Segadores Saga Primera - 15
Había pasado una hora desde que el Segador dejo a Jessenia recostada sobre la cama de una posada en la ciudad y se había marchado. En ese tiempo, fuera del local, un grupo de jóvenes y adultos yacían enfrascados en una discusión muy seria. Algunos de ellos se volvían ocasionalmente a ver la habitación donde la joven dormía plácidamente en el tercer piso del edificio. Hablan y asentían con la cabeza. Al término de la hora, los chicos y los adultos se retiraron saltando de techo en techo, dejando atrás, a un hombre moreno, alto, de unos cincuenta y tantos años y completamente calmo, varonil, de cuerpo atlético y de brazos y espalda musculosos. Con seriedad, el mismo caballero, veía la habitación donde Jessenia dormía. Después de unos minutos dejo de contemplar el cielo nocturno y entro a la posada, apago los focos y se dirigió a su respectiva habitación como dueño y administrador del lugar. La noche seguía, oscura, ventosa y silenciosa.
…
Fuera de la ciudad llamada: Central y ya a muchos kilómetros de distancia, el joven Segador, de nombre desconocido, se acercaba a la montaña donde previamente había luchado contra el Hechicero y lo había vencido a él y a su grupo de Necrófagos con relativa facilidad. La estructura se alzaba alta, oscura y desprendiendo una intensa energía negativa que mataba cualquier vida natural que creciera cerca del lugar, por lo que alrededor de la montaña no había más que suelo rocoso y algunas piedras enormes por aquí y por allá.
“¿Por qué te tomaste tantas molestias con esa chica?” Le pregunto la voz femenina y seductora pero con aires de seriedad. “Lo que pase con ella no es nuestro problema y por haber entrado a esa ciudad es posible que los Cazadores de ese Gremio vengan tras nosotros”
El Segador seguía caminando rumbo a la montaña, escuchando los comentarios de la voz que solamente él podía escuchar pero sin dar señas de que le prestaba atención.
—Detrás de mí puede venir quien sea—le respondió con indiferencia— matare a quien sea que se interponga en mi camino. No importa de quien se trate.
“Entonces ¿Por qué salvar a esa chica? No fue más que una pérdida de tiempo. Ya no falta mucho para que amanezca y tú regreses a tu forma diurna. Pudiste solo dejarla en la cima de la montaña y hubiese muerto en cuestión de unos días. Si no te hubieras desviado del camino, ya estaríamos haciendo lo que vinimos a hacer aquí. O es que acaso, ¿ya olvidaste los términos de nuestro contrato?”
—No hay forma de que lo olvide. Tengo tu marca grabada en el dorso de la mano izquierda que me lo recuerda todo el tiempo.
“Perfecto. Porque bien sabes que no permitiré que te olvides de nuestro pacto. Si queremos alcanzar nuestro objetivo, no tenemos otra alternativa que cooperar. Tú necesitas de mis poderes, de mi sangre, de mi fuerza y de mis conocimientos, mientras que yo necesito un cuerpo que dominar para moverme con libertad y así poder cumplir con mi venganza. No me decepciones, maldito cadáver viviente.”
A cada paso que daba el Segador, la montaña se iba volviendo más grande e imponente. Su sola presencia resultaba asfixiante y pesada; para cualquier humano que pasara cerca, seguro le costaría trabajo respirar y sentiría el cuerpo muy pesado, pero para el Segador, quien no comparte las debilidades humanas, esa presencia no significa nada. Esa oscuridad no lo amedrentaba ni un poco.
En lo alto, mientras el chico encapuchado entraba por la enorme boca de la montaña, un pequeño monstruito de cuerpo esquelético, gris y de fealdad nauseabunda, con pequeños y puntiagudos colmillos sobresaliendo de su boca, observa con el ceño fruncido al muchacho que se introducía en las tinieblas sin aminorar el paso y, sin poder hacer nada contra el él, por miedo a morir, es que lo deja pasar y se retira del lugar. Como el sol ya estaba a punto de mostrar sus primeras luces, el Necrófago penetra por una pequeña abertura en lo alto de la montaña, demasiado pequeña para un humano promedio, pero perfecta para un monstruo diminuto como lo era él. Y, temeroso de la muerte, como cualquier otro ser viviente de esta vida, es que se esconde dentro de su escondite, esperando por la oportunidad perfecta para huir y reportar sus observaciones a la Bruja que yacía en su escondite muy lejos de ese lugar.
