Nisenai Fantasy - 1
Capítulo 1
—¿Te das cuenta de que eres una tonta?
—No es reciente, en serio.
—¿Qué excusa tienes? Cuando parece que realmente no estás en tu sano juicio.
Se aprecia una escena de una chica de cabello corto, negro, sus ojos color violeta totalmente visibles a pesar de que un flequillo cubre su frente. Tez bastante clara. Unos labios gruesos pero delicados, que se verían bien en una sonrisa pero no es lo que expresa ahora. Ella mira a otra con su mismo uniforme, de cabellos rubios, ojos verde agua, unos labios finos y bellos. Su piel es incluso más clara que la de la anterior mencionada. Ambas chicas son delgadas, sólo que una tiene de cierto modo lo que a la otra le falta.
—Ni siquiera debería explicártelo, ya lo sabes.
—No tiene sentido. No deberías ser así… Te harás daño. —las últimas tres palabras suenan casi como un susurro.
[ 2016, Septiembre, 12 ]
Es el segundo cuatrimestre. En la preparatoria Nisenai, es un día particularmente especial. «Todos los años durante el 12 de septiembre, personas que no hayan tenido la oportunidad de ir a la escuela antes, pueden ingresar a través de un examen a la Preparatoria. Dicho examen consta de 30 preguntas de temas variados, y deben ser respondidos en una hora. Si logras aprobarlo, tienes la oportunidad de entrar a primer año. Aún así hay otra condición, que es la restricción de edad: los que vayan a ser alumnos al momento de la inscripción al examen no deberán tener más de 20 años de edad.» Es la tradición más extraña conocida en alguna preparatoria de Japón.
En ese día, el resto de alumnos que asisten tienen la oportunidad de ir más tarde si así lo desean, pero la mayoría por temas como el tiempo y comodidad prefieren asistir normalmente.
Este es el caso también de Kanae Mitsugashi, quien se encuentra sentada sobre el césped del patio. Se puede ver que está leyendo un libro. Su cabello largo le interrumpe por momentos en la lectura.
—Demonios, a veces me cansa esto. —la chica se ríe y trata de enlazarse el cabello. Deja el libro sobre su regazo.
Parece algo bastante simple de hacer, pero el lugar no está de su lado. Una regadora automática se activa y moja además de la tapa del libro, gran parte de su cabello y rostro.
—El libro…
Se denotan los ojos violetas de la chica de cabellos semi ondulados, con una mirada de preocupación. Lo sacude y trata de secarlo, soplando sobre él, pero no funciona. Más de un suspiro sale de su boca, pero se resigna y trata de continuar con su lectura. Parece bastante concentrada, hasta que la luz del día es opacada, y las páginas pasan a ser grises. Desvía la mirada hacia arriba, intrigada de si se nubló, pero se encuentra con algo bastante inusual para ella. Un chico, a menos de 10 centímetros de su rostro.
—Hey. —a esa corta distancia puede verse bien cada detalle de su rostro; ojos rojos, cabello negro, una tez apenas más obscura que la de ella, los labios gruesos pero no como los de la chica—. Yo conozco ese libro que lees, tienes unos intereses extraños. —le dice, sin alejarse, como si fuera natural hablarle tan de cerca.
—Pero qué te crees. —se aleja lo suficiente como para respirar su propio aire—. Ni siquiera me conoces y ya me estás criticando mis gustos. —hace una mueca como de enojo.
—¿En qué momento he dicho que eso fuera algo malo? —señala la portada—. «La utopía de Zaraín», me parece muy interesante, pero no conozco a casi nadie que le interese ese libro, además de a un amigo.
—Oh… —no sabe si seguir molesta o sentir curiosidad—. ¿Y… Qué piensas de esa idea suya? —le dice en voz baja.
—Estoy totalmente en desacuerdo. —se sienta al lado de ella, de piernas cruzadas—. No encuentro porqué cambiar el orden de las cosas, si todo existe por algo.
—¿Eeeeeeh? Pero, ¿Qué?
Una situación bastante confusa. Un chico que ni siquiera conoce le habla de manera natural, y le dice estar interesado en un libro, pero ni siquiera apoya el contenido.
Kanae piensa que el mundo debería ser como lo describe lo que ella lee: «Jesús tendría que haberse quedado con nosotros, y viajar por el mundo. No, no sólo Jesús, si Dios tenía el poder de mandar a alguien con poderes sobrehumanos, debería haber mandado muchísimos, que se encargaran de cada pueblo, o familia, para guiarlos y enseñarle a las personas los mandamientos». Es un pensamiento donde se muestra que no hay una fe estable en la humanidad por sí sola.
La pequeña se sienta en una posición más seria y se dedica a justificar todos los puntos en los que las personas mejorarían significativamente y disminuirían los problemas, no habría guerras y demás. El chico, continúa la conversación muy interesado en tirarle todos sus argumentos, pero por alguna razón parece divertirse. Es una discusión que parece no tener final, ya que ninguno da brazo a torcer, pero ambos admiten que es interesante el planteamiento y entendimiento de cada uno. Así siguen por un rato, hablando de varias cosas entre el libro, hasta que se desvían de tema.
—Hoy me transferí aquí, pasé el examen muy rápido así que me puse a dar vueltas… —le comenta el chico, jugando con el cabello propio entre sus dedos.
—Vaya, ¿Y cómo estás tan tranquilo? Aún no pusieron las notas en el pasillo. —enarca las cejas, impresionada.
—Pues sé que me fue bien, estoy bastante seguro. —le sonríe, divertido, se ve muy confiado.
No tienen más tiempo que unos pocos minutos de conversación, ya que toca el timbre para el ingreso. Para ese momento ya se secó tanto su cara como el libro, que carga en sus brazos con gran aprecio. Se despide del chico con un saludo de mano a distancia, y se dirige paso a paso, a la entrada del establecimiento. Ambos ingresan, y toman caminos diferentes. Los nuevos deben ir hacia un aula grande, reservada para ciertas reuniones de profesores y personal, pero en este día para ellos.
A unos minutos de haber llegado al aula 106, la chica de cabellos negros decide tomar asiento, y se queda pensando en lo que habló con aquél chico. Entre eso, recuerda que ni siquiera se preguntaron el nombre.
—Kanae, Kanae… —una voz femenina, muy conocida para la anterior mencionada. Su mejor amiga la está zarandeando.
—¿Ah? —regresa en sí, con unos ojos verde agua en primer plano—. Oh, sí.
—¿Si quiera sabes de qué te hablaba? ¿En qué piensas tanto? —suena un poco molesta.
