zzle and A**ion, excepto en la primera ronda que elige cualquiera.
Umi se pregunta si habrá sido una buena idea el cuestionar de forma tan directa esas cosas cuando no llevan tanto tiempo de conocerse.
Se replantea en su cabeza si de verdad lo quiere, pues es una mala costumbre suya encariñarse rápido.
Confía pronto en quienes le muestran mucha fluidez al conversar, y con Io… Es difícil negar que su aroma y su voz también aportan. Es indudable que químicamente le atrae.
Tratando de no pensarlo tanto y sólo disfrutar que el día es mejor que más temprano, se mantiene divertida con él.
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Luego de jugar un rato más, deciden descansar de utilizar la computadora. Umi propone la idea de dibujar, así que saca de su mochila una tapa de cartón, una hoja y un papel. Io imita su acción, buscando en la propia también.
Se dirigen al suelo, en el espacio que hay entre la litera y la otra cama. Es un lugar recto, y está limpio tras que Umi haya barrido el día anterior. De no ser así, ella no se sentiría cómoda.
—Voy a enseñarte a dibujar —asiente varias veces la chica—. Me gusta que las personas dibujen.
»Chi dibuja, Sa también sabe, a Yuu le sale pero es medio holgazán para eso —traza un círculo desperfecto en la parte de arriba—. Oh, rayos.
Io, riendo bajo, le alcanza una goma de borrar.
—Bueno —acomoda la garganta, mientras borra lo superior de ese intento de forma geométrica, y lo hace bien ahora—. Esta sería la base de la cabeza.
—¿Sí? —la mira y luego a la hoja, alzando las cejas, mostrándose interesado.
—Entonces, tienes que dividirlo en dos. Hacia arriba y hacia abajo, quedaría como una cruz —va marcando mientras le explica—. Luego, con lo que mide la mitad desde arriba hacia abajo, haces la misma medida hacia abajo.
»Sería como si la cabeza fuesen tres mitades —le señala la última línea—. Entonces, aquí vendría el mentón.
—Oh~ Ya veo —Io se sienta con una rodilla hacia arriba, cerca del pecho. La otra pierna sigue en la misma posición que la tenía cuando estaban cruzadas.
También, apoya el brazo sobre su rodilla, dejando caer la mano. En general, recarga su cuerpo contra la madera de la cama de Aoi.
—Los ojos, los marcarías aquí —le señala en la «segunda mitad» del rostro, a la vez del círculo—. Divides esta parte en dos, y bajo la línea que trazas, van los ojos.
»En el estilo que dibujo, los ojos terminarían en el final del círculo original que hicimos al inicio, que coincide con la línea de que termina la segunda mitad de la cara. La nariz va en un cuarto de la tercera mitad, y la boca está-
Antes de que ella termine de explicarle, Io le muestra la libreta que suele llevar en el bolsillo.
—¡No puede ser! —se tira de bajo los párpados—. Debí haber quedado como estúpida… —baja la cabeza, pero la alza de inmediato porque quiere curiosear—. ¿Quién es ese chico?
—Él es uno de mis mejores amigos, Kabuto. Pensé que lo habías visto, ya que nos cruzamos varias veces y él estaba conmigo —le comenta tranquilo, riendo bajo, mostrándole que en hojas más adelante tiene demasiados dibujos del mencionado.
—No, no le había prestado atención. O quizás no lo vi, soy algo ciega. Tengo tres cincuenta y cuatro de miopía…
»Y tres y tres cincuenta de astigmatismo —se sostiene el mentón, pensativa—. Estoy segura de no haberlo visto —vuelve a fijarse en el dibujo—. Sabes, tienes un estilo muy bueno… Me gusta el semirrealismo.
—Puedo hacer eso y mucho más —le mira, sonriendo con los ojos entrecerrados. ¿Es una clase de competencia, o presume? Seguido de eso, ríe—. Con eso supongo que puedo cumplir tu idea de que «te gusta que la gente dibuje», ¿No?
—Sí, más de lo que esperaba —se cubre los labios por unos momentos, viendo con interés no sólo el trazo ajeno, sino también su forma de escribir.
A ella de por sí le agrada bastante cómo se ve el hangul. Io en particular, posee una caligrafía muy linda.
Tanto en kana (combinación de kanji, hiragana y katakana) y en hangul, el menor pareciera dibujar las letras. ¿Será que las practica mucho?
—Tienes linda letra —le menciona como un comentario al azar—. Cambio de planes. Si no te molesta, quisiera que me enseñaras un rato a dibujar, y a escribir.
—Ya tienes bases, así que puedo enseñarte más rápido~
Io continúa con esa sonrisa de ojos cerrados, alegre.
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Media hora más tarde, entre lo que practican en el papel y conversan, Io suelta un comentario que incomoda a Umi.
—Sabes, creo que la mejor manera de solucionar las cosas con tu familia y tus amigos es vengarse —se lo menciona muy natural—. Sobre todo con esa Sakura.
»Lo mejor que puedes hacer es causarle el mismo dolor, para que ella no te lastime más.
—Uhm… —un gran frío se apodera de su espalda, a la vez de una sensación de mareo. Siempre le sucede cuando le pasa algo triste de repente—. No. O sea…
»Chi me dijo de defenderme, eso es correcto. Pero vengarse es algo completamente diferente. La venganza no es buena, Io.
—¿Por qué no? —de verdad parece pensar que está bien.
—La venganza siempre arrastra a gente inocente, porque la gente no piensa al hacerlo. Tienen la cabeza tan llena de cosas, que se pierden a sí mismos en el proceso.
»No me gusta la venganza… Me parece algo horrible, y mira que tengo miles de motivos para hacerlo como dijiste.
—Es… Ilógico que soportes todo eso y no… Hagas… —Io baja la mirada, rascándose tras el cuello—. Hm, cambiemos de tema —deja salir un suspiro largo.
El sonido que hace el otro al suspirar, borra por completo de la cabeza de Umi lo que discutían. «Si suspira tan bonito, ¿Cómo serán sus gemidos?», ríe dentro de su mente.
—¿Y… de qué quieres hablar? —con lo que sucede, es mejor no decir nada.
—¿Te gustaría salir más tarde? —hace una pausa—. O prefieres quedarte en tu casa —parece más relajado de nuevo.
—Oh, no tengo problema de salir. Obviamente más tarde, afuera parecen cascadas todavía —opina lo último mientras mira la lluvia a través de la ventana.
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Cerca de las 20:00 PM, por fin la tormenta cesa. O así parece ser desde la habitación de Umi. Se preguntan si continuar dibujando, o salir a pasear aunque sea un rato.
Cogen los celulares, en el caso de Io también los auriculares porque prefiere llevarlos. Sumado a ello, el paraguas del chico. Y por supuesto, se abrigan.
Bajan por las escaleras a la sala de estar, y ni bien lo hacen, suben corriendo Aoi y Kana. Al ser tímidas con las nuevas visitas, siempre suelen quedarse abajo.
Io y Umi permiso, y se lo conceden hasta las 21:30 PM por ser día de semana.
Al salir de la casa, se percibe una ligera llovizna, no es necesario siquiera abrir el paraguas. Ambos adolescentes se ven animados con la frescura del ambiente.
Umi está súper emocionada en su interior, así como nerviosa. Nunca paseó con un chico a solas más que aquellas veces para comprar algo y volver, con Yuu.