— ¿Cuánto tiempo tardara el proceso? —le pregunto el Segador a la voz mientras caminaba por los largos e intrincados pasillos de ese laberinto subterráneo repleto de senderos. Iba bajando, podía sentirlo. Aunque para él la oscuridad no fuera nada, se percataba que esta se profundizaba a cada paso que daba.
“No estoy muy segura, ya que jamás he intentado lo que estamos a punto de hacer. Si funciona, podríamos tardar un mes cuanto mucho, quizás dos y máximo tres. No sé de qué forma reaccionara tu cuerpo a los cambios que ocurrirán ni si mi sangre será capaz de fusionarse a la perfección contigo. Si lo logramos, despertaras un poder impresionante, nada que ver con el antiguo poder que tenías cuando eras La Muerte Negra o la Bestia Sanguinaria. Y lo mejor, es que si esto da resultado, serás capaz de obtener un poder aún más grande. Un poder que nos ayudara a derrotar a nuestros enemigos. No obstante…, si este procedimiento falla y la transformación es imposible en ti, entonces nada de lo que hagamos servirá para nada. La posibilidad de triunfar en nuestros objetivos se determina exclusivamente en que la transformación sea exitosa. Si falla…, ya no habrá nada que se pueda hacer.
A esta última oración, el Segador entorno los ojos mientras seguía caminando. Se detuvo cuando finalmente había llegado al fondo de la montaña, al corazón del lugar y fuente de energía negativa de todo el lugar.
Delante de él y al bajar la mirada, el muchacho ve un hueco profundo en el suelo de roca, completamente inundado de un espeso liquido negro. El Segador, al ser de una especie diferente a la humana, era capaz de ver en la oscuridad, por lo que podía plenamente bien el color de aquella sustancia. No cabía la menor duda. Toda la energía negativa y oscura se originaba dentro de aquel poso corrupto. El Segador lo observo por algunos segundos.
— ¿Es esto? —
“Si…” Respondió con desgane la voz de mujer. “Lo único que tienes que hacer es entrar. Si no me equivoco, el tiempo que esto funciona es alrededor de unos seis meses, pero debido a la fuerza que estaremos usando, es probable que dure la mitad… tres meses cuando mucho y un mes como mínimo. Durante ese tiempo, tu apariencia nocturna, así como tu presencia, poderes y apariencia, no cambiaran en nada, pero, una vez se termine el lapso de tiempo, regresas a tu forma diurna y si eso ocurre en mitad de la transformación, entonces los resultados pueden ser desastrosos. ¿Lo harás…?”
No fue necesaria una respuesta, ya que las acciones del Segador hablaban por sí mismas. Un pasó, luego otro paso y otro más. Era como bajar unas escaleras dentro del agua, poco a poco, el líquido espeso y negro como el carbón, iba cubriendo la anatomía del chico hasta que finalmente, la coronilla de su cabeza quedo completamente sumergida y el Segador, había sido tragado por la oscuridad.
En este punto de la historia, el personaje sin nombre denominado simplemente como: Segador, desaparece por algunos capítulos, para continuar la historia con la chica que salvo: Jessenia, solo para que al final, la misma chica termine haciéndose a un lado y la historia la retome su protagonista original, mientras que la joven, tendrá su momento más adelante, en alguna de las Sagas venideras.
…
Las horas trascurrieron indiferentemente. El día había llegado y ya era de tarde, el sol comenzaba a descender lento pero seguro y, dentro de una cama, una joven de muy buen ver, de cuerpo maravillosamente bien proporcionado, sin llegar a los accesos pero tampoco sin rosar en lo simple, se revuelca perezosamente. Abre los ojos y se encuentra con una simple y solitaria almohada de funda blanca. Levanta la cabeza un poco y su largo cabello, lacio y sedoso, de un claro color castaño, le cae por los lados y toca el colchón revestido con una sábana igual de blanca que las nubes del cielo.
