Nisenai Fantasy - 21
Capítulo 21
Las otras dos «armas», se miran entre ellos, con una expresión que demuestra nervios. Ciertamente, cualquiera entraría en pánico al imaginarse que no se pueden mover, ni actuar a gusto. Sin embargo en buenas manos, de forma literal, eso no debería suponer un problema.
El chico de cabellos rojizos le pone una mano en el hombro a Tomoki, como si tratara de darle seguridad sobre la transformación.
—¿Tenemos que probar ahora? —desvía la mirada hacia la mano que tiene encima.
—De ese modo podríamos saber quién se siente más a gusto con cada arma. —le responde Ryōtarō, con un tono pensativo—. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Al igual que Josuke, el cuerpo de Ryōtarō comienza a brillar en un tono verde cálido, y se convierte en un hermoso báculo. El bastón es bordó, y como algunas velas o farolas, es como si diera vueltas, un metal trenzado. La parte superior, tiene una esfera transparente, que cualquiera pensaría que se puede romper si se cae.
—Me da algo de miedo usarlo. Se ve muy frágil. —arquea ambas cejas, mirando a las mujeres espíritus.
—Tranquila, te aseguro que es la más resistente entre todas. Las armas para hechiceros varían entre báculos, varitas y libros. Ya tienes un libro, lo que te faltaba era algún canalizador. —Kaguya alza el báculo con telequinesis, y se lo acomoda en las manos a la chica—. Es liviano, así que no tendrás problemas. Y es mejor que una varita en tu caso.
—¿Cuál es la diferencia de la varita y el báculo? —ladea la cabeza, mirando el cristal—. Ciertamente se ve genial.
—Una diferencia de canalización. Las varitas son para los más expertos, sin ofender. Existen diferentes tipos de báculos y varitas. Los transparentes se acoplan a cualquier especialidad, podría llamársele uno genérico. El báculo, puede mantener más energía adentro para ser usada, también potencia tus ataques. Pero sólo puedes usar lo que es capaz de canalizar el báculo. La varita, no tiene una capacidad de almacenar poder, pero sí ayuda a dirigir los ataques con precisión. Los que son verdaderamente maestros de la magia, no necesitan ninguno —levanta los hombros— porque ya saben todo. —juega con los flequillos propios.
—Suena muy interesante. Espero poder serte de gran utilidad. —sonríe el chico de ojos vino. El lugar en donde se encuentra es igual que el de la otra arma, pero con la diferencia del color, un verde cálido.
—Es similar a cuando MinHyuk habla con nosotros. —mira a sus amigos, y regresa la vista a su báculo—. Trabajemos juntos. —le sonríe, muy ansiosa de probarlo cuando salga del templo. Obviamente dentro no, por el debido respeto.
Mientras ella mira con un rostro tierno en la dirección de su «apoyo», Jun la ve algo inquieto. Infla las mejillas, cruzando los brazos. Yuki le pega un capirotazo en la frente a su amigo, como diciéndole que se comporte. Por otro lado, Tomoki todavía tiene dificultades para transformarse. Tiene una mano cubriéndose los labios, probablemente pensando.
—¡Apoyo terminado! —dice Kanae, sujetando el báculo, a expectativas de cómo funciona el «regreso a la normalidad».
De igual manera entre luces verdes, su cuerpo aparece de forma repentina, con la ropa y todo obviamente. La hechicera, que está sentada sobre sus piernas, termina con las del otro sobre las propias. En lugar de tener la cabeza de Ryōtarō en su regazo, tiene sus pies, y mientras tanto el resto del cuerpo ajeno está entre el suelo y un futón. Naturalmente, a todos les causa gracia y comienzan a reír. Eso ayuda al menor de todos en sentirse más aliviado, así animándose a cambiar de forma. Tras las palabras del encanto, se convierte en una larga espada. Con el mango negro, y con un filo abrumador.
—Uwwa~ —el chico de cabellos verdes mira con asombro la apariencia del arma.
—… —en silencio, Yamato toma la espada, echando un vistazo a los detalles. También con curiosidad, la levanta y la mueve un poco—. ¿Te mareas?
—No, sólo veo lo que haces, no lo siento. —parpadea varias veces, elongando los brazos—. Siento lo que yo hago. Creo que lo hicieron de ese modo para que no haya ningún problema. —ríe fuerte y suspira—. Estaba tan nervioso. Todo esto es muy nuevo para mí. No sé porqué ellos dos pudieron hacerlo como si nada. —está sentado en el suelo frente a la imagen del mayor, en un lugar rosa brillante.
—Todos tuvimos nuestro periodo de aceptación respecto a las habilidades. Tristemente para ustedes, ahora no hay tiempo. Así que no pueden pasar por las etapas que les correspondía. —le responde con sinceridad el de ojos miel.
—¿A ti te hubiera gustado no ser parte de esto? —ladea la cabeza, aunque el otro no pueda ver su expresión.
—Ni siquiera me lo había preguntado. En realidad me gusta sentir que mi vida tiene un propósito más allá de mí mismo. Y estoy seguro de que tú igual, porque sino no te hubieras ofrecido. Estabas en todo el derecho. —sonríe de lado.
—Es cierto… —mira hacia arriba, y luego a esa «pantalla»—. Cuando se acabe este desastre, quisiera poder ser uno de los vocalistas principales. Me gustaría cantar algunas solo, y… eso…
—Tienes buena voz, no creo que MinHyuk se oponga. —ríe bajo.
Luego de conversar durante un rato, regresan a los chicos a la normalidad. A la vez, deciden quién se hará cargo de las armas. Naturalmente lo de Kanae ya se sabía. Mitsuru usará la maza, porque si lo hiciera SunHee no habría comunicación, y por el mismo motivo la rubia no puede usar ninguna. Entre Yamato y MinHyuk probablemente se turnen en usar la espada, ya que al rubio es al único que le falta algo físico. Sin embargo, en casos peligrosos, tendrá que usarla el pelirrojo, al tener más maneras de defenderse.
[ 2017, Junio, 21 ]
Son las 10:07 a.m., y en la mansión Jung se encuentran entrenando. A excepción de Yuki y Jun, que están en la casa del primer mencionado, el resto se encuentra aquí. Obviamente, gastando la menor cantidad de energía posible.
En el caso de las armas, ellos no se cansan de usar su poder o «destransforman» incluso si estuviesen en mal estado. Desde el día que se quedaron en la casa desconocida, tuvieron que enfrentar en varias ocasiones a los fantasmas azules, teniendo la oportunidad de probar sus nuevas «habilidades» en batalla.
