Nisenai Fantasy - 9
Capítulo 9
[ 2017, Abril, 5 ]
Es otro día fresco. El viento que se pasea por la ciudad, provoca sonidos entre las hojas de los árboles y en las persianas por las que traspasa. Al estar algo nublado, el cielo no está muy iluminado, pero sí lo suficiente como para ver por las calles. De igual manera, a esas horas todavía están encendidos los faroles. Para las estaciones de trenes, y autobuses, se le conoce como hora pico, porque muchos van en camino a su trabajo, o al colegio, en el caso de los estudiantes.
Todavía es temprano, pero las puertas en Nisenai ya están abiertas. Algunos alumnos suelen llegar antes para acomodar las cosas en el salón, otros porque es a la hora que pueden ir.
Kanae hoy llega varios minutos antes de lo usual, siendo la segunda en entrar. La primera, que se ve que lleva un rato allí por sus útiles ubicados de la forma habitual, es SunHee, quien se levanta de la silla para saludarla.
—Kanae, buenos días, llegaste temprano hoy. —apoya las manos en la mesa que tiene tras ella, cruzando las piernas—. ¿Te sientes mejor hoy?
—Sí, muchas gracias por preguntar, buenos días SunHee. —deja la mochila en la silla de al lado de la otra, y se estira de brazos—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
—Me trajeron ahora porque tenían que hacer unas compras. —la sigue con la mirada mientras la menor camina—. Oye, hay algo importante que deberíamos hablar. —cambia su expresión a una más seria, pero a la vez denota la preocupación por la contraria—. Es sobre Jun.
—¿Sabes algo de porqué está actuando así? —sus ojos se iluminan un poco con la idea de una respuesta.
—En realidad, no y sí. Justamente de eso quiero hablar… —aclara la garganta—. Jun ha demostrado ser un idiota muy superficial. Analizándolo atentamente, no hiciste nada más que cambiar tu peinado, y es algo de lo que las dos estamos al tanto. Además de eso, parece ser inestable su actitud. En otras palabras, es como si se aburriera de una persona, pero de una manera tan mala, que no entiendo cuál es la necesidad de tratarte así si no le causas problemas. —le comenta la rubia, con un tono dentro de todo bajo.
En el pasillo anterior al aula 203, se escuchan unos pasos, audibles para cualquiera que esté en su cercanía, pero para las dos quienes están hablando no, debido a su concentración en el tema.
—Creo que deberíamos ir un poco más despacio… No puedo con tantas cosas de golpe… —la chica de ojos violetas solloza, con un par de lágrimas en los ojos.
—No. Ya es suficiente Kanae. ¿Cuánto tiempo más vas a estar así? ¿Crees que ese es el tipo de «amor» que mereces? —mantiene la mirada fija en ella, caminando a su alrededor.
—¿Crees que a mí me gustó por cómo es ahora? Él no era así… No es como si buscara a alguien que me va a tratar mal a propósito… Yo seguiré intentando arreglarlo, debe haber algo que pueda hacer… —se cubre un poco la boca, desviando la mirada al sentirse intimidada y sensible por la situación.
—¿Qué vas a hacer? ¿Qué tienes que arreglar si no has hecho nada malo? Hasta tú te debes haber hecho esa pregunta. —frunce el ceño—. ¿Te das cuenta de que eres una tonta?
—No es reciente, en serio. —responde cabizbaja, con el flequillo ocultándole los ojos.
—¿Qué excusa tienes? Cuando parece que realmente no estás en tu sano juicio. —niega con la cabeza, porque escuchó todas y cada una de las anécdotas que le contó su mejor amiga. La rubia trata de hacerle entender que no tiene sentido lo que plantea.
—Ni siquiera debería explicártelo, ya lo sabes. —se acomoda el cabello para poder mirarla aunque sea por un momento, tratando de imponer su punto de vista.
—No tiene sentido. No deberías ser así… Te harás daño. —las últimas tres palabras suenan casi como un susurro. Suspira pesado y se despeina los flecos con una mano, arqueando las cejas—. En serio… A Jun ahora le gusta Mitsuru, cosa que interfiere con que MinHyuk también la quiera, pero al menos ella no lo trata mal por juntarse con Jun. Como las dos sabemos, ella no tiene la culpa. Y el que ese niño inmaduro Jun guste de ella no sería un problema si no se portara como un idiota contigo.
—Mmm… —se queja con una voz ronca pero bajita. Lentamente, toma asiento en su lugar—. Literalmente quedé fuera, ¿Verdad? —tuerce la boca y esconde la cabeza entre los brazos, sobre la mesa.
—Al menos como pareja sí… Pero como amiga también parece. Lo lamento mucho, pero necesitarías un milagro para que vuelva a ser como antes contigo. —se sienta a su lado, y le hace cariño en el cabello.
—Qué exagerada. —se deja sin más, no está precisamente enojada con ella.
—Me gustaría decir que lo soy, pero así parece. De verdad lo lamento Kanae, pero piensa en esto. Ryōtarō también es muy cercano a ti y hablas mucho con él, no te estoy diciendo que salgas con él pero… Si te hace feliz escucharlo, puede que le gustes. —le comenta en un tono pensativo.
—Realmente no pienso en él como una opción. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza salir con alguien de Golden G. Tampoco estaba pensando en salir con otra persona. Al mismo tiempo, tampoco pensé en salir con Jun… No soy nadie importante como para tener una relación… —cada vez su voz se hace más frágil, solloza sin mostrar la cara.
—No digas eso… Aeish, de verdad. Eres tonta, pero por creer que no eres nadie especial. Estás rodeada de gente que te quiere, no dejes que el estúpido ese te haga pensar que vales menos. —parece verdaderamente molesta con el chico de ojos rojos—. ¿Y sabes? Yo tampoco pensé que fuera posible una relación con alguien de Golden G… Amo a Yamato, pero no quiero causarle problemas ni estrés. Él es súper directo, y yo soy lo opuesto. Muchas veces me quedo en silencio, o no digo lo que pienso porque no quiero. Sé que eso es molesto, pero a veces no me sale hablar, y prefiero callar a decir una estupidez. —en todo lo que habla, no deja de jugar con los cabellos de la menor.
—Yo creo que se ven lindos juntos. —se acerca a la rubia para abrazarla despacio, con los ojos cubiertos por los flequillos—. Yo a ti te aconsejo que no pierdas las esperanzas.
—Hmhm —ríe suave, con la boca cerrada—. Gracias. Y yo te sugiero que no le dirijas la palabra a Jun hasta que se disculpe. Si es posible evítalo por el momento. Ya si lo mismo no tiene remedio, tú ves si quieres que sigamos yendo todos juntos a comer, ¿Sí?
—Está bien. —asiente con la cabeza sin rechistar.