— ¿Jane? ¿Emily? —hablo Jessenia, preguntándose con ojos entrecerrados y cansados la ubicación de sus doncellas personales. Pero nadie le respondió, por lo que se incorporó sobre el colchón, mirando con ojos perezosos los rincones de la sencilla y pequeña habitación. Un cuarto que no tenía nada que ver con los aposentos del castillo de Fior. Mientras que en aquella habitación bien podrían caber más de cincuenta personas, en aquella reducida y humilde recamara apenas podían entrar unos cinco o seis individuos.
El cuarto era de decoración simple, no tenía adornos, pinturas, alfombras ni tapices. El lugar se limitaba simplemente a una ventana cuadrada que se abría y cerraba al deslizar el cristal de arriba abajo. Un sencillo tocador con cuatro cajones rectangulares y largos, un armario de madera, ancho y de dos metros de alto y un cuarto de baño con regadera, inodoro, lavamanos y un espejo rectangular para verse la cara sobre este.
Jessenia, aun confundida y somnolienta, se levanta de la cama, pisando con más fuerza de la requerida, el frágil suelo de madera. Empezó a caminar por la pequeña habitación, explorándola como una niña curiosa, pero deteniéndose cada tanto tiempo, ya que, como se digo antes, el cuarto era pequeño. Una frágil corriente de aire entra por la ventana abierta y atrae la atención de la chica, quien se vuelve en su dirección, dándole la espalda a la puerta de acceso a la recamara.
— ¿Dónde estoy? —se preguntó así misma—. ¿Y cómo es que llegue aquí?
Al término de esta segunda pregunta, su cerebro le había respondido, pues de inmediato, los recuerdos de los sucesos ocurridos las horas pasadas la invaden con violencia. Allí, de pie, sola y desnuda en una habitación desconocida, Jessenia recuerda todo lo que le había pasado. Todo, desde su encuentro con el Segador en el palco de su habitación en el castillo de Fior, hasta su entrada en la montaña.
La repentina oleada de recuerdos, recuperados bruscamente, provoca que un pulsante dolor de cabeza la azote con violencia. En un intento desesperado por reducir el dolor, la chica se lleva ambas manos a la cabeza y se la sujeta con fuerza. Afortunadamente, al pasar los segundos, el pulsante dolor que la había sometido repentinamente, iba poco a poco, desapareciendo. Fue entonces que un ruido como de golpes atrae su atención. Eran ligueros pero constantes. Los sonidos hicieron que la chica se volviera hacía la puerta y ya que no hubo respuesta de su parte, la persona que se encuentre del otro lado hace girar el picaporte y entra a la habitación.
Del otro lado de la puerta de madera, un hombre de piel morena, alto, calvo, de unos cincuenta y tantos años, con barba blanca y brazos musculosos, se detiene bajo el umbral y permanece unos segundos en silencio, observando a Jessenia sin quitarle los ojos de encima. La chica, por unos momentos se preguntó así misma: “¿Que tanto me ve? ¿Quién es él?” Al instante, tras advertir la mirada desconfiada de la joven, el hombre se aclara la garganta y se da la vuelta, dándole la espalda a Jessenia, es que le habla:
—Me alegra mucho que ya haya despertado—le dijo con rapidez, como tratando de ocultar alguna emoción en su tono de voz— estaba preocupado.
— ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este? ¿Quién eres tú? ¿Y cómo es que llegue aquí? —pregunto rápidamente la chica.
— ¡Ah…! Señorita, creo que lo mejor sería que continuemos esta conversación cuando usted se haya vestido. Si permanece así pescara en cualquier momento un resfriado.
Jessenia ladeo un poco la cabeza, confundida.
— ¿Eh? ¿De qué me estas…?
