Nisenai Fantasy - 23
Capítulo 23
Se repite la misma pregunta en su cabeza: «Kanae, ¿Qué pasó?». La voz de su amigo preocupado, insiste, probablemente por temor. La pequeña de ojos violetas mira a su alrededor.
Hay una gran montaña de cadáveres, mezclados con pedazos de edificios y de autos, buzones, vidrios, entre otras cosas. El hedor de los cadáveres podría ser más nocivo si no hubiese ese ambiente tan frío. Sin embargo, la sangre le revuelve el estómago a la chica. Son cosas que preferiblemente borraría de su memoria si pudiera. Tener que presenciar cientos de asesinatos y fallar en proteger a la gente que lamentablemente confiaba en ella. Y todo sucedió tan rápido.
Ella recuerda, tratando de saber por dónde empezar: «El monstruo ya estaba con un par de cráneos en sus manos cuando llegué. Le lancé cosas, traté de contenerlo, pero excavaba y salía. Las personas me gritaban, que ayuda, que los cuide, que los salve. Y yo, estúpida, les dije que sí, que lo haría, que yo podía. Qué ilusa, semejante confianza sólo porque tuve un poco de entrenamiento… Vi una luz, algo que me golpeó muy fuerte. Me cubrí con magia, y lo mismo perdí la conciencia. ¿Qué sucedió exactamente?»
—•Kanae, ¿Te estás muriendo? ¿Tienes un pulmón perforado? ¿Qué sucede?• —ante el silencio de la niña, el rubio se desespera, porque en las circunstancias en las que el mundo está, podría significar algo terrible.
La pequeña de cabellos negros vuelve a mirar sus dedos, e intenta levantarse, pero sus piernas tiemblan, su otro brazo no responde. Un dolor punzante se hace presente cuando intenta moverlo. «Ah, me lo quebré», dice en su mente y suspira. La corriente de aire repentina en su garganta le provoca tos.
—Kanae, ¿Ya despertaste? Gracias a Dios que estás viva. Ese monstruo usó dos habilidades y huyó. Por un momento, yo tampoco podía ver. —le habla Ryōtarō, obviamente sin darse cuenta de que la otra está intentando responder hace rato a las palabras de MinHyuk—. ¿Qué esperas? Tenemos que ir tras él. Se fue por la derecha. —señala, aunque está sólo en esa pequeña dimensión.
—Mh… —intenta articular, pero sigue sin conseguirlo.
Su cuerpo está lleno de moretones, así como sangrado interno. Son cosas que normalmente Yuki evitaría que suceda, ya que él los cura antes de que lleguen a puntos deplorables. «Ojalá pudiera leer mi mente en lugar de escucharme. Nunca pensé que no podría contestar.»
Una silueta toma color desde la nada, apareciendo a su lado con una gran maza. Aparecen en su espalda las enormes alas blancas características de los ángeles.
—Apoyo terminado. —dice seriamente, sosteniendo a una altura baja el arma.
—¡Kanae! ¿Qué te sucedió? Agh… No creo que pueda responder. —cierra los ojos, frunciendo el ceño, y luego voltea a mirar hacia arriba—. Oye Mawaro, ¿Hay más gente viva aquí? ¿Sientes alguna presencia?
—No. —niega con la cabeza—. Por lo visto la conoces. Vamos a llevarla al refugio.
—•Josuke, ¿Qué estás haciendo ahí? Te dije que cuidaras a… Mh. Lo siento. ¿Puedes llevar a Kanae a alguna parte segura? Nosotros aún no llegamos a la ciudad, es imposible que la ayudemos.
—La llevaré con los ángeles MinHyuk, se repondrá pronto. Mitsuru está bien, ella está quedándose con ellos también. Yo estoy ayudando a recoger a los heridos. Te cuento para que no andes con la cabeza revuelta. —toca el bastón—. Apoyo terminado.
—Gracias Josuke, me estaba volviendo loco. Estaba encerrado y no tenía forma de llevarla a un hospital o algo… —aprieta un puño, cabizbajo.
—Tú mismo sabes que de no ser por eso, ahora estarías muerto. Así que tranquilo Ryōtarō. —en un extraño intento de calmarlo, según lo que parece ser, le sonríe y le ofrece la mano, a la vez usa la otra para la hechicera—. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Con sus cuerpos resplandeciendo en diferentes colores, forman una nueva maza. Esta vez incluso tiene algunos detalles además de agregar simplemente violeta o verde: las caras laterales tienen púas.
—Literalmente la esencia del arma cambia por cada persona que se suma. Ya lo voy viendo varias veces con este chico, pero sigue llamándome la atención. —dice para sí mismo el joven de cabellos negros largos, agitando sus alas para tomar vuelo. Esta vez, se eleva rápidamente a la altura en la que se encuentra la casa, volviéndose invisible en el proceso.
A diferencia de otros casos, como las heridas de Kanae son internas, no parece estar en tan mal estado si cualquiera lo ve. Es casi como si se hubiera peleado con una persona.
—¿Pudieron ganarle al que le asignaron a ustedes? —le pregunta Josuke, tomando asiento frente a la chica recostada.
—No… Y aunque vi por dónde fue, no tengo idea de hacia dónde va. —tuerce la boca, y suspira—. Desde que llegué supe que ese fantasma tenía algo extraño, pero no entendía qué. Él sólo golpeaba a la gente con puñetazos, y de repente magia. Esos ataques nos dejaron fuera de combate. —se sienta al lado del otro, mirando hacia abajo con los ojos caídos—. ¿Qué crees? ¿Podríamos haberlo vencido solos?
—No lo sé. Pero si Mitsuru se encuentra mejor, podríamos ayudarla. —tiene una pierna estirada y la otra con la rodilla cerca del pecho, apoyando su brazo en esta.
—Por cierto, ¿Qué clase de demonio es este? ¿Por qué tiene alas blancas? ¿Y… porqué es transparente ahora? No puede ser, ¿Se trata de esos ángeles guardianes? —parpadea varias veces, mirándolo con curiosidad.
—Ah, eso. Sí. —mira hacia la pantalla, con una leve sonrisa—. Ellos no sanan, pero también ayudan a su forma.
—Eso veo. —lo ve a él y luego a donde el otro se concentra— Si él no hubiese estado contigo, probablemente yo le hubiese hecho un cuestionario antes de decidir si era seguro ir con él.
—Incluso yo le pregunté algunas cosas, pero no estaba en posición de decidir. Mitsuru también sufrió graves daños… —baja la cabeza—. Por eso mismo no sé si ella quiera volver a pelear en el mismo día. —suspira—. ¿Por qué no hay otros hechiceros o demonios intentando pelear contra esos monstruos tan fuertes?
—Quizás porque no saben en dónde está. No todos tienen un MinHyuk que les mande un mapa exacto. —asiente para sí mismo.
