Nigloshima - 18
Capítulo 5
Sentido y Sensibilidad
Todo había sido tan rápido que Yuke apenas tuvo tiempo de cambiar de aire, en un momento , como una estrella fugaz, se le había arrebatado otra cosa más, como hace años , otra vez, había tenido que despedirse de algo, y esta vez, había sido mucho peor. Le ardía el pecho con intensidad, vaya si le ardía, era uno de los dolores más fuertes que recordaba, pero, más ardía en su interior. Apretada contra la espalda de Ethan sitió un poco de calma, sentía el latir del chico en su oído, se sentía tan real, al menos en aquel momento era solo lo que precisaba.
No te vayas
– Yuke, ¿estás bien? debemos irnos de aquí, tus padres no…
Recordó en aquel momento que no estaba sola en el mundo, en el lugar blanco y rojo, violeta y rojo, recordó que estaba en una guerra y que debía ponerse en pie y salir de allí.
–¡Papá, mamá! –gritó como si buscara con esto recuperar la fuerza de sus piernas, hizo un intento bago por ponerse de pie, luego ayudado por Ethan recobró el aliento .
–¡Salgamos de aquí! – le gritó, la voz de Ethan le llegaba muy lejos, no solo por el sonido del ambiente, por el ruidaje provocado por todo el caos, lo sentía lejos porque su cabeza daba vueltas, y ardía, aunque apenas tenían tiempo de sentir dolor físico en aquella situación. Ambos trotaron entre el caos del interior del búnker, algunos tanques de gas rodaban por el suelo de un lado al otro, los animales correteaban desbocados como buscado algo que no encontraban y por suerte, parecían no verles. Lograron salir, Yuke estaba recostada en el hombro de Ethan que intentaba por todos los medios que se mantuviera en pie. Fuera la situación era muy similar, los animales corrían de un lado al otro, algunas persona que quedaban intentaban defenderse en vano, Yuke no pudo evitar llorar nuevamente, no tan explosiva como antes, no tenía tiempo ni energía, pero aquella imagen le daba tristeza, mucho más que miedo, miró a Ethan que observaba el paisaje con la misma incertidumbre, quería abrazarle nuevamente, quería refugiarse para siempre allí, pero debían escapar primero.
Sus pensamientos fueron cortados por un bulto color purpura que se acercaba violentamente a ellos.
–¡Yuke, atrás! –gritó Ethan tomándola de un brazo y colocándose en medio. Acto que era inútil y tonto, si una ráfaga de balas no hubiera acabado con el animal, seguramente hubiera sido …
Miraron sobre sus hombros, desde el techo del búnker, rodeado de algunos animale un poco más ágiles, François daba clases de su habilidad con aquel fusil de asalto rápido, disparaba en todas direcciones abatiendo decenas de pequeños animales y algunos más grandes.
–¿Qué hacen allí ? ¡Corran, si tienen piernas corran! –gritó el hombre haciéndole un gesto algo amistosamente torpe con una mano. Yuke lo dudó, no quería volver a dejar a nadie atrás, François estaba rodeado no había forma de que…
– ¡Yuke! – la voz de Ethan le empujó, muco más que su brazo sujetando su mano y tiroñandole hacia el lado opuesto del lugar
Se dejó empujar, la nieve bajo sus pies hacia que les costara dar pasos firmes y a Ethan no le sobraban fuerzas, tuvo que golpearse en la mejilla para volver en si ya que sus oídos aun le zumbaban y pudo despabilar a tiempo. Aun así la espalda de Ethan deteniéndose y el inexorable golpe contra esta le tumbó al suelo.
Frente a ellos había un oso, de los que Ethan había visto de regreso al búnker, parecía más grande que los otros y aquella mirada desencajada y purpura, la sangre de su hocico, todo aquello les auguraba el fin.
– ¡Yuke! –gritó el chico decidido e hizo un intento por repetir aquel gesto, un intento por ponerse frente a ella.
No, no permitiré que nadie más se pongo frente mio, no permitiría que muera nadie más.
