Segadores Saga Primera - 10
Ambas se encontraban en mitad de la nada, a tan solo un metro de distancia de la otra, la primera, Jessenia, alta, mirando con ojos vacíos a la pequeña, mientras que ésta, veía con ojos violentos a la chica ante ella.
— ¿Qué ocurre? —inquirió la pequeña con tono molesto—. ¿Por qué no te mueves?
Jessenia yacía con la mirada baja, sin saber que responder. Todo su cuerpo se sentía pesado, frío y falto de energías. No obstante, aún tenía muy en claro una sola cosa: no deseaba morir.
—No quiero…—dijo en un leve susurro apenas audible.
— ¡Eeehh…! ¿Qué dices?
—No quiero… ¡no quiero morir!
Le había dicho levantando un poco la voz. La niña delante de ella se le quedo mirando por algunos cuantos segundos, una sombra negra se proyectaba justo en sus ojos, ocultando parte de su rostro de la nariz para arriba.
— ¿De que estas hablando? —pregunto molesta—. ¿A qué viene ese arrepentimiento? ¿Acaso morir no era lo que deseabas tiempo atrás? ¡Ahora es tu oportunidad! Hay que seguir adelante, falta poco para que lleguemos al final de nuestra vida.
—Tengo miedo…, no quiero morir…, no quiero morir en este lugar horrible, donde nadie sepa quién soy…—dijo en tono lastimero, casi con ganas de echarse a llorar.
La niña sombría ante ella no se había inmutado ni suavizado, sino más bien miraba con odio a Jessenia.
— ¿Quieres volver? —le pregunto la infanta con voz mecánica, al igual que Jessenia, bajando la mirada.
—Sí, es lo que quiero.
La niña comenzó a sonreír fríamente al escucharla.
—Y, ¿adónde quieres volver? —empezó a hablar, recuperando las energías en su voz y sonando amenazante—. Para empezar, ¿tienes un sitio al cual regresar? Fuera de este lugar, ¿hay personas que te están esperando? ¿Tienes amigos, familia, parientes o al menos, conocidos? Déjame responder por ti, la respuesta es: ¡No!, fuera de este lugar no tienes nada ni a nadie. ¡Para que quieres salir a un mundo que no te espera! Si vivieras, ¿a quién le importaría? A nadie. Si murieras, ¿a quién le afectaría? Una vez más, a nadie. El mundo no se detendrá solo porque vivas o mueras. El mundo seguirá siendo lo que es estando tu o no. De ser así, qué punto tiene vivir en él? Todo lo que inicies, todo lo que experimentes, al final, no significará nada, cuando mueras, cualquier cosa que hayas logrado en vida se perderá para siempre, incluido tu nombre y tu existencia. Vivir no tiene ningún sentido, la muerte es lo único que importa. ¡Es lo único que puede libertarte de las cadenas de la vida y darte auténtica libertad! ¡Es que no puedes entender algo tan simple como eso!
La niña, quien desde que se presentó se había mantenido alegre y controlada, había perdido los estribos. Jessenia escucho todo lo que la pequeña había dicho, aun así, su decisión no había cambiado.
—Aun así…—empezó a decir un poco más fuerte. Jessenia comenzó a levantar la mirada, le clavo los ojos que estaban recuperando su luz a la infanta frente a ella—. Quiero seguir viviendo. Ya me cansé de huir. Al final, nada ni nadie podrá salvarme de este lugar, por lo que debo intentar ayudarme a mí misma.
Al escucharla, la niña sombría se había quedado callada por unos segundos, luego, como si hubiera sonado un despertador dentro de ella, la pequeña comienza a reírse, al principio lento y controladamente, pero conforme la risa seguía, esta se volvió más fuerte y estrepitosa. El vasto lugar se llenó de las carcajadas del infante.
— ¡Ya entiendo todo! Parece que lo has olvidado. Has olvidado tu pasado y el odio que comenzaste a sentir por la vida y por todos los que la habitaban. ¡Muy bien, no hay problema, todos nos podemos olvidar de una o dos cosas de nuestro pasado, cuando esto ocurre solo hay que hacer un pequeño esfuerzo y las memorias olvidadas regresaran a nosotros! —la niña miro con ferocidad a Jessenia—. No te preocupes, haré que lo recuerdes. Haré que recuerdes ese sentimiento, esas sensaciones y esas emociones. Después de todo, yo soy tu, en cuanto lo experimentes, recordaras el deseo que has olvidado.