—… —voltea a mirar a la pequeña sobre el suelo—. Qué mala suerte nos ha tocado, en cierto modo. —arquea las cejas, con una mirada triste—. No sólo por las peleas, sino… Que hubiese sido mejor que a mi me tocara ir con ella, y a ti con Mitsuru. ¿No?
—Yo ya superé la idea de que saldría con Kanae. Además, ella ni siquiera parece tener intenciones de salir con Jun, dime, ¿En dónde quedaría yo? —ríe bajo, con la vista hacia el techo, y luego a quien está sentado—. ¿Y a ti te falta mucho para aceptar que MinHyuk-
—No lo digas. —se cubre los ojos con una mano, cerrándolos y pasando las yemas por sus párpados—. Ah… Sí lo sé. Lo sé… Pero, hoy me enteré de algo que no sabía. Ella y yo somos medios hermanos. Y sin embargo, ella sí le gusta y yo no. ¿Es porque soy hombre?
—No me parece que eso tenga que ver. Tu personalidad y la suya son muy distintas… Pero, me sorprende que no notaras el parecido entre ustedes, físicamente hablando. —le señala los ojos—. Sin tus lentillas negras, ustedes tendrían los mismos ojos. Y su color de cabello es claro.
—Bueno, yo imaginé… Simplemente imaginé, que si mi padre me quisiera, me hubiera hablado en todos estos años. Digo, sólo quizás… Creo que es lo normal. En fin… No hay tiempo para problemas personales. —sonríe con los ojos.
—Uhm. —a él se le borra la expresión de la poca alegría que le quedaba al verlo.
Realmente, eso le haría preguntarse a los miembros de la banda si cuántas veces él ha estado triste sin decirles nada. ¿Qué pasaría verdaderamente por su cabeza? ¿Qué es lo que piensa exactamente de Mitsuru y de los demás?
Al cabo de unos 20 minutos, están a simple vista frente a la nada. Sin embargo, el joven de cabellos largos abre la puerta, ingresando con su arma temporal.
—… —la deja sobre uno de los futones, a dos lugares de la pelirroja—. Apoyo terminado. —dice y al instante se aleja un metro.
Aparecen los chicos en la misma posición en la que estaban adentro, pues los dejaron sobre una superficie plana y amplia.
—Gracias, señor. —mira hacia arriba el niño de cabellos verdes.
—No es nada. Puedes decirme Mawaro si gustas. —le hace una corta reverencia y se retira hacia una de las habitaciones de más atrás—. Me sorprende que se pongan a hablar de todo si saben que los estoy oyendo, estos humanos. —dice para sí.
En el living hay menos humanos que antes. Lo más seguro es que cuando sanan deciden regresar a su casa. Eso también explicaría porqué tampoco hay tantos ángeles presentes.
—Disculpe, señora… ¿Podría ayudarnos? Mi amiga está en malas condiciones.
—Claro. ¿Eres amigo de los hermanos? —se acerca caminando y se sienta sobre las piernas propias, comenzando a curar a Kanae.
—Sí, más de él que de Mitsuru, no nos conocemos mucho todavía pero podríamos llevarnos bien. —sincero como siempre, y con detalles innecesarios.
—Ya veo. —le pone una mano en la frente a la hechicera—. Oh… Qué bueno que llegaron ahora, la niña se estaba muriendo. —suspira y los ve—. Necesitará un largo rato para recuperarse. Incluso si la sanamos, probablemente se encuentre en un estado de shock mentalmente.
La chica de ojos violetas mueve las pupilas en dirección de la mujer. «No sabría decir si shock pero… No me siento bien. Mucha gente murió por mi inaptitud. Aún con un arma, no fui capaz de activar a tiempo mi escudo… Y casi muero. Incluso Ryōtarō podría haber muerto, de no ser que el báculo es tan resistente.»
—Yo creo que Kanae querrá luchar cuando se recomponga. —responde Mitsuru, sentándose sobre las sábanas—. Yo no dejaría que me patearan el trasero sin buscar una revancha. —dirige la mirada a quienes están más adelante.
—Por cómo están las cosas, creo que también tendrás que luchar de nuevo. —le comenta el chico de cabellos claros—. Claro, yo también voy.
—No hay problema. —echa unos puños al aire de manera recta, a la altura de los hombros—. Me encuentro en perfectas condiciones para ir a destrozar a quien lastimó a mi amiga. Espero poder ser más fuerte.
—Sin ofender, dudo que puedas ganarle fácilmente. —se rasca tras la cabeza el de ojos vino, algo nervioso—. Si los demás estuvieran aquí incluso les diría que vengan. Es fuerte, nos va a costar. Y tenemos que derrotarlo rápido, además. Tiene magia, y me da mala espina.
—¿Magia? —ladea la cabeza la pelirroja, bastante sorprendida al respecto.
—Tiene mucho trucos. No sé si tendrá alguna habilidad final. Tú sabes, algo que le tarde mucho usar. —baja la mirada—. Por ejemplo, digamos que yo mando un cohete a una gran altura, y suelta una roca. Tarde o temprano esa cosa va a caer bien fuerte. Pero no puedo usarla instantáneamente.
—¿Qué te hace pensar que tiene tal habilidad? —arquea una ceja el otro.
—No sé. Quizás sólo estoy diciendo locuras. Pero me da miedo. Así que… Espero que podamos derrotarlo pronto… —se acuesta en el suelo, cruzando las piernas con las rodillas levantadas—. Lo siento si los asusté.
—Tranquilo. Imagino que estás tratando de que no te vuelva a tomar desprevenido, así que es entendible. —Josuke suspira y se estira de brazos.
—Qué terror escuchar de semejante monstruo. —arquea ambas cejas la mujer, con una notoria expresión de miedo. Obviamente, sin dejar de lado su labor.
—Nosotros lo vamos a vencer, así que tenga fe. —le pone una mano en el hombro, sonriendo de ojos la niña de ojos azules.
Hay un corto silencio en la sala, hasta que se escucha una voz en la cabeza del grupo.
—•Qué bueno que llegaron. Escucho a Mitsuru, así que significa que están en el refugio. Nosotros recién llegamos a los límites de la ciudad. Hay unos ángeles custodiando. Están peleando contra unos fantasmas comunes, pero también se dan el tiempo para ayudarnos.•
—Oh, MinHyuk, ¿Cómo están todos allá? —pregunta su novia con verdadera curiosidad, a la vez preocupada.
—•Mejor, gracias. A ti se te escucha con más energía, qué alivio. Josuke, Ryōtarō, ¿Cómo ven a Kanae? ¿Aún no puede hablar?
—No… Pero estará bien pronto. —responde del de cabellos verdes—. ¿Pueden llegarse a donde estamos nosotros, para ayudarnos a pelear?
