Nigloshima - 07
Capítulo 7
My Name
4/12
Ring Ring Ring
Aquel sonido molesto interrumpió mi sueño, lo sentí lejano al comienzo pero se intensificó a medida que iba despertando. Estaba tentado en ignorarlo, había adquirido la habilidad de dormir con cualquier ruido una vez asimilado, pero por alguna razón el simple hecho de que sonara por su cuenta me molestaba. Recogí el tubo.
– Hola..
No hubo respuesta, tan solo escuché una interferencia lejana
–¿Hola? –repetí
El ruido continuaba.
–¡Maldición! –colgué de forma violenta
Ring Ring Ring
A los pocos segundos volvió a sonar, me senté en la cama y tomé el teléfono enfadado
–¡Hola! – grité esta vez.
–Hola… –se escuchó del otro lado, aun lejano pero entendible – ¿Se encuentra …?
Otra vez la estática nubló las palabras
–¿Qué? – pregunté
–¡Habla Sabrina! – dijo, cuando la voz empezó a notarse mucho más clara.
–¡Sabrina! – dije mirando de reojo el reloj que marcaba las nueve y treinta y dos
–Estoy cerca del centro, vine a hacer unos tramites, pensé en que podíamos vernos ¿qué te parece?
–Está bien ¿en donde….? –antes que pudiera terminar Sabrina habló
–¿Te parece a la una de la tarde en la cafetería Nigloshima?
Parecía que tenía todo planeado, casi no me deja tiempo siquiera a confirmarlo
–Si está bien, yo…
–¡Genial nos vemos ahí, no llegues tarde!
Pi Pi Pi
Cortó
Me quedé unos segundo con el teléfono aun en mi oreja, como si esperara que volviera a hablar de alguna forma. Mientras me aseaba y vestía varias preguntar asaltaron mi cabeza, alguna más tontas que otras, como que hacía Sabrina en el centro a esta hora. Era una chica independiente por lo que no tenía que buscar motivos extraños para estar en el centro, no recordaba que era exactamente lo que había estudiado en el extranjero pero podría perfectamente justificar esto. Lo que me daba mayo curiosidad era la llamada, ¿Cómo había conseguido mi numero? Ella me había dado el suyo el día anterior pero no recordaba que yo se lo hubiera dado a ella
“–Toma, es mi numero de teléfono, ahora que he vuelto a la cuidad podemos vernos un día ¿No crees?”
“–Gracias, toma también el mio.”
No, eso no pasó, ahora mi recuerdo de aquel momento era borroso, pero…
Tal vez si había sido así.
Ese día mi casa estaba desierta, mi padres trabajaban en la tarde por lo que en la mañana ambos solían descasar, pero hoy por alguna rozan ninguno estaba. En el refrigerador había dos notas pegadas con un imán
Hijo, mis amigos me invitaron a ver el juego de hoy, se que te aburren estas cosas así que te dejaré dormir
Papá
Junto a esa, otra nota escita de forma más prolija y pequeña
Hijo:
Tuve que salir temprano, lo lamento, pero hoy llegaré antes, podemos freír papas y ver el programa que nos gusta. Te amo
Mamá
Hice un bollo con amabas notas y la lancé a la basura, tomé una hoja y un bolígrafo.
Voy a ir a ver a Sabrina al centro, vuelvo en la tarde
La pagué en la puerta del refrigerador.
La comunicación por notas vía refrigerador era algo común en la casa, casi más que el teléfono o el correo. Como nuestros horarios solían estar cruzados muchas veces era necesario anotar cosas importantes de un horario a otro.
Habiéndome cerciorado que todo estaba en orden me marché directo la cafetería. O eso me gustaría decir porque no estaba seguro a donde me dirigía
Nigloshima dijo que se llamaba, pero intentando recordar, no me venía a la mente ninguna cafetería que se llamara así en el centro. Como aun era temprano decidí caminar, tal vez si veía detenidamente los comercios de la zona más concurrida pudiera dar con el dichoso lugar.
Anduve casi veinte cuadras hasta que di con mi objetivo. Efectivamente la cafetería tenia un letrero enorme que rezaba “Nigloshima” en un vivo color violeta. No recordaba si ese local había estado siempre allí, aunque la veterinaria a un lado y la lavandería al otro sí. Como si de un día para el otro una grúa gigante hubiera separado aquellos dos comercios y hubiera colocado la cafetería en medio. Estaba diciendo incoherencias, hacía mucho tiempo no pasaba por allí y siendo sincero no recordaba del todo si la lavandería y la veterinaria estaban pegadas, tal vez la estructura siempre estuvo allí y la tienda era nueva.
