Nisenai Fantasy - 20
Capítulo 20
El parecido de aquella espíritu con Kanae les llama mucho la atención, incluso más que el hecho de que hay tres espíritus en el sótano que es un templo. El ángel, cabizbajo al igual que su mejor amigo, no le responden nada a quien les regaña.
—Dame eso. —coge el libro de Kanae con su telequinesis y comienza a recitar los versos para calmar a Jun, consiguiéndolo en mucho menos tiempo que lo que la hechicera menor lo hizo—. Dios… Hace mucho que no me encuentro con uno de estos casos. —Kaguya le regresa el libro a la niña de ojos violetas.
—Sí… En los viejos tiempos era algo común en nuestro pueblo. —Minori se para al lado de ella.
—Me alegra en cierto modo que continúen existiendo demonios con buenas intenciones. —se acomoda el cabello Manami, mientras los ve—. Pero es peligroso si no hay alguien que los sepa frenar. —dirige la vista a Kanae, mirándola fijamente—. Tienes que reaccionar más rápido.
—Sí, lo siento… —hace una reverencia corta.
—¿Quiénes son… ustedes? —la chica de cabellos anaranjados las observa confundida.
—No sabría si decir sus ancestros. —se pone una mano en el mentón Kaguya, con la vista hacia arriba—. Pero sí lo soy de ella. —señala a la pequeña de cabellos negros.
Mientras conversan las chicas, el demonio pierde el equilibrio y comienza a caerse, puesto que está desmayado. Yuki lo sostiene entre sus brazos, todavía sin decir nada. Al menos, ya no se lo ve con la furia que tenía hace unos minutos.
—Asumo que esta no es la casa de ninguno de ustedes, ¿Cierto? —Manami se cruza de brazos, arqueando una ceja—. Nunca los encontramos aquí.
—¿Entonces tampoco saben quiénes eran los dueños? —ladea la cabeza MinHyuk, intrigado por ello.
—Pues algunos ángeles vienen de vez en cuando de por allá —señala la cueva la menor de las tres— y aquí vivía una pareja de mujeres hace ochenta años, pero desde que una de las dos falleció, no volvimos a encontrar humanos aquí.
—¿Cómo llegaron aquí? —la hechicera celeste les pregunta ahora.
—Hubo un ataque a la ciudad, y estábamos muy heridos. Así que decidimos venir aquí. —la versión corta pero directa de la historia, algo esperable de Yamato.
—Entiendo… Bueno, nosotras estábamos haciendo las rondas de siempre, y cuando pasamos por aquí, sentimos a Kanae, así que salimos del templo para ver qué sucedía. —les comenta Minori, mientras se sienta en una banca.
El chico de ojos grises carga a Jun hacia otra de las bancas, dejándolo apoyarse sobre el hombro propio. Tal como había sucedido anteriormente, parece como si fuesen dos personas diferentes, el que lo golpeaba, y el que lo cuida.
—Ese ángel me recuerda a cómo exprimíamos a los nuestros en las guerras. Aunque eso no está bien. Eso es lo que sucede cuando hay pocos ángeles para un equipo grande. —le menciona Manami, caminando hacia el par que descansa en las maderas—. Él debería entrenar más, si ustedes no tienen otros ángeles como amigos. No lo digo como algo malo, sino que, es una carga muy pesada para él solo. —regresa la vista hacia Kanae—. Los hechiceros jamás podrían suplir a uno, ni siendo especialidad violeta.
—Me he dado cuenta. Aunque yo apenas puedo usar la curación de especialidad blanca… —suspira y baja los brazos—. Pero el problema con nuestro ángel, es que además de ser temperamental en momentos cruciales, también es terco cuando se trata de curación. Mírale la cara, no duerme desde ayer.
—Pues yo les diría que vuelvan a dormir ahora. —la hechicera celeste les sugiere, con una voz amable—. Hay varias cosas de las que tenemos que hablar. No nos iremos a ningún lado. Es más, si quieren pueden dormir en el templo, es un lugar muy acogedor.
Todos están curiosos acerca del interior del lugar, así que es una buena oportunidad para ir. De igual forma la casa está cerrada con llave, todas las ventanas cerradas, y están muy lejos de los monstruos como para que los encuentren. Es seguro intentarlo. Manami y Minori les abren las puertas para que ingresen, mientras que Kaguya enciende las velas para que no se queden a obscuras. Cuando todos están dentro, cierran las puertas y ponen un sello en la entrada.
—¿Para qué es el sello? —pregunta la niña de ojos azules, mirando las formas que se muestran en el gran papel.
—Para que ningún mal espíritu o lo que sea intente atormentarlos en sus sueños. Esto les asegura no tener pesadillas. Es algo que aprendí de la hechicera violeta. —la mujer de cabello negro trenzado le sonríe.
—Desearía haber traído mi celular, así podría tomarle una foto. —forma un puchero con sus labios.
—Tranquila, en el libro aparece, luego pueden buscarlo. —le pone una mano en el hombro.
Caminan mirando con curiosidad las partes del templo. Está dividido en tres partes. Al comienzo hay varios kotatsu, como si se tratase de un lugar de reuniones. Al pasar por una puerta al final de esta sala, hay una habitación llena de futones y mantas, ideal para el frío, aunque realmente el templo de algún modo es mucho más cálido que la casa; quizás hayan puesto algún otro sello para eso. Y en la sala final, para sorpresa de todos, hay baños. ¿Qué clase de templo se supone que era? Quizás haya sido un lugar para ángeles o demonios sin casa, porque es una gran cantidad, y nada tradicional. Incluso hay azulejos por todo el lugar.
—Uwwaaa, es mucho más lindo que la casa de arriba… sin ofender. —se le ocurre a Kanae, y tras observar un poco, regresa a donde están los futones.
—Este es un lugar pacífico, así que no quiero ni peleas, ni entrenamientos, ni ninguna cosa de violencia aquí. Es un lugar sagrado. —les recuerda la mayor de las espíritus—. Causar disturbios frente a la casa de los dioses o dentro de ella, es una falta de respeto.
—Sí. —le responden al unísono, menos Jun porque está inconsciente.
Yuki tiene a Jun a su izquierda y a Kanae en la derecha. SunHee está al lado de ella, y Mitsuru al de la rubia. Luego le siguen MinHyuk y Yamato, que se acostaron en la hilera de arriba, pero justo hacia el lado de las chicas, por si les quisieran hablar. Básicamente dieron vuelta los futones para que puedan conversar, quedando cabeza a cabeza con la pelirroja y la chica de ojos verdes.
—Yuki, espero que descanses bien y al despertarte estés mejor. Todos estamos pasando por un momento difícil, pero me gustaría que trates de estar más tranquilo. Y por favor… no le guardes rencor a Jun… No me gustaría que termines igual que SunHee… —lo último lo dice más bajo, ya que la tiene a su lado.