—•Lo siento. Creo que hasta mañana no seremos capaces de avanzar. Los ángeles están muy cansados y… Obviamente aprecio muchísimo la ayuda.• —suelta un suspiro casi inaudible por el lugar en donde están; escondidos detrás de unas rocas en el suelo, siendo atendidos—. •Pero cuando ellos no tienen energía, tampoco nos pueden reponer, así nos curen no estaremos en condiciones. Vamos a obstaculizar en lugar de ser de ayuda•
Lo que les dice no es mentira. En lugar de que tengan que pensar en quien atacan, tendrían que estar aún más pendientes de si no lastiman a sus compañeros. Protegerse los unos a otros sí es común entre ellos, sin embargo no tendría sentido que estén presentes sin poder actuar. Fuera de MinHyuk, los demás no podrían aportar contra ese enemigo. Además, por alguna razón, también les está ocultando lo que le pasó al menor. Quizás no quiere causar más preocupaciones.
—Entiendo… —le responde Mitsuru, cambiando de posición en la que se sienta—. Iremos nosotros entonces. Por favor, mi amor; si puedes estar atento, te vamos a preguntar si escuchas algún ruido sospechoso cuando Kanae se encuentre mejor.
—•Cuídense mucho, no me gustaría que haya bajas, sinceramente. Descansen hasta entonces, yo también dormiré un rato.•
—Descansa bien. —le contesta Josuke mientras mira por la ventana, un paisaje de sólo nubes desde esas alturas.
Mientras la hechicera los escucha conversar acerca de todas sus ideas y planes para el contraataque, sus ojos se van cerrando sin previo aviso. La desaparición del dolor más interno le causa una completa calma, dejando de a poco de prestar atención, y consiguiendo por fin dormirse.
Nuevamente frente a la casa de los Matsumoto, se encuentran dos chicos sobre el suelo, recostados a un metro de distancia del otro.
—Yuki, ¿Me puedes curar? —le pregunta con una voz forzosa, sin moverse ni un centímetro de su posición.
—Cuando me pueda levantar, idiota. —ríe fuerte y seguidamente suelta un quejido del dolor. Lleva una mano a su estómago, unos brillos verdes aparecen bajo ella.
—Ah… No recuerdo haber tenido un entrenamiento tan duro nunca. Pero si lo hiciéramos así siempre, creo que hubiéramos causado muchos daños. —mira hacia el costado, en donde el otro está—. ¿No crees? —se contagia de su risa, y también se queja, pero sin poder mover sus brazos.
—Eso es porque no me dejaste detenerme para preguntarte si estabas bien. —le menciona, mientras se lo ve sanándose el brazo contrario.
—Me pregunto cómo le estará yendo a los demás. —desvía la mirada hacia arriba—. Siento como si estuviéramos holgazaneando, a pesar de que nos estamos esforzando mucho en mejorar nuestras técnicas.
—Incluso si hubiéramos dicho que queríamos ir, MinHyuk se hubiera negado. —ya puede sentarse, así que continúa con el rostro propio.
—Pero si lo pienso bien, incluso tienes más energías. Yo me siento cansadísimo. —la última palabra la dice muy aireada, cerrando los ojos.
—También me muevo mejor gracias a ti. —suena su estómago. Parpadea varias veces, y se sonroja—. Pero de todos modos me dio mucha hambre. No puedo reponer tu stamina, pero sí curarte. —le comenta mientras gatea hacia a él, en el suelo. Toma asiento al lado y comienza por las piernas del otro.
—Yo tengo más sueño que otra cosa. —continúa sin verlo—. ¿Quieres que te cocine algo yo? Como premio por tu esfuerzo.
—No es necesario Jun. Además, tendré que curarte otra vez si te pones a hacer la comida ahora. —sonríe divertido. Termina de sanarle las caderas, y sube hacia su abdomen, que es lo que más daño recibió.
—Jum. —infla una mejilla—. De lo que te pierdes.
—¿Qué cosa me estoy perdiendo? —lo toma por las mejillas con delicadeza.
—¡Yuki! —aclara la garganta y lo mira con el ceño algo fruncido—. Hace días que no me dejas cocinar nada, ¿Acaso lo preparé mal la última vez?
—No, no es eso. —se rasca apenas bajo un ojo, desviando la mirada.
—Eso suena como si estuvieras mintiendo. —toma asiento también, y se cruza de brazos. Suspira, cabizbajo—. Quizás perdí el toque por estar pensando en otras cosas. —se pone de pie y abre las rejas, entrando despacio al jardín.
—Sí puedes cocinar. Extraño tu comida. —se ubica rápidamente frente a él, mirándolo fijamente. No parece estar mintiendo.
—¿Y entonces por qué estuviste evitando eso prácticamente desde que me quedo en tu casa? —ladea la cabeza, viéndolo confundido.
—Sólo no quería que continúes lastimándote las manos. —le dice mientras toma una de ellas entre las suyas—. Yo tendré que enseñarte a cortar sin cortarte. —lo suelta al instante—. Por cierto, —cambia de tema— ¿Qué opinan tus padres acerca de que te fugaste? —le pregunta, con un tono de verdadera intriga. A la vez le pone el seguro a las puertas de metal.
—Ah, eso. Me dijeron que lamentan haberme tenido encerrado siempre, que es su culpa que yo haya decidido actuar así. Y que suponían que podría suceder, pero que querían protegerme. —él sigue caminando hacia la puerta de la casa, y la abre—. Que puedo volver cuando quiera, que mi habitación sigue limpia.
—Oh… ¿Se estuvieron comunicando por Lime? —lo sigue, entrando también. Cierra y se dirige al refrigerador, sacando huevos y carne de res.
—Uhm. —asiente un par de veces—. Me sorprende que no agarraras mi celular para ver. —toma de la alacena varios condimentos.
—Claro que no haría eso. No tengo motivos para usarlo, no me pediste que lo use para algo. —vuelve a abrir la nevera, para sacar verduras. Las deja al lado de lo demás, sobre la mesada de la cocina.
—Ooh… Bueno, puedes usarlo cuando quieras. De todos modos ya sabes la contraseña. —aclara la garganta—. En fin, voy a cocinar, así que dame lugar.
—Espera un momento. Primero déjame que te muestre cómo cortar la carne sin rebanarte a ti. —coge una tabla de madera, el ingrediente y un cuchillo. Le muestra como ejemplo, dejando como resultado una porción fina.
—Yo sí puedo cortarla así, ¿Cuál es la diferencia? —agarra ahora él el utensilio, y la carne con la mano izquierda, acercándola mucho al metal.
—Ese es el problema. —se ubica detrás de él, y le toma despacio por la muñeca, separándola del filo—. Tienes que ponerla aquí. Si lo haces muy cerca te cortarás de nuevo. También puedes sostenerla desde los laterales con el pulgar y el índice.
—¡…! —como si se le hubiera resuelto el problema de su vida, sus ojos brillan de emoción—. ¡Gracias Yuki! —voltea a verlo, quedando a un escaso centímetro de él.