—Lo siento, te cuento ya que me lo preguntas SunHee… —mira hacia abajo y luego a ella—. Un chico, con el que me he cruzado al comienzo del día aquí, y me habló mucho, fue extraño.
—¡Oh! En serio es muy extraño que alguien te hable a ti de la nada. —se muestra interesada en la historia, con los ojos más abiertos.
—¿A que sí? —ríe bajo—. Tampoco es que haya sido de la nada, creo que le llamó la atención mi libro. —le muestra, todavía lo tiene en las manos.
—Supongo que a cualquiera le llamaría la atención con esa portada tan rara que tiene… —cambia la expresión, como que acepta la razón del libro—. Y a todo esto, ¿Cómo se llama?
—No lo sé. —hace un pequeño puchero con sus labios—. Se me olvidó preguntar.
Se ve a la rubia golpearse la frente con su mano. Se acerca a la charla su mellizo. Un chico alto, como el que Kanae vio afuera. Tiene ojos verde agua, y sus labios son algo más gruesos que los de su hermana. Al igual que ella, también tiene una pizca de maquillaje en los ojos.
—¿Están hablando de un chico y Kanae? Esto sí que es raro, ¿Y qué pensó de tu libro? —ya está sentado tras ellas, así que sólo asoma la cabeza.
—No le gusta el contenido, MinHyuk. —ríe avergonzada—. No tengo mucho que explicarte. —mira hacia un costado, rascándose la mejilla.
—¿Y a pesar de que no le gusta, te quedaste hablando con él? 대박… —lleva una mano al mentón propio como pensativo, pero mirándola algo burlista.
—MinHyuk, no la molestes, no dijo ni siquiera que le pareciera lindo o algo así. —mira seria a su hermano y muestra una sonrisa para Kanae—. Y, ¿Qué esperas para pedirle su nombre? Digo, si quieres ser su amiga y eso lo mínimo que debes saber es su nombre.
—Cuando pueda le preguntaré, supongo que no debería tener problema. —dice en un tono pensativo, regresando la mirada al frente y abajo nuevamente.
Cuando el profesor entra a la sala, todos vuelven a sus asientos y continúan como un día normal de clases. Las clases de matemática siempre son algo complicadas para la mayoría. Al que mejor le va en el aula 106, es a MinHyuk.
En los descansos de 10 minutos aprovechan para acomodar las cosas de las siguientes materias, y hablan lo que les alcanza.
Recién para la hora del almuerzo, tienen más libertad para dar vueltas o hacer otras cosas. Kanae normalmente trae un bento bastante simple: arroz con diferentes tipos de semillas, y agua para tomar.
Continúa en su silla, y entre pensar que ese chico que conoció es nuevo, recuerda cuando ella llegó al curso en tercer año de la escuela media. Cómo en la hora del almuerzo, justamente, encontró a un trío de personas con un color de cabello inusual. Y se acercó a curiosear. Les hizo una lluvia de preguntas, como de dónde eran, qué hacían, su pasatiempo, qué pensaban del lugar. Los tres tenían una expresión tan seria, que intimidaban a todos, pero ella no se dio cuenta y les siguió hablando de manera tranquila. Ellos se miraban, y luego dirigían la mirada a Kanae, varias veces, respondiendo de todas maneras. Y la insistencia ganó. Les causó gracia la forma en que trataba de hablar «más elegante» con palabras extravagantes. SunHee comenzó a hacerle preguntas, y ella respondía, manteniendo su postura de intentar parecer fina. A la chica de cabellos rubios le pareció bastante amable e inocente, le agradó conocer a alguien que no le haya hablado por un interés material. Los recuerdos de la chica de cabellos negros durante su comida, se van atenuando a medida que regresa a la realidad, cuando SunHee le habla.
—Kanae, los chicos preguntan si quieres que vayamos con ellos. —haciendo referencia a su mellizo y al mejor amigo.
—Nos quedaremos aquí por el momento, luego vemos si salimos. —le responde en voz baja, como diciendo que transmita el mensaje.
La rubia se acerca a un chico muy alto, de cabello rojo obscuro, unos ojos color miel, su tez más obscura que la de ella, unos labios gruesos como los de Kanae, pero con una expresión seria.
—Yamato, parece que se quiere quedar ahora, no lo sé… Parece muy perdida. —mantiene una mirada hacia abajo, demostrando preocupación.
—¿Tú crees? Pues ojalá se mejore, nos vamos. —con una voz grave, le responde a la contraria, y se va del aula junto a MinHyuk.
Kanae y SunHee, luego de estar unos minutos en el curso comiendo en silencio, se deciden por ir a la azotea. La chica de cabellos claros no quita la mirada de preocupación, pues la otra normalmente suele aturdirla con tanta charla. En cuanto encuentran un lugar cómodo, se sientan y continúan con la comida.
—Perdón si no te dije nada… pero me estaba organizando. —le comenta la menor—. Es muy difícil de explicar… No sé ni por dónde comenzar. —se muerde suavemente el labio inferior, esquivando la mirada.
—Parecías muy animada cuando entraste, pero de a poco pareciste más decaída. —le dice en voz suave. Le ofrece de su bento, esta vez trajo kimchi.
—Gracias. —come un poco y le ofrece del propio también—. Bueno, recordaba varias cosas de nosotras del año pasado, y también de MinHyuk y Yamato, aunque comencé pensando en el chico que no conozco… Y el problema es… —se siente nerviosa por cómo la observa la rubia—. Que es algo diferente, ese chico.
—¿Diferente? Pues obvio que es diferente a nosotros. Tú tampoco eres igual a mí ni a los chicos. —le responde sinceramente. Está sentada de piernas cruzadas, con el codo sobre una de ellas, su mano sostiene su rostro.
—Creo que no me expresé bien. Ustedes son muy serios… MinHyuk un poco menos, la verdad. Pero este chico llama la atención, su peinado es raro, y sus ojos, y su forma de ser tan despreocupada… O así se mostró conmigo.
—No puedes asegurar nada si apenas lo conoces, pero entiendo tu punto. —lleva una mano al mentón propio, cambiando de posición momentáneamente, y mira hacia arriba. Luego sigue comiendo.
—Simplemente me da curiosidad. Es como cuando encuentro un libro con una portada llamativa para mí, y quiero ver qué es. —es la manera en la que se lo imagina, ya que suele ver primero los libros cuya portada es extraña o colorida, como cualquier persona.
Lo que SunHee entiende es que, su mejor amiga, sigue sin saber mucho acerca de las personas y cómo socializar. Tanto ella como Kanae, tuvieron ciertos problemas a la hora de hacer amistades a lo largo de su vida. Cada una por diferentes razones. La chica de cabellos rubios, por su parte, viene de una familia bastante adinerada, y junto a su seriedad, era bastante raro que alguien quisiera hacerse su amigo más allá de lo material. La de cabellos obscuros, no es precisamente seria, pero su personalidad es extraña para muchos. Eso terminaba alejando a los demás de ella.