—Aún no soy bueno con la espada, y eso que en los juegos se me da bien. —se queja Yamato mientras da vueltas, haciéndola con él.
—A mí me va mejor con ella. Sólo que es muy peligroso acercarse si no tengo una buena defensa… —analiza MinHyuk, quien toma la espada por el filo y se la quita al otro. No se lastima, parece tener una relativa facilidad para manejarla.
En lo que ellos conversan, se ve por las ventanas que el clima cambia. Ya no nieva, ahora llueve en su lugar. El frío es más soportable. Aún hay un par de grados bajo cero, pero es mucho menos doloroso. Las gotas no queman la piel, sólo caen, como si tratase de un día normal de invierno.
—Desde ayer que llueve, ¿Viste Kanae? —le dice con una voz tranquila SunHee, que está sentada mirando la ventana. A su vez, practica sus poderes en levantarse una taza de café caliente con la mente. Simple pero efectivo.
—Sí… ¿Crees que se mantenga así? ¿Volverá a nevar o no? —ella, con su báculo, ahora también puede realizar telequinesis con mayor eficiencia. Literalmente ya es capaz de mover las cosas casi al nivel de la otra. Es una muy gran ayuda, un arma.
—La verdad siento que me hacía falta esta maza. Ahora no tengo que recoger algo del suelo para golpear. —sonríe divertida la pequeña de ojos azules, lanzando y atrapando aquella enorme cosa—. Qué bueno que al regresar a la normalidad no están llenos de polvo o sangre, por ejemplo a Tomoki le hace mal el polvo.
—Si no fuese por Tomoki, creo que MinHyuk no limpiaría. —bromea Josuke, a sabiendas de que el otro no puede escucharlo.
—Ay, no digas eso~ —ríe fuerte y toma asiento en el suelo—. ¿Estás cómodo de esta manera? Digo, ¿No te aburres adentro?
—Mi celular no tiene señal, pero puedo usarlo. Tengo juegos offline. —sonríe, desviando la mirada del celular hacia la gran pantalla del frente.
—Uwwaa, no imaginé eso. Pero, ¿Qué sucedería si te dejas algo dentro al volverte una maza, y luego sales? ¿Queda dentro de esa dimensión o cae afuera?
—Vaya. ¿Quieres que hagamos la prueba? Dejaré un caramelo aquí.
—¡Apoyo terminado! —dice expresando gran curiosidad la chica.
Y definitivamente no cae nada en el suelo, así que regresa a su forma de arma, para echar un vistazo.
—Oh, ¡Está donde lo dejé! Aunque hay algo que no cuadra. Si yo puedo llevarme mis cosas, pero al entrar no te traigo a ti aunque me transformo, ni me llevo tus cosas. ¿Habrá alguna razón? ¿Algo en particular que lo diferencie? —enarca una ceja, pensativo—. Quizás porque lo llevo en mis manos.
—¿No lo llevabas en el bolsillo? —ladea la cabeza—. Si es como dices, entonces no debería tomarte la mano durante la transformación, o quedaremos atrapados.
Sin darse cuenta, todos estaban escuchando la conversación que tienen ellos dos.
—Yo quiero ver cómo se ve adentro. ¿Puede alguien decir la frase para que pueda salir? —no puede con la curiosidad. Kanae siente una gran emoción, aunque conozca la descripción del lugar al que van.
—Yo lo diré, quédense cerca. —SunHee les sonríe a Ryōtarō y a su mejor amiga—. Tómate el tiempo que gustes, mientras no haya monstruos en la ciudad. Tendré una mano encima del bastón.
—Gracias SunHee, por ayudarme con mis caprichos. ¡Apoyo terminado!
Actualmente Ryōtarō sabe caer de pie al regresar a la forma humana, a diferencia de las primeras veces, que se terminaba lastimando tontamente.
—No tengas miedo, estarás conmigo. —le toma la mano con delicadeza.
—¿Bromeas? ¡Estoy intrigada! —ríe animada, sujetándole con firmeza.
—Está bien, vamos~. ¡Dios me ha brindado este poder, apoyo! —por lo divertido, dice toda la frase gritando.
El cuerpo de los dos brilla en diferentes colores. El de Kanae en fucsia, y el del chico en verde cálido y claro como lo usual. Tras unos instantes, se encuentran formando el báculo. Por dentro no es verde como le había contado, es una mezcla de los colores de ellos dos.
—Uwwaaaa… —da una vuelta entera, mirando de arriba a abajo, también a los lados y al frente—. Se ve muy lindo este lugar. ¿Sabes? Creo que la gente podría incluso esconderse en las armas si hubiese algún problema…Se ve como un lugar seguro.
—Yo sé de alguna manera que no es un lugar seguro. Quizás lo sería si la situación no fuera este apocalipsis. Hay muchas cosas que no dice acerca de este poder en tu libro, muchas cosas que tampoco nos dijeron las espíritus. Eso no es sólo mi intuición o como le llames, sólo piénsalo. Se supone que no puedes transformarte en arma, pero puedo traerte conmigo, y al final, estás siendo parte del báculo. —aunque lo que dice sea algo serio, su expresión todavía muestra una sonrisa.
Se ve que por fuera que la bola de cristal en la parte superior no es transparente, sino violeta. Lo más seguro es que se deba a que se encuentra la hechicera dentro. También, Josuke está agarrando un extremo del báculo, curioseando la conversación.
—¿Sabían que esto cambió de color? Pero ninguno puede usarlo. No somos magos. —comenta el chico de ojos negros, mirando a la parte brillante.
—Hechiceros. —le corrige y ríe Kanae—. Este lugar de algún modo se siente lindo, pero extraño. Incluso me da una sensación de nostalgia.
—También es más grande que cuando estaba yo solo. Parece que crece si hay más personas. —toca una de las paredes—. Es una lástima que a nosotros no nos sirva fusionarnos en un arma. Ya sabes, todos tienen poderes, entonces no tiene sentido que se escondan aquí. SunHee no podría mover nada, nadie podría levantar la maza, ¿Entiendes? Aunque debo decir, que sería útil cuando haga frío, pero uno tendría que quedarse afuera, sino nadie podrá sacarnos.
—Mis barreras también tienen un buen clima, así que por el momento sólo se me ocurre que sirve para guardar cosas… —se sienta en el suelo, mirando hacia la pantalla de en frente, abrazándose las rodillas.
