Nisenai Fantasy - 22
Capítulo 22
Lejos de el centro, acercándose a un bosque. No es el Esmeralda, sino uno hacia el lado opuesto. Por cuestiones de movilidad, recién están cerca de donde suponen que el monstruo está, según la percepción auditiva de MinHyuk. Hacia esa zona no hay lluvia, sino la misma nieve junto a la horrible ventisca de los otros días. Los ángeles no tienen cubierto el bosque ya que no hay gente allí. Entonces, ¿Qué se supone que hace el enemigo en un lugar vacío?
—Podría haberlos traído conmigo volando. —les dice SunHee mientras se apoya con el codo, mirando los árboles por la ventana del tren.
—Tienes que guardar energías para luchar, Yuki no está, hermanita. —sentado frente a ella, también tiene la vista hacia afuera.
—Ojalá ustedes no gastaran energía con sus poderes, como nos sucede a nosotros siendo armas. —les habla de su deseo el menor, sentado con las piernas cerradas y cruzadas—. Pero supongo que es así por una especie de equilibrio.
—Pues… Si esto fuese un juego… Te diría que no nos balancearon las skills. —le responde con tranquilidad Yamato— Hay mucha gente que tiene poco, y muchos que tienen mucho. Pero sabes —abre su mano a un lado mientras explica— muchas veces si no tenemos algo físico, lo tenemos en la cabeza. Es el ejemplo de MinHyuk principalmente. Yuki y Jun, por su lado —se acomoda las manos tras la nuca— tienen mucha fuerza pero son mentalmente inestables. Pero luego hay gente como Kanae, que tienen muy poco manejo de la magia y encima su cabeza también es un desastre, eso no es justo.
—Es cierto… —dicen al mismo tiempo los mellizos, volteando a verlo.
—Pero el problema de Jun no es mental sino por su especie.
Le aclara el rubio.
—Yuki tiene depresión, y una gran capacidad de entendimiento, así que supongo que ahora que hizo un desastre el otro día, tratará de que no se repita… —mira hacia arriba la chica—. Me preocupa mucho el estrés que siente. Cree que debe hacerlo todo él y sino no sirve.
—Pues es muy importante, mira en dónde vamos.
Cuando dice eso el pelirrojo, se escucha un poco más fuerte el sonido de los rieles.
—… —luego de una pausa, continúa hablando—. Si fuese por él, hubiéramos venido volando, y nos reponía la stamina en cinco minutos.
Tomoki baja la cabeza, sólo escuchando lo que hablan los demás. Cruza los dedos de sus manos, no parece tener una opinión al respecto.
—Sí… Lo necesitamos demasiado. El equipo está incompleto sin un healer… —la chica suspira, y regresa a ver por la ventana—. De algún modo todos tenemos un papel importante en esto. Las cosas no serían lo mismo si no estuviésemos nosotros tampoco. Yo puedo ayudar a Yuki con las curaciones al quitarles vidrios o cosas, así como defender y pelear. Tú —mira a su hermano— puedes organizarnos bien y mantenernos informados de todo a todos. Mitsuru es súper fuerte al igual que Jun y Yuki, Kanae tiene la magia más poderosa y además es impredecible, las armas de apoyo también nos estuvieron sirviendo bastante… —dirige la mirada al chico de cabellos rojizos—. Lo siento. Yo…
—No, está bien. Sí sé que yo podría sobrar. —acaricia la mejilla de la chica que tiene frente a él—. Cuando sea más fuerte verás que también tendré un papel importante. No voy a ser fuerte si no peleo.
—Me sorprende que incluso ustedes no se den cuenta. —les dice Tomoki, algo indignado—. Yamato siempre es el que mantiene la calma y los ayuda a pensar, el que no se vuelve loco por más dura que sea la situación. Él siempre busca como apoyarlos y las palabras necesarias. Pero él no hace alarde de ello, sólo es su forma de ser.
Yamato mira con los ojos algo húmedos al más pequeño, brillando por el agua simplemente. No está acostumbrado a escuchar esas cosas, porque es cierto, están tan acostumbrados a la manera en que actúa que les parece natural.
—Lo siento. —se disculpan los hermanos mientras lo ven, avergonzados.
—Gracias Tomoki. —sonríe de lado cuando se dirige a él, y luego mira a los mellizos—. Aunque debo aclarar también que no soy el único que hace eso, Mitsuru también suele animarlos. Sin embargo, que no sea el único no significa que no me necesitan. —ríe un poco con la boca cerrada.
En medio de todo lo que sucede en el mundo, la gente no deja de pensar. Las cosas personales y los sentimientos siguen existiendo, más allá de concentrarse primordialmente en la supervivencia. Muchas personas están tratando de vivir su vida como si fuese el último debido al miedo. Para no dejar arrepentimientos, también mucha gente se ha disculpado de peleas que duraron años. Nadie sabe si al día siguiente la Tierra puede simplemente explotar, o si serán aniquilados por monstruos primero, o si morirán de inanición.
El tren se detiene y los chicos bajan. Al instante se oye un ruido fuerte, además de ver cómo un árbol se cae hacia adelante. Eso provoca, además de que el vehículo decide cambiar de vía y regresar, que los animales de allí comiencen a correr lejos. Las aves de las cúpulas se mudan, los roedores buscan agujeros.
—Dios me ha bridado este poder, apoyo. —dice como un susurro el de cabellos morados, transformándose en una espada.
SunHee la atrapa con la mente, para evitar sonidos innecesarios. Aunque, ¿Realmente podrían aparecerle de sorpresa? No es como si el tren fuera silencioso. MinHyuk toma la espada por la empuñadura, y se miran entre sí.
—Si tenemos suerte y el enemigo se basa en lo que escucha, podríamos conseguir escondernos. SunHee, puedes mover hojas en diferentes direcciones. —le habla en voz baja—. Entonces, cuando él mire hacia allá, Yamato disparará desde lejos. Y allí podré aprovechar para intentar cortarle la cabeza. ¿Qué les parece?
—Suena bien, es la forma más útil de tratar de llegar a la cabeza. Un disparo de sangre creo que no podría hacerle tanto daño. —enarca una ceja, manteniendo el mismo volumen de voz—. ¿Estás de acuerdo SunHee?
—Creo que te arriesgas mucho al acercarte. Ninguno de nosotros tiene resistencia física o mágica, pueden fácilmente hacernos trizas. —mira seriamente a su hermano—. Apenas lo golpees te moveré.