A unos centímetros de la puerta, Mitsuru todavía está de pie, temblorosa, como si dudase de entrar al aula, pero desde hace ya unos minutos que mueve y regresa su pie antes de dar el paso. Respira hondo y cierra los ojos, se seca una lágrima con la yema del índice con sumo cuidado, claramente para no desparramarse el maquillaje. Se escucha detrás de ella que están llegando más compañeros, así que ingresa al curso.
—Buenos días chicas. —las saluda con su sonrisa habitual, cerrando los ojos. De esa manera, por unos momentos no se notará lo rojizos que están.
—Buenos días. —SunHee y Kanae devuelven el saludo en voz baja a la vez.
La pelirroja se sienta a la izquierda de la chica de ojos verdes, pero por lo visto no busca comenzar una conversación. Sólo respira, manteniendo sus ojos cerrados, y se recuesta de forma similar a Kanae.
—¿Tuviste pesadillas? —por el contrario, la chica de cabellos negros no teme preguntar nada—. Parece que tienes sueño. —Kanae trata de no quedarse deprimida con la anterior situación. No le resulta fácil, pero aún tiene esperanzas de solucionar sus problemas con Jun, de la manera opuesta que antes. «¿Qué debería hacer?» pasa a ser «no hacer nada».
—Uhm… No pero me siento cansada igual. —se estira de brazos y se sienta, erguida. Mira las uñas propias, como si tratara de distraerse con el diseño que se hizo la anterior noche.
—Me gusta mucho cómo te pintaste. —un comentario inesperado de SunHee, que se queda con la vista en las delicadas manos ajenas.
Para la pequeña de ojos azules, si su intención era que no se notara de su preocupación o tristeza, le sale perfectamente bien. Pero, en términos de comodidad, no sería lo ideal que le hagan muchas preguntas en ese estado.
Unos minutos luego de que las chicas se acomoden en sus lugares, comienzan a llegar los demás chicos. Notoriamente, ni MinHyuk ni Yamato han llegado aún, lo que despierta la curiosidad en Kanae. Ladea la cabeza, echando un vistazo en sus sillas. No hay rastro.
—SunHee, ¿A dónde está tu hermano? —le pregunta con un tono bajo y algo ronco todavía.
—Tienen una entrevista hoy, es probable que lleguen en el siguiente módulo. Hace mucho que no aceptaban una actividad en la misma hora que la escuela, probablemente por eso te llame la atención. —sonríe de lado—. Igual, gracias por preocuparte.
Cuando ya están todos los del aula 2—A, da la coincidencia de que toca la campana para que empiece la clase. Como cualquier otro día, se ocupan los mismos lugares, quedando vacíos dos a falta de los miembros de Golden G.
Se saludan para comenzar, y en menos de 5 minutos ya inician las explicaciones en la pizarra. Lo que resalta hoy, es que a pesar de que ya hable el profesor, se oyen unas voces susurrando, muy bajo, pero de igual manera se nota. Esos son Jun y Yuki.
—Tal vez me exalté un poco ayer, y no fue la mejor forma de decírtelo… Pero me sentí molesto por lo que pasó. —le comenta el chico de ojos grises a su mejor amigo.
—¿Un poco? Si digo que toda la cafetería te escuchó sería poco. —niega con la cabeza un par de veces, agarrándose con una mano un lado de ella—. Además de que no sé porqué estabas enojado, me sigue doliendo la cabeza. No ha parado desde ayer, pero hay momentos que me duele más.
—Jun… —frunce levemente el ceño, cerrando los ojos, para luego verle notoriamente molesto—. A veces eres tan despistado… En fin… Si el dolor de cabeza no cesa en un par de días, te ayudaré con eso.
—¿Por qué no ahora? —lo mira con una expresión de confusión.
—Porque estamos en clase. —tuerce la boca, más calmado, parece que dentro de todo le tiene paciencia.
—¿Qué tiene que estemos en clase…? —mueve la cabeza hacia los lados pensativo, hasta que parece llegarle una idea. Sus mejillas se tornan sorpresivamente algo rojas—. Oye, no necesito ayuda de ese tipo. Además no me gustan esas cosas.
—¿Pero qué…? —arquea una ceja, abriendo los ojos, muy confundido con su respuesta. Su rostro también enrojece. Luego frunce el ceño otra vez—. En serio, qué tonto. Despistado. Estúpido. En serio, ¿Por qué? ¿Por qué eres así? —entierra la cabeza entre los brazos que tiene apoyados en la mesa.
—Hmhmhm —se ríe con la boca cerrada, esta vez causa más ruido que el resto de la conversación.
—Chicos. —el profesor aclara la garganta—. ¿Se puede saber de qué están hablando? Si algo les resulta muy gracioso pueden compartirlo con la clase
En ese momento, Yuki mira hacia el frente, con el rostro completamente rojo, al igual que Jun. El docente niega con la cabeza, llevando una mano a la frente.
—Mejor no quiero saber. Por favor, hagan silencio. Ustedes tienen buenas notas, así que lo dejaré pasar por esta vez.
Ambos niños asienten, y desde ahí sólo se escucha la enseñanza del día, junto con el sonido de los bolígrafos y lápices en papel.
Un rato largo después, llega el primer receso. Se ven muy exhaustos por la clase. A ese profesor le gusta enseñar más de la cuenta, lo que termina haciendo que, además de que se entiendan mejor las cosas, también deban retener más información. Sumado a que es exigente, tratan de hacer milagros para no olvidarse de nada por si le preguntan en la siguiente clase.
Como es un tiempo corto, la mayoría aprovecha para ir al baño, otros terminan alguna tarea que dejaron pendiente si se les olvidó, a cualquiera le puede pasar. Muchos están hablando sobre la revisión en la enfermería, que se dará a partir de la siguiente hora en adelante.
Kanae, por su parte, está recostada en la mesa, sin muchas ganas de hablar en general. Yuki la mira de reojo, algo preocupado, pero no le habla, se ve que no la quiere molestar.
—Oye, Mitsuru, ¿Quieres que paseemos un rato en el campus? —le propone el chico de cabellos negros, sonriente.
—No, en realidad… Iré al baño con Kanae, ¿Cierto? —apoya una mano sobre el brazo de su amiga.
—Eh, sí. Es verdad. Vamos. —le sigue el juego, aunque algo perdida, porque no se da cuenta de que la pelirroja quiere evitarlo.
Las dos chicas salen del salón, y quedan sólo 3 de su grupo. El chico de ojos rojos regresa a su asiento, con un rostro pensativo. La rubia no le dirige la palabra, ya que no se siente obligada a hablar con él, menos en los términos que están él y su mejor amiga. Yuki, que se encuentra dibujando, sí le habla, volviendo al tema en el que habían quedado antes del malentendido.