Le da curiosidad saber qué es lo que gustan de hacer los chicos al salir, puesto que Sakura y Chitose no varían mucho, o eso cree por haber estado sólo en la primera parte del centro.
En poco tiempo, atraviesan la plaza Niiro. Teniendo en cuenta la hora, Umi advierte de no irse muy lejos para no regresar tarde. Io asiente a su petición y en lugar de llevarle al otro centro, ingresan al «shopping».
Dentro de este hay mucha gente, por la anterior tormenta varios deben haber buscado resguardo.
Entre la multitud, pasa Shin, que saluda a Umi con un simple choque de manos y continúa su camino.
Por otro lado, varias de las chicas que allí se encuentran hacen referencia a la apariencia de Io. «Wow, qué guapo», «Qué chico tan alto», «mira amiga, es ese». Esas son únicamente algunas de las frases que se escuchan.
La mayor arquea una ceja, pensativa respecto a lo que oye. Se le viene a la mente un chico de cabello anaranjado del que hablan en el Tomoedo. Recuerda la reacción que tienen sus mejores amigas cuando lo ven pasar.
Io parece estar acostumbrado, por lo indiferente ante eso. Toma de la muñeca a Umi para llevarla por las escaleras, hacia la sala de juegos.
Se miran con detenimiento y luego al lugar: está la plataforma de Pump, un hockey de mesa, juegos arcade variados, inclusive de pistolas. Es el paraíso de los juegos retro, pues todos estos son de fines de los 90s a comienzos del 2000.
Umi no trae una gran cantidad de dinero, así que le ofrece que jueguen un par de canciones en el Pump. Claro, Io acepta gustoso. Como se ha visto con anterioridad, puede que sea su atracción favorita del lugar.
Cuando terminan de usar la plataforma, salen del local y se quedan paseando en el centro, disfrutando de un lindo aire fresco en verano.
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[ 2014, Julio, 6 ]
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Como es lo usual, se sabe que Umi sale los sábados (ayer) con Chitose y Sakura. Por fortuna, aquella discusión que habían tenido en Tomoedo llegó a su fin, permitiéndoles así disfrutar del fin de semana como cualquier otro.
Umi aprovechó ese día para contarles de lo que había hecho el jueves; en otras palabras, introduciéndoles a sus mejores amigas la persona con la que ella se está viendo, por si él llegase a ir con ellas alguna vez.
En la actualidad, son las 17:23 PM del domingo. Io se encuentra en casa de Umi, en el living. Conversa con Umibozu, el padre, que se halla sentado en la mesa. El menor, de pie frente a él.
Io va vestido con una chaqueta de jean negra, desabrochada y sin mangas, que llega hasta un poco arriba de la mitad del muslo. También, unas muñequeras blancas, y una camiseta sin mangas del mismo color.
Sumado a eso, un pantalón negro ajustado con algunos cortes, y unos borceguíes de color bordó. Como siempre, sobre su cabeza lleva algo. Esta vez, los lentes de sol, los mismos de su «conjunto» para ir a preparatoria.
El chico trata de convencer al padre de Umi de poder traerla de vuelta más tarde a casa. A las 9:30 PM a Io le parece que es poco tiempo. Le explica al señor que no le va a suceder nada malo, ya que el chofer personal de la familia los va a buscar.
—¿Ah, sí? ¿En qué empresa trabaja tu familia?
Umibozu no parece muy convencido al respecto. Se nota en su mirada que cree que el menor miente.
—Miranosuki. Mis padres eran los dueños de la empresa, ahora está mi hermana a cargo —baja la mirada un momento, no se ve muy alegre al mencionarlo.
—Uh… —el señor suspira y niega con la cabeza—. Disculpa, tendría que haberme dado cuenta —lo observa con atención, todavía con expresión de duda—. Entonces… ¿Tu apellido es Kwang? Era el apellido del dueño.
—Así es. Mi nombre verdadero es Kwang Jeong Min. Io es el nombre que tomé al llegar a Japón —asiente, mirándolo serio.
—Ese accidente… Todavía lo recuerdo. En todas las noticias salió el choque… Qué horror —la mirada de Umibozu cambia totalmente al decir lo último—. Es verdad que eres ese niño. Es la misma cara… Disculpa, no me di cuenta.
—¿Qué choque? ¿Qué pasó? —Umi se siente perdida, no entiende nada de lo que habla el par a su lado.
—No se pregunta eso, lo vas a poner mal al chico —la regaña su padre, hablándole al oído pero igual se escucha. Su voz de por sí es fuerte.
—Descuide señor. No tengo problemas en contarle. Pasaron varios años… —mira hacia arriba y luego a Umi—. Mis padres estaban discutiendo ese día.
»No sería algo muy raro en ellos en realidad —aclara la garganta—. Tenían que ir a una reunión empresarial, y mi madre estaba muy molesta por una tontería que había pasado en casa más temprano —cuando dice eso, frunce apenas el ceño.
»Mi madre solía golpear a mi papá, tirándole o rompiéndole cosas encima. Él jamás le puso un dedo encima, pero sí golpeaba las paredes de casa o las puertas o cosas así…
»Digamos que estoy dándote el contexto —hace una pausa—. Entonces, mientras mi papá conducía, mi madre le reclamaba… Y… Cuando ella lo golpeó… Él perdió el conocimiento. Justo en ese momento venía un camión, y chocó.
»Luego se sumó otro camión, dos autos, una motocicleta… Uno tras otro… —de nuevo se detiene de explicar por un momento.
»Pudimos saberlo gracias a las cámaras que había en uno de los autos, y el hecho de que yo recuerde qué sucedió antes de eso —baja la mirada y luego ve a Umi, seguido de ella a Umibozu—. Mi familia no perdió precisamente estatus por el accidente, ya que no fue culpa de mi papá.
»Sin embargo, hemos decaído por otro motivo, del cual no estoy molesto. Mi hermana no es muy buena administrando, pero ella me da la posibilidad de que pueda seguir disfrutando una adolescencia normal.
Un silencio abrupto se apodera del área por unos momentos. El señor, pese a conocer la historia, se muestra culpable de haberlo cuestionado. Umi mira con gran preocupación a Io, no sabe cómo reaccionar al enterarse.
—Perdona que mi hija te haya preguntado algo tan personal —procede a disculparse el mayor—. También, no tendría que haber dudado tanto —se atreve a mencionarle.
—Está bien señor. Sé que me veo más o menos… poco fiable quizás. Y no le culpo, yo no le había contado a Umi nada de mi familia.
»De hecho, hoy pensaba contarle e invitarla a casa —le explica con tranquilidad, y sí se ve sincero al respecto.
—Bueno, no vuelvan muy tarde. Hasta las doce como mucho, porque mañana tienen clases los dos —aclara Umibozu, y luego le da unas palmadas en el hombro—. Si salen algún sábado o viernes, puede ser hasta las una o dos de la mañana.
—Oh~ Muchas gracias —hace una reverencia. Después regresa a su posición anterior—. Volveremos a la hora que dijo, no se preocupe —se acerca primero a la puerta.
Umi lo sigue a pequeños pasos, pero en gran cantidad. Parece que corre tras él, ya que el menor posee las piernas largas, y ella es baja estatura.
