Nisenai Fantasy - 18
Capítulo 18
Se escucha el ruido de los golpes, de las habilidades de Kanae. También los gritos de los pocos humanos que pasan por allí, yéndose en dirección contraria de la pelea. No queda prácticamente nada de lo que era esa plaza. Todos los juegos están destruidos. Apenas hay algunas plantas, aunque quebrajadas. Yuki, simplemente no puede ignorar aquello. Así que de a ratos, si no está curando a nadie, trata de «arreglar» a las plantas, consiguiendo apenas mantener unas pocas flores, pero con los árboles es otra historia. Luego de unos minutos, se ve perturbado y preocupado.
—¿Qué pasa ahora? —los ojos del ángel brillan más fuerte, como una alerta.
En los días recientes, la capacidad de los ángeles para detectar cuando alguien se siente mal, se ha visto muy afectada por las catástrofes. Generalmente siempre se trató de estar atentos a la tristeza de la gente, o uno que otro desastre natural como terremotos, tsunamis, donde tuvieran que rescatar a todos, y ya estaba listo. Era sólo unos momentos, donde actuaban para sacar a las personas de algún lugar, o hablar con alguien para que se esté mejor. Pero desde que comenzaron esos monstruos, en la actualidad, ya apenas pueden distinguir cuándo sus iris brillan. Al estar todo el tiempo a la defensiva, el instinto de proteger está de una forma permanente, a un punto que luego los ojos están casi apagados, parece como si sólo les diera la luz, mas que como los tuvieron siempre por el peligro.
—Se trata de… ¿Jun? —Yuki se ve muy confundido, como si no lo reconociera.
—•Pensé que estaba descansando por la batalla, pero hace un rato que no se mueve•
—¡Abajo todos! —gritan los demonios, al unísono, sin dar una explicación.
Sin rechistar, ninguno duda en hacerles caso. También quienes vuelan, se pegan al suelo, cubriéndose la cabeza. A excepción de quien es el causante de esta reacción, que continúa en una especie de trance. La expresión de su rostro, no refleja absolutamente nada. Y tras un corto silencio, del cuál incluso los fantasmas «salvadores» se confundieron, hay una explosión en el aire, muchísima electricidad.
Literalmente elimina a todos los monstruos que había por allí, hasta lo que acababan de llegar. Los pocos que aún no han pasado por ese radio, deciden regresar por donde venían. Probablemente se dirigirán a atacar otra localización.
—¡Ustedes, demonios, no dejen escapar a esos fantasmas. Nosotros nos encargaremos de Jun! —MinHyuk alza la voz.
—¡Sí!
Le responden todos a la vez, y corren algunos, otros vuelvan, en la dirección de los monstruos. Excepto uno, que se acerca al rubio.
—Esto es muy peligroso. Podrían morir. Esto pasa porque este imbécil —señala al chico de cabellos negros— no cumple sus tareas. Les deseo suerte, la necesitarán.
Tras lo último dicho, él se marcha junto con los suyos.
—¿Qué le pasa a Jun? ¿Creen que se enojó por lo que le dije? —arquea las cejas el rubio, preocupado, con la mirada baja—. ¿Creen que está así por cómo le estuve mandando?
—Yo también lo regañé, pero no creo que se deba a eso señor Jung… —le comenta Yuki, acercándose a él despacio—. Los demonios tienen un… límite de la carga negativa que pueden soportar, y luego de eso, suelen quedar muy débiles y con dolor de cabeza… eso le sucedió la vez anterior. Pero… Es diferente esta vez…
—¡Yo no lo veo débil! —alza la voz Mitsuru, con un tono quebradizo.
—Jun… —la chica de cabellos obscuros reboza de lágrimas, está muy asustada.
—Quizás reaccionó diferente a cómo fue antes porque estaba en medio de una pelea. ¿No podría deberse a la adrenalina? ¿O alguna cosa así? No tengo ni idea de cómo funcionan los demonios… —SunHee, más que asustada, parece molesta.
—Los demonios transforman la negatividad de los humanos en poder. Si no están luchando, les pasaría como esa vez, que Jun se desmayó. En cambio, ahora estuvo peleando, pero lo mismo no se encargó de lo que nosotros le llamamos «karma». Por eso, según conozco de ellos, se calman después de matar a alguna persona. —les comenta Yamato, bastante informado al respecto.
Sin que pudieran continuar preguntándose qué sucedió, el rostro del chico se ojos rojos mira en la dirección en la que están acostados. Baja velozmente y arremete contra el último que habló. Los golpes de Jun son muy fuertes, fácilmente le rompe un brazo y lo hace chocar contra un poste, destruyéndolo también con el impacto.
—¿Tanto poder tiene y no puede usarlo para ayudarnos? Maldito estúpido… —SunHee se muestra molesta, y sujeta a Jun por un momento en el aire.
—Yuki, por favor. —la hechicera mira con mucha preocupación al mencionado.
—… —sin decir nada, se dirige directamente hacia donde el pelirrojo, tratando de sanarlo lo más rápido posible.
El chico de ojos miel no tiene inmunidad al dolor, ni una resistencia física grande. Así que su expresión más que nada denota que le duele bastante. Sin embargo, no se le escucha más que unos leves quejidos.
—Aeish… ¡Kanae! ¡No puedo mantenerlo más así! —la niña de ojos verdes se aleja y se esconde junto a su hermano, aún tratando de que se quede quieto el demonio.
El chico de cabellos obscuros logra zafarse del agarre invisible, y regresa al suelo, buscando con una mirada feroz a SunHee. La pequeña hechicera se percata y se acerca hacia él. Respira profundo y cierra los ojos, aunque con las manos temblorosas. Crea alrededor de ellos dos un pequeño campo de fuerza violeta, en forma de la mitad de una esfera. Cubre incluso hasta el suelo en dónde están parados, de modo que no tendría como escapar. «Es lo mejor que puedo hacer por ahora… Si fuera mas útil podría hacer uno para cada uno de mis amigos, e incluso llevarlos volando a un lugar seguro… pero eso se ve tan lejano para mí, cuando ni siquiera yo puedo volar» Kanae se siente frustrada y alterada por lo que sucede con el chico que le gusta. Literalmente ni siquiera habían terminado la pelea contra los monstruos, y tienen que combatir contra uno de los suyos.
—¡¿Estás loca?!—la rubia le grita asustada.
—¡Kanae, no hagas eso! —Mitsuru también se muestra preocupada—. ¡Podrías haberme encerrado a mí con él, así podría meterle bien fuerte y noquearlo!
—No sabría cómo hacerlo… —piensa «sólo sé hacer un campo de fuerza a mi alrededor… y apenas es la primera vez que me sale un poco más grande.»