—Jun, recapitulemos… Si yo un día vengo y te hablo como siempre, pero después pasa una semana. Resulta que no te hablo, y si lo hago, te respondo mal. Tú me preguntas que porqué soy así, y yo te digo que no entiendo a qué te refieres. ¿Qué crees que estaría pasando? —usa la mano libre para sostenerse el mentón mientras le explica.
—Diría que estás actuando como un idiota, y que me prestes atención. Porque soy tu mejor amigo, no deberías ignorarme~ —parece comprender aunque un fragmento de la conversación. Es irónico que alguien que tiene tan buenas notas sea tan distraído con cosas tan simples.
—Bien… Vas captando. —lo despeina con la otra mano, soltando momentáneamente el lápiz—. ¿Y qué pasa si yo insisto en que no te estoy tratando mal, y cuando intentas de mostrármelo te ignoro?
—Me enojaría, pero intentaría esperar a que se te pase lo idiota para que me cuentes qué te pasó. Dudo que seas una persona irracional, así que seguro debe haber una razón. —le contesta, siguiendo perfectamente el caso hipotético del que le habla.
—Entonces pasa un mes, o dos, y sigo igual. Incluso parece que peor. Cuando me preguntas una última vez, te digo que me dejes de molestar. Y yo sigo pensando que no hice nada. ¿Te traté mal? —la última parte de la comparación, lo mira como esperando que se dé cuenta.
—Pues obvio… No tendría sentido que con todos los años que llevamos hablando me dejes así. Sería triste para mí, eres un gran amigo, y puedo perdonar que tengas un comportamiento feo alguna vez, pero me dolería que te alejes así… —se abre demasiado para contarle. Por fortuna, en el curso sólo están ellos 3.
—Jun. —ríe bajo y lo despeina nuevamente—. A veces dices cosas tan tiernas… —sonríe y suspira, bajando la cabeza—. Gracias. En fin… Si tú mismo te das cuenta… ¿Cuál es la diferencia entre Kanae y yo? Conmigo dices un sinfín de cosas, pero a ella la dejaste de lado como si nada.
—… —por fin parece captar a qué se refiere. Mira hacia la mesa propia, con el ceño fruncido, en silencio.
Yuki regresa a lo que hacía antes, dibujar, mientras que al niño de al lado se lo ve sumergido en todo el caso planteado anteriormente. Aunque el dolor de cabeza no le ayuda, por lo que varios momentos se agarra, sobándose, esperando inútilmente que se detenga.
Durante el resto de ese receso, se ve que a pesar de que las chicas hayan vuelto del baño, Jun no habla con ninguna, ni nadie, llevando la misma posición que tenía desde que término de hablar con el otro. Por otro lado, regresan los miembros de Golden G, justo a tiempo para la revisión.
Como ya se sabe, todos los años se realiza a los comienzos. En el caso del chico demonio, nunca había tenido una anteriormente por ingresar de forma especial. Los demás ya imaginan sus propios resultados.
Los recién llegados al aula saludan respetuosamente al profesor quien va ingresando tras de ellos, y se dirigen a dejar las mochilas en el lugar correspondiente.
—Aaah, realmente… —MinHyuk bosteza y estira los brazos—. Se ve que las fans no tuvieron mucha imaginación para las preguntas de esta entrevista. —se queja con el pelirrojo—. Oh —ve a Mitsuru— buenos días~ —cambia totalmente su tono de voz.
—Hm. —sonríe de lado—. Buenos días a todos. —los saluda Yamato en general y toma asiento.
Mira a su izquierda, un chico que parece hipnotizado con la mesa, tampoco sabe que Jun tiene la misma pose hace varios minutos. Luego regresa la mirada al rubio.
—Oye, Yamato. —le habla despacio SunHee—. ¿Fue tan tediosa la entrevista como dice mi hermano?
—No realmente, son preguntas típicas de lo que les gustaría saber a las fans. Como qué tipo de chica es nuestro ideal, o chico para ser inclusivos, eso sí me dio gracia pero igual contestamos. —le relata tranquilamente, en un ambiente completamente distinto de las discusiones—. También cosas que no nos habían preguntado antes, como hábitos de dormir, costumbres de qué hacemos sin darnos cuenta, muletillas… Siento que es una indirecta bastante directa para el roleplay.
—Es posible. —se la ve muy relajada gracias al cambio de ambiente.
Además de que es curioso que Yamato cuente mas o menos detalladamente algo.
—También nos preguntaron si algún día pensábamos en hacer fan service… —continúa explicándole—. Y con qué miembro del grupo. También me parece obvio que lo quieren para decir que «tal ship es canon» y cosas de fujoshis.
—Imagino que no contestaste eso. —ríe más fuerte—. Yo no quisiera enterarme de nada raro. —lo ve sonriendo divertida.
—Claro que no, yo contesté «me niego» pero MinHyuk bromeó conmigo diciendo que podré negarme con todos pero no a él… Y volvió locas a las chicas en el staff. —rueda los ojos, suspirando.
—Aeish, este chico… Pero hablando seriamente, creo que él hace fan service todo el tiempo y no se da cuenta, al igual que Ryōtarō.
Deteniendo su conversación, suena la campana. Los alumnos entran y se posicionan al lado de su asiento para saludar al siguiente profesor. Cuando termina el saludo, les comunica lo ya sabido. A todos les tocará ir a la enfermería, por lo que no habrá más actividades, así estén atentos a cuando los llamen y tarde cada uno lo menos posible.
Ante esto, toman asiento y se ponen a conversar en voz baja. Mientras tanto, SunHee juega en su celular, Kanae escribe en su cuaderno, Yuki sigue dibujando, Minhyuk compone música en el móvil, Yamato lee, Mitsuru ve memes, y Jun continúa pensando.
Otro comunicado rápido que les da el docente, es que pueden retirarse una vez concluido su turno. El alumnado responde con un «sí» al unísono, y continúan en lo suyo.
Pasado casi todo ese módulo, recién les toca a los de segundo año, y como se trata de la división A, les toca primero. Todos forman una fila, y se sientan en el pasillo al lado de la enfermería, en unas sillas preparadas especialmente para la ocasión.
Al comienzo están en absoluto silencio, pero tan sólo dos minutos después, ya se escuchan unos susurros bien remarcados que rebotan en las paredes.
—Yami Jun. —el primer nombre que menciona la enfermera, ya que son llamados al azar—. Pase por favor.
—Bueno. —se levanta del asiento, y pasa tras la puerta luego de la señora—. Esto parece un laboratorio. —comenta mirando hacia los alrededores, ya que la única vez que había pasado por allí fue muy rápido, y sólo para dejar a Kanae.