—Yo no soy alguien que pueda darte los mejores consejos en lo que respecta a relacionarse con otras personas, pero creo que si te cayó bien podrían hablar. —le dice la pequeña de cabellos claros, mientras acomoda la gran trenza que usa de peinado.
—Cierto… Tienes razón, no debería preocuparme tanto, cuando hablé con ustedes no me pasó nada extraño, supongo que ustedes inspiran más confianza… —le responde Kanae, mirando hacia arriba, haciendo una comparación entre la seriedad de la contraria y la sonrisa del otro chico.
—Creo que es al revés. —arquea una ceja, viéndola extrañada—. Tal vez como nunca alguien fue así contigo, o no te topaste con alguien que parezca muy hiperactivo, te da desconfianza.
Se escuchan muy suaves las voces de ambas en la azotea, es un lugar muy amplio y ninguna está gritando, además el sonido se dispersa por ser abierto. Hay unas rejas negras en todos los bordes, por razones de seguridad. Sin embargo todavía se alcanza a ver el patio de la preparatoria. Es muy verde, con varios árboles, flores y arbustos, se ven brillos de las gotas de agua por los rociadores; hay una que otra banca, y es mucho más amplio que la azotea, porque esta no ocupa todo el tamaño de la escuela, referido a los lugares por donde se puede pasar. Parece muy difícil de cuidar un patio así, pero gracias a que todos los alumnos quieren mantenerlo fresco y limpio, las ordenanzas no son las únicas que se encargan.
En una de las tantas bancas del ambiente hermosamente verde mencionado, se encuentran sentados dos chicos. Uno es el de cabellos negros, y junto a él está otro chico más alto que él, con cabellos marrones obscuros y ojos grises, los labios algo más finos, la piel más clara, como la de Kanae. El segundo chico tiene la voz más grave que el primero, pero no deja de sonar suave. Ambos tienen el uniforme de la preparatoria, pero acomodado de diferente manera. Mientras el de cabellos más obscuros lo lleva por fuera del pantalón y el cuello desacomodado, el otro lo tiene mucho más alineado y formal.
—Yuki, una chica en serio leía el mismo libro que nosotros. —le comenta en voz baja—. De verdad, en serio. —hace mucho énfasis en ello.
—Sí me dijiste Jun, como 5 veces me lo vas repitiendo. —ríe y le da unas palmadas en el hombro—. Bueno, si se dice que ese libro también pasó en generaciones al igual que la Biblia, no me extrañaría que hayan muchas personas que lo conozcan y tengan miedo de mostrarlo por rechazo social. —le responde, analizando la situación.
—Puede ser… —lo que dijo el menor le deja pensativo—. Es feo eso del rechazo, pero los seres vivos en general siempre dejan de lado a los que son diferentes. —tuerce la boca hacia la derecha.
—En resumen, me alegra que hayas podido conversar con alguien de tu agrado, ojalá se vuelvan amigos. —le sonríe, jugando con las manos propias.
—Gracias. —se acomoda el cabello, y se estira para sentarse derecho—. ¿Y a ti no te interesa hablarle también? —le pregunta con curiosidad.
—Obvio que sí, pero si se puso tan tensa al comienzo contigo, supongo que debería hablarle más despacio, no la quiero asustar. —le mira arqueando una ceja.
—¡Oye! No la hice asustar, sólo… Molestar. —no sabe si eso es peor—. Si lo pienso así, al final ni sé si le caí bien.
Ambos chicos se ríen de su desgracia. Para ellos, es un tema de poca importancia. Es alguien que uno recién conoce, no sabe nada de ella, ni dónde está. Pero tampoco es el gran problema. Si se llevan bien, bien, sino, no. Así es de simple el pensamiento de Jun, principalmente. Cambiando el tema radicalmente, se quedan hablando sobre vehículos.
Pasadas las 3 de la tarde, el clima está mas fresco y el cielo nublado. Los alumnos de la preparatoria se dirigen a la salida, amontonados, sobre todo por la cantidad de ése día en especial.
En el pasillo, los ingresantes hacen todo lo posible por ver quién quedó. Se escucha en la escena todo el bullicio causado por la multitud, que va disminuyendo con los minutos, hasta que no queda prácticamente nadie. Unas cuantas personas, en silencio, observan detenidamente la hoja de calificaciones. Entre ellos, Jun, que muestra una sonrisa de confianza, con una mirada que da a notar que salió como esperaba.
Por otro lado, a unos metros de allí, va caminando Kanae, que lleva un paso lento. Como tiene hambre y está perdida en su mente, no lleva un ritmo constante, ni decente. SunHee y los demás se fueron por caminos diferentes, ya que la casa de la chica de cabellos negros queda en dirección opuesta.
Volviendo a la salida de su preparatoria, está aquél chico en el que ella estuvo curiosa todo el día. Éste parece reconocer con facilidad su cabello y forma de caminar (en realidad, el cabello de ella es hasta bajo las rodillas, sería extraño no reconocerla). Va por el mismo camino, a un metro de ella, sin decirle nada, pero tampoco preocupándose por no hacer ruido. Los pasos suenan al unísono, de manera que Kanae no se percata de la presencia del contrario.
Caminan un largo trayecto, incluso deben esperar un tren. En medio de la espera, la cual no duró prácticamente nada, la chica mira detrás de ella, y nota con claridad quién se encuentra, pero él, por su parte, estaba viendo en dirección del vehículo que se acerca a ellos. Sin haberse hablado ni cruzado miradas, ambos suben a vagones diferentes.
Se ven unos cuantos paisajes urbanos, en donde hay varias paradas, hasta que por fin se alejan de la ciudad. Comienzan los arbustos y grandes cantidades de árboles. El tren pasa por un túnel, y al salir es un ambiente natural, que se aprecia desde mucha altura: un gran río que atraviesa un bosque, lleno de flores y frutas, muchos colores poco comunes en el resto de Japón, y también una buena cantidad de verde. Incluso se pueden distinguir algunos animales en la cúpula de los árboles. A pocos metros de allí, hay una parada con unas escaleras hacia lo que se encuentra abajo. Cuando el vehículo se detiene, Jun sale de allí y suben unas pocas personas. Se ve al niño de ojos rojos caminando hacia las profundidades del lugar desde las ventanillas.