—… —se aleja rápidamente, rojo hasta las orejas—. D-de nada. Bueno, ya sabes qué vas a cocinar. Por los ingredientes. —toma asiento en la silla, escondiendo la cara entre sus brazos sobre la mesa.
—Estará en un rato, no te preocupes. Ya no sufrirás del hambre. —sonríe divertido, haciendo lo que le enseñó el menor con buen desempeño.
[ 2017, Junio, 22 ]
Son las 2:33 a.m.; varias horas han transcurrido desde que llegaron a la casa de refugio. En el momento, el grupo y una chica más son los únicos humanos allí. Por su parte, la hechicera está comenzando a abrir los ojos. A simple vista parece que están todos dormidos, ya que se escucha únicamente el sonido de la lluvia.
Los demonios y los ángeles que custodian, no mantienen ninguna conversación; como si de robots se tratase, se mantienen realizando la misma acción de sujetar el lugar, y cambiar de turno, lo mismo para ambas especies.
Justo cuando ella mira, un ángel se está yendo a dormir y otro se acerca a proporcionarle energía a uno de los demonios. «¿Qué hora es? Ninguno se ha traído el celular…» piensa, mientras busca en su bolsillo por puro reflejo.
—¿Chicos…? —se sienta despacio, apoyándose con las palmas en las sábanas.
—Oh, ¡Kanae! Qué bueno que despertaste. —la abraza la más alta—. La verdad no me gusta tener que decirte esto pero, tenemos que salir ahora mismo.
—¿Qué pasa? —todavía no puede ni pestañear con normalidad, se refriega los ojos.
—MinHyuk nos acaba de llamar. Dice que hay mucho ruido hacia el norte de la ciudad. —la mira, arqueando las cejas. La manera en la que le habla también indica que o estuvo todo el tiempo despierta, o se levantó hace mucho.
—Voy a abrigarme… y vamos. —parpadea varias veces—. No tengo abrigo. Me olvidé que se rompió. —está vistiendo una ropa confeccionada por los demonios—. La próxima vez usaré la que me dieron las espíritus.
—Ay… En serio no puedes salir así con esta lluvia… —camina hasta un demonio dentro de la casa—. Disculpe, ¿Nos da su abrigo? Es una emergencia. Tenemos que derrotar un monstruo, y ella se morirá de hipotermia si no puede-
—Ya entendí. —ríe y asiente con la cabeza. Un tipo de contextura muy musculosa, piel amarilla y manchas negras. Sus ojos se ven como pupilas sin iris, y su cuerpo el de un lagarto. Parece ser común esa forma física en la especie—. Al fondo hay un baúl, hay muchos abrigos de demonios. Que use el que más le guste.
Las dos chicas caminan hasta las habitaciones, buscando el mencionado cofre de ropas. Para su sorpresa, se encuentra en una parte muy alta en un placard.
—Yo vuelo y tú lo atrapas. —le sugiere Kanae, pero antes de actuar, se mira las manos—. Me olvidé, necesito el báculo.
—Oh, está bien. Ve a buscarlo, de todos modos ya nos debemos ir así que deberían ir transformándose. —le dice mientras se queda viéndola con los brazos cruzados, moviendo el pie—. Lo bajaría yo pero haría mucho ruido al saltar.
—Ya vuelvo. —le dice y se dirige rápidamente al living. Le toca el brazo al chico—. Disculpa, ¿Podrías transformarte? Necesito tu ayuda y ya en nada nos vamos.
—Ah… —bosteza, cubriéndose la boca con la mano—. Sí… Dios me ha brindado este poder, apoyo. —dice mientras su silueta adormilada se transforma en el arma.
—Gracias. —lo toma por el bastón y regresa con la otra—. Ahora sí. —se eleva hasta donde se encuentran las prendas, y mueve despacio el baúl—. Ahí va.
—Sí. —lo sujeta con ambas manos y lo deja sobre el suelo. Al instante abre el cierre, para escoger alguno—. Las demonios femeninas suelen ser muy grandes, pero aquí hay una que parece de tu talla. Sólo que es largo. —le alcanza un tapado blanco.
—Muchas gracias. —se viste velozmente y se abotona el abrigo—. Vamos a buscar a Josuke. —cierra el baúl y lo deja allí, no lo podría levantar de todos modos. No es capaz de mantener más que su peso en el aire aún.
—Oky. —se adelanta hacia donde están los futones—. Oye, ¿Podrías transformarte? Perdón que te moleste. —le pone una mano en el hombro.
—Tranquila, ya estaba despierto. —sonríe de lado y estira los brazos—. Dios me ha brindado este poder, apoyo. —la maza queda sobre las sábanas.
—Ya estamos entonces. —se acerca Kanae, revisándose el calzado mientras le dice.
—Sí. Estamos listas. —toma el arma con la mano derecha— Ah. Disculpen, ¿Podrían bajarnos? —sonríe con los ojos cerrados, arqueando las cejas.
Un ángel de curación de allí asiente con la cabeza, y las toma por una mano a cada una. Las hace descender con mucho cuidado, mientras les proporciona curación para que no sientan dolor por el agarre. Realmente, se nota que acostumbran trabajar con delicadeza.
—¡Gracias! —hacen una reverencia las dos a la vez.
El ser alado se desaparece entre la niebla de la noche, no por invisibilidad.
—Debe ser muy incómodo que se mojen las alas. —piensa en voz alta Kanae, mirando hacia la nada ya que el otro ya se fue.
—Seguro que sí. Pero ya nos sacaremos las dudas luego con los chicos. —hace una pausa—. ¡MinHyuk! Necesitamos el mapa.
—•Vayan con mucho cuidado chicas, está muy obscuro y seguro que en esa zona aún más si el monstruo la destruyó.• —les advierte, y al instante les envía la ubicación.
Qué útil es, de verdad, que les den tal orientación. La imagen que ocupa la mente de Kanae, que por supuesto también la debe ver la pelirroja, tiene incluso marcado un sendero desde donde ellas están paradas hasta donde sería «la meta».
—Mitsuru, sabes que no puedo memorizarme en unos segundos la imagen pero… más o menos sé a dónde es. —se limpia unas gotas de lluvia de la cara.
—De todas maneras va a cambiar de ubicación hasta que lleguemos allá. Así que tendremos que buscar. —le agarra de la muñeca—. Vamos a correr, o no llegaremos.
—¡Sí! —abre los ojos, ya más despierta, y tratando de estar atenta.
Lamentablemente por la hora que es, los conductores de vehículos públicos no se quieren arriesgar con la situación actual. En otras palabras, no tienen otra opción que ir a pie. El mayor problema, por supuesto, es que para cuando lleguen allá estarán muy cansadas por el paso que llevan. La incomunicación entre los sectores es realmente desfavorable.
A las 4:18 a.m. consiguen llegar, con muchísimo esfuerzo, al lugar que les había mandado el rubio. Si no fuese porque la casa en donde estaban era dentro de todo cerca de allí, no habría forma de concordar en ubicación con el villano.