—Suena mejor, gracias. De igual forma planeaba que nos movieras, es tu forma usual de pelear y la que veo que te resulta más cómoda. —le responde, mientras se acomoda la ropa—. Entonces, a la cuenta de tres comenzamos.
—De acuerdo. —le responden, incluyendo Tomoki aunque sólo observa desde su lugar, dentro de la espada.
—Uno, dos… —realiza la cuenta el chico de ojos verde agua—. Tres.
La chica de cabellos amarillos mueve todo el entorno a la vez: hojas, algunas piedras pequeñas, ramas. El enemigo mira hacia los alrededores, sin poder identificar de dónde realmente proviene el sonido. Entonces, siguiendo las instrucciones principales, Yamato comienza a lanzarle cortas agujas de sangre, que sólo chocan con él y se resbalan por su cuerpo.
—¿Qué rayos es esto…? —pasa la yema de los dedos de su mano izquierda, mirando con asco—. Sangre. Ugh… —por alguna razón extraña se muestra incómodo.
Mientras el ser azul grisáceo está enfocado en su mano, una sombra aparece sobre ella. Es porque alguien está a sus espaldas, apenas por encima de la cabeza. Antes de que el fantasma pueda voltearse para ver de quién se trata, recibe un corte de la espada en el cuello. No es muy profundo, pero sí reacciona al dolor. Y antes de que pueda atrapar al culpable, este vuela en el aire y se pierde entre las cúpulas.
—Humano desquiciado, cuando te encuentre desearás no haberte metido conmigo… —dice en una voz apenas audible, y comienza a patear los árboles, cortándolos sin problema alguno. Sin embargo, el tiempo de corte entre uno y otro, a pesar de que los puede tirar en un segundo, es como de dos minutos—. No quiero arruinar la naturaleza por una estupidez, pero tengo que encontrarlo…
Sobre unas ramas resistentes y gruesas están sentados los chicos, mirando hacia abajo, analizando los movimientos del enemigo.
—Su punto débil no es la cabeza. Esto es malo. A cualquier otro monstruo ya lo hubiéramos matado así. —suspira pesado, llevándose una mano a la rodilla—. Pero en cuanto escuché esos ruidos en casa, sabía que lo que venía no era fácil. Hay que observar sus muecas, seguramente intentará protegerse inconscientemente su verdadero punto débil.
—¿Cómo esperas que lo veamos desde aquí? ¿Realmente notaremos algo tan específico como eso? —enarca una ceja su hermana, mirándolo fijamente.
—Tengo una idea al respecto. —dirige la mirada a su mejor amigo—. Quiero que le lances una ráfaga de espinas. El lugar que se cubra involuntariamente, será su punto débil. Estoy casi cien por ciento seguro.
—Cuando mire hacia acá los alzaré otra vez, y nos cambiaré de árbol. —les avisa con antelación SunHee.
Los dedos de Yamato se tornan rojos al igual que siempre que está a punto de usarlos. Cierra los ojos, seguramente concentrándose para el ataque. Y segundos luego, dispara. Cientos de pequeñas agujas caen sobre el cuerpo del ser de piernas filosas. El impacto es el esperado desde la distancia en la que están: muy cerca pero escondidos entre las plantas. Se ve también como el monstruo se cubre instintivamente con una mano el flanco izquierdo. Pero al instante desliza su mano hacia abajo, quitándose las gotas rojas que tiene encima.
—¿Qué tienen con tirar sangre? Pensaría que me están escupiendo de no ser que es imposible que salga de esta manera. —busca con la vista, achicando los ojos—. ¿En dónde demonios están?
Esconden la cabeza, tratando de camuflarse con las hojas.
—Tenemos que apuntar a su abdomen. Del lado izquierdo, al medio. —les explica con detalle el niño de ojos verde agua—. Y evitar que nos corte a la mitad…
—Este tipo sería peligroso incluso para Yuki y Jun. El filo me preocupa. —lleva sus dedos al mentón propio, con la mirada baja.
—A mí también me preocupan ustedes… Literalmente si nos acercamos podría cortarnos en dos. ¿Continuamos con el plan? —la chica arquea una ceja.
—¿Tienes una mejor idea? —suspira MinHyuk, frotándose las sienes—. Yo de verdad no quiero decirlo en mal tono, sólo… Quisiera que de verdad hubiera una manera más fácil de resolver estas cosas.
—Lo sé hermano. Esperemos que todo salga bien. Bueno… —toma aire, y trata de respirar hondo—. Vamos de nuevo.
SunHee vuelve a causar revuelo en las cúpulas y algunas cosas pequeñas que hay por el suelo, dándole entrada a una bala de Yamato, que consigue darle exactamente en el lado opuesto. Gracias a ello, el ser azulado voltea en dirección de la bala, dejando descubierto el lugar correcto. Allí, MinHyuk llega por el aire y le hace un corte, esta vez sobre el flanco izquierdo. La espada se desliza con facilidad sobre la piel del contrario, saliendo rápidamente del hueco en lo que parece ser la carne.
—¡Maldito! —lo coge por la muñeca—. Ahora no te vas a escapar.
Era muy sospechoso que no hubiesen otros imprevistos. SunHee abre los ojos grandes cuando ve cómo se asoma esa cuchilla gigante a su hermano, pero consigue reaccionar rápido, poniéndolo de cabeza.
—Lo sujeta muy fuerte, no puedo hacer que lo suelte. ¿Qué hago? —se muerde un labio, asustada, pero en lugar de quedarse quieta sí actúa. Levanta al enemigo y lo zarandea hacia los lado.
—¿Qué rayos? —por la sorpresa, afloja el agarre sin darse cuenta.
Aprovecha ese instante para traer al mellizo de vuelta consigo, dejándolo cuidadosamente sobre la rama en la que están ubicados.
—¿Te lastimó mucho? —la pequeña toma la mano de su hermano y revisa la muñeca con delicadeza—. Parece que no…
Si no fuese porque pelean a campo abierto, los latidos del corazón de todos resonarían entre las paredes.
—아이고… En serio acercarse pareciera un suicidio seguro. Pero no tenemos otra alternativa. —se rasca tras la cabeza—. Esto es jodido.
—¿Podría intentar algo? Con su permiso, claro, y sin acercarme. —los mira firmemente el de ojos miel, quizás tiene una idea.