—Tenemos buena tecnología ya que, a pesar de esa rara inclusión que ocurre todos los años, es una preparatoria prestigiosa por su nivel académico. —le sonríe, guiándolo hacia una balanza, que además tiene una varilla metálica para su estatura—. Por aquí.
—Sí… —mira curioso aún los objetos, no tiene ninguna en su casa. Habiendo estudiado sabe lo que es, para qué sirve, pero no ha usado ninguna jamás.
—Quítese los zapatos, por favor. —le dice mientras prepara una tinta y papel grandes.
—… —en silencio, Jun procede a cumplir con la petición, dejando el calzado a un lado.
La mujer regresa a donde él, y mide su estatura también. Está bastante bien. 1,79 cm, 60 kg. Seguidamente, el chico de cabellos negros, camina sobre el extenso papel sobre el suelo, dejando unas marcas de tinta. Esas le sirven para saber si está bien respecto al arco de sus pies. Efectivamente, no tiene problemas.
La enfermera regresa esta vez con otros instrumentos: estetoscopio, termómetro, jeringa y tensiómetro. La presión es algo que puede calcularse rápidamente, así que no necesita una larga serie de indicaciones.
—Le voy a pedir el favor de que se desabotone la camisa, a menos que quiera que se estire. —bromea, para hacerlo sentir más tranquilo.
—Sí… —parpadea varias veces, como si estuviera pensando si hacerlo o no. Pero unos segundos después, lo hace, dejando a un lado su prenda superior.
—Era sólo abrirla jovencito. —ríe bajo—. Pero no hay problema. Así será más fácil. —sujeta el estetoscopio con la mano derecha, y la lleva al pecho contrario.
—Está frío. —reacciona rápido, con un espasmo involuntario—. Oh, lo siento. —ríe bajo, algo avergonzado.
—¿Es la primera vez que viene a una enfermería? —ladea la cabeza la mujer, llevando el instrumento por los costales, y luego hacia la columna.
—Sí… ¿Se nota mucho? —se rasca una mejilla, mirando hacia abajo.
—Por su timidez y reacción a algo básico de una enfermería, sí. Asumo que tampoco ha ido al médico nunca. Lo que me preocupa es el tema de sus vacunas, pero tengo que consultar con sus padres para eso. Lo que sí puedo hacer yo es un análisis de sangre, como al resto de los estudiantes, y de orina si se ve con probabilidades de mala salud. —le dice tranquilamente, cambiando al termómetro de oído, llevándolo al lugar correspondiente.
—Qué análisis más completo… —cierra el ojo del lado en donde está el aparato—. Sabe, yo creo que estoy bien de salud, hago gimnasia habitualmente. —señala su abdomen.
—Sí, sí… Pero que tenga un buen físico no necesariamente es sinónimo de buena salud, así que paciencia. Es el mismo examen para todos los alumnos, sólo con un agregado para alguien que dé mala espina desde el comienzo. —vuelve a mostrar una sonrisa.
Confirma que la temperatura está bien, y procede con el análisis de sangre. Es algo que toma un largo rato, al igual que el de orina, así que sólo puede tomar la muestra y pedir su correo o número para enviarle los resultados.
Tras sacar un poco de sangre, se queda perpleja mirando el líquido. Tiene un color violeta, y luego se vuelve obscuro, al igual que como pasa con la sangre roja.
—¿Qué… Es esto…? ¿Es un espíritu? Si es así su edad no es la que figura en la tarjeta de identidad… —arquea las cejas, suspirando.
—No, no, estoy vivo. Si pudo sentir mi corazón, eso es señal de que estoy vivo. —asiente varias veces con la cabeza, a la vez que niega un par con las manos.
—Cierto… —tuerce la boca, frunciendo el ceño con los ojos cerrados—. No tiene ninguna señal de necrosis externa… —palpa el brazo de donde tomó la muestra—. Ni puedo sentir irregularidades… Supongo que habrá que esperar a los resultados, lo siento.
—Tranquila, siempre fue de ese color… —su expresión es la de una boca alargada como línea recta, mirando hacia un costado, como si estuviese pensando que se metió en problemas—. ¿Falta… Algo más?
—No… Le entregaré los resultados por la noche. Tenga paciencia.
—Sí. —se ve que vuelve a darle una puntada bastante fuerte en la cabeza, se lo nota algo mareado, tambaleándose. Se agarra de los lados que le duelen—. Ah, cierto, tengo dolor de cabeza desde… Ayer podría decirse… Y no cesó. Por momentos me duele demasiado, ¿A qué se debe?
—Lo siento, yo… —todavía parece algo traumada con el color de la sangre ajena—. No sé qué puede ser. Mi consejo es que tome alguna pastilla para el dolor de cabeza, o aliviar el dolor muscular, pero si no funciona, consulte a un médico. —hace una reverencia con su cabeza—. Ya puede vestirse.
—Gracias. —no se muestra muy conforme con la respuesta, pero tampoco insiste. Toma su camisa y la acomoda como la trajo al entrar. De esa manera, concluye su primera visita como paciente.
El chico de ojos rojos pasa por la puerta, y se dirige a sentarse al lado de Yuki. Su rostro no pinta nada bien. El niño de cabellos castaños lo ve y hace ademán de querer preguntarle algo, pero al final se queda en silencio, como si esperase que le diga por su cuenta. En ese momento, resuena nuevamente la voz de la enfermera, llamando a SunHee, quien ingresa tranquilamente.
Justo en la hora del almuerzo, todos los chicos obtuvieron los resultados posibles en ese momento. Muchos se dirigen a su casa, otros se quedan en el aula, algunos divagan por el campus.
—¿A dónde van? —pregunta el rubio a su hermana, que ve que no lo espera para moverse, junto a Kanae.
—Iremos a la azotea, después de comer vamos a casa, así que puedes hablar tranquilo con los chicos. —le dice y se lleva a la chica de cabellos negros en la dirección propuesta.
—Y… ¿Qué tal sus resultados chicos? —arquea las cejas, con los ojos cerrados, sonriendo—. Lamento preguntar ahora. —ríe, jugando con un mechón de su cabello.
—Pues, ya lo dicen nuestras fichas en todos lados. Yo sigo midiendo 1,90 y pesando 70, tú sigues midiendo 1,84 y pesando 64. ¿O no? —enarca una ceja el chico de ojos miel.
—Pues sí. —ríe más fuerte ante la respuesta tan seria de su mejor amigo—. ¿Y tú Yuki?
—Todo salió bien también, por el momento eso parece. Creo que he crecido un poco. Ahora mido 1,87 y peso 67 kg. —les sonríe, pero luego sus ojos parpadean en brillo, volteándose rápidamente hacia donde está Jun.
—¿Y tú Ju…? —al mismo tiempo de la reacción del ángel, estaba por preguntarle cómo estaba porque no escuchó la conversación anterior.