—Lamento que me haya visto así señorita Mitsugashi… Me da tanta vergüenza cómo actué esta noche que me quiero morir. Creo que a todos les debo una gran disculpa… Pero estoy muy avergonzado… No sabría por dónde empezar. Yo no tengo excusas… A diferencia de este niño. —le responde a la chica, mientras acaricia el cabello de Jun a la vez que lo cura.
—Jun me ha hecho sentir mucho peor que tú cuando me ignoraba. Creo que es más con él con quien deberías disculparte. Él es muy sentimental y seguramente debe pensar que lo odias ahora mismo.
—Conociéndolo, él sabe que no lo odio. Pero sí debe sentirse súper mal. Incluso te puedo asegurar que no está enojado conmigo. Sus enojos siempre duran unos minutos y se le pasa. Yo en cambio, siento que necesito golpear algo para sentirme mejor… Ya sé que eso es muy violento, así que… No es como si no tratase de cambiarlo…
—Lo que golpeaste esta vez fue una persona. Y aunque tienes tus motivos, me gustaría que ustedes no se peleen… —mira hacia el lado opuesto de la habitación, suspirando—. ¿Ustedes se peleaban mucho antes de conocerme? A veces siento que yo soy la que los separa…
—Señorita Mitsugashi, es imposible que si nos conocemos desde hace tantos años no hayamos peleado. Desde niños muchas veces discutíamos porque Jun estaba seguro de que las plantas que yo llevaba no eran las buenas y me ofrecía otras, y a veces terminamos rodando por el bosque por las discusiones… Y no sólo eso. —cierra los ojos, y sonríe leve—. ¿Qué le hace pensar que usted sería la causa?
—Pues… —mira hacia su derecha, sabe que sus amigas están escuchando la conversación. Arquea las cejas y modula la boca sin emitir sonido, preguntándoles «¿Le digo?».
Ambas le dan una respuesta diferente. SunHee asiente con la cabeza y Mitsuru niega con las manos.
—¿Señorita Mitsugashi? —continúa con los ojos cerrados.
—Yo… Uhm… No estoy segura de si quisieras saber el porqué. —arquea las cejas mientras sonríe con los ojos cerrados—. Si me lo preguntas de nuevo te lo diré.
—Me hago una idea, supongo. —voltea a verla, sonriendo apenas, con los ojos entrecerrados—. Quisiera aclararle nuevamente que usted no es el problema. Nuestra amistad jamás va a tambalear. Incluso podría decir que… así como le dije a él… Aunque él terminase matando a alguno de nosotros, no podría estar enojado con él para siempre. Es simplemente imposible. Lo conozco desde que tenemos aproximadamente cinco años… No puedo asegurarlo porque mi memoria de esos días es muy difusa, pero creo que me entiende.
—Oh… Eso sí es un gran alivio para mí. —hace un suspiro largo por eso y le sonríe—. Descansa bien. Más tarde continúas con las curaciones si quieres.
—Creo que esta vez sí voy a ceder. Simplemente no puedo más. —los últimos brillos aparte de ser tenues, se desvanecen de a ratos. Así que opta por alejar su mano de él—. No quería deshonrar a mi especie pero… Creo que fue peor cómo fui que simplemente haber aceptado descansar desde el principio… Lo siento. Trataré de no volver a reaccionar así con nadie que no sea un villano.
—Al menos te diste cuenta. —le responde SunHee, que viene siguiendo el hilo de la conversación—. Yo preferiría que sea la última vez.
—Oye. —Mitsuru le da un codazo y le susurra—. Tú también te pones como idiota cuando te sientes mal o cansada, así que no me parece justo de tu parte.
—¿De qué lado estás? —arquea una ceja, mirándola mientras se queja.
—SunHee. —le da un pequeño golpe en la cabeza, a modo de regaño—. Sabes que es verdad. —Yamato probablemente trata de evitar otra discusión.
—Mh. —cierra los ojos y luego ve a la niña de cabellos anaranjados—. Lo siento, sí es cierto. A veces soy indeseable. —lleva la vista hacia al techo—. Cuando termine todo este desastre, si aún existe el mundo, me gustaría llevarlos a todos a la playa. Nos mereceremos unas vacaciones.
Pensar en un futuro en el momento actual, se ve muy distante. Hasta parece un sueño decir que todo volvería a la normalidad, ya que nada es seguro. Aquella frase de la rubia, más que animarlos, les hace entrar en un estado reflexivo. No precisamente se deprimen, pero sí se quedan pensativos en silencio, dando a entender que todos están preocupados por la misma causa.
Horas más tarde, llegan las 11:04 a.m., hora a la que recién comienzan a despertarse. El primero en abrir los ojos al igual que siempre, es Jun. Mira con completa confusión el lugar, pues obviamente no recuerda haber llegado allí. Se talla los ojos y se sienta, tratando de no hacer mucho ruido al parecer.
—Buenos días, demonio. —la saluda Kaguya en voz baja. Está sentada a menos de un metro de él sobre el tatami.
—¿Qué…? —abre los ojos muy grandes. Incluso el silencio de la habitación permite escuchar cómo se le acelera el corazón—. ¿Maté a Kanae?
—No. —niega varias veces—. Ella está al lado del ángel. Yo soy Kaguya. Soy antepasado de Kanae. Por eso nos parecemos.
—Ah… —tose y se golpea un par de veces el pecho—. Como volví a un estado extraño, creí que la había asesinado… porque sí la maté antes. —se agarra la cabeza por los costados, y trata de respirar hondo—. Yo no quería que eso pase… ni esa vez ni la de antes de venir aquí. Quisiera aprender a manejar los problemas, o tener una mayor tolerancia a la negatividad de las personas…
—Me parece que la negatividad en todo el mundo ahora es mucho mayor que nunca, no sé si sea del todo que no puedes controlarte. —le da su sincera opinión la espíritu—. Estoy segura de que cuando todo acabe, podrás llevar mucho mejor las emociones de los humanos. En mi pueblo había esos demonios también.
—¿Y… Por qué estamos aquí? ¿Quiénes son ustedes?
Encuentra con la mirada a las otras dos, que no están sentadas tan lejos.
—Estamos para explicarles unas cosas, pero las van a saber después, primero van a almorzar. —le contesta la mayor de las tres.
—Oh… yo quería saber ahora. —infla una mejilla—. Pero está bien. Voy a esperar. Creo que haré la comida, como disculpa de lo estúpido que fui estos últimos ratos… —mira al Yuki acostado, arqueando ambas cejas—. Espero que después de comer lo que prepare ya no esté tan enojado… Él ama comer así que… Voy a dar todo de mí para hacer estos platos.
—¿Qué es lo que piensas cocinar? La tienda de conveniencia más cercana, según nosotras vimos, está como a dos kilómetros. Y la fila es enorme. Te sugeriría que uses lo que hay en la nevera directamente. —le recomienda Minori.
—Oh, gracias por avisarme. —se estira y se pone de pie, bostezando—. Ya veré qué se puede hacer. Estoy seguro de que puedo cocinarles algo rico.