Y entonces, para asombro de Jessenia, la niña delante de ella se había convertido en una nube de oscuridad. Al momento de cambiar su forma, la cortina de humo oscuro penetra en el cuerpo de la joven, fusionándose con ella.
—Veamos cual será tu decisión luego de experimentar el pasado nuevamente.
Fue lo último que dijo la niña antes de desaparecer dentro de Jessenia.
…
Fuera de la mente de Jessenia, su cuerpo yacía inmóvil en mitad de un camino oscuro. Se había detenido precisamente en mitad del sendero izquierdo que el Segador no tomo. Mientras ella seguía de pie, sin mostrar un leve indicio de que se fuera a mover pronto, del otro lado del camino, los Necrófagos había encontrado al Segador. Pero eso no era todo, una persona, mejor dicho, un ser de la oscuridad, la observaba desde algún lugar dentro de esa montaña.
—Es un poco impresionante—decía la siniestra figura que yacía sentado sobre un trono negro, con la vista puesta en una esfera que flotaba en el aire y le mostraba imágenes de lo que ocurría en el interior de la montaña. Sus oscuros ojos pasaban del Segador, quien se encontraba luchando contra los Necrófagos en el camino de la derecha y luego a la izquierda, donde Jessenia se había detenido—. Uno de ellos no es humano, además de ser un hábil luchador, mientras que la otra, pese a ser una joven mujer humana, ha podido resistir la Corrupción de la Oscuridad y se ha detenido—el extraño personaje esboza una divertida y pequeña sonrisa con los labios—. Divertido. Veamos hasta donde pueden llegar. Aunque claro, no importa cuánto avancen o cuanto resistan la Oscuridad de la montaña, ni si quiera importa que puedan vencer a los Necrófagos, una vez dentro de mi fortaleza, ya no podrán escapar, yo mismo me asegurare de ello.
El personaje que vestía largas prendas oscuras y sujetaba con la mano izquierda una larga vara que terminaba en una esfera de brillante color azul, la agita en dirección a la esfera grande y brillante que le mostraba los acontecimientos que ocurrían dentro de su fortaleza, al hacer esto, la imagen de Jessenia aumento, pues el hombre que estaba cubierto por las tinieblas había hecho un acercamiento de su rostro; al igual que el Segador, este personaje podía ver en la oscuridad, solo que sus ojos, a diferencia del niño y de los Necrófagos, no brillaban en las penumbras.
Tan pronto como vio el terso rostro de la muchacha de cerca, el hombre saca una delgada y muy larga lengua y se humedece los labios mientras esboza una sonrisa de satisfacción.
—Esa chica se ve apetitosa, es una lástima que aun este horrible y fea, pero no hay problema, eso puede cambiar.
Entonces el personaje agita la vara una vez más en dirección a la esfera de imágenes, el círculo que tenía al final de su báculo comienza a brillar y entonces, el hombre habla:
—Camina—dijo con voz profunda y fría que, pese a estar separados, logro hacer eco dentro de los oídos de Jessenia. Al escuchar su profunda voz que se repitió como tres veces dentro de su cabeza, la mirada de la humana se levanta un poco, en señal de que había escuchado—, ven a mí.
Jessenia empieza a moverse en mitad de esa absoluta oscuridad. No poseía control de su cuerpo y tampoco había escuchado la voz de ese hombre, no obstante, a diferencia de sus oídos que permanecían sordos, su cuerpo respondía a los deseos de ese ser. Y sin ser consiente de lo que hacía, la joven humana se interna en las profundidades de la caverna, caminando a paso lento, subiendo y subiendo por una cuesta empinada.
—Eso es— había dicho el hombre sentado en su trono negro, con su larga vara sujeta con firmeza en la mano izquierda y viendo con una sonrisa en los labios a Jessenia mientras caminaba— ven a mí.
No paso mucho tiempo antes de que Jessenia llegara aun lugar verdaderamente tenebroso. Mientras caminaba, totalmente pérdida dentro de si misma, llego a una enorme cámara y delante de ella, a unos cuantos metros y cortándole el paso, una enorme y gruesa pared de roca. Pese a este obvio obstáculo, la chica sigue y sigue caminando con indiferencia, sin prestarle atención al muro que le cortaba el camino y, para asombro de nadie, ya que no había ni una triste alma en ese lugar con ella, Jessenia atraviesa la gruesa pared como si esta no fuera nada. Como si fuera una mera ilusión creada para desorientar a los que alcancen a llegar a ese lugar.
