Nigloshima - 06
Capítulo 6
Extraordinary Girl
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La mañana siguiente me sentía fatal. Mi cuerpo parecía pegado a la cama, por suerte no tenía clases, y aunque hubiera preferido dormir todo el día, si no me levantaba al menos a hacer las tareas de la casa, mis padres me matarían. Aun con eso en mente, la idea era tentadora, el sol que se fugaba por la ventana me pinchaba el cuerpo molesto.
“¿Donde estabas ayer?”
Las articulaciones de mi cuerpo dolían, las extremidades me pesaban y mi cabeza parecía estar dentro de un balde. Parecía que miraba por el lado equivocado de los prismáticos, veía todo tan lejos, tan pequeño. Pero aunque quisiera quedarme a vivir dentro de mi cama, aunque la muerte a manos de mis padres resultara tentadora, no habría nadie que alimentara a Billie si no lo hacía yo. A veces creía que ese gato era el único enlace que tenía con el mundo real.
Cuando levanté la sabana descubrí que estaba desnuda. No recordaba con exactitud lo que había pasado la noche anterior cuando llegue a casa, pero creía que me había desecho de la ropa mojada (eso incluye la ropa interior por lo que veía) y me había acostado. No parecía que me hubiera bañado por lo sudada que me encontraba. Al comienzo creí que una estaba mojada por la lluvia aunque pensándolo bien no tendría sentido, sin duda mi cuerpo había batallado durante la noche con un pico de fiebre y por eso ahora cada parte de mi cuerpo se encontraba pegada por el sudor. Haberme acostado totalmente desnuda era un síntoma de que me sentía realmente mal, nunca hubiera pensado hacer eso si no fuera el caso. Nunca me había gustado hacerlo, ni comprendía mucho a las personas que así lo hacían. El hecho de tener el cuerpo expuesto contra la cama , me provocaba una sensación extraña que no permitía que conciliara el sueño.
Luego de ducharme, cosa que no hizo que mejorara mi estado, y vestirme con la primer ropa que encontré, bastante desprolija por cierto, le di de comer a Billie. Parecía de buen humor, maullaba con esmero pasando su cola contra mis pies mientras iba de un lado al otro.
Miré por la ventana, el sol fuera parecía burlarse de mí, parecía tentarme a salir, solo para que un rato más tarde me traicionara llamando a su amigo lluvia para terminar de matarme.
“Que dramática”
Pero nunca había sido una persona que se amedrentara por algo así, no era que me dejara provocar, más bien era que no podía ser negativa, algo en mí, como un virus más que una virtud, no me permitía bajar los brazo, y me obligaba a sonreír.
“Para ya”
Como si no pudiera escapar.
Dejé una nota y salí.
El cielo estaba totalmente despejado, no había ni un rastro en él sobre una posible tormenta como la que había azotado ayer. Si no fuera por los estragos de la calle, si no fuera porque uno, instintivamente, baja la mirada, mira a su lado, el día parecía que había pasado sin ningún problema
Pero era imposible no mirar, era imposible apartar la mirada
El agua que se estancaba en los pozos de la calle, las hojas que aun revoloteaban , algunos arboles desemplumados…
Particularmente uno: era casa de una señora que había visto varias veces, siempre saludaba. Era un a mujer muy alegre, siempre que me veía, se acercaba con mucho esmero:
“ –Yuke, ¿cómo estas? Saludame a tu madre”
decía casi siempre. Y yo que casi siempre evitaba acercarme a ella o mirarla le respondía
“–Muy, bien, espero que usted también, “
Hoy la señora alegre sollozaba sobre el hombro de una persona, seguramente lamentándose por el enrome árbol que había caídos sobre su casa. Un roble bastante alto reposaba sobre el techo partido a la mitad, sus ramas atrevidas buscaban entre los escombros y sus raíces, que había levantado la tierra en su caída, bailaban enredadas en algunos automóviles.
Ver aquel gigante tumbado provocó en mí una sensación de nimiedad
Con que facilidad la vida de un humano, sus logros y sus vienes, termina destruidos por algo como eso. Los humanos habían aprendido a convivir con la naturaleza de forma armoniosos, de forma retroactiva pero, el humano es el que razona y , cataclismo aparte, sin haber un dios que controle los actos de los seres inanimados, la naturaleza era muy cambiante y de un día para el otro, como un vieja amistad, arrasa contigo. Era como dormir en la cueva de una animal salvaje.