Afuera de la casa, ya en la puerta, Umi mira con intriga a esos ojos amarillos un tanto decaídos. Se siente preocupada. Comienzan a caminar como si fuese que se dirigen a Tomoedo, a un ritmo normal para ella, lento para Io.
—No te quería hacer sentir mal. No sabía nada, en serio. Ni siquiera sabía tu verdadero nombre… Mucho menos el accidente… Recién también me entero que la ropa que estás usando es de la compañía de tu familia.
Menciona, mientras observa con curiosidad una etiqueta en una esquina interior de la chaqueta negra.
Se puede notar a simple vista, una silueta de espejo coloreada de azul. Ese es el logo de la compañía Miranosuki.
—Siento que yo debería disculparme en parte… Porque yo no quería ocultarte nada. Pero hoy mismo estaba por contarte al respecto, lo juro —le mira con las cejas arqueadas, parece sentirse culpable.
—Sí te creo, tranquilo… —le da unas palmadas en la espalda, sonriendo apenas. Sabe por su aroma que es cierto.
—Sobre mi ropa —señala la camiseta blanca—, esta no es de la compañía. Pero también te puedo decir, que lo que estoy usando se podría hallar fácil en cualquier lugar.
»Sería, ¿Cómo decirlo…? —mira hacia arriba y luego a ella—. Son modelos genéricos. Lo que vende es la marca.
—Entiendo~ Uhm. Tengo dos curiosidades más, ninguna es algo personal realmente. O al menos eso creo —forma un puchero con los labios, preocupada por no querer «arruinarlo».
—Tranquila. No quiero que te andes haciendo malas ideas cada vez que preguntes algo. Sigue hablando y preguntando natural, como harías siempre. Eso hace que las conversaciones sean más fluidas, ¿No crees?
—Sí… Supongo que sí —suspira, bajando un poco la cabeza. «Tengo miedo de cagarla».
Mientras caminan, llegan pronto hacia la plaza Ichiro. Es la primera parte del recorrido.
—¿Qué me ibas a preguntar? —parpadea varias veces, mirándola con una expresión de curiosidad.
—Bueno, como dije, son dos cosas. Una es, ¿De verdad volveremos en auto? La otra es, ¿Por qué no llevas tus goggles y estás usando unos lentes de sol? —se anima a decirle.
Ella, por su parte, va vestida con las mismas prendas con las que fue al viaje.
—Ah, eso —sonríe con más naturalidad. Se ve que ya se le pasó el decaimiento—. Uso goggles con algunas ropas, con otras no. En este conjunto y en el uniforme escolar van los lentes de sol —los señala arriba de su cabeza, y después los coloca en los ojos propios.
»Me gusta más tenerlos de adorno, pero sí sirven —ríe y los regresa a donde estaban—. Sobre lo del transporte, podemos ir si gustas. Pero… Yo me mareo mucho cuando voy en un vehículo cerrado. Los odio —hace una mueca de desagrado graciosa, achicando los ojos.
»No es que no te quiera acompañar en auto, pero tendrías que soportar mis quejas durante el camino.
—Ay Io —no puede evitar reír por su expresión—. Está bien, no me molesta volver caminando —mira hacia el frente y luego a él nuevamente—. Tu casa no es una mansión, ¿Verdad? Sería extraño para mí ir a una mansión.
Por no decir que tendría más miedo de cagarla.
—No, no lo es —la ve algo curioso por el comentario, y hace una forma circular con los brazos y manos—. Mi casa es grande, es como el doble de la tuya.
»Tiene dos pisos como donde vives, pero es más amplia, y no tiene terraza. No se puede subir al techo.
—Ooh~ Entonces no significa que por ser millonario automáticamente uno vive en una mansión lujosa —lleva una mano al mentón, pensativa.
En la actualidad, están pasando frente a Tomoedo.
—No siempre —ríe cerrando los ojos, llevándose los dedos de la diestra a cerca de los labios—. Pero, sabes —regresa la mano a moverse mientras camina—, Kabuto sí que tiene una mansión —mira hacia abajo, a donde la mayor.
»Mis padres consideraban vivir en una mansión como algo innecesario. Apenas había un señor que venía a limpiar ocasionalmente en nuestra casa.
»Ese señor, es el padre de Chris —sonríe animado cuando le cuenta—. Es una persona muy, muy amable. Me cae muy bien.
»Es el mayordomo principal de la familia Tsuyomi, o sea, los padres de Kabuto. Sin embargo, es un amigo de mi familia también. Ese señor es todo lo que está bien —asiente varias veces—. Es algo así como un segundo papá —ríe bajo.
—Me alegra mucho que se lleven así —le sonríe cálido. Le alivia ver al menor entusiasmado con lo que cuenta, aunque le cuesta retener toda la información.
»Tú y el par de amigos que mencionas, se ve que son de veras muy cercanos —opina pensativa, pero sin cambiar su expresión—. ¿Y Chris donde vive?
—La familia de Chris vive en la mansión Tsuyomi. La madre de Chris falleció antes de que él pudiese conocerla, así que viven sólo ellos dos allí —niega un par de veces con las manos—. Esto no es un secreto, por las dudas.
»Y él se lo toma con tranquilidad —hace una pausa corta—. Monetariamente hablando, él sería de clase media, como en tu casa. No les falta nada, viven bastante bien~
Io continúa explicándole algunas cosas de las diferencias entre cada una de las familias, así como algunos detalles de las dos casas. Umi lo escucha muy atenta, pues por lo general es ella la que le cuenta sus cosas.
«Supongo que me tiene la suficiente confianza ahora».
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Atraviesan la plaza Niiro, y siguiendo derecho en totalidad por seis cuadras, se llega al parque Saniro.
Así como la plaza Ichiro tiene para resaltar una gran estatua y un pequeño lugar de juegos, y Niiro la fuente y los bancos techados con enredaderas, Saniro también tiene lo suyo.
Su tamaño es el mismo que el de las mencionadas, sin embargo, aquí hay muchos más árboles.
En específico, apenas entrar si se viene desde Niiro, se puede ver que hay unas ferias de comida y artesanías.
Las creaciones de madera y metal de este sitio son mejores que las que se hallan en el otro centro. También, hay algunas comidas que solo se venden aquí.
—¿Quieres que te compre algo antes de ir a nuestra casa? Tengo algo de dinero en el bolsillo. ¿Comida, alguna cosa? —se detiene de caminar un momento, y mira a los alrededores. Mantiene una sonrisa tranquila.
—Uhm… No, gracias. No es necesario. ¿Creo? Depende, de si tienes hambre. Y hay algo que me llamó la atención, ¿Por qué dijiste nuestra casa? —enarca una ceja, extrañada.
—Literalmente, costumbre. En Corea no se suele decir tanto «mi», sino más bien «nuestro». Todavía intento acostumbrarme a que aquí eso genera confusiones —ríe bajo, arqueando ambas cejas—. Lo siento si eso te incomodó.
—No hay problema~ Es interesante aprender de otras culturas —asiente con la cabeza, muy pensativa por el dato. No obstante, cambia de manera rotunda el tema—. ¿Quieres que llevemos algo para compartir con tu hermana?
—Oh, cierto. Olvidé mencionarlo. Ella está de viaje, pero no vamos a quedarnos solos precisamente —le muestra una sonrisa amplia, caminando en reversa por un momento—. Voy a presentarte con Kabuto y Chris, ellos nos están esperando~
—¿Eeeeh? ¿Nos esperan en tu casa? —enarca ambas enarca, sorprendida. Lleva una mano al mentón—. En ese caso, sí podríamos comprar una botana para compartir.