Pero no pudo terminar de articular la palabra. Tan pronto la chica miro hacia abajo, sus ojos se abrieron grandes como platos, el rostro se le puso rojo como la sangre y sintió una imperiosa necesidad de gritar. Pero no lo hizo. Lo que Jessenia hizo fue cubrirse ambos pechos con el brazo derecho y la parte íntima de la cintura para abajo con la mano izquierda. Retrocedió todo lo que pudo, pero entonces choco con la cama, cayó encima de ella y tan pronto sintió la sabana, se cubrió el cuerpo entero con la colcha blanca. Sus ojos seguían bien abiertos y su rostro continuaba rojo por la vergüenza. ¡Aquella era la primera vez que se mostraba desnuda frente a alguien! ¡Ni siquiera cuando vivía como princesa en Fior permitía que sus doncellas personales la vieran de esa forma y ahora, de toda la gente, un hombre la había visto! Nunca antes había sentido una vergüenza tan profunda como la que sentía en esos momentos.
El hombre se apresuró a hablar tan pronto Jessenia se cubrió con la sábana blanca.
— ¡Le deje ropa que podría quedarle en el ropero! Cuando esté lista, baje por favor, le preparare algo de comer.
Y entonces el hombre salió cerrando la puerta detrás de sí. Jessenia escucho como los pasos de ese individuo se alegaban de la entrada, así hasta desaparecer completamente y, ni siquiera así, dejo de apretar la sábana blanca contra su cuerpo desnudo. ¿Cómo es posible que no se hubiera dado cuenta que estaba desnuda? Y ahora, por culpa de sus descuidos, un hombre la había visto desnuda. Estaba que se le caía la cara de vergüenza. No sabía cómo vería a la cara a ese individuo cuando bajara.
Pasados unos minutos en la misma posición, Jessenia decidió que ya era suficiente de hacer tanto drama. Se bajó de la cama, camino hasta el alto ropero, abrió la puerta y, dentro del mueble, había unos sencillos atuendos de mujer. Ropa interior blanca, vestido de tirantes del mismo color que le llegaba hasta las rodillas y unos pantalones cortos. No había calcetines, pero si unas sandalias que podía utilizar.
A Jessenia no le gustaba andar desnuda, pero tampoco la convencían los atuendos que descansaban dentro del ropero. Simple y sencillamente, no estaba acostumbrada a utilizar esa clase de atuendos ligueros y reveladores y, pese a que tampoco le gustaban los pesados y largos atuendos que usaba en el reino de Fior, debía admitir que aquellas prendas eran largas y la hacían sentir protegida; no cómoda ni a gusto, pero si segura. De mala gana, se vistió con aquellas prendas. Mientras lo hacía, caía en la cuenta de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se vistió por si misma. Desde que se convirtió en la princesa del reino de Fior, usando los poderes que la Bruja le había otorgado, sus doncellas personales la vestían, la peinaban y, prácticamente, hacían todo por ella.
Para ser honesta consigo misma, extrañaba a ese par de chicas que la seguían a todas partes, como si de su sombra se tratasen. Cuando finalmente se terminó de vestir, permaneció largos minutos indecisa frente al espejo que había encima del tocador, pensando si saldría en público luciendo de esa forma. Su mirada insegura, tímida y nerviosa, temía encontrarse con aquel hombre que la había visto desnuda por primera vez. Pero entonces recordó que ese extraño había mencionado una palabra muy especial para Jessenia: “comida”, fue lo que él dijo, que le prepararía algo de comer. En cuanto recordó aquellas palabras, el estómago de la chica empezó a rugir, exigiéndole alimento. Por lo que supero su nerviosismo empujada por el hambre.
No obstante, antes de girar el pomo de la puerta y con la mano aun encima del mismo, Jessenia siente que había algo que se le olvidaba. Un punto importante que estaba omitiendo. Pero no podía recordar que era ese algo. Por más que lo intento, el recuerdo no vino a su mente, por lo que opto por dejarlo pasar y permitir que sus recuerdos regresen de forma natural.
