Namaenai Volumen 1 - 6
Capítulo 6: Confesiones
[ 2014, Julio, 10 ]
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No falta mucho tiempo para que suene la campana del receso. Eso se nota bastante en las miradas ansiosas que tienen los adolescentes del aula 103, que no sólo tapan y destapan sus lapiceros, sino también causan un ligero bullicio.
Sumado a esto, se oye con nitidez de la misma forma la voz potente del profesor explicando, acompañado de los pequeños golpes de la tiza sobre la pizarra.
Una voz rasposa, agradable al parecer para muchas compañeras de Umi, pues miran con ojos brillantes al señor que enseña. Es bastante normal en los adolescentes sentirse atraídos por alguien mayor, o por cosas «prohibidas».
Umi, por su lado, se encuentra cabeceando por el sueño. No es extraño en ella que tras dormir casi dos horas al día por el insomnio, le cueste prestar atención a las clases.
Si no fuese por el hecho de que toma apuntes, quizás no podría estudiar luego. Sus letras se ven graciosas en estas ocasiones, incluso se escapan de los renglones.
Su mente está en otro lugar fuera de lo que ve y escucha. Como se sabe, cada cabeza es un mundo, no sólo la suya.
Anda preocupada porque en los últimos días Yuu actúa mucho más frío de lo usual con ella.
Apenas le responde cuando tiene alguna duda de la tarea, o le alcanza algo si se le cae al suelo. No parece querer intercambiar más palabras que eso, porque ni siquiera contesta sus mensajes, ni a ella cuando lo busca en el recreo.
«¿Qué rayos habré hecho ahora para molestarlo? Aaaah. No pido nada romántico, sólo quiero una amistad donde nos llevemos bien y no peleemos seguido».
«¡No me sirve de nada saber que está molesto si no puedo saber por qué! Aaaaaah». Con gritos internos, Umi se queja.
Resuena en el patio de la parte de la preparatoria el timbre para el receso. Desde ese mismo momento, se escucha una abismal contaminación sonora.
Casi todos los chicos salen de sus aulas, uno tras otro. Algunos se dirigen a sentarse en el escenario, que es como un lugar de reunión común dentro de la preparatoria Tomoedo.
Otros, corren hacia la tienda de conveniencia que hay en este mismo instituto. Esto es lo que existe en lugar de la cafetería, por cuestiones de espacio… Y dinero.
—Debería aprovechar para dormir… —susurra Umi, recostándose sobre los brazos, mientras esconde la cabeza entre ellos y su cabello.
Los chicos de los «cursos especiales o avanzados» tienen un comportamiento algo diferente al salir al receso.
Muchos caminan con aires de grandeza, lento, hablando de manera indiscreta sobre lo molestos que son «los idiotas». Se los reconoce fácilmente ya que pueden llevar la ropa que deseen, no siguen un código de vestimenta.
En Tomoedo, por cada «año», hay un curso avanzado. En segundo año, desde 101 al 105, son los comunes. Pero si uno tiene notas arriba de 90, le es posible decidir si ir al curso 106, o quedarse en el que está.
Lo mismo sucede con los de primero, tercero, y en la escuela intermedia de aquí. En los cursos avanzados se dictan clases diferentes, incluso mejores que las de otras preparatorias y secundarios.
El título de un curso avanzado de aquí es en demasía más valorado que el de muchas escuelas.
Por otro lado, hay un dicho en Japón sobre Tomoedo. «Graduarse del Tomoedo es como para decir que terminaste los estudios». Esto se debe a que la exigencia es mucho menor en los cursos comunes, pese a que los temas sean los mismos que se ven en cualquier preparatoria.
En específico, sería decir… «Tema 1 de matemáticas se ve en todas las escuelas. La dificultad es la misma. Aunque si no apruebas el examen, lo mismo tienes muchas más oportunidades de intentarlo».
Sacar una nota alta a la primera es igual de difícil que en cualquier escuela, pero por la cantidad de oportunidades de obtenerla, para otros colegios resulta como un chiste.
«¿De qué te sirve sacarte 100, si alguien puede obtener la misma calificación tras tomar el examen 10 veces?».
Esto es, sin dudas muy diferente en los cursos avanzados, donde sólo se puede recuperar dos exámenes en todo el año, y sino, uno regresa a los cursos comunes.
—Umi —atraviesa la entrada del salón, caminando lento hasta la pequeña mesa donde se encuentra la chica—. ¿Umi?
Ella bosteza, y mira hacia arriba de reojo, reconociendo esa voz dulce y barítono, algo más grave que la de Io.
Él se halla de pie, con los brazos cruzados. Gracias a la luz, distinto al día que conversaron en la lluvia, puede apreciar mejor sus facciones.
Sus labios son más gruesos que los de Io, aunque más finos que los de Yuu. Su nariz es respingada y delicada.
Sus ojos son rasgados, con una forma extraña en las terminaciones. Pestañas largas, unas pupilas con líneas azules adentro, es curioso. Son imperceptibles a menos que uno se fije en ellas con detenimiento.
—Soy Kazuma. ¿Me recuerdas? —ladea la cabeza, viéndola desde una distancia natural y considerable.
—¿No están lejos los cursos avanzados para venir hasta acá? —vuelve a bostezar, cubriéndose la boca—. ¿Vas a unirte al club de los despertadores?
Bromea, haciendo referencia a Sakura, Chitose y Yuu que por lo usual la visitan cuando no tienen algún examen cerca o se encuentran desocupados.
—No lo sé. Venía a mostrarte algo —saca de su bolsillo un celular bastante diferente a todos los conocidos hasta el momento—. Me he comprado un chip con número para Japón, ¿Lo quieres?
Ese teléfono es redondo por completo, con una pantalla pequeña. Sin embargo, la interfaz se muestra a través de un holograma colorido, pareciera más una mini televisión.
—¡Uwwaa! —se sienta de golpe, como si se le hubiese borrado el sueño—. ¿Qué es eso? ¿Eso es un celular? Quiero tu celular. Pero… a la vez no. Me gustaría que fuese así rectangular como el mío… —ríe bajo.
—Es así. Sí se puede poner en modo tradicional. Es sólo que como ya sabes de mis poderes, no lo vi necesario —oprime un botón al costado, y toma la típica forma rectangular con bordes redondeados—. Los hologramas son opcionales en algunas aplicaciones, en otras no.
»Pero son más cómodos, es como llevar una computadora en el bolsillo —mira hacia un costado, enfocando la vista en el asiento vacío de Shin—. ¿Puedo sentarme un momento?
—Claro, me sorprende que lo preguntes —ríe y saca el celular propio del bolsillo. «Sa ni siquiera pregunta, directamente se sienta cuando viene».
—Oh, entiendo. Tus amigos son más extrovertidos —le comenta, apoyando el brazo para sostenerse el rostro con una mano, sin dejar de ver en dirección a ella.
—Cierto que me escuchabas —se da media vuelta en su silla—. Yo tengo este modelo, ni siquiera es táctil —le muestra el N95, que tiene de fondo de pantalla una imagen de ella e Io haciendo una V con las manos.
»Pero tengo una tarjeta de memoria, así que con eso tengo el espacio que necesito para las canciones y demás.
—Uhm —asiente con la cabeza—. Bueno. Volveré a preguntarte esto, porque ni siquiera lo estás pensando literalmente —esboza una sonrisa calmada—. ¿Quieres mi dirección de teléfono? Digo, el número.
—¿Para qué? —parpadea varias veces, confundida.
—No lo sé. Creo que así se hacen los amigos. Además, se nota que no estás interesada en mí como algo más, eso me resulta cómodo —le comenta tranquilo, jugando con un dedo sobre la mesa.
—Eso es cierto. Eres bonito, pero no eres mi tipo —ríe y niega con la cabeza un par de veces—. Ni físicamente, ni tu personalidad. Me gustan las personas muy enérgicas y divertidas~ Y que tengan cabello obscuro en lo posible.
—¿Como Io y Yuu? —se atreve a preguntar, aún con su mirada tranquila.
—S-sí… Sí —sus mejillas cambian de color y suspira.
—Igual, no sé por qué mencionaste sobre el cabello, si para ti la apariencia es la voz y el aroma —enarca las cejas. Parece que viene con ánimos de molestarla.
—¿Te divierte alardear que puedes leer la mente? —su rostro se torna aún más rojo.
—Sí —y no tiene problema en admitirlo, con esa sonrisa divertida—. Al menos lo haces ver como que es algo bueno, y no te molesta. Es un alivio —susurra lo último, casi inaudible.
—Es algo bueno, así que no te preocupes~ Bueno, te decía… Quiero aclarar, porque estuve organizando las ideas. Yuu no me gusta tanto ya… No es para mí… —suelta un suspiro largo y ríe bajo—. Pero está bien —pierde el rubor—. Y…
»No puedo decir que Io me gusta todavía. Aún si tiene todo lo que quiero en una persona, me falta un vínculo emocional más grande, y conocerlo más tiempo… Y… Tener la mente fría.