Sinceramente tenía en mi cabeza cosas que debería de pensar con más calma, cosas muco más importantes que una tonta cafetería. Cuando llegué eran las doce y cincuenta y cinco, esperé fuera del local hasta que la campana de la capilla sonó, no una, ni dos, sonó diez veces, ¿ La campana de hora pico no era solo dos o tres? Otra vez pensando en cosas sin sentido. Decidí esperar a Sabrina dentro, me senté en la mesa más alejada de la entrada y pedí un café, era lo más barato por lo que te permitían ocupar un lugar. Sentado allí las voces de las personas se sentían extrañamente penetrantes, como si en lugar que había elegido fuera por casualidad un hueco perfecto donde el sonido se intensificaba. Las voces parecían cada vez más , como si la cafetería estuviera repleta. Apoyé la cabeza contra la mesa, con los ojos cerrados la voces se sentina más nítidas, casi como si las palabras se dibujaran en mi mente.
“¿Viste lo que dijo Ana?”
“Las flores aumentaron de precio otra vez”
“El rojo te queda fatal”
“¿Puedes prestarme algo de dinero”
“Me gustas mucho, ¿saldrías conmigo?”
“En esta cafetería venden los mejores teléfonos”
“Esperemos a que pare la lluvia”
“¿Vienes de Longoria?”
Lluvia, teléfono, Longoria… ¿de que están hablado? Levanté la cabeza para observar alrededor cuando vi a Sabrina entrando por la puerta, parecía apurada, buscó con la mirada hasta que me encontró, su expresión de confusión se convirtió en una sonrisa hermosa mientes me saludaba con la mano.
–¡Hola! – dijo llegando a mi lado y abrazándome. Esta vez, a diferencia de ayer tenía un olor diferente, más frutal, como si desprendiera aroma a flores
–Espero no haberte hecho esperar
–No, no, llegué hace unos minutos.
Sabrina dejó la cartera a un lado y se sentó frente a mí. Estaba vestida mucho más formal, hasta su cabello lucia más serio que el día anterior.
–Te ves bien – dijo
–Gracias, tú también.
–Parece que fuera ayer cuando no vimos por última vez – dijo sonriendo
–Pero si fue ayer… – estiró su mano desde une extremo de la mesa y tomo la miá con dulzura, sus largos dedos suaves rozaron los míos. Sentí que la sangre subía hasta mis mejillas, hizo un gesto llamando al mesero quien la divisó en el momento. Miré a un lado buscando algún calendario o un reloj pero no lo vi. El mesero se acercó a la mesa contigua y tomó su pedido.
–Siempre veía esta cafetería con mi mamá cuando era pequeña, pero nunca había podido entrar
–¿Desde niña? –pregunté
–Sí, siempre me llamó la atención sus colores
Desde que era niña, eso significaba que la cafetería tenia allí más de diez años. Antes de que mi cabeza volviera a divagar por pasillos oscuros, el mozo volteó con una bandeja en su mano. La tetera sobre ella tambaleó hasta caer en dirección a nuestra mesa. Me paré rápidamente para apartar a Sabrina . Pero para mi sorpresa la tetera no llegó a su destino, o es mejor decir que no impactó en él, atravesó la mesa en un pestañeo y en el siguiente estaba sobre la bandeja nuevamente. Tanto el mozo como las personas a un lado se quedaron observándome atentamente, la propia Sabrina se veía sorprendida
–¿Estás bien? –preguntó
– Sí, lo siento, necesito tomar aire
–Está bien, vamos fuera
Salimos, el aire frio golpeó mi rostro refrescandome un poco. Sabrina me hizo un gesto para que nos sentamos en una pequeña elevación de piedra a un lado, frente a nosotros casi un kilómetro de terrenos pastoso se alargaba tras una cerca, no sabía exentamente que era aquello pero ver el césped un poco largo mecerse con el viento me relajaba
–¿Te sientes mejor?
–Sí, lo siento, no quería incomodarte.
–No me importa, también prefiero estar fuera
Dijo riendo y moviendo los pies de forma rítmica sentándose sobre sus manos. El viento mecía su cabello a ambos lados y le provocaba cerrar los ojos, levantado la cabeza para evitarlo, era una imagen hipnotizante.
–¿Cómo te fue con tus cosas?
–No muy bien, parece que nadie quiere contratar a una periodista novata
Periodismo, eso era lo que estudiaba Sabrina en el extranjero, ahora lo recordaba.
–Nadie quiere la opinión de personas jóvenes en sus revistas –continuó–, tiene miedo de que la gente se confunda, que una opinión nueva influya en la que llevan metiendo en la cabeza de las personas durante siglos.
–Pues, creo que no saben lo que se pierden
–¿Tú crees?