Del otro lado, un verdadero infierno la esperaba. Resultaba casi un milagro que Jessenia se encontrara ausente de si misma, un gran golpe de suerte que no tuviera conciencia de sus movimientos, ya que del otro lado de ese muro falso, decenas y decenas de cadáveres yacían desparramados por toda la vasta habitación. Adultos, niños, hombres y mujeres y hasta diminutos huesos que podrían ser de bebe y, en mitad de toda esa grotesca pintura; decenas de criaturas, todas pequeñas, con pieles arrugadas, grises, calvas y con taparrabos, yacían arrancando pellejo tras pellejo de esos cadáveres con sus afilados y puntiagudos colmillos.
Al momento de notar la entrada de Jessenia, todos se volvieron hacía ella, le clavaron sus enormes y sádicos ojos inyectados en sangre mientras sonreían, mostrando nuevamente sus amenazadores colmillos.
El aire que se respiraba en esa cámara apestaba al hedor de la muerte, la atmósfera era fría y húmeda; por donde sea que la vista alcanzaba, los cadáveres mordisqueados no dejaban de aparecer. Algunos se encontraban desnudos con marcas de colmillos en la piel, a otros les faltaban partes del cuerpo, varios de esos cadáveres tenían el cráneo a plena vista debido a la piel de la cara que fue arrancada a mordiscos salvajes. Muchos de esos cuerpos con los ojos abiertos, mirando a la nada, solo a un oscuro y negro techo que no sabías si realmente se encontraba allí.
Los Necrófagos, al ver carne fresca que se entregaba tan voluntariamente, dejaron lo que estaban haciendo y con la baba cayéndole a más de uno, las criaturas comienzan a comunicarse entre ellos en su lengua ininteligible. Se gruñían los unos a los otros, tratando de tomar una decisión: ¿Quién le hincaría los colmillos primeros y quien sería el segundo?
La discusión de estos seres se alargo por agotadores minutos, pero al fin, uno de ellos se acerca con una gran sonrisa en los labios, mostrando así unos afilados y endurecidos colmillos manchados de sangre y una lengua tan roja como el color carmesí de la vida dentro de la gente. Humedeciéndose sus anchos labios, el Necrófago rodea a Jessenia, mirándola, contemplándola, decidiéndose que parte de ella mordería primero. Quizás le arranque un poco de carne de esos exquisitos muslos, quizás salte sobre uno de esos brazos o tal vez le arranque de una mordida uno de sus grandes senos.
Al final el Necrófago se decidió por atacar un punto de su cuerpo; los ojos rojos del diminuto ser se posaron sobre el delgado cuello de la chica, mostró los colmillos, listo y preparado para dar un salto y arrancarle una gran porción de carne de un solo mordisco.
No obstante, antes de hacerlo y salvándose por un solo segundo, una voz resuena en toda la vasta habitación repleta de muerte:
—Un momento—dijo la voz con tono calmado pero autoritario. Al escucharlo, los Necrófagos se volvieron hacía donde este personaje se encontraba. Allí parado, con su larga vara que terminaba en una esfera azul brillante, se encontraba la silueta de un alto hombre vestido de negro. Las tétricas criaturas tuvieron que subir mucho la mirada, ya que este personaje se encontraba parado sobre un camino que yacía en lo alto de un muro y que continuaba más adentro. Cada Necrófago lo veía con odio en los ojos, pero al escucharlo, ninguno hizo nada, todo se quedo en silencio—. Esa chica me pertenece—al terminar de decir esto, el hombre agito su larga vara, la esfera azul brillo con intensidad y entonces, el cuerpo de Jessenia se rodeo de un aura azulada, al ver esto, los Necrófagos se alejaron inmediatamente y, desde una distancia segura, vieron como su comida se elevaba a varios metros de distancia e iba a parar al lado del hombre vestido de negro. Para entonces, cada una de las criaturas lo miraba con una ira sanguinaria en sus ojos rojos. El hombre se dio la vuelta para internarse nuevamente en las profundidades de la montaña, pero antes de desaparecer, volvió un poco la cabeza y miro a los Necrófagos con el rabillo del ojo derecho, les dijo lo siguiente—: aun queda un niño dentro de la montaña, ya no debe tardar en llegar a esta habitación. A él pueden hacerle lo que deseen.
Una vez dicho esas palabras, el hombre desapareció nuevamente con Jessenia a su lado.
