Segadores Saga Primera - 17
Jessenia había despertado al aire libre. Tan pronto abrió sus brillantes ojos azules, un resplandeciente firmamento le dio los buenos días. En lo alto, las nubes, todas de formas diferentes, algunas más grandes, otras más pequeñas y cortas y algunas con formas misteriosas, surcaban ese cielo con pereza e indiferencia. La joven se enderezo y miro a su alrededor. Reconocía el lugar perfectamente. No había forma de olvidarlo. Despertó en el antiguo parque donde solía jugar de niña con otros niños de su misma edad. A la distancia, las pequeñas y humildes casas se levantaban; resistentes y acogedoras pero para Jessenia, distantes y melancólicas.
Debajo de ella, un brillante pasto verde le sirve de colchón mientras el viento calido mecía su larga cabellera castaña. Mientras se incorporaba sobre sus piernas, un ruido metálico atrae su atención. La joven se vuelve con inocencia hacía el familiar sonido y allí, a unos metros de ella, columpiándose hacía adelante y luego hacía atrás, una pequeña niña yacía sentada sobre un columpio de color verde. Ambas se miran y se reconocen mutuamente. No había forma de no conocerse, ya que ambas eran una misma.
— ¿Te acuerdas de este lugar? —le pregunto la infante a Jessenia mientras seguía columpiándose.
Jessenia se acerco a su pequeño “yo” del pasado. Tomó asiento en el columpio de alado, este era de un profundo color rojo. Una vez sentada, le hecha una mirada a todo el parque. A diferencia del enorme parque de Ciudad Central que, más bien parecía un enorme bosque lleno de caminos y bancas para sentarse, el lugar que presenciaba Jessenia era mucho más pequeño, simple y sin mucho chiste. Unos cuantos árboles aquí y allá, algunos arbustos, pocas bancas para sentarse, columpios, resbaladeros, pasamanos, sube y bajas y una rueda para que los niños la hagan girar mientras se montan. Un simple parque de niños sin muchos juegos y los que había, eran los comunes.
—Este es el parque donde solía jugar cada vez que salía de casa—le responde Jessenia a su pequeño “yo” del pasado quien, aun continuaba jugando en el columpio.
—Correcto. En este parque vivimos momentos muy alegres y divertidos. Éramos tan solo una niña inocente que no sabía nada sobre el mundo y sus complicaciones, luego, un día, sin previo aviso, todo se fue al demonio. Lo que empezó siendo un día como cualquier otro, concluyo con ser el día en que nuestras vidas cambiarían para siempre. ¿Lo recuerdas? ¿Lo que comenzó ese día y como terminaron las cosas?
No había forma de que lo olvidara. Por un largo tiempo de su vida deseo poder olvidar. Que algo o que alguien apareciera y le arrebatara esos amargos y tristes recuerdos que la atormentaban cada noche que cerraba sus ojos. Ya no deseaba verse así misma, aquel día, bajo aquel atardecer, mientras abría la puerta de su casa con ingenua inocencia y una vez dentro, con la puerta una vez abierta, ver lo que había del otro lado. La dura, cruel y amarga realidad. Una realidad que podía ver dentro de sus sueños y, aun cuando despertaba, esa realidad, esa dolorosa verdad, seguía allí mismo, atormentándola y asustándola. No tenía importancia. Dormida o despierta, la realidad la perseguiría como un coyote hambriento, con los ojos rojos y espuma blanca en el hocico, decidido a capturarla y devorarla.
Esa era la antigua Jessenia. La que todavía era princesa en el reino de Fior, no la nueva chica que es ahora. Dentro de la Montaña, la joven había combatido contra sus demonios internos; derroto al pasado que amenazaba con hundirla en un cráter de oscuridad y engullirla como si fueran las fauces de una temible bestia. Acepto su pasado. Acepto la dolorosa realidad y se dio cuenta que en esta vida, nada ni nadie podía salvarte, solo ella misma fue capaz de salvarse. Dentro de su ser encontró la fuerza para seguir luchando por si misma. Y ahora, tras pasar por aquella experiencia, Jessenia estaba viviendo la vida que tanto deseaba. Una nueva ciudad, nuevas personas, una nueva oportunidad que la joven no desperdiciaría. Ya era tiempo de librarse de las cadenas que la amarraban a su pasado y continuar con su vida. Y la forma de hacerlo era muy simple: aceptarse así misma y lo que vivió y aun así, tener la fuerza para seguir adelante, sin permitir que la cruz que sostiene en la espalda la doblegue.