—Ahora que no hay muchas opciones, crear posibilidades me parece bien. Adelante Yamato. —su mejor amigo le concede la oportunidad de probar.
El pelirrojo asiente con la cabeza y cierra los ojos primeramente, concentrando la sangre en las yemas. Dispara con una diferencia de tiempo pequeñas bolitas de cada uno de sus dedos, apuntando todos hacia la debilidad conocida. Sin embargo, el fantasma tangible ante la segunda bala, ya se cubre con ambas manos. Aún así, él sigue lanzando hacia la misma dirección, sin cambiar la expresión de su rostro.
—Yamato, no gastes sangre en vano, no podemos reponerla.
MinHyuk le pone una mano en el hombro, preocupado.
—No es en vano, mira. —le señala y luego comienza a mover las muñecas en círculos, con las manos semi abiertas.
El rojo del suelo, así como lo que está sobre el cuerpo del otro, empieza a tomar rumbo hacia el aire. Una bola de sangre ondulante posa frente al enemigo, quien la mira extrañado. No deja de cubrirse el abdomen, ahora con más razón.
—¿Qué tratas de hacer? —la rubia se muestra muy sorprendida, intercalando su enfoque visual entre la escena bajo las ramas y Yamato.
—Puedo controlar mi sangre, ¿No? Eso quiere decir, que mientras siga siendo mi sangre, y no se mezcle con otra, debería poder moverla. —sonríe de lado—. Aunque claro, imagino que tengo un límite de fuerza al igual que tú, y seguro debe ser mucho menor. —extiende y regresa los dedos, al mismo tiempo que junta y separa las manos.
Lo que se refleja en que de redondo pasa a estirarse, formando una línea temblorosa. Ante eso, el ser de ojos negros opta por intentar cortar esa línea con una patada, pero no lo consigue. Ni siquiera puede pasar a través de ella. El monstruo da un salto hacia atrás, atento a la sustancia que flota en la cercanía.
—El hecho de que haya humedad me ayuda bastante. Si estuviera seca no podría usarla. —les comenta a sus amigos, manteniendo una sonrisa ladina.
—¿En qué momento estuvo practicando? —habla en voz alta Tomoki, aunque sabe que no puede oírlo.
—Pregunta Tomoki si cuándo te fijaste en esas cosas. —le traduce MinHyuk, también curioso al respecto.
—Cuando me bañaba, a veces antes de dormir. Sé que ustedes no me hubieran dejado hacerlo por preocuparse si no está Yuki. —les contesta con una expresión seria. Luego, usa aquella cuerda corta que acaba de crear para rodear los brazos del enemigo, pegándolos contra el torso—. Pude inmovilizarlo de manera superior.
—Entonces ya no podrá cubrirse, ¡Buena idea! —dice desde su lugar brillante el menor, a la vez observando todo.
—Cuando la sangre se diluya completamente o se seque, o se congele, ya no servirá. Así que intentemos atacar ahora.
Les propone el chico de ojos miel.
—Bien entonces. —la niña de cabellos claros lanza a su hermano como anteriormente, manejándolo en el aire.
—Gracias Yamato. —dice MinHyuk mientras clava una estocada en el flanco izquierdo del enemigo, y luego recoge la espada por el mango.
El chico es alejado por su melliza, para evitar las patadas consecutivas que le proporciona el ser azul grisáceo. Con cada golpe o estocada que él le da, se ve cómo van apareciendo grietas en el cuerpo, a la vez que se desprenden cenizas.
—¿Por qué me están atacando? Yo todavía no maté muchos humanos. Ni siquiera he llegado a la ciudad. —incapaz de acertar algún movimiento, intenta recurrir a las palabras. Sin embargo, su tono de voz sigue siendo hostil.
—¿Y quieres que esperemos a que destruyas todo para recién pensar en pelear? ¡Ni loco! ¡Debes estar jodiendo! —indignado, frunce el entrecejo y deja tajos en otros lugares, pero sin descuidar el principal foco.
—Ustedes son el verdadero problema. Destruyen todo por sus construcciones inútiles, arman guerras entre sí. ¿Quiénes son los que acabarán con el mundo sino ustedes mismos? —replica con el mismo enojo, intentando cortarlo con sus piernas.
SunHee se encarga de continuar esquivando, con mucha dificultad, el horroroso filo de las piernas del enemigo. Por su lado, Yamato añade un poco más de sangre nueva a la cuerda.
—¿Y ustedes son más inteligentes por matar humanos y destruir nuestras creaciones? Serían simplemente otra especie tratando de pasarnos por encima.
Aún no consigue atravesarlo de un lado a otro, las heridas son poco más que superficiales en el contrario.
—A diferencia suya, nosotros fuimos creados para aniquilarlos. Y ustedes todo el tiempo tuvieron la posibilidad de decidir, una libertad como ninguna otra. La mayoría de los animales tienen un entendimiento muy limitado, los ángeles y demonios se amoldan a ustedes, ¡Nosotros también existimos por ustedes! Y lo único que tenían que hacer era tener un poco más de compasión por la vida. —aprieta los dientes, frunciendo el ceño—. ¡Por eso los odio!
En realidad, las palabras que dice el enemigo, para cualquier persona que lo piense, no son mentira. Dios creó a los ángeles y demonios para mantener un equilibrio entre los humanos, y de todos los seres en la tierra, ninguno tiene tal libre albedrío. Las otras dos especies, que bien podrían tomar el poder en la Tierra, se mantienen a raya con la intención de continuar con la voluntad de Dios. Y los humanos, por su lado, sólo piensan en sí mismos. La cantidad de plantas y demás seres vivos disminuyó considerablemente, incluso su subclase de hechiceros, tan sólo porque así lo decidieron. Sin cuidar el ambiente durante muchos años, con una toma de conciencia verdaderamente tardía al respecto. Desastre tras desastre, guerra tras guerra, aunque la gente aprenda, la mayor parte de la población continúa con ideas equivocadas.
—¡Ustedes son los que no entienden! Nos están obligando a ser perfectos y no cometer errores, pero la tienen mucho más fácil. —por fin puede realizar un corte más profundo, quitándole al enemigo la mano izquierda—. Nacer ya sabiendo qué hacer, a dónde ir, los idiomas, y qué tienes que hacer con tu vida. Y algunos mueren sin un objetivo, sin saber si realmente les gustó su vida. ¡Ustedes tienen una tarea, y listo! ¡Ni siquiera se detienen a pensar si tiene sentido!