—Oh… Así que él vive por esos lados… Con razón debe haberme parecido diferente. No es de campo, sino de bosque. —lo dice en voz baja, pensativa, siguiéndole con la vista hasta que se pierde entre las hojas—. Al menos vive más cerca que yo. Debo levantarme antes de que amanezca para llegar a tiempo. Aunque si lo pienso bien, no sé en qué parte del bosque vive… —se peina con las manos el cabello, cerrando los ojos.
El tren rápidamente vuelve a tomar su ritmo. No pasa mucho hasta que hay otra parada, que queda en un pueblo al lado del mismo bosque descripto. Otras escaleras, pero desde una zona más baja que las anteriores, tienen final en un sendero de rocas planas.
En este lugar se baja Kanae, que camina con ansiedad. El sendero finaliza en un arroyo, con rocas también planas pero sobresalientes, que le permiten a las personas pasar por allí con saltos. Y aunque uno espera que la chica vaya con saltitos, sólo sigue derecho por el agua, que le llega hasta las rodillas, y camina en línea recta. El líquido continúa hacia los lados, viene de izquierda a derecha. Si se va hacia adelante, termina en unos 5 metros. Y a unos 5 metros más, está la casa de Kanae.
Tiene un techo de madera bien sólida, una puerta también de madera. De hecho toda la casa es así, excepto por las ventanas, que también tienen vidrio. Están pintadas con colores hechos a base de hojas y tintas naturales. No es muy grande, es casi como un departamento. Es la primera antes de entrar al pueblo, a poco del cartel de entrada. Hay unos cableados simples, y pocas antenas, pero las suficientes para que el lugar no se encuentre incomunicado. Tienen una señal de internet muy buena, como el resto de Japón, ni siquiera fallan los teléfonos móviles.
—Por fin llegué. —gira el picaporte y pasa despacio—. Ya llegué mamá, papá. —pasa con una sonrisa, cerrando la puerta tras ella.
No se escucha a nadie aparte de ella. Se pasea por el living, que a la vez es cocina y comedor. Apenas en la entrada hay un sofá viejo. En el medio hay una mesa con 4 sillas. La cocina no es muy grande, pero tiene el espacio suficiente para una nevera, el horno y una mesa. Sigue hacia un pequeño pasillo, en donde lleva a tres posibilidades. Al final de él, un baño, y a los lados, las habitaciones. Sólo hay dos. Una es la de sus padres y la otra la suya.
Ingresa a la propia. Es naturalmente fresca, porque están al lado del bosque. Tiene la ventana abierta, se puede ver y escuchar el sonido suave del arroyo, así como también un relajante aroma de tierra mojada. En frente de la ventana está la cama, con un colchón que se ve aplanado. Al lado de ella un pequeño mueble, donde los cajones tienen su ropa, y en la parte superior está su teléfono móvil conectado a un toma-corriente. También un módem. Desconecta el móvil para usarlo. Es un modelo simple, pero tiene Ændroid 4.4.2.
—Por lo visto se fueron a trabajar, debería acompañarles cuando termine de estudiar. —deja la mochila en el suelo y el teléfono en la cama, saca un cuaderno con apuntes y se sienta sobre las sábanas—. Pero primero voy a revisar las redes… A ver… En Green no hay nada nuevo… En Book F… Sólo etiquetas. En Lime tengo dos mensajes. —cliquea con poca velocidad por el cansancio, pero responde el mensaje de SunHee—. ⟨⟨ Llegué bien, muchas gracias por preocuparte, pero de verdad no tengo problema con el camino, no llueve todavía. Voy a estudiar (‘∀’) ⟩⟩.
Escrito lo último, dedica unas 3 horas al estudio, aunque no sin antes cambiarse de ropa y lavar la que estuvo usando hasta el momento.
Como tardó una hora y media entre todo el recorrido (el tren es veloz, lo que más le tarda es la caminata hasta la parada), termina con los estudios a las 20:00 p.m.
—Agh… Con eso es suficiente. —se estira y se dirige al living a beber agua nuevamente—. Voy a ver si necesitan algo.
Vuelve a la habitación para cambiarse de ropa y dejar el móvil, luego rápidamente sale por la puerta.
El cielo está cada vez más obscuro. Se ven relámpagos y el viento es más fuerte. Kanae se ve obligada a volver apenas sale, a cerrar bien todas las ventanas y persianas. Regresa afuera, y comienza a adentrarse al pueblo. El cartel dice en grande «Esmeralda», que tiene el mismo nombre del bosque de al lado. Como si fuesen dos cuadras en el centro, es la cantidad de casas. Pasando de estas, empiezan los negocios. Son más los negocios que las casas, ya que hay personas que ni siquiera viven ahí pero tienen sus locales en esas tierras.
A la izquierda, al comienzo del camino comercial, hay un par de puestos ambulantes techados. Uno es el del padre de Kanae, que es un quiosco común con golosinas y sándwiches, y el otro es el de la madre, que vende frutas y verduras que cosecha en «el patio» de su casa.
—Mamá, papá. —sonríe y se acerca a abrazar a ambos—. ¿Quieren que les ayude con algo? Ya terminé de estudiar. —muestra su buena voluntad.
—Hija, cuidado con el clima, sería feo si pescas un resfriado. —responde una voz grave y gruesa. Un señor de ojos negros, con una altura de 1,94 m., un poco más alto que Yamato. Tiene el cabello marrón obscuro, y una tez trigueña, común de la zona. Se nota en los brazos y en su ropa que trabaja mucho su físico.
—No hay problema, nosotros podemos con eso. —su madre tiene la voz más grave que la de ella, pero por poco. Tiene los ojos violetas, pero son más alargados y pequeños. Kanae tiene sus mismos labios. Tiene el cabello negro. También se nota que trabaja su cuerpo, además de que se encarga de la cosecha, porque su ropa está llena de tierra.
—Yo creo que podría ayudarles a terminar de vender lo de hoy, para que no tengan problemas con la lluvia. —arquea las cejas, mirándolos a ambos preocupada.
—Mh… —su padre suspira—. Está bien, si tanto insistes, ayuda a tu madre, vayan a preguntar por las casas si les quieren comprar.
—Sí papá. —sonríe y trata de mover el puesto de la señora, pero a falta de fuerza le es imposible.
La mujer sin problemas lleva el puesto, y le hace señas con la mirada a Kanae para que no se sienta mal. Ella asiente y se limita a preguntar por el pueblo si quieren comprar cosecha fresca. Caminan dando vueltas, siendo amables con la gente, esperando tener suerte. Por fortuna, venden todo lo que llevaron. Como terminaron, Saeko manda a su hija a casa, y ella deja el carrito en el patio, bajo un techo corto de madera. Por su parte, la primera regresa con su esposo.