–Sí, creo que tus opiniones son muy atractivas, me gustaría poder leer algo escrito por ti algún día
–Muchas gracias – dijo acercándose un poco a mí y recostando su cabeza en mi hombro. A pesar de lo que hubiera imaginado no me puse nervios, es más, me relajó bastante, sentir la cabeza de Sabrina en mi hombro, sentir su respiración, mover mi cuerpo junto al de ella se sentía extrañamente placentero
–No te recordaba tan amable, ni tan… tan…
dijo
–Yo tampoco recordaba que fueran tan madura.
–Eso es porque no soy una niña, ya soy una mujer – dijo separandose de mi hombro y haciendo un gesto con su boca que más que molesto parecía divertido, enseguida cambió su rostro a una sonrisa que me contagió–Me gusta hablar contigo, eres un buen oyente.
Hizo una pausa para pensar lo que diría a continuación
–Eres como el ala de un pájaro
–¿Un ala? –pregunté algo confundido
–O más bien una pluma, eres como una pluma: delgada y silenciosa, que se deja mecer por el viento y va hacia donde éste le dice, apartada de su lugar, más allá, antes de perder su propósito como los trenes que viene de algún lugar, o antes de tener uno, como yo…
Hizo otra pausa y luego continuó
–Eres como una pluma, libre en tu mente y por eso me agradas –sonrió
Volvió a ponerse seria pero sus ojos parecían estar mirando, esta vez, dentro mio, se acercó otro vez pero no bajo su cabeza, si no, que se acercó a mi rostro.
–Yo, te…
Se acercó a mi boca, cerró sus ojos y me besó. Pero no sentí absolutamente nada, sus labios no me decían nada, no sentía el calor que había sentido hace un rato, no olía a nada agradable. Mi labios no sintieron absolutamente nada. Me aparté y al abrir mi ojos lo noté, Sabrina mantenía la misma postura, con los ojos cerrados. quieta, inmóvil…
Pum
El corazón me dio un vuelco, sentí un dolor punzante en mi pecho que pareció una puñalada.
Me aparté rápidamente de ella, miré a mi alrededor pero todo lo que veía me ponía más nervioso; todo estaba quieto, suspendido, los pájaros en el cielo, las persona en el café, los vehículo a lo lejos, todos atado con hilos invisibles, como marionetas en un circo macabro.
–¡No, no otra vez, déjame en paz!
Grité, grité tan fuerte que mi garganta casi se rompe, sentía que el aire abandonaba mi cuerpo desinflandome como un globo
–¡Sal, sal, se que estas ahí, maldición!
Nada
–¡Sal!
Sal, sal, sal, sal ,sal, sal,sal,sal,sal
Sal, sal, sal, sal ,sal, sal,sal,sal,sal
–¡Sal, sal, sal, sal ,sal, sal,sal,sal,sal!
Un rayo cayó desde el cielo provocando un estruendo increíble, desde la punta del rayo, envuelto en chispas amarillas y rojas, la figura del hombre harapiento se manifestó girando como una bailarina, abrió sus ojos, rojos y brillantes, y me observó suspendido en el aire a uno centímetros de mi como una figura divina
–¡Tú! ¿Qué quieres? ¡Dejame en paz!
–Ya no nos queda mucho tiempo – dijo, y noté por primera vez un poco de emoción en sus palabras
– ¿De que estás hablando?
–Pronto lo entenderás
–¡Quiero entenderlo ahora!
–Es demasiado para ti, éste mundo, tú mismo…
El ser levantó ambas manos con la palmas hacia arriba , el cielo se nubló, las hojas empezaron a levantarse del suelo, el pasto se arremolinó, los edificios a lo lejos parecían doblarse, lo vehículos flotaron y el suelo donde estábamos Sabrina y yo empezó a resquebrajarse.
Todo en un segundo, como una secuencia que vaticina desastre
–¿Qué quieres ¿Qué es esto?
–Ya no puedes vivir aquí, éste mundo, esta escena, tú, ya no puedes actuar en él.
– ¿Actuar? ¿De que hablas?
–Dime quien eres
–¿Qué quién soy? ¿Qué quieres decir?
–Dime tu nombre y te lo diré todo.
–¿Mi nombre? ¡Ha!
Fácil, pensé.
Mi nombre.
Mi nombre…
Todos tenemos uno, todos recordamos nuestros nombres, es, tal vez, la primera palabra propia que una persona aprende, es lo que lo identifica. La imagen asociada a uno que tienen las personas viene acompañada de un nombre, sea más normal, o algo más extraño, todos tenemos uno, es lo que nos hace parte de una familia, de un lugar, de uno mismo. Algunos prefieran ser llamado por un apodo, pero éste podría considerarse un nombre también, una identidad. ¿Y el mio? ¿Cual era mi nombre?