Por supuesto, los humanos tienen su propio punto de vista. Demasiada libertad genera muchas dudas, incertidumbre. Sin una conexión tan cercana a Dios como la tienen las demás especies por naturaleza, ellos mismos tienen que forjar un camino sin ningún tipo de pista. La única guía reconocida a cómo actuar fue Jesús, la cual muchos desconocen o dudan de su existencia. Realmente, no están perdidos porque quieren. Más allá de lo que hagan los demonios y ángeles con su vida, siempre tendrían un propósito original que el de sus propios deseos, que es su deber con los humanos, el cuál prácticamente ninguno ignora; a menos que, claro, haya algún «error» en su crianza.
—¡Cállate! Ya me estás haciendo perder la paciencia. —aumenta la velocidad de sus ataques, todavía intentando inútilmente zafarse de la cuerda que lo aprisiona.
En un lugar lejano a la batalla contra los enviados especiales por Dios, se aprecia el entrenamiento de dos chicos de especies distintas. Yuki y Jun, tras un acuerdo con el grupo, intentan fortalecerse física y mentalmente para poder sobrellevar las peleas y las situaciones que se presentan en el apocalipsis de mejor manera. Por cuestiones de justamente, la naturaleza de ambos, llevan de una manera diferente lo que le ocurre a los humanos en la actualidad.
—Yuki, te dije que así no. Las patadas deben ser más altas, —le sujeta por el tobillo, levantándole un poco— sino, ¿Cómo esperas darme en la cara?
—Nunca fueron mi especialidad, más que nada pateo cerca de mis manos. —mira hacia un costado, torciendo la boca.
—Tienes que hacer —en un salto lleva la punta del pie hasta el mentón del contrario aunque sin pegarle, y tras una vuelta en el aire, cae de pie sin dificultad alguna—. Así. Lo viste bien, ¿No?
—Es muy difícil, ¿Sabes? —suspira y trata de imitarlo, pero no consigue ni dar la vuelta, ni la altura del golpe, cayendo al revés—. Es inútil. Esta parte es muy difícil de seguirte. Con los puñetazos me va mucho mejor.
—¡Pero tienes más fuerza en las piernas! —se acerca hacia a él y le da pequeños golpes en los muslos, cerca de las rodillas, a modo de señalarle—. Mira esos músculos. No deben estar en vano.
—Agh, ya Jun. —se sonroja y se rasca la nuca—. Está bien, voy a seguir intentando. Pero yo no puedo controlar la fuerza y la dirección a la vez, te aviso.
—Para algo eres un ángel. No es como si no nos hubiésemos lastimado estos días en el entrenamiento. —sonríe divertido y toma una postura desafiante—. Vamos.
Se encuentran literalmente frente a la casa del chico de ojos grises, con la idea de no causar algún destrozo adentro. De todos modos, la calle ya está agrietada.
—¡Va! —toma impulso con el pie opuesto al que usa para golpearle, y consigue una mayor altura gracias a ello, pegándole con fuerza bajo el mentón. Sin embargo, no puede lucirse con la caída, es mucho decir que al menos aterriza con los pies.
—¡…! —el impacto lo aleja del otro, pero con sus alas consigue mantenerse en el aire—. Ah, me hiciste morderme la lengua. —arquea una ceja, a la vez que infla una mejilla. A los segundos desciende y se para frente al otro.
—Yo te lo dije y aceptaste. Así que no te quejes. A ver, saca la lengua. —ríe divertido por la reacción del mayor.
—Mh. —asiente una vez y abre la boca, mostrándole la sangre que tiene por culpa de sus filosos dientes.
—Debes lastimarte bien feo cada vez que te equivocas al comer. —ríe más y se queda mirando un momento. Probablemente le llama la atención el color de su sangre, o en sí el tamaño de sus colmillos.
—… —guarda la lengua y lo mira frunciendo un poco el entrecejo—. ¿Me quieres curar o no? Porque tenemos que seguir practicando.
—Ah, sí, lo siento. —aclara la garganta y vuelve a tomar un color rojizo en sus mejillas. Lleva una mano cerca del rostro del otro, sanándolo instantáneamente por ser una herida tan leve.
—¡Oye! Ni siquiera hacía falta que te muestre en dónde me lastimé, si no necesitas verlo para curarlo… —se sonroja también, manteniendo aquella mirada indignada a su mejor amigo—. En qué rayos andas pensando… —le empuja con una mano, haciéndole presión sobre el hombro.
—No es nada, sólo sigamos con tus instrucciones. —esconde los ojos tras los flequillos, cabizbajo.
—¡Mira al frente! ¡Ven y quiero dos patadas! Pero si es posible a las mejillas. —se aleja de él, dándole espacio para el siguiente movimiento.
—Está bien, lo intentaré. —repite el procedimiento anterior, consiguiendo asestarle una a la cara, pero sólo una.
—Faltó la otra. —se seca la sangre del labio con la manga del abrigo—. Otra vez. Pero ahora tendrás que esquivar un disparo mío. Más tarde practicaré yo también sin magia. —estira los brazos y se truena los dedos. Seguidamente enciende levemente sus manos en electricidad—. No será muy fuerte, tranquilo.
—Yo podía aguantar cuando estabas poseído, puedo soportar un buen chispazo. —le responde con confianza Yuki—. Aunque la idea original sería esquivarlo, ¿No?
—Sería difícil que esquives algo redirigible a corta distancia. —le lanza una pequeña hilera de corriente eléctrica.
—… —se agacha para evadirlo, y usa la mano derecha como apoyo sobre el suelo, proporcionándole una patada en la mejilla del mismo lado. Por la misma fuerza consigue dar una vuelta, cayendo de pie.
—Eso fue mucho mejor. Aunque todavía le falta potencia. Tienes que tirarme lejos, sin miedo. —se limpia con la otra manga el lado opuesto de los labios.
—Lo hago muy fuerte. De otro modo no sangrarías. Que puedas mantenerte solo en el lugar es porque también eres fuerte, no porque no lo esté haciendo bien. Además… No me gustaría dejarte como la vez pasada en el templo… —lo último lo menciona con la voz más baja.
—Esto y lo otro son cosas diferentes. Ahora estamos en un entrenamiento, y ya no volverás a actuar como un imbécil golpeando gente sin motivos. Así que tranquilo Yuki. —es demasiado directo para decirle aquello, pero tiene buenas intenciones.