»Ahora mismo es el momento más peligroso para mí, debo ir despacio. No debo dejar que me consuelen demasiado tampoco. Cuando paso por algo horrible, la persona que me consuela se vuelve demasiado importante.
»Y bueno, Io es… Tiene todo. Y no quiero salir con él porque esté despechada o algo, sino porque lo aprecie en totalidad. Se merece algo genial, no a esta yo… No así.
—Lo entiendo. Io es un chico muy agradable, según lo que te he oído pensar —su rostro se ruboriza un poco—. ¿Puedo ver alguna otra foto de él?
—Claro~ Ya tengo varias. Incluso de sus amigos. ¡Ah, mierda! —tiene un sobresalto—. Sou.
»No le digas a nadie las cosas que pensé de ellos, se supone que son secretos, y yo no lo conté… Ah… —suspira profundo—. Prometí que no se lo iba a decir a nadie… Pero… No puedo no pensar en ello.
—Es comprensible —suspira él también—. No pienso decir nada. De verdad. No es lo que vine a hacer al plano cuatro. Hay cosas más importantes. Como… ver las fotos de Io —sonríe otra vez, con una expresión divertida.
—Sí, tanta belleza, sabes apreciar lo bueno —asiente con los ojos cerrados, jactándose de ello—. Te voy a creer. No creo que consigas nada importante para ti, sí eres un alien.
—No soy un alien —se muestra un poco confundido, abriendo los ojos y ladeando la cabeza.
Aquella expresión le resulta sumamente tierna a Umi, no puede evitar reírse por ello. Si hay cosas que la hagan reír son: tonterías de sus amigos, vídeos e imágenes graciosas, y cuando algo le parece tierno.
—¿Entonces qué eres? Aparte de no ser humano —tiene asumido por completo que el otro es un alien.
—Soy un nuer. Una especie de Namaenai. Tú eres un humano, una especie del plano cuatro, Tierra —lo explica con tanta naturalidad, aquellas palabras extrañas.
—Nuer… Namaenai… Plano cuatro… —cuenta con sus dedos, mirándose las manos y luego a él—. ¿Vienes del otro lado del poste? A unas cuadras de mi casa, hay un poste que si pasas por ahí, del lado interior de la vereda, te transporta a otra dimensión. Aunque… Casi nadie puede pasar.
»Es como si sólo la gente que proviene de ahí puede entrar y salir, me pregunto si yo vengo de ahí también —se muerde el costado del labio y lo suelta, pensativa—. Nadie me creería si dijera eso.
—Lo dudo —sonríe de lado y niega despacio—. Lo que dices es el sub-plano dos dentro de la Tierra.
»Ustedes están en el plano cuatro. Yo, vengo del plano cero, Namaenai. Pero no puedo decirte más que eso sobre el lugar. Sería peligroso para ti, por si llegase a haber alguna otra especie que pueda leerte la mente.
—¿Eeeh…? —continúa sin entender—. Claro… Entonces me quedaré con la intriga —frunce el ceño, haciendo un puchero—. Está bien. Entonces, dime sobre tus poderes.
—Te contaré. En eso habíamos quedado hace un tiempo, ¿Verdad? —cierra los ojos y muestra una sonrisa más amplia, manteniéndolos así—. Puedo escuchar todo en cien metros a cada lado. No puedo decidir qué escuchar y qué no.
»Todo se superpone, siempre es así para los nuer. Si cerramos los ojos por más de un segundo, podemos ver sus sueños o las imágenes que tienen al pensar.
»Además, tenemos muchísima memoria. Podemos recordar cada detalle —abre los ojos, mirándola—. Eso es todo lo que necesitas saber, las otras cosas no van al caso.
—¿Entonces todos los que van a los cursos avanzados son nuer? Porque así podrían escuchar las preguntas y repuestas de los exámenes… —se pone una mano en el mentón, pensativa.
—Hay preguntas más… —arquea las cejas y suspira corto—. Mh. Si esa es tu duda, te digo que no —la mira, negando con calma—. ¿No te da miedo que pueda recordar todo lo que piensas? —regresa casi a su expresión natural, se ve curioso.
—No, es genial. Es mejor, así no tengo que explicártelo todo —asiente un par de veces con una sonrisa amplia—. Soy pésima en explicar varias cosas, así que me viene bien~
»Sólo diría lo obvio, que no lo cuentes, pero sabiendo lo de tu especie y eso… Lo más seguro es que sí debe haber algo mucho más importante que contar los pensamientos de una adolescente inmadura.
—Es así, sin ofender —sonríe de lado—. Eres rara, pero agradable. Por eso quisiera tu número —mueve el celular hacia los lados—. Y… Bueno, también quisiera conocer a Io luego. Si no te molesta.
«Cómo me jode que me digan rara. Ya estoy cansada». Suspira para sus adentros, pero no le cambia el tema.
—Claro~ Seguro le caerás bien. Aunque… no sé qué tan sociable sea —mira hacia arriba y luego a él—. Quizás se muestre tímido, o tal vez no. No tengo idea…
»Realmente, sólo sé que es amigo de Chris y Kabuto, y ahora de mí también. Pero nada más… No sé si tiene más.
—Yo no tengo amigos aún, porque no es lo que vengo a hacer. Vengo sólo a investigar y recolectar información para mi padre. Sobre las problemáticas generales, política, las situaciones de cada lugar… Pero no me vendría mal una fuente de información directa. O sea, una amiga o amigo.
—Entiendo… —tuerce la boca, y luego alza el índice hacia el frente—. Está bien. Yo pensaré el número y lo anotas.
—De acuerdo —escribe en el holograma los dígitos, y presiona guardar.
Un sonido llamativo y lindo se produce cuando teclea sobre aquella «falsa pantalla», relajante de oír. Se interrumpe con el ruido la campana, esta vez, para el ingreso al aula.
—Gracias, entonces, me retiro. Te enviaré un punto cuando regrese a casa —Kazuma se incorpora y camina hacia la puerta—. Hasta luego Umi.
—Suerte Sou~ Ve con cuidado —le responde sonriente, mirando en su dirección.
El otro chico se aleja del curso hacia el propio, desapareciendo de la vista de la chica.
Por su lado, Umi se encuentra respondiendo los mensajes acumulados de Io.
A la vez, se siente muy curiosa de todo lo que el otro le confesó. Le alegra saber que no está loca, que aquella «dimensión» que ella vio, sí existe de verdad y ahora inclusive conoce el nombre.
Todo va tomando más sentido. Los espíritus, los planos, diferentes dimensiones… Son cosas de las que siempre tuvo curiosidad, pero no tenía forma de entender.
Lamentablemente, lo que puede conocer de Kazuma es limitado. Al parecer, según, es peligroso saber sobre Namaenai.
«Si esto es plano cuatro… Y Namaenai dice que es el cero… Uhm… De veras tengo tanta intriga, que me da miedo preguntar porque después voy a tener más preguntas».
«Estoy segura de que todo esto está relacionado de algún modo a que Io, su hermana, mi padre y yo tengamos un olfato parecido. O de que haya gente con fuerza exagerada, o los famosos magos que nadie puede descubrir sus trucos».
Entre otras cosas, también imagina que aquellos sueños premonitorios, o lo que piensa cuando mira por primera vez a alguien a su rostro, también tiene que ver.
Cuando conoció a Io, «¿Él puede ser la persona?», con Yuu «no es para mí» aunque en dicho caso lo ignoró. Con Sakura «es muy bonita, ¿Será buena?», con Chitose «debe ser divertida, pero inestable», con Kazuma «¿Será él la persona?».
De todas formas, ella se olvida de lo que pensó en algún punto, y sólo lo recuerda cuando algo que sucede se parece a eso. Rara vez se le viene a la cabeza en otra situación.
El curso vuelve a llenarse de alumnos. La profesora de la hora correspondiente aún no llega. Por el mismo motivo, los compañeros conversan y se sitúan en cualquier lugar, nadie los regañará por el momento.
Shin se dirige a su banco, al lado del asiento de Umi.
—Ahora me cambiaste por uno del avanzado —la molesta, dándole un pequeño empujón en el hombro, riendo fuerte.
—Sí, claro. Todos son mejores compañeros de banco —ríe y luego se siente nerviosa. ¿Shin los habrá escuchado?—. Uhm… ¿En qué momento llegaste?
—Cuando el del gorrito y ropa verde se iba —parpadea varias veces, confundido—. ¿Por qué?
—Nada —suspira. «Dudo que Sou hablase tan calmado si hubiera alguien cerca. Si puede percibir las mentes en cien metros a todos lados… Se daría cuenta»—. ¿Y cómo te fue con Risa? ¿Ya pudiste conquistarla?
—Hombre… Es imposible. Esa chica no parece ni mínimamente interesada en mí —suspira también, y se esconde entre los brazos propios, dejándose caer sobre la mesa.
—No te desanimes. Seguramente serán pareja en el futuro —le hace una seña de pulgar hacia arriba.
—Sí, claro… Sólo porque lo viste en un sueño… ¿No lo habrás soñado porque te dije que me gusta? —regresa a la posición anterior, mirándola.
