Nisenai Fantasy - 24
Capítulo 24
[ 2017, Junio, 24 ]
En la casa de los Matsumoto, es la hora del almuerzo, las doce del mediodía como lo es usualmente en el resto de Japón. Se puede apreciar a simple vista, a través de la ventana, que continúa la nieve como anteriormente. Los hechiceros y ángeles hicieron lo que pudieron para proveer unos días menos helados, pero también necesitan descansar. Se escucha a la vez el noticiero de la televisión en el living comedor.
» Si las cosas continúan de esta forma, el destrozo es inminente. El mundo está convertido en un caos. La gente tiene hambre, cada vez hay menos personas que quieren ir a trabajar por el miedo a los monstruos que atacan todos los días. La desnutrición ha aumentado notablemente en Japón desde que comenzó este apocalipsis. Todo parece indicar que-«
Antes de que se escuche la frase completa, la televisión se apaga al igual que la luz. No hay mucha diferencia teniendo en cuenta que no es de noche.
—Oh. Bueno, tampoco tenía muchas ganas de escuchar las noticias. —dice Jun mientras mastica el puré de patatas—. Por cierto Yuki, ¿No te estás cansando de que viva en tu casa?
Resuena un tierno maullido en el lugar, el gatito Natsu se sube a las piernas del ángel bajo la mesa, rasguñándole despacio la ropa con las patitas a modo de cariño.
—No. —juega con el pelaje del minino, sin comenzar a comer aún—. Antes sólo estaba con Natsu todo el día, estudiando y en mis ratos libres viendo anime, o leyendo libros principalmente… Ahora… Bueno. Todavía no tenemos mucho tiempo libre, ya que la pasamos entrenando aquí o luchando contra esas cosas… Pero de algún modo, la casa se siente más llena. Me alivia mis pensamientos cuando te veo jugando a perseguir al gato, o en sí que siempre tienes una que otra pregunta que quieres que te enseñe. Y lo mejor es que aprendes muy rápido. En sí… A veces me siento un poco egoísta de pensar que no la estoy pasando tan mal como el resto del mundo, porque tenerte aquí me hace sentir mejor.
—Ah… —parpadea varias veces, y luego le sonríe con los dientes y los ojos cerrados—. Qué bueno que no soy el único. Sabes, ¡Me hubiera puesto fatal si me quedaba en mi casa! —alza la voz sin querer—. Porque si me prohibían salir por el peligro, me hubiera sentido inútil de no ayudar o no estar intentando defender la Tierra… Aunque… —suena otra vez más calmado—. Obviamente, también me divierto aquí. No estoy seguro de querer regresar a mi casa, si es que seguimos existiendo de aquí a unos años. —coge con los palillos un rollito de huevo.
—Esa incertidumbre no me dejaría dormir por las noches, si no me hicieras cansar todos los días con tus entrenamientos. —ríe, con aquella risa tierna y dulce que a veces le sale.
—Es bueno que no te deprimas. —ríe fuerte—. Oye, ¿A qué hora llegan los chicos?
—Luego del almuerzo. Hace varios días que no los vemos, así que tendré que revisarlos así los curo bien. Tengo entendido lo mismo que tú, que estuvieron en peleas muy complejas. —ahora sí, comienza a comer él también.
Por otra parte, en la mansión Jung, todavía están preparando la mesa. Las mucamas acomodan el mantel y colocan los utensilios en cada lugar. Luego se siente el abrir de la puerta principal, entrando Yamato, SunHee y MinHyuk con varias bolsas, algunas flotando.
—Había unos monstruos afuera del supermercado, así que por eso nos tardamos. —les dice SunHee en general—. Kanae, Mitsuru, ¿Quieren comer algo elaborado o almorzamos comida instantánea? Porque sino, vamos a llegar muy tarde al encuentro con los chicos.
—Ah, con un ramen estaré bien, realmente me gusta mucho. —le sonríe de lado a lado la pequeña de ojos azules. Está viendo la televisión.
—Opino lo mismo, además, por el tiempo me gustaría que terminemos como dijiste SunHee. —la mira Kanae, sentada en el sofá con su cuaderno de poesías.
Ryōtarō camina hacia ella, y se sienta en el mueble de al lado, mirándola con curiosidad.
—Hace mucho que no escribes, ¿Cierto? Supongo que esto de salvar al mundo nos tiene muy atareados. Aunque siento que no hago nada. —ríe, cerrando los ojos y arqueando las cejas.
—Tranquilo, yo incluso siento que no hago nada muchas veces. —detiene el lápiz y lo mira fijamente—. Sabes, quisiera disculparme si te di falsas esperanzas.
—¿Eh? —niega con la cabeza, riendo nuevamente—. No tienes que decir perdón. Ya se me pasó. Te veo como mi mejor amiga, no como… —mira hacia un lado, cubriéndose los labios con el costado de su mano, el índice sobre la comisura—. Ah… tal vez un poco. Pero no es nada grave. —regresa a verla, bajando la mano hacia las rodillas propias—. Sé que no me ves igual, y no voy a dejarte de hablar sólo porque no hayas aceptado salir conmigo. No soy ese tipo de persona.
—Vaya, siempre respondiéndome antes de preguntarte mis dudas, eres todo un caso. —ríe y le revuelve el cabello—. Todo esto del apocalipsis me tuvo tan metida, que siento que ahora puedo pensar con más claridad lo que deseo para mí. —le sonríe cálidamente—. Mis decisiones pueden esperar, y sé que si no elijo algunas cosas pronto, no estarán ahí para siempre. Pero es muy lindo escuchar que seguirás siendo mi amigo aunque el tiempo pase.
—Espero lo mismo de ti, obviamente. —continúa con una expresión tranquila—. Perdón por no ser el típico chico que no se rinde luchando por su amor, pero, eso no va conmigo. Sé darme cuenta cuando las cosas no van a ninguna parte.
—No hace falta que te disculpes, tampoco es que desee tener un harem. —arquea ambas cejas—. Yo… actualmente lo que más quiero es que mi vida sea normal.
—Puedes pedir cosas más realistas. —levanta los hombros.
—Sí, tienes razón… Entonces, sólo que no nos ataquen monstruos todos los días.
—Eso suena mejor. —le responde SunHee, quien se acaba de acercar. Posa una mano sobre el hombro de la otra—. A comer, Kanae. Luego siguen conversando.
—¡Oh! Ya está el ramen~ Ahora que lo pienso, ¿En dónde andan Tomoki y Josuke?
—Ellos ya almorzaron. Se nos adelantaron. Tenían sus «provisiones» en la sala de prácticas. —la rubia niega con la cabeza, riendo—. Ven, siéntate a mi lado, quiero mostrarte un juego que me descargué hoy al celular.