Aun insegura, sale de la recamara. Mejor dicho, saca la cabeza por el umbral y mira a ambos lados. Por un lado, había una pared con una gran ventana de cristal en medio, por el otro, un largo corredor de madera y a los lados de la misma, había otras cuatro puertas separadas por algunos metros de distancia. “Más habitaciones…” Fue lo que pensó la chica y, más adelante, al final de ese pasillo con ocho puertas en total, contando la suya, unas escaleras que descendían a niveles inferiores. Por esa misma dirección, un delicioso y delicado, pero al mismo tiempo, fuerte y suculento aroma, golpea con violencia la boca de su estómago y la empuja a salir de su habitación e ir en dirección a las escaleras. Tan pronto llego frente a las mismas, unos ruidos procedentes de pisos inferiores, llegan a sus oídos y estos la hicieron dudar. Realmente no deseaba ser vista luciendo de esa forma, la sola idea de sentir los ojos clavados en ella la hacía ponerse sumamente nerviosa. Cosa extraña en ella, ya que por las cosas vividas en Fior, Jessenia ya debería estar acostumbrada a ser vista por todos.
Pero no es igual. Todo era diferente. En esta ocasión, la joven se sentía nerviosa porque la verían vestir aquellas prendas, sin mencionar que en aquel entonces, la chica estaba protegida por el deseo que le concedió la Bruja hace muchos años atrás. Actualmente, Jessenia ya no contaba con la protección de ese deseo y, por lo tanto, las personas que la rodeaban podían lastimarla, ofenderla, humillarla y despreciarla. La historia de su infancia se repetiría toda nuevamente y era ese hecho lo que atemorizaba a la joven. Revivir todo lo pasado.
Sin embargo, apretando los puños y los dientes, la joven se esfuerza en ser valiente y plantarle cara al mundo que la rodeaba. ¿No había decidido aceptar las dificultades y el sufrimiento que la vida le tenga deparado? ¿Así es como iniciaría su nueva oportunidad? ¿Con miedo, dudas y desconfianza? Exactamente igual que cuando era una chiquilla vagabunda. ¡Definitivamente no! ¡No iniciaría su segunda oportunidad con miedo y dudando de sí misma, sea cual sea el obstáculo que tenga en frente, Jessenia luchara para enfrentarlo! Por lo que con una nueva determinación, pero aun sintiéndose insegura, la chica baja lentamente los escalones. Uno por uno. Con cuidado y en silencio, tratando de no llamar mucho la atención.
Al bajar al segundo piso, un nuevo pasillo con otras ocho puertas, todas, separadas por algunos metros de distancia. Más habitaciones y, al final de corredor, pero del lado contrario, otras escaleras exactamente iguales a las anteriores, solo que esta vez, el olor a comida era mucho más intenso y el hambre de Jessenia más agresivo. Pero así como la esencia de los alimentos llego a la nariz de la chica, los sonidos procedentes de las personas se volvieron más estrepitosos y constantes. Haciendo que las piernas de la muchacha temblaran bajo su propio peso. Siguió adelante.
Cuando finalmente había bajado al primer piso del lugar, Jessenia se sorprendió al encontrar un gran espacio de varios metros ocupado exclusivamente por sillas y mesas y, sobre las mismas, personas que comían y hablaban despreocupadamente y con sonrisas en el rostro. En el fondo, una larga barra de madera y, detrás de la misma, un largo estante con diferentes botellas de licor y, detrás de ese estante, debía de estar la cocina, ya que los olores del lugar se originaban allí, sin mencionar que por las dos puertas de acceso, una en la derecha y la otra en la izquierda, se escapaba humo procedente de los alimentos preparándose.
Con inseguridad y timidez, Jessenia camina entre las muchas mesas de madera, tratando de no parecer sorprendida y esforzándose por no voltear la cabeza cada tanto para ver alguna cosa que capte su interés. Detrás de la barra y lavando un vaso de cristal con un pequeño trapo blanco, el mismo hombre de antes, él que la había visto desnuda, se encontraba a pocos metros de ella. Separadas de la barra, unas chicas muy lindas, vistiendo elegantes vestidos de camarera, tomaban las órdenes de los clientes. Una de ellas, de cabello negro y largo, que le caía unos centímetros por debajo de los hombros, tomaba la orden de un hombre con una sonrisa en el rostro. Aquella chica era realmente atractiva, con su alegre sonrisa en el rostro y trato desinhibido. En su mirada, Jessenia pudo notar la energía y la confianza.