Saca sus alas a la vista y vuela despacio hasta la salida del templo, cerrando las puertas con delicadeza. Continúa del mismo modo, hasta llegar a la habitación por la que bajaron. Se dirige a la cocina, para ver qué podría preparar. En el día anterior ni siquiera se asomaron a la nevera, así que es algo que va a averiguar ahora.
—Mh… Aún me siento incómodo de estar saqueando la comida de otra casa. Pero de verdad no lo comería nadie si no lo hacemos nosotros.
Dice para sí mismo, aún sin tocar el suelo. Abre la puerta y se encuentra con carne de res y de cerdo. También hay huevos, papas, y algunas verduras. Parpadea varias veces, algo curioso de la calidad de la carne: prácticamente no tiene grasa ni venas.
—Uwwa… Esta debe ser la carne que comen en la mansión de los hermanos. Ah… —le suena el estómago y ríe bajo—. Entonces lo que no gastaron en agrandar su casa, lo hacían con la comida. La verdad no parece tan mala idea.
Revisa las alacenas y halla, además, una buena cantidad de condimentos. Tiene todo lo necesario para lo que busca hacer, por la mirada en sus ojos.
Cuando llegan las 12:17 del mediodía, el aroma a frituras impregna la casa. El siguiente en despertar, y el que se encuentra al niño cocinando, es Yuki. Naturalmente su encuentro es bastante incómodo, más que nada de parte del ángel, ya que Jun trata de «comprar su perdón» con comida.
—Buenos días, ¿Dormiste bien? Te he preparado una porción especial. —le dice sonriéndole cálido, mientras le sirve un plato de tonkatsu y carne de res empanada, además de papas fritas y un huevo frito. Todo lo deja sobre la mesa, que como es pequeña, de todos modos tendrían que turnarse para almorzar.
—Buenos… días. —se rasca la nuca y aclara la garganta—. ¿Te parece bien que todo esto sea para mí?
—Hay mucho más, así que puedes quedarte tranquilo. Además, no vamos a quedarnos aquí hasta mañana, era sólo por la noche. —lo mira con tranquilidad.
—Quería decirte que lo siento. No tendría que haberme descargado contigo. —baja la cabeza, apretando los puños. Toma asiento en la silla correspondiente. Sólo hay dos, se ubica del lado de la comida, naturalmente.
—Yo tampoco tendría que haberles hecho daño, sé que me lo merecía. —le responde mientras saca otras papas de la olla en aceite.
—Es diferente. Yo lo hice a conciencia. Tendría que haber sido más comprensivo.
—Mientras evitemos que suceda de nuevo, a los dos, creo que estaremos bien. —le sonríe ampliamente con los ojos cerrados—. La verdad, pensé que yo sería el que tendría que pedirte perdón otra vez. Así que… Obvio que te perdono. —se acerca a él, y rodea su cuello con los brazos—. Espero que te guste la comida. —le susurra al oído.
—Mh. —da un sobresalto y se soba la oreja, sonrojado—. Seguramente está rica, ya que cocinas bien. Pero dame espacio. —mira hacia un costado.
—Ay Yuki. —ríe mientras se aleja, regresando a cortar más papas.
—… —tiene las mejillas infladas de comida, pero se le dibuja una sonrisa.
Obviamente luego del día anterior, lleno de líos tanto físicos como personales, una buena comida ayuda bastante para sobrellevar los malos ratos.
—¿Quieres que te ayude cuando termine de almorzar? —le pregunta, mientras come un poco de la guarnición.
—No es necesario, ya casi termino. —responde mientras pone a freír más trozos—. Pero si quieres luego puedes curarme. Tengo un poco lastimadas las manos. No es nada grave pero es incómodo. —ríe, acomodando en diferentes platos porciones para cada uno del grupo.
Se puede observar que, probablemente por descuido, tiene un par de cortes de cuchillo y manchas de haberse quemado con aceite.
—Sabes, creo que siempre que cocinas sales herido. —arquea una ceja, contagiándose de la risa del otro.
Minutos luego, el ángel termina comer, y Jun de cocinar, así que se sirve a él mismo un plato.
—Mh~ Me gusta mucho la carne de vaca. Pero es muy cara. —al igual que su amigo anteriormente, se llena las mejillas de comida.
—¿Qué te hiciste en las manos? Dios… —niega con la cabeza—. Con razón de niño siempre traías las manos vendadas.
—Soy un poco torpe con el cuchillo, nada más. —bebe agua de un vaso en la mesa.
—Si fuera un poco no te lastimarías. —le jala una mejilla, frunciendo levemente el ceño—. La piel de los demonios es más resistente y aún así te cortas.
—Ah, es verdad. —mira hacia abajo y luego al frente—. Supongo que me pasa por apurarme. Si cocinara mas lento probablemente no me pasaría nada. ¡Pero mi idea era que esté todo listo cuando despierten! —alza sin querer la voz en la última frase, hablando gracioso por comer.
Entra caminando a la cocina Mitsuru, mientras bosteza con una mano cerca de la boca. Con los ojos entreabiertos mira la mesa y los platos que hay a un costado en la cocina, todos servidos y con una muy buena presentación. Sumado al delicioso aroma que hay.
—Huele rico. —bosteza otra vez, y se acerca al par—. ¿A qué hora se despertaron?
—No hace mucho, ¿Quizás un par de horas? No estoy seguro. —le responde Jun, quien sólo la mira unos momentos porque continúa concentrado en su almuerzo.
—Yo me desperté hace poco de verdad. —le sonríe, y le hace lugar en la mesa, levantándose de la silla y llevando los platos propios a lavar—. La mesa es muy pequeña señorita Honda, también por eso no los despertamos a todos.
—Claro… Se entiende. —agarra su plato y lo lleva a la mesa, junto a los cubiertos—. ¿Entonces llamo a las chicas cuando terminemos?
—Está bien. —le responde mientras refriega la vajilla—. ¿Qué le parece la comida, señorita Honda?
—Sabe tan rico como huele. —sonríe de oreja a oreja—. Les salió muy bien chicos, se lucieron. —cierra los ojos con la misma sonrisa, mientras mastica.
—En realidad lo hizo Jun, como le mencioné, no desperté hace mucho. —ríe bajo.
—Gracias. —le dice Jun mientras termina el último bocado de su tonkatsu—. Por cierto… ¿Sabes si Kanae está molesta con nosotros? No me gustaría preguntárselo a SunHee o a alguien más, porque siento que me van a querer matar.
—A mí me parece que está preocupada por ustedes. Pero SunHee sí estaba enojada anoche. Igualmente estoy segura de que ya se le pasó. —le responde sinceramente, y bebe un sorbo de agua—. MinHyuk y Yamato aunque estuviesen molestos contigo no te tratarían mal. Como mencionó Kanae anoche, estaban todos más enojados cuando la ignorabas sin motivos.