Se muestra sorprendido al verlo en el suelo.
—¡Jun! ¿Qué sucede? Jun, reacciona. —Yuki lo mueve un poco hacia los lados con sumo cuidado, también da unas suaves palmadas en su rostro, pero no despierta.
Desafortunadamente, la enfermería ya cerró, justamente por haber revisado a toda la escuela.
—Rayos… —Yuki tuerce la boca y niega con la cabeza—. Menos mal que nos podemos retirar. Mándenle saludos a los demás, por favor. —les dice en un tono apurado a los otros dos.
—Un momento. —Yamato corre hacia el aula y le trae su bolso y la mochila de Jun—. Ve con mucho cuidado.
—Sí. —le responde, y tras ponerse lo más rápido posible las cosas, toma en brazos a Jun y lo lleva corriendo la casa propia, porque no conoce específicamente en dónde vive el otro.
—Qué carajos pasó… —el niño de ojos verdes mira extrañado las siluetas alejándose.
Mientras tanto, en la azotea, están Kanae y SunHee, conversando tranquilas. Ciertamente, a la pequeña de cabellos negros se la ve mejor que en las primeras horas, así que puede sonreír más, aunque todavía se sienta algo mal.
—Mitsuru y yo tuvimos muy buenos resultados. 1,64 y 43 salí, ella 1,68 y 45. Tú tampoco estás mal con 1,60 y 42 pero tu salud… —le habla tranquilamente, haciendo señas con las manos.
—SunHee, tampoco estoy tan mal. Sólo estoy más predispuesta a algunas alergias me dijo, por la reacción de mi piel con algunas cosas frías, y la presión baja, pero confirmaremos todo cuando nos lleguen los análisis de sangre.
«Tampoco es que sea nuevo enterarme de que el frío me suele hacer mal. El frío me odia».
—Hola. —la pelirroja aparece repentinamente frente a ellas, aunque en realidad estuvo escondida por allí hasta que se animó a hablar—. Um… Yo… —parece bastante nerviosa, a comparación de cómo la suelen ver siempre.
—¿Qué ocurre? —arquea las cejas Kanae, mirándola preocupada. Piensa que de verdad es muy raro que parezca así, pero está dispuesta a escucharla y ayudarle si es posible. Ella misma recuerda otra vez, sus problemas con Jun no tienen nada que ver con su amiga.
—Mmm… —aclara la garganta y se sienta entre ellas dos, un poco más atrás—. Yo las escuché… Cuando estaban en el aula, a la mañana… —comienza la confesión con una bomba para las otras dos, quienes se ven claramente sorprendidas—. Sé que no está bien hacer eso… Pero yo… —juega con los dedos propios, cabizbaja—. Estaba apunto de entrar y pasaría así sin más pero… Las escuché discutiendo. No sabía si podía ayudar, tampoco quería interrumpirlas, y también me daba curiosidad… ¿Por qué…? —sus ojos se humedecen, y resbalan un par de lágrimas por sus mejillas—. Estuve causando tantos problemas y nunca lo supe… Y encima ahora que me enteré son más problemas para ustedes porque lo sepa… —solloza, pero no quiere refregarse los ojos por no arruinar su rímel, lo demuestra cuando lleva la mano hacia ellos y no termina la acción.
—Yo… —lleva una mano al pecho propio, con el puño cerrado—. No pienso que sea tu culpa, no sabías nada… Y lamento que te hayas enterado así. —le responde en voz baja Kanae.
—Sí lo es… Si yo lo hubiera sabido no hubieses sufrido nada… O sea… Chicas. —las mira a ambas, y vuelve a aclarar su garganta—. Sé que no soy su mejor amiga porque no soy la primera amiga de ninguna a diferencia de ustedes dos, que son muy especiales una para la otra… Pero yo sí las considero mejores amigas a ustedes… Me gustaría que no nos guardáramos secretos para evitar discusiones y malos entendidos… Y también… Perdón. De verdad lo siento mucho, no sabía, no tenía idea de que sufrías tanto. —abraza a Kanae, tratando de no apoyar el rostro en su ropa para no mancharle con el rímel.
—Tiene mucha lógica lo que dices… —le responde la pequeña de ojos violetas—. Si a SunHee le parece bien también, supongo que no hay problema… Yo te puedo contar. Y sí te perdono, aunque siento que no hay nada que perdonar. Sin saber qué ocurría, lo mismo me defendías de Jun.
—Mitsuru es buena persona. —dice para sí misma la rubia— Está bien, sí te contaré más. Y perdón que no pueda considerarte mi mejor amiga tan rápido, tienes razón en todo lo que dijiste. Pero bueno, no ocurrirá solo si no cambiamos nada. —su expresión denota varios sentimientos mezclados. Las abraza a ambas despacio—. ¿Qué les parece si armamos un grupo en Lime para las 3? Así nos podemos contar cosas más seguido. —les susurra, siguiendo el consejo de Mitsuru.
—Creo que es una gran idea. —le dice Kanae, riendo y sollozando a la vez. La conmovió mucho ver así a la otra, sumado cómo se sentía anteriormente.
La niña de cabellos negros está, según ella piensa, igual de confundida que SunHee con toda la situación. Pero siente que puede ser una solución linda las propuestas de sus amigas. Espera que con las charlas que tuvo durante el día, se vaya disminuyendo su malestar por «cosas sin importancia». Teniendo en cuenta todo lo lindo que tiene, cada vez siente más que debería preocuparse menos de si Jun le quiere hablar o no. Es difícil llevarlo a cabo, pero es un avance según cree, para poder superarlo.
Al mismo tiempo que transcurre el abrazo en la azotea, Yuki ya tiene a Jun en su habitación. Lleva unos minutos tratando de curarlo con sus poderes, pero sigue sintiendo cuando lo toca que no está bien. No logra entender qué clase de mal tiene, que incluso él como ángel es inútil.
¿Será algo psicológico, que no puede arreglar a menos que hablen? ¿O tendrá que consultar con sus padres? Por desgracia, ellos siempre están en el hospital.
Son esos momentos donde uno duda de si es realmente una emergencia o no. No es raro que alguien se desmaye, suele suceder. Pero que un ángel no pueda solucionar algo tan simple como un dolor de cabeza, es bastante extraño.
Si pudiese hablarle, se daría cuenta enseguida si es psicológico, sin embargo, no despierta. Intenta una última vez, concentrándose más. Cierra los ojos con el ceño fruncido, y los brillos son más nítidos. Tampoco funciona. Suspira pesado y se revuelve el cabello con ambas manos.
Para su sorpresa, el chico de ojos rojos comienza a hacer muecas, y va despertándose de a poco. No le menciona nada sobre que intentó curarlo de manera mágica, sólo se le queda viendo.