Kanae se queda pensando en algo diferente a lo que hablan. Está sola en un lugar cerrado, muy lindo y brillante, con quien ella considera su mejor amigo hombre. Se siente muy a gusto, pero no consigue verlo de otra manera. Recuerda cuando Mitsuru y SunHee le habían dicho que él también podría ser una opción, pero la realidad es que no lo ve así. Es algo que le resulta inevitable tomar en cuenta, ya que se lo habían mencionado reiteradas veces. De todos modos, ni siquiera sabe si él la ve de esa manera aparte de haberle dicho que es linda.
—¿Hay algo más que quisieras hacer aquí? —se sienta en cuclillas frente a ella, mirándola con una sonrisa cálida.
—Creo que tocar las paredes, y la pantalla. —tuerce la boca y después ríe—. A ver.
Camina hacia adelante, a donde puede ver la imagen de su amiga. Y al pasar los dedos, se siente como si fuese agua, aunque no moje su mano ni tampoco se distorsione la imagen. Hacia el otro extremo, siente lo suave del verde y fucsia. Es fresco de algún modo.
—Me siento satisfecha con eso. Si en otro momento quiero entrar, te avisaré. No creo que tengas problemas. —le sonríe con los ojos cerrados.
—Me parece bien. ¡SunHee, libéranos por favor! —levanta la voz entre risas.
La rubia cumple con su parte, aunque con una expresión de a medio reír, quizás estaba pensando en jugarles una broma.
En una gran altitud, apenas por debajo de las nubes, hay un gran campo gris y amarillo que se camufla con los colores del cielo. En el medio de la extensión de esa barrera, sobre una nube, hay un joven sentado en el aire. Posee cabellos marrones y ojos violetas.
—Dios… Cómo cuesta esto… Si hubiese más hechiceros violetas sería todo más fácil. Pero somos puros especialidad amarilla…
Como si se tratara de una jaula gigante, sobre él hay otro campo, y sobre otros que están alejados de este también. Todos están conectados. Están intentando dar un poco de tranquilidad respecto al frío, habiendo creado una «trampa cálida» para que al traspasar se convierta en lluvia. Ninguno está sentado sobre esta porque se quemarían, así que son sujetados por ángeles.
—Tu hermano es de especialidad violeta y no lo llamaste. —dice burlón un ángel, apareciendo literalmente «de la nada» porque hasta unos momentos era invisible.
Este mismo, es quien se encuentra con las piernas abiertas pero cruzadas, agitando sus alas y teniendo en el regazo al hechicero.
—Cállate, ángel sin trabajo. —pega un codazo hacia atrás.
—No es mi culpa que ahora los humanos consideren a los ángeles de la guarda como una invasión a su privacidad… —arquea las cejas, cerrando los ojos, riendo despacio.
—¿Me podrías curar? Ah cierto, no puedes. —ríe fuerte.
—Dilo de nuevo y te bajo de aquí. —sonríe aún con los ojos cerrados.
—Está bien, está bien, ya no molesto. —suspira y baja la cabeza—. Pero hombre, con unos pocos ángeles de curación turnándose aquí, esto se torna muy agotador…
—Lo sé. Lo lamento. Pero la mayoría están en el frente de batalla. Nosotros somos más débiles. Sólo podemos volar y ser invisibles. —niega varias veces—. Tenemos la misma resistencia, pero nada de fuerza. Sin embargo, cuidar de los niños es lo mejor.
—Me alegra que te conformes con eso. —mira hacia abajo más calmado.
Lo que parecen nubes de fuego, ayuda bastante a los humanos a no pasar ese horrible frío. La nieve es linda, pero no cuando se torna un problema como estuvo ocurriendo los últimos tiempos.
Fuera de la ciudad, a varios kilómetros, se encuentran tres seres extraños conversando. No se ven como demonios o ángeles, sino que tienen la misma tez gris azulada que los fantasmas tangibles. A diferencia de ellos, pueden hablar. Y si pueden hablar, sería natural que también pensar.
Uno de ellos se ve muy alto y musculoso, sin ningún atuendo en particular pero tampoco genitales, al igual que como sucede con los monstruos comunes, y sus ojos son amarillos. Otro tiene los ojos negros, y las piernas filosas como cuchillas, con una estatura apenas más baja que el anterior. Y el último posee los ojos anaranjados, con algunas partes del cuerpo con manchas negras, una estatura de 1,70 y garras en sus manos.
—Yo quisiera atacar hacia el norte, así de paso puedo llevarme unos mochi. —se relame los dedos el monstruo más bajo.
—Yo iré al sur, porque no quiero tenerte cerca. —cruza los brazos el monstruo de ojos negros.
—¿Este u oeste? Supongo que lo decidiré en el camino. —mira hacia arriba el más alto—. Siento que hubiera pasado una eternidad desde la última vez que salimos a la luz.
—Hace cinco mil años, ¿Verdad? Cuando nos encontramos con esos demonios molestos. —se truena el cuello, moviendo su cabeza a un lado con la mano—. Demonios fallados que ayudaban a los humanos. —hace sonar el otro lado. El ser de ojos anaranjados se ve muy enojado.
—Todavía no me acostumbro a las nuevas tecnologías, pero la comida sabe mucho mejor. —cierra los ojos sonriente el ser de las piernas filosas—. Deberíamos llevarnos una tienda primero. —menciona mirando al otro.
—No. Nuestro deber es matar a los humanos, no robar innecesariamente. —arquea una ceja el de ojos amarillos—. ¿Acaso se hicieron más estúpidos?
—Le quitas lo divertido a la vida. —se cruza de brazos el de manchas negras.
—Hagan lo que quieran. —suspira, negando con la cabeza el de mayor estatura—. Pero maten. Y más vale que si yo me llego hacia donde están ustedes, no quiero ver a ningún maldito humano con vida. Eviten las bajas innecesarias hacia los demonios o a los ángeles, ellos están programados por Dios generalmente.
—Sí. —le responden ambos con una voz firme, totalmente diferente a cómo vienen hablando.
Tras la última aclaración, cada uno se va a lugares opuestos, volando aunque ninguno de ellos tiene alas precisamente. Estos seres diferentes y pensantes, se presentan también en otros lugares del mundo, no únicamente en Japón. Son mucho menos en cantidad, pero la capacidad de raciocinio es un problema mucho mayor. Además de ser obviamente más resistentes y fuertes, como se nota de por sí al sólo mirarlos.