—Ay. —se rasca una mejilla, mirando hacia abajo—. Bueno, sí me disculpé por eso y me arrepiento, pero sería bueno si no recordase eso. Hasta a mí me da vergüenza de cómo actué en esos tiempos…
—Tampoco es que haya pasado mucho desde entonces Jun. —el ángel deja los platos limpios y secos en la alacena, y seguidamente se acerca a darle un pequeño golpe en la cabeza.
—Ah. —se cubre tardíamente, pero de todos modos no le duele—. Iré a despertar a las demás. —deja los platos en el lavabo de la cocina—. ¿Podrías lavar esto Yuki?
—Claro, no es nada. —se acomoda las mangas y abre la canilla.
Por su lado, el demonio saca sus alas y regresa al cuarto. Al pasar por la entrada del suelo, tiene que aplanar sus alas porque el tamaño no le permite ingresar o salir de allí con comodidad. Continúa el camino hasta el templo, abriendo las puertas con suavidad. Las espíritus lo saludan en la entrada, y él les sonríe en silencio. Al llegar a la habitación de los futones, se acerca a Kanae. Se acuesta en el aire, mirándola de cerca.
—Si no fuese por lo de ayer… Quizás podría sentirme tranquilo al besarla. Pero ahora me sentiría culpable. Lo siento Kanae. —la ve con tristeza, con los ojos entreabiertos. Estira una mano hasta el hombro contrario, y la mueve un poco—. Kanae, arriba.
—Mh… —está durmiendo de costado, pero al sentir el roce, comienza a despertarse lentamente—. ¿Jun…? Supongo… que es Jun… nadie más me despierta tan suave. —recuerda a su madre aplaudiendo varias veces, a SunHee zarandeándola o levantando la voz, a Mitsuru haciéndole cosquillas. Voltea a mirar hacia arriba y se lo encuentra a la distancia usual, pues nunca respeta su espacio—. Buenos días…
—Ya está el almuerzo, así que ven. —se aleja un poco de su rostro—. ¿Podrías despertar a SunHee? Dudo que a ella le guste verme.
—Ah… SunHee sí te quiere… es sólo que no quiere que seamos pareja. Puede que te diga que le caes mal o algo así, pero ella es así… es difícil. Se preocupa por ti pero como también se enoja no lo demuestra.
—Creo que no podrías saber eso a menos que leyeras su mente, si nunca lo demuestra. —se rasca tras la cabeza, arqueando las cejas.
—Porlas cosas que habla conmigo, te puedo asegurar que no te miento. —ríe despaciocon la boca cerrada—. Lo mismo sí la voy a despertar yo, tranquilo.
a chica de cabellos negros se sienta sobre las sábanas y se talla los ojos, tratando de parpadear con más naturalidad. Todavía está adormilada. Está algo perdida, apenas recuerda que se quedaron a dormir en el templo.
—Oye, SunHee… Ya está la comida… —le dice despacio y la mueve con delicadeza, pero lo suficiente para que pudiera causarle algún efecto.
—Mh… Está bien. Voy a hablar a los demás también. —se acomoda el cabello, peinándose con los dedos. No está muy enredado realmente.
—No, es que hay una sola mesa de dos. Tú la viste. Así que vamos a comer primero, y luego los hablamos. —le aclara la niña de ojos violetas, mientras se pone de pie.
—Oh, ¿Y él qué… —mira hacia el lugar del chico de cabellos negros y el del ángel— ah. Asumo que tú cocinaste, siempre te despiertas temprano. Gracias.
—De nada, espero que te guste. —le sonríe mientras la ve, todavía en el aire.
Mientras tanto, a varios kilómetros de allí, los miembros restantes de Golden G se encuentran en la mansión Jung. Están en la habitación de ensayos, tocando una partitura que escribió MinHyuk y todavía no se las había presentado, pero de curiosos la comenzaron a practicar.
—Creo que en un rato deberíamos comer, ¿No? —pregunta Josuke, mientras toca melodías al azar en la guitarra.
—No lo sé, yo no tengo mucha hambre. —Ryōtarō deja su bajo a un costado y enciende la televisión—. Desayuné antes de venir, y era bastante.
—Pero no todos desayunamos. De todos modos, podemos agarrar algo instantáneo y listo, o unas frutas de la nevera. —le responde Tomoki mientras se acerca al aparato mencionado, relamiéndose los labios.
En la sala no sólo hay una nevera, sino también un dispensador de agua caliente, fría y natural. Como es algo normal tener hambre luego de los ensayos, a MinHyuk se le ocurrió comprar aquello para tenerlo más cerca.
—Estoy preocupado… Los mellizos dejaron los teléfonos aquí, y Kanae tampoco contesta aunque le lleguen los mensajes. Es… simplemente extraño, ya que principalmente Kanae nunca se va sin avisarme que estará fuera… ¿Habré hecho algo para molestarla? —lleva la vista hacia arriba el chico de ojos vino.
—Pues es cierto… A mí Yamato tampoco me respondió ayer en todo el día. —analiza de igual forma el menor entre ellos.
—MinHyuk no dijo nada sobre que viniéramos a ensayar, pero al final estamos aquí porque tú lo sugeriste. —dice el chico de cabellos rubios mirando a Ryōtarō.
—Me preocupé mucho y quería ver si se habían enfermado. Piénsenlo. ¿Cuándo fue la última vez que no hablamos con ellos en todo el día?
—Oh… Eso no ha pasado, hasta hoy, ¿Cierto? —Tomoki arquea las cejas, viéndolo.
—Si lo pones de ese modo, sí es preocupante. —posa una mano en la comisura de los labios propios, con una expresión de pensativo—. Sólo podemos esperar.
—Sí… Por ahora comamos algo. —saca de una caja de por allí varias bosas de ramen instantáneo y tres pequeñas ollas, además de palillos.
—Está bien… Comeré un poco. —Ryōtarō coge todas las cosas que agarró el menor primero, para llenarlas de agua caliente. Luego las lleva a una mesa de más atrás, y coloca dos sobres de fideos en cada una de las ollas. Las bate en turnos con los palillos—. En cinco minutos aproximadamente estarán listos.
En el televisor se muestra cómo está el centro de Tokio. Muchas escuelas con agujeros y ventanas rotas, algunas calles agrietadas, incluso unas escenas de la pelea que hubo contra los monstruos el día anterior. Cómo los ángeles están tratando de evitar que ingresen a las ciudades, y entre ello, un fragmento del grupo de Kanae contra aquellos seres. Justo cuando pasan eso, Josuke y Tomoki están mirando hacia otro lado, por lo que sólo el chico de cabellos verdes es quien lo nota. Mientras él parece sumido en sus pensamientos, los minutos pasan.
—Ryōtarō, ¿Sucede algo? —le pregunta Josuke, mientras toma asiento a su lado y se acerca a la comida.
—Pues… No lo sé. Quizás sí. —se pone una mano en la frente.
—¿Te duele la cabeza? —el pequeño de cabellos morados se acerca con vasos de agua y los deja al lado de las ollas de fideos.
—No. Es sólo… Lo que hay en la televisión es mucho para procesar… ¿No les parece?