—¿Eso nada más? ¿Segura, segura? —se acerca un poco más a ella en cuanto le pregunta lo último.
Llevaban una distancia natural hasta este momento.
—Pues… —no le incomoda, puesto que ella es la que suele acercarse mucho como consecuencia de ser muy amiga de Yuu. Costumbre de hablar cerca así «la escuchen bien»—. Ni siquiera sé si ya hay comida en tu casa como para pedir algo.
—Es cierto —ríe, alejándose a estar de nuevo a la distancia usual—. Entonces, voy a aclararte unas cosas.
»No puedo comprar un restaurante como si nada. Mi hermana maneja la compañía, pero eso no quiere decir que me dé una vida de muchos lujos. Me da la misma mesada que podrían darle a cualquier chico en preparatoria.
»Ya que ella fue criada como «una princesa», por culpa de eso tuvo muchos problemas para adaptarse a manejar Miranosuki —saca del bolsillo el móvil y le muestra—. Esto tampoco es precisamente de último modelo, pero funciona muy bien para lo que quiero —sonríe divertido.
»Lo que trato de decir es, no podría comprarte cualquier cosa a menos que trabaje.
—Oh~ —otra vez, un bombardeo de información en su cabeza—. Entonces… Significa que no puedo pedir mucho. Pero eso no me responde si ya hay algo en tu casa.
—Ah —se golpea suave la frente con una mano, cerrando los ojos—. Mi error —suspira y guarda el celular.
»Creo que sí hay unas bolsas de papas para comer. De todos modos, si te gustaría algo más, podemos llevar unas dos o tres bolsas. Me alcanza para eso ahora —le menciona mientras cuenta los yenes con los dedos en el bolsillo.
—Entonces~ Unas papitas picantes con sabor a queso, y unas de jamón, y unas de… Mmm… Pizza.
—Umi —ríe fuerte al escucharla—. Eso se podría conseguir en cualquier lado, no sólo aquí. Pero está bien —le toma por la muñeca y la guía despacio hasta el puesto donde venden lo deseado—. Escoge tranquila.
—Oky~ —coge las tres botanas y le muestra al vendedor que llevarán eso.
El menor paga y la vuelve a guiar hacia afuera de las carpas de la feria. Umi mira con detenimiento y a la vez curiosidad. Le resulta agradable la presencia del otro.
No caminan tanto más, pues de forma literal hacia el este del parque Saniro, pasando por una gran cantidad de árboles, en la cuadra de en frente hay una casa con unas largas rejas negras. Son simples, sólo en la parte de arriba tienen una punta en forma de rombo.
Tras pasar por las rejas y cerrar con el seguro, es el jardín de la casa. El césped a una altura baja, un par de arbustos a la izquierda, y una pequeña fuente hacia la derecha (con un área de menos de medio metro).
La edificación a la que se acercan se ve a simple vista de color rosa pastel muy obscuro, casi un rojo apagado. Hay una ventana a cada lado de la puerta doble de maderas marrones, tapadas por cortinas.
—Aquí vivo yo. ¿Viste que no es tan lejos de tu casa?
Io expresa una cierta emoción mientras le dice eso. Se le nota muy animado. Saca una llave del bolsillo y abre la puerta.
—Con permiso —dice Umi, mientras ingresa lentamente.
—Como dijiste el otro día, siéntete como en casa~ —la cita, y apresura un poco el paso hacia adelante.
Apenas al ingresar, se puede ver que es el living.
—Deja tus borceguíes a la derecha, ¿Sí? —sugiere, mientras él se quita los propios junto a los calcetines.
—Bueno. No hay problema~ —piensa en que su familia no suele hacer eso por alguna razón, aunque ella sí deja el calzado en la puerta de la habitación. Ahora, se quita sólo los borceguíes, no como el otro chico.
Igual que en casa de los Murasaki, también se encuentran juntas la cocina y el comedor. Es un salón muy amplio.
De inmediato a la izquierda de la puerta doble, hay un par de sofás enfrentados con una pequeña mesa. Hacia la derecha, hay unos jarrones con flores.
Más adelante, al medio del área, se ubica la mesa de almuerzo y unas seis sillas. Al este de estas, una televisión colgada a la pared. Y en la esquina este, la cocina.
El techo es blanco y muy alto, ya que hasta ahí llegaría el segundo piso. Muy similar a la construcción de Tomoedo, esta segunda planta está en el contorno.
La cocina se encuentra inferior a un techo más bajo, ya que concuerda con el suelo de arriba.
El suelo general de ambas plantas son sólo baldosas negras lisas y brillantes, en donde se reflejan los focos araña. Se puede ver también que las paredes son negras, pero opacas.
Las escaleras para subir se sitúan casi al medio, un poco más atrás. Hay unas del lado izquierdo, y otras del derecho.
Hacia la derecha se hallan cerca de la mesa y la cocina, hacia la izquierda no hay muebles. Y si se sigue en la planta baja, se puede ver que hacia el fondo hay una puerta, que llevaría a otro gran salón.
En este último, el suelo y las paredes son blancas, hay espejos y un gran piano, así como muchas ventanas que muestran el patio. También, una pequeña puerta para ir al baño.
Umi contempla cada detalle de la planta baja, y recién se acerca a las escaleras, subiendo con mucho cuidado.
—¿Las habitaciones están arriba? —le dice sin mirarlo, todavía se siente perdida en su curiosidad.
—Sí. La de Juri está hacia la izquierda —le señala, aunque sabe que no la puede ver—, y la mía por la derecha —ríe bajo—. Como ves, los baños están al lado, no en suite.
La planta alta también tiene un salón al que se ingresa si se va derecho, que se divide en dos por un pequeño pasillo.
Una «habitación secreta» hacia la izquierda, y a la derecha por una puerta, el depósito. Sobre aquella escondida, Umi se percata porque los pasos suenan distinto en la cercanía.
—¿Quieres ver ahí? —ríe Io por la curiosidad ajena, y alza las cejas.
—Mmm… Sí, pero no. O sea, estamos yendo a tu habitación. ¿No? —se sonroja un poco. Le da algo de vergüenza que su intriga sea tan obvia.
Io ríe suave, levantando una tela del mismo color de la pared, y deja a la vista una puerta.
—Mmm… —juega con los dedos propios—. Sólo cuéntame qué hay. No hace falta entrar ahora —por alguna razón se siente culpable.
—Es la única habitación que tiene baño adentro, y hay una cama y una mesita de luz. También una ventana.
»No es nada del otro mundo, pero Juri y yo queríamos hacer la casa más misteriosa —hace una seña con las manos, moviendo los dedos como arañas.
—Aeish —ríe fuerte, negando con la cabeza—. Entiendo.
Regresan por el pequeño pasillo hasta cerca de las escaleras otra vez. Se divide en otros pasillos más, hacia la izquierda y la derecha. Se dirigen al último mencionado, del lado de Io. Se puede ver que, sin exagerar, las puertas del baño y el cuarto están una al lado de la otra.
«¿Entonces por qué no hacían directamente que sea suite? Hicieron lo mismo en mi casa. Aaaaaah» Se queja en su cabeza Umi, ya que ella quisiera no tener que pasar por el pasillo tenebroso en su casa.