Haciendo acopio de, tal vez, sus últimas energías, lo empujó un lado lanzandolo contra la nieve fría, abrió sus manos en un gesto de abrazo y el animal, que había retraído sus garras para da el zarpazo, se paró en seco. Aquel flash atravesó su cuerpo como un relámpago violeta, el tiempo se detuvo, el zumbido se intensificó hasta convertirse en un aguja atravesando sus tímpanos. Vio el animal a lo ojos y éste le miro a ella, se vio convertirse en el mismo, se sintió el pelo, sus fauces llenas de sabor hierro, vio a la chica parada frente a él con lo abrazos estirados, vio a Ethan a un lado mirando perplejo, y sintió aquella sensación de miedo que le hizo ponerse en cuatro patas y escapar, junto antes de volver a ver por su propios ojos como el oso emprendía su escaque por el lado contrario. El zumbido llenó tanto su oídos que creía que estallarían, o lo deseaba, deseaba que estallaran y dejaran de zumbar y doler, escuchó un explosiona su espalda, una que pudo jurar era real, el viento provocó una oleada de nieve que inundo a ambos, escondiéndolos en una fina manta fría. Finalmente perdió la conciencia.
2
No sabía que era, pero no era ella misma, sentía un calor particular en su cuerpo como si estuviera rodeada de pelo, caminaba en cuatro patas y su aliento apestaba. Todo en su rango de visión parecía algo distorsionado y gris, pero podía notar a la perfección la única figura humana de pie en aquella habitación: la observaba desde sus pies, subiendo hasta su cintura, recorriendo una bata larga y blanca, pero cunado quería llegar por encima de su cuello, algo le sujetaba la cabeza, por entre la orejas y, gentilmente, le acariciaba de forma que no pudiera levantar la vista.
Aquella persona se acuclillaba, se acercaba a sus orejas, que se movían de forma extraña y escuchaba una frase entrecortada, que se repetía un par de veces,
–Ven a…
la…
ven…
Aquel zumbido comenzaba a regresar cuando por fin comenzaba a escuchar con más claridad
Te espero en la…
sla….
3
Cuando Yuke abrió lo ojos para verle a Ethan el volvió el alma al cuerpo, empezaba a pensar que debería cargarla y largarse de allí con ella a cuestas.
–Yuke, con cuidado – dijo intentando que la chica se pusiera de pie.
–¿Qué pasó?
Pensó en miles de formas de explicar pero sinceramente no sabía que había pasado, siquiera el miso comprendía del todo y la situación era tan extraña que solo miró en dirección al búnker, o es mejor decir en disección a donde se encontraba antes. Ahora era un amasijo de hierro caliente, todo alrededor se tornaba naranja con el reflejo de la llamas y rojo por la sangre, cientos de animales carbonizados y algunos que en un intento casi tonto intentaban escapas corriendo y perdiéndose se entre la nieve, dibujaban un cuadro tétrico. No había ni unan persona, no quedaba ni un alma, aquel lugar antes provisto de vida y mucho gas, era ahora una barbacoa, una fogata enorme en aquella reunión invernal
– François… –intentó decir Yuke pero Ethan le interrumpió
–No, no lo pienses, si lo piensas…
Era difícil, era difícil continuar si ambos se ponían a contar las personas que estaban en aquel lugar. Ethan comprendía lo que había pasado, comprendía la intenciones de Fran al escalar el búnker y alejarse a los gritos. Temía a aquella cantidad de bombonas de gas que había dentro del búnker desde que habían llegado la primera vez, en algún momento se le había pasado por la cabeza que todo eso estallara, pero jama hubiera imaginado que fuera en esa situación y que brindara una imagen tan triste y silenciosa, salvo por le crepitar y alguno alaridos. No sabiía cuantas personas había en el refugio, no quería saberlo, no había ninguna ya, no quería saber que había pasado con Fran ni con Grant, ni quería recordar a Kalahan y su hijo y no quería pensar que había roto su promesa con Cain. Y se iba asegurar de que Yuke no pensara eso, quería evitar de todas maneras que Yuke pensara todo eso.