—Querido, ¿Quieres que te ayude a vender o nos quedamos aquí? —le pregunta con una cálida sonrisa, cruzando los brazos por un momento.
—Creo que será mejor que también llevemos este carro a casa. —le dice Jiro a su amada, tras escuchar el ruido de las gotas que comienzan a caer.
—Sí… Tienes razón. Es probable que nadie salga. —dicho eso último, con tranquilidad mueven el puesto hasta el mismo lugar donde quedó el anterior. Luego ingresan a la casa y cierran con llave.
En la habitación de la niña de ojos violetas, se encuentra la ventana cerrada como la dejó anteriormente, con la diferencia del vidrio empañado por algo que empezó como una ligera llovizna y sigue como tormenta. El sonido de las gotas se escucha con claridad y mantiene a Kanae relajada.
Ella está acostada en su cama, mientras en un libro diferente al de donde estudia, está escribiendo poesías. Conocer a alguien nuevo que no sabe si le causa confianza, desconfianza o curiosidad, es algo de inspiración para ella, puesto que es la primera vez en su vida que se siente confundida tras intercambiar ideas con una persona. Siendo ya de noche, y habiendo terminado de estudiar, le queda tiempo libre, así que puede escribir hasta el sueño, o la cena que va primero.
[2016, Septiembre, 13]
Todavía no hay resplandor en el cielo. Además de ser temprano, las nubes no se disipan. La lluvia continúa, pero con menor intensidad.
A las 6:30 a.m. es la hora que normalmente despierta, ya que las clases comienzan a las 9:00 a.m. Kanae se incorpora en la cama somnolienta, y apenas pone un pie fuera, se dirige al baño para lavarse los dientes. Luego coge un cepillo para el cabello y se peina.
Tiembla del frío en pleno verano, la zona en donde vive es fresca de por sí, y la tormenta provoca aún más baja temperatura. Regresa a su habitación y cambia su pijama por el uniforme escolar: un saco verde agua obscuro que cubre toda la camisa y lazo, la camisa blanca a excepción de los detalles y el lazo bordó, la falda llega apenas un poco arriba de las rodillas y es verde azulado obscuro, un par de medias blancas que cubren sus piernas por completo, y unos zapatos marrones. Sería la versión de invierno del uniforme.
Fuera de la ropa, se hace un delineado simple como todos los días. Guarda el celular en la mochila, y agarra el paraguas que está al lado de un armario en su habitación, en una esquina.
Ya lista, cierra las cortinas de su habitación y despide a sus padres. Al salir, cierra la puerta tras ella y abre el paraguas, transparente. A través de él se distinguen las gotas, que al caer hacen un sonido muy relajante para Kanae. Esta vez pasa por las rocas, ya que el arroyo suele crecer más durante la lluvia. No tarda mucho en llegar al otro lado, y sigue despacio hasta llegar a la parada. No es como a la tarde que el tren llega pronto. A las primeras horas le toca esperar. Se sienta en una larga banca techada, que le resguarda del agua.
A los 20 minutos, se oye el sonido del vehículo, y ella que parecía dormida otra vez, reacciona levantándose rápidamente para no perderlo. Los pasajeros que estaban cerca ríen por ello, pero tratan de disimular. Por su parte, la chica, al tomar asiento en el vagón vuelve a su estado anterior, y por el casi absoluto silencio de donde ella está, además del ruido del agua, se duerme sentada.
Dentro de los sueños de Kanae, se la ve mirando fotografías en un lugar obscuro. Cada una, cuando ella se acerca a observarla, tiene su propio sonido, y luego animación, como si fuese un preview. Con una expresión calmada, agarra una y se reproducen algunos recuerdos de su infancia. Cómo durante casi un año dormían en casas de vecinos o bajo árboles, cómo luego sus padres comenzaron a construir la casa, cómo poco a poco pasaron de no tener nada, a tener las cosas básicas, cómo terminaron de construir y luego les quedaron sólo ajustes, también cómo pudieron enviarla ya tranquilos a primaria. Lo que nunca les faltó, fue el amor, que les permitió seguir adelante. Creció en un lugar lleno de valores, donde la regañaron muchas veces, pero también la consolaron y escucharon. Donde a pesar de su escaso dinero se las ingeniaron para que enfermara lo menos posible y llevarla al médico cuando era necesario. Donde aunque tuvo problemas de aprendizaje como de atención durante varios años, por más ocupados que estuviesen sus padres la educaron a un punto que sólo parece que es algo distraída y nada grave. Sus padres son muy importantes para ella. Kanae sonríe cálidamente y deja de manera suave la foto de donde la tomó, agarra otra. Se ve como si hubiera un problema de interferencia o de señal de TV, y por anticipación a que se convierta en una pesadilla la suelta de inmediato. No llega a ser suficiente. Todas las fotos se convierten en la que soltó, y empiezan a brillar de un violeta fuerte, girando al rededor de ella. La chica suspira y se les queda mirando, pues no hay ruidos fuertes, ni monstruos, ni nada que la asuste en particular. El color se torna cada vez más brillante, hasta que termina por despertar.
—Oye, si no despiertas llegarás tarde. Arriba.
Una voz que reconoce se oye distante. Se hace más nítida a medida que abre los ojos. Otra vez, a unos centímetros de su rostro, el mismo chico del día anterior.
Sin saber cómo reaccionar, no le responde a primeras. Sólo lo mira, con los ojos semiabiertos, pero su rostro denota vergüenza. Sus mejillas cambian a un color más rojizo, y juega con el cabello propio, pasándolo por sus dedos.
—Arriba~. —le repite el chico, en un tono animado y suave a la vez—. Vamos.
Kanae refriega sus ojos y coge sus cosas, y unos segundos luego, el tren se detiene en la estación. Una gran cantidad de personas se baja del tren junto a ellos. Todavía queda el trecho desde allí hacia la escuela, así que la chica abre su paraguas. Aún están bajo techo, pero es para usarlo luego. Le sonríe al otro y hace una corta reverencia.
—Mucha gracias por despertarme, y perdón por las molestias. —le comenta, más descansada, aunque con la voz ronca.
—No hay problema. —se mete las manos en los bolsillos del pantalón, y esboza una sonrisa—. Ten cuidado en el camino.
—Sí, igualmente. —lo mira y luego al clima. No lleva ningún paraguas consigo, también nota que ya está mojado—. Te vas a enfermar, no puedes ir con esta tormenta sin paraguas. —suspira, preocupada.
—Mis útiles están bien, mi mochila es impermeable. —le señala con la mano su espalda, sin borrar aquella sonrisa agradable.
Un momento de decisión para Kanae. ¿Le deja el paraguas a él y se enferma ella? ¿O lo coge ella y él enferma? Lo piensa mientras lo ve a él mojado y lo que lleva en la mano propia.