—Lo recuerdo perfectamente—le respondió con tranquilidad mientras veía el pasar de las nubes sobre su cabeza. La infante dejo de mecerse en el columpio para prestarle toda su atención a Jessenia—. No hay forma de que pueda olvidarlo y aun si hubiera alguna forma para borrar mi memoria, no lo haría. Todas las cosas que he vivido, buenas o malas, forman parte de mi ser. Mi pasado es importante porque ayudo a fórmame como individuo y si lo rechazara, me estaría rechazando a mi misma y eso es algo que no pienso hacer. Sin mi pasado, probablemente estaría repitiendo los mismos errores una y otra vez, es por eso que no pienso dejarlo pero tampoco dejare que me absorba y me hunda en la profundidad de mi melancolía. ¡Esa es la decisión a la que he llegado!
La pequeña Jessenia veía a la mayor desde su columpio con una expresión seria en el rostro, se bajó de un brinco, coloco ambas manos detrás de su espalda y con la vista puesta en el firmamento, le dijo lo siguiente a su “yo” mayor:
—Si eso es lo que has decidido entonces no tengo nada más que decir—la pequeña Jessenia se vuelve para ver a su “yo” mayor, luego continua con lo que estaba diciendo—: Una última cosa, ¿no te has sentido extraña o diferente desde que despertaste en la ciudad?
— ¿Diferente? —repitió extrañada—. ¿En qué sentido?
—No lo sé…, diferente… ¿Te has sentido así últimamente?
Jessenia reflexiona un poco.
—Pues… Ahora que lo mencionas…—si había algo que a Jessenia le extraño de sí misma cuando despertó en la Posada Aura, pero no era la gran cosa, de igual forma se lo conto a su pequeño “yo”—. Cuando desperté en la Posada, un hambre como la que no había sentido nunca se apodero de mí. Era como si no hubiese comida en días, luego de que termine mis alimentos, pese a que comí cosas muy pesadas, aún seguía sintiendo mucha hambre. Eso no es todo. Nunca tuve mucha resistencia física. Cuando vivía en el reino de Fior, con tan solo salir a caminar unas cuantas horas, ya me encontraba cansada y con los pies adoloridos. Pero ayer, cuando salí a caminar con esa chica llamada Megan, pese a que camine por horas, no me sentí cansada en lo absoluto, ¡vaya!, ni siquiera derrame una sola gota de sudor. Eso fue muy extraño. Pero…—Jessenia profundizo la mirada.
— ¿Pero qué…? —la apresuro la pequeña niña.
—Es extraño, mi cuerpo…, lo sentí especialmente ligero. Sentía que podía correr, saltar y hacer muchas otras cosas…
—En pocas palabras, te sentías llena de energía.
— ¡Si, eso es! Lo cual es muy extraño ya que, como te dije, jamás tuve mucha resistencia física. Siempre solía cansarse rápido cuando hacía cualquier actividad que requería esfuerzo físico. ¿Eso es malo?
La pequeña Jessenia permaneció mirándola con intensidad por algunos segundos, luego aparto la mirada, levanto el brazo derecho y después dijo lo siguiente:
—No es nada—acto seguido, la pequeña Jessenia trono los dedos y la joven despertó en su cama con la vista puesta en el familiar techo de madera de la Posada Aura. Había despertado.
Se enderezo sobre el colchón, le dio un vistazo rápido a la pequeña habitación, luego salió de la cama y se dirigió a la única ventana cuadrada que daba al exterior. La abrió y saco la cabeza; el viento de la mañana se sentía fresco y limpio; a lo lejos, el sol apenas se alzaba sobre todas las cosas. El día finalmente había llegado, el primer día del resto de su vida.