—No creo. No parecía eso —tuerce la boca, acomodándose la mano en la mejilla—. Al menos eso creo. Quizás tengas razón. No es como si hubiera una forma de asegurarlo.
Se puede notar que, con él también tiene la confianza para contarle de «algunos detalles».
Aunque no es su mejor amigo, Shin es una persona de mente muy abierta, y muy agradable pese a ser un mujeriego. Pero siempre dicen, hay una mujer que atrapa a este hombre y lo cambia. Esa quizás podría ser Risa.
—¿Y tú qué tal con tus novios? El de rizos y el otro que te llevaba en brazos en la lluvia el otro día —la codea dos veces, alzando las cejas.
—Ninguno de los dos es mi novio —hace un puchero involuntario—. Yuu y yo nunca saldremos. Eso sí te lo puedo asegurar. Pero Io… ¿Quizás sí? Quizás no.
»Depende de cómo se porte conmigo, conocerlo más, y ver si sus ideales de una relación concuerdan con los míos —hace una cruz con los brazos—. Si no, imposible.
»Como pasó con Yuu —regresa las manos a la mesa—. Él está tachado para siempre.
—¿Y esa chica Kohaku? La que gustaba de ti desde hace un par de años —se muestra curioso al respecto, sentándose otra vez diferente, mirándole más de cerca.
—Me dejó de hablar cuando la rechacé. Ella pensaba que podía cambiar lo que sentía por alguien por dinero…
»Y ser millonaria no la hace más importante ni mejor que Yuu —le es inevitable sonrojarse, tras percatarse de sus propias palabras—. Ignora eso. Yo de verdad… Aunque no parezca, sí me lo he sacado bastante de la cabeza. De verdad.
—Te creo, te creo. El otro chico es mucho más genial como para que sigas pensando en Yuu. Me resulta lógico.
»De preferencia, yo mismo te diría que salgas con ese —le menciona con más seriedad lo último, cambiando la mirada a una con los ojos entrecerrados.
—¿De veras…? Uhm… Puede ser… En todo caso te contaré si eso sucede —mira hacia un costado y luego a él—. Oh. Hoy voy a salir con él otra vez, y en general dice que pasará a buscarme de la escuela casi todos los días~
»Me acompaña hasta mi casa, y luego regresa a hacer sus cosas —comenta muy animada.
»Salimos los jueves, y algunos domingos. Es que los lunes, martes y miércoles tengo el club de canto. Y el sábado por lo general estoy con Sa y Chi.
»Y él tiene los lunes, miércoles y viernes el club de básquet en su preparatoria —sonríe cerrando los ojos un momento, y luego continúa viéndole—. Obviamente es opcional lo de los clubes, pero no dejaría de ir a canto por él.
»Pobre Sa sino, se va a quedar solita —niega varias veces con la cabeza—. Como ves, lo mismo tenemos otros días libres. O momentos. No tenemos clubes todo el día.
La conversación es detenida por el ingreso de la profesora, quien se hace notar cerrando las puertas, y dejando las carpetas sobre el escritorio. Ni bien las abre, comienza a hablar acerca del examen que tomará en la próxima clase.
Los quejidos y murmullos de los estudiantes no se hacen esperar. La mujer mayor los regaña, y continúa explicándoles el temario a evaluar. Algunos la atienden, otros dibujan en el costado de la hoja.
«No es mentira que ahora me interesa menos Yuu… En el sentido de pareja. Pero quisiera que nos llevemos bien… Aunque no salgamos, no es alguien a quien quiera sacar de mi vida».
«Él me ayudó tanto, que no soportaría que se aleje de verdad de mí. Lo quiero mucho, aún si no somos pareja, quiero verlo crecer y formar una familia con alguien más» piensa Umi mientras sonríe, pues su progreso es verdadero.
No es una sonrisa falsa. Después de tantos meses de incertidumbre porque a él le guste una chica distinta cada mes, ha asumido en totalidad que no habrá ningún romance con él, y ya no siente celos de ningún tipo.
Es un avance enorme, teniendo en cuenta cómo se sentía con Yuu hasta incluso días antes. Ya tuvo demasiado tiempo «de luto». Quedan remanentes, no obstante, la voluntad es mayor.
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Por otro lado, el curso 104 también se encuentra en clases. Resuena en eco la tiza en la sala, el profesor está copiando, pero no explica todavía.
Este absoluto silencio se debe a que él es muy estricto, y si alguien hiciera algún sonido fuera de su permiso, los sacaría del aula sin dudarlo.
—Pueden conversar mientras copio, despacio —dice con una voz grave, otorgándoles la posibilidad—. Cuando termine con esto, quiero silencio otra vez.
Tras sus palabras, unos ligeros susurros se apropian del área. Los chicos no buscan cambiarse de lugares ni nada similar, tan sólo hablan desde su lugar. Aunque, no todos.
Risa por ejemplo, lee un libro junto a Chitose, sentada detrás de ella. Sakura se encuentra al lado la gótica, y Yuu de Risa. A veces andan al revés, Sakura y Yuu juntos, pero en este momento el último se ve muy decaído.
Yuu mira a la pared, acostado sobre sus brazos. Esos ojos de pestañas largas están poco abiertos y con una mirada perdida.
Es muy diferente de cómo se muestra cuando tiene sueño, pues no hay pizca de ojeras bajo los párpados.
En sus oídos, lleva puestos un par de auriculares comunes, no cascos porque serían muy llamativos. Los esconde entre su cabello, ya que es largo.
Sakura está jugando como siempre al ZEG4 en una laptop, aunque con el volumen al mínimo para no hacer ruido.
La chica mira de reojo a quien le gusta, se le nota muy preocupada por él. Sin embargo, cuando le toca el hombro, Yuu no voltea a verla. Ella sabe que él no se encuentra durmiendo, entonces, ¿Qué le sucede?
—Yo no quería… Que las cosas salgan así… —sus palabras se ahogan entre su ropa, no pueden ser escuchadas por nadie por lo bajo e incomprensible tras las telas—. En mi casa, en la escuela… Todo va simplemente mal…
»Mi mamá… —suspira pesado y cierra los ojos—. Eso no puedo solucionarlo, soy muy joven… No puedo encontrar una cura… —se esconde por completo—. Umi…
»¿Quién será ese niño que la sigue? ¿Cómo puede fijarse en alguien que no sea yo? Jamás me puso de fondo de pantalla…
Pasan unos minutos más haciendo lo mismo cada uno, hasta que el profesor termina de copiar en la pizarra. Allí, todos se sientan erguidos y miran hacia el frente.
Este señor, pese al temor que muchos le profesan, es muy bueno explicando y se nota incluso desde fuera de la sala que posee una gran vocación.
Siempre va vestido muy formal, y aunque sea serio, nunca tiene problemas para sacar dudas cuando le preguntan. Eso último, sólo si sabe que el alumno estuvo prestando atención, naturalmente.
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[ 2014, Julio, 12 ]
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Es un hermoso fin de semana. Los rayos del sol, si bien están presentes, no causan incomodidad alguna. La temperatura es agradable, unos 24°C. Ha sido desde varios días atrás, un clima gustoso para todos. Ni demasiado caliente, ni muy frío.
Sin coincidir con lo anterior, no hay una corriente de aire llamativa. Las hojas de los árboles se mantienen quietas, pero no el movimiento de los autos en el enorme centro de Tokio.
Como todos los sábados, Umi está en el centro con sus mejores amigas. A diferencia de las últimas veces, y a pedido de Sakura, ahora pasean por el más grande; el que se encuentra pasando el parque Saniro.
Andan saliendo de la plaza Mienori (la plaza central, a 6 cuadras de Saniro), en dirección a una heladería.
No se trata de Greed, sino otra cadena que hay más por estos lados: Ao Bell.
Cada una va con las ropas que quiere. Umi, con el conjunto de borceguíes, el pantalón negro rasgado, una polera mostaza de cuello escotado, unos guantes cortados negros con gris, y un chaleco gris obscuro con capucha.
Sakura, por su lado, un traje negro escotado que llega hasta su cadera, un pantalón ajustado azul, y unas botas largas negras; en su mano un pequeño bolso.
Chitose lleva su traje negro largo hasta las rodillas sin abotonar, una camiseta blanca, un pantalón ajustado negro y unos borceguíes negros, similares a los de Umi.
Aunque más que su ropa en sí, resalta en ella el chóker de su cuello y el hermoso maquillaje gótico.
—Ay hermana~ No sabes~ El otro día, Yuu andaba súper deprimido. Estaba acostado en la mesa y no quería hablar con nadie. O sea… A veces sé que nos ignora cuando está enojado, pero no parecía molesto.
»Porque literalmente, no quería ni alzar la vista —le comenta como un tema casual mientras caminan.
—Sí, es cierto. El demonio andaba de malas —mira a Umi también, y luego ladea la cabeza hacia un costado, tocándose una mejilla—. ¿Qué le habrá pasado? ¿Se habrá peleado con su padre?
—No sé, la verdad. A mí no me escribe desde el lunes, creo… —posa una mano bajo el mentón propio, luego la regresa al bolsillo del chaleco—. No, ni idea. Yo estuve haciendo otras cosas esta semana.