—¿Tan preocupada estás por mí? Ni siquiera sabes mi nombre. —ríe bajo y la mira extrañado.
—¿Lo dice quien me despertó con tanta confianza y que tampoco sabe mi nombre? —ella lo mira más extrañada aún.
—Buen punto. —el chico no puede llevarle la contraria esta vez—. Mi nombre es Jun. Yami Jun. —le extiende la mano a modo de saludo.
—Kanae Mitsugashi. —corresponde al saludo del otro—. Te lo preguntaré de-
Jun la interrumpe.
—Vamos juntos, si estás muy preocupada, no creo que tengas problemas en compartir conmigo, ¿Verdad? —le pregunta de forma amable.
Ese punto no se le había ocurrido. Compartir el paraguas. Su cara no hace más que adquirir un color rojo nuevamente. Jun la ve atento, ella no le regresa la mirada. Él le toca el hombro como si esperara una reacción más rápida. Kanae lo mira apenas puso una mano sobre ella. Y suspira lento.
—No hay problema, vamos. —sonríe y levanta el paraguas a la altura del otro—. ¿Así está bien? —ladea la cabeza.
—Deja, lo llevo yo, te dolerá el brazo. —ríe y lo toma despacio, ubicándolo en la zona más conveniente posible para los dos—. Sólo mantente cerca, así no te mojas mucho.
Ambos toman un lado del metal y caminan. Kanae está muy nerviosa. Nunca compartió un paraguas, tampoco había estado tan cerca de un chico. Son varias cosas nuevas para ella, pero no precisamente le disgusta. Mantiene un silencio en el habla, pero sus ojos se expresan: al ver a Jun, se nota que se siente animada, también que le llama la atención. Él le devuelve la mirada, pero no la ve de la misma forma. Mientras para ella sería alguien cuya apariencia podría describirse en un poema, él la ve como si le pareciese rara. No con expresión de asco, pero se nota que le resulta extraña la pequeña de cabellos obscuros.
Durante unos minutos sólo cruzan miradas y están atentos del camino. Jun rompe el silencio.
—¿Te gusta este tipo de clima? ¿O preferirías que haga calor? —baja un poco la cabeza para verle mientras le habla.
—Siempre preferí que esté más fresco… Me gusta mucho la nieve, y ver todo cubierto de blanco, me parece muy lindo. —sonríe al imaginar el invierno—. También como a casi todos me gusta la lluvia, es fresca, y se ve hermosa. —mira hacia arriba manteniendo la sonrisa, cómo se ven las gotas en lo transparente que les cubre.
—Mh. —la ve a ella y luego le sigue la mirada hacia el paraguas—. A mí me gusta el calor. No me gusta la nieve, siento que todo muere cuando hay nieve. En el verano todo parece más vivo, y es lindo echarse un chapuzón al río. —él sonríe ahora, y dirige su vista a Kanae.
—Qué opuestos… —ríe un poco, realmente no esperaba una respuesta tan diferente.
—¿A que sí? —ríe mas—. Igual no me molesta, gustos son gustos. —sonríe con los ojos cerrados.
—¿Por qué habría de molestarte? —se contagia de su risa—. Sabes, igual mi estación favorita no es el invierno… Es la primavera. Me gusta mucho todo el frío, pero la primavera sigue siendo fresca dentro de todo, y tiene muchos colores.
—Con esa descripción seguiré pensando que te gusta más el invierno. —continúa riendo y suspira para calmarse—. ¿Tienes algún pasatiempo?
—Sí es en serio lo de la primavera, por las flores y los colores, sobre todo donde vivo es hermoso —de verdad lo quiere aclarar, no quisiera que piense que lo dijo sólo por lo que él le respondió de la nieve— y pues, sobre pasatiempos… —piensa en todo lo que le gusta, pero no sabe por dónde empezar—. Siento que igual te vas a reír, pero te cuento… Ver anime, jugar, escuchar música… —hace pausa, porque siente que suena muy cliché y suspira—. También leer y escribir.
—Vaya, sí que son muchas cosas, yo hago algunas cosas similares… A mí también me gusta mucho escuchar música, y leer. —se acomoda el cabello con su mano libre—. También me gusta ver doramas, yo no veo anime. Y también, mmm… Investigo muchas cosas. —mira a la menor con curiosidad—. ¿Y qué es lo que más haces de todo eso?
—Supongo que ver anime y escribir. —ladea la cabeza, en forma de curiosidad también, esperando que él le cuente lo suyo, ¿Qué sería lo que este chico hace siempre?
—Yo… Es un secreto. —hace una seña con su dedo sobre los labios propios y ríe.
—Hm. —no puede negar que sí quiere saber, pero no le va a insistir si apenas hace poco se enteró de su nombre. Aunque sí se nota en su expresión una especie de berrinche, achicando los ojos.
Sin rencores realmente, continúan el trayecto en silencio.
Al poco tiempo llegan a la preparatoria, y no se ve a nadie afuera. Apenas entran se secan los pies con una alfombra en el suelo, y cierran el paraguas. Los dos se hacen una seña con la cabeza a modo de despedida y cada uno va camino a su respectivo curso. Kanae se da cuenta que tiene uno de los hombros mojados, pero ya que lleva el suéter, no se trasluce su camisa. «Espero que Jun no haya pasado un mal rato», piensa.
A unos pocos segundos de encaminarse, ve que en una pared está apoyada SunHee de brazos cruzados, mirándola fijamente. Se sonroja al imaginar que ella quizás los vio entrar juntos, cosa que no está equivocada.
—Espera un momento. —habla primero la chica de cabellos negros, y desvía la mirada varias veces por la vergüenza—. Hola. Buenos días. —dice con una voz suave, se nota cómo se siente.
—Buenos días. —le responde con voz seria, pero su expresión muestra que muere de curiosidad.
Se miran en silencio, y caminan juntas hasta el aula. En cuanto toman asiento, la rubia le hace una seña con la mirada de impaciencia.
—Ahora sí. —responde Kanae, acomodando la mochila en la silla.
—¿Él es el chico misterioso? —arquea una ceja, sentada de piernas cruzadas.
—Sí… Es… Ese chico. Se llama Jun, por lo visto vive en el bosque de antes de mi casa. Ayer no lo vi detrás mío cuando volví, pero lo vi en la estación aunque él no a mí, y también salir del tren. Hoy me despertó en mi vagón. —le cuenta en voz baja, cerca de su oído.
—어머, tantas cosas que debes tener para contarme… —la ve, todavía curiosa—. ¿Y al final es un buen chico? ¿Te cayó bien? —le susurra de igual manera.