“Nigloshima”
Más allá de la lamentable escena, un grupo de personas parecían reunidos en un improvisado circulo, se escuchaban voces, como de discusión, se escuchaban gritos
Ladridos
Un dolor punzante atravesó mi cerebro como un bala. Cerré lo ojos tan fuerte como pude llevándome ambas manos a la sien. El dolor pareció perderse en unos segundos, como si atravesara de oreja a oreja dejándome un olor a papel quemándose. Una luz, nuevamente, un montón de fotos apuntado hacia mi, paredes blancas y un maullido, se escuchaba algo lejano como ahogado a través de una pared de hielo o agua.
Urpuda
¿Qué eso eso?
Urpuda
El sonido de vidrio chocando entre si y el maullido
–¿Urpura?
Abrí los ojos, junto a mi una pequeña niña miraba el bullicio lejano con incertidumbre mientras metía un dedo en su boca.
La niña me observó al ver que abrí lo ojos
–¡Edo! – señalando hacia el tumulto
–Cariño, no es seguro aquí, será mejor que vuelvas a la plaza– me acuclillé para estar a su altura, miré a ambos lados buscando algún responsable pero parecía que estaba sola
–¿Aza?
–Si, tus padres no… Aquí no pasa nada, es una actuación, ¡cómo en la televisión!
–¡Tele!
–Sí, como en la tele, ahora ve. –La niña sacó su mano de la boca y echó correr en dirección a la plaza.
–¡Tau! – gritaba mientras movía la mano a su espalda. Me molestaba dejarla sola pero, parecía que la pequeña sabia moverse por el lugar y teniendo en cuenta lo que sospechaba, estaría más seguro si ese fuera el caso.
Me acerqué a la montonera de personas, un olor familiar parecía penetrar mi nariz desde un punto más allá. Hice un esfuerzo por meterme entre la multitud hasta llegar donde podía ver lo que ocurría.
No mentiré, me lo imaginaba, no era tonta, podría ser una persona algo optimista y buscar siempre el lado positivo pero no era tonta, solo había una cosa que podría suceder para que tantas personas se reunieran. Dentro del circulo, a una distancia segura, como un rito de algún clan, en el centro tres figuras hacían su acto. Una señora de unos cuarenta años de rodillas sobre le suelo frio de la calle temblaba y sollozaba . Un perro, un labrador purpura de ojos color rosa y un militar, el mismo que había visto el día anterior, sostenía un arma en su mano y apuntaba al animal.
Volví a sentir aquel burbujeo, como si todo el sonido se filtrara a través de un gran océano, como si flotara metida dentro de una burbuja. El animal estaba perdido, no había marcha atrás, enseñaba su dientes con voracidad y sus ojos brillantes ya no miraban, la mujer lo sabía y el soldado también. La mujer se negaba pero ¿Qué más podría hacer?
El hombre puso el dedo en el gatillo de su pistola, algunas personas se llevaron la mano a la boca, la mujer lloró mucho más fuerte.
–¡No!
Y ese grito, ¿de donde provenía, quién había sido?.
Las personas voltearon a verme, parada justo detrás del animal, de frente a la mujer que, al igual que los demás me observaba sorprendida.
No, ese grito, provenía dentro mio, venia desde lo más hondo de mi ser
Había gritado casi sin darme cuenta, ¿Por qué?¿Qué podía pasar, qué podría hacer, acaso, acaso no era inevitable?
–¡No, por favor! –dije entre sollozos, el animal me observó, pude ver dentro, tan solo un segundo, un segundo que se extendió infinitamente en mi interior, los ojos de aquel labrador bañados por una fina capa de violencia eran tan solo ojos de dolor, ojo que pedían ayuda, ojos bañados por un llanto etéreo que compartíamos…
–¡No! –la voz se quebraba al salir de mi boca, como si mi cuerpo no fuera lo suficientemente fuerte para espetar tales palabras. Como si el dolor que sentía en ese momento fuera un peso sobre mis labios. Un dolor desgarrador que sentía en el pecho y la garganta que casi no me dejaba respirar.
“No lo hagas”
–¡No, no por favor!
El perro volteó a su dueña, dejando mis ojos atrás, como pidiéndome disculpas tal vez, corrió hacia la mujer, con la mandíbula desencajada.
