Nigloshima - 20
Capítulo 7
Las dos Torres
Cuando llegaron al lugar se apearon y dieron un rodeo al vehículo para entra en el predio de la iglesia. Había dos grandes edificios altos de unos diez pisos, el de más alejado a ellos estaba destruido desde la mitad hacia arriba y el resto descansaba junto a una pequeño jardín de murallas pequeñas que a Ethan le pareció una cuida en minutara, una a la que habían arrasado. Cubierto por la nieve y algunos hierbajos, el otro edificio grande se levantaba imponente y lo coronaba una campana raída. No había rastros de personas por allí, al menos les alivio no encontrar manchas de sangre.
–Les dije, esto era imposible –comentó Nicola alejándose un poco de ellos, con el fusil en la mano a investiga un poco el lugar. Caminaron unos poco dentro de las murallas que circundaban el perímetro del primer edificio. Tuvieron que rodear unos montículo de nieve acumulada para poder entra en él, no tenía puerta y dentro del primer piso solo había desolación. Ethan comprendió al entrar que se trataba de una especie de sala de reunión o eventos de la iglesia, había un motón de cimientos destruidos amontonados a un lado, formando torres de amasijos de hierro y madera, los vitrales estaba sucios y la mayoría rotos. Mientras Nicola investigaba una de la habitaciones traseras ellos hicieron lo mismo con la continua. Al entrar a el lugar un olor desagradable les cubrió los sentidos, a tal punto que si no fuera porque, automáticamente se detuvieron por mero instinto , ambos hubiera caído en el enorme poso que se encontraba frente a ellos. El piso de madera estaba agujereado y levantado en un charco enorme de oscuridad tan densa que Ethan no podía siquiera divisar el fondo con un vistazo. Aun así algo dentro de aquel agujero le atraía, como si le pidiera que se lanzara. Nicola se acercó a ellos cubriéndose la nariz y apuntó con su linterna, la luz no logró divisar nada que pudiere ver claramente, parecía que la oscuridad era un denso humo que no les permitía observar dentro. Pero él sintió la misa sensación que Ethan, algo que le animaba a seguir, algo que le pedía que se lanzase. El hombre se sentó en el borde de la madera y lanzó un pequeño trozo de escombro que tenía a un lado, el ruido del objeto al tocar el suelo llegó casi al instante.
–No es profundo –dijo
– No pensaras lan… —quiso decir Yuke pero antes de poder terminar el Coronel se había dejado caer en él. Ambos se mirando con una complicidad de confusión y nervios, al instante sintieron el sonido del hombre al llegar la piso inferior.
Unos segundo más tarde sintieron el chasquido tan característico del seguro del fusil
– ¡Quieto! – se escuchó la voz del soldado algo lejana
– ¡Nicola! –gritó Yuke pero no recibió respuesta. Se mantuvieron en silencio, inmóviles, conteniendo el aliento hasta que volvieron a escuchar la voz del soldado
– ¡Traigan la cuerda que hay en el Jeep!
2
Nicola aterrizó sobre un enlodado suelo de granito resbaladizo que casi hace que pierda el equilibrio. Al menos le había puesto el seguro a su arma, si no se hubiera volado la cabeza como un tonto. Encendió la linterna y apuntó hacia la oscuridad que lo rodeaba, no vio nada extraña al instante, un montón de latas de comida conservada, bidones de agua con tanto tiempo sin usar que en su interior empezaba a germinar florecillas de la humedad entre el hierbajo.
Luego sintió un desagradable olor, o es mejor decir que el olor que había sintió antes se intensificó. No se comparaba a el de la mugre y humedad al que estaba acostumbrado o que desprendían los animales, éste era mucho más agrio y llegaba a despertarle incluso una arcada tímida en la garganta. Cuando hizo un esfuerzo por divisar de donde venía, olfateando el aire como un perro en busca de comida, dio con la imagen perturbadora. Sentado sobre una destartalada silla de mecer como la que tenía su madre, un anciano inerte luchaba por mantener una cobija en su piernas mientras su rostro semi descompuesto miraba el vacío de su alrededor, con una cavidades sin ojos, y la mandíbula desencajada en un angulo poco natural, riendo en un rictus macabro.
Al menos no había moscas
Pensó
Cualquiera hubiera saltado del terror de ver aquella imagen, pero Nicola había visto cientos de cadáveres antes, había visto imágenes mucho más aterrados y de personas que le importaban siquiera un poco. Cosas como esas no le afectaban, era un soldado firme y entrenado, y es por eso mismo que al sentir aquel ruido casi ínfimo desde un lado, en un segundo, quitó el seguro del arma y giró sobre si mismo apuntado hacia la oscuridad. El chorro de luz alumbró el lugar y vio una segunda figura humana, era un mujer y estaba viva.
–¡Quieto! –Gritó
– ¡Nicola! –escuchó el grito de Yuke desde arriba pero no podía darse le lujo de responder.
– Lo lamento, no quería asustarle –habló la mujer en un tono sereno levantado sus manos. Nicola no bajó el arma. Sí, era humana y a ellos había que ayudarles, era su trabajo. Pero aun así debía ser precavido, si hubiera sido una animal ya estaría muerto, pero algunas personas estaban mal, en aquel mundo era fácil perder la cabeza y él no seria victiman de ningún loco
–¡Traigan la cuerda que hay en el Jeep!