Una media hora más tarde, nuevamente en la mansión Jung, se puede observar que el chico de cabellos más claros está inquieto. Los demás, descansan de usar los poderes para estar en buen estado por si se llega a acercar otra oleada de monstruos.
Por otro lado, debido a motivos de diferentes entrenamientos, Yuki y Jun decidieron quedarse en la casa del ángel. No están asistiendo tampoco a todas las peleas contra las hordas, sólo a algunas por estar muy agotados.
Regresando la vista a la mansión, la banda está practicando un poco la canción que MinHyuk estuvo componiendo días atrás. Aún no está finalizada, ya que todo el tiempo tienen que estar alertas.
—Uhm… Chicos. Paremos por ahora. Escuché un ruido muy fuerte. —mira hacia arriba, arqueando las cejas.
—Te dije que ese acorde no iba. —Tomoki le da un codazo a Ryōtarō.
—No, no son ustedes. Pero me preocupa no saber qué es. Sea lo que sea, está lejos de aquí. Pero no debemos dejar que se acerque. —se pone de pie y se estira—. ¡Oigan! ¡Les enviaré un mapa, de dónde creo que viene el sonido! Vamos a abrigarnos y a salir.
—Mitsuru aún se está bañando. Le diré que se apure entonces. —le responde su hermana mientras sube las escaleras.
—Ya le aviso yo, puedo hablarle con la mente mientras busco mi ropa. —se adelanta y sube rápidamente varios escalones, llegando primero al segundo piso—. •Mi amor, hay un problema afuera, por favor termina pronto de bañarte. Aunque de todos modos ahora nos vamos a ensuciar, está lloviendo•
—¡Oh! Rayos. Perdón, creí que tendríamos más tiempo libre. —se enjuaga lo más rápido posible el cabello, mientras cierra los ojos.
—•No hay problema, te buscaré un abrigo por aquí.• Agh… Más explosiones… Creo que no habrá tiempo para esperarla. •Mitsuru, lo siento. Tendremos que salir sin ti. Te dejo una ubicación por imagen mental, nosotros iremos hacia otros focos. Le diré a Josuke que se quede, ya que es tu apoyo•
—Gracias, y perdón otra vez. —suspira, continuando con el jabón en el cuerpo—. Cuídate mucho por favor. No tenemos a Yuki ahora, tenemos que evitar lastimarnos mucho.
—•Eso haré. Nos vemos en un rato quizás• —se pone una campera muy abrigada y a la vez impermeable, separándole otra a juego para su novia.
—Ya estoy listo. —entra por la puerta de la habitación el chico de ojos negros.
—Justo estaba por hablarte. Voy a necesitar que te quedes con Mitsuru, ustedes dos irán a otra ubicación. —deja el móvil sobre la cama.
—Está bien. Eso haré. —baja la mirada y se quita el abrigo, dejándolo a un lado.
Al terminar de acomodar sus cosas, MinHyuk camina hacia la puerta, donde lo espera Yamato.
—¡Espera…! —estira el brazo y la mano, mirando hacia el chico de ojos verdes.
—¿Qué pasa Josuke? —voltea a verlo, preocupado.
—Nada, sólo… ten cuidado. —le responde, con una mirada fija.
—Lo tendré. Tú también, cuídate, no quiero que les pase nada malo.
Tras lo último dicho, se va junto con los demás hacia las afueras, atravesando juntos velozmente el jardín de la casa.
Casi una hora después, se ve a la chica de cabellos anaranjados en un taxi. Las explosiones de las que el otro le habló se escuchan cada vez más cerca. El auto se detiene por un edificio caído que obstruye completamente el paso de la avenida.
—Esto es lo más lejos que puedo traerla… ¿D-de verdad va a luchar contra ese monstruo? —le pregunta asustado, mirándola por el espejo del medio.
—Si no fuese así, usted no hubiera accedido a traerme hasta acá, ¿Verdad?
—¿Y el chico qué hará? De cualquier forma me sigue pareciendo una locura. —el taxista se seca el sudor de la frente, como si hiciera calor, pero son los nervios.
—Luchará conmigo, por supuesto. —una sonrisa vacía se muestra en la cara de la chica, mientras se reflejan en sus ojos las construcciones que siguen cayendo.
—Traten de no morir en vano. No les voy a cobrar ahora. No tengo idea de si mañana existirá un nuevo día de todos modos. —suspira y baja la cabeza.
—Tranquilo señor, de verdad nosotros haremos lo posible. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Luego de la característica frase de transformación, cae como una gran maza sobre las piernas de Mitsuru.
—Creo que ahora entiendo un poco más. Ustedes son ángeles, con poderes y luchan por la paz. —asiente con la cabeza el señor.
—No ángeles, pero gracias por el cumplido. Somos humanos, con poderes. También existen. —abre la puerta del carro—. Muchas gracias por el aventón, cuídese y vaya lejos por favor, va a necesitar su auto por mucho más tiempo. —cierra y corre hacia donde está el monstruo, llevando aquella gran arma en sus manos.
—Les deseo la mejor de las suertes, voy a orar por ustedes niños. —hace arrancar el auto y conduce en la dirección opuesta, haciéndole caso a la menor.
Hay un ser robusto con grandes garras que golpea repetidamente un edificio que ya está roto. Alrededor de él, hay más escombros, y una gran cantidad de cadáveres. El olor de la sangre abunda, mezclándose con la lluvia. El suelo estaría casi completamente rojo de no ser que se diluye o se escapa bajo la tierra.
—Ugh. No me imagino el olor que debe tener ese lugar. —se aleja un poco de la pantalla el chico, arqueando una ceja.
—Creo que actualmente es lo que menos me preocupa. —le responde, mirando con tristeza los rostros destrozados de la gente.
—¡¿Quién está ahí?! ¿Otro humano para divertirme un rato? No hay más por aquí.
—¿Vas a responderle, o le atacamos por sorpresa? —le pregunta seriamente Josuke.
—Pensé que no podrías escucharlo, ya que está algo lejos. —le dice en voz baja.
—Podemos escuchar todo desde aquí, pero no pueden escucharnos si estamos como arma a menos que toquen alguna parte del objeto. —niega con la cabeza—. Hagamos lo siguiente. Camina entre los escombros, y trata de que no te vea, y luego lo atacas por la espalda.