Totalmente desacostumbradas a recorrer largas distancias de esa manera, y además con un clima malo para la ocasión, Kanae decide usar habilidades de especialidad blanca para sanar a su amiga y a ella de la garganta.
—¿Ya puedes respirar mejor? —le pregunta, mientras toma aire despacio.
—Sí… Gracias. —sonríe ampliamente y le acaricia el cabello—. Eres una amiga muy atenta. No quiero que mueras aquí, así que continúa prestando atención en la batalla. —le dice lo último con una expresión más seria.
—Sabes que tampoco quiero morir Mitsuru. —mira hacia el frente, buscando si hay alguna silueta conocida—. También cuídate, SunHee no querrá llorar en nuestras tumbas… —sus iris brillan de violeta, de manera que puede ver hasta más lejos.
—SunHee debe haberla pasado muy feo también… Ya quiero que acabe todo esto.
—Ambas sabemos que esto está por terminar pronto… Bien o mal. —le señala con la mano— Hay huellas por acá, y… Evita pisar a la gente si puedes…
—Sí… Al menos llueve, sino creo que vomitaría. —baja la mirada, suspirando.
Durante los últimos días, están teniendo que enfrentarse a unos horribles ambientes de muerte. De algún modo y, uno no sabe si decir por suerte o lamentablemente, les está causando menos impresión que al comienzo.
—Yo también creo que debería acabar pronto… Si ya hay monstruos más fuertes, significa que estamos cerca de terminar. —le comenta la niña de ojos azules, esquivando con sus pies los cadáveres.
—Exactamente… Si Dios quiere, quizás el que estamos enfrentando sea el último. Me gustaría pensar eso… —se acomoda los flequillos hacia atrás, porque le interrumpe la vista en la lluvia—. Hacia allá, que hay un camino de tierra.
—¿Por qué se iría allá? No parece que viva gente en esa zona. —le pregunta pero igualmente la sigue en pasos.
Luego de varios minutos de caminar, se topan con una entrada obscura: una cueva. Hay literalmente un gran agujero en una pared, al lado de un parque. Por la forma que tiene, tiene toda la pinta de haber estado allí siempre. Se adentran con lentitud, a sabiendas de que de todos modos podrían reconocer el sonido de las pisadas en el agua.
—Kanae, no veo nada. ¿Cómo haré para pelear? —se talla los ojos.
—Ah. —agita su báculo, y desde la esfera se enciende una luz fuerte en blanco—. Puedo tratar de iluminar, no cuesta tanta energía.
—Cielos… Desde que tienes esa arma, todo te resulta mucho más fácil. —susurra mientras camina hacia el interior de la cueva.
—Es porque somos mejores amigos, y estamos muy sincronizados. —sonríe y habla Ryōtarō, aunque seguramente sabe que la otra no lo escucha.
—Aparte de eso, también es porque para eso sirve el báculo, para canalizar bien mis poderes. —les responde a ambos a la vez.
El lugar es más amplio de lo que parece por su entrada. Las paredes son entre marrones y negras, con varias estalactitas en la parte superior. Incluso por dentro, gotea un poco, dando a entender que es probable que haya algún pequeño río en alguna de las capas.
Las chicas se detienen al escuchar un grito fuerte de una voz grave. Se les eriza la piel por el susto, pero todavía no es visible de quién viene. Hay dos caminos frente a ellas.
—Odio cuando se dividen las cuevas. —opina Kanae con el ceño fruncido.
—MinHyuk, para no equivocarnos, ¿Puedes decir en dónde escuchas un ruido?
—•Hacia la derecha. Por favor, con cuidado. Por cierto, dice SunHee que les manda ánimos y que las quiere mucho, que espera verlas pronto•
Tal y como ellas habían estado conversando antes, ahora se los confirman: la rubia las extraña y vela por la seguridad de ambas.
Avanzan hacia la dirección indicada con mucha cautela, sin pegarse a la pared para evitar los insectos y telarañas que allí hay. A la vez, cuando alumbran a algunos lugares, varios murciélagos pasan por encima de ellas volando, quizás perturbados por la iluminación.
—¿Nos estaremos acercando? —pregunta Josuke, viendo a través de la pantalla.
—Yo digo que sí. —le responde Mitsuru, aún mirando hacia el frente.
El eco de los pasos resuena en la caverna. A la vez, se escucha unos susurros provenientes de metros adelante, que de no ser por la forma de la cueva, probablemente serían imperceptibles. Se detienen frente a una figura de espaldas, sentado. Incluso desde ese ángulo ya se puede percibir lo enorme que es su cuerpo.
—¿Qué quieren? —les pregunta sin mirar hacia atrás. Su voz suena grave y potente.
—Vengo por una revancha. —le contesta la chica de cabellos negros sin dudarlo.
—Ah. Tú. —se pone de pie, tronándose el cuello—. Los hechiceros no aprenden. Incluso los otros humanos ruegan por su vida, y ustedes vienen a buscar pelea. —enarca una ceja, con una expresión seria—. Ya he matado varios en el camino, supongo que no serás la excepción. —da un puñetazo en su dirección.
—¡Ah! —en realidad la toma casi por sorpresa. Crea rápidamente un escudo mágico alrededor de ella, como SunHee le había sugerido para la resistencia. De igual forma, el impacto la hace chocar contra una de las paredes laterales.
—¡Maldito! —la chica de ojos azules aprovecha para asestarle una buena patada en el rostro, y al instante se aleja en un salto.
—… —apenas se arrastran sus pies de posición—. Esta es fuerte. —ríe como si eso le divirtiese—. Ángel, no te metas en esto.
—No soy un ángel, soy humana. —intenta golpearle nuevamente en la mejilla.
—Tonta. —la sujeta por la muñeca—. Si hubieras mantenido en secreto tu identidad, no tendrías que morir. Realmente… Qué orgullosa.
—¡No me molesta ser humana! —le da con la maza en la base de la cabeza, y así logra zafarse del agarre—. ¡Kanae, ven y dale tú también!
—Ah… Sí. —sostiene con ambas manos el báculo y le dispara un rayo al enemigo.
—¡Eso! Sólo trata de no darme a mí. —vuelve a lanzarse al villano, pegándole con la maza bajo el mentón.
—¿Dos contra uno? No tengo porque abstenerme. —se soba mientras cierra un ojo con fuerza, luego regresa la mirada a la pelirroja y cruza los dedos de las manos propias para darle un fuerte puñetazo doble.
Antes de que pueda atinarle, Kanae lanza una pared de magia sobre la chica, evitando así el daño. Al mismo tiempo, Mitsuru da una vuelta hacia atrás. Sin que pueda poner todavía los pies sobre el suelo, el ser gris azulado estira el brazo con la intención de probablemente romperle un tobillo. Sin embargo, la otra le lanza otra luz violeta, apartándole la mano.
