Reina de Lobos - 11
La gran boa estaba enrollada y descansando tranquilamente sobre la fría piedra, reposando la pequeña merienda que había disfrutado hace unos instantes, sintiendo como la pequeña y caliente cachorra se desliaba por su cuerpo, esperando que como siempre el cadáver se enfriara mientras lo digería, pero este se iba calentando y calentando cada vez más, hasta que se volvió tan extraño, que para cuando levantó la cabeza, su interior se infló hasta hacerla volar en pedazos revelando que en el interior del largo intestino que formaba su cuerpo, estaba la cachorra, rodeada por un aura dorada, negra y verde oscura, recubierta de sangre
Por unos segundos hubo calma, el calor que emanaba de la cachorra comenzó a descender y espíritus de lobos comenzaban a rodearla ingenuos de lo que sucedía, vieron como los ojos blancos que tenía cuando apareció obtuvieron nuevamente su color café claro, que reflejaban miedo y dolor, mientras liberaba un grito espantosamente humano
El grito se alargó hasta que el espíritu de la joven salió del cuerpo llorando de una forma tan horrible y con un aura tan fuerte que los espíritus a su alrededor se redujeron a pequeñas lucecitas dispersas, que observaban como se fragmentaba y se volvía a unir con sangre dorada que fluía y se peleaba con el aura negra que la rodeaba
Con bastante dolor quería mantenerse en su cuerpo, abrazándose a el, a la vez que intentaba desaparecer de aquello que la lastimaba, tratando quizá, de deshacerse de la cosa equivocada de la manera equivocada, cuando la voz burlona de su ‘‘amado’’ esposo comenzó a salir de mariposas que poco a poco iban formando su cuerpo y el de sus creadores
Róngqì; ‘‘Ridículo, solo mírate ¡Terca! Mira en lo que te has convertido ¡Tú especialmente!’’
Athea; ‘‘Solo… déjame en paz…… ¿¡Qué quieres!?’’ gritó haciendo retumbar el lugar, ‘‘¡Ya renuncié! ¿¡Qué más quieres!?’’
Jingky; ‘‘Sabes qué queremos’’ resonó su voz atreves de las mariposas
Athea; ‘‘¡Yo no…!’’ se detuvo en seco, sabía que era lo que querían, claro ¿Por qué otra razón la seguirían acosando?, ‘‘Eso… ¡Pero eso significa! Yo…’’
Yangko; ‘‘¿Qué? ¿No te atreves cobarde?’’
Jingky; ‘‘No hiciste nada con el, ¿Qué importa perderlo ahora?’’
Athea; ‘‘¡Eso…!’’ ‘‘Significa entregar mi alma o romperla… ¡No importa lo que elija ambas significan morir!’’
El hecho de simplemente pensar en fragmentarse a sí misma para extraer de la esencia vital que componía su existencia, junto con la dolorosa y lenta muerte que eso conlleva… no quería, pero si no lo hacía ellos iban a extraer esa esencia por sí mismos; era morir o morir y no estaba dispuesta. Extrañaba a sus amigos, extrañaba su vida, quería poder seguir como si nada hubiera pasado para vivir de forma fácil y predecible otra vez, pero no podía, no era capaz, ¡Y sabía que no debía! … No lo iba a hacer, aunque quería hacerlo
No era capaz de decidir ¿Pero se le podía culpar por ser indecisa? Si permanecía debatiéndose entre dos cosas que anhelaba con el alma, pues al final todos nos debatimos siempre entre el querer y el deber, ¿La solución? Pues pensar con tiempo y calma qué quería y que era mejor. Solo que había un detallito, muy pequeño, chiquitito, casi sin importancia ¡No hay tiempo! ¡Mucho menos calma! Estaba a punto de ser asesinada ¿¡De dónde iba a sacar tiempo de pensar!?