—¿A ver? —le da curiosidad, así que toma asiento al instante en la mesa.
Más allá de todo lo que sucede, ellos no van a estar amargados todo el tiempo. Lo fueron aprendiendo despacio, pero finalmente lo entienden. Como es el caso de mucha gente mayor, que vive en su casa como si fuera un día a día en el pueblo Esmeralda, muchas personas empezaron a, dentro de todo el terror, simplemente disfrutar de lo que les queda de vida. La existencia de cada uno en el plano terrestre no es eterna, así que, sí hace bien a la mente de uno darse un respiro de las noticias, y jugar un rato. Claramente, el grupo de Kanae siempre está atento a luchar, pero cuando tienen sus descansos, se los toman bien.
Cuando llegan las 1:56 p.m., se encuentran todos en el jardín de la casa Matsumoto. Kanae abre la puerta, ingresando primero. «Me resulta gracioso que siempre terminemos en casa de Yuki de alguna forma, aunque me trae cierta nostalgia. La primera vez que vine aquí estaba tan nerviosa porque iba a encontrarme a Jun»
—Estaba tan acostumbrado a verlos todos los días que siento que fue una eternidad desde la última vez. —les comenta Jun, paseándose entre ellos con una sonrisa.
«Pero ahora ya no me siento nerviosa, tampoco me siento mal. Yuki tampoco me hace sentir nerviosa. Quizás ya no soy tan tímida como antes»
—Hola, señorita Mitsugashi. ¿Cómo está? Y… la herida del pequeño, ¿Cómo está?
—Ah, yo bien, él aquí a un lado. —lo señala.
—Si hubiera perdido el brazo de una manera común, como que se corte, y no que desaparezca, podría haberlo unido… Lamento que haya salido de esta manera. —lo mira preocupado mientras baja la mirada.
—Ah, no es nada Yuki… —ríe, cerrando los ojos—. Me darán una buena prótesis, estaré bien. Sólo es algo frustrante que mi arma haya sido frágil.
—No digas eso, idiota. —Yamato lo mira y lo despeina—. Si vieras el monstruo contra el que este niño peleó… —se dirige ahora al ángel—. Me sorprende que saliéramos vivos de allá.
—Lo lamento, eso sí es nuestra culpa. —Yuki hace una reverencia—. Si fuera más fuerte no hubiera necesitado quedarme entrenando.
—¿Y te ibas a presentar con la condición mental de ese día? —lo mira MinHyuk y lo golpea despacio en el hombro—. Ni loco, necesitabas un descanso.
«Hablan tan casualmente de las cosas que estamos viviendo, como si desde nacer hubiésemos tenido que enfrentarnos a este destino. Aunque, para Yuki y Jun siempre fue diferente, quizás para ellos si sea normal. Estos dos… qué bueno que solucionaron sus problemas. Y yo… Creo que también me estoy adaptando finalmente a ser hechicera»
Suben por las escaleras, encontrándose con algunos en la habitación tras pasar las puertas de madera: el futón en el suelo, unas maletas vacías, los libros de Jun sobre la mesa, varios retratos del demonio en la pared y algunos al lado de los libros, también en el caballete de madera. Los chicos miran con curiosidad los dibujos, dejando sus pertenencias sobre las sillas, algunas sobre la cama por la falta de espacio.
—Oigan, ¿De verdad estuvieron entrenando? ¿Qué es todo esto Yuki? —ríe MinHyuk, mientras sostiene una de las pinturas—. Aunque se ve genial.
—Por supuesto. —responde el chico de ojos rojos—. Estuvimos entrenando desde temprano, pero luego de bañarnos en la noche, pues descansábamos. Y a Yuki le gusta mucho dibujar, además que justo tiene en su casa al mejor modelo. —se jacta totalmente, sonriendo divertido.
—Pues no veo mi cara en ninguno de estos. —lo molesta Ryōtarō riendo, mientras observa los cuadros.
—No soy el más lindo del mundo quizás, pero soy el más lindo para él, ¿No? —mira a su mejor amigo, como esperando una respuesta positiva—. Eso decías al menos.
Todos voltean a mirar a Yuki, que está rojo como un tomate.
—Lo que estás diciendo, Jun… Lo van a malinterpretar totalmente. —le responde el chico de ojos grises, apretándole los hombros.
—Entrar a esta habitación ya deja mucho que pensar. —les dice el pelirrojo, riéndose inusualmente a carcajadas.
El cuarto se llena de risas y bromas, un cálido reencuentro. La idea inicial era juntarse a entrenar, pero como les pasa siempre que vienen a casa del ángel, siempre quieren jugar.
Sin embargo, el sonido se opaca por uno más fuerte. Algo similar a un trueno, pero diez veces más fuerte. Una luz enceguecedora llega por la ventana, y segundos después, parece anochecer. No pasa más de un minuto, y suena nuevamente otro gran ruido, pero mucho más leve que lo anterior.
«Edificios están cayendo… Lo veo… ¿Pero qué es lo que los tira?»
—Chicos… Esto… —suspira pesado, con las manos algo temblorosas—. No debo ser el único que se da cuenta de que esto es diferente. Pero… Lamento decirles que además de este enemigo, se acercan como cincuenta hordas de los fantasmas.
Los ojos de quienes se encuentran allí pierden su brillo. Los dos últimos días habían sido muy tranquilos para ser verdad. Kanae respira hondo, y suspira fuerte, recuperando primero la compostura.
—Entonces quiere decir que es nuestra última pelea, vamos. —sonríe con tristeza, pues está aterrada, prácticamente segura de que incluso podría ser la última vez que se vean. «Morir sin pelear sería lo peor. No me quedaré sin hacer nada»
—Tienes razón Kanae. Déjame hacer una organización de emergencia. —aclara la garganta y cambia su mirada a una más seria—. ¡Escuchen! Tomoki, Josuke. Ustedes van a ir a rescatar gente con los ángeles guardianes. La amenaza supera por mucho la durabilidad de sus armas.
—Sí. —asienten con la cabeza, seguramente conscientes de la situación.
—Ryötarō, tú sí vienes. El báculo parece que podría caerle un planeta y el planeta se rompe. Así que, estarás seguro.
—Sí. —asiente igualmente, y luego se mira las manos.
—Los demás, formación especial. Mitsuru, Jun, al frente. Yuki, Kanae, al medio. Yamato, SunHee, y yo estaremos atrás. Es obvio el porqué.
—Sí. —contestan todos a la vez.
—Dios me ha brindado este poder, ¡Apoyo! —el chico de cabellos verdes se transforma en el arma.
No es necesario decir que ya estaban vestidos para la ocasión, puesto que iban a entrenar. Todos llevan la ropa a medida que les hizo el pueblo de Jun, a excepción de Kanae, que lleva la que guardaba con cariño en la caja del libro.