Un par de minutos después, unos pasos hacían eco por todo el lugar, alguien se estaba acercando a la guarida de los Necrófagos, pero no por el camino que uso Jessenia, sino por uno diferente que se encontraba oculto en las tinieblas. Las criaturas de la noche lo escucharon acercarse y aprovechando la enormidad de la cámara y su pequeña estatura, así como el color de su piel; los Necrófagos se ocultan, esperando por la oportunidad.
— ¿Un Hechicero? —pregunto la voz de un niño.
«Si, así es. Reconozco esta clase de magia, no hay duda de que se trata de un Hechicero.»
Entonces aparece, del otro lado del hueco en la pared, un niño como cualquier otro; fue lo que pensaron los Necrófagos al verlo desde la distancia. No muy alto, cabello largo y azabache, que vestía con una capa de viaje, sucia, llena de cortes y vieja, pero que aun servía para usarse. No debía de poseer mucha carne, pero carne era carne.
Las criaturas pequeñas y mortíferas permanecieron en espera, ocultos en las tinieblas vigilando cada movimiento del intruso, permitiendo que el niño entrara más y más a la cámara y que se alejara del hueco que uso para llegar allí. Desde su lugar, los monstruos se sorprendieron al ver que pese a estar en mitad de un cementerio lleno de cadáveres putrefactos y a medio comer, el pequeño pelinegro ni siquiera se inmuto. Vio a cada uno de los muertos con ojos indiferentes. Ni siquiera el nauseabundo olor a muerte y a sangre le hizo pestañar o arrugar la nariz. Los monstruos creyeron que ese chico era extraño, después de todo, ¿Quién no se aterrorizaba, espantaba o al menos, dejaba ver una pequeña huella emocional en su rostro tras ver esa clase de escena perturbadora? Que alguien mantuviera ojos normales a esa clase de escena no era normal.
«Así que de aquí venía ese olor. Esos Necrófagos para lo único que son buenos es para comer, cavar túneles y dejar su tiradero por doquier. ¡Ah!, te vigilan desde la distancia, ¿lo notaste?»
Pasando sobre cuerpos mutilados y pisando con gran frialdad algunos, el chico le da la razón.
—Es imposible no darme cuenta—le respondió con desgane.
El Segador, pese a al darse cuenta de que los Necrófagos lo observaban desde la distancia, no hizo nada para sacarlos de su escondite, en su lugar, alzo la mirada y vio un nuevo pasaje más arriba. Justo cuando estaba a punto de saltar para alcanzarlo, es que los monstruos empiezan a moverse. El chico saca del interior de sus largas y anchas mangas, un par de cuchillos, uno por cada mano y tan pronto las armas fueron sujetas, el niño da una vuelta y suelta el tajo a gran velocidad así como precisión.
A su lado, uno de los Necrófagos yacía partido por la mitad. Se había lanzado hacía su objetivo con gran precisión, velocidad y silencio, tanto así que si el Segador no hubiese sido su enemigo y fuera cualquier otro, entonces él yacería muerto en el piso con un par de colmillos clavados en la cabeza.
Con la muerte del primer Necrófago, los otros empezaron a mover más rápido, solo que en lugar de salir de su escondite para enfrentarlo directamente como los anteriores con los que había peleado, estos permanecieron ocultos en sus escondites.
«¡Vaya, esto es una sorpresa!, parece que estos no son tan estúpidos como los anteriores. ¿Qué harás?»
—No me interesa perder mí tiempo enfrentando monstruos que no vengan por mí, si quieren permanecer escondidos, pues que lo hagan.
Justo cuando estaba a punto de reanudar su camino, es que los Necrófagos empiezan el ataque. Varios de ellos salieron corriendo en cuatro patas bajando por los muros, con gran silencio y velocidad, mientras que otros, se dejaron caer detrás del Segador y frente a él, ya que estos se ocultaron en el techo del lugar.
Al caer al mismo tiempo frente y detrás del Segador, es que los Necrófagos empiezan con la ofensiva aprovechando sus largos brazos que terminaban en feroces garras; pese al ataque conjunto de cuatro de estos monstruos, ninguno de ellos pudo rasgar ni siquiera una pequeña parte de la capa de viajes del joven; las otras criaturas comenzaron a acercase corriendo a cuatro patas para ayudar a sus compañeros, no obstante, ya era demasiado tarde. Usando una gran velocidad que ningún Necrófago pudo seguir con la mirada, el Segador cortó cabezas, piernas y brazos; apuñalo corazones y rostros.
