Nigloshima - 10
Capítulo 10
Love and Fever
4/12
Volví a tener ese sueño extraño, en aquel vehículo destartalado, pero esta vez me pareció ver una persona, una persona desde el vidrio, parecía…
–Hablo con la doctora Corel…
… necesito su ayuda en…
…no tengo mucho tiempo para…
Aquel murmullo me devolvió a la realidad tumbada en mi cama, me levanté a desgano aunque tenía decidido que no iría a clases, me sentía fatal, sentía que mi cuerpo ardía y sudaba a mares, no era parecido a un refriado, más bien que estaba desapareciendo lentamente.
Mi madre no estaba, la llamada seguro era para ella, había una nota pero no precisé leerla. Me sentía molesta, me molestaba todo: mi cabello al peinarme, lo odié, mi rostro al verme en el espejo al arreglarme, lo odié, mi cuerpo al tocarlo mientra me bañaba, mis pechos, los odiaba, mi vientre, lo odié, odié ser mujer.
¿Por qué tenía que pasar por eso?
Ni siquiera me despedí de Billie al salir por la puerta, necesitaba caminar, que no fura a clase no era escusa para que me quedara dentro de casa. Me sentía fatal, mis piernas dolían pero más dolía mi cabeza si me ponía a pensar y reflexionar sin llegar a ningún lado, odiaba eso. Odiaba las personas que me rodeaban, que pasaban cerca mio al caminar. Pasé frente la lavandería, donde atendía aquel señor tan maleducado, lo odiaba, al chico que reponía en la tienda, lo odiaba. Miré le cielo, era de día, pero parecía noche, se veía las nubes negras, lo odiaba. Al volver a bajar la cabeza me mareé, caminé mareada un buen tramo, todo la mi alrededor giraba y daba brincos, que sensación tan particular, lo odiaba. Todo podía desaparecer.
Lucille
Adivinación
La tienda de la adivinadora, donde la mujer que leyó mi futuro con las cartas. Por alguna razón aquella sensación de odia no se desplegaba allí, como si mis defensas estuvieran bajas para ella, por eso decidí entrar, esta vez con menos tapujo. Como la última vez nigua campana ni ruido advirtió mi llegada y Lucille no estaba allí. Miré alrededor unos segundos, sobre el escritorio a un lado había dos cuadros de fotografiás, se veían ajadas y viejas: en una había una mujer algo madura, junto a dos niñas, ambas se parecían y a su vez estas a la mayor, salvo por el cabello, una lo tenía lacio y negro y la otra ondulado y castaño, vestían de forma particular. En la otra, una de las pequeñas niñas de la foto anterior, la de pelo negro, se apretaba junto a dos personas, una de ellas un chico de cabello negro alborotado que parecía estar fingiendo una sonrisa muy mala y una chica de pelo largo y rojo brillante, esbozaba una sonrisa esplendida.
–Yuke, bienvenida – dijo Lucille llegando de improviso a la sala
Me sorprendí tanto que casi dejo caer el cuadro en mis manos
– Lo siento solo quería…
–Está bien, si quisiera que nadie las mirara, las guardaría en un cajón – rio Lucille cerrando sus ojos entre abiertos en un gesto cortés, traía en su mano dos tazas y una tetera, de una forma que parecía bastante extraña.
Su voz siempre me resultaba tan serena que calmaba mi corazón, al menos lo hacia bajar un par de ritmos.
Puso las dos tazas en la meza y sirvió el té en ambas, con una habilidad casi sobrehumana, mucho mejor que cualquier camarera que hubiera visto antes. Seria más correcto decir que su habilidad no era mejor, era diferente, si bien parecía hacerlo de una forma más efectivo, casi perfecta ante mis ojos, me resultaba tremendamente difícil de ver, mucho más si quisiera imitarle.
–Eres muy buena haciendo eso – dije
Lucille no pareció sorprenderse, tan solo hizo una gesto con sus labios como si evitara morderlos.
–Lo ha practicado mi familia tal vez más tiempo que la adivinación.
Sin decir nada me senté en la mesa y tomé una taza.
–¿Cómo sabias que vendría?
Pregunté
–¿Cómo? Claro que no lo sabía, mis poderes no son tan fuertes – bromeó
Luego de formular mi pregunta noté que esta no tenía sentido, al ver a Lucille con aquella tetera y al sentir su saludo tan cálido, me había dado la sensación de que estaba esperando por mi allí, como una tía que recibe a su sobrinos de visita. Al ver el local pequeño y poco concurrido di por hecho que no solía recibir clientes, pero por lo contrario Lucille seguramente era así de acogedora con cualquier que entrara a su local.
–Te ves preocupada y molesta – dijo
–Pues tus poderes no son tan vagos
Reí, aunque sonó algo extraño
–¿Quieres que lea tu futuro otra vez?
–No tengo como pagarte, nuevamente.
–No precisas pagarme la anterior, me enseñaste tu ropa interior, lo tomaré como pago
Me sonrojé o eso creía, me sentía tan caliente por dentro que no se si podría aumentar más mi temperatura.
–Y en cuanto esta –continuó–, luego ya me invitas algo para compensar.
Lucille cerró nuevamente sus ojos haciendo que el lunar bajo su parpado casi desapareciera, a pesar de moverse tan grácil y que sus movimientos sean tan calmados, a su vez, desprendían energía y decisión
–No se si hacerlo, no me siento…
Lucille comenzó a revolver la barajas, con una habilidad de un mago, colocó la cartas en la misma posición que la última vez y luego de leer un poco las volvió guardar.
–Hagamos algo diferente.
Me pareció extraño, mucho más al notar en su rostro un gesto de incertidumbre, uno nuevo y que no parecía quedarle muy bien a sus facciones
–¿Qué cosa?
–¿Puedes darme tu mano?
Dudé unos segundo, no por timidez, ni por desconfianza, más bien temía a la percepción de Lucille, había notado mi molestia con solo echarme una mirada no sabía lo que podía sentir al tocar mi mano. No era como si no pudiera darle una escusa, pero pensarlo siquiera me agotaba y la posibilidad de contarle sobre mis sueños extraños y sobre como el mundo últimamente parecía querer engullirme en un espiral de odio y miedo, era aun menos probable. Al final tendí la mano con al palma hacia arriba y como pensaba, cuando la tomó dio un pequeño salto de sorpresa.
–Estas hirviendo
No contesté tan solo tomé mi taza con la otra mano y di un sorbo.
Lucille pareció regañarme con la mirada pero la ignoré, ella continuó mirando mi palma y suspiró.
–Me recuerdas mucho a alguien que conocí hace tiempo.
Ya lo había dicho antes, tal vez se refería a alguien que aparecía en las fotos.
En ese momento todo en mi cabeza dio un vuelco, una puntada sorda segó todos mi sentidos, vi caer la taza de té al suelo y partirse en mil pedazos, sin sonido, sin ruido alguno, miré a Lucille que pareció compartir aquella sensación pues se llevó una mano a la cabeza algo sorprendida.
“¿Estas bien?” pude leer en sus labios pero no escuchaba absolutamente nada. Me aparté de la silla, miré a mi alrededor, el sonido empezaba a volver junto con un zumbido pero, veía todo a mi alrededor en llamas, purpuras, veía un humo extraño como el de aquella vez, sentía que mi cabeza iba a salir dispara hacia fuera.
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