Sin más que agregar, a excepción de Josuke y Tomoki, dejan la habitación rápidamente a través de la ventana. SunHee se lleva con ella al par de pelirrojos y a su hermano, el ángel y el demonio con sus alas monocromáticas, la hechicera con su propia telequinesis y su bastón.
Lo que tapa el sol, es un ser gigante que se encuentra a varios kilómetros en el aire. Con lo enorme que es, es probable que se lo podría ver desde varios lugares de Japón aunque estén lejos. Su cuerpo es blanco, y tiene varias líneas negras esparcidas de manera simétrica: una por encima de cada ojo, dos en cada brazo, una grande en el medio de su pecho aunque cubierta por una superficie convexa, y un par en la planta de sus pies.
—¿Qué rayos es eso…? —Kanae mira con confusión, su corazón comienza a latir rápido—. Debo calmarme… Tengo miedo pero… No moriré aquí, no moriré…
Se repite a sí misma varias veces, ya que quiere mantenerse cuerda. No esperaba algo tan tétrico. No obstante, se divisan las hordas que el rubio había mencionado. Como enjambres, vienen amontonados los fantasmas tangibles en distintos grupos, arrasando con la gente que casualmente abrió la puerta para ver qué fue el gran estruendo. Pero no todos se quedan allí, se dispersan, como si les hubieran mandado a atacar zonas estratégicas.
—¡Por allá está mi casa…! Mi mamá… mi papá… —se pone más nerviosa, apretando con fuerza el báculo.
—Tranquila, ellos estarán vivos. Te lo prometo. Nadie de allá morirá, así que concéntrate en esta batalla. —intenta calmarla el chico de ojos vino.
—Siempre que dices esas cosas tienes razón… Así que… Agh… —se muerde el costado del labio, tan fuerte que una gota de sangre le cae—. No voy a echarme atrás ahora. Yo sé que esta es nuestra última pelea.
—Pues… —hace una pausa algo larga—. Hay que esforzarse. Se puede ganar esta pelea.
«Él dice que no morirá nadie, pero… Creo que mi casa no va a sobrevivir con todos esos fantasmas. Mi casa no es de material tan fuerte como las demás… agh. Qué horrible, sentirme egoísta por pensar en mi hogar en un momento como este…»
El grupo se eleva más, quedando a pocos metros de distancia con el monstruo. Mientras, bajo ellos se ve cómo demonios, ángeles y hechiceros le hacen frente a los enviados. Todos aquellos que habían estado ocultos de la sociedad, son los que intentan defender su tierra.
—Recuerden la formación. —les dice MinHyuk, que mira firmemente al gigante.
Ése ser no se está fijando en ellos. Tiene la vista clavada en la ciudad. Con la mano forma una gran masa de energía, y hace desaparecer unas diez casas sin esfuerzo alguno. ¿Cómo se supone que van a enfrentarse a eso?
—Kanae… Sé que te estoy pidiendo imposibles, pero, ¿Podrías tratar de crear un escudo que proteja toda la ciudad? —le pregunta con total seriedad.
—MinHyuk… Si lo hiciera duraría sólo un segundo, si es que pudiera. —ladea la cabeza, desviando la mirada.
—Yo les puedo decir a los demás hechiceros que hagan otro escudo. —atenuándose desde transparente a color, se presenta un joven alado, un guardián—. Estuvimos cuidando las fronteras todo este tiempo… Así que, tenemos que hacer uno que abarque lo que este gigante alcance. Sólo les advierto, no hay suficientes hechiceros violeta, así que los demás que pueden ayudar con eso son los de especialidad amarilla. Como sabes, sus escudos no son indestructibles pero… igual son fuertes.
—Suena como una buena idea. Aunque se encerrarían con los otros monstruos, esa parte no me gusta… —opina el niño de ojos verdes.
—Son más débiles que recibir un cañonazo de esa cosa. —le responde y se va volando hasta abajo, a cumplir con lo que acaba de proponer.
—Eso fue inesperado. —le comenta Jun, mirando hacia la dirección de quien desciende, parpadeando varias veces.
—Tenemos que concentrarnos en lo que nosotros tenemos en frente. Tenemos apoyo. ¿Entendido? —hace el amague de agarrar la espada por la empuñadura, pero su manos están vacías—. Ah… —a pesar de lo que dice, también se ve perdido.
—Lo entiendo, mi amor. —le pone una mano en el hombro— Por cierto, SunHee, ¿No somos mucho peso? —le pregunta preocupada la más alta.
—Apenas pasamos de lo que puedo llevar… me duele la cabeza, pero no tanto como antes. De todos modos no tengo nada que lanzar si lo piensas bien, están cubriendo la ciudad. —le señala con el índice.
Un manto de diferentes colores, pero principalmente amarillo, rodea la silueta de los edificios y se posiciona a un par de kilómetros del suelo mayormente, en pequeñas partes más arriba.
—Mándame primero, estoy lista. —choca los puños propios entre sí, como seña.
—Qué horror. —dice la rubia, mirando desconcertada hacia el enemigo—. Me cuesta tener que mandarte allí. Pero no tenemos opción, ¿Verdad?
En medio de esa conversación, como no se deciden, Jun da el primer paso al frente, lo cual no arruina cómo decidieron ubicarse. Con una patada, intenta darle el primer golpe. Pese a que resuena el impacto contra el brazo del monstruo, no se marca ninguna grieta. Al menos pueden estar seguros de una cosa, el brazo izquierdo no es su punto débil.
«Cierto. Nosotros tenemos que pelear, nadie lo va a hacer sino.» piensa Kanae, mientras concentra una esfera de poder en frente del báculo. Lo lanza hacia el brazo opuesto, quitándose la duda de que ese tampoco es el lugar al que deben apuntar.
Obviamente no será tan fácil. El monstruo voltea a verlos, como si recién los notara. El tamaño de sus ojos, sumado a su mirada, los asusta. Un globo ocular mide en altura lo mismo que la mitad de Jun. Sin salirse de su eje, alza un brazo y desde arriba de sus cabezas, les da un palmazo con fuerza. Afortunadamente, Kanae reacciona a tiempo y los cubre antes de que la mano llegue sobre ellos, cayendo juntos como una media esfera violeta sobre el escudo de la ciudad.
—Dios… Es muy fuerte. Incluso me costó mantener el campo de fuerza…
«Nos tiró como si fuésemos moscas. Estoy segura que ni siquiera se esforzó», piensa. Y no se equivoca. El aspecto del ser blanco no es una fachada, es verdaderamente fuerte.