—¿Dónde estoy…? —le pregunta lento, con la voz ronca, todavía con los ojos entrecerrados.
—En mi cuarto. —le contesta tranquilo, sentado a su lado en el suelo.
—Tu cama es cómoda… Gracias por… traerme aquí, aunque no recuerdo qué pasó. —ni bien alcanza a terminar la frase, otro dolor se cabeza de magnitud fuerte le agarra, se sostiene como todas las otras veces.
—Jun, no sé qué te sucede… ¿Hay algo que no me hayas contado? ¿Algo que te cause ese dolor? ¿Estuviste consumiendo drogas? —la preocupación que tiene le lleva a hacer demasiadas preguntas de golpe.
—¿Qué? —le sale la voz desafinada, así que aclara la garganta. Se sienta y estira uno de los brazos—. En serio Yuki. —lo mira seriamente, negando con la cabeza—. No soy así, yo ni siquiera bebo alcohol, ¿Te parece que vaya a drogarme?
—Era una opción, es que nada funciona contigo… Ya que ahora estás consciente, vamos al hospital, yo no puedo hacer mucho por ti ahora, quizás mis padres sepan qué hacer. —lo mira fijamente, como si tratara de convencerlo al respecto.
—Prefiero que me lleves a mi casa, nunca he necesitado ir a ningún médico porque mis padres podían solucionar cualquier problema que tuviera. Si tenía tos, o resfriaba, me preparaban un té medicinal, cualquier cosa siempre supieron qué hacer, yo confío en ellos.
Como si fuese un concurso de quién hace la expresión más seria para convencerse, el demonio gana.
—Mmm… —suspira y esboza una sonrisa, incorporándose— Está bien, te llevo. Sé que vives cerca de Kanae, porque me mencionaste que tu casa está en el Bosque Esmeralda. ¿Podrías guiarme? —le dice en un tono más calmado, a pesar de que su rostro todavía demuestra todo lo contrario.
—No hay problema. —mira hacia los alrededores, hasta que fija la vista en su mochila sobre la silla.
Se levanta despacio y pierde el equilibrio, casi cayendo, de no ser porque el otro le sostuvo una pierna con la mano.
—Creo que todavía estoy mareado.
Se acerca a la mesa, pero es detenido por Yuki.
—No te dejaré que cargues eso ahora, ni siquiera puedes llevarte a ti mismo. No se te ocurra llevarla. —no suele usar una, así que le queda extraño, pero se la coloca como si fuese cualquier otro estudiante—. Ahora que lo pienso, tampoco podrías bajar las escaleras así. —se rasca la cabeza—. ¿Cómo quieres que te cargue?
—Aunque no quisiera que me cargues, tengo que admitir que me siento mucho peor que antes. A penas puedo estar de pie. —literalmente, sus piernas están temblando—. Iré en tu espalda, como me trajiste hasta aquí, ¿No?
—… —mira hacia ambos lados y sonríe—. Uhm… —a pedido del mayor, deja nuevamente la mochila sobre la silla, y se agacha para que pueda subirse.
—… —en silencio también, se acomoda sobre él, y le rodea el cuello con las manos—. No le menciones esto a nadie, es vergonzoso. —mira hacia abajo y a un costado.
—Sí, sí… —ríe bajo por la reacción del niño de cabellos negros—. Sujétate fuerte, mañana te traeré las cosas a la escuela. ¿Tienes el móvil en el bolsillo?
—Sí, pero mis cascos están en la mochila. —forma un puchero con los labios—. Bueno, un día sin auriculares. No es nada.
Nuevamente la reacción infantil de Jun le causa risa al ángel, que baja con él de forma sumamente delicada por los escalones. Con el mismo cuidado sale de su casa.
Naturalmente, no es muy común ver que un chico está cargando a otro de esa manera. Las reacciones en la calle son variadas: algunos se ríen, otros parecen verlos con preocupación, un par de chicas gritan como si viesen «algo bonito». Esto último los hace pasar vergüenza. Peor todavía el hecho de que hay alumnos de su preparatoria que recién están saliendo. Se puede decir que al menos esas tonterías distraen a Jun momentáneamente de su estado físico.
Al llegar a la parada del bosque, Yuki carga otra vez a Jun, mientras este lo va guiando por el camino correcto. Es la primera vez para el niño de cabellos castaños en los adentros del bosque.
Mira curioso los alrededores, aquellas plantas gigantes y coloridas que resaltan bastante, ya que no se ven en ningún otro lugar del que tenga conocimiento. Se enreda por unos momentos con unas hojas largas, pero Jun le ayuda para que sigan adelante.
Se pueden apreciar también árboles que se nota que tienen cientos de años, rocas que podrían aplastar a uno y a otras 10 personas si se movieran de su lugar, insectos brillantes… Una gran variedad de colores y tamaños, en resumen.
El sendero derecho que tomaron finaliza con la casa de los Yami. Al estar frente a la puerta, el chico de ojos grises baja suavemente a Jun.
—Espero que te haya servido, ojalá se te pase pronto el dolor. ¿Quieres que me quede contigo en tu casa, o prefieres privacidad con tus padres? —le pregunta amablemente mientras se estira.
—Creo que prefiero quedarme a solas esta vez. Otro día te invitaré. Muchas gracias, te debo una. Te invitaría algo pero te voy a terminar tirando las cosas encima. —lo último se lo dice con un tono de frustración.
—Tranquilo, no estás obligado a nada. Luego mándame un mensaje si estás mejor, también si no pudiste solucionarlo. Cualquier cosa me dices, si es necesario te buscaré para ir al hospital como te propuse en un principio. —le menciona, mientras guarda las manos en los bolsillos de su pantalón— Está bastante fresco aquí, no te quedes mucho tiempo afuera.
—Ve tranquilo. —gira el picaporte, y lo saluda con la mano desocupada.
—Hasta luego. —le dice y se da media vuelta, tiritando un poco por el clima del bosque.
Gracias al ángel, Jun pudo llegar a salvo a su casa. Apenas entra, se sienta en la silla que tiene más cerca. Suspira y mira hacia los lados, esperando que alguno de sus padres esté presente.
—Ya llegué. —dice en un tono de voz más alto de como usualmente habla, cerrando un ojo por el dolor de cabeza—. Me pregunto si habrá alguien en la casa…
El chico avanza de a pasos lentos, llegando hasta el comienzo del pasillo. Por fortuna, aparece Tanaka, su padre. Su madre Minako está trabajando aún.
—Buenas, estás más temprano de lo usual. Pero bueno, es el comienzo de clases, es lógico. —le comenta el señor mientras lo ve, aunque luego se detiene frente a él, con una expresión seria—. ¿Te duele la cabeza?