—Ah, los ataque estos días son muy peligrosos. Al comienzo me daba miedo venir hasta acá, pero recordé que esta mansión es de alta seguridad y que incluso pueden cubrir las ventanas y las puertas con triple refuerzo de titanio. Es mucho más segura que mi casa. —Tomoki hace una observación, y comienza a sorber el ramen.
—Y que la de cualquiera que conozcamos. A veces me pregunto si quiénes tienen más tecnología y protección, si la NASA o aquí. —el chico de ojos negros le comenta con tranquilidad mientras mira las noticias, también comiendo.
—Uhm… —parece que no sabe qué responder ante las reacciones de sus amigos.
Probablemente Ryōtarō imagina que ellos también vieron en dónde están quienes faltan, y no termina de comprender cómo es que pueden estar tan normales después de ver aquello.
—Ahora es donde mi sexto sentido tendría que ayudarme. —susurra el de cabellos verdes para sí mismo—. Puede ser que no hayan visto lo mismo que yo… y… Si MinHyuk no estaba a simple vista en la pelea… ¿Podría haberle pasado algo…? —se frota las sienes—. Veo dos opciones… o su poder es de lejos, o está muerto…
—¿Qué dices? No te entendí. —parpadea varias veces Josuke, mirándolo curioso.
—Sólo me pregunto qué le pasó a MinHyuk. —mira con incertidumbre hacia la pantalla que tienen en frente, almorzando muy lentamente.
Nuevamente en el templo, se ve al rubio despertándose mientras bosteza.
—Rayos… Olvidé decir que estaría ocupado en el grupo de Lime… Ahora los chicos se preocuparon. —literalmente en lo primero que piensa es eso.
Es seguro que la voz de Ryōtarō lo despertó por mencionar con tanto énfasis su nombre.
—¿Qué debería hacer? ¿Le respondo? —piensa en voz alta, mirando en dirección del pelirrojo que aún duerme.
—¿Alguien te está llamando? —se acerca a él Kaguya, esperando una respuesta.
En la habitación en el momento están sólo el par y las espíritus. Dos conversan entre ellas con la voz muy baja, mientras que la tercera es quien le formula una pregunta.
—Algo así. No sé si en tu época existían las bandas así que no sé si podría explicártelo con detalle… pero básicamente unas personas cercanas a mí quieren saber cómo estoy… y no conocen mis poderes. —se rasca una mejilla y suspira.
—¿Te refieres a tus padres? —ladea la cabeza, confundida.
—Oh, me diste una idea. Es algo que tendría que haber hecho anoche. Debería avisarle a los padres de mis amigos que estamos bien. Todos saben de nuestros poderes, así que no se asustarían de recibir un mensaje mío… pero los chicos de la banda no lo saben. ¿Crees que se vayan a traumar si escuchan mi voz de la nada?
—No lo sé. En mis tiempos era común que las hechiceras violeta ayudasen a la gente a transmitir mensajes, algo muy parecido a lo tuyo pero diferente en que, ellas no eran quienes hablaban, sino que servían de canal. —le comenta como un dato curioso, tomando asiento a su lado, sobre el tatami.
—Claro… Pues… Primero avisaré a los padres. Luego decidiré que hago con ellos. —suspira, acomodándose el cabello. Está un desastre tras haber dormido.
A simple vista, el chico se queda varios minutos en silencio mientras cierra los ojos, como si se hubiera dormido. Pero la realidad es que mantuvo una conversación casi con la familia de cada uno. Siempre pareciera que no hace nada cuando está enviando un mensaje.
—Les expliqué que estamos bien, y que no tienen de qué preocuparse. Sólo el padre de Yamato parecía muy preocupado, los demás dijeron que confiaban en sus hijos y en los amigos de ellos… Aunque, no es que su padre no confíe en él, es sólo que él es más… Ansioso. Lamentablemente, sí no me pude comunicar con la familia de Jun, ya que no los conozco. —mira hacia arriba, pensando—. Ahora, ¿A quién debería hablarle? ¿Tomoki, Josuke o Ryōtarō? Tomoki sí se asustaría… Josuke creo que me ignoraría pensando que se volvió loco —niega con la cabeza— y Ryōtarō… Creo que sí me escucharía… creo.
—¿Por qué no vas despertándote para almorzar? Quizás puedas pensar mejor con el estómago lleno. —le sonríe con los ojos cerrados.
—Es posible. —bosteza, y se sienta en el futón—. Yamato, vamos a comer. —lo mueve del brazo—. Sino me lo terminaré solo. —lo molesta, jugando.
—Ah, cómo jodes. —es gracioso escuchar la voz de él recién despertándose, es incluso más grave que la de siempre.
—Creo que extrañaré este lugar. Fue como un descanso en el ojo de la tormenta.
—Opino lo mismo. —no hace ni el esfuerzo por arreglarse. Deja su ropa y su cabello tal cuál está, seguidamente poniéndose de pie—. ¿Qué hora es?
—No lo sé. No he traído un reloj ni el celular, nadie lo trajo. —se estira de brazos y camina hacia la salida del cuarto—. Podríamos hacernos una idea al mirar por la ventana, aunque es más difícil de discernir con un clima níveo.
Mientras hablan acerca del tiempo, llegan al living-cocina-comedor de la casa. Los platos de ellos dos ya están sobre la mesa, al igual que los cubiertos y los vasos.
—Oh, buenos días chicos. Lo siento si sabe diferente, lo recalenté porque nosotros nos tardamos mucho en comer. —los saluda Jun, arqueando levemente las cejas.
—No pasa nada, nosotros ni ayudamos a cocinar. —le contesta con tranquilidad el rubio, tomando asiento—. Ah, huele muy bien. Gracias por la comida.
—Lo mismo digo, muchas gracias. —el pelirrojo también se acomoda en su silla.
—Yamato… Tu cabello es un desastre. —se acerca SunHee y comienza a desenredarlo con sus manos, con relativa facilidad ya que también es lacio.
—Quería que tú me peinaras. —sonríe de lado divertido, como si quisiera molestarla.
—Aeish. —infla una mejilla, sonrojada, pero continúa en ello.
Yamato puede ser alguien muy serio normalmente, pero con sus cercanos bromea de vez en cuando. Principalmente con ella y su hermano, ya que son con los que tiene más confianza entre todo el círculo.
—Mh. —termina de masticar un bocado, mirando hacia la nada. Luego de tragar, MinHyuk se ve pensativo—. Chicos, Ryōtarō me estuvo tratando de hablar. No sé si sabe que lo escucho, o sólo emula conversar conmigo… aunque eso sería más loco.
—Tú mismo me dijiste antes que no tiene caso ocultarlo. ¿Por qué dudas? —su hermana lo mira extrañada, enarcando una ceja.
—Sólo no quería asustarlos, pero tienes razón. —cierra los ojos y continúa comiendo, variando entre las papas y la carne de res.
Por otro lado, en la mansión, los chicos se ven sorprendidos. Se detienen de tocar música.
—Ustedes también lo escuchan, ¿Verdad? —Josuke es el primero en decir algo al respecto.