—Lo es, pero por algo estuvimos entrenando. —responde Yuki, frunciendo el ceño con una mirada decidida. Se eleva hasta el villano y le pega una patada con tanta potencia que consigue mover su brazo de lugar—. ¡Si yo puedo hacerlo, ustedes también! —repite el ataque.
Aunque se nota que no le hace daño, su valor les anima a continuar intentándolo. Y tal cual la comparación de Kanae, ellos vuelan en círculos alrededor del monstruo, mientras él intenta aplastarlos. Esta vez, en lugar de recibir el golpe, lo evaden en el aire repetidas veces, aunque con dificultad. Cada vez que ese ser contraataca, una fuerte corriente de viento los alcanza debido al tamaño que tiene. Eso les complica el moverse.
Una de las líneas de su brazo se abre, dando a conocer que hay un gran ojo allí. Por descarte, cualquiera se puede imaginar que el resto de las marcas negras también son ojos. Desde la pupila de cercana a la mano, le dispara un rayo gris a Mitsuru, que por fortuna no le atina ya que SunHee la cambia de lugar rápidamente hacia abajo.
—Eso estuvo cerca… —dice para sí misma la rubia, ymira hacia el frente—. ¿Qué deberíamos hacer? —continúa hablando en voz baja, pensativa.
La escena se divide en dos partes, la pelea en la parte superior y en la inferior. La nieve se acumula en cantidad sobre el escudo de los hechiceros, que además de aguantar los golpes también lleva el peso del agua encima. Al menos, el clima que experimenta la ciudad tiene un punto a favor. Aunque como se había mencionado, no toda la extensión de la gran barrera mágica soporta lo mismo. Por momentos, en las zonas amarillas se ondula y desaparecen, causando la destrucción inevitable de algunas edificaciones.
—¡Socorran a los humanos! ¡Llévenlos a la base subterránea! —grita uno de los ángeles de curación, mientras golpea algunos fantasmas en la cabeza.
—¡No podemos llevarlos allá, señor! ¡La entrada principal está cubierta de agua, y hay derrumbes! —le responde una mujer, y luego atraviesa con un taco de sus zapatos a otro enviado.
—¡Ustedes, demonios! ¿Saben algo del derrumbe? —pregunta el mismo ángel—. Nosotros estábamos en los refugios del cielo y algunos otros evitando el ingreso de estos seres a la ciudad.
—Sabemos que habían unos más fuertes, creo que fue culpa de uno de esos tipos… Pero quedan otras entradas, ¿No? —la demonio saca unas espinas de metal de su espalda y las usa como lanzas contra los seres gris azulado.
—Son intransitables para los humanos, porque al entrar prácticamente sería como caer a un precipicio si no tienes alas. Y tardaríamos muchísimo en llevarlos…
—Oye, ¿En dónde estabas que no te enteraste de los elegidos? —le muestra que lleva en la mano una maza y una espada con la punta faltante. Se trata del ángel de cabellos negros largos.
—¿Qué traes Mawaro? —arquea una ceja, mirándolo confundido—. Oh… Ellos.
—Mira y aprende, lo que puede hacer un ángel guardián. —sonríe ladino y desciende hasta el suelo, atravesando con la espada a varios enviados, rematándolos con la maza—. ¿Qué te parece, ah?
—Uh, qué envidia. —ríe y le deforma el rostro a varios de un puñetazo limpio.
—Jum. —achica los ojos—. Apoyo terminado. —dice en voz baja.
—¿En dónde están las personas ahora? —pregunta Josuke, mirando a los alrededores con impaciencia.
—Se esconden en aquél gran edificio. —les señala la mujer ángel.
—Gracias. —responde Tomoki y se adelanta, llevando de la muñeca al de ojos negros hasta allá—. ¡Todos, agárrense de las manos! ¡Y uno que sostenga de la mano a este chico!
La gente primero se mira extrañada, pero cuando Mawaro aparece con sus llamativas alas blancas asintiendo con la cabeza, los humanos allí no dudan en hacerle caso. Entrelazan sus dedos y cierran los ojos, entre varias dudas y quejidos, pero lo hacen. Cinco minutos luego, están todos unidos, mirando con intriga.
—Iremos en la espada, para que le sea más liviano. —le avisa el chico de cabellos violetas a Josuke.
—Claro, me parece bien. —le toma por la mano que aún tiene—. Vamos.
—¡Dios me ha brindado este poder, apoyo!
El lugar brilla en totalidad de cientos de colores, formando así una hermosa arma. Por supuesto, de esa manera es más grande y pesada que si se tratara del menor solo, y justamente por ello es que no transformaron la maza en lo que trasladaría a todos.
—Tranquilos, los llevaré a un refugio. —les dice el ángel guardián, cargando la espada con ambas manos desde la empuñadura.
Se ve cómo Mawaro se aleja de a poco del lugar, con la clara intención de trasladarlos a la cueva. Como ellos mencionaron, es difícil llegar al otro lado donde ya hay suelo allí.
En la entrada principal de la caverna, se encuentra otro ángel de brazos cruzados. Su cabello es blanco y sus ojos grises. Está acompañando a una persona de cabellos negros largos hacia arriba, muy alborotado, y una mirada café.
—Rayos, ¿Qué sucedió aquí? Este era el atajo. —se rasca la cabeza el ser alado.
—Tendremos que ir por la entrada trasera. —le responde con total calma.
—Eso es muy lejos, ¿A qué hora llegaremos? —suena muy preocupado.
—En el momento que tengamos que llegar. Tú sólo sígueme. Tenemos que recoger algo de aquí, y estoy seguro de que no está bloqueado aquel camino.
—Oh… De acuerdo. —desaparece sus alas y camina a su lado, siguiéndole el paso.
Nuevamente con una vista desde la parte superior, arriba de la ciudad, continúa la feroz batalla entre los seres de la tierra y aquél monstruo gigante. Aún no hay señal alguna de una grieta, ni muestras de dolor provenientes del enemigo. Pero sí hay un cambio, ahora posee en cada brazo un ojo abierto.
—¡Esquivar las cosas así es muy difícil! —se queja SunHee, ya que ella es quien maneja a cuatro personas al mismo tiempo, contándose a sí misma.
—Puedes soltarme si quieres, puedo usar el escudo para saltar. —le sugiere la chica de ojos azules, aún no se ve cansada.
—No, está muy lejos. No podrás evitar un ataque si dependes de la gravedad. —niega varias veces, y hablando de evadir, los mueve para que unos tres disparos pasen por el lado y no en ellos.
El pelirrojo reutiliza la sangre que ya ha lanzado, tratando de atravesar la piel del enemigo, pero sin conseguirlo. Una y otra vez, el rojo parece una pequeñísima mancha sobre una de las piernas del ser blanco, que resbalan con facilidad por la tormenta nívea.