—Ni siquiera suena fácil, no me imagino hacerlo… pero vamos a probar, al fin y al cabo lo mismo tenemos que pelear. —tuerce la boca. Comienza a caminar despacio, tratando de no hacer ningún ruido. Se nota que le cuesta mucho pasar entre los cadáveres, a cualquiera le causa una gran impresión. Con mucho esfuerzo, logra posicionarse detrás del monstruo, aguantando hasta la respiración para no generar ningún tipo de sonido, según lo indicado por Josuke.
—¿Por quién me estás tomando, humano estúpido? —le responde con completa tranquilidad, negando con la cabeza.
—Ya no hay vuelta atrás. —cierra los ojos con fuerza y asesta la maza sobre la cabeza de quien tiene al frente.
Los ojos de Mitsuru se abren grandes al notar que el contrario no tiene ningún rasguño.
—Menuda fuerza para ser humana. —ríe y se da la vuelta, lanzando un arañazo.
—Oh no. —lo esquiva de suerte, saltando hacia atrás, alejándose lo más que puede—. A ver si consigo algo de tiempo para pensar. Me da miedo que me golpee. Creo que estaré muy mal si me toca con esas garras.
—Sabes, me preocupa cómo estarán los demás si nosotros tenemos problemas. Físicamente eres más fuerte y resistente que todos, y aún así… —dice la última parte con una voz quebradiza.
—Lo sé… —intenta nuevamente pegarle un puñetazo al del frente, dándole de lleno.
Es obvio que no intenta esquivarlo, tampoco le quedan marcas nuevamente. ¿Será invencible? ¿O quizás le hace daño la magia y no tanto lo físico?
—Si consigues lastimarme aunque sea un poco en estos 5 minutos, tendré compasión contigo y no te mataré tan rápido. —ríe a carcajadas, realmente eso no tiene sentido. Es seguro que se toma a juego lo que está pasando.
Conociendo su actual posición, lo único que puede hacer la chica es golpearlo desenfrenadamente, intercalando entre sus manos y la maza, de forma literal intentando como si su vida dependiera de ello. Lamentablemente, tampoco es como si se pudiera confiar en las palabras de ese desconocido en particular. ¿Para qué esperaría en matarla, si puede hacerlo rápido?
—Josuke… Este tipo no siente nada… —con esmero golpea el abdomen y la cabeza del monstruo. Arquea las cejas y entrecierra los ojos, por el viento de los impactos.
Con esa cantidad de puñetazos ya podría haberse bajado a media horda sola. Y todavía no hay rastro de alguna herida. O está haciéndolo mal, o quizás no golpea tan fuerte por el miedo, o sino lo que es más probable, su fuerza no es suficiente.
—Creo que es injusto que seamos sólo nosotros dos para uno tan resistente… Agh. Lo siento, sólo estoy quejándome y yo ni siquiera puedo hacer algo. No quiero que mueras en esto, tienes toda una vida por delante…
—Gracias por preocuparte sinceramente por mí. —apunta con el arma hacia las piernas de quien tiene al frente, dándole en las rodillas, en la pantorrilla, respirando agitada debido a los nervios.
No funciona todavía. Además de que se le acabó el supuesto tiempo que tenía. Otra vez salta hacia atrás, pero más lejos. Tiene un gran problema. La pelea es unilateral, y con toda esa ventaja, simplemente no consigue avanzar.
—¿Deberíamos llamar a MinHyuk? —niega con la cabeza, con una mirada perdida, respondiéndose a sí misma—. Seguro está en una pelea aún más complicada.
—No lo sabemos. Existe una posibilidad de que los demás sean más débiles, o que sólo peleen contra hordas, ¿No…? —pregunta, mirando la pantalla algo intrigado.
—¿Con quién hablas tanto? Yo no veo a ningún espíritu aquí cerca. —incluso ese ser puede mostrar curiosidad—. Pero eso no importa, ya se terminó tu intento por alargar unos minutos más tu vida.
Sin dejarle agregar una palabra, aquél extraño procede a golpearle con brusquedad en el estómago, consiguiendo que ella choque contra una gran roca. Antes de que pueda intentar moverse, usa sus garras para arañarla una y otra vez. Mitsuru intenta cubrirse, cruzando los brazos frente a su rostro, sin soltar la maza para no perder la comunicación con Josuke.
—Esto es malo. ¡Tienes que golpear! —alza la voz, asustado, tratando de darle un empujón para salir de allí.
—¡No puedo! —recibe un golpe tras otro, y mira hacia los lados, seguramente buscando alguna abertura.
El daño que le causa, similar a lo que ocurre con él, no es tanto como lo que ella esperaba. Su expresión denota un poco más de seguridad. La apariencia del contrario dejaría perplejo a cualquiera, así es como es el miedo a lo desconocido. El otro no tiene una energía tan brutal como para romperla, pero la resistencia del mismo es probablemente mayor que la suya. En todo caso, podría suponerse que ella es más fuerte físicamente, pero de nada sirve si no puede avanzar en la pelea.
—Tú hablas, dime, ¿Por qué me quieres matar? —quizás de verdad quiere saber, o simplemente es una distracción para contraatacar.
—Por la misma razón que tú quieres vivir. —no se ve afectado por la pregunta.
—¿Qué dices? ¡Eso no tiene sentido! —frunce el entrecejo, realmente molesta.
—¿Y para qué preguntas si no te gusta la respuesta? ¿De verdad creías que tendría un motivo más profundo? Es un simple… porque quiero.
Con esa mirada fija y sonrisa tan macabra, ni siquiera hace falta preguntarle dos veces. Lo más seguro es que hable en serio.
—¿Realmente Dios es alguien tan cruel como para mandar a unos asesinos a destruirnos? ¿Así sin más? —alza la voz, aún cubriéndose.
El chico de cabellos claros sólo la escucha, atento, pues no tiene lugar en la conversación.
—Podrás preguntárselo cuando mueras. —arquea una ceja, bastante intrigado según se ve—. Ahora tú dime, ¿Qué demonios te comiste que no te puedo despellejar? ¿Qué clase de humano eres? No recuerdo a los hechiceros tan resistentes, de un puñetazo podía partirlos en dos.
—No soy una hechicera, soy humana. Pero, ¿Realmente te importa? Hablabas sólo de matarme. —mira hacia arriba, y luego regresa la vista al monstruo—. Si me matas no podrías saber qué pasó en la Tierra.
—¿Sabes qué? De repente ya no me interesa, parece muy largo y no tengo tiempo. —le contesta en una voz burlona, entrecerrando los ojos.
—Aeish. —cierra los ojos y alza con impulso una patada, estirando la pierna lo suficiente como para pegarle bajo el mentón.