—Sí. —le responden inmediatamente ambos.
—•Perdón por la tardanza. Las cosas estuvieron algo complicadas por aquí… Sin embargo quería decirles que estamos bien. Lamento no haberles contado de esto hasta recién, pero les juro que tampoco es que se los haya ocultado toda la vida. Fue hace poco que recibimos poderes. Mi hermana, Yamato, y yo. ¿Cómo están por allá? ¿No entraron monstruos?•
—Para nada. Está todo en orden. —le responde el chico de ojos negros apenas le pregunta—. Estaba pensando… ¿Hay algo que podamos hacer? Por ustedes.
—¿Qué podríamos hacer nosotros? —Tomoki le da un pequeño golpe en la cabeza.
—Ey, Josuke tiene razón. Incluso nosotros podemos ayudar. ¿No te gustaría que la tierra siga de pie? Por eso estuve tratando de… Hablar contigo MinHyuk. Llegué a la conclusión, de que si lo que está sucediendo concuerda con el libro de Zaraín, y… como los vi en la televisión peleando, entonces tu habilidad debería estar relacionada con algo mental, ya que eres muy inteligente.
—•Una muy buena deducción, jaja. Tú y Yamato suelen ser bastante perceptivos… Uhm, no estoy muy seguro de qué puedan hacer, realmente. Pero si se me ocurre algo, les prometo que les diré por este método, ya que me lo preguntaron.•
—Gracias por haberte tomado el tiempo de responder y… Ah, estoy impresionado. Nunca pensé que hablaría contigo de esta forma. ¿Puedes leer mi mente? —Josuke aún parece no saber cómo reaccionar, aunque se lo toma mejor que los otros.
—•No, su privacidad está a salvo. Sólo puedo escucharlos desde aquí, si me concentro. En resumen, a menos que digan mi nombre con intenciones de llamarme, no haré esto. Sé que sino todo se volvería muy incómodo, incluso para mí.•
En la otra casa, MinHyuk va por la mitad de la comida. Físicamente estuvo en silencio hasta el momento. Su conversación finalizada coincide con la pregunta que le hace Jun.
—Sí, ellos me dijeron si necesitamos ayuda… Y pensé… «claro que la necesitamos», pero… Honestamente, necesitamos más fuerza o magia… Y… No estoy seguro de meter a ellos en esto. Ayer casi morimos de maneras diferentes. Aunque su determinación es la necesaria, sin poderes no sabría qué podrían hacer. Yo me siento mal todavía a veces por no tener fuerza física, y eso que tengo magia…
—Así como dices, necesitamos toda la ayuda posible. —le menciona Kaguya, mientras se acerca a la mesa.
Manami y Minori vienen tras ella, pero se sienta cada una en un lado del sofá.
—Tienen a una hechicera violeta con ustedes, ella podría darles poderes. Precisamente los que tienen, parecen mucho como si se los hubiera dado Kanae. —Minori les comenta como una opción.
—Pero la hoja se quemó… Y… Ella parecía poseída aquella vez. ¿Eso es normal? —SunHee les pregunta con verdadera curiosidad, al mismo tiempo preocupada.
—Creo que lo es, las primeras veces. —Manami les explica su duda.
—¿Revisaron el libro? La página debe haber aparecido otra vez. Aunque, la verdad considero que más que otros poderes, ustedes necesitan un apoyo. —les dice con seriedad la hechicera celeste.
La expresión de confusión de los chicos es muy notoria. ¿A qué se refieren con apoyo? ¿Y de verdad las páginas se vuelven a formar? Aunque bueno, se podría esperar cualquier cosa de un libro mágico, sobre todo siendo que son creados por hechiceros de especialidad violeta.
La hora del almuerzo se termina, y aún continúan con las dudas, pero es algo que se va a despejar apenas regresen al templo. Primeramente están terminando de acomodar y lavar todo.
—¿Por qué no he escuchado hablar de hechiceros hombres? ¿Acaso no existen? —Jun le pregunta mientras termina de secar unos platos.
—Claro que existen. Mis padres eran hechiceros, los dos. —le sonríe la mujer de ojos violetas—. Por si no lo sabías también, nosotros somos humanos. Somos humanos hechiceros, como una sub clase. Y es por eso que nuestros poderes suelen ser más limitados. Los humanos comunes, al despertar sus poderes, pueden hacer en ocasiones cosas que sólo un hechicero violeta podría.
—Ooh… Es bastante interesante la verdad. Me llama la atención. Entonces, al tener hijos, ¿Saldría como un humano normal o un hechicero? ¿Los de diferentes especies pueden tener hijos? —parpadea varias veces, mirándola con más curiosidad.
—Oh, eso. —lleva el dedo índice a la mejilla propia, con una expresión pensativa.
Él aprovecha para hacer preguntas que no tienen nada que ver con la situación, ya que todos los demás ya están en el subsuelo, y él es quien decidió quedarse lavando la vajilla.
—¿Se puede…? —arquea ambas cejas, quizás preocupado.
—Sí se puede. Estaba pensando cómo explicarlo. Cuando nace de un humano y un hechicero, siempre saldrá hechicero. Si nace de un demonio y un hechicero, será un demonio. Si nace de un ángel y un hechicero, será un ángel. Aunque no entiendo muy bien porqué, pero es lo que sé.
—Oh, entonces no existen intermedios… en los demonios pueden haber híbridos. Mh. ¿Y qué pasaría si un híbrido de demonio, tiene hijos con alguna especie?
—Pues… Eso no ha sucedido. Generalmente mataban a los híbridos. Así que no tuvieron la posibilidad. —le mira arqueando las cejas—. Vamos abajo, nos están esperando.
Se dirigen rápidamente hacia la entrada el templo, sentándose en las bancas de alrededor. Al ver llegar a los que faltaban, dejan de bromear entre ellos, tornando el ambiente algo más serio. Las espíritus, comienzan a hablarles acerca del apocalipsis descripto por Zaraín. En el libro se menciona acerca de unos seres que vendrían a «restablecer el equilibrio en la Tierra», refiriéndose principalmente a borrar a los seres vivos, para comenzar una nueva etapa. El fin del mundo sería diferente al de la Biblia. Y no es que «los buenos y de fe se salvarán», en realidad no hay distinción. No importa lo que hayas hecho durante tu vida, estás de igual manera destinado a morir. Eso es algo que así fuese la situación que sea, la única diferencia sería el motivo de la muerte.
—Disculpen, yo… Nosotros. Hemos leído el libro, aunque sea una vez. Y esta parte la conocemos. ¿Qué tiene que ver esto con lo que nos querían explicar? —Yamato se muestra algo impaciente, probablemente está nervioso.