—Estoy desperdiciando mi sangre en esto, literalmente no funciona. —mira a MinHyuk, enarcando una ceja—. Estoy seguro que sabes que yo debería estar abajo contra los fantasmas. ¿Por qué estoy aquí entonces?
—¿Tú hubieras aceptado si te decía que no estés aquí? —le contesta con otra pregunta el chico de cabellos rubios.
—Ja. —mira a SunHee y luego a él—. No. —continúa intentando en la pupila del brazo izquierdo—. Sabes, creo que podríamos atacarlo allí en lugar de el resto del cuerpo, digo, quizás la defensa que tiene es la misma ofensiva.
Hasta el momento sólo habían estado intentando con los lugares que ya habían resultado ser los puntos débiles anteriores: bajo el mentón, un hombro, el flanco izquierdo. Probablemente los nervios no les habían dejado explorar otras posibilidades.
—Ataquen a distancia entonces, será peligroso acercarse al mismo lugar de donde dispara. —les dice el chico, y luego mira a su novia—. Aguarda un momento, porque cuando comience a agrietarse, serás de muchísima ayuda.
—Voy a esperar entonces. —voltea a ver a su amiga que la ayuda—. Si quieres puedes bajarme hasta que eso pase.
—Tranquila, me sería más difícil asegurarme de que no te pase nada si estás lejos. Lo digo en serio. Te tendré al lado mientras tanto.
Otra vez, varios disparos surgen de los grandes orbes que se ven abiertos en sus brazos. Los esquivan cono pueden, y comienzan a canalizar sus poderes. Yamato nuevamente reutiliza su sangre, aún sirve. Kanae forma frente a su báculo una masa de energía rosada, y Jun carga sus manos en electricidad por primera vez en esta pelea.
Una tras otra, las habilidades llegan al lugar planeado. La que realiza más daño y también un sonido más fuerte, es la de el demonio. Ese primer ojo izquierdo cercano a la mano se quema, evaporándose como polvo. Y unos segundos luego, surge el segundo ojo del brazo.
«Uwwaaa~ ¡Sí! ¡Por fin algo!» piensa la hechicera, soltando un suspiro de alivio. «Pero… ¿Cuántos ojos son? ¿Por qué no se rompe más allá?». En el lugar en donde estaba el globo ocular, sólo queda un hueco negro abierto.
—Diría que lo hagamos en orden. Acabemos con esta extremidad primero. —planea MinHyuk, observando con detenimiento.
Transcurre el lapso de tiempo que suele tardar en lanzar los rayos el enemigo, pero sólo lo usa del lado derecho. Por el segundo ojo abierto del brazo izquierdo no dispara nada.
—Esto es raro. Les juro que escuché algo, pero no consigo ver nada. —les comenta con la vista fija en el nuevo punto a destruir.
—¿Entonces será invisible? ¿Cómo lo esquivamos? Si pueden tomar distintas direcciones… —piensa en voz alta su hermana.
Esperan a que el monstruo use su poder de nuevo, para analizar de qué manera lo usa. No obstante, incluso con ellos detenidos en el aire, ninguno recibe algún golpe.
—¡Voy yo ahora! —alza la voz pero no de mala manera, mirando a la niña de cabellos más claros. La más alta se prepara, tronando sus dedos.
A pedido de ella, con la telequinesis es llevada hasta el frente del supuesto lugar sin peligro. Ella surte un par de puñetazos y patadas, consiguiendo marcar el iris e incluso romper varios pedazos. Pasado un minuto de la serie de ataques de la pelirroja, el ojo la empuja hacia atrás con una gran corriente de aire. Es justamente por eso que no se divisa la habilidad. De igual forma, es menos peligroso que un rayo que te puede carbonizar sin dificultades.
—¡De nuevo! —le pide a la «marionetista» con mucho fervor—. Como lo hacemos siempre contra los monstruos más débiles.
Como la petición la realizó con tanta firmeza, SunHee no le niega la oportunidad. La chica de ojos azules atraviesa la pupila con su pie, y la otra inmediatamente la aleja se allí, ya que una hilera gris la busca. De esa manera se destruye el segundo ojo, dejando un agujero en su lugar. Pero unos segundos luego, algo parece surgir de allí. Exactamente del nuevo hueco, una nueva horda de seres extraños.
—¡…! —parpadea varias veces, sorprendido—. No escuché nada antes de… No me jodas que los acaba de crear… —el estratega se frota las sienes, frunciendo el ceño.
Además de tener que evitar ser asesinado por los rayos gigantes, unos monstruos de color completamente blanco proporcionan unos filosos disparos de energía desde sus manos. Aquello les atraviesa diferentes partes del cuerpo, ocasionando que comiencen a sangrar. Las gotas rojas caen como una pequeña llovizna hacia el escudo inferior.
—Me tomó desprevenida… —dice la hechicera en voz baja, comenzando a sanar su propio brazo—. Usar mis escudos gasta mucha energía, planeaba sólo atacar pero…
«Si salen más cosas de estas, ¿Cómo haremos? No podemos estar peleando contra todo al mismo tiempo y encima usar barreras. No me alcanza…»
El ángel comienza a repartir la curación entre los presentes, a la vez que patea sobre la cabeza a esos nuevos enemigos. Su punto débil continúa siendo el mismo, pero son más resistentes y con nuevos poderes.
Por su parte, Yamato aprovecha su sangre derramada para pelear contra los fantasmas blancos. A la vez cierra su herida en lo que espera la ayuda del ángel.
Otra oleada sale desde la misma zona, al menos son del mismo tipo y no alguna otra mutación extraña. También el gigante sigue disparando a la ciudad y a ellos, incluso sin querer matando a algunos de los propios.
—Tenemos que destruir ese brazo, pero aún no hay forma de dañarlo… —les comenta el rubio, tratando de pensar cómo resolverlo—. De cualquier forma que lo hagamos, seguirá siendo arriesgado, y no podemos permitirnos gastar energía innecesariamente. —lo último lo dice mirando a la chica de cabellos negros.
—Supongo que estamos de acuerdo en eso. —mientras le responde, lo mismo continúa contra los fantasmas.
—Sé que puede sonar difícil, pero lo más probable es que tengamos que destruir todos los ojos antes de poder atacar de forma directa… —le dice Ryōtarō a la chica, mirando por la pantalla cómo se multiplican los seres blancos.
—¿Es en serio…? Pero van a ser cientos… —responde con un tono de preocupación.
—¿Qué sucede Kanae? —voltea a mirarla otra vez el de cabellos más claros.