Por otro lado, la segunda camarera era verdaderamente linda, no era atractiva como la de cabello negro, ésta más bien era increíblemente tierna y de baja estatura, con la piel maravillosamente blanca, ojos grandes y de color rojo. Contrastando con la expresión alegre y sociable de la primera, esta segunda mantenía una expresión gélida en el rostro, limpia de emociones y con los ojos fijos en lo que hacía. Por alguna razón, mientras Jessenia caminaba hacía la barra, pudo imaginarse que su tono de voz era apagado y falto de energía. Lo que si era impresionante, era su larguísimo cabello dorado, amarrado en dos largas coletas a los lados de la cabeza, con un flequillo puntiagudo en su frente y otros dos largos mechones a los lados de la cara y que llegaban a nivel de la boca. Parecía ser una chica muy misteriosa e inteligente, pero linda y tierna como una muñeca.
— ¡Ah, ya estas aquí! ¿Qué te parece la ropa? —dijo el hombre detrás de la barra.
Jessenia se acerco tímidamente a uno de los tantos banquillos que había frente a la larga barra de madera. Se sintió afortunada, ya que ninguno de los clientes de ese lugar había reparado en su presencia, sino que cada uno estaba enfrascado en sus comidas y conversaciones. Tomo asiento en uno de los bancos y se dispuso a hablar con aquel personaje.
—No es lo que yo hubiera elegido para vestir, pero sirve, gracias por la ropa.
—No tienes nada que agradecer, eh…, por cierto… lamento lo de antes…, no sabía que ya estabas levantada. Escuche un ruido en el piso superior y fue a revisar…, no era mi intención verte…
Jessenia entendió inmediatamente que se refería a cuando el hombre abrió la puerta y vio a la joven desnuda, por lo que al instante, la chica se ruborizo y no supo con que cara mirar a ese señor.
— ¡Ya no importa, no hay nada que se pueda hacer para remediarlo, solo vamos a olvidarlo! —dijo velozmente la chica.
— ¡Ah, cierto! Debes tener hambre, ya te preparé algo para comer.
— ¡Ah, no se moleste, no quiero importunarlo…! —pero el rugido de la panza de Jessenia fue tan fuerte que no pudo decir nada más. Su estomago traicionaba a sus palabras, por lo que no pudo hacer nada más que bajar la mirada y aceptar la comida que se le ofrecía—. Si no es mucha molestia, aceptare su comida con gusto—al fin se rindió.
— ¡Ah, cierto, no me he presentado! Mi nombre es Jaime y soy el dueño de esta posada. Mucho gusto—le dijo sonriente el hombre antes de desaparecer detrás de la puerta que conectaba con la cocina.
Por algunos minutos, Jessenia permaneció sentada sobre el banquillo al frente de la barra. Volviendo la cabeza de un lado a otro y sorprendiéndose por estar allí sola, ignorada y sin que nadie se le acerque por cualquier motivo. ¡Se sentía realmente bien! Estar en un lugar público y no ser acosada por un centenar de personas que le proclamen ridículas, exageradas e inexistentes promesas de amor eterno y felicidad. Estaba siendo tratada como una persona más del montón, no destacaba, no llamaba ni el mínimo la atención. Era oficial para ella, el deseo que le pidió a la Bruja diez años atrás había desaparecido y ahora, la muchacha era tan solo otra chica más del montón.
Al percatarse finalmente de este hecho, Jessenia se relajo mucho. Había olvidado lo bien que se sentía tener un momento de paz y calma en un lugar publico sin causar alboroto. Al finalizar unos pocos minutos, Jaime salio de la cocina y le puso sobre la barra algunos platillos calientes. Carnes y un recipiente que contenía un líquido café claro. Jessenia no sabía que era ese algo, pero olía delicioso y tan pronto se lo pusieron en frente, la chica ya se lo estaba devorando. Comía como si no hubiera probado bocado en semanas. Literalmente hablando, la joven limpio los platos en su totalidad y hasta se quedo con hambre. Pero, una vez con la panza algo llena, es que decidió pasar a las preguntas, ya después se encargaría de comer otra cosa.