El grupo mira hacia donde están los dos encerrados. Cómo el demonio golpea muchas veces las paredes, por suerte indestructibles a primera vista. Yuki, por su lado, ya terminó de sanar a Yamato. Él es el primero que se acerca a Kanae y Jun.
—Señorita Mitsugashi, ¿Se puede entrar desde fuera? —mira con curiosidad aquella masa de energía.
—Creo que no. O yo no sé cómo. —nuevamente lágrimas resbalan por sus mejillas—. Es que, ¡No sé cómo hacer! ¡No sé nada! —se desespera, agarrándose de los costados de la cabeza.
—Todos estamos así, nadie sabe qué hacer. No es culpa suya. Ni de nadie. Y usted a diferencia de Jun y yo, no conocía sus poderes desde el nacimiento. —apoya una mano en la pared donde está la menor—. Cálmese por favor.
El demonio continúa golpeando con mucha fuerza las paredes, sin ocasionar cambios. Sólo se ve como unas ondas de agua, pero violetas, sin que se provoque ninguna abertura o algo similar. El sonido retumba principalmente en el interior, mareando un poco a Kanae también por las vibraciones, pero no la desconcentra.
—Acérquense todos, por si se rompe. —propone la chica de cabellos anaranjados, mientras camina hacia esa mitad de burbuja.
—No tenemos otra opción, ¿Verdad? —MinHyuk suspira, siguiéndole el paso.
En un minuto, están formando una ronda alrededor del campo de fuerza. Un par sentados, el otro de pie. SunHee se ubica por encima, flotando sobre ellos.
—¿Se les ocurre cómo detener esto? —Kanae suena agitada, le consume mucha energía mantener de esa forma sus poderes. Incluso tiene algunas gotas de transpiración en la frente, a pesar del frío que hace.
—Jun mencionó algo sobre que su padre lo ayudó cuando tenía dolores de cabeza, recitándole algo. Pero no sé cómo es. Ni siquiera él lo sabe. —el ángel hace memoria, mientras le comparte la información a los demás.
Escuchar de una solución, pero que no sea posible realizar, es bastante frustrante. Como si ya no estuvieran lo suficientemente desganados.
En ese momento, al demonio se le ocurre usar la electricidad para tratar de salir de allí. Resulta ser una idea muy mala para ambos dentro del campo de energía. La gran carga eléctrica termina por electrocutar a los dos, incluso el sonido de la descarga se escucha fuerte. Tras aquello, el campo se desvanece, y quedan en el suelo el par, con el característico olor de la carne quemada. Jun tiene algunas partes medio moradas, pero Kanae tiene hasta su rostro arruinado. No tuvo tiempo para reaccionar por lo rápido que sucedió.
—Santo Dios… —el chico de ojos grises cubre su boca con una mano, traumado por cómo está el cuerpo de la menor.
Mitsuru vomita hacia a un costado, por la impresión y nervios. Todos los demás miran igual de perplejos. Pero Yuki no se queda de brazos cruzados. Se acerca despacio y con cuidado a dónde está ella, para revisar sus signos vitales, comprobando así que efectivamente, no respira. Su corazón tampoco late.
—Aún hay tiempo, ¿Verdad? —SunHee, le pregunta con un tono muy deprimido, llorando también. Su mejor amiga yace a sus pies.
—Si consigo revivirla ya mismo, sí… Es que… Toda esa electricidad… Fue igual a lo que hizo al comienzo cuando brillaron sus ojos… —deja las manos cerca del pecho de la niña de ojos violetas, concentrando lo más que puede de su poder—. Él no debería poder hacerlo más, si no le regreso su energía. —hace de igual forma lo posible para no enloquecer. Las dos personas que más quiere están muy grave estado.
Tras unos segundos, se aprecia que la chica comienza a tener un ligero movimiento en la zona torácica. Sí está funcionando lo que hace el ángel. Con mucha dedicación, él mueve sus manos en círculos, a una distancia de centímetros por el alrededor del cuerpo de la pequeña. Desde que llegó allí, el chico tiene que usar una versión más fuerte de las curaciones, lo cual también lo está dejando exhausto.
—Gracias… —las dos mejores amigas, le dicen a la vez, cuando notan que Kanae sigue viva.
—No deberías curar a Jun esta vez. O no sé… ¿Puedes no regresarle su stamina? ¿Los ángeles pueden decidir si hacerlo o no? —el mellizo se frota las sienes, está muy nervioso.
—No se preocupe, eso haré. —respira despacio, cerrando los ojos, muy concentrado en su labor.
Al cabo de unos diez minutos, ni siquiera parece que Kanae haya tenido alguna cicatriz en su vida. Su cuerpo está en perfectas condiciones. Incluso, comienza a mover unos dedos, y a fruncir el ceño, dando indicios de que va a despertar. Al comienzo tose, pero se incorpora de golpe, aún alterada. Mira hacia los alrededores muy confundida.
—¡El campo de fuerza! —alza las manos en el amague de crear otro.
—Espere, señorita Mitsugashi. Estamos bien. —le agarra de las muñecas, bajándole los brazos. Hace un suspiro largo y luego la abraza suavemente—. Me alegra mucho que esté bien también…
—Pasamos un susto muy feo por… él. —señala a Jun—. Cada día me da más desconfianza. —niega varias veces con la cabeza—. Pero ahí lo ves tirado como si no hubiera hecho nada.
—Yuki… Uhm. ¿Podrías apartarte un momentito? Jun también necesita ayuda. —le menciona Mitsuru, aunque con un tono dubitativo.
—Es verdad… es sólo que… —mira a los ojos a Kanae, arqueando ambas cejas. Le acaricia el cabello, para luego soltarla despacio—. Me sentí aliviado de verla bien… Imagino que ustedes igualmente quieren abrazarla. —sonríe aunque su mirada denota tristeza y les da espacio, caminando hacia su mejor amigo—. No voy a negar que es peligroso. En este momento no tengo idea de qué deberíamos hacer con él.
—Vigilarlo. Los demás demonios se están encargando esta vez de esos seres, no de todos pero de una parte. Hay otros que vienen hacia acá, según escucho. —envía una imagen mental a sus amigos de dónde cree que pueden estar por la distancia del sonido.
—Deberían llegar en un par de horas, sólo espero que no se bifurquen. —comenta Yamato, mirando hacia el cielo.
Las tres chicas se abrazan fuerte. Entre ellas conversan sobre lo que está pasando, el miedo de si Jun vuelve a tener esas reacciones, que si al final es buena idea o no que él ande fuera de su casa.