—Espero que hayas disfrutado el recorrido —ríe divertido, y gira el picaporte circular, abriendo la puerta.
La habitación conocida. Las paredes negras con detalles de rombos blancos, el suelo suave de rojo, y el techo blanco. La cama con su mesita, la computadora, el placard, y la pequeña biblioteca a un costado.
Agregado a esto, dos personas que se concurren allí seguido, cuando deciden estar ahí y no en la mansión Tsuyomi.
Lo cierto es que la escena no es la que esperaban. Andan recostados en la cama, y se separan de un beso. Se ve también que el chico de cabellos anaranjados y músculos más marcados, desliza la mano hasta salir de la polera del otro.
—Hombre, llegaste antes de lo que planeado.
»Lo siento —comenta Kabuto, con el rostro algo rojo, sentándose en el lugar.
—No pasa nada. Mientras no ensucien mi cama no hay problema —ríe y mira a su invitada. Se rasca la nuca en forma de expresión—. Lo siento. No era mi idea que vieras eso.
—E-está bien —ella se ve aún más roja que Kabuto por lo que presenció—. Uhm. Soy Umi. Yo… Vine aquí… Esto… —no puede evitar cubrirse un poco los labios con una de sus manos.
—Soy Chris —se presenta sin problemas el más alto de los tres en la actualidad, estirando los brazos—. Un gusto conocerte~ Io nos ha hablado mucho de ti.
—Así es, de verdad casi nos manda a buscar satelitalmente dónde vives para poder hablarte —bromea Kabuto, riendo. Se ve que se acomoda el cierre del pantalón jean que lleva puesto.
—No exageren —ahora es Io quien se sonroja, y niega un par de veces con la cabeza—. Lo siento Umi, bueno, uhm… Ellos son mis mejores amigos.
—Eso noto —asiente para sí, más avergonzada mientras descubre otros detalles de lo sucedido—. ¿A dónde nos sentamos, o dónde dejo mis cosas? —le pregunta, mirándolo perdida.
—No has traído un bolso ni nada, así que deja las papitas sobre la cama. Puedes sentarte ahí con Chris y Kabuto, hay mucho espacio. Sino en el suelo, siempre lo limpio —él se dirige hacia la cama y se acuesta, estirando las piernas.
—Claro… Es… Una cama como la de mis padres. ¿Y es para ti solo? —parpadea varias veces mientras se acerca a donde están los demás.
«Dios, son puros hombreees. Aaaah. Sonaba más normal antes de estar aquí. O sea, ¡Recién me doy cuenta de que estoy sola con tres chicos!», piensa y se sienta despacio.
«Parecen gays… A la vez, se ven amigables o amables, hablan como Io en fluidez, y parecen muy cercanos».
Aunque Umi todavía no diga nada, no hay precisamente silencio en la habitación.
Los otros tres conversan tranquilos. ¿Será para ellos habitual invitar a chicas a la casa?
—Hombre, nos abandonaste un siglo~ —exagera Chris, moviendo de lado a lado a Io.
—Ya estábamos pensando con Chris cómo racionar la comida, no teníamos la llave —le sigue el juego Kabuto, tirando de la manga del recién llegado.
—아이고, ni que no pudieran salir por la ventana del living, idiotas —ríe fuerte Io y ahora toma asiento—. ¿Qué estuvieron haciendo? Aparte de… Bueno, eso.
Están ubicados en la cama Chris y Kabuto hacia el extremo derecho, sentados contra la pared y parte de la ventana. Io, más al medio. Umi también, aunque en el borde.
—Yo estaba jugando al Craine, y salió un pantallazo de actualización. Entonces, la dejé descargando —Chris señala con el índice el monitor que no se halla muy lejos, en donde se ve la barra de progreso.
—Yo estaba escribiendo la novela, pero me detuve un rato. Dejé el bolso en la silla de la computadora —comenta Kabuto mientras juega con los flequillos propios, algo tímido.
Tras sentir el ambiente tan natural, Umi toma una bocanada de aire y suspira. Ella no quería interrumpir su privacidad, así que en parte tenía miedo de que estuvieran molestos. Cómo nota que no es así, se anima a hablar.
—¿Puedo… preguntar las cosas que preguntaría siempre? Digo… —susurra a Io, porque no quiere arruinar nada.
—No creo que vayas a molestar, sólo piénsalo así. Ese par está demente —ríe a carcajadas, negando.
—¿Quién está más loco? ¿El señor enamoramiento flash o un par de buenos amigos pasando una bella tarde? —añade Kabuto, y le da una patada despacio en el brazo.
—Por si acaso Umi —menciona Chris, mirándola con una sonrisa amplia—, él no es mi novio. Por el momento estoy soltero, atravesando otra ruptura~ —hace una voz algo dramática—. Me dejaron otra vez.
—Sus novias duran como cambiarse de ropa —niega con la cabeza Kabuto, suspirando.
—Son… Muy… Uhm… Demasiado… ¿Sinceros? Hablan conmigo como si los conociera —los mira con bastante intriga, abriendo un poco más los ojos.
—Apuesto a que Io te contó mucho de nosotros también, así que no tiene caso intentar aparentar una imagen —le responde Chris, sonriendo con los ojos cerrados—. ¿O me equivoco?
—Bueno… Sí me habló de ustedes. Pero no lo suficiente como para imaginar que estarían besándose cuando ponga un pie aquí —mira hacia un costado abajo, riendo despacio.
—Generalmente Io y yo bromeamos mucho, él también con nosotros. Pero… Esto que viste recién, no es algo de todos los días. Tampoco sabría cómo explicarlo —se rasca tras la cabeza Chris, a modo de expresión.
—Io no se suma a estas cosas… más… cariñosas por así decirlo. No nos besamos desde el año pasado —Kabuto explica como si no quisiera dejar mal parado a su amigo—. Bueno… Io es… —lo mira algo sonrojado.
—Yo nunca besaría a Io, no es mi tipo —rueda los ojos Chris, torciendo un poco la boca—. Así que puedes estar tranquila Umi. Es todo tuyo.
—¿P-pero qué estás diciendo…? —parpadea varias veces, algo nerviosa y otra vez con un tono arrebol en el rostro—. Yo nunca dije que él me gustara… Es sólo un amigo. Un amigo nuevo, que estoy conociendo.
—Hm —Io aclara la garganta—. Vamos a presentarlos así. Kabuto era para mí lo que Yuu es para ti, con la diferencia de que nos llevamos bien y no discutimos cada que uno respira.
»Chris es mi mejor amigo también, y nunca hicimos nada de… Aeish… No puedo creer que estoy diciendo esto —lleva una mano a la frente, negando—. ¿Cómo acabó siendo así esta conversación…?
El ambiente se torna lleno de risas por la reacción de Io con toda la situación. A fin de cuentas, quizás eso les cause de algún modo más confianza.
—¿Cómo se conocieron? ¿Se conocen hace mucho? —se le ocurre preguntar a Umi, imagina que sí.
—Hombre, cómo olvidar ese día —mira hacia arriba Kabuto—. Me gustaría primero pedirte que lo que hablamos en esta habitación, se quede dentro de estas paredes —regresa la vista a la chica— ¿De acuerdo?