—Pues… Me sigue llevando la contra pero fuera de eso parece amable. Antes de saber mi nombre me despertó para que no me pierda las clases, y no pareció molesto por compartir el paraguas conmigo. —se sonroja un poco y juega con las manos propias.
—Vaya… Te preguntaría cómo te miraba pero estoy segura que ni pensaste en eso. —tuerce un poco la boca y suspira. Le toca con un dedo la frente a la otra, negando con la cabeza.
—Tienes razón. —se queda callada un momento y mira a los alrededores.
—No te digo que le gustes así a primera instancia, pero son cosas que suceden a veces. —le comenta con una expresión de incertidumbre con respecto al tema.
—¿Eeeh? Espera, ¿Qué? Yo nunca dije que me gustara, ¿Por qué esperaría gustarle? —su cara se pone aún más roja.
—Quería ver tu reacción. —la mira fijamente y seria—. Kanae.
—¿S-sí? —se siente más nerviosa aún, si eso es posible.
—No te apresures, por favor. Siempre veo que en los manga o anime las chicas se enamoran a primera vista de un chico que les pareció lindo o las trató bien. Espero que no sea el caso. —las últimas palabras suenan casi como un regaño, hablándole entre dientes.
—¿Por qué tan seria? Apenas lo conozco. —ladea la cabeza, confundida. Se encoje de hombros y baja un poco la cabeza, pero sube la mirada.
—Exacto. Si dices que buscas amistad yo me quedaré tranquila, pero si buscas algo más, comenzaste mal. —suena cortante, pero sus ojos no denotan precisamente enojo.
—No tengo quejas ante tu razonamiento realmente, tiene mucho sentido lo que dices. —la abraza despacio y sonríe, calmándose progresivamente—. Gracias por querer cuidarme siempre, SunHee.
—Gracias por entenderme. No es que quiera tirarte malas vibras, sólo que… Hasta a mí me pareció lindo. —le dice sinceramente, en voz más baja que las otras cosas—. Y tenía miedo de que te dejaras llevar por eso. Ya sabes lo que dicen, que muchas veces los chicos lindos son peligrosos.
—Sí… —suspira y juega con el cabello de la otra—. Fuera de lo que hablamos, realmente sí quiero hablar más con él.
—Lo sé, no te voy a decir que está mal, sea lo que sea que hagas, está bien que lo conozcas. —le dice con un tono más relajado—. Deberías pedirle su número, así no dependes de verlo aquí solamente.
—SunHee, tú que me hablabas de ir despacio, ¿No sería demasiado pronto? Creo que se va a incomodar… —mira hacia abajo, le resultan contradictorias las palabras de la mayor.
—Yo digo que por lo que me vas contando debe ser alguien sociable, no temas. —acomoda el cabello propio, jugando con sus flecos.
—Lo pensaré. —responde dudosa, pero con la intención de cumplir.
Luego de su conversación, toca el timbre del ingreso a clases.
Es la hora del almuerzo. La mayoría sale de sus aulas y se dirige a la cafetería, algunos se quedan en los asientos, otros aprovechan para echarse una mini siesta. Kanae y SunHee se deciden por ir a la azotea, ya que anteriormente se sintieron cómodas allí. Ambas están muy cansadas tras las materias que tuvieron, pero lo suficientemente despiertas como para subir la gran cantidad de escaleras que conlleva el camino. Yamato y MinHyuk también van con ellas, pues nunca subieron antes hasta esa zona.
Se detienen justo a la entrada del pasillo que les conduce, recuerdan que está lloviendo, y aunque no lo estuviera, el suelo seguiría mojado.
—Rayos, nos habíamos olvidado completamente. —ríe MinHyuk, y coloca una mano tras su cabeza.
—Será para otra ocasión. —asiente Yamato, mostrándose indiferente con la situación.
—¿Entonces a dónde vamos? —SunHee ve curiosa a Kanae, como si tuviera el deber de elegir.
—Uhm… ¿Y si volvemos al aula? O quieren ir a la cafetería. —les propone pensativa, sería dentro de todo el lugar más común.
—Lo segundo. —le responde el rubio—. Nosotros normalmente vamos para allá, así que tenemos algo así como «nuestra mesa». —les mira, atento a su reacción, con expresión de que sabe lo que dice.
—Está bien. —la chica de ojos violetas no se opone.
Cambian tranquilamente el rumbo. La cafetería es un lugar bastante grande, capaz de albergar la mitad de los alumnos de la preparatoria. Cuando van entrando, se puede distinguir al comienzo un lugar donde puedes escoger comida a un precio razonable, y siguiendo adelante todas las mesas para compartir. Hay varias ventanas, pero no tienen el mejor paisaje a la vista por la ubicación del instituto.
—¿En dónde se sientan normalmente? —pregunta Kanae, que es su primera vez allí.
—Por allá. —el pelirrojo señala una mesa casi al medio, pegada a la pared de la izquierda.
Como las indicaciones, los cuatro toman asiento. Cada uno ya trae su almuerzo de casa esta vez, así que no necesitan comprar. Los mellizos tienen un almuerzo muy elaborado, pero no lo presumen de mala forma. Le convidan cada uno la mitad a sus mejores amigos.
—Gracias. —dicen a la vez Kanae y Yamato.
—No es nada. —sonríe la rubia, probando ya su primer bocado.
—Yo te puedo dar un onigiri. —la más bajita le ofrece uno de los tres que trajo a la contraria.
—Muchas gracias, siempre me gusta la comida que prepara tu mamá. —lo acepta con gusto, sonriendo con los ojos cerrados.
El grupo disfruta siempre de compartir. Sobre todo en el almuerzo. Como traen comidas diferentes aprovechan para hacer combinaciones extrañas pero deliciosas. Siempre los mellizos traen una gran variedad de acompañantes, y como comidas principales varía según lo que al chef se le ocurra. Kanae suele traer comida japonesa típica, o sólo verduras y frutas. Yamato prepara su propio bento, con lo que encuentre primero. Los platos del último suelen causarles gracia, inclusive a él mismo. Normalmente intercambian antes de tomar sus rumbos.
A los pocos minutos de llegar, aparece ante la vista de la chica de cabellos negros una figura conocida, acompañado de alguien que ella no vio hasta el momento. Ambos la ven desde otra mesa cercana, y hablan entre ellos, dándole curiosidad.
—Anda. —SunHee toca el hombro—. Ve y pídele el número, no tengas miedo. —intenta animarla.
—¿Pero cómo se lo pido sin parecer… Extraña? —pone un dedo en su mejilla, y la ve arqueando una ceja.