El hombre apunto su pistola y disparó…
El sonido del revolver fue nuevamente silenciado por aquel torrente que sentía en el interior. Pero no precisaba escuchar el sonido para saber que pasó, porque lo sentía, no sentía exactamente la bala atravesar mi cuerpo, no sentía la respiración decaer hasta convertirse en una leve suspiro, pero sentía su tristeza y dolor, como si aquella pistola me hubiera, nos hubiera, disparado miles de demonios dentro. Los ojos me ardieron, lagrimas cayeron y el sonido volvió poco a poco, el llanto agónico de un animal, el sollozo melancólico de una mujer, el bullicio de persona comentando . En ese momento una sensación de soledad se apoderó de mi cuerpo. Pero no estaba sola, más bien era el blanco de decenas de miradas, como si me expusiera en una jaula de cristal, las persona me observaban, susurraban sobre mí, pero yo estaba sola, a cientos de kilómetros de distancia . Me sentía vacía, me sentía desesperada.
“Que alguien me rescate, que alguien me saque de aquí”
– Yuke
“Que alguien me ayude, cualquier, que alguien me lleve lejos”
– ¡Yuke!
Levanté la vista, aun con los ojos entre cerrados y noté la figura de alguien conocido. En ese momento aquella figura familiar fue como un bálsamo. Sea quien sea, si tan solo conocía a esa persona, podría estar bien.
–Yuke, ¿que haces aquí? Vamos, levantate – dijo Loyd tomándome de un brazo y ayudándome ponerme de pie.
–¿Qué miran? – dijo regañando a las personas a su lado que se espantaron. Loyd olía extraño, una mezcla de desodorante de ambiente y alcohol, alcohol barato, tenía las orejas algo rojas y vestía de forma despreocupada.
– ¿Yuke, estás bien?
–Sí, sí –dije limpiando mi ojos contra la manga de la sudadera
–Alejémonos de aquí – dijo y me llevó rápidamente lejos de la multitud.
Estaba sentada en un pequeño banco, todo a mi alrededor era blanco, el piso, las paredes, el techo, nada iluminaba, todo era simplemente un oleo blanco. Sentada en el centro de aquel lugar parecía una decoración, una planta, un simple ser que mira hacia ningún lado a la vez que lo mira todo. Fuera de aquel lugar, una persona me arrastraba por la calle, como si fuera un carro llevándome de un lado al otro, sentía la vibración de mis pies, pero no podía concentrar mi vista en nada. Caminamos mucho, doblamos esquinas, no estaba perdida, conocía como la palma de mi mano cada parte de aquella cuidad, aun así no sabia donde me encontraba, o es más preciso decir que no sabía cuanto había andado, cuanto habíamos caminado, cuanto me había arrastrado, a mí, y aquel lugar blanco.
De pronto desde una esquina, unas pequeñas manchas violetas empezaron a teñir la pared frente a mí, se extendían como un virus, se pegaban entre si formando machas más grandes abarcando casi todo. En ese momento una voz hizo que todo se disolviera y se alejara como arena entre los dedos.
–Yuke siéntate – dijo señalado un sillón.
Estábamos en su casa, eso deduje, parecía aun en un leve trance, aunque empezaba a recuperar lo sentidos. Loyd me trajo un vaso con agua , dentro bailaban unos hielos que producían un tintineo casi rítmico, tomé un largo trago, el frio del agua en mi garganta me devolvió a la realidad, al menos un poco. Loyd tomaba un liquido color té también con hielo que deduje fuera alcohol.
–¿Yuke, qué pasó? Cuando pasé a ver, estabas en medio, llorando.
Loyd se sentó sobre su escritorio, costumbre que tenía también en clase.
–No pasó nada, solo…
–¿Solo?
Observé la habitación mientras buscaba alguna forma de contestar, el decorado me recordaba a una vieja tienda de artículos antiguos, tanto el escritorio, los sillones como las repisas, todo parecía teñido por una capa de nostalgia caoba que casi olía a humedad
–Solo, no me sentí bien
Respondí al fin
–¿Era un Nigloshima no es así?
Nigloshima, esa palabra soltada tan de golpe siempre me producía algo de nervios, comencé a juguetear con el cordón de mi pantalón
–Sí, lo era
Loyd suspiró solemne y le dio un trago largo a su vaso
–Pensé que de todas las personas tú serías la que mejor tomaría estos asuntos
–Lo sé, es que, últimamente…
Me puse de pie, mis piernas casi se movía solas, observé el armario gigante que tenía a un lado, estaba repleto de botellas de alcohol, algunas vaciás, otras a medio tomar, creía que no podía diferencian entre ellas si tuviera que catarlas, todas me parecían igual, la forma variaba, algunas eran más bajas, más gordas, algunas contenían un liquido incoloro, otros brillabas, aun así todas me parecían tan artificiales como lejanas.