Kanae, en su cabeza, analiza su entorno. Está todavía tratando de asimilar el estado de frenesí del demonio, a la vez también preocupada de su entorno. La plaza tiene los juegos derretidos, abollados y destruidos, casi no se salvaron plantas tampoco. SunHee, que había venido con una gran campera blanca, se le desgarró completamente. Los pedazos de algodón le sobresalen. Su jean negro y sus botas marrones también se rasgaron. El tapado celeste de Mitsuru ya no tiene mangas, y sus calcetas largas están llenas de agujeros. Y la chica de ojos violetas, ya no tiene abrigo. Cuando se da cuenta de eso, también piensa en que su camisa se trasluce por culpa de la nieve. Suspira negando con la cabeza.
—Las últimas veces que peleamos, no quedamos así. —toca la piel descubierta de la pierna de la pelirroja—. ¿Qué hacemos con esto…? ¿Vamos a terminar desnudos?
—No lo sé… Pero —señala al ángel y demonio— ellos no tienen ni un rasguño en su ropa, ¿Estará hecha de otro material? —le responde con otra pregunta.
—De hecho, sí. —les saca la curiosidad Yuki, explicándoles— Los demonios nos obsequiaron estas ropas porque la última vez Jun se quedó… así. —aclara la garganta, ya está terminando con la sanación. Como no debe reponerle energías, le es mucho más fácil.
—No dejen de estar atentos a Jun por si despierta. —SunHee no le quita los ojos de encima—. Cuando despierte nos atacará de nuevo, estoy muy segura. —abraza fuerte a Kanae—. En serio me preocupa que te lastime otra vez… No viste lo que te sucedió por su culpa… Tienes que comenzar a pelear cubriéndote con magia, o volverás a terminar igual.
—¿Cubrirme con magia? —alza una ceja, pensativa. Realmente no es una mala idea, abarcaría sólo los alrededores de su cuerpo. A sabiendas que de está en buenas condiciones, intenta crear lo que le dijo la otra. Una luz violeta leve la rodea completamente—. Eso es menos cansador que hacer un campo de fuerza pero… No puedo estar mucho tiempo peleando así si estoy sola. O sea, si no estuviese Yuki, no podría…
—Creo que es entendible. Los hechiceros, según me dijiste reiteradas veces, son conocidos por ser una explosión, más que daño progresivo. —ante la demostración de la contraria, la rubia la mira sorprendida—. Me alegra que de igual modo lo hayas conseguido tan fácilmente.
Mientras tanto, en un lugar bastante alejado. El pueblo Esmeralda se encuentra bajo un leve ataque de los monstruos. A pesar de que no hay una gran densidad de población, el estallido del demonio desorientó a varios. No son muchos, por fortuna. Pero para la vida tranquila que todos acostumbran llevar, están muy sorprendidos. No asustados, ya que hay una hechicera y una ángel protegiéndolos.
—Regresen a sus hogares por favor, nosotros los cuidaremos. —la madre de Yuki, Murao, llegó para ayudar a Saeko.
—Ahora que lo pienso, ¿Cómo sabía usted que necesitaríamos ayuda aquí? —la mujer de ojos violetas está por fuera del campo, peleando con unos puños cargados de magia. A la vez, mantiene un campo de fuerza gigante que rodea a todas las casas, negocios y al templo; en resumen, a todo en las tierras de Esmeralda.
—Hubo un… no sabría cómo explicarlo. Pero sucedió algo, y estos seres cambiaron de trayectoria. No vi precisamente qué sucedió. —está proporcionándole stamina, ya que ella no se especializa en pelear, sino más su marido—. Yo fui al bosque porque de repente los demonios estaban en gran cantidad en la ciudad, y no entendía el porqué del incremento. Llegaron hace un par de horas a la ciudad, todavía no había ninguno de esos fantasmas. Me asusté, creyendo que los demonios pensaban en aprovechar la situación para atacar a los humanos. Así que decidí venir a investigar… —suspira, bajando la cabeza—. Literalmente me metí al pueblo ese a preguntar.
—¿Pero no es arriesgado que vayas a donde los demonios siendo un ángel? Podrían haberte —parte una cabeza gris azulada, que luego se desvanece en cenizas— hecho algo así.
—Lo pensé. Pero un lobo dijo que yo soy familiar de Yuki, y no me hicieron daño. Conocen a mi hijo, parece que él los ayudó alguna vez.
—¿Ah, sí? ¿Y qué hacía… —niega con la cabeza—. Lo siento, estoy preguntando demasiado. —su hija es igual a ella en eso, muy curiosa—. Gracias por venir, de verdad nos ayuda bastante su presencia. —una de sus manos brilla más fuerte, y le asesta un puñetazo a un monstruo, que choca con otros dos y desaparecen.
—¡Cariño! ¿Puedo pelear también? —le pregunta Jiro, desde el suelo, alzando la voz para que lo escuche.
—Estamos bien. —la esposa presume sus bíceps bien marcados—. ¡Si te necesito, te levantaré yo misma! —ríe fuerte.
—Ay, mujeres. —niega con la cabeza varias veces el señor, dirigiéndose a revisar los cultivos.
Literalmente se lo toman con mucha más calma. Pero es de esperarse, ellos ya vivieron su vida, ya le enseñaron todo lo que podían a su hija, y al igual que ella siempre hacen lo mejor que pueden. La mayoría en el lugar son ancianos y gente de mediana edad, probablemente lo ven del mismo modo. Muchos están relajados en su casa mirando la televisión, tejiendo, conversando. La pelea en esta zona transcurre dentro de todo con tranquilidad. Y por milagro de Dios, que justamente la madre durante el día se había puesto a practicar sus poderes.
Transcurre un buen rato. Son las 20:02 p.m. En la ciudad, aún está el grupo alrededor de Jun. La mayor diferencia es que ahora están con otros abrigos. La chica de cabellos rubios fue una hora atrás a recoger ropa de la mansión, ya que sino terminarían muriendo de hipotermia.
El clima a estas horas es aún más frío. El viento incluso puede llegar a congelar. Miles de copos son arrastrados en las corrientes de aire. El suelo está blanco en todas las esquinas, y la nieve cubre todo; con bajo volumen en las calles y veredas, pero muy acumulada en las esquinas y bordes.
—Chicos, creo que lo vi moverse. —menciona Mitsuru, mientras se acerca un poco a la mano del otro.
No se equivoca, sus dedos comienzan a tener pequeños espasmos. Sus ojos se abren despacio, para dar a conocer que todavía están brillando en rojo.
—Maldición. —MinHyuk se asusta al verlo de esa manera, pero no tiene cómo cubrirse. Sólo pone los brazos frente al rostro propio como reflejo.
SunHee, que percata de la reacción de su hermano, usa su telequinesis para levantar a todos a la vez, incluyendo a sí misma, y los aleja del demonio, aunque dejándolos caer en el proceso. Se agarra la cabeza y se queja del dolor, tambaleándose, ya que era mucho más de lo que ella podía cargar. Al mismo tiempo, el chico de cabellos negros se eleva con sus alas, y se ve cómo unas chispas vuelven a rodear sus manos. Dispersos, al comienzo tratan de huir de la situación.