Alguien comenzó a tocar la puerta, esto distrajo a Jessenia y la obligo a meter de nuevo la cabeza a la habitación. Antes de dar el permiso para entrar, la joven se cercioro que estuviera plenamente vestida. ¡Bien! Llevaba puesta una sencilla piyama que consistía en un pantalón largo y una camiseta de manga larga, ambas ligeras y cómodas y, a la vez, protectoras.
—Está abierto.
Aun con la puerta cerrada, Jessenia ya sabía quién se encontraba del otro lado. Reconoció los golpecitos en la puerta. Esta se abrió y entro un hombre alto, de tez morena, calvo, maduro y de cuerpo musculoso. Era Jaime, el dueño de la Posada y, a partir de ese día, su jefe.
— ¡Oh, qué alegría que ya estés despierta! Te traje tu uniforme. Prepárate, abriremos en una hora.
Jaime dejo sobre la cama de Jessenia un largo vestido de colores oscuros, tan pronto la chica lo vio, le recordó a los uniformes que usaban las mucamas y doncellas del castillo donde solía vivir. A la joven no le gustaba usar vestidos, pero ya que esos eran largos y no cortos, es que decidió darles una oportunidad. Rápidamente de desvistió, lanzo su piyama sobre la cama y paso al baño, abrió los grifos de agua caliente para luego darse una ducha de unos diez minutos. Le llevo veinte minutos secarse e ingeniárselas para ponerse ese molesto vestido. Ahora que lo recordaba, quienes siempre le ayudaban a vestirse y a peinarse eran sus dos doncellas personales. ¿Qué habría pasado con aquellas dos chicas que la seguían a todos lados? Asegurándose de proporcionarle a su princesa todo lo que necesitara. No lo sabía. La verdad, Jessenia extraña a ese par, eran buenas y agradables y, a lo largo de su aburrida y vacía vida en el reino de Fior, sus dos doncellas eran lo más cercano a verdaderos amigos que la joven pudo tener mientras vivía en ese castillo.
Para cuando finalmente se las ingenio con ese uniforme, su nuevo obstáculo era su cabello. Sus doncellas personales se encargaban de peinarla y arreglarle su larga cabellera en extraños y bien ordenados peinados que requerían de tiempo y práctica, sin mencionar que Jessenia no tenía tiempo para eso, por lo que se limitó a un peinado mucho más sencillo. Recordó que el día pasado, Megan le había comprado una liga para recogerse el cabello en una cola de caballo. La busco entre las bolsas, la encontró y frente al espejo, toma su larga melena con ambas manos y tardo como cinco minutos en acomodarse el pelo correctamente. Finalmente, tras media hora de arreglo, la joven se encontraba lista. El vestido, su mayor enemigo, estaba bien acomodado, su cabello lucia normal. Una coleta que le caía por la espalda y a los lados de la cara, un par de largos mechones de cabello castaño, sin mencionar el flequillo que le resbalaba en forma de picos hacía abajo. ¡Todo listo!
Salió de su habitación y bajo al primer piso del local, el cual correspondía al restaurante. En cuanto llego se percató que los empleados ya se encontraban trabajando. Ella era la última. Jaime se encontraba detrás de la barra limpiándola y acomodando los vasos y botellas de licor. Megan, la atractiva chica de cabello negro y la joven de largo cabello dorado y amarrado en dos coletas a los lados de su cabeza, limpiaban las mesas, barrían el piso y sacudían los demás muebles decorativos. Pese a que no podía verlos, se escuchaban ruidos procedentes de la cocina, por lo que imagino que los chicos ya se encontraban en sus áreas de trabajo alistándolo todo para recibir a los clientes. Jessenia era la única sin nada que hacer, por lo que se acercó al dueño de la posada para pedirle instrucciones.