3
Luego de un rato Nicola logró sacar la mujer de aquel lugar. No había sido fácil, tenía fuerza para trepar aquel foso un par de veces sin terminar agotado, pero cargar a una persona a su espalda era algo que pensó no volvería hacer desde la guerra. Diría que para su suerte la mujer no estaba en su mejor forma y no pesaba demasiado, pero así fuera la mitad del suyo era algo significativo. Ethan y Yuke lograron ayudarle el último tramo sujetándolo con sus manos pero ninguno de los dos tenía la fuerza siquiera para aliviar el peso de su espalda. Cuando el grupo se acomodó junto al Jeep, cerca del segundo edificio, Nicola se dejó caer a descansar
–Muchísimas gracias, me había decidido a morir allí abajo si no fuera por ustedes –Nicola solo hizo un gesto con la mano, no tenía aliento siquiera para responder.
Yuke le alcanzó a la mujer un abrigo y una botella de agua, esta la tomó con delicadeza. A la chica le pareció que la mujer era joven aunque sus manos estaban algo aspereas, su cabellos alborotado y enredados, se podía ver como en un tiempo había gozado de gran belleza y delicadeza. También sentía algo extraño en su forma de hablar, pero perfectamente podría ser el cansancio.
– ¿Cómo terminaste allí abajo? – preguntó Ethan
–Teníamos una escalera, no eramos tan tontos –rio la mujer en un intento de sacarle importancia pero no lo logró, la risa sonó bastante forzada y ridícula–, pero se rompió, como el resto del edificio.
–Parece que hubiera pasado muchos años desde que todo esto comenzó – comentó Yuke
Ethan asintió, lo había visto, cada lugar que veían parecía estar deteriorado por el uso de cientos de años, las cosas se habían volteado, destruido y descompuesto como si el mundo estuviera girando cien veces más rápido.
–Vivimos un tiempo en lo que quedaba del refugio, pero el señor Anderson… – hizo una pausa– Él estaba muy enfermo.
– Lo lamento –dijo Yuke
–Cuando él se fue, creí que yo moriría también, no tenía cómo salir ni nadie que me sacara de allí, me resigné a simplemente debilitarme y morir, pero parece que soy mucho más fuerte de lo que creía. –la mujer volvió reír dejando ver esta vez unos perfectos dientes blanco.
–¿Qué pasó con lo demás? Teníamos entendida que había mucho más gente
–Se fueron, de a poco, se marcharon de a uno, subieron las escaleras, cuando aun la había y se fueron, por diferentes motivos y a diferente destinos, no sé que pasó con ellos ni hace cuanto se marcharon, fue después de que bajáramos al refugio pero mucho antes de que dejara de contar los días.
Yuke guardó silencio un rato y por fin habló, tocando el tema que estaba intentando abordar hace un buen rato
–Por causalidad, ¿había alguien llamado Sabin en aquel grupo de personas?
La mujer levantó rápidamente la cabeza y frunció el ceño en un gesto de preocupación y lo que Yuke dedujo como un enojo leve
–¿Sabin? ¿Cómo conocen ese nombre?¿Quién los mando aquí? – su actitud cambió drásticamente, ahora estaba a la defensiva, no solo sus palabras, su cuerpo y sus ojos parecían emitir un aura de alerta
– Su hermana, Lucille, ella me dijo que buscara a Sabin aquí, se que suena a una locura, pero ella podría ser la uncia persona que puede ayudarnos a terminar con todo esto.
– ¿Lucille? ¿Ella está viva? –preguntó la mujer volviendo a ablandar su actitud.
– Sí, ella esta en un refugio al sur de aquí –Yuke observó a Ethan a su lado y le dedicó un gesto de incertidumbre que éste le devolvió
–Sabin… –balbuceó la mujer– Ya casi nadie me llama por ese nombre
4
–¿Entonces Lucille tampoco es su nombre real?—preguntó Yuke una vez Sabin le contó un poco sobre su relación
– Tan real como el mio, es una tradición, cuando una niña se gradúa, se le da un nombre nuevo, un nombre secundario. Hace tantos años que mi hermana se puso el suyo que seguro no recuerda el verdadero. En cuanto a mí, desde que separamos nuestros caminos no he usado el nombre de Sabin nunca más
Yuke rio
–Seguro se alegra al saber que estás viva.
–No estoy tan segura de eso, mi hermana y yo …
– Ella estaba mal por todo esto, dijo que ojalá que estuvieras viva, estoy segura de que se alegra al verte
Sabin la miró dispuesta a negar nuevamente sus palabras, pero finalmente no lo hizo, chasqueó con la lengua y suspiró.
–Supongo que si te dijo que me buscaras para ayudarte, al menos me guarda un poco de estima como especialista
–¿Especialista? ¿Entonces si puedes ayudarnos? – preguntó Yuke excitada
–Aun no sé si puedo ayudarlos, porque no sé en qué , no sé cuando ni cómo, pero haré un intento, les debo mi vida al menos.
Yuke rio y miró a Ethan buscado complicidad aunque éste parecía concentrado en la mujer que no le quitaba los ojos de encima.
–Podrían empezar explicándome quienes son ustedes y en especial éste chico –dijo la mujer señalando al muchacho
– ¿Yo? – preguntó algo confundido
– Sí, siento algo extraño de ti, o más bien diría que es lo contrario
–¿Qué quieres decir? –inquirió Yuke
– Pues, las persona como nosotros tienen una sensibilidad algo alta a las persona, pero por más que intento con todas mis fuerzas hacerlo, desde él… –dijo señalando una vez más al chico que la miró confundido–… de él no puedo sentir absolutamente nada.
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