—¿Es muy evidente? Todavía no lo he mencionado. —suspira, sosteniéndose apoyando la espalda contra una de las paredes.
—Era de suponerse, nunca tomaste tus actividades como demonio. Conoces más del mundo de los humanos que del nuestro. Siéntate hijo, ahí en dónde estás, no hay problema.
Ante las indicaciones de su padre, se desliza suave hasta tocar el suelo. Lo mira con curiosidad, y confusión. ¿Qué tiene que ver ser un demonio con el dolor de cabeza?
—Mira. —le sigue contando el señor—. Eso te pasa porque saliste de casa y no te educamos como corresponde. Pasaste mucho tiempo con los humanos y no llevaste a cabo tus actividades. No comprendiste el verdadero significado de «alimentarse de emociones negativas». Esas cosas nos hacen más fuertes, pero nunca has liberado tu energía. —sonríe de lado, haciendo una pausa—. Necesitas matar a alguien.
—¡¿Q-quéeeee?! —a pesar de aquél fuerte dolor que viene cargando hace rato, Jun no tiene ningún tipo de sed de sangre o algo similar—. ¿Cómo dices? Padre, ¿Estás bromeando? —abre mucho los ojos, alzando ambas cejas.
—Normalmente sólo deberías investigar de alguien que se merece un castigo y llevarle un poco de karma, pero así como estás tienes que hacer algo más fuerte. —continúa viéndole serio como antes. Le pone una mano en el hombro—. Tranquilo, hay una lista larga, así que siempre tendrás lugar.
—Oye… Yo pensaba que los demonios no eran malos. Sólo que absorbían energía negativa, pero nunca se me pasó por la cabeza que mataran gente… —mira hacia abajo, dejando caer los brazos sobre las piernas.
—Pues, no somos malos, sí tienes razón en eso. Pero no conoces tu deber. Es parte del equilibrio. —resalta esta frase en su voz—. Por algo ves que los demonios salen del bosque en reiteradas ocasiones. ¿Te parecía lógico que haya personas que mueren por causas misteriosas? Los humanos son los malos, irracionales. Ellos siempre buscan hacer sentir inferior a otro, lastiman como si fuese un juego, y ni siquiera es por alguna razón lógica. Sólo se divierten con el sufrimiento. Les parecen aburridas las series que no tienen drama, porque «una vida sin problemas es aburrida». ¿Qué tienes para decir al respecto?
—… —tuerce la boca, desviando la mirada. Es difícil opinar si él es fanático de doramas, como casi cualquiera en Asia. Además, su reciente comportamiento más allá de no haber sido a propósito, sí fue irracional y malo, tal cuál como él dijo son los humanos—. ¿Estás seguro que no hay otra manera?
—Pero —le hace señas con las manos— incluso tienes la ventaja de que tu poder no dejaría rastro, podrías hacer desaparecer a alguien de un rayo, ¿Estás seguro que quieres la manera más difícil?
—Sí padre… Sí… —asiente con la cabeza como puede, viéndole con los ojos entrecerrados.
—Está bien… —suspira pesado, como si se sintiera decepcionado—. Lamento decirte que si esa es tu forma de pensar, vas a terminar sufriendo mucho. La energía negativa se acumula en tu ser, lo natural sería que por instinto buscaras con quién descargarte. Cuando terminemos con esto, recuerda estar al tanto de las estupideces ajenas y llevarles su medicina, porque de otra forma vas a terminar así como ahora, una y otra vez.
—Lo pensaré… Sólo dime rápido qué hacer. —claramente, la impaciencia se apodera de él, mientras no conlleve la muerte de alguien.
—Mira. Podrás parecer que no tienes nada de fuerza ahora, y que inclusive no puedes pensar bien, pero eso es sólo porque te está consumiendo la negatividad. En realidad, estás más fuerte que nunca. —le dice con toda seguridad.
—… —lo escucha, obviamente para cualquiera sonaría disparatado si se encuentra sentado por no poder mantenerse de pie.
—Así que sólo tienes que liberar toda esa energía. Si tuvieras las intenciones de encargarte de tu trabajo como demonio, verías que el dolor que sientes sería una motivación y actuarías normalmente, matando los que fuesen necesarios para mantener el equilibrio y tu bienestar… Pero dadas las condiciones, te va a doler aún más. Igual, después te sentirás mejor.
Sin más preámbulos, comienza con el llamado «tratamiento». El señor murmura frases con palabras desconocidas para el chico, porque se trata de un idioma antiguo, de miles de años atrás. Jun, nuevamente va perdiendo la conciencia, pero la expresión de su rostro cambia repentinamente. Sus ojos quedan abiertos, y brillan enteramente, no sólo el iris como si de Kanae o Yuki se trataran. Brillan de un color rojo más claro que como los tiene.
Un aura eléctrica lo rodea, y como si fuesen cadenas, se aferran a él, comenzando a brillar de igual forma por las descargas. Jun grita de agonía, como si toda la energía que había estado guardando saliera en ello, además de su propio poder. Esto dura cerca de unos 10 minutos, un poco más.
Tanaka se queda a su lado hasta que los ojos de su hijo se apaga. Literalmente, sin dejar siquiera el color natural ni nada más que blanco a simple vista, se desmaya, quedando tirado en el suelo. El padre lo recoge en brazos, tal como hizo Yuki en un comienzo, y atravesando el pasillo, lo deja acostado sobre su cama.
—Tonto, las cosas que haces por no matar a nadie.
Susurra viéndolo, arqueando las cejas. Tras lo último dicho, recoge el maletín y cambia de forma, yéndose de su casa.
Unas horas más tarde, a las 19:30 p.m. En casa de Kanae, ella está sentada en su cama mientras escribe en su amado cuaderno varias poesías por la frustración de las cosas de las que se enteró más temprano, con respecto a Jun. Además de ser un lindo pasatiempo, también es bastante útil en cuanto uno quiere desahogarse.
Al terminar de escribir un último párrafo, porque es lo último que piensa, le llegan unos mensajes al celular. Es de su amiga SunHee, en un grupo en donde están la rubia y Mitsuru también.
—⟨⟨ Buenas, chicas. ¿Qué tal todo? Perdón por hablarles tan tarde, pero hoy vinieron mis padres. Normalmente no pasan mucho tiempo aquí así que MinHyuk y yo hablamos un esto con ellos. ⟩⟩
—⟨⟨ No te sientas presionada SunHee. Muchas gracias por lo del grupo. 😊 ⟩⟩ —le responde primeramente Mitsuru, que desde su habitación se muestra con una sonrisa cálida.
—⟨⟨ Me alegra mucho. Realmente pasó un buen tiempo desde la última vez que me dijiste que se quedaron hablando ⟩⟩ —Kanae está aliviada, ya que sabe que a pesar del poco tiempo que tienen, los mellizos aman a sus padres.