—Tendré que deshacerme de ti primero. —vuela hacia Kanae y la golpea con mucha intensidad en el estómago.
La espalda de la hechicera se une con las rocas de la cueva, al igual que el resto de su cuerpo, con la delgada pero resistente capa de magia que la rodea. Desde allí mismo, sin moverse, lanza unas estalactitas a los ojos del otro; pero él las coge en el aire, rompiéndolas como si fuera el crujir de las hojas de otoño.
—Vas a necesitar más que unas rocas para lastimarme. —la patea en la cara—. Aunque sigues siendo una molestia. —le da un rodillazo en el vientre.
«Siento que gasto muchísima energía en aguantar estos golpes… Agh. Tenemos que matarlo pronto», piensa Kanae.
La otra chica se posiciona detrás del enemigo. Salta y lo agarra de debajo de los hombros, para tirarlo con una vuelta al suelo. Eso le sirve a la hechicera para poder salir de la pared en la que estaba incrustada. La niña de cabellos negros cierra los ojos, concentrando su poder en el báculo. Como si se tratara de un trueno, aparece desde el techo de la cueva. Mitsuru se aleja rápidamente y la habilidad de la otra asesta sobre el monstruo, justo cuando él mira hacia arriba por la luz. Unas ligeras grietas se forman desde su mentón hasta el cuello.
—¡El mentón! —gritan a la vez los chicos desde donde están, indicándoles el punto débil del otro.
—No me había fijado. —tuerce la boca hacia un costado, bajando la mirada un momento. Probablemente se siente algo frustrada por no haberse dado cuenta cuando le había golpeado anteriormente—. No importa. —susurra para sí y vuelve a fijar al objetivo, esta vez con la idea de a dónde apuntar.
La hechicera lanza hileras filosas de magia en dirección a las grietas, pero como no consigue atravesarlo aún, se desvían hacia los costados, agujereando las rocas en su lugar.
—Con que así están las cosas. —junta las manos detrás de su espalda, formando un óvalo con los dedos. Sus ojos brillan en blanco y le rodea un aura del mismo color.
Algunas pequeñas piedras comienzan a levitar del suelo. A la vez, algunos círculos se forman alrededor de los pies del enemigo, cono si la tierra que pisa fuese agua.
—¡Kanae, cubre a Mitsuru ya mismo! —le grita asustado Ryōtarō.
Ante la petición de su mejor amigo, la chica se quita el escudo y crea una barrera que las proteja a ambas y a sus armas, en forma de media esfera, tal y como hizo cuando luchaban contra Jun en aquella ocasión. Y menos mal que lo hizo.
El villano se enciende en color blanco y hace estallar toda la parte de la caverna en la que se encuentran. Desaparece el techo y las paredes laterales, se crea un profundo agujero en el suelo, y también se escucha cómo se derrumban varios lugares de la cueva. De no ser por la advertencia del chico, todos se hubieran pulverizado junto al ambiente.
—¡Maldición! —grita enfurecido el monstruo mientras mira el lugar en el que se esconden sus «presas»—. No podré hacer esto en un largo rato… La próxima vez será más fuerte, y te aseguro que ni tu protección extra te salvará.
—Exactamente eso hizo cuando casi te matan hace unas horas, lo reconocí. —suspira de alivio, mientras se jala de un flequillo—. Lamento no equivocarme de que había que destruirlo rápido…
—La diferencia fue que antes me tomó por sorpresa y sí tomé gran parte del daño… Gracias Ryōtarō. Intentaremos vencerlo pronto. —voltea a mirar a su amiga—. Cuando salgamos de aquí, sabes que tenemos que hacerlo lo más pronto posible.
—Lo sé. —asiente una vez y aprieta los puños, mostrándole cómo se le marcan los bíceps—. Estoy lista, cariño. —sonríe de lado a lado con los ojos cerrados.
—Qué bueno saberlo, pequeña. —le devuelve la sonrisa y mira hacia el frente, con una expresión decidida—. Atenta. —se ve cómo se atenúa a transparente el campo de fuerza hasta que desaparece de rodearlas.
En el momento exacto que aquello ocurre, Mitsuru se abalanza contra el enemigo. Él le pega un puñetazo que la manda hacia el suelo. Ella usa las manos para impulsarse en lugar de caer de lleno, y se aferra del cuello del otro, ahorcándolo con las piernas.
—No necesito respirar como tú, imbécil. —voltea a mirar hacia arriba.
—No es para eso. —le cubre los ojos con las manos.
Kanae le lanza una fuerte estocada de magia hacia el mentón, una y otra vez en un corto lapso. Al mismo tiempo, la pelirroja se da cuenta de que su vida peligra así que se baja de él y rueda por el suelo hacia un lugar más seguro.
La chica de ojos violetas continúa disparando, pero ya no consigue darle en donde planea. Sin embargo sigue siendo útil, ya que se aprecia cómo cenizas se desprenden de los miembros del cuerpo contrario.
—La lluvia no me favorece. —dice para sí Mitsuru, con sus prendas cubiertas de barro—. Así es más difícil tomar impulso porque siento que me pego. —le comenta a Josuke, mirando hacia la maza.
—Si quieres puedes entrar conmigo, si consideras que ya no serás útil de aquí en adelante para la pelea.
—Aún lo soy, pero gracias por la oferta. —sonríe de lado y deja su arma en el suelo al revés mientras la sostiene. Pone un pie sobre ella y salta, llevándosela directamente a la cabeza del enemigo, presionando por la espalda.
Recibiendo ataques por delante y atrás, el enemigo decide correr hacia el frente para golpear a la hechicera, consiguiéndolo sin problemas.
Por su lado, ella estaba preparada, pues tiene nuevamente equipada su magia en el contorno. Aprovechando la corta distancia, le incrusta una aguja rosada en el mentón.
Como reflejo por el dolor, él se aleja con un salto. Y como si lo hubieran tenido planeado, Mitsuru en una vuelta en el aire y de cabeza, le martilla en toda la mandíbula.
—¡Ah! —hace un quejido de dolor—. ¿Qué mierda es esto? No se quita… —tose polvo, ya que aquello lo destruye por dentro.
—¡…! —parpadea varias veces, con los ojos grandes—. También pensé que se iría.
Literalmente ni Kanae se lo esperaba. Lastimosamente, no tiene idea de cómo lo hizo, ya que sólo pensó en no fallar.
En un minuto, el ser gris azulado deja de toser, sumado a que esa aguja cae al suelo. La hechicera violeta la maneja por el aire, mientras que la otra le sigue el curso.
El monstruo mira a la chica y voltea a ver hacia atrás, percatándose de la nueva táctica. Vuela hacia atrás de la niña de cabellos obscuros y rodea con un brazo su cuello firmemente.
—A ver cómo te sales de esta. —carga en su mano energía, con la clara intención de volarle la cara.