—Sí —asiente varias veces, expectante a la advertencia dada—. ¿Sobre lo que me estás por decir, o en general?
—Sobre todo. O sea… Sobre lo que viste, y lo que vas a escuchar. Son cosas que la gente no debería saber, por cuestiones laborales de la familia.
»No queremos meter en problemas a las empresas —se muerde el costado de un labio, algo nervioso.
—¿Bueno…? Aunque no creo que sea grave tampoco, lo que pasó. Pero está bien. No diré nada —ladea la cabeza, con una mirada más tranquila.
—Te quisiera aclarar de nuevo. Nosotros somos como cualquier grupo de amigos que bromea de forma cariñosa. Estoy segura de que conoces muchos así. La única diferencia, soy yo.
»Y yo soy el que en cierto modo desequilibró las cosas… Me siento realmente culpable todavía de lo que viste —suspira profundo—. Quedó muy desubicado de mi parte. Yo se lo pedí.
»Yo siempre soy el que pide esas cosas. Esos dos nunca hubieran hecho nada más allá de bromas de no ser por mi culpa… —hace una pausa—. Además, de verdad Io ya no hace nada conmigo, así que no pienses mal de él.
—Oh… —«De veras los dos amigos tratan infinitamente de justificar a Io. Aunque tampoco es como si yo fuese su novia o algo para que me den explicaciones», piensa y se pone una mano en el mentón—. Bueno, respondo tu aclaración antes de que me cuentes de lo otro.
»Quisiera decirte que no me parece grave lo que pasó. Miles de veces mi mejor amigo y mi mejor amiga están encimados uno de otro, y no es raro. No hay diferencia entre que sean dos hombres, o dos mujeres, o un chico y una chica.
»La razón por la que me sorprendió, fue porque no los conozco y fue inesperado. Nada más. Incluso podría llegar a sorprenderme si mis amigos están como ustedes, y yo entro de la nada. Es lo mismo, nada grave de verdad.
»Y sobre lo de Io, eso me trae sin cuidado. No es mi pareja.
—Uff… —suspira de alivio Kabuto—. Está bien. Me alegra que lo tomes así… Ahora sí —mira abajo, sonriente—. Cuando éramos niños… Yo tuve que mudarme a Corea por el trabajo de mis padres. En ese momento teníamos cinco años.
—Oh~ ¿Todos tienen la misma edad? —enarca ambas cejas, abriendo también más los ojos.
Chris e Io asienten con la cabeza.
—Nosotros dos somos de Corea —señala como un medio círculo Chris, haciendo referencia a Io también.
—Sí sabe eso —ríe Io y le pone una mano en el hombro al chico—. Deja que Kabuto le hable, parece que quiere conversar hoy —sonríe cálidamente.
—Como decía —devuelve la sonrisa y luego mira a Umi otra vez—, cuando llegamos a Corea, yo ya sabía bastante de coreano. Mi familia me había estado educando porque hipotéticamente seré el heredero —suspira—, aunque yo quiero dedicarme a escribir…
»Pero, eso es otro tema —niega varias veces—. Entonces, mi padre contrató a un señor que vendía globos en el parque. Ese amable señor, el señor Lee, es el padre de Chris.
»De ese modo, pasó un tiempo y él comenzó a vivir en la mansión que tenemos en Corea, junto con su hijito. Él es nuestro mayordomo más querido, y Chris, a esa edad, también le dijeron que tenía que ser uno.
»Es obvio no haría las mismas tareas que los mayores, pero le asignaron cuidarme —hace una pausa—. Chris era, así como lo ves ahora, muy divertido y molesto a la vez.
»Yo pensé que él sólo me hablaba porque se lo encargaron, aunque resulta no ser así —ríe bajo—. Puedes seguir tú, Io.
—Claro —sonríe ladino, y lleva la mano al mentón, con el índice y pulgar en forma de L—. Parece como si fuera una ronda de historias de terror —suelta una tierna risa y aclara la garganta—. Ya sigo —voltea a ver a la chica.
»Kabuto sufría bullying cuando era más pequeño.
»Los niños del barrio siempre lo golpeaban y le lanzaban piedras, porque decían que «él no sabía lo que era desear un juguete y no tenerlo». Una insana envidia, pero común por desgracia —asiente para sí—. Entonces, yo me enteré de eso.
»Y un día, mientras estaban en la plaza, fui a defender al par de niños que no conocía, del que todos hablaban como si ellos tuvieran la culpa.
»Golpeé a esos malcriados, y los amenacé de que si molestaban de nuevo a Chris o a Kabuto, le diría a mis padres para que dejen sin trabajo a los suyos.
»Porque, obviamente, influencias —se cruza de brazos y alza los hombros—. Para algo bueno debían servir.
—Luego de semejante escena, este hombre se estaba yendo sin decirnos nada —añade Chris—. Y yo no podía dejar que se vaya sin darle las gracias.
»Así que me acerqué a hablarle. Hice una debida reverencia y todo. Pero él —señala con el pulgar al otro chico— le dijo a Io que él no había pedido que lo ayuden.
—¿En serio? —Umi mira a Kabuto muy confundida.
—Sí… No sabía cómo reaccionar. Me sentí algo humillado, pero a la vez admiraba lo que hizo.
»Yo ni de cerca hubiese podido golpearlos. Chris tampoco en esa época —gatea hasta el lugar de la cama en dónde está Io, y le agarra un brazo—. Aunque esté apenas marcado, y no parezca la gran cosa, es más fuerte que Chris. Y siempre lo fue.
Chris le muestra cómo se marcan los bíceps propios, mucho más grandes que los de Io.
—No es que estén de adorno, pero Kabu y yo decimos que Io es un alien. Él tiene mucha fuerza para ser tan delgado —ríe animado y luego baja los brazos.
—Ya chicos, eso sí me da vergüenza —se rasca la nuca, con las mejillas rojizas—. Regresando al tema…
»Lo que pasó luego fue que, le dije a Kabuto que no me interesaba ayudarlo por algún motivo en particular, sólo odio las injusticias. Y siempre había pensado eso… siempre —mira hacia arriba por un momento, con una expresión más seria.
«¿Tendrá que ver eso con la situación que vivían en su casa? Quizás su padre era maltratado injustamente, e Io sentía que no podía hacer nada… Eso imagino»
—No sólo eso —agrega Kabuto—. Me dijo también que no era porque mi familia sea adinerada, y que yo no tenía la culpa de tener dinero…
»En ese tiempo yo estaba traumatizado con que nadie me quería, y que sólo eran buenos conmigo por el dinero se mis padres. Entonces asumí que él era igual. Y se lo dije.
—Io se enojó también y lo golpeó. Y le dijo algo como «no te ayudaré más si piensas que espero dinero», y Kabuto se le acercó llorando diciendo gracias —se señala a sí mismo—. Pero yo no podía dejar que lo golpee sin decirle nada, más habiéndome inspirado con verlo pelear.
»Así que me acerqué y lo golpeé. Le dije algo como «no le hagas daño, por favor».
—Luego andaban los dos llorando porque estaban lastimados y los terminé consolando —niega Io, sonriente—. Les hice cariño en la cabeza y se quedaron dormidos.
»Se podría decir que esa es la historia de cómo nos conocimos —ríe, arqueando las cejas—. No es impresionante, sólo que Kabuto te hizo dar más intriga de la que debería.