Mientras se acercaba al hombre detrás de la barra, la empleada de cabello dorado se le quedo viendo con sus indiferentes y llamativos ojos rojos. La conversación de Jessenia con el dueño de la posada fue breve, Jaime le entrego a la chica nueva una escoba que reposaba junto a él y le pidió que fuera a barrer la entrada del local, la empleada así lo hizo, al salir del establecimiento, la linda chica rubia deja de verla y se concentra en su trabajo.
Una vez fuera del local, Jessenia observa nuevamente la ciudad en la que viviría de ahora en adelante. Los diferentes comercios, las calles, su largo y su ancho, el tipo de suelo que pisaba, las pocas personas que caminaban frente a la posada esa mañana, el tipo de atuendos que vestían, el diseño de los edificios y demás cosas. Todo, absolutamente todo, era diferente al reino de Fior. E inclusive la atmosfera que desprendía toda la ciudad o, esa parte, era diferente a lo que Jessenia estaba acostumbrada. Quizás fuera porque ya no tenía la maldición de la Bruja y ahora realmente podía estar en paz con las demás personas que la rodeaban y consigo misma, o tal vez porque, efectivamente, la ciudad de Central era mejor que el reino de Fior.
Una vez que termino de barrer la entrada del local, Jaime le pidió a ella y a la chica de largo cabello dorado, llamada Rachel, que subieran a las habitaciones que Jaime les señalo para que limpiaran los cuartos y estuvieran presentables para su uso. El día anterior cuatro recamaras fueron deshabitadas, por lo que se encontrarían sucias y las jovencitas debían limpiarlas. Tres se encontraban en el segundo piso, mientras que la cuarta en el tercero y último de los pisos de la Posada. Mientras caminaban juntas rumbo a las escaleras, es que Rachel habla repentinamente.
—Te llamas Jessenia, ¿cierto? —le pregunto repentinamente la joven sin apartar la vista del frente y sin emociones en su tono de voz.
—Si. Así me llamo—le respondió simplemente. No sabía que era pero, la atmosfera que se formaba cuando estaba junto a esa chica era muy diferente a la que sintió cuando fue de paseo con Megan el día anterior. Ambas, pese a no ser de edades muy diferentes, desprendían presencias sumamente contrarias. La de Megan era espontánea y alegre, mientras que la de Rachel era más pesada y difícil de tratar.
—Eres nueva en la ciudad, ¿no es verdad? —le volvió a preguntar.
—Si. Así es.
—No llegaste sola, ¿verdad? Alguien llego contigo, ¿me equivoco?
—Así es. Alguien me trajo a la ciudad.
—Megan te mostro una parte de la ciudad, ¿cierto?
—Así es.
—Asumo que solo te mostro la parte comercial. Te llevo a unas tiendas, te enseño el parque y luego te dio un pequeño tour por algunas zonas que ella escogió, ¿no es verdad?
—Si. ¿Cómo sabes eso?
—No es difícil saber cómo piensa esa chica. Las mentes simples son fáciles de leer—le dijo fríamente mientras subían por las escaleras.
En cuanto llegaron al segundo piso de la posada, Rachel le dijo a Jessenia que ella podía encargarse de las tres habitaciones de la segunda planta y que ella fuera a limpiar la cuarta que se encontraba en el tercer piso. Le entrego una llave con un número y luego ambas jóvenes se separaron pero, antes de que Jessenia se perdiera de vista, Rachel la detiene y le pregunta una última cosa.
— ¿Por qué viniste a la ciudad? —le soltó de improviso mientras Jessenia subía las escaleras—. De todas las ciudades que hay, ¿Por qué elegiste esta?
¿Cuál era la respuesta correcta a esa pregunta? No es como si Jessenia hubiese escogido esa ciudad por un motivo en particular, simplemente era la más cercana y el Segador la llevo allí para deshacerse de ella lo más rápido posible. No había ningún motivo profundo, dramático o misterioso, solo fue cosa de la suerte. Se dio la casualidad de que esa ciudad era la más cercana y ya. Por lo que opto por decirle lo obvio a esa chica.
—No hay ninguna razón particular, mi acompañante me trajo a esta ciudad porque era la más cercana. Eso es todo.