—¡Ah! —el rubio da unas vueltas en el suelo, hasta que consigue esconderse tras un buzón.
Jun lanza un rayo hacia esa dirección, pero falla afortunadamente para el contrario. Y así comienza él a disparar a cada uno, pero no acierta. El cansancio acumulado de lo que llevaba haciendo con su electricidad, no le permite tener una gran lucidez para movimientos rápidos o una buena canalización.
—•Hay que noquearlo de nuevo• —sugiere, mientras usa la nieve de su alrededor para camuflarse—. Aeish, está helado. —dice para sí mismo.
—¿Cómo? Tiene mucha resistencia, él mismo es el único que puede noquearse. Ninguno de nosotros tiene la suficiente fuerza ni física ni mágica. —la chica de ojos azules se impulsa con sus piernas para saltar alto, hacia donde está el otro, y le asesta un buen golpe.
—¡…! —sale disparado y choca contra un muro, pero se incorpora rápidamente y le devuelve el puñetazo.
La pelirroja, que se encuentra en el suelo, arrastra sus pies en el intento de no ir muy lejos por el impacto. Lo consigue, aunque sus botas sufren un daño; los costados se cortaron mucho por el material de la calle.
—¡Jun! ¡Reacciona por favor! ¡Somos nosotros! —el ángel se para frente a él, y le habla fuerte, mirándolo a los ojos. Le sujeta de los hombros, sin intenciones de golpearlo.
—… —su esclerótica se apaga a blanco por un momento, aunque su iris sigue brillando—. Yu…ki… —dice con una voz forzosa—. ¡Aaah! —grita y posa sus manos a los lados de la cabeza propia, moviéndose como si negara con toda la parte superior de su cuerpo.
—¡Jun! —su mejor amigo insiste. Arquea ambas cejas con los ojos grandes, mirándolo alterado. Sólo quiere que regrese a la normalidad.
El demonio regresa a la primera fase de ese extraño estado, otra vez sin moverse y en silencio.
—¡Por favor, ya no nos lastimes! ¡Somos tus amigos!
Kanae llora, pero trata de hacerle llegar el mensaje. El chico de cabellos negros voltea a esa dirección, y vuela con rapidez, empujándola fuerte.
—¡Kanae! —la niña de ojos verdes la aleja de él apenas ve aquello, metiéndola en uno de los pocos toboganes techados que, aunque abollados, todavía tienen forma.
En cuanto eso ocurre, el demonio cambia de objetivo. Se abalanza contra SunHee y le pega con fuerza. Antes de que pudiera salir por los aires, ella opone resistencia con sus poderes para mantenerse en el mismo lugar.
—¡Denle en la cabeza así se duerme! —grita como una orden ella, frunciendo el entrecejo. Lo aleja de sí y lo alza un poco con su habilidad.
—¡Entendido! —responde Mitsuru, que se acerca a paso rápido y salta nuevamente. Entrelaza los dedos de ambas manos propias, para crear así un puño con más superficie.
La fuerza del golpe que acierta, lo deja casi enterrado completamente. El cuerpo del demonio está cubierto de piedras y nieve hasta los hombros, pero eso no consigue detenerlo.
—Este clima me está complicando a mí también… siento que mi sangre fluye más lento hacia mis manos. —le comenta Yamato a MinHyuk, el motivo por el cuál no puede atacar con tanta libertad.
—•Lamentablemente dudo que esta nieve desaparezca. Al menos hasta que esos monstruos ya no existan, tendremos que acostumbrarnos al frío.• —tiene los labios morados por el frío, ya que está cubriéndose en el blanco del suelo.
—Qué molestia. —refunfuña el pelirrojo, pero intenta armar sus agujas—. Mientras más tiempo transcurre, es más difícil moverse. —no consigue crear agujas, sino balas de sangre, cargadas en las yemas de sus dedos—. ¡SunHee, acércame!
—¡Eso haré! —lo levanta y lo posiciona al lado de Jun.
—… —agarra los hombros del chico y le dispara allí.
Se ve cómo se forman unos agujeros grandes en la piel, a la vez que comienza a salir el característico color morado de su sangre por las aberturas.
—¿Por qué hay que tener tanto cuidado con dónde apuntar, si él no está siendo cuidadoso con nosotros? —suspira pesado la rubia, seguidamente tose, quizás se debe al frío—. Si se tratara de uno de esos fantasmas cualquiera, podríamos darle en la cabeza…
—•Si hacemos eso lo mataremos, y no es lo que buscamos. Hay que calmarlo… Aeish. Si tan sólo supiera usar todo ese poder de manera consciente… podría acabar con una horda en unos segundos, como lo habíamos visto.• —al igual que a su melliza, un deseo de que aquella fortaleza pudiera estar de su lado atraviesa sus pensamientos.
Aún con el daño recibido, Jun consigue zafarse de la tierra, y regresa al aire, mostrando sus grandes alas negras. Se dirige en picada hacia donde MinHyuk, que aunque tratase de esconderse, su rostro y su voz lo delatan completamente ante el sentido agudo que tiene el demonio, incluso en ese estado. Por encontrarse casi congelado, el rubio no tiene forma de tratar de esquivarlo. Yuki vuela hasta el frente de él, y lo cubre, poniendo su antebrazo para recibir el golpe.
—¡Señor Jung! No se quede allí, por favor. —voltea la cabeza hacia atrás y mira abajo por unos momentos.
Detiene otros golpes que el chico trata de acertar, usando esta vez sus manos para ello. Durante ese pequeño tiempo, el niño de ojos verde agua aprovecha para ir a las cercanías de Kanae.
—¿Qué estás haciendo? Deberías estar disparándole también. —le susurra en aquél estrecho espacio que queda dentro del tobogán, viéndola un tanto indignado—. Aunque no quiera mandonear, sabes que necesitamos tu ayuda también.
—Lo siento, se mueve muy rápido… Y… —niega varias veces con la cabeza—. Ya sé que son excusas. Me cuesta atacarlo, no quiero lastimarlo… —cierra los ojos con fuerza. Está sentada abrazando las piernas propias, seguidamente esconde el rostro entre ellas.
—¡Kanae! No puedes evitar esta situación. Nadie quiere lastimarlo. Yuki lo sanará luego, así que por favor… Préstanos un poco de tu poder. —la mira seriamente—. Lo haría yo mismo si pudiera…
—Mh… —se desliza por el plástico, dejándose ver por sus amigos. Trata de concentrarse para poder realizar alguna habilidad contra Jun, pero le resulta casi imposible.
Se pregunta si debería volver a encerrarlo en un campo de fuerza, pero eso sólo los llevaría a lo mismo que al comienzo. Esa no es la solución. Pero no quiere hacerle daño. No entiende cómo todos pueden estar peleando entre sí, sin haberse cuestionado si era o no lo correcto. «¿Por qué Jun está así? ¿Por qué no siguen intentando hablar con él?»