—¿Ya le contaste que por qué estás en Japón? —infla una mejilla el mencionado, enarcando ambas cejas, entrecerrando la vista.
—No… O sea, pensé que… Bueno… Se lo iba a contar luego. No quisiera que se asuste —desvía la mirada y abre más los ojos, estirando la boca a un lado como expresión.
—¿No es por lo de tus padres? —le observa con confusión, jugando con las manos propias.
—No exactamente… —suspira, arqueando las cejas y bajando la cabeza—. Por una parte sí, y por otra no —Io parece un tanto nervioso, juega con las manos propias—. No planeaba decirlo hoy, pero sí te lo iba a contar… —hace una pausa.
»Es mucho más corto de explicar —respira profundo—. Yo siempre peleaba con todos los bullies de la escuela. No podía dejar pasar nada nunca. Y Chris se sumó, porque pensó que hacíamos un bien. Aunque, luego eso se fue de las manos…
»Llegó a un punto donde nos buscaban porque querían pelear, con nosotros. Chris y yo obviamente nos defendimos, pero algunos resultaron lesionados… Y…
»Dijeron que nosotros éramos buscapleitos —mira hacia un costado, y luego a Umi—. Entonces, para que no se expandieran esas habladurías, tuvieron que cambiarnos de escuela. Juri estaba muy enojada —se abraza así mismo, como si le recorriera un escalofrío.
—Para que la familia Tsuyomi tampoco se viera involucrada —añade Chris—, decidieron volver a Japón.
»Quizás suene obvio pero… Nunca pensé que siendo un simple mayordomo podría manchar la reputación de una empresa —enarca una ceja, comentándole. A la vez alza los hombros y las manos a la altura de estos.
—Juri decidió hacer lo mismo, nos mudamos cuando teníamos doce. Es que la empresa Miranosuki y la empresa Hokuro trabajan juntas en la mayoría de las ocasiones.
»Miranosuki es de cosméticos, ropa y modelaje; Hokuro es de autos. Creo que se entiende —suspira Io y se truena los dedos—. No es nada preocupante, ¿Verdad…? —lo último lo dice algo dubitativo.
«Sinceramente escuché tanta información de golpe, que no podría pensar con claridad si lo que me está diciendo es bueno o malo. Demasiada información. Mucho para mí».
«No sé cómo haré para recordarlo. Pero siempre pienso esto cuando alguien me cuenta de su vida. Al final sólo recuerdo la mitad de las cosas o menos».
—¿Creo que no…? Bueno, no te tengo miedo si eso es lo que te preocupaba.
»Aunque sí me resulta exagerado que siempre resuelvan todo a golpes, desde niños —tuerce la boca a un lado—. Pero no pasa nada. Ahora mismo están todos bien, y sin peleas hasta donde yo sé, así que… Supongo que no me afecta.
—Bueno… —Io aún parece algo tenso, pero no decaído. Suspira y gatea por la cama, hasta el extremo de los pies. Recoge de aquí las bolsas, y se dirige al medio—. Llevamos mucho rato hablando, ¿Tienen hambre? —quizás busca cambiar el tema.
—Yo sí —Chris golpea el estómago propio suavemente con la palma, pero lo suficiente como para generar ruido.
—Yo igual —Kabuto fija la vista en las bolsas de plástico.
—Pueden comer esto mientras preparo la cena, ya van a ser las siete y media de la tarde —comenta Io—. Umi, si quieres puedes acompañarme a la cocina.
—Oh, claro —mira a los otros dos y luego a Io—. Uhm… ya volvemos supongo.
—No hay problema —le dice Chris con una sonrisa y le da unas palmadas en el hombro.
—Yo estaré escribiendo, y Chris jugando, así que cuando vuelvan estará todo normal. Los esperamos —hace una sonrisa algo tímida, y busca en el bolso la laptop.
Umi e Io salen por la puerta, cerrando tras ellos. El chico no se muestra apresurado en bajar las escaleras, lo hace a un paso suave. La mayor lo sigue, pues tampoco es que pueda memorizar toda la casa siendo su primera vez allí.
Se aprecia como el adolescente busca en las alacenas una sartén, utensilios y panes redondos con semillas de sésamo. Tras ver aquello, Umi ya puede imaginar qué está por preparar.
—¿Quieres que corte el tomate? —se ofrece a ayudar, viendo en dirección al refrigerador y luego a él.
—Eres la invitada hoy, no quisiera hacerte cocinar —le sonríe con los ojos algo caídos, mirando la encimera—. Sabes, planeaba contarte las cosas, de verdad. Pero de a poco. Esta reunión no salió como lo había planeado.
—Yo me estoy divirtiendo —comenta tranquila, de pie detrás de él. Aún no se sienta por si cambiase de opinión acerca de necesitar una mano.
—¿De verdad? —deja salir un suspiro largo—. Me alegra… —voltea a verla—. Yo estaba aterrado. Muy nervioso.
»Aunque les seguía el juego, y por momentos parecía más relajado, todo pasaba tan rápido que no sabía si al final terminarías odiándome. Jamás en la vida alguien ha sabido tanto de mí en tan poco tiempo.
Al revés de Io, para Umi no es algo extraño escuchar toda la vida de alguien en una tarde. No es la primera vez, ni sería la última tampoco.
Por alguna razón sin sentido, en ocasiones sus compañeros le cuentan sus problemas, además de muchas vivencias, esperando su opinión o sólo que les escuche.
A ella no le molesta, pues siempre quiso que alguien le atienda cuando ella tuviese algo que decir, y cree con firmeza en la idea de «trata a los demás como quisieras que te traten a ti».
Incluso con su grupo de mejores amigos, Umi ha mantenido largas conversaciones cuando aún no se conocían mucho, terminando por conocerlos de ese modo.
Siendo así, piensa que quizás el ritmo de su vida va muy diferente al del otro. «Es como si para él las cosas fuesen en cámara lenta, ¿Así será para todos?»
«¿La gente ve las cosas en cámara lenta? Para mí esto es normal… En gran parte. Creo que lo de Sou fue verdaderamente extraño. Esto no es nada a comparación»
—Io —apoya la cabeza en la espalda del otro, y lo abraza por la cintura con delicadeza—. Tranquilo. De verdad. Tú y Kabuto parecen muy asustados. No tengas miedo.
»Primero que nada, no odio a ninguna persona, no me sale. Y segundo, si me cayeras mal te lo hubiera dicho.
»De veras, es muy fácil darse cuenta cuando alguien me cae mal —asiente varias veces.
—¿De verdad? —a pesar de que la mayor le abraza, sigue acomodando las cosas en la encimera—. Tu rostro no es tan expresivo, así que no sabría decir cuándo estás enojada.
»Lo único que puedo ver es cuando estás triste, pero… sólo si estuviste llorando. Sino tampoco lo notaría —da unos pasos hacia atrás—. Voy a moverme, así que cuidado si quieres seguir abrazada —ríe bajo.
Le da lugar, soltándolo rápido. También ríe despacio.
—Lo de mi cara, eso mismo me dicen mis amigos siempre. Yo les digo «si estoy mal te voy a decir», «si estoy molesta te voy a decir». Pero Sa me regañó muchas veces diciendo que nadie me creería si no hago un berrinche —aclara la garganta.