–Ethan, mi padres, ellos… – Yuke se puso de pie y él, con lo que le quedaba de fuerzas para seguirla, la imitó, tan solo se dedicó a andar tras ella como un zombie trastabillando con cada pasos que daba. Yuke a paso medio ágil miraba de un lado al otro sin acercarse demasiado al calor inmenso del medido de aquella hoguera. Él lo sabía, si sus padres estaban allí, ya no había nada que buscar, aunque una parte de él le decía que tal vez todo había salido bien, al menos era la esperanza que Yuke necesitaba. Perder a su seres queridos de aquello forma, ¿él podría sentir aquella sensación? ¿podría sentir empatía? ¿había tenido seres queridos? Ya casi ni recordaba nada de su estadía en el mundo del que venía, las imágenes que asociaba a familia apenas si eran visible pero estaba cubierto a de un hollín mucho más turbio del que inundaba el aire de aquel lugar.
Yuke se detuvo, mirando a un lado, cerca de la fogata a unos pasos, un amasijo más pequeño y menos encendido en llamas pareció llamarle la atención. Ethan se paró junto ella y observó, ambos miraron melancólicos como si fueran una pareja apreciando un cuadro de una galería aburrida. En el centro de aquel pequeño embrollo de vigas de metal, un alce luchaba por quitarse del medio de su pecho una placa de metal caliente. El animal movía sus cabeza en un intento vago por desprenderse, pero aunque lo lograra la mitad de su cuerpo estaba cubierto por otra rocas que le aplastaban. Ethan comprendió que era lo que le llamaba la atención, no solo la imagen era desgarradora y triste, era tenebrosa y fría, también era hipnotizante; su pelaje violeta estaba bañado por una capa de hollín que lo convertía en casi negro, como un alce normal, salvo por sus ojos, con aquel resplandor purpura que caracterizaba a los animale con Nigloshima. Aquel rasgo que compartía con Yuke y que en uno le provocaba paz y en otro miedo, Los ojos del animal se abrían y cerraban por el esfuerzo y en aquel intervalo, el color variaba del purpura al negro, como un televisor con interferencia. Yuke apretó su brazo, por dolor y por miedo.
–Ethan, haz algo…
Él sabia que podía hacer, aunque no estaba seguro si podría. Sacó la pistola y apuntó al animal con una mano temblorosa, hizo un esfuerzo por sujetar el revolver con las dos aunque la derecha le ardía increíblemente por la mordida del animal. Intentó apuntar pero su cuerpo no paraba de temblar, parecía que iba perder el control total de el en cualquier momento. Yuke se apretó con fuerza y eso hizo que lograra un poco más de estabilidad. Disparó casi cerrando los ojos, como había hecho antes, la bala fue a parar a un montón de tierra quemada a un lado. Volvió a dispara, otra vez la bala pasó lejos de su objetivo. Los nervios le hacían temblar aun más, Yuke sollozaba su lado y ver le animal retorcerse frente a sus ojos, pidiéndole que acabara con su vida, todo aquello hacía que simplemente no pudiera hacerlo.
Disparo una vez más:
otro fallo.
Otra:
un fallo más
Comenzó a pensar que las balas se acabarían justo cuando, por obra del destino, la suerte o tal vez simplemente el azar, la bala atravesó la cabeza del animal cesando su moviente por fin. Vio por última vez como sus ojos peleaban por cambiar y finalmente acabaron negros. Yuke soltó su brazo, no había notado cuan fuerte le estaba apretando hasta que lo hizo, se acercó un poco al animal, se acuclillo y pareció hacer una especie de reverencia antes de susurrar unas palabras que también estaban rondando por su cabeza
–Parece que si existe la cura.
Ethan abrió la boca para decir algo, pero en el instante que Yuke se puso de pie y vio nuevamente su expresión la cerró. Parecía decidida, la lagrimas de sus ojos parecían secas, volteó la mirada casi con desdén y comenzó a caminar en dirección contaría.
–Busquemos a mis padres
La observó y no pudo decir nada. No se había dado cuenta lo difícil que era decir algo, era tan difícil hablar, la palabras eran tan fuertes y a la vez tan pesadas, una sola palabra puede levantar una montaña o destruir un planeta entero. Lo comprendió cuando no tuvo ni una en su boca. A veces las cosas más simples son tan importantes cuando uno no las tienen, como una palabra de aliento o un nombre.