—No pienses en eso, si quieres conocerlo, pídele tranquila, dudo que te rechace. —le mira con su expresión de siempre, mostrando así su confianza.
Kanae hace una reverencia con la cabeza a su grupo y camina con su bento, hasta la mesa del par. Se queda un momento parada viéndolos, avergonzada porque no sabe quién es el segundo, y este mismo le hace señas de que puede sentarse con ellos.
—Yuki, ella es Kanae. Kanae, él es Yuki. —hace señas simples con sus manos mientras come ramen instantáneo.
—Un gusto. —esboza una sonrisa el chico de ojos grises. Coge entre sus palillos un bocado de sushi.
—Gracias. —todavía está un poco nerviosa, pero trata de seguir el consejo de su mejor amiga—. Uhm… Jun —el color de sus mejillas se torna algo rojizo—. Yo…
Se detiene sin completar la frase, a lo que Yuki parece percibir sus nervios.
—Jun, iré al aula primero, te espero allá. —les sonríe a ambos y les hace una reverencia corta a modo de despedida.
—No hay problema, ya iré en un momento. —le devuelve la sonrisa y mira a la chica—. ¿Me querías decir algo importante? —arquea una ceja, viéndola atento.
—Yo quisiera saber si no tienes problemas de darme tu número, señor Yami.
—No hacen falta los honoríficos. —ríe y saca su celular a la vista—. Tranquila, sí te lo voy a dar… A ver, dime el tuyo.
—Está bien. —piensa «otra persona que no le gustan los honoríficos… igual que a mis amigos», igualmente, le dicta los números despacio—. ¿Cuál es el tuyo? —le pregunta con voz suave.
—Yo te enviaré un mensaje en cuanto me desocupe, y sabrás que soy yo, ¿Te parece bien? —le dice el chico de cabellos negros con mucha tranquilidad.
—Bueno… —aparta la mirada unos momentos—. Creo que molesté a Yuki. —ya lo menciona sin honoríficos a él también, así parece ser la situación.
—No, no. —ríe bajo, guardando el contacto que acaba de escribir—. Creo que se fue para que no tengas miedo de hablarme, ya que no te ves como alguien muy sociable.
—Eh… —piensa que realmente es tal cual dijo, así que no sabe cómo responderle.
—¿Y qué tal las clases? Pareces con sueño, ¿Te cuesta alguna materia? —cambia el tema, mirándola fijamente, curioso. Se nota que es muy espontáneo para hablar, a diferencia de la chica, nunca parece tener problemas para encontrar de qué conversar.
—Lo que a casi todos, matemáticas, hay muchos problemas que me cuestan mucho. —baja la mirada y se sonroja un poco. Quería dar una imagen más fina o inteligente, pero supone que no se podrá.
—Tienes razón, es lo normal. —se sostiene la cabeza, poniendo el puño en la mejilla—. Yo tampoco soy tan bueno como me gustaría, pero lo suficiente como para haber ingresado.
—Yo no tengo malas notas, pero las de matemáticas son las más bajas. —tuerce ligeramente la boca, recordando en comparación a las demás.
Desde unas mesas de allí, se distingue a SunHee sonriendo mientras ve a su mejor amiga.
A la salida de la escuela, Kanae se despide de la niña de ojos verde agua y del grupo con el que siempre está. Cuando el aula 106 está completamente vacía, ella continúa guardando sus útiles y recién sale. Suele esperar para que cuando se vaya no haya un tumulto de gente.
Ya fuera del curso, no tarda mucho en atravesar el pasillo, y el chico de ojos rojos está esperándola en la puerta de la preparatoria. Él la mira con confianza, mientras que ella está confundida.
—¿Necesitas algo? —ladea la cabeza la pequeña, tratando de no ponerse nerviosa otra vez.
—El paraguas. —ríe, cubriéndose un poco la boca con una mano.
—Claro, debí imaginarlo. —recuerda que más temprano el otro estaba empapado.
—También quiero seguirte hablando. —le sonríe, parece sincero al respecto.
La chica se queda callada un momento, pensando en lo extraño que es volver acompañada de alguien, pero le alegra. Sus otros amigos viven en dirección opuesta, por lo que toman un camino completamente distinto.
No intercambian una gran cantidad de palabras, pero ninguno se ve incómodo. La lluvia no parece tener final, de a momentos incluso llueve más fuerte, a un punto que no se escuchan si hablan en tono normal.
Cuando llegan a la estación, ambos suben al mismo vagón, pero se sientan en lugares diferentes. Se ve que Jun se pone unos cascos, así que Kanae asume que está escuchando música. Se pregunta un poco si le habrá molestado algo que dijo, pero también piensa que después de todo el ruido, debe querer tranquilidad.
Los paisajes son dificultosos de ver por el agua, pero cada quien reconoce su parada por costumbre, así que saben en donde bajar. Jun guarda los cascos en la mochila, y sale rápidamente, se lo pierde de vista al instante. «Ojalá no se caiga, corriendo de esa forma en el suelo resbaloso…»
Luego de un rato, Kanae ya se encuentra en su casa. Sus padres se encuentran adentro por el temporal, pero no tienen caras de preocupación. Se los escucha organizando algunas cosas que piensan comprar para el living. Ella los saluda y se dirige directamente a su habitación, a revisar su teléfono. Este, al agarrar internet, recibe un mensaje de un número no agendado.
—⟨⟨ Hey Kanae, ya tienes mi número. ¿Llegaste bien? ⟩⟩
⟨⟨ ┐( ̄ヮ ̄)┌ ⟩⟩
Cambiando de vista, en un lugar no tan lejano, está Jun en su habitación también. Parece construida por piedras de colores, y maderas. Hay una cama en el medio, al lado una mesa de luz. Un placard en la pared de enfrente de su cama, en la otra pared la ventana. Hay un toma-corriente un poco más arriba de la mesita, pero a pesar de necesitar cargar su móvil ahora, no lo está usando. Se encuentra en su cama, con los apuntes a sus lados, y el móvil en la mano.
—⟨⟨ Llegué bien, gracias, ¿No te mojaste mucho? ⟩⟩
Lee el mensaje que le enviaron, con una expresión algo sonriente. Mientras teclea para responder a la chica, se distinguen unas chispas brillantes de su meñique, que lo tiene, curiosamente, en la entrada de carga del teléfono.
Comments for chapter "1"
QUE TE PARECIÓ?
Una buena obra es la que te deja pensando mientras la lees. Definitivamente merece seguir leyendo, bastante limpia y sin errores ortográficos, solo fluyes con la lectura!
Las ilustraciones me fascinaron ♥‿♥
Observo que el capitulo no tiene un titulo, no es necesario? o simplemente lo omitieron por alguna razón? Saludos!