Uno vive su vida entera diciendo su nombre, presentándose, escribiéndolo en una hoja de examines, en un contrato laboral, somos llamado por él por nuestros amigos, nuestros padres, nuestra pareja, ¿Pero que pasa si esas cosas no existen? ¿Acaso uno podría olvidarse de su propio nombre? No, si tú lo sabes, es casi imposible olvidarte de tu propio nombre, por más que pases años sin pronunciarlo. ¿Eso quiere decir que si no recuerdo mi propio nombre significa que nunca tuve uno? ¿Cómo puede ser?
–Mi nombre, yo no…
balbuceé
–Así es, no…
– ¡Cállate! –Grité
Cállate
Mi nombre, no puede ser, mi nombre, no podía no tener nombre, era une estudiante de secundaria, en algún momento tendría que haber puesto mi nombre en un examen, algún profesor debería de haberme castigado, alguien debería de haber hecho alguna broma estúpida con él…
Nada
No recordaba ninguna de esas situaciones, por más que hiciera el mayor fuerza, no recordaba nada de eso. ¡Mis padres! Ellos me llamaban por mi nombre, ¿o tan solo me decían cariñosamente “hijo”? ¡Sabrina! ¿Qué tal Sabrina? ¡Seguro que ella sí!
Nada
No tenía nombre, ni nombre fue borrado de todo documento, no era que simplemente todos habían olvidado mi nombre, mi nombre nunca estuvo allí, aquel fotograma fue borrado de la faz de la tierra
– No tengo, yo no tengo nombre
dije cayendo de rodillas al suelo.
–Tu actuación a concluido, has hecho un buen papel, se acabó, debes salir.
– ¿Por qué? ¿Quién…? ¿Qué soy…? ¿Qué es esto?
La lluvia comenzó caer de repente, me quedé allí estático, mirando el suelo, el agua se iba acumulando debajo. Parecieron segundo pero pudieran haber sido horas, el reflejo de mi rostro en el agua acumulada me entregaba una imagen triste. Las lagrimas caían por mis mejillas rojas como la sangre, brillantes, caían al suelo provocando una onda interminable en el agua, diluyendo el color claro de la lluvia y nublando más mi imagen en ella
Escuché un ruido, un chirrido, algo. Algo que me dio un poco de esperanza, un movimiento, se movía, venía hacia mí, desde algún lado, desde algún punto de la carretera destruida, entre la nubes que invadía ahora la tierra. Tambaleando entre los escombros, se escuchaba ahogado, lejano, agobiado por el ruido intenso de la lluvia al caer sobre todo. Al observar con detenimiento noté que era un autobús amarillo, las luces estaban encendidas y viajaba a gran velocidad, el destino estaba dañado, había unas luces rojas que tintineaban, solo algunas letras eran legibles por lo que solo pude leer “A _ _ _ON” Toda el agua que tocaba sus ruedas se transformaban en pequeños pétalos roas de alguna flor que desconocía. Venía rápidamente, presto, inexorable, no se detenía, se acercaba a mí… y a Sabrina
¡Sabrina!
Miré a un lado, seguía allí, con los ojos cerrados, indefensa. ¿Qué más daba? Nada de eso era real , no podía ser real, nada de lo que veía, ni yo mismo. Lo había dicho él, nada existía, todo era una actuación todo era…
El autobús recortaba cada vez más distancia entre nosotros, se acercaba, estaba a unos diez metros.
No había razón para hacer nada, todo aquellos ya había acabado, no era real así tuviera recuerdos o sentimientos por ello. Miré el símbolo en mi muñeca, aquella daga…
No necesito un arma para recuperar lo que es mio
Cinco metros
Es el fin
cuatro
No hay caso en…
tres
No puedo moverme…
dos
No lo haré.
Uno
Se acabó
El autobús continuó por el descampado convirtiendo todo a su paso en aquellos pétalos brillantes. Salté la pequeña brecha en el suelo hasta Sabrina y la tomé en mi brazo tumbandome sobre un lado. No estoy seguro si el tiempo volvió a detenerse o simplemente todo me pareció muy lento, pero la imagen que vi allí se mantuvo en mi cabeza. Dentro del autobús sin conductor ni pasajeros solo había una figura, una figura que no pude distinguir con claridad: una mujer. Llevaba un vestido blanco que brillaba como el sol ausente de aquella tarde. El autobús siguió su curso hasta perderse y un arcoiris casi cínico se dibujó en el horizonte.
¿Por qué lo hiciste?
Qué más da
El tiempo retomó su curso.
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