—Jun… —susurra y corre hasta donde están el ángel y el demonio intercambiando golpes—. ¡Jun! ¡Despierta! ¡Sé que puedes oírme!
—Señorita Mitsugashi, ya lo intenté. —voltea a mirarla, con los ojos entrecerrados, decaído.
En el momento en que se distrae, el chico de ojos rojos le asesta un buen puñetazo, que lo hace temblar de su eje de equilibrio. El niño de alas blancas termina alejado del par, pero regresa velozmente al mismo lugar. Ya no intercambia miradas con Kanae, se dedica a mantener ocupado a Jun con sus golpes. SunHee, por su lado, coge un gran pedazo de hielo que estaba concentrado en una esquina, y lo usa para tiráraselo en la cabeza al demonio. Eso capta su atención, consiguiendo que le dispare un rayo a ella. Por fortuna no es tan fuerte como los anteriores, así que no la quema, pero sí la desmaya por la carga.
—¡No! —Mitsuru se preocupa al verla de esa forma, y corre hasta donde Jun para volver a pegarle—. ¡Regresa a la normalidad! —a diferencia de la hechicera, ella habla y a la vez actúa.
De los hombros de Jun sale por los orificios que habían quedado de los disparos un líquido rojo. Está expulsando la sangre de Yamato. Probablemente si su sistema funcionara de otro modo, podría haber coagulado y que sus movimientos se detuvieran; pero es de esperarse que un demonio no se pueda derrotar con tanta facilidad.
—¡Aah! —alza la voz el chico de ojos rojos, en un quejido por los constantes golpes que recibe de ambas partes.
Sumado a eso, el pelirrojo vuelve a dispararle aquellas balas de sangre, a costa de su conciencia, que pierde tras darle con unas diez al menos; con diferentes ubicaciones en el cuerpo exceptuando en donde hay órganos vitales. El demonio sangra nuevamente, pero en mayor medida. Las gotas moradas tiñen parte de la nieve del lugar donde está ubicado.
—Señorita Mitsugashi, ¿Puede llevar a Miss Jung y al señor Yamaguchi a un lugar seguro? —para no cometer el mismo error, hace la pregunta sin mirarla, concentrado en su pelea.
—Sí. —corre hasta donde está su amiga, y se queda mirándola en silencio.
No tiene idea de cómo moverla sin que se lastime. No sabe si se quebró, o si tiene alguna cosa en la piel que ella no puede ver por toda la ropa que cubre a SunHee. Tampoco sabe qué hacer con Yamato, por las mismas razones. Todo es una encrucijada de que si lastima o no lastima, que si actúa o no. En el silencio de su indecisión, se escucha además de la lucha, que a lo lejos pasa el tren.
—Si pudiera volar o si pudiera usar telequinesis… —solloza, con sus manos y brazos temblorosos. Su vista se vuelve borrosa por las lágrimas que quieren salir, pero se las seca antes de que caigan—. ¡Yuki! ¿Qué hago?
—•¡Ya te lo había dicho Kanae! Yuki va a curar a todos después, así que muévelos como puedas.• —contesta en su lugar—. 아이고. —con un color de piel ya más normal gracias a juntar calor, sale de su escondite, caminando despacio.
—¿Q-qué haces? —está temblando no sólo del frío, sino del miedo.
—Tengo que ayudarte, sino no vas a empezar. De eso me estoy dando cuenta. —alza una ceja mirándola, con una mirada seria. Se agacha y recarga a Yamato en su espalda, para luego incorporarse y dirigirse de a poco al lugar de donde salió—. Lleva a mi hermana, por favor. Como te salga. —continúa.
Kanae no tiene la suficiente capacidad física para llevarla de ninguna forma. Mira hacia el cielo, al suelo, a los lados, a donde están los otros tres peleando, nuevamente a su amiga a sus pies. «¿Cómo puedo levantarla…? Si la arrastro del brazo la voy a lastimar mucho…» piensa. Hasta que se le ocurre algo para intentar. Es cierto que no puede usar una telequinesis completa todavía, pero no tiene otra opción.
—Espero que esto sirva… —dice para sí misma, mientras recoge a la rubia y se la carga en la espalda.
Con sus poderes, al mismo tiempo, intenta levantarla. No puede hacerla flotar, pero sí termina disminuyendo en gran parte el peso de a momentos. Por unos segundos es lo normal, y luego desciende, y así. Pero de ese modo consigue dejarla junto con MinHyuk.
—Gracias, sabía que podías. —le sonríe de algún modo el chico de ojos verdes, mientras respira profundo.
En ese momento, el demonio voltea la cabeza en la dirección de los tres, y les lanza una descarga eléctrica. Por suerte Kanae está alerta por el miedo, y reacciona casi de forma involuntaria, creando una pared recta de energía, que desaparece tras recibir el impacto.
—Agh. ¿Debería quedarme cerca, o irme hacía dónde están los otros dos? —mira al rubio, preocupada por lo que acaba de suceder.
—Así como estás ahora, te convendría quedarte cerca. No puedes pelear, ¿O sí? —ladea la cabeza.
—Es verdad… —baja la mirada, y crea alrededor de ellos tres un campo de fuerza, que contiene también a los objetos donde se están escondiendo.
Generalmente en una situación cualquiera, ella habría tomado esa frase como un reto, como algo que no quiere permitir que se quede de ese modo. Pero con el miedo que la inunda, no puede analizar mucho, no puede reaccionar de la misma forma. De lo único que es consciente justamente es el miedo, y que sabe que tiene que manejarlo, aunque no entiende cómo.
Por su lado, Mitsuru y Yuki continúan peleando contra Jun. Aunque sean dos contra uno, no parece que haya ventaja. Como lo había mencionado el padre del demonio, cuando uno está lleno de los sentimientos negativos de las personas, está en su forma más fuerte. Y esta vez se demuestra, a diferencia de cuando no podía moverse. Esto sucede porque la pelea le hace mantenerse de forma activa, pero sino, volvería a estar tirado en algún lado.
Jun libera una descarga fuerte, y la usa para alejarse de los dos quienes le mantenían «encerrado». Se abalanza sobre el campo que creó Kanae, golpeándolo repetidas veces, pero naturalmente sin conseguir ni una grieta. Es una protección perfecta, mientras la poseedora se mantenga consciente. La hechicera posa una mano en la pared de su habilidad, en el lugar donde el chico está tratando de atravesar. Y lo mira fijamente, con tristeza. La niña se da cuenta que fue todas las situaciones, incluso ellos mismos, los que ocasionaron que él enloqueciese de esa manera. ¿Realmente habrá alguna manera en la que él pueda acostumbrarse a la negatividad humana?