A la vez que él crea una explosión de sus manos, quien tiene «atrapada» vuelve a atravesarlo con la misma estaca rosada, pero desde atrás de su cabeza. Ya no podrá usarla como un arma, pero se evita el peligro de que lo usen en su contra.
—No vas a pegarme mientras me pueda cubrir. Así que ni lo intentes. —le dice de manera desafiante, aunque ella misma sabe que se está agotando.
—Ya veo, entonces no tiene caso intentar contigo. —se separa de ella y de dirige en el aire hacia la chica de ojos azules.
Mitsuru lo intercepta con un mazazo en el rostro, y ella cae de pie fuera de la cueva, mientras que el otro al fondo de la caverna, ocasionando otra ruptura en alguna parte según el sonido.
El enemigo se incorpora rápidamente, y busca con una mirada filosa la ubicación de la pelirroja. Al darse con que no se encuentra abajo, se eleva alto y se abalanza apenas hacen contacto visual.
Ella lo esquiva, dando una vuelta de costado sobre el suelo gracias a sus manos, pero sus pies se enganchan a un hueco en la tierra, imperceptible por la obscuridad de la noche.
—¡Te tengo! —le menciona el monstruo mientras forma un puño con la mano.
La chica hace el ademán de cubrirse con los brazos la cara, pero justo frente a ella aparece un pared recta de magia de su amiga. Toma la oportunidad para salir de donde se atoró, y desciende rápidamente por las rocas hasta el suelo de la cueva. La lluvia, en ese caso, lo hizo más fácil para ella.
El ser gris azulado puede encontrar con claridad a la pequeña abajo, ya que la luz intensa del báculo de Kanae ilumina una gran parte del lugar profundo. Toma impulso con la pierna para asestarle una patada, que es desviada por un disparo de energía de la hechicera. Con la abertura que le proporciona aquello, la niña más alta aprovecha para volver a pegarle en el punto débil, provocando que el villano se agriete más.
—Esto no debería estar pasándome. Aún tengo misiones que cumplir. —dice para sí mismo el enviado mientras choca contra un árbol por el impacto del anterior golpe.
Kanae le lanza una esfera rosa que le atraviesa la mitad del abdomen, convirtiendo la parte más anterior en polvo. Este se desliza por sus piernas hasta el suelo con el agua.
—¡Tienen mucha suerte de atacarme a la madrugada, sino no hubieran durado ni un minuto! —frunce el ceño y muestra los dientes—. ¡Si no hubiera estado todo el día destruyendo cosas, les aseguro que las haría papilla!
Arranca un árbol de afuera y se lo tira sin más a la chica de ojos azules. Lo evade sin mucha dificultad, ya que la caída es lenta. Sin embargo, eso era sólo un telón del enemigo, que aparece tras la cúpula para darle un buen puñetazo en el estómago.
—¡…! —sus pies rasgan el piso por el arrastre involuntario, chocando contra una de las paredes laterales en lo profundo.
Unas estalactitas que aún quedaban en la parte superior, se desprenden, provocándole un par de cortes en los brazos a la menor. Apenas hace una mueca de dolor, seguramente porque se acostumbró recibir daños peores.
Por su lado, la chica de especialidad violeta continúa probando con diferentes formas de la misma habilidad: la misma masa de energía con diferentes figuras.
—No me digas, no sabes hacer otra cosa. —suelta una risa burlista a Kanae.
Ella se ofende al escucharlo, pero sabe que no le conviene perder los estribos. Lo más probable es que él la quiera provocar. Aunque también podría ser una simple opinión. «Tengo ataques más fuertes, pero si los uso al comienzo no me quedaría nada para cuando verdaderamente necesite algo», piensa mientras, nuevamente de suerte, crea otra estaca rosada. Con el impulso de otra habilidad, se la incrusta al enemigo en la nuca, llegándole al mentón. Incluso le sobresale un extremo de aquél cilindro puntiagudo.
—… —como si diera por hecho que sentirá dolor, ya no se queja. Toma por la punta lo que lo atraviesa y se lo quita—. Veamos cómo funciona.
Como lo habían previsto, algo que no desaparece termina resultando en su contra. Aunque con toda la fuerza mental intente moverla, el agarre del ser de ojos amarillos es muy potente. Entonces con el objeto punzante en su mano persigue a Mitsuru, volando velozmente. Ella lo esquiva saltando entre las paredes, y pegándole cada vez que puede en la cabeza una que otra patada.
Por lo rápido que ellos se mueven, la chica de ojos violetas debe tener mucho cuidado de a dónde disparar. No son las habilidades suaves de práctica que usaba con su amiga, son como treinta veces más fuertes contra un enemigo real. Por ello, sólo se anima cuando está cien por ciento segura de que puede atinar. Eso disminuye considerablemente el daño por segundo que le realizan al villano.
—¡No tengas miedo! —alza la voz su amiga, aunque se la escucha agitada.
—¡Es muy peligroso! ¡Tú pégale cuando puedas! —le responde Kanae.
Por la pequeña distracción de la conversación, el monstruo consigue tomar por la muñeca con brusquedad a la niña de cabellos anaranjados. Los dos se detienen, en la tierra de la caverna. Con la mano en la que el ser azulado lleva su arma, se la intenta atravesar por el rostro. Como es un ángulo muy difícil para Kanae desde donde ella está, no puede defenderla, pero la menor consigue clavarla primero gracias a la maza. No obstante y de forma inesperada, el monstruo le lanza un puñetazo en el hombro derecho que la hace sangrar, dejando en ella la estaca.
—¡Aaah! —grita por el dolor, dejando caer la maza—. No puedo mover el brazo…
Con el brazo quebrado desde la parte superior, su lado más hábil para la puntería queda descartado. Dejando de lado su herida, rueda por el suelo para evadir una patada y una especie de cabezazo del enemigo.
Entre las vueltas en las rocas, consigue coger nuevamente su arma. Con un par de dedos de la misma mano se extirpa la estaca y la tira en el aire. La golpea sin cuidado con su brazo más fuerte, el izquierdo. Sin embargo no acierta al mentón, en su lugar le da en el ojo derecho.
—Mierda… —toma distancia de ella de forma repentina.
No hay ningún órgano que ruede, se evapora de la misma manera en que siempre se deshace el cuerpo de los fantasmas tangibles. Y por cómo entró, no encuentra cómo quitarse aquello de su interior. Como si fuera de vidrio, tiene una parte falsa que rellena la cuenca. Hace una mueca de molestia mientras se refriega.
—Si no puedo ver bien en dónde están, tendré que usar otra táctica.
Dice para sí mismo, y hace con sus manos la forma de un águila, mientras cierra el ojo que le queda. Unos rayos blancos finos como agujas se dispersan en diferentes direcciones instantáneamente, atravesando a ambas chicas. Como cualquier ataque mágico común, desaparecen tras su uso.