—Lo entiendo, pero… Uhm. —niega varias veces—. Lo siento por retrasarte. Sí, voy a pelear más seriamente. Por favor, lo mismo no usemos todo o vamos a destruir no sólo a nosotros sino a mi casa. —mira hacia el jardín.
—Ah, es verdad. Con cuidado pero duro entonces. —ríe y vuelve a lanzarle un rayo, algo más potente que los anteriores.
Regresando la vista hacia el bosque, se ven claramente los agujeros en el cuerpo del enemigo. Los lugares por los que se desliza la espada, están bien marcados. Muy pocos son profundos, además de que todavía no consigue dañar mucho su punto débil. Al menos es lo suficiente como para poder avanzar con el resto de lugares hasta que sea posible llegar a él. SunHee está empezando a sentir el cansancio, se denota completamente en su mirada. Aunque lastimosamente también se está comenzando a ver en sus movimientos. Cada vez más torpe, manipula más lento por los aires a su hermano.
—Estoy preocupado MinHyuk, tú y Yamato podrían terminar en problemas. ¿No hay posibilidades de hacer una retirada? —pregunta el niño de ojos rosados, sentado, abrazando sus piernas dentro de aquella dimensión aparte.
—No. Es imposible. Estamos en un todo o nada desde que comenzó la invasión de los enviados por Dios. —le responde rápidamente, apuntando siempre que puede con la espada hacia el abdomen del monstruo.
El rubio ataca y esquiva mucho por sí mismo, con el apoyo de que si él no puede reaccionar rápido, su melliza lo cambia de lugar. Así lo deja rápidamente sobre el suelo, para evitar gastos innecesarios de energía como fue el comienzo de la batalla. Con todo el tiempo que pelean, necesitan ahorrar fuerzas, pero no es tan fácil; es más un intento que hacerlo.
El enemigo tampoco está quieto. Corre, persiguiendo a los dos chicos, intentando rebanarlos con sus piernas afiladas. Corta árboles, rocas, algunas plantas en el camino, pero no consigue herir a ninguno. El grupo pelea en equipo, mientras que él, pese a ser más fuerte, es uno solo. Y no sólo eso, los niños tuvieron suerte de poder inmovilizarlo aunque sea un poco. Generalmente es SunHee la que sujeta en el aire a los enemigos, pero como ocurre varias veces, el otro genera tanta resistencia que simplemente no puede mantenerlo.
—Oh, ¡Maldición! —grita la chica, desviando la vista de la batalla.
El árbol en el cuál ella se encuentra sentada, está cayendo por ser talado por el ser azulado. Además, esto también provoca que deba dejar de lado por un momento, al menos por un minuto, a quienes ella está manipulando con sus poderes.
Los chicos caen repentinamente en un cúmulo de nieve, mientras ella busca con la mirada otro lugar en donde esconderse, que siga teniendo la misma visión para ayudarles.
—¡Hermanita! ¡¿Estás bien?! —revisa frenéticamente con la vista, con una expresión de confusión.
—Escúchame. Atento a tu entorno, sólo busco otra base. —trata de sonar tranquila.
—¿Y esa niña qué hace aquí? —mira hacia arriba, fijándola como objetivo, pues da un gran salto y trata de patearla.
—¡Ah! —lo evade con problemas, pues ella no acostumbra estar en el frente. Pero como puede volar también, de una manera diferente por tratarse de telequinesis, puede realizar movimientos muy específicos. Tan sólo queriendo estar arriba, sin tomar ninguna clase de impulso, puede posicionarse por encima del enemigo con más rapidez que él. Aunque, sólo funciona en distancias cortas entre una y otra.
—Humana escurridiza, ¿Por qué huyes? —le lanza unos tajos, apuntando hacia la cabeza y el pecho.
—… —se agacha y se ubica atrás del otro, lanzándole una roca en la cabeza. Seguidamente desciende, y se esconde tras un gran tronco—. Si pudiera cambiar la forma de las cosas así como Yamato con su sangre y no sólo moverlas de un lugar a otro, podría ser todo tan fácil… —susurra para sí misma—. Podría haber doblado un árbol y tirárselo, o más fácil, hacer que él mismo se incruste el brazo en su abdomen…
—•Serías la más fuerte de todos si hicieras eso, pero piensa en que tu habilidad lo mismo ayuda mucho. Ten cuidado. Intentaré distraerlo ahora que te perdió de vista•
—Pero yo tampoco te puedo ver, no hagas ninguna locura. —le responde tensa, aún en voz baja—. No podré defenderlos por unos momentos.
Se ve cómo desde arriba el villano intenta hallar en dónde se encuentra la niña de ojos verdes. En eso, Yamato realiza un buen tiro, atinando al punto acordado.
—Mejor los mataré a ustedes primero. —baja velozmente y en un paso acelerado, se acerca rápidamente a quien le disparó.
—Mierda. —corre en dirección opuesta a él, tratando de ganar tiempo.
—Ya no son tan fuertes sin la chiquilla, ¿No? —aún de brazos atados, sus piernas son todo lo que necesita para avanzar. Se adelanta al pelirrojo y atraviesa el tronco de un árbol muy alto y grueso.
—Está intentando aplastarme. —el chico de ojos miel se desliza por un afortunado pedazo de hielo que hay por allí, y concentra más sangre en sus yemas. Apunta a los ojos del villano, con dificultad, pero sí lo consigue.
—¡Ya me cansé de jugar con ustedes! —les grita, cerrando los ojos y con el entrecejo fruncido. Está ciego, pero quién sabe por cuánto. Siendo un monstruo podría simplemente ser como una venda y no una bala—. Los agarraré uno por uno, así no los pueda ver, me daré cuenta cuando sus miembros estén desparramados.
Probablemente sus sentidos no son tan agudos como uno esperaría, ya que al parecer se guía principalmente por la vista. Por su lado, SunHee se encuentra sobre otra cúpula, y ante lo que se entiende como una nueva oportunidad, realiza todo el ruido posible con las hojas y todas las pequeñas rocas que encuentra, incluso lanzándole algunas.
—•Bien, ya estás a salvo. Ya sé en dónde también. Te agradezco que te esfuerces tanto hermanita. Espero que podamos derrotarlo pronto•
—Lo mismo espero. —levanta una piedra de gran tamaño, y se la lanza en la cabeza al ser de ojos negros.