Caminó un poco alejado, a unos metros Yuke buscaba en todas direcciones, sin acercarse demasiado, el búnker estaba rodeado de un pequeño bosque de arboles frondosos que delimitaba perfectamente la zona más allá de las dunas. Ethan creía que era casi imposible que en éste momento los animales dejaran el lugar y se acercaron al calor pero por las dudas no quería que Yuke se alejara más. Estaba apunto de decirle, estaba punto de pedirle que dejara de buscar a sus padres, estaba a puto de encontrar valor para poner su seguridad por encima de cualquier cosa cuando lo vio, atado a un árbol, un poco alejado de donde comenzaba el bosque, en un pino solitario, atado con fina gracia casi compulsiva, un pequeño chal negro desgastado y áspero.
– ¡Yuke! –gritó y aunque quiso hacerlo con más énfasis, su garganta dolió al punto de que creyó que sangraría. Ella se acercó trotando y cuando estuvo a unos metros corrió tan rápido que levantó una nube de nieve.
– ¿Reconoces esto? – preguntó señalando el árbol
Los ojos de Yuke se llenaron de lagrimas y cayó sobre sus rodillas.
–Sí, sí, es el chal de mi madre, ellos, ellos están bien, ¿verdad?
Ethan asintió aunque no estaba seguro si mentía o no, aquella cosa no había llegado allí de casualidad, pero aunque fuera deliberado no entendía el mensaje, seguramente estuvieran vivos pero, todo aquello era muy ambiguo.
–Dudo que hayan cruzado el bosque, es evidente que es demasiado arriesgado –dijo Ethan y Yuke pareció retarlo con la mirada
–Si ellos cruzaron debemos…
–Yuke, no subestimes a Juno, no creo que haya querido arriesgarse cruzando el bosque por aquella dirección
Meditó unos segundo y Ethan vio como su animo pasó por diversas fases: primero enojo, luego confusión, tristeza, comprensión y finalmente resignación
– Creo que tienes razón, pero…
Ethan pensaba muchas cosas, barajaba varias posibilidades, dada la relaciona que tenían sus padres con ella, era casi imposible pensar que lo dos habían escapado del búnker antes que explotara y se habían alejado dejando a su hija atrás, pero de la forma que aquello estaba allí a la vista tampoco podía pensar que estaban muertos. Todo le llevaba a un punto muerto que no lograba resolver y la posibilidades eran tan variadas y algunas eran tan sombrías que prefirió guardárselas para él.
– Sea cómo sea debemos alejarnos de aquí y encontrar refugio antes de que anochezca
Yuke desabrochó el chal del árbol y, luego apretarlo unos segundos contra su pecho, se lo guardó en su bolsillo.
4
No tenía sentido volver al sur, y el bosque rodeaba el lugar desde el oeste y por el este detrás de las dunas, lejos de aquel búnker abandonado, el único camino que quedaba era hacia el norte.
La gruta que se alejaba de las llamas era calma, un camino de arboles que coronaban una espacie de sendero los llevaba a algún lado, lejos de aquel calor. El lugar estaba sereno y ninguno de los dos tenía la energía par pensar que pasaría si algún animal les atacaba en la situación en la que se encontraban. Ambos caminaban lento por la nieven, les costaba mover los pies, pero dentro de la cabeza de Ethan no se sentía del todo devastado. Era la primera vez desde que llegó a aquel mundo que estaba a solas con Yuke, ambos caminando por aquel mundo tan caótico. Deseo en su interior no sentir aquella sensación de felicidad, lo hacia sentir mal, deseaba no alegrarse, deseaba no sentir aquellas ganas ir tan lento cómo sea posible, de que aquello no acabara jamás. Una ráfaga de viento polar arreció de pronto obligando a ambos a detener el paso. Yuke soltó un pequeño grito que hizo que el brazo de Ethan doliera, había olvidado que lo tenía en tan mal estado, por alguna razón el dolor parecía haberlo abandonado, aun así, al ver a Yuke a su lado, casi pegado a él , al ver sus hombros temblorosos luchar contra el frio, en aquel momento si que sintió dolor, un dolor mucho más fuerte de le que podía haber sentido con su herida. Ella apretaba su pecho con fuerza, había olvidado también que ella lo estaba. El viento parecía condenarlos, la nieve volaba de un lado al otro y cuando casi parecía moverlos hacia una lado del camino Ethan la llevó junto un árbol un poco más grande, apartados del camino y se refugiaron por un momento.