Las dos reaccionan con un sobresalto. La sensación es más fuerte que una simple puntada, más dolorosa que unas balas. Por fortuna no les dio en zonas vitales, pero igualmente existen daños internos.
—Por fin puedo usar mi habilidad, ya pasó el tiempo… sino fuese por lo de recién, podría ser más potente, pero un par de espinas no me quitará tanto poder.
El ser gris azulado coloca nuevamente las manos tras la espalda, como hizo anteriormente cuando la primera parte de la cueva explotó.
—¡Kanae, lo hará otra vez! ¡Ve por Mitsuru! —le advierte Ryōtarō, que es el que está más atento a los movimientos ya que está sólo mirando.
Llega lo más rápido posible al lado de su amiga, recreando el campo de fuerza esférico. Pero hay una diferencia en esta ocasión. Mientras se iluminan los ojos del otro, también se forma una esfera ondulante en frente de la barrera mágica. Kanae voltea a mirar hacia atrás y respira profundo. Los dos están preparándose para atacar.
—Mitsuru, esto es lo que me queda. Es lo mejor que puedo hacer por el momento. Pero me consume tanta energía, además de lo que me cuesta proteger, que no la puedo usar más de una vez en una batalla. —regresa la vista al monstruo, agarrando firmemente con ambas manos el bastón.
Entre lo que la hechicera habla, el otro ya lanzó su habilidad. Antes de que llegue a donde ellas están, la esfera explota hacia el frente, aniquilando no solamente al enemigo, sino también creando un hueco enorme de forma circular en la pared lateral izquierda, con al menos un kilómetro de distancia entre ella y el final del recorrido de sus poderes.
No quedan ni las cenizas de quien estaban enfrentando, desapareció por completo. Pero aparte de la tormenta que resuena en el lugar tras terminar la pelea, también se escuchan aguas acaudaladas que provienen de la dirección del gran agujero recientemente creado. Al mismo tiempo, la protección extra alrededor de las chicas se desvanece, y Kanae cae sobre el barro, sin siquiera poder sostener su báculo.
—Estamos jodidas. Mi brazo. Mis amigos. ¡¿Cómo hago…?! —frunce el ceño, gritando con los ojos cerrados—. ¡Apoyo terminado! —dice mientras tiene una mano en la maza y la otra, aunque colgando, sobre el arma de la hechicera—. ¡Ryōtarō! Llévate a los dos, ¡Rápido!
—Sí, ya mismo. —toma a cada uno con el agarre de sus dedos—. Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo!
Los tres convergen en un colorido báculo, resultando así mucho más liviano y totalmente eficiente a la condición actual de Mitsuru. Se lo lleva rápido, saltando entre las rocas, hasta conseguir salir de la profundidad. Segundos luego se puede observar cómo se llena enteramente aquella fracción de la caverna.
—Qué desastre… —suspira la pelirroja, mirando hacia arriba—. Al menos pude sobrellevarlo mejor que más temprano… —corre hacia el parque, usando los troncos como impulso para saltar y avanzar el paso nuevamente—. ¿Qué me sugieren? ¿A dónde los llevo? Aún estoy para rato.
—Iba a decir al refugio, pero… No podemos subir solos. —le comenta Josuke en tono pensativo, mirando por la pantalla cómo gotean las hojas.
—A algún hospital cercano. Siempre hay aunque sea un ángel para las guardias de emergencia. —le recomienda el chico de cabellos verdes.
—De acuerdo, buscaré uno. —hace una pausa para exprimirse el cabello, y continúa.
Luego de unos diez minutos, Kanae se despierta. Pero por simple flojera, para evitar que le estén haciendo una pregunta tras otra, se queda con los ojos cerrados. Asume que está dentro de algún arma porque su rostro no recibe un torrencial encima. Se priva de suspirar fuerte para que no se fijen en que ya está consciente.
A pesar de ello, Ryōtarō se percata, mirando hacia donde está acostada repentinamente. Y como si quizás entendiese a la otra, mantiene la boca cerrada ante la situación, sólo sonriendo de lado mientras mira hacia el frente. En la pantalla se muestra el camino que la chica de ojos azules transita con esmero.
«¿Qué habría sucedido si hubiese tenido que enfrentarme sola? De seguro que no podía. Tampoco podría si el monstruo hubiese estado en perfecto estado, en lugar de cansado. Es una suerte que los ángeles sí reconocen a estos monstruos como enemigos, no me imagino si ellos los sanaran… sería imposible», piensa la hechicera, aún sin dar algún movimiento que la delate.
La luz del día empieza a hacerse presente. No encontraron ningún hospital por ese camino, pero afortunadamente Mawaro los encuentra, en su rutina de bajar a revisar si hay una que otra persona que necesite ayuda.
—Hey. —los saluda el joven de cabellos largos—. ¿Cómo les fue?
—Bien, creo. El objetivo, lo conseguimos. Y mi amiga no está muriendo, pero sí estamos heridas. Al menos, eso creo. —se rasca tras la cabeza, sin soltar el báculo, pues su otro brazo está inamovible.
—Vamos arriba, allí pueden recuperarse como la última vez. —hace aparecer sus alas y se ubica arriba de la chica—. ¿Cómo te llevo? ¿Prefieres entrar en el arma?
—Nah. —suspira y le entrega el bastón en una de sus manos, dejando la suya al alcance del otro—. Llévame de éste brazo, estaré bien.
—Como gustes. Sólo que quizás te duela. —la toma con cuidado, pero con el agarre lo suficientemente firme para levantarla.
Pasados unos cinco minutos, se encuentran arriba, todos sentados sobre los futones a excepción de Kanae, que continúa acostada. Esta vez, abre los ojos y se estira un poco.
—Sé que no estoy en la salud todavía pero, ¿Podríamos darnos un baño en cuanto nos sintamos mejor? —como no había hablado todavía, su voz está ronca.
—Claro, aunque no sé si tenga sentido ya que volverías a acostarte un lugar con barro y sangre. —le responde un demonio, riendo por la pregunta.
—Tenemos una habitación disponible, pero no tiene nada. Si quieren pueden tirar algo de ropa en el suelo y dormir sobre ella, porque de igual manera, estarán limpios. Está al fondo, entrando a la habitación, y hay una puerta dentro del placard que les conduce a la otra.
—Uwwaa… ¿Por qué hay una habitación escondida? —parpadea varias veces, sorprendida. La niña de ojos violetas, a pesar de cómo habla, no se puede mover prácticamente nada, incluso si lo intenta. Más allá de elongar, no puede sentarse.
—Por las dudas. Ahora, intenten dormir un rato mientras los curamos, después se arreglan y lo que quieran. —aclara la garganta—. Gracias por vencer al monstruo. —dice en voz baja lo último el demonio que descansa sobre una pared.
Los cuatro amigos se ríen en voz baja por cómo lo dice, acomodándose para pasar si Dios quiere una mañana tranquila.
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