De no ser por su resistencia podría haberlo destrozado, pero al instante del golpe, él se hace a un lado, dejándola caer a su derecha. La rebana en varios pedazos, seguramente para evitar que la vuelvan a usar en su contra.
En ese momento, la parte más filosa de sus piernas comienza a brillar en un rojo intenso, manteniendo ese color. A la vez, emana vapor. Lo más seguro es que no esté tan caliente, pero el clima helado lo hace parecer así.
—¡Los humanos tienen que morir! —grita con una voz rasposa, y va tras MinHyuk, a pasos agigantados y más rápidos que antes.
Preocupados, tanto la rubia como el pelirrojo actúan rápidamente. Yamato moldea la sangre y la mueve hacia las piernas, tratando de evitar así su paso, mientras que SunHee cambia a MinHyuk de posición, llevándolo atrás de un árbol. Ninguna de las dos cosas funcionan. El líquido rojo se pierde en el aire, al simplemente acercarse, ya que se seca. Y el árbol es cortado como si de una rama se tratase. La potencia de esas cuchillas es aterradora.
El tronco cae hacia al frente, a pocos centímetros del chico de ojos miel.
—Estuvo muy cerca. —pega un pequeño salto hacia atrás—. Ahora puede cubrirse otra vez… Y aunque no vea es aún más peligroso. —se muerde el labio por dentro, y seguidamente suspira pesado—. Mis habilidades ya no serán útiles a estas alturas.
No está equivocado. Si fuese únicamente agua lo que interfiere, aún funcionaría, con limitaciones pero sí. Ahora no está en condiciones de decir que disparará una gran cantidad, habiendo usado tanta. Su piel incluso, conforme pasan los minutos, está más pálida.
—Estoy muriendo de frío. —sus manos tiritan, y él las mira, enarcando las cejas—. MinHyuk, ¿Qué sugieres?
—•Y… Me gustaría decir que estés mejor… Y que hubiera sido quizás lo ideal que tú lucharas con la espada… Porque como sabes, no soy tan bueno. Pero quería sentirme más útil, dejar de estar siempre escondido. Sentir que yo también era capaz de luchar con ustedes, como ustedes. Lo siento, creo que lo arruiné.• —rueda por el pasto, mojado por la nieve, y se levanta rápidamente, tratando de trepar el tronco con su espada.
—¿Qué es esto? ¿Una despedida? —Yamato suspira nuevamente y corre hacia él, mientras lanza espinas hacia el enemigo. Usa el arma clavada para treparse al árbol con un salto—. ¡No me jodas! ¡Tu habilidad también es útil! ¡Jamás habías tenido problemas de autoestima hasta que conseguiste poderes! ¡Abre la cabeza y deja de sentirte inútil!
El chico de cabellos rubios lo ve, con los ojos húmedos, y frunce el ceño con una sonrisa. Su mejor amigo sigue disparando pequeñas espinas, sin que parezca esperar precisamente una respuesta en palabras.
El lugar en el que están es derribado, así como varios pinos alrededor, cortados de una sola vez a la mitad. Quitan la espada y SunHee los lleva hasta donde ella, algo lejos de la escena.
—Creo que ya no será seguro esconderse, si simplemente destruye todo. Tenemos que matarlo antes de que deforeste todo el bosque en el intento de atraparnos. —comenta seriamente la chica.
Antes de poder llegar a un acuerdo, esta «base momentánea» se inclina notoriamente y al cabo de unos segundos cae, causando un sonido más fuerte que el resto, ya que era uno más alto y antiguo.
—¡Ustedes, malditos! ¡Miren lo que causan! ¡¿Por qué no sólo se dejan matar?!
Pese a sus acciones, denota frustración. Ninguno de los dos bandos quiere que se deteriore lo poco verde que queda en el mundo.
—Yo también me siento cansada. —arquea las cejas y los mira a ambos, sosteniéndose a sí misma y a ellos en la nada. Sus brazos también tiemblan, el frío le afecta como a los demás.
En enemigo no puede encontrarlos porque no están sobre la tierra. Es la única ventaja que tienen actualmente. Mientras no griten, o caigan, claro.
—Ahora mismo si atacamos desde aquí sabrá nuestra ubicación. —lleva la vista hacia el cielo, y luego a su hermana— SunHee, bájame.
—¿Qué te pasa? No. No vas a ir solo. —niega varias veces con la cabeza.
—¿Vas a mandar a Yamato anémico? —frunce el entrecejo, denotando su molestia.
A la vez, señala al chico que apenas puede sostener su cabeza. El acto anterior, sin la adrenalina, habría fallado totalmente.
—¿Vas a usar la espada desde aquí? ¿Sabrás qué le sucede a Tomoki así? —replica, indignado, mostrándole el arma.
—En realidad yo… —dice despacio, sentado mientras toca la pantalla—. Tampoco es que estuviera diciendo algo importante. Es su opción más segura ahora, ¿No?
—Pero… —MinHyuk arquea ambas cejas y tuerce la boca a un costado—. No… No lo sé. ¿Es realmente la mejor idea? ¿De verdad tenemos que dejarte de lado así?
—Yo vine aquí preparado para morir, ¿Qué crees? —ríe con los ojos cerrados, y mira hacia el suelo—. Que tenga miedo, o que no lo tenga, no hace diferencia en que quiero que la Tierra siga existiendo. Que los humanos prevalezcan.
—No sabemos si la resistencia de la espada sea suficiente, para mandarte sin alguien que la empuñe. —le responde, con una voz algo entrecortada—. Si algo te pasara, la culpa me carcomería la cabeza.
—Déjame ir con SunHee. Es preferible tomar este riesgo, a que muramos todos.
—Agh… —le entrega el arma a su melliza, suspirando—. Manéjalo con cuidado. Sé que ya no estás en tu mejor estado y por eso no puedes movernos a nosotros, pero… Haz lo mejor que te salga.
—Eso intentaré, en serio. —deja una de sus manos separada, con los dedos extendidos. Probablemente haga referencia a quienes mantiene junto con ella sobre el viento. Con la otra, gira la muñeca y hace como si tomase la espada por la empuñadura, dejando un espacio entre los dedos y la palma.