—Disculpe señor—empezó la joven un poco más tranquila y ya no tan nerviosa—, me puede decir en que lugar me encuentro.
—Por supuesto. Este lugar es una posada, el primer piso es un restaurante donde yo, el dueño del lugar, trabajo como administrador, como cocinero y mesero. El segundo y tercer piso son las habitaciones. Y estamos en la ciudad llamada Central. ¿Te suena familiar el nombre?
— ¿Central? —repitió Jessenia. En su vida jamás escucho el nombre de esa ciudad. Ni de esa, ni la de ningún otro lugar, ya que nunca salio del reino de Fior. ¿Cómo había llegado a ese lugar? ¿Y que era ese extraño sentimiento que tenía desde que despertó? Había algo o alguien a quien olvidaba.
—Hablando de nombres—continuo el dueño de la posada—. ¿Me puedes decir el tuyo? El joven que te trago ayer en la noche no me dijo nada, solo me pidió una habitación, le di la única disponible y después de dejarte en la cama se marcho…
¡El Segador! ¡Finalmente había recordado ese algo que la molestaba! ¿Qué había pasado con él? ¿Fue él quien la llevo a esa ciudad? Tras recordar al extraño personaje, Jessenia se levanta de golpe del banquillo, provocando que este caiga hacia atrás con un ruido fuerte que atrajo las miradas de los clientes.
— ¿Sabe que fue del chico que me trajo a este lugar? ¿Sabe a dónde se fue? —pregunto con voz energética.
— ¿Eh…? No. No se nada sobre ese individuo. Como ya le había dicho, ese personaje llego ayer en la noche, la dejo sobre la cama en la cual despertó hace unos momentos y luego se fue sin decir nada.
Por alguna razón, al escuchar que el Segador se había marchado y que la había dejado en aquella ciudad sin antes despedirse, hizo que Jessenia se pusiera un poco triste y deprimida. Al menos le hubiese gustado agradecerle por haberla sacado de ese reino y por salvar su vida, así como otorgarle una segunda oportunidad para rehacer su vida en otro lugar.
—Lamento mucho a ver alzado la voz—se disculpo la joven después de levantar el banquillo y ponerlo en su lugar.
Cuando tomo nuevamente asiento, Jessenia se percato que un muchacho la observaba con seriedad desde la puerta que conectaba a la cocina. Cuando éste advirtió la mirada de la chica, se dio la vuelta y desapareció de su vista. La muchacha no le dio mucha importancia al hecho.
—Este…—continuo la joven—. Muchas gracias por la comida, pero… vera…, no tengo dinero para pagarle… así que…
—No hay problema—dijo de repente el hombre—. No tienes que pagarme con dinero, hay otras formas en que puedes pagar tus alimentos.
—Como cuales.
Y entonces Jaime comenzó a observar meticulosamente el cuerpo de Jessenia. Su atractivo rostro, sus labios delgados, sus mejillas sonrojadas, su largo cabello castaño claro, su abundante pecho y hermosas piernas. Definitivamente, el hombre tenía otra forma de cobrarle por la comida y no la desperdiciaría. No podía pasar por alto el gran atractivo físico de la muchacha. Ese maravilloso cuerpo femenino debía de ser suyo y no de alguien más.
Mientras el hombre veía la anatomía de la chica, Jessenia lo miraba confundida, sin saber que tanto le veía. ¿Tan rara se veía vistiendo de esa forma?
—Bien, ya lo decidí. Ya se de que otra forma puedes pagar por tus alimentos. Te quieto a ti
— ¿Eh…?
Y de esta forma, inicia una nueva vida para esta bella joven llamada Jessenia. Quien aun era ignorante de todas las cosas que pasarían en aquella ciudad llamada: Central y los grandes cambios que vendrían en el futuro. Sin saberlo y creyendo que el camino que la junto con el Segador se había roto permanentemente, la joven no sabía que sus caminos, más que distanciarse, solamente se estaban acercando más y más. Solo que ambos tomaron el camino largo para reencontrase. En estos momentos, las manecillas del destino seguían girando.
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