Evadiendo y contraatacando, cortando y cortando y cortando. El niño se movía con gran agilidad y destreza, no malgastaba ni un solo centímetro de movimiento y no daba pasos en falso. Cuando ya había acabado con la mayoría de sus oponentes, el chico lanzo sus dos cuchillos para que se les clavaran justo en mitad de la frente de dos Necrófagos que se habían lanzado contra él. Estos dos monstruos cayeron al suelo con ambas armas sobresaliendo de las heridas. El chico alargo las manos y sus cuchillos regresaron a su dueño inmediatamente.
Ahora solo quedaban tres Necrófagos en pie de las muchas decenas que había antes. Si antes el suelo estaba repleto de cadáveres humanos, ahora lo estaba con los cuerpos de esos monstruos. El chico les clavo una fría mirada carente de emociones y sentimientos a sus enemigos. Estos se percataron que detrás de esos ojos de brillante color zafiro, el miedo, la ira, el odio o cualquier otro sentimiento, no existía.
— ¿Y bien? —los reto—. ¿Qué están esperando?
Los Necrófagos, que no eran tan estúpidos como sus apariencias así lo decían, observaron los restos de sus compañeros y hermanos caídos y ya sea por un poco de inteligencia racional que haya en ellos o por instintos animales, algo, lo que sea, les decía muy claramente que al enfrentarse a ese sujeto lo único que les traería sería una muerte rápida.
El Segador entrecerró los ojos, sus armas desaparecieron, se dio la vuelta y siguió con su camino, dejando a los tres monstruos en la oscuridad y rodeados de sus compañeros caídos.
— ¿Eso fue lo bastante divertido para ti? —le pregunto a la voz después de dar un brinco de varios metros de altura y aterrizar en un nuevo camino que se adentraba a lugares más profundos de la montaña.
«¿Por qué los dejaste vivir?»
—Por ninguna razón en particular, mientras no sean un obstáculo en mi camino, no me interesa matarlos o dejarlos vivir. Si quieren volver a pelear los matare sin dudarlo, pero si deciden huir de esta montaña, pues que lo hagan.
«Si tuviera mi cuerpo los habría matado sin dudarlo.»
—No me compares contigo. No me interesa perder mi tiempo con enemigos débiles.
«Haz lo que quieras. A fin de cuentas es verdad, vivos o muertos, esos Necrófagos no simbolizan ninguna amenaza para nosotros.»
El Segador continúo caminando en silencio por el único sendero que había. Todo derecho hacía alguna parte. Notaba que el camino iba de subida en lugar de bajada y comenzó a preguntarse si el Hechicero no se encontraba en la parte más profunda de esa Montaña.
—Lo que vinimos a buscar se encuentra en la parte más profunda de esta montaña, porque mejor no ignoramos al Hechicero y nos dirigimos directamente a ese lugar.
«No. Hay que matar primero al obstáculo en nuestro camino. Ignoro si el Hechicero sabe de la existencia de lo que se encuentra en la parte más profunda de esta montaña, pero si lo sabe, se convertirá en un estorbo para nuestros planes, lo mejor será matarlo y luego iremos a ver.»
Siguió caminando varios metros más hasta que finalmente llego. Una enorme boca en la pared por la que cruzo y del otro lado, una pequeña construcción de roca que terminaba en un trono y sentado en él, con la vara en la mano izquierda, se encontraba el Hechicero, quien lo miraba desde arriba con ojos arrogantes. Y, sobre la cabeza del hombre vestido de negro, Jessenia yacía totalmente desnuda, como crucificada en el aire, con ambos brazos extendidos y las piernas muy juntas. Un aura negra la envolvía en su totalidad.
«¡Oh, vaya sorpresa, quien diría que la princesita llegaría antes que nosotros, parece que la hemos subestimado!»
El Segador la miro entrecerrando los ojos. En esos instantes, viendo a Jessenia desnuda con los ojos cerrados, luciendo totalmente indefensa y vulnerable al ataque de cualquiera, es que el joven tiene un rápido recuerdo de su distante pasado, cuando él era otro.
—Se bienvenido a mi humilde morada—dijo el Hechicero poniéndose de pie—. Aunque te lo advierto, no importa que hayas derrotado a los Necrófagos, una vez llegado a este punto, ya no podrás regresar.
Ambos contrincantes se clavan intensas miradas, el Hechicero desde donde estaba, mientras le apuntaba con su vara y el Segador, quien lo miraba con fría indiferencia y con un rostro inescrutable.
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