—En otras palabras, fue pura casualidad.
—Si así es como deseas verlo, si. Fue pura casualidad que haya llegado precisamente a esta ciudad. Además, cuando llegue estaba inconsciente, por lo que no pude elegir una ciudad entre otras tantas que hay haya afuera.
La joven de cabellos dorados entorno los ojos y luego le respondió tras unos segundos de pensar en la respuesta de la chica.
—Ya veo.
Y de esa forma, Rachel abrió una de las habitaciones con las llaves que Jaime le había dado y se perdió en su interior, cerrando la puerta detrás de sí, dejando a Jessenia sola en esas escaleras. La joven se dio la vuelta y subió a su área de trabajo, localizo en pocos segundos la habitación que se le había asignado, la abrió y entro. No especialmente diferente al cuarto que le había tocado, tenían las mismas medidas y las mismas cosas: una cama individual, una ventana única cuadrada, un ropero de madera y un mueble con cuatro cajones rectangulares para la ropa y sobre este, un espejo largo. Eso era todo, luego el baño.
Mientras limpiaba aquella habitación que le había pertenecido a un perfecto desconocido, la ironía de su vida no pudo evitar sacarle una sonrisa en los labios. Había pasado de princesa de un reino, a una mucama que limpiaba el cuarto de un extraño. De una joven mujer que lo tenía todo con tan solo pedirlo, a una chica humilde que debía trabajar para conseguir unas pocas cosas para vivir. Extrañamente, el cambio no le había molestado en lo absoluto, se sentía cómoda y a gusto con lo que hacía. Mientras tendía la cama, Jessenia no pudo evitar preguntarse que pensarían sus antiguas doncellas personales si la vieran haciendo el trabajo que ellas hacían antes.
En cuanto termino con los quehaceres de esa habitación, Jessenia volvió a bajar al primer piso del local para esperar nuevas instrucciones de trabajo. El restaurante ya se encontraba operando; unos cuantos clientes en algunas mesas. La joven de cabello castaño y amarrado en una cola de caballo veía trabajar a Megan como camarera, al chico guapo y pelirrojo llamado Matt ir y venir con platos sucios. No veía a Jaime, por lo que imagino que se encontraba en la cocina con los demás empleados del local. Rachel tampoco se encontraba, por lo que asumió que ella seguía trabajando en la limpieza de las habitaciones.
Cuando Jaime reapareció saliendo de la cocina, Jessenia se acerco a su jefe para pedirle instrucciones de trabajo. El resto del día, la joven se la paso de pie haciendo diversas tareas, desde ayudando en la cocina, como lavaplatos, como camarera, atendiendo a los clientes, limpiando mesas y ocasionalmente el suelo. Tantos eran sus quehaceres que antes de darse cuenta, su turno como empleada había terminado. Aun había sol fuera del local y, pese a sus horas de trabajo, Jessenia seguía sin sentirse cansada. ¿De donde había surgido ese repentino aumento de energías? La joven no lo sabía, era sumamente extraño ya que, como la chica se lo había dicho a su “yo” más pequeño, ella no era alguien muy fuerte o con mucha resistencia física.
Como Megan terminaba su turno una hora después que Jessenia, la jovencita opto por esperarla. Fuera de la muchacha de cabello negro, de Jaime y de Rachel, la pelicastaño no conocía a nadie más en esa ciudad y no le agradaba mucho la idea de ir por allí ella sola.
Al acabar su turno, Jessenia se quito el uniforme de colores oscuros, lo colgó dentro de su ropero para luego vestirse con las prendas que Megan le había obsequiado el día anterior. Sus nuevas ropas yacían desparramas con indiferencia sobre el colchón y las bolsas, aun cerradas, estaban sobre el piso a un lado de la cama. Ya que las doncellas personales de Jessenia, cuando vivía en Fior, se encargaban de la limpieza y…, bueno, de todo lo demás, la pelicastaño no se preocupo en ordenar su recamara. Aun no se acostumbraba a tener que hacerlo todo ella sola. Se vistió con sus nuevas prendas, las mismas que uso el día anterior, bajo al primer piso del local y espero a que su compañera acabara su trabajo.