»Igual, es más fácil darse cuenta de qué siente alguien por su aroma que por su cara. No necesitas ni verle. Pero ellos dicen que no lo sienten, ni siquiera pueden sentir cómo huele alguien si no lo tienen a un centímetro de encima.
—¿…? —su rostro se torna rojo por completo, como los tomates que saca del refrigerador. Los pone sobre la tabla de picar, sin voltear a verla. Comienza a cortar en trozos—. A-así que también puedes reconocer los aromas, qué sorpresa…
»Eso es malo —dice lo último para sí—. Yo también me manejo bastante con mi nariz. Puedo sentir el aroma de toda la casa sin concentrarme, pero si me concentro bien, puedo seguir un rastro de hasta cinco kilómetros.
—Wooooow. Eso es bastante —agranda los ojos. Saca ella la lechuga, pues nota que el otro no le va a pedir nada. En una tabla diferente, corta en pequeñas hileras las hojas—. Yo también puedo sentir el de mi casa, pero es la mitad de la tuya.
»Y si me concentro mucho, quizás a lo mucho puedo sentir hasta dos cuadras… Muy lejos de tu capacidad, ¿Viste?
—Umi, dije que no hacía falta que me ayudes con la comida —hace un puchero con los labios y suspira—. Bueno, si tanto quieres ayudarme, puedes hacerlo.
»No le cuentes al señor Umibozu, porque hipotéticamente si tenemos tanto dinero no tendrías que estar haciendo esto.
—Oh, tranquilo, no diré nada —ríe bajo, y va dejando la comida en un bol.
—¿Sólo puedes reconocer el enojo y quién es la persona que está cerca de ti? ¿O algo más…? —pregunta con lentitud, él también está colocando el tomate en el mismo lugar.
—Todo. Si está molesto es lo más difícil de reconocer cuando aún no conoces a alguien, pero luego los otros estados: triste, frustrado, cansado, nervioso, entre otras cosas. La hostilidad, por ejemplo, es distinta del enojo.
»Mi padre puede hacer lo mismo de sentir los aromas, pareciera —sonríe divertida—. Pero no puede leer la mente.
»Yo tampoco —niega varias veces con la cabeza. «Eso me faltaba nada más, Sou se quedó con el premio»—. Y me viene muy bien la verdad, lo de los aromas, ya que no veo mucho.
»Sólo veo cuando estoy muy cerca. ¿Quizás le falta aumento a mis lentes? —mira hacia arriba por un momento, luego sigue en lo suyo—. Pero además de eso, me cuesta reconocer las emociones por las caras. Y las caras en sí.
»Puedo ver a alguien muchas veces, y si no tiene nada llamativo en su cabello o rostro, no sabría quién es —suspira.
»A lo sumo piense «he sentido este aroma en alguna parte». Así que cuando sé que voy a ver seguido a alguien, trato de analizar completamente su rostro y sus reacciones, sus movimientos de manos, sus cejas y muchas cosas, para evitar problemas —lo último lo dice cabizbaja.
»Hay muchas ocasiones en que me pierdo de cómo tendría que actuar, en qué contexto estoy.
»Cuando son cosas desconocidas, no he analizado esa situación antes y no sé cómo hacerlo. Si conozco detalladamente a mi entorno, será más fácil determinar de qué hablar o algo así.
—Eso comprueba mi hipótesis de que es algo hereditario, lo de los aromas —se acerca al freezer, sacando de este las hamburguesas de una cajita de cartón.
»Mi hermana puede hacerlo en la misma medida que tú, y mi padre podía… —baja la mirada y luego la regresa a la comida—. Sobre tus «análisis»…
»Creo que puede deberse a que la gente no dejaba que te acerques mucho, y no tenías manera de comprender el entorno si no estabas en ninguno —voltea a ver hacia ella.
»Espero que con el tiempo puedas reconocer más situaciones y más caras, así podrás ser tú más tranquilamente.
—Gracias por tus buenos deseos —le muestra una sonrisa sincera y cálida—. Esto que te conté, se podría considerar un secreto.
»Se lo he mencionado una vez a mis mejores amigos, pero estoy segura de que lo olvidaron —ríe bajo—. Así que para que no piensen que soy más extraña de lo que creen, directamente no lo dije otra vez.
Comienza a echarle condimentos a la ensalada. Hay demasiados, pero sólo utiliza los básicos.
—Como me enteré de cosas personales tuyas —asiente Umi—, consideré que también deberías saber algún secreto mío.
—En mi caso, también los únicos que lo saben son Chris, Kabuto y mi hermana Juri.
»Aunque bueno, lo de Juri era mucho más fácil, ya que ella puede hacer algo similar —ríe suave—. ¿Sabes? De todos modos no puedo discernir con exactitud tus… emociones como tú hablabas —suspira, negando con la cabeza—. ¿Tienes algún problema hormonal o algo así?
»Porque es verdaderamente extraño para mí. Quizás si te veo más seguido me acostumbre, pero no me había sucedido antes —voltea a verle, intrigado.
—Ay —forma un puchero con los labios—. Bueno, esto no es muy secreto. Tengo que podar mis piernas muy seguido —no puede evitar reír fuerte, y baja los brazos como expresión—. Uno que otro quiste en los ovarios… Y esas cosas.
»Mis cejas —las señala—, debo cuidarlas muchísimo. ¿Las tuyas son así naturalmente, o las depilas? —se acerca al rostro del menor.
Como Io se encuentra agachado para cortar, la distancia es mínima, al punto de poder ver las grietas de sus labios.
—Ah, las mías… —desafina, otra vez sonrojado. Aclara la garganta—. Son así. Así somos siempre los asiáticos, no tengo mucho vello. Uhm… Umi… —mira hacia un costado—. Estás muy cerca.
—Oh, lo siento —se aleja y oprime el botón de encendido eléctrico de la cocina—. Es una mala costumbre.
—Adivino. ¿Tus mejores amigos no respetan el espacio personal? —ríe divertido.
—En general sí, pero ellos son así siempre conmigo y entre ellos. Entonces, como son las únicas personas con las que hablo seguido, no me resulta raro. Al menos, no mientras sea yo la que se acerca —se lleva una mano al mentón—. Sí, eso.
—Con mis amigos soy igual, pero sólo con ellos. ¿Creo que lo mencioné la primera vez que hablamos? —mira hacia arriba por un momento, luego da vuelta las hamburguesas con la espátula—. Aunque, quizás me he descuidado contigo.
»A veces reacciono de una forma que no haría. Debes tener algún amuleto que atrae cariño o algo así —bromea.
—Ah, quisiera —niega varias veces, recordando por milésimas su pasado. No se deja llevar por eso, está entretenida con el menor—. Muero de hambre, avancemos el paso —le sugiere con una sonrisa amplia.
—Sí~ Esta cantidad no me llenaría ni a mí mismo. Hay que cocinar mucho más —ríe animado.
Io y Umi, se mantienen conversando de cualquier situación, pero ahora cosas menos profundas, menos secretos. Sólo de los anime que siguen en esta temporada, música, uno que otro juego.
La noche se torna algo corta para Umi, que se siente muy feliz de estar en un lugar donde es comprendida en totalidad.
Es en cierto modo extraño, según ella, poder pasar horas hablando sin que surjan discusiones.
¿Por qué será que este grupo de amigos es tan amable? Es algo llamativo, casi ilusorio.
«¿Existe gente así?»
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