—Pues si no necesitan la introducción, podemos proseguir. Zaraín escribió muchos libros. Así como ustedes creo que saben, que la Biblia no es sólo esa versión resumida que ronda por el mundo. Hay una gran cantidad —la hechicera celeste hace señas con las manos, juntándolas y separándolas— de libros que no llegaron a todos lados. Y en nuestros tiempos, existían tres libros que avanzaban con el tiempo: La Biblia Sagrada, La Utopía de Zaraín, y Apocalipsis Verdadero. El último, estoy segura de que no lo conocen, ya que fue quemado en la biblioteca de Alejandría.
—Hay una contradicción… Dicen que fue quemado, pero que se conservó con el tiempo. ¿Qué están tratando de decir? —MinHyuk cruza las piernas, mirándolas con gran intriga.
—Así es. —prosigue con la explicación Manami—. El libro quedó encomendado a los hechiceros, pasando de generación en generación a una familia importante. Pero la descendencia de ellos se perdió, junto con el libro. De algún modo, las historias que allí habían, se contaban como rumores. Hasta que llegó un día, en el año 1865, donde Zaraín nos visitó.
—¡¿Quéeee?! —abren los ojos grandes, mirando con gran impresión.
—Pero eso no tiene sentido, ¿Qué no era un profeta de años antes del supuesto nacimiento de Jesús? —Mitsuru se agarra la cabeza.
—Pues lo es. Zaraín fue un humano que vivió muchos años. Según él nos contó, nunca entendió porqué vivió tanto. Pero eso explica cómo es que varios de sus libros se encontraban muchos años después. Como se darán cuenta, no es un humano cualquiera, tenía un par de poderes. Uno era, ver el futuro, y otro era, su longevidad… —la mujer de cabellos más obscuros, explica con detalle—. No era un profeta como tal, sino más un vidente. —aclara la garganta—. Él nos visitó para contarnos de su vida, y tratar de que el libro del apocalipsis volviese a preservarse. Así que nos dio uno que él hubo estado escribiendo, y se quedó con nosotros varios días en la casa de nuestro marido.
—Lo que queremos decir en sí, es que en el libro de Apocalipsis Verdadero, hablan incluso de la apariencia de cada uno de estos monstruos. También de que se viene algo peor. Y de que se necesitará apoyo de los humanos para luchar. En cada parte del mundo, existen hechiceros violeta, ya sea escondidos o no, que se encargarán de esto. Y los demás hechiceros, ayudarán también a ángeles y demonios a mantenerse en paz para poder luchar contra el enemigo común. —Manami termina la idea principal, y cambia la posición en la que está sentada—. Ahora, el «apoyo» de los humanos, es entre ellos. Recuerden que los hechiceros también son humanos. Mientras que, los ángeles y demonios se deben ayudar entre ellos.
—¿Entonces no estaríamos separándonos, en cierto modo? Digo… ¿Por qué no peleamos todos juntos? Como estamos haciendo nosotros. —a Kanae no le gusta la idea de no estar con sus amigos, además de que le resulta innecesaria la separación.
—No significa que no estarán en el mismo lugar, sino que a diferencia de los demás, ustedes tienen menos resistencia y fuerza física. Por lo que dicho apoyo, serán armas, escudos. Cosas que ustedes siempre usaron, ahora también las necesitan. No es una excepción. —Kaguya se pone de pie y se acerca hacia ellos—. Aquellos que quieran ayudar, serán las armas. Cada hechicero violeta decidió quiénes serían los portadores de poderes, que por cómo funciona el destino, siempre serán los más aptos. Sin embargo, los poderes de los humanos comunes se dividen en especial y de apoyo. Ustedes son, de categoría especial. Y los chicos con los que estuviste conversando —mira al rubio, seriamente— serán las armas.
—¿Ajá…? Bueno… Ellos seguramente aceptarán cualquier cosa pero… decir que son armas es… —MinHyuk se pone una mano bajo el mentón—. Siento que no suena bien. Ellos no son cosas.
—No lo son, naturalmente. Y aunque no lo crean, los necesitarán muchísimo. Quédense tranquilos al respecto, ya que ser un arma es lo mejor que les puede tocar. El lado difícil lo tienen ustedes, que deben mover sus propios pies para encargarse de las peleas. —la menor de las espíritus trata de animarlos.
—MinHyuk, ¿Podrías llamar a tus amigos? Diles que vengan hacia acá. No vamos a hacerles daño, sólo ayudarán, tal y como lo pidieron. —la forma en la que la hechicera celeste mira al de ojos verdes, denota la sinceridad en sus palabras.
—Está bien, les avisaré ahora. —baja la cabeza y la sostiene desde el mentón con ambas manos, usando las piernas para apoyar los codos.
Los demás lo esperan en silencio a que termine la conversación, con gran intriga de qué podría decirles exactamente. Se miran entre ellos y luego a él, algunos jugando con las manos, otros con los pies, excepto ahora por Yamato que cruza los brazos, menos ansioso.
Luego de media hora, el resto de Golden G se hace presente en la casa. Están todos pálidos, muy probablemente por el frío que hace afuera. Cuando son las tormentas de nieve es generalmente el peor momento para salir, pero es una situación de urgencia. Tampoco se sabe precisamente cuándo acabará semejante viento, de forma que no se puede posponer.
—Así que ellas son… Espíritus. Buenas tardes. —Josuke hace una reverencia.
—Buenas tardes. —Tomoki y Ryōtarō también lo hacen, a modo de respeto.
—Gracias por haber venido chicos. Antes de que el ritual comience, quisiera aclararles. Ustedes no decidirán en qué tipo de arma se van a convertir. Tiene que ver con los lazos que haya entre ustedes. Lazos conocidos o desconocidos, cosas que quizás no saben, pero así funciona. Y… tú —señala al de cabellos verdes— ya tienes una habilidad, ¿No es así? —Kaguya les aclara un poco más del tema a ellos.
—¿Yo? ¿Qué habilidad? —ladea la cabeza, confundido.
—Tu presencia es similar a la de ellos, a esos cuatro humanos. Cuando estamos muertos podemos sentir las presencias con mucha más especificidad. —le mira sonriendo Minori—. Quizás sólo no lo sabes.
En ese momento, todos miran con curiosidad a Ryōtarō. ¿Hay algo que haya hecho siempre, aunque sea leve, que todos hayan notado? Si hay una cosa que se le viene a la cabeza a Kanae, es que él siempre adivina lo que ella siente, o lo que le pasa, o lo que le ocurre a los demás también. Incluso pudo deducir, aunque según él fue por lógica, que ellos tienen poderes. No es lo mismo que Yamato, porque él simplemente es atento y se fija en los detalles. Ryōtarō puede ser muy despistado muchas veces, y lo mismo llegar a los resultados que alguien que se la pasase todo el día con la persona de la adivinó.
—Debe ser eso que él llama sexto sentido. —responde MinHyuk, riendo bajo.
—Tu intuición femenina. —lo molesta Josuke, riéndose también.
—Pensé que era por ser la mamá de la banda. —dice Tomoki, contagiándose de la risa de sus mayores alrededor.
—Entonces… ¿No puedo ser un arma, si ya tengo una… habilidad? —pregunta preocupado el chico de ojos color vino.