No sabía qué hacer, lo único que tenía era ella misma y su intuición…. sus instintos… si algo había aprendido en los meses de su nueva vida, era que sus instintos eran más certeros de lo que parecían, confiando en ellos sin dudarlo soltó su agarre, permitiendo a su alma romperse con libertad y dejando a la vista el líquido dorado de su núcleo todavía en formación, del cual salía una larga tira de bellos colores que terminaron directamente la mano de Jingky, solo se rio al verla desmayarse
Ni siquiera tenía las fuerzas para escuchar sus burlas, se limitó a observarlos mientras las mariposas se iban poco a poco, dejando atrás a un joven de cabello negro azabache, de tersa piel mestiza, con marcas oscuras de vitíligo alrededor de su cuello, ojo izquierdo y en su mano derecha, su rostro era cuadrado y bien marcado, los rasgos que lo componían eran sencillamente perfectos, cejas firmes y gruesas, perfil recto, bellos labios que siempre eran usados para escupir filosas dagas siempre listas para lastimar, sin duda era un hombre bastante guapo, sus profundos ojos negros la observaban con cierto dolor o arrepentimiento, quizá con ambos
Róngqì; ‘‘De verdad tu… ¿Por qué?… ¡No tenías que hacer eso! ¿¡Cuál era la necesidad!? Solo… ¡Solo con volver sería suficiente! ¿¡Por qué hiciste eso!? ¡Dímelo!’’ no le respondieron, solo recibió una mirada de odio; más bien, de cansancio, ‘‘¿Por qué? ¿¡Sabes que vas a..!? … no, claro, eres Serena, siempre sabes que hacer, tu no… ja… Jajaja claro, ya entendí, ok lo lamento fui un idiota, no debí asesinarte así, no lo volveré a hacer ¿De acuerdo? Deja de jugar, ahora’’
‘‘Déjame morir… vete…’’
Róngqì; ‘‘¿¡Qué!? ¡No puedes-!’’ se le hizo un nudo en la garganta, estaba genuinamente preocupado de oír aquellas palabras, horrorizándose al ver como el espíritu de la joven empezaba a desmoronarse sobre el cuerpo de aquel cachorro de lobo, quería llamarla, tomarla entre brazos, pero ya no estaba seguro de a quien estaba viendo, no estaba seguro de saber su nombre, ni siquiera podía mover su cuerpo hacia ella, ‘‘Tu… tú no te puedes dejar… no puedes morir así sin más, tú no te rindes nunca, tú no eres así, tu… tu siempre…’’
‘‘¿¡Qué!?’’ grito la adolorida voz, ‘‘¿Siempre esperanzada…? buena… amable… torturada’’
Róngqì; ‘‘¡Lo sé! ¡Sé que estuvo mal! Pero yo… yo solo… Yo no quería-’’
‘‘¿Qué querías entonces?’’
Róngqì; ‘‘Yo solo… no yo… quería…… lo siento…’’
No sabía que decir, estaba no solo confundido, sino impactado de ver como la respiración de la chica y el cachorro se sincronizaban, el cilíndrico núcleo de monstruo del lobo era recubierto por el líquido dorado convirtiéndose en una hermosa esfera dorada, y adquiriendo un pelaje blanco como la nieve cuando el espíritu de la chica entró de nuevo al cuerpo, desmoronándose un poco en el proceso.
La respiración de la criatura se hacía pesada y lenta, el alma dentro se desvanecía en el polvo; verla desapareciendo lo hizo temblar, quiso tenderle una mano, pero no pudo alcanzarla, una existencia tan grandiosa reducida a la inestabilidad, a quebrarse, a desaparecer con un dolor que se negaba a dejar ver. Sabía que cada trozo brillante que caía desmoronándose se sentía como si arrancaras un trozo de tu piel solo jalando de ella, como cada respiración era una cuchilla oxidada tratando de liberar una constante opresión en el pecho, que cada movimiento, por más leve que fuera, era como si por dentro un alambre de espinas rasgara cada parte del cuerpo
Y sabía también que ella quería llorar y gritar en desesperación, porque sabía de primera mano que no soportaba el dolor, que estaba a punto de soltarse a llorar, pero dentro de aquel cachorro que moría era incapaz de llorar lágrimas y gritar, solo podía soltar quejidos y pequeños aullidos que no calmaban su dolor. Desesperado acercó su mano, incapaz de llegar a ella, su conexión con su espíritu había desaparecido y en consecuencia, su forma física capaz de comunicarse también, convirtiéndose en una montaña de mariposas y cucarachas que se iban volando hasta desaparecer de ese plano de realidad
Róngqì; ‘‘¡No puedes morir!» gritó mientras desaparecía »¿¡Me escuchas!? Tu…’’
‘‘Si tu mueres… ¡Adelante! ¿¡Quieres darme esa satisfacción!? ¡Hazlo! Muérete ¿¡Qué esperas!? ¡Yo gano si mueres!’’
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