Como si fuera una lanza, el arma llega al villano velozmente, presionando sobre su punto débil. Luego se aleja, y le cae hacia un hombro. Toma distancia nuevamente, y se incrusta en el otro brazo. La regresa al medio, otro tajo en el abdomen. Las cenizas se desprenden mientras las aberturas en la piel se hacen más grandes, dejando algunos agujeros marcados. El ser azul grisáceo grita, quizás una mezcla entre dolor y enojo.
—Eres la que mejor usa la espada, al final. —sonríe de lado Yamato, mirándola.
—Estoy segura de que no. Incluso me está costando demasiado, aunque pese tan poco. Me da miedo estar tan lejos porque no puedo reaccionar más rápido.
Está muy concentrada. Pareciera que el arma bailase por sí sola, porque es realmente así a simple vista. El sonido de los filos que chocan los alarma, ya que todo el tiempo habían estado evitando aquello. Desde la distancia no es tan fácil dirigir algo más pequeño que una persona en movimientos específicos, menos aún por el cansancio.
—Nada ni nadie corta mejor que yo. —se jacta el monstruo, tomando impulso con una de sus piernas.
Impacta con fuerza, una patada tras otra, cerca de la parte más superior de la espada. Mientras más atina, su cuerpo se desgasta. Incluso el filo que según él le enorgullece, se va deteriorando. Uno de sus brazos se desprende, literalmente convirtiéndose en polvo antes de llegar al suelo.
SunHee trata de ejercer más presión del otro lado, a la vez que continúa hostigando sobre el flanco izquierdo.
—La vista es muy tétrica. —opina en voz alta Tomoki, observando en frente el interior del enemigo. Puede ver algo brillando despacio entre todo lo negro que lo rodea. Como un núcleo, el punto débil tiene su propia luz.
Con la insistencia, desaparece el otro brazo. Ahora sí no puede protegerse sin atacar. Lo gris azulado continúa desvaneciéndose, generando más huecos tanto por dentro como en el exterior. Finalmente, una última estocada consigue evaporarlo por completo, no sin antes llevarse la parte más alta y puntiaguda del arma que lo mató.
—Ah… Espera… —un quejido de puro dolor proviene de la boca del más pequeño. Se agarra el hombro con su mano contraria, mientras ve cómo su miembro superior izquierdo literalmente desapareció. La sangre resbala por toda su ropa, mientras tiene una mirada de completa confusión.
La chica regresa la espada con ellos, notando allí que falta un pedazo. Toma con mucho terror en sus ojos la empuñadura entre sus manos.
—¡Tomoki! ¿Estás vivo? —las lágrimas caen de sus mejillas, está muy asustada.
—Lo estoy. Sólo… Duele… Pero… pensé que sería mucho peor. Así que estoy bien. Me falta un brazo, supongo que si salimos de esta no podré seguir en la banda… —comenta con un tono quebradizo y los ojos llorosos.
—No te dejaremos ir así de fácil, pequeño. Vamos a darte la mejor prótesis con la mejor tecnología, que se conecta a tus nervios y es de tamaño ajustable. —le responde MinHyuk, obviamente en medio del llanto, pero tratando a la vez de calmarlos a todos.
—¿Eso existe…? —pregunta despacio, tratando de detener el sangrado con la mano, ejerciéndose presión.
—Claro que sí. No es accesible para todos ya que hay pocos, pero te prometo que te conseguiremos uno. No habrá otro tecladista en la banda. —sonríe con los ojos cerrados, arqueando las cejas, y después se talla los ojos—. Dios… ¡Pensé que te habías muerto! —no pudiendo contener más su tristeza, deja que las cascadas de sus ojos se apoderen de su rostro, mezclándose con los copos derretidos.
El pelirrojo los escucha en silencio, también llorando, con una mano sobre el arma.
—De hecho… Me da miedo que Yamato y yo no podamos más. Tenemos que encontrar ángeles, rápido. Sé que estamos confundidos y todo pero, todavía no terminamos. Normalmente eres tú el que diría eso MinHyuk.
—Tienes razón Tomoki… SunHee, —apoya una mano en su hombro— ¿Puedes llevarnos…? —cierra los ojos—. No sé en qué lugar habrá ángeles… Pero… Llévanos a la ciudad por favor.
—¿Desde aquí…? Esto… Estamos muy, pero muy lejos. Hermano… —independientemente de lo que está hablando, se eleva hasta por encima de las cúpulas de los árboles, avanzando con ellos—. Deberías usar tu oído para ver si hay alguno.
En cierto modo se convierte en una carrera contra reloj. El chico de ojos miel no podría estar de pie, está casi desmayado. Y el más pequeño pronto estará igual o peor. Ni siquiera tras haber vencido al enemigo pueden descansar.
—Chicos…. —tiene un ojo cerrado— Desde… Hace rato que no me siento muy bien tampoco… —vuela con ellos algo más rápido de lo que sería un auto, con la obvia intención de llegar lejos—. MinHyuk, ¿Escuchas algo?
—Todavía no, lo siento… No cerca. A un par de kilómetros hay voces. Pero creo que son demonios. —se rasca la cabeza, mirando entre las ramas mientras es llevado.
—¿Puedes comunicarte con alguien? Alguien que conozcas, que pueda ayudarnos a salir de esta… —la rubia insiste, con una voz suave, no le pregunta de mala forma.
—No… Yuki está muy lejos de aquí. —niega varias veces.
—Yo tengo una idea para pararle el sangrado. Recién se me acaba de ocurrir. ¿Podemos descender un momento, o podrás con todos ahora? —Yamato mira a la chica de cabellos claros.
—Bajemos… A mí también me hará bien… —los traslada cuidadosamente al suelo, bajo unos enormes pinos.
—Gracias. —le sonríe y acaricia su cabello despacio—. Tomoki, aguanta un poco. —cambia el foco de su vista hacia el brillo del metal, y posa la mano sobre este—. Apoyo terminado.
Al salir, los demás pueden ver cómo el niño de cabellos morados se cubre con insistencia el hombro, causándoles una gran impresión. SunHee lleva ambas manos a la boca propia, cubriéndose por la preocupación. MinHyuk aprieta los puños, mirando la nieve que se tiñe en rosa.
—Tomoki, transfórmate, así no pasamos tanto frío y lo que pienso hacer funciona mejor. —apoya con cuidado los dedos sobre la mano.
—Ah… Está bien. Dios me ha brindado este poder, apoyo… —dice casi con una voz inaudible por lo vasto del bosque.
