Nigloshima - 11
Capítulo 11
Mr. Feather
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Persiguiendo al gato entre unos hierbajos me asaltó una idea de satisfacción casi tonta. Al fin de cuentas sí era el culpable de todo, aunque no era del todo cierto, tenía que seguirlo a él hasta el final, si esa no era una buena justificación ¿Qué lo era? Al fin de cuentas el gato me sacaría de allí, el mismo gato que había visto primero, con él terminaría todo. Así que sí era él, como lo había sospechado y dicho antes, eso me hacía sentir un poco mejor
–¡Ha! así que eras tú – grité, pero el felino ni se inmutó, siguió su marcha elegante entre la hierba de un descampado que parecía infinito, detrás ya no se veía la central y hacía el frente, pasto y más pasto. A veces el color variaba, se volvía más amarillo, crecía un poco más, pero siempre continuaba hasta donde mi vista alcanzaba. Algunas veces era tan alto que hacían que el gato desapareciera de mi vista y me guiara solo con el sonido. Pronto comencé a escuchar un ruido extraño, eran cosas moviéndose, eran más pesadas, agitaba los hierbajos con fuerza, los sentía lejos, distantes, pero no tardaron en ir acercándose cada vez más, de todas dirección. El pasto se hacia cada vez más espeso, más pesado, los ruidos acrecentaron hasta que caí al suelo, de bruces contra el césped que parecía tan seco como la ceniza
Sentí un dolor punzante en mi tobillo, como si una prensa sujetara con fuerza. Miré hacia tras y efectivamente, aunque no era una, algo sujetaba con insistencia el dobles de mi pantalón, no lo veía bien, el herbaje caía sobre él, aunque lo entendí casi al segundo siguiente.
Muérete
¿Otra vez? Pero esta vez no era la voz del ser con harapos, era diferente, no en tono, se asemejaba bastante, si no en intención. Como si alguien estuviera imitando su voz. Como si alguien quisiera hacerme caer en un trampa…
Muérete
Muérete
Finalmente pude ver que me tenía sujeto: Una mano cadavérica, gris como ceniza, de uñas largas clavadas en mí. Dolía, pero daba más miedo que dolor…
Una cara demacrada de ojos vacíos y dentadura casi inexistente, vociferaba mientras se arrastraba sujeta a mi tobillo: me quise poner de pie, zafarme, pero los había escuchado, era muchos, llegaron de todos lados, arrastrando sus pies como cadáveres y se lanzaron sobre mí.
Grité, de miedo y dolor, pero era inútil, los gritos no iba a espantarlos, eran como pesadillas inmunes a cualquier cosa.
–¡Déjenme!
Una manos sujetó mi brazo, mi hombro, mis pies, mi ropa, grité nuevamente, hasta que una de ella tapó mi boca y mi nariz, por último, mis ojos…
Silencio
Oscuridad.
Muérete
Al fin de cuentas no era mala idea, pero esta vez definitiva, ¿Qué haría de todos modos saliendo? ¿Qué perseguía? ¿Qué había más allá? Tal vez todo era un esfuerzo vago, tal vez no fueran mis enemigos si no ángeles que velaban por mí. ¿Qué haré si sigo? ¿Qué haré si encuentro la puerta del gato? Tal vez es mejor dejar de luchar, mi vida no era la gran cosa, si se podía llamar vida, mi vida era un basura, no tenía un objetivo, no tenia un propósito, ni siquiera tenía un nombre…
No
Mantente vivo
Mantente vivo por mí, por favor
¿Y eso? ¿Qué es eso? Se siente como si viniera desde algún lugar lejano, ¿Quién es? ¿Qué quieres?
Aquella voz, tan lejos y tan cerca, se manifestó como un faro atravesando aquellas manos grises.
Era tan reconfortante que por un momento olvidé en la situación que me encontraba.
Pude ver como un rayo cayó en mi interior. Mi mano ardió, mi muñeca más específicamente, donde guardaba aquella daga con la que un día morí y volví a vivir.
Presentame tu fuerza una última vez
Los corté.
Gritaron, esta vez era su turno de gritar, las figuras se desvanecieron, cuando cortaba una se desvanecían como polvo. Aquella sensación al acabar con uno me producía satisfacción, no como venganza si no como… No podía darme le lujo de regodearme, eran débiles, sí, pero eran muchos, seguían saliendo sin parar, no había tiempo. Una vez más, como había hecho mucho en los últimos días: Corrí
Corrí rezando no tropezar ni perder el equilibrio, aquellos seres no titubeaban, tan solos seguían saliendo, cortándome el paso, estirado su manos como fanáticos dementes. A veces alguno alcanzaba a rozarme o tocar mi ropa pero logré que ninguno se aferrara, no podía permitírmelo, si caía allí no podría levantarme nunca más.
Corrí hasta que el pasto desapareció, no solo frente a mí, también detrás, y solo en aquel mar enorme de agua infinita, que reflejaba mi figura, solo allí, en el océano eterno, el gato me esperaba posado sobre él. Me miraba de frente con sus ojos que atravesaban cualquier muralla, como taladros incorpóreos que barrían mis defensas y se metían en mi alma.
Caí de rodillas, el agua bajo mi cuerpo hizo una onda pero no me hundí, era un sensación extraña. Agitado, solo pude respirar hondo, miré al gato y éste caminó hacia mí, siempre mirándome a los ojos, se acercó casi tanto que su pequeña nariz rosó la miá, me observó y yo igual. Cerró sus ojos y se acercó a mi cara, frotando su pelo contra mi rostro, aquella sensación me devolvió un poco el aliento y sentí por primera vez una calidez casi acogedora, acompañado de un brilló que me obligó a cerras los ojos. Cuando los volví a abrir el gato ya no estaba, o tal vez si, transformado en una bola de luz brillante e incandescente que flotó por encima de mi cabeza. Lo miré anonadado, el brillo era tan hermoso, tan cálido, comenzó a moverse, como una gota de agua brillante y enorme, tomaba formas, bailaba, cambiaba de color y emitía una sensación que me daba ganas de tomarla entre mi brazos y hundirme en ella. Aquella cosa comenzó a tomar una apariencia cada vez más realista: unas manos, unas piernas, cabello… lo entendía ya. Era la figura de una mujer, estaba desnuda, pude ver cada parte de su cuerpo, sus piernas largas, su vientre plano, sus caderas, su pechos, su brazos delgados, su hermoso cabello, sus rostro, cada centímetro me parecía tan hermoso que las lagrimas comenzaron a caer de mis mejillas sin siquiera darme cuenta,
–Gracias –Dije
Sin saber a quien, si saber porqué. Aquella figura hermosa abrió lo ojos y me observó, la luz se hizo más intensa, pero no cerré mis ojos, quería verlo hasta le final, aunque mis globos se quemaran. Mis manos y mis pies primero, luego los brazos y la piernas, de a poco mi ser iba convirtiéndose en un sin fin de plumas color purpura, plumas que volaban de un lado al otro como un torbellino, llevándose de a poco mi ser. Por último mi torso, mi cuello, mi boca, mi nariz, y por suerte , para poder verla hasta le final, los ojos, y juntos antes de que mi conciencia estuviera a punto de irse también…
Olí nieve.
¿Qué como huele la nieve? Pues, a ella
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Comments for chapter "11"
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