Una vez terminado su turno, Megan y Jessenia salieron de la Posada Aura y comenzaron a vagar por la ciudad. La atractiva chica de cabello negro le mostró más lugares, entre ellos se encontraba la entrada para ingresar a Central. Al aproximarse, por primera vez Jessenia repara en la presencia de unos altos muros de más de veinte metros de altura que rodeaban la ciudad entera. Megan le platico que esos muros se encontraban allí para protegerlos de cualquier cosa del exterior y, que en exactitud, había cuatro entradas para ingresar en la ciudad. Cada una de las entradas es vigilada por varios centinelas del Gremio: Eternal Soul y, para poder acceder al interior de los muros, era necesario pasar por varios tramites. Los tramites necesarios para ser un ciudadano de Central y los necesarios para los viajeros, eran muy diferentes. Para la gente que estaba de paso, es decir, para los viajeros, se les pedía en las entradas que llenaran unos documentos y que dejaran cualquier arma que poseyeran, que les dejaran sacarles una muestra de sangre, no mucha, con unas cuantas gotas era suficiente y, finalmente, el tiempo estimado de su estadía en la ciudad. Luego, los mismos centinelas, les facilitaban a los visitantes lugares como la Posada Aura. Un lugar donde pudieran descansar y al mismo tiempo recibir alimentos.
Mientras Megan le explicaba todas esas cosas de la ciudad: los muros, los centinelas que custodiaban cada una de las entradas, los tramites para ser ciudadano o visitante; Jessenia se preocupaba ya que, ella no sabía que modo uso el Segador para meterla dentro de la ciudad. Ciertamente no recordaba a ver dado su nombre e intenciones con su visita, ni mucho menos a ver dado una muestra de sangre, por lo que la jovencita se preocupo. ¿Qué pasaría cuando las personas que vigilaban los accesos a la ciudad se percataran de ella? ¿Le pedirían que se fuera por resultar muy sospechosa? O caso, ¿le ofrecerían la oportunidad de quedarse?
— ¿Tu has vivido toda tu vida en esta ciudad? —le pregunto Jessenia a Megan.
—No. Antes de llegar aquí vivía en un pueblito un poco alegado de la ciudad—le respondió la pelinegra mientras caminaba junto a Jessenia y miraba de soslayo el cielo—. Ya han pasado varios años desde que llegue a Central, la verdad, ya he perdido la cuenta del tiempo—dijo con voz apesadumbrada.
Jessenia noto la melancolía en las últimas palabras de Megan, luego recordó lo que le dijo la noche anterior: que ella había vivido por unos años en el orfanato de la ciudad, por lo que la chica podía hacerse una vaga idea de lo que le pudo haber pasado a la pelinegro. Rápidamente, la pelicastaño se encargo de cambiar de tema. Ambas siguieron platicando de cualquier cosa mientras andaban por la ciudad.
Después de caminar por un rato, ambas chicas llegaron a una zona de la ciudad que se encontraba desabitada.
— ¿Qué lugar es este? —le pregunto Jessenia a Megan.
—Esta es la zona más peligrosa de Central—le respondió la pelinegro—. Nadie vive aquí desde hace varios años. Lo mejor es no acercarse demasiado.
— ¿Por qué? ¿Qué paso aquí?
—No estoy muy enterada sobre este tipo de cosas pero, al parecer, el suelo de esta parte de la ciudad es muy débil y en el pasado ocurrían frecuentemente derrumbes de casas o comercios, por lo que la gente que vivía en esta parte de la ciudad tuvo que evacuar y ser reubicado en otras zonas de Central por su seguridad. Ya lleva muchos años deshabitada y nadie entre a este lugar.