Los dos se encienden en colores, rosa y marrón, convirtiéndose en una espada completa gracias a que Yamato está con él. La parte superior no tiene el mismo color que el resto, se ve más obscura pero igual de brillante.
—¿Cuál es el plan…? Además de que no vas a pasar frío… —de algún modo todavía puede reírse.
—Tenemos el mismo tipo de sangre, entonces no habrá problemas. —sus manos toman un color rojo profundo, y liberan líquido sobre la herida del menor.
—Te vas a morir si pierdes mucha, ¿Sabes? —arquea una ceja—. Es mejor que esperes a que lleguemos, no puedes reponerla tú solo… Oh.
—Ya te diste cuenta, ¿No? —esboza una sonrisa ladina, aún más pálido—. Sólo te detuve el sangrado con mis poderes… Puedo mantenerlo así hasta que lleguemos a algún lado.
—Oh, eres genial en serio. Siempre pensé eso y siempre lo reafirmo. —suspira profundamente, y se acuesta boca arriba.
—Gracias. Estaremos bien, ¿Sí? Debemos esperar. —su voz suena más grave debido a todo el cansancio acumulado.
Los mellizos sostienen la empuñadura juntos, curioseando la conversación. Naturalmente, no va a quedarse en pausa por siempre. Así que deja pasar sólo cinco minutos, para continuar camino hacia la ciudad.
Lejos de allí, pero al mismo tiempo que los hermanos están buscando, la niña de ojos azules comienza a despertarse. Sigue en el refugio, ya que estaba en una merecida siesta. Se refriega los ojos, todavía acostada.
—¿Ya volvió Josuke? —les pregunta con un tono ronco, sin mirar a ninguna parte.
—Aún no. Pero tranquila, él está bien. Su forma es muy resistente. —le responde la misma mujer que la estuvo curando anteriormente.
—Ah… Ya veo… Uhm. ¿Puedo hablar con mi pareja un momento? Puede parecer raro pero, él me escuchará desde aquí.
—Hay cosas más extrañas, pero sí debo admitir que es sorprendente. Adelante. —camina hacia otro futón, para darle su espacio.
—MinHyuk… ¿Cómo están las cosas? Me dormí. —bosteza y se da media vuelta.
—•A decir verdad, no muy bien. Pero estamos vivos. Ya derrotamos al monstruo. Me alegra que estuvieras durmiendo, sería lo peor si continuaras peleando ahora•
—Espera, ¿Qué pasó? ¿Están muy heridos? —se sienta de golpe, claro que se preocupa al escuchar aquello.
—•Tomoki está lastimado, nosotros no.•
—Eso no tiene sentido, él estaba dentro de la espada, ¿O no? —se lleva los dedos a la comisura de los labios, sus latidos se aceleran.
—•A la espada… le falta un pedazo. Sabíamos que podría pasar algo así. Pero si tú no estabas enterada, quiere decir que no sufrieron graves daños•
—En eso tienes razón… —suspira y vuelve a bostezar, alejando las manos del rostro propio—. Si no suenas aterrado, significa que las cosas están bajo control. —desvía la mirada a un costado.
—•Exactamente. Bueno mi amor, espero que puedas continuar descansando. Yo tengo que ocuparme de algunas cosas aquí. Nos veremos después.•
—Buena suerte, hablamos luego. —le responde y vuelve a acostarse, mirando hacia el techo—. Estoy segura de que me está mintiendo de algo. No me quiere preocupar. Lo sé. —cierra ambos ojos con fuerza—. Señora. —alza la voz para llamarla.
—¿Qué sucede, cariño? —voltea a mirar hacia atrás, mientras proporciona curación a una joven inconsciente.
—¿Existe alguna posibilidad de que manden ángeles a una ubicación en específico? Es que… Hay unas personas que sé que necesitan asistencia ahora.
—Depende de la ubicación. ¿Sabes en dónde están? —enarca una ceja.
—No… No tengo idea… Pero si él no me dijo, entonces tampoco tienen muy claro en dónde se metieron. —se agarra las mejillas, estirándose un poco la piel bajo los ojos.
—Con poca información no podemos actuar. Pero te aseguro que, sea como sea, nosotros intentamos sanar a todos. —continúa mirando hacia su paciente.
—Gracias. —se acomoda con la cabeza y el abdomen hacia abajo, escondiendo el rostro en las sábanas—. Dios, por favor, ayúdalos…
Media hora más tarde, el cielo ya está más obscuro. Es casi la hora de la cena, las siete de la tarde. Pero todavía están en el aire los mellizos, volando a una velocidad decente. En el camino sí había demonios, pero desafortunadamente ninguno tenía formas para ayudarles. Todavía esperan por algo de suerte. MinHyuk continúa buscando con sus poderes a la gente de la zona, si hay algún hospital o lo que sea cerca; pero por el momento sigue siendo puro bosque. Árboles, más árboles, nada de gente. Aún es confuso entender porqué el monstruo estaba en un lugar tan aislado de las personas, pero en sí eso es lo que les dificulta ahora encontrar quién los ayude.
—MinHyuk, sé que no es el momento pero, ¿Podrías fijarte cómo le va a Kanae? Me da miedo… Si nosotros estamos así, y éramos muchos. —con los ojos entrecerrados del cansancio y a la vez que le aflige, lo ve, esperando una respuesta positiva.
—… —también se le nota muy agotado. Asiente con la cabeza—. •Kanae, ¿Cómo está todo allá? ¿Estás bien?
Desde el otro lado de la «llamada», se divisa la figura de una chica sobre el suelo. La niña de ojos violetas está sobre unos escombros, sosteniendo el báculo con la mano apenas cerrada. Al resonar en su cabeza la voz de su amigo, lo poco de conciencia que le queda regresa. Aún no sabe cómo contestarle, sólo respira profundamente.
—•Kanae, al menos sé que estás viva porque oigo que estás tomando aire. ¿Puedes tratar de responder algo? Aunque sea corto. SunHee… —niega con la cabeza—. No sólo ella. Queremos saber qué sucedió contigo. Nosotros ya acabamos nuestra parte, Mitsuru también. ¿Y tú?
Estira con dificultad el brazo hacia arriba, mirando cómo la nieve se desliza a través de sus dedos. Ella, recostada sobre pedazos del techo de un auto. ¿Cómo podría decirle, que no sabe en dónde se encuentra actualmente el enemigo?
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