—Claro que sí. Aunque en tu caso, podrías decidir si prefieres que tu habilidad sea mejor, o la otra opción. No vas a perder la que tienes de todos modos, pero no podrás mejorarla si eliges ser un arma. —le explica Manami, viéndolo seriamente.
—Creo que en esta pelea no serviría tanto mi supuesto poder. De nada sirve que pueda adivinar algo en estos momentos. Mi cuerpo y mi hablar no van a la misma velocidad que mis pensamientos. En una pelea sería inútil incluso si soy yo mismo el que lucha. —arquea ambas cejas, sonriendo—. Siento que la mejor opción sería que sea un apoyo, y creo que incluso ese sexto sentido concuerda con lo que digo.
—Está bien, nadie más que tú puede decidir sobre tu cuerpo. —le responde con tranquilidad la hechicera celeste, sonriéndole cálidamente. Luego camina hacia Kanae, para mostrarle algo en el libro—. Es en esta página, y es literal, «humanos de apoyo», —le señala el título— también explica lo que estuvimos conversando.
—Está bien… SunHee, Mitsuru, MinHyuk, Yamato, Yuki, Jun. Todos vayan adentro del templo. A las espíritus no les pasaría nada, pero si golpea esto a ustedes sentirán un gran dolor. —les dice Kanae pues es lo que acaba de ver en las instrucciones.
El grupo sigue su petición, resguardándose tras las puertas del lugar sagrado. De esa manera, el ritual comienza.
Kanae se muestra muy concentrada mientras lee, los demás cierran los ojos. Los de ella incluyendo la esclerótica, comienzan a brillar en un violeta intenso, a la vez que la página del libro también se ilumina. Esta vez, su voz no suena distorsionada ni extraña a diferencia de en la anterior. Unas luces violetas, en forma de burbujas onduladas, se acercan despacio a la cabeza de cada uno. Ni siquiera resulta en un impacto, ni golpean a nadie. Pero seguido de eso, son los cuerpos de quienes están recibiendo el poder los que disparan lo violeta hacia varias direcciones, como si la luz sólo entrase a los contenedores buscando una salida.
Sin embargo, luego de rebotar por el lugar, regresa de manera diferente a cada uno. A Ryōtarō vuelve en forma de un báculo, a Josuke como una maza, y a Tomoki como una espada larga. La misma luz, se fusiona con ellos, y sus iris brillan en el color que tienen, sumado a mostrarse un pequeño dibujo violeta en sus pupilas. Seguidamente, las miradas regresan a la normalidad. Aquella hoja en el libro desaparece tras unas llamas.
—Me siento muy mareado… —se queja Ryōtarō, agarrándose la cabeza con una mano y con los ojos entrecerrados.
Tras lo que dice, él y los otros dos caen al suelo por un desmayo. Por fortuna no se golpean con ninguna de las rocas que hay por allí.
—Uff… Salió bien. —la hechicera violeta suspira de alivio y se sienta en una banca.
Según cómo indica la página del libro que se quemó, todas las ilustraciones explican el proceso que presenciaron con mucha especificidad. Hipotéticamente, en poco tiempo tendrían que despertar los demás.
—Ya pueden salir. —alza un poco la voz Kanae, respirando algo agitada.
—¿Qué pasó? —Jun abre la puerta y se le acerca primero, viéndola con curiosidad.
—Pude ver cuáles son sus armas designadas, pero sólo entiendo que yo usaré un báculo. —levanta la vista hacia el chico de ojos rojos—. Luego hay una maza y una espada. ¿Quién debería usar cada cosa?
—No podrán saberlo hasta que intenten usarlos dentro de un rato. —les comenta Kaguya riendo bajo, llevando las yemas de los dedos a la comisura de los labios.
—Yo creo que tú y yo no necesitamos armas. —Yuki le pone una mano en el hombro a su mejor amigo—. Lo que necesito es aprender a pelear mejor.
—Oh, sí, eso te enseñaré. —le sonríe y ubica las manos tras la cabeza propia, entrelazando los dedos atrás de la nuca.
—Estoy casi seguro de que la maza podría ser para Mitsuru o SunHee, ya que nadie más podría moverla con relativa facilidad. —opina el rubio, mirando a ambas chicas.
—Ya lo veremos. También depende de cuánto pese esa maza. Quizás tú podrías usarla, no lo sabemos. —lo molesta Yamato a MinHyuk, dándole un codazo en el brazo suavemente.
Media hora más tarde, al mismo tiempo, los tres chicos comienzan a despertarse. No están en el lugar en el cuál seguramente recordaban haber quedado antes de cerrar los ojos. Se encuentran en los futones de la habitación del templo. Por supuesto, mucho más cálidos y sin ningún rasguño de la caída.
—Esto… ¿Qué nos pasó? ¿Ya somos armas? —se mira las manos, con los ojos entrecerrados el chico de cabellos verdes.
—Sí. Para invocarse a ustedes mismos, tienen que decir «Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!». Y pues… hipotéticamente deberían transformarse. —arquea una ceja. Ella misma está curiosa porque tampoco ha visto si funciona o qué sucede.
—Voy a probar primero. —dice Josuke, sonriendo de lado—. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo! —su cuerpo comienza a brillar en color amarillo, y literalmente se convierte en una maza. El mango se ve muy lindo, con un color dorado resplandeciente. Pero es muy pesada, incluso más de lo que cualquiera imagina.
—Ah, para regresar a la normalidad hay que decir «¡Apoyo terminado!», aunque como no puedes hablar hacia afuera, alguien lo debe decir por ti. Eso me deja en la duda… ¿Cuántas armas habrá en el mundo que sean personas…? —se rasca una mejilla.
Lo que ve Josuke, siendo una maza, es similar a lo que Jun contó cuando él estaba en un estado de trance. Aunque hay varias diferencias. Una es que, puede verse a sí mismo en forma humana como en una dimensión paralela, donde el lugar es amarillo brillante. Puede ver sus propias manos, escucharse hablar. Pero es el único allí dentro. Aparte de eso, hacia el frente, pareciese una pantalla gigante que muestra todo lo que sucede en el mundo real.
—Entiendo lo que dicen… Pero… Parece que no me escuchan.
MinHyuk agarra la maza por el mango, obviamente sin ápice de levantarla pese a su esfuerzo; curioso al respecto, y acerca su cara a la parte superior, mirándolo fijamente.
—E-estás muy cerca… —se sonroja, viendo hacia el frente.
—¡Oh! ¡Lo escucho! Si tomas el arma puedes oírlo… Hey, ¿Cómo se ve allá dentro?
—Ah. Es difícil de explicar. Es como si estuviese en una bola de nieve de cristal, porque puedo caminar y moverme, puedo hablar, pero lo que haga no afecta al objeto. En ese sentido no entiendo porqué no podría regresar por mí mismo a la normalidad, ya que estoy conversando contigo.
—Como una puerta que se abre desde afuera, tú no tienes la llave, sino quien te lleva. —le responde a su duda Kaguya, que también toca por mera intriga el mango.
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