—¡Ah! Sí, cierto~ Te vimos con el idol ese. El flaquito. ¿Cómo se llamaba? —pregunta Chitose, con una voz animada.
—Oh, cierto que no les había hablado mucho de él todavía~ —se sonroja un poco, y desvía la mirada—. Es que…
»No sabía si contarles mucho, porque no sé cuánto tiempo querrá hablarme. Ustedes saben, que la gente usualmente me habla unos días y se aleja.
»Y si no me odia luego de alejarse, me ignora. Así pasa siempre, excepto con ustedes, Shin, Risa y Yuu… —hace una pausa, pues hasta ellos desaparecen semanas o meses por discusiones o lo que sea—. Se llama Io, en japonés.
No va mencionar aquel pensamiento, sólo continúa.
—¿Y en qué más sería? Duh~ —niega Sakura varias veces, riendo.
—Sí, tienes razón —ríe Umi y suspira. «No le pregunté a Io si su nombre es un secreto o no. ¿Lo será? Igual prefiero no decirlo por las dudas».
—¿Y qué parece el chico ese? —vuelve a curiosear Chitose—. No, mejor después te pregunto. Quiero saber más, ¿Cómo es que te habla ese Kazuma? El pelirrojo.
—¡Sí, sí! —asiente varias veces Sakura—. ¿Qué clase de brujería le hiciste hermana? ¿Por qué te hablaría el más bonito de la escuela después de Yuu? —incluso así, se nota cuánto quiere ella al menor. A nadie le parece más lindo Yuu que el otro.
—Nada, literalmente. Fui yo misma —lleva la vista al cielo, y luego a sus amigas. Casi tropieza con una roca, pero se agarra de un poste.
—Uy sí, muy creíble —bromea Chitose, riendo a carcajadas, arqueando una ceja con los ojos cerrados.
Por fortuna, el poste del que Umi se sostiene, es el cartel de la heladería. Están en Ao Bell, a sólo tres cuadras de Mienori.
Como es costumbre, las dos chicas le dicen a Umi qué pedir y le entregan el dinero. Umi paga, y cada una recibe el helado al poco tiempo.
Se ubican en una mesa de cuatro sillas, típicas de Ao Bell, dejando libre una, pensando quizás en ocuparla luego con sus pertenencias ya que no hay mucha gente en esta parte de afuera; la mayoría están sentados adentro del local.
Umi del lado del final de la vereda, Chitose en el medio, y Sakura más a la derecha. De igual modo, la mesa es pequeña, se sitúan todas en cercanía.
Es una vista urbana, en verdad. Se encuentran en lo que llaman «galería». Un lugar donde el suelo es de rocas con forma de rectángulo redondeado, y no pasan autos.
Lleno de negocios de un lado a otro, aunque no tanto como más hacia el norte, donde están los edificios más grandes y los mejores bares, entre otras cosas.
—Hablamos en serio Umi. O sea, osea~ —reitera Sakura, mirándola con incredulidad—. Ningún chico se te acercaría por tu cara, y si no te conoce, no hay forma de que te quiera hablar.
»Gustas más por tu personalidad —prueba una cucharada del chocolate y la fresa—. Y nadie te conocería sin hablarte. De hecho, nadie te habla primero. Siempre eres tú.
—No lo niego —ríe animada, mientras toma un helado de cereza y chocolate—. Y… Ah, creo que ya se por qué puede ser.
»Dijo que se me nota a leguas que no me gusta, y que quería una amiga o amigo que no le traiga problemas.
—Oooh~ Bueno, eso sí tiene sentido —asiente para sí misma Sakura—. O sea, nunca miras raro a los chicos lindos que se mencionan siempre en la escuela —va por un cuarto del primer sabor—. Fue por lo mismo que te habló Shin, ¿No?
—Directamente di que eres lesbiana y listo —ríe fuerte Chitose, terminando con el primer sabor. Ella pidió tres: banana, chocolate y crema rusa.
—No soy lesbiana~ Ustedes deberían saberlo mejor que nadie. O sea, sí, me pueden gustar chicas, así como me gustabas tú —mira a Sakura, alzando las cejas dos veces.
Sakura le da un pequeño empujón al hombro, inflando las mejillas.
—¡Ah! Dije gustabas, gustabas —ríe, tratando de que el helado no se le resbale por el golpe—. Pero, también me pueden gustar hombres.
—¿Yuu cuenta como hombre? —pregunta Chitose con la boca llena, parpadeando varías veces.
—Yo digo que más o menos. Lo suficiente para que me guste a mí —aclara Sakura, sonriendo mientras ahora sí va por la mitad.
—Creo que si las tres concordamos en algo, es que los chicos con rasgos delicados son los más lindos —añade Chitose, probando la crema rusa.
—Sí —responden a la vez Umi y Sakura, asintiendo.
—Concuerdo totalmente —dice Umi, pensando en las facciones de Io.
—Sí~ Son los más hermosos —ríe Sakura, dejando el bolso sobre la mesa. Quizás le hizo peso—. Ahora que lo pienso, ¿Y entonces por qué no le echaste un ojo a Kazuma? Si es el tipo de chicos que nos parecen bonitos a las tres.
—Sí lo vi. Siempre me fijo en las personas lindas de la escuela. Pensé «ah, debería pedirle una foto para un retrato», pero como está siempre jugando a la DZ directamente lo dejé de lado. Pensé que sí se los había dicho —arquea una ceja, confundida—. No es que no lo mire nunca.
—Cierto… Supongo que entonces tu desinterés romántico lo atrajo. Aunque eso sería un problema para mí —Chitose baja la mirada, formando un puchero.
Sakura y Umi miran con completa sorpresa a la gótica. ¿Ella con tal cara? ¿Qué quiere decir esto?
—No… —Sakura abre mucho los ojos—. ¿En serio? ¿Te gusta de verdad Kazuma? —ella, por lo usual, es la primera en darse cuenta de estas cosas.
—¿Eeeeh? —Umi recién cae en eso. Nunca sintió un aroma más allá del de «atracción sexual» venir de Chitose cuando menciona al chico en cuestión, así que no se le ocurrió—. Oh. ¿Qué? —mira con más intriga aún a la otra.
Entre las dos arrinconan con la mirada a Chitose, y ella sólo suspira con una sonrisa, como si no tuviese otra opción que «contar el chisme».
—Desde que él se transfirió a preparatoria el año pasado, pensé «parece un Dios», y no podía dejar de mirarlo. Jamás creí que un chico acapararía tanta atención de mi parte, puesto que para mí siempre eran como «estatuas».
»Cómo decirlo… Se ve pero no se toca. Y a él, sí me gustaría tocarlo —dice en un tono muy serio. Luego deja salir una risa traviesa—. Y vestirlo de mucama, oh sí, oh sí.
En totalidad esperable de Chitose. Las tres ríen mucho, y deben tomar aire para seguir con la conversación.
—¿Y qué piensas hacer Chi? ¿Quieres que te ayude con él o algo así? Digo, ya que él me habla, podría hablarle de ti —le ofrece su ayuda tranquilamente.
—Nah… No hace falta. No quisiera forzar las cosas, viste… —tuerce la boca. Va por la mitad del chocolate—. O sea, si salimos juntos todos a algún lado y él viene de casualidad, ahí sí, le hablo. Pero sino no.
»Quiero que él se fije en mi por mi cuenta.
—Uuuh~ ¡Chitose seria, Chitose seria! —dice Sakura con una voz tierna, dando pequeños saltos en su lugar.
—Bueno, no hay problema entonces —le muestra una sonrisa amplia—. Gracias por contarnos Chi. Me alegra que confíes en nosotras.
—Me atraparon quizás. Pero sí se los iba a decir —ríe y juega con el cabello de Sakura.
—Ah, Sa —la mira fijamente, achicando los ojos por poco tiempo—. ¿Es verdad que dijiste que Io y yo tuvimos sexo?
—Pues sí —mira hacia un costado y luego a ella, sonriendo de lado—. Sólo me adelanto a los hechos~ Pero, ¿Cómo te enteraste? —ve a Chitose.
—A mí no me mires. Yo no dije nada. Yo estaba esperando el chisme de Umi, y no llegaba. Quería el lujo de detalles, y saber si lo habías vestido como-
—Chi —le da un pequeño golpe en la cabeza, riendo fuerte—. Te lo hubiera contado, si hubiese sucedido.
»Es nuestro código de amigas, obviamente. Decirnos el progreso con quien nos gusta —sonríe cálido y luego dirige la vista a la otra—. ¿Qué pasó Sa? ¿Es por Yuu otra vez?
—Uhm… Sí, más o menos. O sea, no le dije eso a Yuu, tampoco quería que piense que vas a acostarte con alguien que no conoces. Pero quería que Chitose me apoye un poco más~
»Porque si ella sabía que tú estabas con otro chico, pensaría que está bien que yo me quede con Yuu.