—Ryōtarō dijo que hay romper todos los ojos y recién podremos hacerle daño…
—Dios… Si tan sólo sus suposiciones fueran erradas…
SunHee mira con las cejas arqueadas a sus dos amigas, y luego al chico que le gusta.
—Entonces, lo que debemos hacer es acabar con los más débiles, y luego seguir contra el principal. No me digan que se generan más porque ya lo sé. Ustedes ataquen los ojos, yo me encargaré solo de lo demás. —les sugiere el demonio.
—No es un buen momento para que trates de lucirte… —le responde la hechicera, viéndolo con incredulidad.
—Señorita Mitsugashi, confíe en él. No estuvimos sin hacer nada aunque pareciera lo contrario. —le menciona el chico de cabellos marrones, y señala al otro.
El demonio cierra sus manos, echando un vistazo general. Luego extiende los dedos y de cada una de las yemas salen fuertes rayos, que se subdividen, alcanzando a todos los fantasmas tangibles al mismo tiempo. No consigue acabar con todos a la primera, pero al repetir el ataque una vez más, sí.
—¿Ahora sí me creen? Si no lo hice antes es porque pensé que no era necesario. Pero ahora mismo, me parece la única opción. —les comenta Jun, mirando sus manos algo quemadas por el agua—. ¡Vayan ahora! ¡Concéntrense en el grande!
Mientras el ángel sana las manos del mayor, los demás comienzan a realizar ataques contra el lado derecho. Kanae y Mitsuru consiguen acabar con el primer ojo de allí. Antes de seguir con el otro, Yamato llama al ángel para que lo ayude con su anemia.
El demonio todavía se muestra enérgico, así que pueden verdaderamente fijarse en el enemigo principal. El pelirrojo acierta el último golpe al segundo globo ocular del brazo. Naturalmente, eso significa que ahora habrán más monstruos.
—¡Cuidado Jun! —le grita Yuki—. ¡Muévete, muévete! —le hace señas con las manos, muy alterado.
—¿Ah? —mira hacia arriba con confusión, primeramente aniquilando la horda más reciente. Abre los ojos grandes y se hace a un lado.
Un par de rayos de color anaranjado salen disparadas desde ambas plantas de los pies del ser gigante. Una ola de vapor acompaña la habilidad. Está hirviendo, derrite la nieve.
—¡Gracias! —alza la voz—. Aunque es muy raro escucharlo así. —ve nuevamente por sobre su cabeza, enarcando una ceja.
En el lapso de «silencio» de poder del gigante, carga una gran esfera de corriente en sus manos, y la dirige hacia uno de los ojos recién abiertos. Hace una mueca de insatisfacción cuando nota que no consigue deteriorarlo, pero era de suponerse, tienen una gran resistencia.
—Lo haré yo. —la hechicera respira profundamente, y crea una masa de energía frente a la bola de cristal del báculo.
Antes de que surja otro rayo anaranjado del mismo lugar, se opaca con el violeta del poder de Kanae. Las cenizas de este se desprenden en dirección de la gravedad, pero el disparo de al lado sí continúa la trayectoria. Debido a que es más ancho que los grises, en lugar de esquivarlo directamente se cubre con una barrera propia. Lamentablemente, atraviesa el escudo amarillo de los hechiceros y cae otro par de edificios, escuchándose el ruido retumbar.
—Qué jodido. —mira MinHyuk hacia donde se escuchó más fuerte—. Y pensar que es lo más que se pueden minimizar los daños… Me siento mal por la gente.
SunHee maneja con cuidado al grupo hacía más abajo, ya que aún queda un ojo por esa zona. Mitsuru alcanza a pegarle una vez, y es trasladada velozmente porque otro disparo amenaza su vida. Las puntas del cabello se le queman un poco en esta ocasión.
—Lo siento, fue repentino. —se disculpa la rubia, mirándola frustrada.
—No es tu culpa, puede suceder. Además no me pasó nada. —le sonríe con los ojos cerrados—. ¡De nuevo!
Al menos el entusiasmo que mantienen en la pelea gracias a sus esperanzas de que puedan tener un descanso después de esta, les ayuda a seguir con más energías.
Luego de un par de puñetazos más de la pelirroja, las plantas de los pies sólo tienen las cuencas. A la defensiva, se alejan con cuidado de allí. Pero nada sale por ese lado. Aún siguen apareciendo los mismos fantasmas blancos desde los brazos, nada grave mientras el demonio pueda manejarlo.
—¿Y ahora? ¿Qué sigue? —pregunta la hechicera, mirando hacia los alrededores.
—No lo sé. —le responde Ryōtarō, mientras ve la pantalla—. Supongo que esperar.
Luego de haber terminado con un total de seis ojos, las cosas se ven algo confusas. Aún no hay grietas aunque intenten contra los brazos. Sin embargo, un par de minutos pueden ayudar a que el demonio se tome un corto descanso.
—Generalmente te diría que no te sobreesfuerces, pero nos ayudaste mucho. —le menciona Yuki mientras repone su stamina.
—Gracias. —le sonríe cálidamente—. Ya estoy listo otra vez, vamos.
Tras pasar unos veinte minutos de pelear contra los seres blancos, se presentan los nuevos puntos a destruir. Sobre los ojos principales, un par, algo más rasgados. El color es el mismo, entre negros y rojos. Y de estos, sale un polvo amarillento en gran cantidad. Es tal la abundancia de ello, que sería como intentar conducir con una niebla que te tapa a menos de un metro. Se disipa un poco en cuanto los pequeños rayos de los fantasmas blancos atraviesan, ya que son muy potentes. Sin embargo, esto convierte la idea anterior de Jun de encargarse sólo de las oleadas en algo muy difícil de cumplir. ¿Cómo apuntar si no sabe la dirección?
—En estos momentos me gustaría poder atacar yo también. —se queja MinHyuk, tosiendo por lo amarillo—. SunHee, a tu izquierda.
—¡Ah! —lo esquiva y se choca sin querer contra Kanae—. Lo siento. —tose también.
—No es nada. Iré más arriba, intentaré romper esas cosas. —ella está rodeada de una burbuja completa, para tener aún oxígeno dentro. Vuela hasta el frente de el mirada del enemigo, comenzando a juntar una esfera en frente suyo.
El monstruo gigante, a diferencia de cómo había estado actuando anteriormente, sube el brazo hasta donde ella está y sujeta firmemente aquél escudo. Se marcan las líneas de su mano por la presión que ejerce sobre Kanae.
—Es muy fuerte… —la pequeña cierra un ojo, entre quejidos, se nota cuánto le cuesta mantener la barrera.
Por encima de esto, sin que la menor pueda verlo, Jun se abalanza hacia donde ella planeaba golpear. Con un fuerte puñetazo, atraviesa las corneas, y desde allí mismo, causa una explosión eléctrica. Se convierte en cenizas a los pocos segundos.