– Esperemos que pare un poco el viento –dijo Ethan y en medio de la frase, tuvo que levantar la voz para que Yuke escuchara, esta solo asintió con la cabeza mientra apretaba el abrigo contra su pecho, recostada contra el tronco del árbol, frente a ella le cortaba la mayoría del viento frio. En aquella situación sus rostro estaba tan pegado que si no fuera por el silbido del viento Yuke creyó que podría sentir su respiración y cuando miró su brazo Ethan sintió una puntada tan profunda que tuvo que hacer su mayor esfuerzo por no largar un grito. La chica intentó decir algo pero en el mismo instante él habló.
– ¡Estoy bien, el frio me ha dormir el musculo! –Yuke asintió, aunque aquellas palabras no le tranquilizaban, y tan solo hizo un pequeño gesto de incomodidad.
–¿Estas bien? – preguntó Ethan movimiento sus labios con esmero para que pudiera leerlos
–¡Mis oídos, duele con el frio! – dijo, y en un acto casi automático, Ethan levantó su manos y colocó sus palmas a ambos lados de su cabeza para tapárselos. En ese mismo instante el mundo para ambos se detuvo. A sentir la manos en sus orejas, todo el ruidaje despareció, no solo el del mundo si no el de su cabeza, la calidez de sus manos pareció inundarle el cuerpo completo y le bañó de una tranquilidad que jamás había sentido, parecía que estuviera bajo el agua, una gua caliente y reconfortante. Ethan por su parte pudo parar de temblar por primera ves desde que había salido del búnker hace unas horas, su cuerpo se había ajustado y ahora parecía que era una persona nueva, al verla tan cera y sentirla entre su manos, una angustia casi palpable atacaba su corazón, angustia y felicidad, como si fuera el final de un cuento de hadas, un final ambiguo.
Un bocanada de aire fluyó por su pulmones y en el momento que una lagrima caía por su ojo izquierdo, dejó es capar lo que pensaba en aquel momento.
–Te amo
Pero no lo gritó. Aquellas palabras resonaron en su interior, muy fuerte, pero no lo hicieron en Yuke que hizo un intento inútil por escuchar o leer sus labios.
–¿Qué? – gritó. Aun con las manos en sus orejas parecía que los sonidos llegaban aun más amortiguados. Él la soltó con cuidado y dijo:
–¡Que continuemos!
Ethan retornó al camino, comenzando nuevamente su andar cuando sintió una nueva sensación cálida esta vez en su mano, los dedos finos de Yuke se entrelazaron como una serpiente en los suyos y cuando levantó la vista, la mirada tímida y casi sonrojada de la chica le devolvía aquella gentileza desde el otro lado. Apretó su mano fuerte contra la suya y comenzaron a caminar junto nuevamente en la nieve, aunque ahora el frio parecía no ser tan fuerte.
5
Caminaron unas dos horas más, Ethan creía que no podría continuar, cada vez que Yuke volteaba su rostro a verle intentaba a fingir que todo estaba bien pero no solo sus piernas ya nos soportaban su peso si no que cada vez que le observaba aquella herida en su brazo parecía abrirse más y más. Llegó a pensar que era mejor arrancarla y lanzarla a la nieve si tan solo hubiera podido. Solo el tacto frio de la mano de Yuke le permitía caminar un poco, siempre con la escusa de un paso a la vez.
Un esfuerzo más.
Un paso más, otro…
Pero no logró dar otro, cuando vio una silueta negra a lo lejos, entre el viento nevado que tapaba sus ojos, simplemente no pudo seguir, sus piernas cedieron y cayó al frio del la nieve, que lo abrazó como una madre.
– ¡Ethan aguanta un poco más, por favor! –Sintió como Yuke intentaba hacerlo ponerse de pie, hizo acopio de sus últimas fuerzas para arrastrarse unos metros, sintió los pasos de personas cerca, se sentía herido y frio, pero, por más que intentara, sus piernas y sus brazos ya no se moverían, se sintió débil, tal vez podía perderlo todo por su debilidad y aun así no era suficiente para que su cuerpo bombeara más sangre a sus extremidades
–¡Quietos! – decía una voz fuerte.
– ¡Espera, ayuda, está herido!
–Atrás
Yuke
–¡Espera, no dispare, por favor!
Yuke, lo siento.
–¡Por favor!
Ethan solo sintió aquel pedido desgarrador y luego escuchó el sonido de un disparo.
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