—¡…! —completamente desprevenido del movimiento, parece que no sabía que también podría pelear con las piernas.
Probablemente a cualquiera lo tomaría por sorpresa, teniendo en cuenta que la atención se enfoca más en la enorme maza que lleva en la mano izquierda. El ser de afiladas garras sale disparado lejos esta vez, pero por supuesto, no tiene problemas en ponerse de pie con rapidez.
Regresa al lugar en donde estaba, volando hasta ella, donde la chica lo espera con su arma. Mitsuru trata de aplastar su cabeza con la maza, aunque naturalmente eso no es posible. El suelo se agrietada, pero él resurge de los escombros.
—Tiene que tener algún punto débil, que obviamente no es su cabeza. —observa el chico con detenimiento, de pie al frente de la pantalla—. MinHyuk ya se habría dado cuenta de eso, ¿Verdad?
—No lo sé, pero tendré que ver. Voy a pegarle en cada parte, a prueba y error. ¿Puedes fijarte si cambia su cara? —le susurra, porque igualmente gracias a la conexión del poder que usa, sabe que puede escucharla.
—Claro, eso intentaré. Pero yo tengo que poder ver su cara. Ubica la maza como quieras mientras pueda ver con claridad.
—Entendido. —su expresión cambia a una más seria, mientras se arremanga la ropa.
La cuestión ahora es cómo poder elegir a dónde quiere golpear. Hasta el momento, sólo se mantiene con «lo posible», de forma que tiene que buscar principalmente tiempo. Si ese monstruo continúa arremetiendo contra ella, no le alcanza. La mejor manera de tomar distancia es, o hacerlo volar del impacto, o saltando.
—No es en la cabeza, ni en el estómago… a ver las piernas. —dice en voz baja para sí misma, cubriéndose de los arañazos—. ¡Toma! —se aleja un poco con un pequeño brinco y le patea el muslo izquierdo.
—¿A qué juegas, humana? Deja de evitarme y pelea con tu arma. —devuelve la patada, empujándola con la pierna.
—Entonces… —intenta más abajo, en la rodilla, dándole con la maza; en la posición en la que está no le queda otra opción.
—¡Así, maldita sea! Ah, al menos esto es divertido. —sonríe de lado a lado.
¿En qué estará pensando ése ser? Como nunca ha tenido dificultad alguna para exterminar a las personas, quizás se lo toma como si se tratara de un juego o una prueba.
Por su lado, Mitsuru pisa sobre un pedazo de edificio para completar la vuelta que le hacen dar en el aire, así cayendo de pie. Apunta con la parte superior de la maza únicamente para que su medio hermano pueda mirarlo al rostro. Con su otro pie, patea ambos tobillos a una velocidad considerable, todavía sin resultados positivos.
—Por si te lo preguntas, no me duele. —enarca una ceja, denotando una expresión soberbia por su tono de voz.
—Rayos. Es muy difícil. —se aleja y usa las manos como apoyo para poder dar un gran salto hacia atrás.
Mientras ella se encamina de espaldas hacia otra ubicación más lejana, el ser la persigue en el aire, y se posiciona tras ella, arañándole un muslo. Una mueca de dolor inevitable aparece en su rostro, a la vez que le cuesta caer de pie. Termina apoyándose sobre las manos y las rodillas, por lo repentino.
—… —se levanta y se sacude las rodillas, quitándose los vidrios incrustados a simple vista—. Luego necesitaré a SunHee… Y a Yuki.
—Me gustaría poder ayudarte más, en serio. Lo siento. —el chico de ojos negros posa su mano en la pantalla, teniendo a simple vista las heridas.
—No es tu culpa. Hacemos lo que podemos. —suspira y se exprime el cabello, pesado por el agua de la lluvia.
El monstruo se acerca de nuevo a ella con otro puñetazo, pero la menor consigue esquivarlo, consiguiendo pegarle con el arma en la otra pierna. De ese modo, queda descartado que el punto débil se encuentre por allí. Las partes se van restando.
—Me pregunto si tendrán que hacer algo así con cada uno de los monstruos diferentes… Sería demasiado. —suspira, cabizbajo, sentado con las piernas abiertas pero cruzadas.
—No lo sé hermano, pero esperemos que no sea así. Que los demás lo tengan más fácil. —continuando con el plan, usa con brutalidad la maza sobre el hombro izquierdo del ser azul.
Tras ese golpe, se ve que la piel del contrario adquiere una ligera marca en la zona, muy leve. Lo que sí es bastante notorio, es cómo el otro cierra el ojo con fuerza, completamente visible para el ángulo de la vista de Josuke.
—¡Ahí es! ¡Su cara cambió! —anuncia rápido ni bien observa lo ocurrido.
La ayuda es todo un éxito, ya que ella no lo habría visto por el impacto y el agua que cae sobre su rostro. Con una nueva meta, enfoca sus habilidades en el lugar correcto, aunque no puede acertarlos todos. Aún es difícil, ya que se mueve con gran velocidad. Los saltos que ella puede dar no son una ventaja muy grande porque el contrario vuela, más que nada depende de su suerte. Pero de alguna manera, con cada golpe que acierta, se denota en la piel del fantasma que le va afectando más. Como si unas escamas se desprendieran, algunos pedazos caen y se vuelven cenizas.
—No deberías haber descubierto eso… A este paso moriré. —dice en un tono serio pero a la vez molesto, golpeándola de igual manera.
La forma en la que mira Mitsuru también muestra cansancio, seguramente una mezcla de lo mental y físico. Usualmente no tiene que usar tanta energía ni fuerza, porque los demás fantasmas son mucho más frágiles, además de que el ángel suele andar siempre en cercanías. No recibe un gran daño físico, pues Jun es más fuerte que ese monstruo, pero la resistencia es insoportable. Incluso con lo que avanza gracias a descubrir su punto débil, de todos modos sigue siendo complicado.
—¿Crees que podrás matarme? —entierra las garras en el muslo izquierdo de la chica, desgarrándola por dentro.
—¡Aah! —frunce el entrecejo, tratando de mantener la vista firmemente hacia su objetivo—. Sí… —entre eso y lo de antes, una de sus piernas está casi fuera de la pelea. Además, el sangrado aumenta.
—Así que te duele mucho. —vuelve a reír con un tono de burla, apuntando esta vez hacia el brazo que lleva el arma.