Aquél ataque provoca que suelte a la chica y trate de dirigir ambas manos a él. A la vez, más polvo amarillento surge de la esfera ocular que todavía está intacta.
«Jun también es fuerte. Aún me impresiona que los ojos principales de este enemigo no hagan nada», piensa. Como el demonio no alcanza a huir del agarre, ella lanza una gran masa de energía a las manos del monstruo, ganándole tiempo.
—Bien hecho. —le comenta de forma casual, mientras se acerca al otro ojo.
Como se puede observar, aquella niebla no parece afectarle ni a los ángeles ni demonios, en términos de salud. Aunque sigue siendo bastante molesta a la hora de moverse porque estorba mucho a la vista.
—¡Falta uno! —grita el demonio—. ¡Igualmente no se confíen!
De hecho, los demás están recibiendo muchos daños por culpa de la neblina. No sólo por la falta de aire, sino de todos los disparos que los atraviesan. Yuki consigue llegar al «círculo» que armaron ellos para no perderse, y empieza a curarlos, a la vez que intenta defender.
Por arriba, Jun patea con fuerza la pupila, y junta sus manos para crear un rayo. Es tan luminoso como eficaz. No obstante, su piel también recibe daños por la humedad de la nieve en su ropa y cuerpo. Literalmente, aquella humedad desaparece en instantes, debido a que un calor abrasador se apodera del ambiente.
—¡Aaah! ¡¿Qué es esto?! —grita la rubia, con la piel llena de quemaduras.
El monstruo gigante cambia del color blanco que posee, a un tinte completamente rojizo. Todas las cuencas vacías comienzan a lanzar llamaradas, y no sólo eso, sino que de cada una salen hordas de los fantasmas tangibles, pero con los mismos cambios físicos que el enemigo principal. La nieve se convierte en lluvia por el fuego acumulado. Tiene tanto potencial este fuego, que evapora el agua, en lugar de que esta lo apague.
La niebla anterior se dispersa en totalidad, y se reúnen algo más lejos del enemigo. Kanae rodea a todos con una barrera violeta, mientras el ángel sana a todos a la vez. Una de las tantas cosas que aprendió durante el entrenamiento: dispara hacia arriba unos brillos verdes, que al caer en cada uno les regenera tanto su salud como energía.
—Esto se volvió un desastre. Hay que buscar una manera de acercarse. —opina el chico de ojos miel, con una expresión seria.
Se ve que todos los fantasmas descienden con furia hacia el manto de la ciudad. Golpean como si se tratase de una persona encerrada en un ataúd, sumado al fuego infinito que desprenden de varios lugares.
En la parte inferior, los humanos de esa zona ya fueron trasladados en totalidad, los que quedaban vivos. Pero los ángeles y demonios todavía continúan batallando contra los primeros fantasmas, los gris azulado. Divisan con terror la cantidad abismal de enemigos que hay sobre ellos. Inevitablemente, la resistencia de los hechiceros amarillos decae, dejando entrar de a poco a estos nuevos.
—¡¿Qué clase de monstruos son estos?! —grita un hombre demonio, intentando aplastar a un par entre sus palmas.
—Son más rápidos y más fuertes… Tampoco podemos matarlos rápido… —le contesta una ángel muy cansada, intentando sanar a los hechiceros.
Los pocos que consiguen ingresar, de todos modos ya están causando una gran diferencia. Algunas casas arden en llamas por el simple hecho de que pasen cerca.
—Demonios de agua, no dejen que toda la ciudad se reduzca a cenizas. —el ángel que los lleva liderando desde el comienzo, les hace otra petición.
Y ellos obedecen, aún si luego caen por el agotamiento. Tampoco son los únicos que caen. De hecho, varios hechiceros están empezando a bajar los brazos.
Focalizando otra vez en la parte superior, el grupo intenta descifrar todavía qué hacer. Algo los sorprende de muy mala manera entre su charla. Una corta risa, una sílaba. Pero con un sonido tan alto y petrificante. Al gigante se le escapa una burla, con una sonrisa muy clara que se dibuja en su rostro.
—Oh Dios. —susurra para sí misma la pequeña de cabellos más obscuros.
—Kanae, Kanae. —la zarandea SunHee—. No te pongas más nerviosa porque de verdad me voy a volver loca. Si te veo más calmada me calmo.
—… —la pelirroja sólo mira arqueando las cejas, con los ojos faltos de luz. Aún se muestra impactada.
—Kanae, ¡Ya sé cuál es su punto débil! —señala, aunque es obvio que nadie puede verlo—. El pecho. Posee un ojo debajo de esa coraza.
—Oh… —está asustada, así que le cuesta reaccionar como debería—. Chicos, Ryōtarō dice que debajo de esa cosa negra en el pecho tiene otro ojo.
Voltean a mirar hacia el ser rojo, y luego regresan la vista hacia la chica.
—Me duele la cabeza… —dice junto a un quejido el demonio, sobándose.
—Qué mal momento. —suspira y baja la cabeza el rubio—. Si nos quedamos adentro o afuera de este escudo podríamos morir quemados.
—Oye, no seas tan pesimista. —le da un golpe algo fuerte en el hombro Yamato.
—Tienes razón. —aclara la garganta—. Tenemos que destruir lo que lo cubre si queremos alcanzar lo que… yo espero que sea su punto débil.
La barrera violeta que los cuida del exterior, es golpeada y chocada repetidas veces por los fantasmas que vuelan con gran velocidad por los alrededores. El cielo, se ve una mezcla entre gris y rojo, pero al menos ya no se siente tan helado. Lo malo es que está hacia el otro extremo, muy caliente.
—¿Quién va primero o qué hacemos? —pregunta el demonio con una voz decaída, acariciando con sus dedos el propio contorno de la cara.
«No estoy segura de poder hacer aparecer mi libro dentro de este lío. Tampoco quiero repetir lo de besarlo para que se calme un poco. Ahora mismo si me abrazara cualquiera lo golpearía. Me siento muy tensa… seguro que todos están igual que yo… », piensa mientras escucha todo lo que sucede en el entorno.
—Kanae puede disparar desde afuera, según lo que contó. Pero no creo que sea muy fuerte ahora, sin ofender. —niega con las manos MinHyuk—. Si nos mantiene de protegidos de esta manera, no podría. ¿Quién tiene más tolerancia de ustedes dos al calor, o al fuego en sí?
—Yo puedo ir si quiere, señor Jung. —le responde con firmeza.
—Pero si lo pienso bien… Necesitamos intentarlo todos. Ahora sí, Kanae. —la mira fijamente—. Necesitamos, de verdad, que nos des a cada uno un escudo como los que te haces a ti misma. No es necesario que ataques si no puedes, pero realmente es urgente que podamos movernos sin morir.