—⟨⟨ Gracias por ser tan comprensivas. Por cierto, conozco una app, porque la suelo usar a veces cuando juego. ¿Han oído de Disc*rd? Es una app de mensajes y llamadas, con una interfaz simple, así que yo creo que no consume mucho internet. ⟩⟩
—⟨⟨ Creo que la oí nombrar cuando conversabas con MinHyuk el otro día ⟩⟩ —le comenta la chica de cabellos negros, realmente no la conoce precisamente.
—⟨⟨ ¿Quieres que nos creemos una cuenta ahí? ¿Pesa mucho? ⟩⟩ —la niña de ojos azules parece curiosa al respecto.
—⟨⟨ No pesa mucho realmente kkk… Ya les paso el link
( ̄へ ̄)⟩⟩
En menos de un minuto, llega al chat el enlace de descarga. Claramente, depende del internet de cada casa cuán rápido lo puedan descargar. En el caso de la pequeña hechicera, le tarda algo más.
—⟨⟨ Voy a registrarme, ¿Tú haces el grupo? ⟩⟩ —le pregunta con anticipación apenas se termina de bajar.
—⟨⟨ Sí, tranquila, también les explicaré cómo funciona⟩⟩ —le responde la chica de ojos verde agua.
—⟨⟨ Ah, menos mal, yo siempre me pierdo al principio ⟩⟩ —comenta Mitsuru.
Como suele ocurrir, registrarse en cualquier lugar tarda un rato. Además que, como bien les dijo SunHee, ella les termina por explicar inclusive cómo agregarse a amigos, ya que es bastante diferente a como normalmente uno lo haría.
Tras unos minutos, ya están las 3 conectadas al canal de voz.
—Hola~ —las saluda animada la pelirroja, entre risas—. Se siente muy nítido el sonido, vaya.
—Sí, tiene la opción de habilitar o quitar el filtro, pero por defecto ya está. —se escucha de su lado algunos clic del mouse.
—¿Qué haces con la computadora? —nuevamente curiosa la niña de ojos azules.
—Estaba pensando si jugar un rato al L*L o al T*ra… ¿Te gustaría bajarte alguno de esos? Bueno, si tienes tiempo o si quieres. —se nota en su voz que está pensativa.
—No creo ser buena en juegos, hasta me cuesta el tetrizz si tengo sueño. —en su cama, mientras mece sus pies, hace pucheros. A la vez, se escucha que la llaman—. ¿Me esperan un momento?
—Sí. —le responden las dos a la vez.
En su casa, como se había visto, ella está aún en su habitación. Es pequeña, pero por gusto, ella escogió estar allí. Posee su cama, con sábanas rosadas y blancas. En frente de allí, tiene un mueble de madera, con un espejo, y casi todas sus cosas para maquillarse. Al lado de este, la puerta de entrada a su cuarto, y al lado de la cama, una ventana. Hacia la parte del «fondo» de su habitación, está un placard con su ropa, y en otros estantes su mochila, libros, laptop. En el último sus calzados. Mencionando este, es al que se dirige, ya que lo necesita para salir.
—¡Hermana mayor! —se escucha una voz infantil.
—¡Por favor, compra yogurt! ¡Se acabó! —le pide el otro niño.
—¡Ya voy! —les contesta mientras se acomoda los zapatos, y rápidamente sale por la puerta.
En el caso de este hogar, no hay un pasillo hacia las habitaciones. Al entrar por la puerta principal, se ve hasta al final como si se tratase de una gran sala. El comedor al principio, luego el living y la cocina; y después hay puertas hacia atrás y costados, donde se ubican las habitaciones, el baño y el lavadero. El comedor tiene una mesa familiar, y adornos en el medio. El living una TV de 32″, y 4 sofá, de los cuales 1 es largo, todos frente al televisor.
—¿Ustedes tienen el dinero? —les pregunta amablemente, mientras los despeina un poco.
—Sí, papá nos dejó. —le responde el más pequeño, de unos 4 años, también con cabellos naranjas, pero ojos negros.
—Toma. —le entrega en las manos, un pequeño de 5 años, de cabellos marrones obscuros, y ojos celestes.
—Gracias, ya vuelvo chicos. Tomoki, cuida de Aki, ¿Sí? —les dice y sale de la casa.
Por otro lado, a las 22:05 p.m. El bosque Esmeralda está un poco más frío que de costumbre, probablemente se acerque una pequeña llovizna por la zona.
La casa de los Yami tiene todas las ventanas cerradas por si acaso, así que no está helada en cuanto a temperatura. Recién a esta hora, el pequeño demonio comienza a recobrar la conciencia.
Acostado todavía, con una mano sobre la frente, mirando hacia el techo. Todavía sus ojos están entreabiertos, seguramente con una vista borrosa. Suspira, y estira los brazos, pero no muestra afán de incorporarse.
—¿Dónde…? ¿Qué pasó…? —su voz suena un poco ronca, en un volumen bajo—. No recuerdo cómo llegué aquí… —pasan unos segundos que hace silencio, como si pensara—. Oh, cierto… Ese conjuro o lo que fuese… —voltea el rostro hacia un lado—. Al menos ya no me duele la cabeza… —mueve el resto del cuerpo hacia la misma dirección—. Tengo mucha hambre, creo que…
Unos golpes lentos se oyen, provenientes de la puerta. La persona del otro lado, quien no escucha ninguna respuesta, se decide a entrar de todas maneras.
—Jun, tu padre me envió un mensaje. Así que volví un poco antes, me imagino que tienes hambre. He traído unos rollos de sushi, te los dejo en la mesa. —acomoda sobre el mueble mencionado una bandeja repleta de sushi, como si fuera para 3 personas—. Con esto te sentirás mucho mejor. —también agrega un cartón de jugo—. Cualquier cosa, estaré aquí hasta las 4 y media de la mañana, como siempre. —al decir esto, se retira, cerrando la puerta.
Tras unos minutos de que quedara solo en la habitación otra vez, se decide por levantarse de la cama, aunque aún tiene dificultad para hacer movimientos más específicos que sólo cambiar de lado. Supone uno sería común, si se tiene en cuenta el dolor y resentimiento del cuerpo por las cosas anteriormente ocurridas.
Se acerca a aquella mesa y se sienta en la única silla que hay en su cuarto.
—Parece que mi madre me conoce mucho. —piensa en voz alta, tratando de sostener un rollo de sushi entre los palillos, pero se le caen sobre la mesa—. Agh… —niega con la cabeza varias veces—. ¿Matar gente inocente… Para mantener el orden…? —como si resonaran en su cabeza las palabras de su padre, se muestra desconcertado—. ¿Cómo podrían ser unos asesinos…? ¿No conozco a mis padres…?
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