—¿Qué quién se quede con quién? —aparece una figura conocida detrás de Sakura. El mencionado de cabellos rizados, la abraza por el cuello—. ¿Qué andas diciendo, niña?
—¡Yuu! —alzan la voz las tres, sorprendidas.
—¿Cuándo llegaste? —pregunta Umi algo nerviosa. No quisiera que Sakura tenga problemas con él por culpa del tema que ella sacó. Estaba tan sumida que no prestó atención a los aromas y sonidos fuera de ellas tres.
—Recién. Por sus caras pienso que hablaban de «cosas de chicas», en su salida de chicas a la cual no les gusta invitarme, hm —hace un pequeño berrinche, frunciendo el ceño y niega varias veces—. Lo único que escuché es que Sakura quiere salir conmigo, pero no es nada nuevo.
»O sea, ¿Quién no querría salir con el grandioso yo~?
—Yuu idiota —la chica abrazada suspira de alivio, y le da un golpe en el hombro—. Shu, shu. Si ya sabes que es salida de chicas, ve para otra parte.
—Vaya, vaya. Fuera, fuera —lo molesta Chitose también, riendo y haciendo la seña con la mano que tiene libre.
—Ooooh~ Un ratito nada más. Y no las molesto más. Un ratito —insiste con los ojos brillantes y un puchero, intentando convencerlas.
A Umi le cuesta ignorar esa cara. Siempre la compra cuando la hace. Sin embargo, esta decisión no depende sólo de ella, sino de sus amigas también.
Se fija en las dos, como si con sus cejas les preguntase qué hacer. Las otras, alzan los hombros con duda, y pasean la mirada entre ellas hasta que la regresan al chico.
El sábado para ellas es sagrado. Es cuando se ponen al día con todo lo que no pudieron decirse durante las clases y por los clubes. Este es el motivo por el cuál dudan tanto.
Por lo usual, si no salen las tres juntas, directamente no van al centro, y se juntan en la casa de alguna, en principal la de Umi o Chitose.
A Sakura no le gusta llevar gente a su hogar. Lo común es que ella sea la que se mueva, por lo mismo.
—Bueno, un ratito nada más. Pero nos invitas a comer algo~ —agrega Sakura, con una sonrisa interesada. En realidad, ella no es de querer a la gente por su dinero, sólo que en esta ocasión si no obtiene algo a cambio, se enojará.
—Aeish —le da un golpe suave en la cabeza, a modo de juego—. Bueno, ¿Qué quieren comer? —toma asiento al lado de Sakura, en la única silla disponible de la mesa.
—Me gustan los hot dogs —responde Umi primero, con los ojos brillantes.
—Golosa~ —la molestan Yuu y Chitose a la vez.
—¡Ey! Ya les dije que no jodan con eso —infla una mejilla, frunciendo el ceño—. Quiero embutidos —dice esta vez con las cejas enarcadas, la última palabra más lento.
—Nah. Yo no quiero —le contesta Yuu y se ríe de forma graciosa. Está jugando—. Saku, ¿A ti te gustaría eso o quieres algo más?
—¿Para que te alcanza ahora? —ella lo mira, sonriendo de oreja a oreja, achicando ambos ojos. Es como una «mini venganza» de su parte.
—Eh. ¿Qué crees que soy? ¿Billetera con patas? —la empuja despacio y niega, suspirando—. Idiota.
»Me alcanza para comprarles lo que quieran. Hoy trabajé. Limpié un terreno y quedó bien bonito —hace un círculo con el índice y el pulgar, chasqueando la lengua dos veces como expresión. A la vez, les guiña el ojo.
—Hot dogs me parece bien, aunque es gracioso comer el postre y después la comida —ríe Sakura y lo ve ahora de otra manera. Habiendo terminado su helado, abraza el brazo del chico a su derecha.
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[ 2014, Julio, 16 ]
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Es la mitad de la semana escolar. Los miércoles son por lo usual el día donde todos están pensando ya en viernes o sábado, ansiosos por las salidas u otras actividades.
No es una excepción en Tomoedo. Se escucha a los chicos en el patio haciendo planes mientras almuerzan en el escenario.
Hace unos pocos minutos sonó la campana para comer de las 12:00 PM. Una gran mitad lleva su lonchera, la otra se encuentra comprando en la tienda de conveniencia de adentro; sí, esa misma que les cobra como si fuera restaurante.
Para Umi, el almuerzo significa hora de dormir. Ella no tiene mesada, y sus hermanas tampoco, cuestión del señor Umibozu que prefiere usar el dinero en cosas más importantes.
Por lo general, sus hermanas consiguen que sus compañeros les conviden algo, pero cuando no, toca esperar a llegar a su casa.
Umi, por su parte, además de la técnica especial de pucheros a cambio de un sándwich, también puede costearse a veces algo si consigue un «mini trabajo».
Esos trabajos son, lo natural para ella, arreglar alguna netbook que sus compañeros pongan sobre su mesa. Simplemente tiene que hacerlas funcionar más rápido, o reinstalarles el sistema.
Por desgracia, hoy no es uno de sus días de suerte. Está recostada sobre la mesa, con las puertas del curso cerradas con la intención de evitar que alguien mire hacia adentro.
Quiere dormir. No le sale hacerlo con comodidad a la noche, así que la preparatoria es una buena opción siempre.
Aunque, estos días son aún más dificultosos para cumplir su cometido. Yuu la visita en cada receso. Él no habla con Sakura desde el lunes, y ninguna de las amigas entiende el porqué. Sakura no hizo nada para que él se moleste, y es en serio.
Por eso, Chitose y Umi buscan averiguar el motivo, sin llegar a nada. Puede que Sakura sea algo malhumorada en ocasiones, pero estuvo mucho más tranquila y tierna que de costumbre porque tiene un celular nuevo.
Entonces, la primera conclusión a la que llegaron es que quizás Yuu está celoso del móvil. Aunque eso no tendría sentido, ya que es cero materialista. Y dejando eso de lado, no encuentran otra razón.
Regresando la vista hacia el aula 103, se aprecia como las puertas son abiertas con delicadeza, siendo cerradas de la misma manera.
El chico de pestañas largas y sonrisa felina, con sus característicos ojos grandes y apenas caídos, se posa al frente de la pequeña mesa en donde duerme Umi.
La mira en silencio primero, acomodándose los cascos que lleva alrededor del cuello. Mientras, ella ni se interesa por ver hacia arriba. No sólo es el aroma que lo delata, sino su constante visita en solitario dentro de lo reciente.
«Sa, Chi… ¿Por qué justo ahora se les ocurre estudiar en los recesos…? Sé que estamos en época de exámenes pero… Aaaah». Se queja en su mente, y suspira.
Un pie del otro empuja apenas la mesa, lo suficiente como para hacerla temblar. Es una especie de saludo de su parte, cuando Umi no quiere levantarse.
—Arriba~ El grandioso yo hace presencia frente a ti. ¿No vas a hablar conmigo? —le ve con una sonrisa tierna de lado a lado, esperando una respuesta.
—¿Qué pasa ahora…? —bosteza, mirando apenas hacia arriba. No muestra intenciones de sentarse derecha. Su voz suena graciosa, cansada, algo ronca.
—Algo serio, de verdad —asiente varias veces. Tiene una mirada que llamaría la atención de cualquiera, muy convincente.
—No sé qué puede ser más serio que tratar de recuperar mis horas de sueño —«Ahora que lo pienso, Sou también duerme mucho. Si paso por su curso, está durmiendo o jugando con la DZ. ¿Tendrá insomnio también?»— Espera, ¿Es algo de tu casa? —se levanta de los brazos propios, arqueando ambas cejas.
—No, no es nada de mami —niega con la cabeza—. Pero lo mismo es importante —toma asiento en el lugar de Shin, a la derecha de Umi.
—¿Qué pasa…? —regresa a su tono somnoliento de voz, porque según ella entonces no debe ser nada grave.
—Hay una canción, que quería mostrarte —desliza el dedo por el móvil, buscando entre una larga lista.
—Ah… Después Yuu, tengo sueño ahora. Podrías mostrársela a Sa ahora mismo, estoy segura de que se pondría muy feliz.
No se lo dice como celos, esos desaparecieron por completo. De verdad, quiere apoyar a su mejor amiga con el chico que le gusta. Hace varios días que ya su cabeza no repite en eco el nombre de Yuu, lo cual es muy sano para Umi.
En respuesta a la reacción de la mayor, el chico se levanta y se pone de pie en frente de ella otra vez.
Se quita los cascos del cuello, y los coloca en la cabeza de la contraria, haciéndola mirar hacia arriba.
Los acomoda con exactitud en sus orejas, presionando sobre estos para que se escuche perfecto.
De este modo, ella tiene en primer plano el rostro de Yuu, con una hermosa música de fondo.
Umi, en su interior se siente aturdida. «Uwwaaa, parece una escena de un manga shoujo», es lo primero que se le viene a la cabeza. Sabe que el otro lo más probable es que esté pensando exactamente lo mismo.
Siempre compararon sus experiencias y su «relación» con algunos doramas y anime románticos. No conocería el dato de no ser porque él se lo confesó de forma explícita.