—Mitsuru, no dejes que te rasguñe más, si no te vas a desangrar. —alza la voz, con un tono de preocupación mayor a las veces anteriores durante la batalla—. Aunque puedas resistir los golpes, no podrás más si pierdes demasiada sangre…
—¿Qué acaso crees que yo quiero quedar anémica? —se impulsa con el pie derecho para dar una vuelta en el aire y poder asestarle otra vez con el arma sobre el hombro.
—¡Maldición! —se queja con una voz entrecortada pero que denota la completa molestia que siente. Saca a la vista sus garras para intentar lastimarle el rostro. Consigue dejarle un corte en la mejilla.
—Agh… —gracias a que está en medio de un salto, la herida no es muy profunda; pero si hubiera sido un poco más arriba de seguro le sacaba un ojo.
Las gotas rojas resbalan por debajo de su mirada, al igual que tiñe sus prendas inferiores. En un descuido, no consigue apoyar bien el pie de la pierna injuriada, tropezando con unas varillas de metal. El campo de batalla es más difícil de manejar por la cantidad de objetos destrozados, teniendo que buscar incluso, además de evitar los ataques del otro, cómo esquivar los escombros.
—Me arde… —susurra para sus adentros, mientras se ve obligada a usar patadas por la posición en la que están luchando.
—¿Te cuesta así, eh? —ríe, a pesar de que su piel se descascara y evapora cada vez más. Literalmente tiene algunos huecos en los brazos.
—Resiste un poco más, ya casi lo tienes. —dice desde su lugar, pudiendo únicamente darle apoyo moral. Por sus circunstancias, tampoco puede ayudar mucho de arma.
Mitsuru toma una gran bocanada de aire, y agarra con las dos manos el mango de la maza. Con todo el impulso posible, golpea con firmeza nuevamente el lugar que conoce como punto débil. Los agujeros en el brazo izquierdo crecen en cantidad, y todo el cuerpo del villano comienza a desprender más polvo. Por cada movimiento que realiza él, las cenizas se multiplican. Desaparece lentamente con los puñetazos e impactos de la maza.
Luego de 10 minutos, lo último que queda del monstruo se termina de evaporar. Como si nadie hubiese hecho aquél desastre en esa parte del centro.
—Espero que las almas de la gente inocente consigan descansar en paz… —dice Mitsuru, ahora pudiéndose resguardar de la lluvia bajo un techo que, aunque está a la mitad, tiene incluso espacio de sobra. Tiembla por el frío, comenzando a estrujar su cabello y sus prendas. Se denotan sus labios morados por lo mismo—. MinHyuk, sé que puedes escucharme… Ya vencimos al primero. Suerte con lo suyo.
—•Qué alivio saber que estás viva Mitsuru… ¿Y Josuke?•
—Él está bien. Muchas gracias por preocuparte. Suerte con su pelea. —no suena muy enérgica por obvias razones. Se escucha el castañeo de sus dientes.
—•Apenas puedas abrígate, nos vemos luego pequeña•
Ella descansa su espalda sobre ese fragmento de edificio, con los ojos cerrados. Está sentada sobre su abrigo superior, para evitar infectarse peor la herida. Tiene la vestimenta casi en todas las piezas, sino fuese así estaría mucho más congelada y lastimada. Gracias a que los demonios confeccionaron ropa para ellos, tiene una mayor durabilidad, pero no la mejor por falta de tiempo. Los verdaderos atuendos estarán en un par de días.
—Mitsuru, ¿Escuchas algo? —pregunta el chico, sentado mientras mira la pantalla.
—No, tengo los oídos algo tapados… —tose, llevándose una mano a la boca para cubrirla. Seguidamente se abraza, frotándose los brazos con las manos.
Una silueta aparece de la nada en la obscuridad de la sombra del edificio, y se acerca a ellos lentamente. No tiene la apariencia de un ser maligno, se ve más como una persona. Cabello negro y largo, completamente lacio, y los ojos grises. No todos los de la raza los tienen de ese color, pero como ocurre con los hechiceros de tenerlos violetas, también es común para los ángeles tenerlos grises.
—¿Qué hace en este lugar? Es peligroso… —vuelve a toser, mirándolo a duras penas.
—Lo sé… estamos buscando sobrevivientes. Soy un ángel. —hace una reverencia y toma asiento a su lado.
—Oh, gracias al cielo… ¿Podría sanarme por favor? Me estoy desangrando…
—Me temo que eso no es posible. No soy ese tipo de ángel. —niega con la cabeza despacio—. Pero yo puedo llevarla hasta el refugio.
—Ah… Somos dos. —señala la maza—. Es una persona, arma mágica.
—¿De verdad? Qué extraño. —camina hasta donde apunta el índice de la chica, y al intentar alzarla, no puede hacerlo con una sola mano—. Creo que tendrá que elegir si la llevo a usted o a él. No puedo con ambos.
—No iré sin mi hermano a ningún lado… —continúa tosiendo, y ahora se suma un estornudo también.
—¿Hermano? —el niño de ojos negros mira con confusión hacia el frente.
—Medio hermano, hijos del mismo padre, diferente madre. Es una larga historia Josuke… en otro momento te lo contaré… —dirige la vista hacia el ángel—. Puedo entrar en el arma, así también descanso del frío. Sólo tiene que decir «apoyo terminado» mientras sujeta el arma, para que salgamos de allí.
—¿Apoyo terminado? —al joven también se le revuelven las ideas.
Y como lo dice agarrando la maza todavía, Josuke hace presencia al lado de ellos. Inmediatamente se abraza a sí mismo, comenzando a tiritar.
—No sé cómo soportaste este horrible frío estando empapada. —arquea una ceja.
—No lo soporto en realidad. Estoy muerta de frío. —estornuda otra vez, cubriéndose con el brazo ahora.
—Dios me ha otorgado este poder, —toma una de las manos de ella— ¡Apoyo!
—Así no es… Es brindado. —ríe bajo y dirige la mirada al tercero—. Por favor, cuando lleguemos al refugio con los demás ángeles, di apoyo terminado.
—De acuerdo. —enarca las cejas con una sonrisa leve.
—A ver. —aclara la garganta—. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Ahora sí consigue llevarse a la chica junto a él, a un lugar más cálido y lejos de todo ese ambiente en el que sufría. Por su lado, el ángel guardián, se vuelve invisible y coge con ambas manos la maza, también quitándole el color.
—Nadie nos verá, así que podemos llegar en paz. —les asegura con una voz calmada—. Nosotros podemos borrarnos de la vista de la gente, y también a las cosas que nosotros escojamos, con la condición de que tenga un contacto con nuestra piel.