–No tienes que acostumbrarte jamás a esto Yuke, a la muerte, no tienes que sentirte mal por eso
Loyd se puso de pie, lo vi por el reflejo de un pequeño espejo colocado en la pared junto al armario, mirándolo dese el allí parecía aun más lejano que aquellas botellas, parecía a un más ordinario,
–Lo sé, es que su dolor, yo…
balbuceé
–Ya has vivido algo como esto antes ¿no es así?
–Si, con Morty
–Tu mascota, Morty.
–Sí, yo, aun cuando cierro mis ojos, aun puedo ver su rostro, puedo ver su pelo, puedo sentir ese olor , a pesar de que lo intento, ya no puedo recordar cuando era Morty, solo tengo imágenes de aquel color. Intento convencerme, intento recrear en mi cabeza pero, solo son mentiras…
– Yuke…
–¿Por qué? ¿Por qué el mundo debe ser así, quién lo decidió? –grité, aun con los ojos cerrados con fuerza las imágenes venían a mí como trenes a alta velocidad, pasaban zumbando de un lado al otro – ¿Por qué? ¿Por qué todo es dolor? ¿Por qué puedo sentir eso, yo…?
Abrí los ojos, miré el reflejo de mi rostro en el pequeño espejo, la Yuke que me observaba era tiste, diluida, como si la imagen estuviera filtrada atrevas de cientos de capas pulidas, las lagrimas que caían marcadas sobre las mejilla parecían brillar, el pelo revuelto de un color apagado contrastaban de forma perfecta y mis ojos… Mi ojos fuertemente encendidos en purpura, mucho más de lo habitual, casi como ellos, casi como él.
–Nunca había visto tus ojos de cerca, son… – Loyd se acercó a mi por detrás e instintivamente cerré mis ojos
–¡No, no te reprimas, tus ojos son hermoso, no debes esconderlos, no debes temerles!
Su aliento cerca de mí hizo que sintiera nauseas, parecía que el alcohol estuviera impregnado en su cabello, en su ropa y en su piel. Tomó mi mejilla con su mano y la acarició, sus dedos ásperos eran tan diferentes a los míos, eran más grandes, más largos, desprendían rudeza.
–Eres hermosa Yuke – retrocedí un paso, aun con lo ojo cerrados. Retrocedí hasta que mi talones golpearon el sillón y caí sobre él y Loyd, lo hizo sobre mí.
–Eres una chica hermosa y nadie debería temerte, deberían amarte, no deberías sufrir.
Abrí los ojos uno segundos, la lampara también antigua que alumbraba desde el techo se alejaba cada vez más, como en un sueño, por más que quisiera verla, por más que la buscara, se alejaba y la habitación parecía oscurecer. Besó mi cuello, puso su mano en mi cintura levantando suavemente mi sudadera
“No”
“Déjame”
“No quiero, apestas”
“Déjame ir”
– Yuke, solo deberían amarte…
Si, lo quería, quería que me amaran, quería amar, no quería sufrir más, solo quería ser amada, quería querer y que me quisieran, quería ser abraza.
Loyd bajo su manos hacia mi vientre, lo acaricio torpemente, su aliento a alcohol subía hasta mi nariz. Mi cuerpo no se movía, quería que continuara, me sentía cómoda, me sentía cálida, tener el cuerpo de alguien tan cerca era agradable, me antia cubierta protegida…
“No quiero”
“Quiero ser amada pero..”
“Quiero que alguien me rescate”
“De éste mundo, de éste lugar”
Metió su mano dentro de mi pantalón, deslizando su dedos hasta mi ropa interior…
“Quiero ser amada pero, no…”
“No de esta forma, no así”
“Éste no es la calidez que quiero sentir”
Cuando sus ásperos dedos estaba a punto de traspasar aquella barrera, lancé mi pierna hacia arriba lo más fuerte que pude golpeando su entrepierna. Un alarido casi animal inundó la sala.
–¡Lo siento! – dije y salí corriendo hacia la puerta
–Yuke, lo siento, yo no… – llegué a escuchar pero ya era tarde, ya estaba lejos, corría sin parar hacia alguna lado, con el viento soplando en mi rostro, me sentía aliviada, pero a la vez pesada, como si volara, por llevando conmigo una gran mochila llena de plomo. Parecía que éste mundo era tan común, tan gris, no podía escapar, estaba sola.
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