Una de las cosas que comparten, además de sus gustos, es esa imaginación, y la capacidad de a veces poder completar la frase del otro.
—Bueno… La canción suena bien —se sienta erguida y lo ve con detenimiento.
La misma mirada inocente y amable que la atrapó desde el primer día, posa los ojos sobre ella con una bella calidez.
Sin embargo, Umi niega con la cabeza, intentando ignorar los propios latidos del corazón. Está segura de que lo planeó todo, porque sabe cuánto la música le afecta respecto a su memoria.
—¿De qué quieres hablar ahora, que no puedes esperar hasta después de la escuela? —se quita los cascos, dejándolos con cuidado sobre la mesa—. ¿Quieres leerme la biblia como cuando éramos más pequeños? ¿Hablarme de tu religión?
Esa parte de Yuu nunca le molestó a Umi. Ella siempre pensó que la gente religiosa que no insulta a quienes piensan diferente que ellos, y no obliga a los demás a formar parte de esa religión, son personas muy buenas y agradables.
En muchos momentos ha conversado con esas personas, incluso sin conocerlas, al menos desde que tiene catorce, donde por milagro su vida comenzó a arreglarse.
—No, hoy no. Aunque me alegra que fuese lo segundo que imaginaras —vuelve a sentarse en la silla de Shin—. Y pensar que nosotros comenzamos a hablar más seguido porque me preguntabas de la Biblia.
—Es que te veías muy emocionado hablando de eso y siempre me dio ternura. Cuando hablas animado, es como si te brillaran los ojos —ríe, mientras está pensativa.
«Creo que todos tienen un tema por el cual se animan así al conversar. Y siempre me gusta que me hablen de esas cosas, porque me encanta ver a las personas tan felices».
«Sa se anima mucho justamente, cuando me cuenta de Yuu. O también de sus juegos… Creo que yo todavía no encontré lo que me haga ser así… ¿Quizás? No me puedo ver».
—¿Sí? —Yuu sonríe muy amplio y suspira—. Bueno, siempre me veo hermoso, pero así de animado, supongo que depende —posa una mano sobre la cabeza de la chica, y le acaricia con suavidad—. Ahora que tengo tu atención, voy a hablarte de lo que pensaba decir desde el comienzo.
—Bueno… —quita despacio la palma de encima, puesto que considera que ese cariño va con segundas intenciones. Quiere que Yuu esté con Sakura, no consigo—. Te escucho.
—No quiero que me cambies por ese chico, Io. Yo soy tu mejor amigo, no él —confiesa con una voz más seria—. Todos los días veo que hablan por Up, o que te etiqueta en Book F.
»Incluso te busca a la salida… Yo era el que te llevaba a tu casa a veces…
—Oh, ¿Era eso? —parpadea varias veces, y le sonríe tranquila. No se muestra nerviosa ni nada similar—. No te cambiaría por nadie Yuu.
»Siempre vas a tener tu lugar en mi corazón como mi mejor amigo —«Así es como lo estoy empezando a ver, finalmente, cumplo mis propias expectativas», piensa y le pone una mano en el hombro—. Para mí, cada persona tiene un lugar diferente.
»Tú, Sa y Chi, son mis mejores amigos. Io podría serlo quizás en algún futuro.
—Mh… —mira hacia abajo y luego a ella—. Pero… Siento que eres diferente conmigo ahora…
—Yo sentí lo mismo cuando comenzó a gustarte otra persona. Pero ya lo acepté, y apoyo en serio que estés con ella. Obviamente, no por eso tendrías que llegar al extremo de ignorarme —deja salir una corta risa.
»Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ni a ella ignorarla por hablar conmigo, ni viceversa.
—Ya no quiero hablar con Sakura, me aburrió otra vez. Tú eres más interesante —le comenta con naturalidad, aunque diciéndolo con voz más baja.
—Así no son las cosas, Yuu… —suspira, negando con la cabeza. Se acaricia las cejas con los dedos de una mano—. No funciona así —deja caer ambas manos sobre las piernas propias—. Tienes que entender.
»Si te gusta una persona, puedes seguir hablando con la otra persona que te gustaba sin ningún problema.
»O sea, si ahora te gusto yo, no hay problema que sigas hablando con Sa. Y es lo mismo de su lado.
»¿Qué te hace actuar así? ¿Te cuesta mucho hablar con dos personas normal? En el viaje no me ignorabas, y hay muchos días que estuviste sin ignorarnos a las dos.
—Es incómodo… No sé cómo explicarlo. Hay veces que sólo quiero hablar con ella, y otras sólo contigo. A veces me aburres tú, y a veces ella. Ni yo lo entiendo la verdad —no niega nada acerca de las suposiciones de la mayor.
—Quisiera aclararte de antemano, contigo no voy a salir. Y creo que sí te lo dije antes. No digo que yo no sienta nada por ti, eso sería mentira. Es probable que aún me gustes un poco, aunque yo lo niegue muchas veces.
»Pero creo que lo mejor para ambos, es que no seamos pareja —arquea las cejas, con una sonrisa preocupada—. Y eso implica para mí, evitar quedarme a solas contigo seguido hasta que me sienta con la cabeza más fría.
»No salir a solas al centro, no invitarte a mi casa a solas… Es todo un proceso Yuu —suspira y se anima a jugar con los rizos ajenos—. Quiero que sigas siendo mi mejor amigo, y seamos muy cercanos de una forma estable.
»En la que pueda seguir hablando contigo siempre, porque te aprecio, pero no de un modo romántico.
»Me gusta que hablemos por llamada o por mensajes, eso no hay problema. Y salir contigo en grupo está bien. Pero salir a solas, aún no, quizás más adelante, cuando los dos lo hayamos superado —aclara la garganta.
»Para algo de pareja, preciso de alguien que no juegue al tenis de mesa con dos chicas, que se decida por una, o por las dos, pero decidido. Alguien que me crea cuando le cuento la verdad.
—¿Todavía sigues molesta por eso? Fue el año pasado, y todavía no conocía bien a Sakura… —baja la mirada, formando un puchero con los labios.
—Aunque me hagas esa carita, no voy a pensar diferente. Imagina lo feo que se sintió semejante traición.
»Que yo te cuente todo, que me haya animado a abrir la boca después de años de miedo, y que le creas a otra persona que no conoces, como tú mismo reconoces ahora —frunce el ceño, pero continúa hablándole calmada.
»Aunque me digas perdón, eso me dolió. Y eso es muy importante para mí. La sinceridad.
—Yo no te miento nunca, ¿Eso no te basta? Siempre soy sincero contigo, nunca te ocultaría nada… —continúa viéndola algo decaído, con un tono un poco ronco por lo mismo.
—Yuu. No puedo creer que tenga que decir estas cosas de nuevo —se golpea despacio la frente—. Nos rechazamos mutuamente, muchas veces. Cuando yo me declaraba tú me decías que no, cuando tú te declaras yo te digo que no.
»Ambos sabemos, que no somos «el uno para el otro» como dirían. Yo quiero alguien que me ame siempre, no a veces. Y yo te amaba todas y cada una de las veces que te dije que no.
»Mi voluntad es más fuerte que mis sentimientos. Porque a la larga, las cosas saldrán mal si somos pareja.
—Tienes razón… Lo siento. Perdón por insistir otra vez. Perdón por no poder amarte siempre.
»No entiendo por qué soy de esta manera —se sienta en una posición diferente, con las piernas más abiertas—. Hay tantos problemas que no tendría si saliera contigo. Las cosas de las que siempre me quejé de otras chicas, tú no las tienes.
»¿Por qué no puedo mantener mis sentimientos de esta forma? Incluso después niego por vergüenza el haber sentido amor por ti, y tampoco sé vergüenza de qué… —suspira profundo—. Umi… —se acerca a ella y la abraza despacio.
—Ya… Tranquilo bebé… —le sale de forma natural, sin darse cuenta. Quizás es la costumbre, por haberle dicho del mismo modo tantas veces antes al abrazarse así. Umi tampoco escucha sus propias palabras en esta ocasión.
»Ya se te pasará, como siempre. Con el tiempo dejarás de sufrir. Ya vas a ver Yuu, que dentro de unos días ya no te voy a gustar otra vez, ¿Sí? Sólo unos días más.
La escena de uno de los dos declarándose, y el otro rechazándolo de una manera tan calmada, se repitió muchas veces con anterioridad.
Al ser ambos extremadamente sinceros entre sí, pueden hablar de sus pensamientos más profundos sin ningún inconveniente. Así ha sido desde el comienzo en ese sentido, claro, mientras Yuu tenga ganas de conversar.
Sino, es un silencio grande de su parte, hasta que un día de repente viene a Umi a contarle todo lo que sucedió mientras no hablaban.
Se rechazan con cariño, sin gritos, sin lágrimas, todas las veces que sucede. No es necesario una discusión horrible para decir aquello. Con la verdad es más que suficiente.
No obstante, ese ciclo debe detenerse. No más rechazos ni declaraciones. Umi ya aceptó que Yuu no será su pareja, ahora le toca a él.