—No tenía ni idea de que eso fuera posible, aunque también eres el primer ángel de esa clase que veo… —le comenta en voz baja la pelirroja.
—También son los primeros humanos o… ¿Hechiceros? Que veo que pueden transformarse en un arma. —se eleva con las alas hacia una altura considerable.
Se oye el sonido de las gotas rebotando sobre las plumas y el resto del cuerpo del joven.
—Somos humanos, con poderes. Pero no somos de la clase de hechiceros… sólo humanos con las habilidades desarrolladas gracias a una de especialidad violeta. Es una amiga nuestra. —le aclara como un dato Josuke.
—Interesante… Unos elegidos… Escuché hablar de ello pero no había conocido a ninguno. —mira hacia el frente, ascendiendo aún más por el aire—. ¿La señorita está mejor? También quisiera preguntar, si usted señor, puede ayudarnos con su poder a traer a más sobrevivientes del día de hoy.
—Aquí no temblamos, así que sí está mejor. —sonríe de lado—. Puedo ayudar, todavía no recibimos más órdenes de a dónde ir por otro enemigo así que… Sería una forma matar el tiempo de manera responsable.
—Muchas gracias de antemano, señor. —sonríe ampliamente, ascendiendo aún más, llegando hasta las nubes—. No tengan miedo, es por aquí.
El ángel se detiene a simple vista al frente de una nube, pero se escucha el sonido de una puerta abrirse, y al ingresar todo se llena de colores. Se trata de un refugio escondido, una casa levantada sin dificultades por un gran demonio alado. Este, a su vez, recibe más energía de ángeles de curación. Otros guardianes se encargan de ocultar todo, y la mayoría de los seres celestiales están sanando a quienes descansan sobre el tatami. Hay varios futones, además de abrigos y ropas extra. También parece haber incluso baños y habitaciones separadas.
—¿Qué es eso que traes contigo? ¿Anestesia a la antigua? —bromea un demonio que se recuesta sobre la pared, cruzando los brazos.
—… —lo mira con los ojos entrecerrados y el entrecejo fruncido, pero sólo suspira y niega un par de veces—. Apoyo terminado.
Aparecen entre brillos Mitsuru y Josuke, cayendo desde una baja altura hacia un futón. La chica termina sobre él, así que no recibe daños extra. Apenas puede se acomoda, sentándose al lado y no encima.
—Buenas tardes… señores ángeles. Yo… Estoy muy herida. —les hace una reverencia como puede—. Ayuda por favor.
—No hace falta ni que la pidas, cariño. —una mujer con una apariencia como de cuarenta años se acerca y posa las manos a centímetros de ella. Bajo sus manos el color verde característico aparece, comenzando a sanarla.
—Quería preguntar algo. ¿Esto no es peligroso? La mayoría de los monstruos anda en el aire. —comenta su observación la niña de ojos azules.
—Los enviados andan a menores alturas, mucho menores. Además, estamos escondidos entre unos rascacielos. Incluso si hubiera algo peligroso las construcciones nos mantienen más escondidos. —responde el guardián.
—¿Y el patrón de la multitud de gente? —pregunta Josuke intrigado, y probablemente confundido por las teorías de MinHyuk.
—Ya no lo siguen, ahora atacan al azar. Pero —señala hacia las ventanas— afuera hay demonios que custodian, como decía, es un lugar seguro.
—Qué manera tan llamativa de organizarse… —dice para sí misma la chica, recuperando el tono natural en sus labios— Ya me estoy comenzando a sentir mejor… —estira los brazos—. Qué alivio…
—Por favor, evite salir afuera. Estamos en medio de un apocalipsis. Sería mejor que se quedara por aquí. —le sugiere quien la está curando, enarcando ambas cejas.
—No podemos… Mejor dicho, no queremos hacer eso. —niega con la cabeza—. Queremos luchar por la paz de este mundo, así que incluso moriríamos por la Tierra. No vamos a rendirnos por unos golpes. —le responde, de forma calmada la chica.
—Ya veo… Deben ser unos elegidos, ¿No? —mira al joven de cabellos negros.
—Te deberías haber dado cuenta cuando los viste dejar de ser un arma. —se lleva una mano a la frente.
—Ah, es verdad. —regresa la vista al par—. Les decimos elegidos a quienes obtienen habilidades especiales gracias a Dios y a los hechiceros. —le explica, comenzando a encargarse de las heridas superiores, habiendo sanado primero la más grave en las piernas—. No son los primeros que veo pero, son extraños de encontrar.
—Yo no había visto. —le comenta el demonio que molestaba primero al ángel.
—Ni yo. —dice también el chico de cabellos largos.
—Es que no es muy común. Pero los hay, en muchos lugares. Y ahora habrá más que nunca, ya que los hechiceros están saliendo de su escondite para ayudar a la gente y conseguir refuerzos. —ella sabe mucho del tema, pero se distrae de a ratos porque está concentrada más que nada en sanar a su paciente.
—¿Te molestaría si duermo un rato, Josuke? Necesito descansar un rato. —le dice con una voz suave y bosteza.
—Creo que yo te lo pediría sino me lo dijeras tú. —la despeina un poco—. Iré a ayudar un rato a los ángeles guardianes, si MinHyuk nos habla no tardaré en regresar. Estaré atento.
—Me parece perfecto. —se seca con una toalla, sin muecas de dolor. Se la ve mucho mejor, pero el cansancio aún no desaparece—. En otro momento hablaremos de tus dudas con respecto a lo de nuestra familia, ¿Sí?
—Gracias. De verdad quiero saber, pero sé que ahora no es el momento. —le sonríe y se incorpora, acercándose al joven de ojos grises—. Ya estoy listo.
—¿Irás así? Deberías convertirte en el arma. Allá te destransformas y recogemos gente. —opina mientras se cambia el abrigo.
—Oh, hagamos eso entonces. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Como algo novedoso para todos los presentes a excepción unas tres personas, Josuke brilla y toma la forma de la maza. Antes de que caiga sobre algo o alguien, Mitsuru lo atrapa por reflejo con una mano, y se lo entrega al ángel guardián.
—Gracias. —hace una reverencia, sosteniendo desde el mango el arma con las dos manos—. Realmente envidio su fuerza.
—Tranquilo. Siempre envidiamos lo que no tenemos. —le comenta la pelirroja mirando fijamente las alas que el otro lleva en la espalda.
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