«Durante las épocas de exámenes incluso la debe haber tenido difícil… Porque todos se ponen muy tensos… Ahora mismo es una situación extraordinaria pero, ¿Él podría vivir una vida normal, si porque hablen mal de alguien mientras él está cerca, ya le duele la cabeza y se vuelve débil?» son varias de las cosas que se pregunta.
Mitsuru se acerca a él, impulsada por piernas para dar grandes saltos, y continúa tratando de acertar los «puños dobles». Es más complicado ya que el movimiento le toma más tiempo que uno común. Justamente por eso también, el demonio la esquiva con mayor facilidad. Como la agilidad de Jun es de por sí mayor, puede incluso devolverle el golpe tras evadirla. Yuki trata de acercarse a la menor para ayudarle, pero su mejor amigo lo detiene, buscándole pelea otra vez.
—Yuki… Me duele la mano… —al haber caído mal y tan lejos, porque el impacto la hizo volar, tiene quebrados varios dedos. Su resistencia es mucha pero, no es inmortal.
Jun es verdaderamente fuerte y consigue lastimarla más que lo que le afectan los fantasmas tangibles. Es realmente increíble la cantidad de poder que tiene él solo, que ni siquiera entre 6 personas pueden detenerlo.
—No puedo… —el ángel estira la mano con la intención de curarla, y termina lanzando hacia ella un rayo verde brillante—. ¿…? —abre los ojos muy grandes, sorprendido de lo que acaba de ver—. ¡¿Estás bien?! ¡No sé qué pasó! ¡No sé qué hice! —alza la voz, preocupado.
—¡Estoy mejor! —le muestra cómo puede articular sus dedos perfectamente—. ¡Tú no tienes poderes asesinos, no te asustes! —le dice ella mientras se sacude la ropa, incorporándose.
De igual forma la hechicera y MinHyuk se sorprenden por lo ocurrido. Parece que se pueden desarrollar más habilidades que las que ellos conocían.
—Entonces… Si puedo hacer eso —piensa en voz alta, mientras esquiva los puñetazos— debería poder curar a los demás desde aquí. ¿Verdad, señor Jung? —en el caso de hablar con el chico, no le es necesario gritar.
—•Podrías intentarlo. Sólo que hay que tener cuidado. Ya que cuando Kanae abra esta barrera, Jun puede herirnos tanto como tú curarnos. No estoy muy seguro si funcione, ya que es la primera vez que lo hiciste, al menos de lo que estoy enterado.• —opina el rubio, bastante pensativo al respecto.
Como una prueba, para evitar exposiciones innecesarias, el ángel intenta nuevamente canalizar su energía curativa en el brazo izquierdo. Para ello, usa como blanco a la pelirroja nuevamente. Consigue hacerlo, aunque durante la acción recibe mucho daño.
—¡Ahora! —alza la voz Kanae, mientras desaparece el campo de fuerza.
Uno diría que es mala sincronización pero, realmente no hay otra opción. Yuki aprovecha ese pequeño instante para sanar Yamato y SunHee, y tras ello, cae al suelo por una patada. Eso es inesperado ya que todo el tiempo estuvieron únicamente usando sus manos. Pero como siempre, los patrones pueden cambiar. Se ve cómo el chico cae al suelo, mientras sus alas dejan de estar visibles.
—No tengo fuerzas… Señor Jung, creo que no estaba listo para… —susurra, haciendo referencia probablemente a que aún malgasta su energía por no conocer su propia habilidad. Segundos luego, se desmaya.
Con el ángel fuera, ya no pueden excederse con lo que quieran hacer, ni probar alguna cosa nueva. Sin embargo, antes de que puedan pensar en organizarse, Jun los ataca.
Comienza con la persona que tiene más cerca, la niña de ojos azules. La rodea en el aire, dando varias vueltas, consiguiendo así que ella se maree. No acierta ningún golpe debido a ello, y queda vulnerable. Una táctica bastante curiosa del demonio, pese a que está en un modo en el que pareciese que no puede pensar. Jun forma rayos y los usa contra Mitsuru. No obtiene unas quemaduras como las que le ocurrieron a su amiga, sino más similares a las que le suceden a él al usar sus poderes.
—Arde. —cierra los ojos con fuerza, mientras busca con la mirada algo, quizás en dónde ocultarse.
—Por favor, protege a Mitsuru. —le pide SunHee, que apenas hace unos minutos despertó.
—Pero, ¿Y ustedes? ¿Qué hago? —mira hacia los alrededores y luego a ellos.
El demonio continúa lanzándole electricidad a la pelirroja.
—Lo mejor que podrías hacer ahora es encerrarlo a él. Pero sin ti adentro de la barrera. —le comenta MinHyuk, mirándola con las cejas arqueadas—. Pero sé que no hay forma de que hagas eso aún.
—Agh… —baja la cabeza y los brazos, pero luego se para firmemente—. Iré a por Mitsuru. —comienza a correr en dirección de la chica.
El demonio deja de lado por un momento a quien estaba lastimando, para enfocarse ahora en la persona que se acerca rápidamente a ellos. Por otro lado, los mellizos comienzan a moverse también. El rubio le indica a Yamato cuándo disparar, los momentos exactos para hacerlo. La niña de ojos verdes trata de distraer a Jun para que puedan reunirse sus amigas. Ella le lanza piedras, y algunas cosas del suelo. Algo como eso no lo mataría, que es lo que todos tratan de evitar. El pelirrojo, se muestra sumamente concentrado; cada una de las balas sale con minutos de diferencia, para que no haya un gasto innecesario de sangre. Sin Yuki, ninguno puede reponerse con facilidad, es bastante limitado.
—Lo siento… Realmente sí me siento responsable de todo lo que está pasando. —Kanae suspira pesado.
Está encerrada junto con la pequeña de ojos azules en el campo de fuerza, mientras hace lo posible por sanarla.
—¿Por qué sería tu culpa la naturaleza de alguien más…? —Mitsuru se muestra confundida al respecto, pero su expresión no cambia, continúa siendo una de dolor.
—No me refiero a eso… Sino… Que si hubiese sido más fuerte, si fuera como mi madre… —baja la mirada.
—Kanae. —le da un tirón a la oreja de la otra, frunciendo leve el entrecejo—. ¿Sabes qué puedes hacer? Aceptar tu debilidad. Deja de pensar «si yo esto, si yo lo otro». No eres así, te tocó otra cosa. A MinHyuk le dije lo mismo, cuando él se sentía mal de no tener fuerza física. Y míralo ahora, él está haciendo todo lo que puede a su alcance. —tose, llevando por inercia la mano a la boca—. Pero sí podrías haber hecho más si no te negaras a pelear con él… Yo tampoco quiero hacerle daño, pero no estoy en lugar de decir «no quiero».