—Ah… —baja la vista, ladeando la cabeza. «Durante todo este tiempo no pude hacerlo, no sé cómo voy a lograrlo ahora. Pero estoy en una situación donde no puedo equivocarme. Tengo que tener más confianza», piensa—. De acuerdo.
La chica respira lento, tomando con ambas manos el báculo. Aún sin desvanecer la burbuja en la que están, una silueta violeta empieza a rodear a cada uno de sus amigos.
—No sabría decirles cuán resistente es, pero no se van a quemar. Es lo que les puedo asegurar, ya que me enfoqué en que ninguno salga incinerado.
—Gracias. —MinHyuk le regala una sonrisa real—. Sé que estás dando lo mejor.
Tras esas palabras, la barrera esférica desaparece, y pueden proseguir con la batalla. Se elevan juntos hasta la altura del pecho, casi el único lugar que por el momento es el más seguro. No dispara desde ahí nada, todavía. Por lo que va sucediendo tampoco se sabe si lo hará, pero de igual forma están atentos. Y respecto al tiempo, el fuego no para, pero aún hay un espacio en el que dejan de crearse esos fantasmas.
En el afán de golpear la superficie convexa, son interrumpidos por los seres rojos. Son aún más molestos que los blancos, arañándolos a medias por fortuna de la hechicera.
—Uhm… —Yamato se mira las yemas—. No puedo disparar. Todo se seca.
—Tampoco podrías por el escudo de Kanae, ya que la sangre sale directamente de tus dedos y no puedes canalizarlo más adelante. —le aclara su mejor amigo.
—Bueno, voy a tener que hacerlo a la antigua. —aunque no tenga una fuerza agregada, pelea con sus puños. Tarda mucho más en derrotarlos, pero tampoco es que resulte imposible.
La chica de cabellos negros mira fijamente hacia el punto acordado, aunque la chocan desde varias direcciones. El aura que a ella la rodea, es la que acostumbra hacer, invulnerable, mientras la que rodea a los demás es prácticamente sólo contra el fuego y algunos golpes.
«Si esto continúa por mucho me voy a desmayar», piensa, y como si el ángel le hubiese leído la mente, le lanza desde la distancia algo de energía. «Bueno, justo lo que necesitaba. Me alegra que Yuki sea tan atento».
Forma una masa de energía rosada ondulante frente a ella, y explota hacia varias direcciones. Principalmente da en el pecho del gigante, pero también consigue acabar a varios seres rojos.
—Aún sin grietas… —suspira, mirando su báculo con frustración—. Aún no debo usar la habilidad más fuerte, ¿Verdad?
—No. Sino, ¿Cómo le harás frente a su punto débil? No sólo eso, no podrás proteger a nadie. Tienes que seguir como vas. —le aconseja el de cabellos verdes.
Un poco enojada, pero dándole la razón, intenta otra vez con el mismo ataque. Nuevamente sin resultados en el villano enorme. Ella niega varias veces con la cabeza, y se dedica a matar a los fantasmas más débiles, ya que contra ellos sí funciona. Eso termina siendo de gran ayuda para el grupo, ya que pueden apuntar con más precisión sin los empujones.
Ahora, la niña de ojos azules toma la iniciativa hacia el lugar cubierto del gigante. Arremete contra este, en una serie de puñetazos. Unas pequeñas grietas se forman, sacándole una sonrisa de satisfacción.
—Voy bien. —dice para sí misma, agregando patadas entre sus golpes.
Incluso se escucha como si una cáscara comenzase a desprenderse, muy de a poco. Esto le causa alivio al grupo, generándoles más ánimos de pelear.
El chico de cabellos negros y el ángel se suman a la chica, enfocando en la misma zona sus manos y pies, cargados de energía por ambos lados.
Literalmente, en el transcurso de la batalla, a Yuki se le ocurre concentrar parte de la energía de su cuerpo en los golpes.
—Qué bueno que no me diste uno de esos en el entrenamiento. —bromea Jun.
—No lo hubiera hecho aunque supiera, es peligroso. —le demuestra contra el monstruo, cómo resuena el impacto.
Kanae también sonríe por el avance notorio. A la vez le causa gracia los comentarios casuales entre el par. No deja de lado su idea de exterminar a los fantasmas tangibles.
Con el pasar de unos quince minutos, se forman más allá de líneas pequeñas. Unos agujeros aparecen en la coraza del pecho del villano. A través de esos huecos, se ve parte del ojo que todavía no está vulnerable.
—Un poco más~… —la pelirroja suena agitada, pero no se detiene.
—Yuki, energía por favor… —le dice en voz baja la chica de cabellos más obscuros.
—Tome, señorita Mitsugashi. —se acerca rápidamente a ella por el aire, y sólo le da un toque en el hombro. Con ese mismo le proporciona la energía.
—Uwwaa… No volveré a dudar de cuando digan que entrenan. —gracias a la rápida recuperación, puede lanzar más habilidades.
El ángel le sonríe y regresa al frente con los demás. Los tres más fuertes físicamente, realizan una cuenta regresiva y golpean al mismo tiempo. El sonido de la ruptura se intensifica. Un pedazo de la superficie convexa se desprende, desapareciendo rápidamente entre el agua y el fuego. También se muestra más del ojo: se alcanza a ver que es como si fueran cinco juntos. Aunque tendrían que haberlo esperado por el tamaño del «escudo».
«Ay…», incluso desde donde ella está, se divisa el gran tamaño. «Dios, que no dispare nada desde ahí o vamos a morir. Ya es suficientemente difícil para que tenga otro truco. Dennos un poco de suerte», son las plegarias que tiene la chica en su cabeza.
El demonio se aparta un poco de la pelea principal, jalándose un poco el cabello. Por otro lado, Mitsuru y Yuki siguen surtiendo unos buenos golpes, clavando los nudillos con fuerza.
—Incluso a mí me duele la cabeza a estas alturas. —piensa en voz alta SunHee, que aún mueve a los tres y a ella. La velocidad a la que se mueven sus pupilas denota sus buenos reflejos. Todos esos años jugando danmaku realmente le sirven de algo.
—Quisiera decirte que no falta mucho, pero no sé si es así. —voltea la cabeza, mirando a la rubia—. Ánimos. —dice el chico de cabellos rojizos.
La voluntad inquebrantable de salvar el mundo que mantienen en esta batalla, resulta sumamente importante. Los ángeles, demonios, humanos. Todos unidos, buscan mantener su planeta, luchando con todas sus fuerzas; esperando con ansias al mismo tiempo que esta pelea llegue a su fin.
Comments for chapter "24"
QUE TE PARECIÓ?