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Unas horas más tarde, llega la hora de la salida, las 15:00 p.m. Como siempre en Tomoedo, los cursos se forman frente a las puertas para salir.
La contaminación sonora es excesiva. Si no fuese por las voces potentes de algunos docentes, no podría escucharse a qué grupo de alumnos le toca salir en el momento.
En la fila del curso 104, se ve cómo Sakura se mantiene con una expresión decaída, abrazando el brazo de Chitose. Risa mira preocupada a ambas en silencio.
En los ojos de Yuu, se refleja a Umi saliendo de la preparatoria, ya que el número 103 va primero.
Apenas dos minutos luego, él se encuentra con la misma escena que se repite estos días: Io viene de su preparatoria a buscar a Umi, la abraza, la hace girar, y luego van caminando juntos, aunque sin tomarse de las manos y a una distancia común para amigos.
La imagen del par se pierde cuando se los ve irse hacia la izquierda desde donde él está de pie, desapareciendo después del borde del pasillo anterior a las puertas de Tomoedo.
Yuu baja las escaleras, suspirando pesado. Parece estar molesto, pese a la conversación que mantuvo con ella horas atrás. Sakura camina a su lado, puesto que ambos toman el autobús en la misma parada.
La pequeña lo mira, alternando su expresión entre molesta y preocupada. Por momentos frunce el ceño, luego arquea las cejas, pero continúa acompañándolo en silencio.
Al llegar al primer destino, literalmente a una cuadra y media de Tomoedo (hacia el frente), Sakura decide intentar hablarle otra vez. Le jala despacio de la manga de la camisa.
—Yuu… ¿Qué te pasa? Llevas varios días igual —dice con una voz temblorosa.
—Sólo no hay ganas de hablar —le responde con frialdad, sin mirar en su dirección.
—¿Por qué siempre que hablas con la puta esa seguido, después no quieres hablar conmigo? ¡No es justo! —alza la voz, con el entrecejo fruncido—. Me harta.
»Y a ella le haces lo mismo también. ¡A las dos! ¡A las dos nos ignoras cuando se te da la gana!
—No es mi obligación hablarles si no quiero —sigue con la vista fija en la calle, esperando que llegue el autobús.
—Algún día te vas a quedar solo por tonto, y te lo vas a merecer —infla una mejilla y suspira. Trata de respirar hondo, se le nota muy enojada—. Así no son las cosas Yuu.
»Algún día, Umi y yo no vamos a querer perdonarte más esos caprichos estúpidos. Vamos a decir «a la mierda Yuu» y no te vamos a hablar más. ¿Eso es lo que quieres? ¡¿Ah?!
Por fortuna para ambos, son los únicos en este lugar. Eso se debe a que los números que toman para regresar, no son los comunes de quienes asisten a Tomoedo.
—No quiero eso… —baja la mirada, como si toda la indiferencia se perdiera en una exhalación—. No quiero. Pero tampoco puedo fingir que me interesa hablar contigo ahora.
»Además, si ustedes me buscaron sabiendo que soy así, ¿De quién es la culpa?
—¡No intentes darme vuelta las cosas! —niega varias veces, se denota en su mirada la gran frustración.
»Una cosa es que no hables mucho, o que no haya muchos temas para conversar. Otra cosa diferente, es que si yo te digo algo pases de largo, ¡Y sólo respondas cuando es una tarea!
»Agh… Y aunque soy yo la que te lo dice ahora, estoy muy segura, segurísima, de que Umi sufre en silencio cuando actúas como estúpido. Esas actitudes tuyas deben parar.
—¿Con qué derecho lo dices? —arquea una ceja, indignado—. Si tú la tratas peor que yo. Yo sólo la ignoro. Tú la ignoras y sólo le hablas para insultarla cuando yo te ignoro a ti.
—Eso no te incumbe. Umi sabe que la quiero. Y ella siempre me va a perdonar.
—¿Y entonces por qué ustedes no me perdonarían a mí? No tiene sentido lo que estás diciendo. En otras palabras, yo no las trato mal, sólo no las trato. ¿Entiendes?
—Yuu… —sus ojos rebozan de lágrimas, que caen por sus mejillas como cascadas—. ¡Eres un imbécil! ¡Te odio!
Cuando la mayor pronuncia aquella frase, de casualidad llega el número de la línea de autobús que a él le corresponde.
Tras pagar, se dirige a su asiento, y mira por la ventanilla la figura de la chica que se aleja cada vez más. Suspira y se acomoda los cascos, cerrando los ojos.
El recorrido que se realiza es únicamente ir hacia el lado este de la ciudad. Se ven pocos edificios y muchas casas pequeñas por la ventana a medida que se acerca a su hogar.
Un par de plazas, y de forma exacta a unas cincuentaidós cuadras de Tomoedo, tras media hora de viaje, el vehículo llega a la parada más cercana a su casa. Esta se encuentra a dos cuadras.
Yuu baja con cuidado por las cortas escaleras, y camina muy lento hasta estar en la puerta. Abre y cierra tras él. Parece no haber nadie.
—Ya llegué —dice en voz lo suficiente audible, pero no hay respuesta.
Apenas al entrar, se ubica el negocio de la familia. También formaría parte del living, pero lo ocupan con eso. En los estantes se ve que venden tanto golosinas como útiles escolares y artículos de limpieza.
Más adelante, es el living comedor, que consta de una mesa con seis sillas y la televisión.
Hacia el lado izquierdo mirando desde la puerta, se encuentra una sala con un piano, un baño y una de las habitaciones. Dentro de la sala de música, además, al fondo se halla una puerta que conduce a un patio.
Hacia la derecha desde la mesa, hay otras dos habitaciones. La que se ubica más «al norte» entre esas, es la que les pertenece a Yuu y a uno de sus hermanos mayores. Son tres en total si se cuenta a sí mismo, y justo él es el menor.
Por algún motivo, la casa está vacía. Lo más probable es que sus padres salieran a la iglesia. Sus hermanos, quizás con sus parejas o amigos.
Yuu camina con vagancia hasta su cama, en donde se deja caer con los brazos abiertos. Se quita el bolso y lo coloca a un lado, de seguro planea moverlo luego.
—Aaah… ¿Por qué los clubes son a las seis de la tarde? Si fuesen al instante después de las clases, directamente me quedaría allá… —se queja y luego se da vuelta, mirando de este modo hacia el techo—. Aunque les diga perdón… —piensa en voz alta—. No sé cómo ser diferente.
»Lo siento chicas. No puedo arreglar algo de lo que desconozco el motivo. Necesito tiempo… —cambia de posición otra vez, ocultando el rostro en su almohada.
Como si recién lo recordase, se sienta de nuevo en la cama. Se quita y deja a un lado las prendas del uniforme, y busca algunas otras en el armario.
Suspira, con las ropas en las manos, no muestra intenciones de vestirse. Es decir, es verano, y no hay nadie en casa. Puede estar tranquilo en bóxer.
Regresa a recostarse, mirando con desgano hacia el techo otra vez. Coge el celular que está en la cercanía, y lo alza hacia su vista al estirar el brazo con él en mano.
Revisa las redes sociales Up y Book F. Como es de esperarse, tiene mensajes de Sakura, Umi y Chitose en Up, mientras que en Book F un par de menciones en etiquetas de Risa y Umi.
Abre primero los mensajes, pero tampoco le importa mucho si marca que le llegaron y decide no responder.
La gente que habla con él sabe que a veces sólo no quiere decir nada o está de verdad ocupado. En caso de ser lo primero es más obvio, ya que no habla ni personalmente.
—⟨⟨ Piensa bien lo que te dije. ⟩⟩ —el único texto que dejó Sakura.
—⟩⟨ Aunque no me lo hubieras dicho lo haría. ⟩⟨ —como es su costumbre, Yuu más que escribir, prefiere grabar mensajes de voz.
Luego entra a la pestaña en Up de Chitose.
—⟨⟨ Oye, demonio, pórtate bien. ⟩⟩
»⟨⟨ Por cierto, te dejé un link más arriba del último capítulo del anime que veíamos ayer. (。•̀ᴗ-)✧ ⟩⟩ —a ella no le gusta meterse en las discusiones, así que no lo profundiza mucho.
—⟩⟨ Luego lo veo. ⟩⟨ —responde con otro audio, hablando con un tono adormilado.
Al final, pasea por el chat de Umi.
—⟨⟨ Espero que hayas llegado bien a tu casa~ Yo volví hace un rato. No comí porque me tardé en volver, y bueno, ya sabes como es mi padre. Más tarde voy a canto con Sa. Ella no me contesta los mensajes, ¿Le dijiste algo malo acaso? ⟩⟩
En tiempos anteriores, los mensajes de Umi y los de él eran bastante más largos. Yuu siempre le decía «cuéntame todo, soy tu diario», cosa que ella tomaba con mucho cariño.
Por supuesto, siguen escribiéndose seguido, pero la chica ya no ahonda tanto en especificaciones.
Yuu mira con una mueca de disgusto el último mensaje, y pasa de contestarle, bloqueando la pantalla del celular.