Mientras ellas conversan, poco a poco desaparecen las heridas de la chica, al menos al más leves. Se ve que Jun pelea de forma más fluida, sumado a su brutal fuerza del estado negativo. La chica de cabellos más claros se ve afectada por la lucha. Aunque sea capaz de anular el dolor, es muy tétrico de ver uno de sus brazos al revés mientras corre. Su hermano, preocupado, de todos modos tiene que continuar dándoles indicaciones.
Las suelas prácticamente desgastadas de SunHee se deslizan por el suelo rocoso y congelado, destruyéndose cada vez más, a su vez esto también comienza a afectarle en los pies. Su velocidad disminuye, la cantidad de golpes que recibe son mayores, y su resistencia no consta de que su cuerpo se «volvió más fuerte», es lo mismo que una humana, con la diferencia de que no sufre físicamente.
—¡No!
Un débil grito de la rubia, inaudible por el ruido de la electricidad del demonio. Una descarga fuerte es dirigida a ella, quien se termina desmayando por segunda vez en la pelea.
—¡Hermana! —MinHyuk, en un acto impulsivo, corre tras ella, cuando ve que otra descarga está apunto de llegarle. Hizo el afán de abrazarla, pero sólo se ubica en dirección de la descarga, para evitar así que su melliza se muera por el voltaje.
El resultado en él es apenas mejor que en SunHee. Los dos con la piel entre roja, morado y marrón, tirados uno encima del otro. Por fortuna, por la duración de la batalla, no es tan grave como lo que le sucedió a Kanae anteriormente.
—Déjame aquí, ahora ellos necesitan protección. —la chica le mira con las cejas arqueadas, mientras comienza a sentarse.
—Es verdad… Agh… Ahora entiendo la desesperación que siente Yuki siempre. —se incorpora y desaparece la barrera, para ir corriendo hacia el par que está sobre el suelo.
Sus reflejos aumentan respecto a la defensa durante esta pelea. La hechicera consigue frenar todo lo que a ella se dirige, ya sea con pequeñas paredes o una gran barrera en forma de semi esfera. Sin embargo, para los demás sigue siendo complicado llevar esta lucha. Yamato se está quedando nuevamente anémico, razón por la cual ya no puede atacar. Así que se mantiene escondido en el mismo tobogán, tratando de respirar bien. Por su parte, la chica de ojos azules se esfuerza en la pelea contra el demonio, por fortuna ya sufriendo menos. A Jun se le está acabando la energía, así que sus rayos para la pelirroja se sienten similares a cuando practica con Kanae. En otras palabras, ahora se siente más pareja la situación.
—¡Piensa! —le grita la chica mientras le lanza una patada a la mejilla.
—… —se mueve de su eje por el golpe, pero se mantiene en movimientos cíclicos, intercalando apenas entre una patada y un puñetazo.
En el momento uno ya se pregunta, ¿Qué le falta para que se vaya ese estado extraño? Ya debería pasársele. Pero no funciona así. Incluso si se cansa, volverá a suceder cuando se sienta más enérgico. Seguirá hasta que mate a un par de humanos.
Transcurre un tiempo más. Ya son casi las 22:30 p.m. y la lucha continúa, pero de una manera más lenta. Mitsuru y Jun extienden sus brazos, golpeándose principalmente el rostro. Ya no se pueden esquivar por el cansancio. Ni siquiera están en el aire.
—Kanae… siento que no puedo más… —le comenta la chica, mirándola con los ojos entreabiertos.
Al instante, recibe una patada en la cara, que la hace arrastrarse por el suelo cubierto de nieve. El hielo le causa aún mayor irritabilidad en la piel a simple vista, agravando sus heridas. Es cierto que en algunos casos funciona para aliviar el dolor, pero entre varios cúmulos de nieve, también hay escombros de los juegos destruidos, de las baldosas.
El color del suelo es entre blanco y rosado por toda la zona de la plaza. Y parece acercarse una fuerte ventisca, según cómo está cambiando el clima.
—¡Mitsuru! —nuevamente se ve perdida en no saber hacia dónde ir. El mayor problema es que ya se encuentra muy agotada para realizar alguna otra curación, su maná decreció completamente.
Sin siquiera haber podido sanar en totalidad a los mellizos, no es capaz de ayudar a Yamato ni a la pelirroja. «Dios, necesito ayuda. Necesito ayuda. ¿En dónde están los demás ángeles, los demonios? ¿A dónde se fueron todos?» piensa mientras mira en la dirección del chico de cabellos obscuros. Su fuerza se acaba, ya no puede continuar tampoco manteniendo la barrera. Decide alejarse de sus amigos y comenzar a correr, pero no con la intención de huir.
—¡Jun! ¡Ven acá! —alza la voz lo más que puede, con las manos alrededor de la boca imitando un megáfono.
Su voz resuena en eco por aquella zona. Él voltea hacia donde se escucha el sonido, y vuela rápidamente tras ella. Kanae acelera aún más el paso, alejándose de la plaza, hasta que se esconde en un callejón entre un supermercado y un negocio. Es un lugar donde dejan algunos carritos para llevar comida, con los que por suerte no tropieza.
Jun desciende nuevamente, con esos ojos rojos por completo que iluminan el lugar, y camina despacio hasta ella. Estando acorralada no es necesario perseguirla más. A la hechicera le tiemblan las manos, las piernas, la boca; totalmente aterrada. Nunca imaginó que un encuentro a solas sería tan terrible y preocupante. Nuevamente sus ojos se humedecen, mirando el rostro de quien le gusta. Una expresión en él tan fría, totalmente desconocido a lo que su entorno acostumbra.
Mientras lo mira, a su mente vienen recuerdos: él buscandolo a su casa, cuando la acompaña a la escuela, durante clases mientras conversan, a la salida cuando la espera, y el cariño que él siempre le tiene.
—Jun… ¿Puedes volver? —solloza y camina hacia a él, como si no tuviese ya nada que perder. Con la mínima intención de dañarlo, lo toma por los costados de su cabeza y lo obliga a mirar hacia abajo. Ella se para en puntas de pie, y deposita un beso en sus labios.
—Mmm… —sus escleróticas varían entre blanco y rojo, como ocurrió antes cuando Yuki le hablaba. La separa de él, agarrándola por los hombros—. Huye… —le dice, con el poco control que tiene en el momento. Literalmente en nada, otra vez sus ojos se encienden, y comienza a formar electricidad en la palma de su mano.
—No voy a dejarte así. —cierra los ojos con fuerza. Incapaz de crear otra manera de cubrirse, decide adentrarse en su cabeza para analizar lo más rápido posible qué hacer.
«El padre de Jun sabría como resolver esto, porque es un demonio. No hay demonios cerca, no hay nadie más que sepa. Pero los hechiceros están hechos para mantener la paz entre demonios y ángeles, entonces…»
—¡Jun! —vuelve a gritar para llamar su atención y ganar tiempo. En ese instante, invoca su libro de hechizos. Es la primera vez que lo hace, en realidad apareció solo—. Creo que ahora entiendo más lo de «desea que se mueva», por pensar en él apareció… —sin tiempo de sorprenderse, continúa alzando la voz—. ¡Necesito calmar a un demonio en estado de frenesí!
Como si el libro la escuchase, las páginas comienzan a girar solas. Luego se detiene, en una con un título llamado «Hechizo de Silencio». Comienza a leerla. En realidad ella no entiende qué dice exactamente, porque no conoce el idioma, pero al estar escrito allí, como si se tratase de una habilidad propia del libro o algo similar, puede recitar las palabras.
A medida que habla, el brillo de los ojos se intercambia. Los propios toman un color violeta brillante, y los de él regresan al rojo de siempre. Ella flota inconscientemente en el aire mientras repite los versos. ¿Quizás no debía decirlo un hechicero, o es parte del ritual? Por su lado, el demonio está completamente sin fuerzas sobre el suelo, apenas pudiendo parpadear.
—¿Kanae? —dice con una voz suave y aireada—. Kanae, estoy… ya estoy.
Se escucha al mayor quejarse, todo el daño que recibió en aquél estado le está surgiendo
—Kanae… —se arrastra hacia ella y sujeta su tobillo, tratando de hacerla bajar—. Veo todo negro pero… Ya estoy. ¿Sabes? Te agradezco que no me hayas golpeado… —tose fuerte, unas gotas moradas salen de su boca—. Lo siento por el daño que causé… Me siento como un monstruo… Lo siento. —cierra los ojos y una lágrima resbala por su mejilla.
—… —regresa a pisar nieve, mirando hacia abajo—. ¿Jun? ¿Estás bien?
—No. ¿Cómo estaría bien? —continúa tosiendo. El lugar donde está acostado está lleno de sangre—. ¿Debería reírme por tu pregunta? ¿O de verdad me estás preguntando eso? —sus lágrimas se mezclan con el agua de la nieve, a la vez diluyendo un poco el color de donde caen.
—Tienes razón. Una pregunta muy estúpida. Quizás ni siquiera lo pensé. Sólo que… me alivia tanto ver que ya no estás como poseído peleando con nosotros… —suspira y se sienta, apoyando las manos en las piernas—. Una verdadera pregunta sería… ¿Cómo supiste que no te golpeé?
Para el momento que ella le menciona lo último, Jun se encuentra desmayado. Algo que realmente, por la cantidad de sangre que pierde, y por el hecho de que la vez anterior también le sucedió cuando lo ayudaron a volver en sí, no debería sorprenderle. Quizás sólo se mantuvo consciente para que la chica que le gusta no quedara en el mismo trance.
—Y… ¿Ahora qué hago? —mira hacia el chico desangrándose, hacia el cielo, al frente donde hay luz y se nota incluso el viento tras los copos.
Se incorpora y camina despacio, para buscar a Yuki. Si él pudiera despertar, sería lo mejor en esos momentos. Todo sucedió tan rápido, y de una manera tan lenta al mismo tiempo. Cada segundo de la pelea fue una eternidad para ella, sumida en una situación de infierno. A todos les costó enfrentarse a alguien que quieren, aunque probablemente la que sí habrá querido pegarle es SunHee.
—A dónde estaba…
Busca con la mirada, hasta que lo encuentra. Parece más como si estuviese durmiendo que un desmayo en realidad. Se sienta a su lado y le acaricia el cabello, para seguidamente posar una mano sobre la frente contraria. Un brillo blanco resplandece bajo sus palmas, y a los pocos minutos, el chico comienza a parpadear lento, seguido de tallarse los ojos.
—¿Señorita Mitsugashi? —dice con una voz ronca, mientras la mira—. Oh… Es verdad. Estábamos en una batalla. ¿Qué sucedió?
—Por el momento terminó. Conseguí calmar a Jun —le muestra el libro que lleva consigo— gracias a esto.
—Nunca se me hubiera pasado por la cabeza, realmente… —la ve con sorpresa, pero aún se le nota agotado—. Aunque me siento inquieto. —se sienta y echa un vistazo general—. Creo que deberíamos llevarnos a los chicos de inmediato a un refugio. De verdad, algo extraño sucede.
—¿Cómo? Yo no siento nada, ni veo ni escucho nada extraño. —alza una ceja, mientras de igual forma se acerca a SunHee y Mitsuru.
—Sé que no soy el señor Jung, pero… ¿Quizás es algo en el aire? —suspira y se acomoda el cabello, estaba terriblemente despeinado—. ¿Y Jun?
—Oh, está por allá. —le señala—. Al lado del súper. No quería que haya problemas con ustedes, así que decidí alejarme… —apoya una mano sobre la cabeza, mientras cierra un ojo—. Me siento algo mareada, me preocupa que se me caigan mientras las llevo…
—Eso no sucederá, yo la ayudaré. Pero por favor espere aquí, ya regreso. —le hace un par de señas con las manos, y se va con un paso acelerado a donde ella le indicó.
—¿Qué es esto? —los iris de la hechicera brillan mientras enfoca la vista hacia el horizonte—. Ay Dios… Son demasiados… Ahora no estamos en condiciones… —su corazón se acelera por el miedo e incertidumbre.
El ángel vuelve rápidamente con ella, agitado, como si estuviese enterado de lo que sucede. Carga al demonio en sus brazos, y mira en varias direcciones.
—Tenemos que escondernos ya… Y… No sé qué haremos con la gente… ¿En dónde están los ángeles cuando se los necesita? —niega un par veces—. No es una pregunta retórica, de verdad no lo comprendo señorita Mitsugashi.
—Yo tampoco… Lo mismo me preguntaba hace un rato. —arquea las cejas con los ojos cerrados—. Se me ocurre una sola cosa. Aunque no tengo mucha energía ahora, pero podrías ayudarme.
—¿Qué necesita? —cambia a una actitud más seria y alerta.
—Por favor, pon a todos en un círculo, y yo los protegeré hasta que tengamos una idea mejor… Y aunque ya es demasiado, también necesito que me des energía, no puedo mantener una barrera ahora mismo… —mira hacia abajo, avergonzada.
—Ahora mismo me encargo, tranquila. —le da unas palmadas en la cabeza y lleva los cuerpos inconscientes hacia un lugar donde los escombros no llegaron.
Mientrasla chica se acerca a sus amigos, a la vez el cielo se llena de monstruos. Algoincomprensible debido al patrón que presentaban. ¿Por qué estarían atacando unlugar tan desolado como es en ese momento? ¿O en realidad, algo los atrajo?
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