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Del otro lado, a muchos kilómetros de ahí, se encuentra Umi acostada sobre la cama.
Su estómago ruge, pero no es algo que le preocupe más que el hecho de que Sakura está deprimida. Tiene los ojos semiabiertos, divagando sobre si dormir una siesta o seguir esperando una respuesta de alguna de las dos partes implicadas.
Otra opción siempre disponible, es ponerse a ver un anime. Es lo primero que se le viene a la cabeza. Sin embargo, tras echar un vistazo al desorden presente en su habitación, prefiere acomodar las cosas.
Como son tres personas, no es algo muy fácil de arreglar. Umi se dedica a tender todas las camas, levanta la ropa del suelo y los juguetes de sus hermanas, y luego guarda las ropas en el placard. Le toma más de veinte minutos, teniendo en cuenta que la última vez que lo hizo bien fue la semana anterior.
Lo único que complica las cosas, y lo que le causa una flojera extrema, es que sus hermanas de trece y catorce años vuelven a desacomodarla en muy poco tiempo. Y eso es incluso lo que sucede ahora.
Mientras ella se seca la frente luego de su «trabajo», Kana y Aoi apenas al subir a la habitación después de almorzar, revuelven el placard buscando unas prendas porque piensan irse a casa de una de sus amigas.
No sólo eso. Incluso voltean las sábanas al no encontrar la ropa que buscan, y al final, resulta que no están en la habitación, sino en la planta baja por haberlas lavado.
Ellas se van corriendo apresuradas, y Umi mira con frustración todo lo deshecho. A la vez, se escuchan unos pasos marcados en las escaleras. El señor Umibozu acaba de subir.
Suspira con pesadez este último, y mira con el ceño fruncido a la mayor de las tres.
—Este cuarto siempre es un desastre. Deja de perder el tiempo con los dibujos y anime de mierda, y ponte a limpiar.
—Pero yo acababa de acomodar la habitación, es que-
—Limpiaste mal. ¡No vas a ir al club de canto hasta que esté todo en orden! —alza la voz y se cruza de brazos.
—¡Entonces dile a mis hermanas que me ayuden a acomodar, y que no desordenen todo apenas lo arregle!
—¡No me faltes el respeto o te voy a castigar! —replica y rueda los ojos, dejándolos en blanco por segundos—. Déjalas jugar, son chiquitas.
—Pero cuando yo tenía su edad no me dejabas hacer lo mismo. Ni siquiera me das permiso para conversar por mensajes o llamada de noche, y a ellas no las regañas.
—Es diferente. Ellas hablan con sus amigas, y tú hablas con chicos también. Entonces no quiero que en la calle digan que mi hija es puta, eso me va a hacer quedar mal.
»Además, aunque te regañe siempre, ¡Siempre buscas una forma de llevarme la contraria!
»Sigues hablando con el mocoso ese Yuu, y ahora además andas con otro chico. ¿No te da vergüenza?
—Pero eso no te debería afectar en nada… No tomo drogas, no fumo, no bebo, no salgo tarde, lo único malo que hago es hablar con chicos.
—Y ser una holgazana de mierda, una fácil, inútil, desordenada, que se viste como vagabunda en la casa y encima es irrespetuosa —niega varias veces con la cabeza y chasquea la lengua—. Algún día te voy a prohibir salir de nuevo si sigues así.
»No tendrías que perder el tiempo con cosas de arte —suspira—. El día que te vea estudiando medicina y tu habitación esté así, quizás considere que es porque no tienes tiempo.
Sin dejarla responder nada más, Umibozu se retira de allí. Se oyen los pasos de él bajando los escalones, y se suman unos más suaves. Incluso por el sonido, Umi ya puede reconocer que se trata de su madre Aoi, que tiene el mismo nombre que su hermana menor.
—¿Qué pasa má? —la mira desganada, conteniendo las lágrimas en los ojos—. ¿Por qué no le dices a mi padre que deje de tratarme así?
—Él es así. Ya tenemos muchos problemas como para sumar otro. Además, él no te lo dice con mala intención. Quiere que seas una mujer exitosa —asegura en voz baja.
—¿Y qué tiene que ver gritarme y decirme que no hable a la noche con los amigos que tanto me costó tener? Catorce años esperando para tener amigos, para que al final se enoje.
—Es porque a veces cuando susurras en la noche molestas a tus hermanas que intentan dormir, y porque hablar hasta tarde, ya sea por mensajes o llamada, está mal. Una señorita no debería hablar con chicos a la noche.
—Pero má… Mis hermanas cuando invitan a sus amigas hacen tanto ruido que ni puedo pensar. Cuando ellas quieren se quedan hasta tarde gritando y viendo vídeos, y hacen siempre todo el ruido que quieren.
»Y yo ni siquiera hablo todos los días, entonces, ¿Por qué sólo me regañan a mí?
—Ellas son chiquitas. Déjalas ser. Además, si les dijera algo no me escucharían. Yo sé que tú sí me escuchas. Debes entender que es por tu bien.
—¿Es por mi bien pasar hambre, dejarme tratar mal y que me digan que debo estudiar algo que no me gusta, y que me regañen de cosas que si yo hago están mal, y si lo hacen los demás no pasa nada? —ahora sí no puede evitar llorar.
Su voz no cambia, se encuentra acostumbrada a mantener la misma para que la gente no le diga que molesta.
—Tú no eres los demás. No te compares con nadie. Te educamos de la forma que pensamos que vas a crecer mejor.
»Y yo no te prohíbo dibujar, ni ver dibujitos, ni que te juntes con tus amigos… Deberías estar agradecida conmigo.
»Si no fuera por mí —se señala y frunce el ceño—, ni siquiera te dejarían usar la computadora ni salir al centro con chicos. Al menos hazme el favor de estudiar medicina y tratar de no molestar a tu padre más.
—No tendrías por qué esforzarte en que me dejen hacer algunas cosas… Se supone que son cosas normales —suspira profundo—. Mi padre simplemente debería darme el mismo permiso que a mis hermanas… Así debería ser. No que debas o deba rogar para que pueda hacer algo.
—Escúchame —se acerca a ella y le habla con un tono más serio—. Vives bajo nuestro techo, y tienes comida. No te falta ropa, y puedes ir a canto.
«Toda mi ropa es usada y regalada de mis amigos a excepción de los borceguíes, que es lo único que me compraron hace tres años. El uniforme también lo compraron pero a mí no me lo cambian cada año como a mis hermanas».
«Ustedes no me pagan canto, es un club. Y no todos los días almuerzo, porque si llego apenas tarde aunque sea culpa de la escuela ya no me dejan comer…»
La señora mira con detenimiento a Umi, como si esperara una respuesta. Al notar que no abre la boca, ella sigue hablando.
—¿No estás agradecida? Yo hago de verdad mucho por ti. Si vivieras sola con tu padre, te tendría como sirvienta y no podrías hacer ninguna de las cosas que te gustan.
»Peor aún si te hubiese tocado vivir en mi casa, con mi mamá y mi papá. Agradece que Umibozu no nos golpea, porque mi papá agarraba el cinturón y no importaba si quién tenía la razón, al final me golpeaban a mí.
»Así que más vale que te portes mejor —aclara la garganta—. Y espero que deje de recibir llamados de atención de la preparatoria por tu mal comportamiento. Los profesores siempre tienen cosas de qué hablar.
»Al menos ya no eres violenta como eras en primaria y escuela media, que siempre me reclamaban que les pegabas a los pobres niños y te escapabas de clase —niega varias veces con la cabeza.
—Ya dije que yo no hice eso… No entiendo por qué no me crees… —mira hacia abajo, ya resignada por la conversación.
—Porque les pegabas a tus hermanas cuando ellas te pegaban.
—Tú dejabas que me hagan lo que quieran y no las regañabas, las golpeaba una sola vez en la cabeza, y despacio.
»Al menos contra ellas sí me podía defender yo misma. Y no les volví a pegar nunca más después de que cumplí cinco años, cuando ellas aún me golpeaban hasta hace un par de años. Lo dices como si yo las golpeara siempre.
—Yo no sé lo que pasa a puertas cerradas en esta habitación —regresa a la entrada del cuarto—. Pórtate bien, Umi, ya está —dice al último y regresa a la planta baja.
Umi regresa a su cama, sin ganas de acomodar nada. Tiene miedo de llorar en voz alta, así que intenta respirar profundo y se seca las lágrimas cada vez que salen de nuevo.
De verdad, cree que sí debería estar agradecida. Su vida es mucho mejor que años atrás.
Ahora tiene amigos, gente que la quiere, e incluso personas que gustan de ella. Puede ir a canto sin tener que pagar por eso, y es un lugar en donde cantar sin que la gente diga que su voz es molesta y que aturde, a diferencia de su casa.
Son cosas que en serio tiene que apreciar más, y mucho más para que cada vez que se sienta mal por algo, recuerde que alguna vez no tuvo nada de verdad.
De ese modo siempre se levanta, siempre vuelve a sonreír. Umi sí siente que debe ser agradecida, irónicamente, como le dicen sus padres.
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