Después de ver aquella zona deshabitada, a Jessenia la embargo un extraño pero familiar sentimiento. Todo aquel lugar era extremadamente silencioso y oscuro, no había señales de vida humana y desprendía un sentimiento pesado y melancólico. No hacía falta decirle que no se acercara por su seguridad, no había forma de que Jessenia entrara por aquel lugar voluntariamente. Al término de su paseo, Megan se despidió de su compañera en la entrada de la Posada Aura, ya era de noche y no había muchas personas fuera de casa.
Antes de entrar al local y, mientras Megan se alegaba, Jessenia se volvió y alzo la mirada. Era extraño, podía jurar que alguien la estaba observando desde lo alto de una de esas construcciones. No había nadie. La pelicastaño ladeo la cabeza confundida, segura de que era su imaginación. En cuanto entro al local para dirigirse a su habitación, desde lo alto de la misma construcción que Jessenia había observado antes, una silueta oscura veía a la joven entrar. No solo en ese momento, sino desde hace unas horas, mientras caminaba junto a Megan, la misma silueta negra, desde lo alto y cobijado por las tinieblas, no se perdía ni un solo movimiento de la muchacha.
Junto a la solitaria silueta masculina, una segunda figura, más pequeña y frágil, se acercaba a la primera desde atrás. En lo alto del cielo, las nubes seguían su camino, apartándose de la luna y haciendo que aquella masa luminosa descubriera la identidad de esas dos formas negras.
— ¿Hay algo nuevo? —pregunto una de las dos siluetas con voz femenina.
—Nada aun—le respondió la primera silueta con voz masculina—. ¿Descubriste algo sobre ella mientras estaban hablando?
La segunda silueta se aproximó a la orilla del edificio, a un solo paso de caer al suelo, se detiene y observa la puerta que Jessenia uso para entrar a la Posada Aura.
—Nada. Todo lo que me digo era verdad, ¿estabas espiándome?
—Hacía mi trabajo.
—Es muy extraño—continúo diciendo la joven de largo cabello dorado—. No hay forma de que esa chica haya logrado entrar a la ciudad sin que el Gremio se haya percatado. Lo hubieran notado apenas pusiera un pie en el interior.
—No es que no se hayan percatado—aclaro el muchacho de brillantes ojos violeta—, es precisamente que se dieran cuenta y que aun así no fueran capaces de encontrar al responsable. Quien sea que la haya traído a la ciudad fue demasiado rápido, llego y luego se fue.
— ¿Que descripción tenía el sujeto?
— ¿Aun no lo sabes?
—Si lo supiera no te lo estaría preguntando, ¿no es verdad?
—Al parecer el sujeto es un chico joven, de unos veintitantos, altura promedio, cuerpo medianamente atlético, cabello negro y largo, brillantes ojos azules con pupilas rasgadas verticalmente, como los ojos de una serpiente, solo que de tinte zafiro y emanaba una enorme cantidad de energía oscura. Aun cuando se fue, dejo residuos de su presencia. Es una fortuna que esa chica no se haya corrompido con la oscuridad de ese fenómeno.
—Su nombre es Jessenia—aclaro la muchacha rubia—. Es de mala educación llamarla “esa chica”, cuando sabes su nombre. Y si quieres que te sea honesta, no creo que ella sepa nada sobre ese “individuo” que la trajo a la ciudad.
— ¿Y entonces qué? ¿Quieres que creamos que llego a esta ciudad por mera “casualidad”? ¿Eso es lo que esperas que nos traguemos?
—Ella asegura que así fueron las cosas y cuando me lo dijo no pude sentir que mintiera.
El muchacho se alejó de la pequeña y linda chica de ojos rojos.
—Aun así, será mejor continuar con la vigilancia. No todos los días un Ser Oscuro entra a esta ciudad y abandona a una humana dentro de una Posada. Debe haber algo extraño con esa chica.
Y una vez dicho eso, el joven desaparece frente a la pequeña chica rubia, dejándola sola sobre ese solitario techo en mitad de la noche y delante de la Posada Aura, más concretamente, frente a la ventana que conectaba a la habitación de Jessenia. La pequeña Rachel permanece sobre ese techo por unos minutos reflexionando en sus pensamientos mientras que del otro lado de la ventana, la chica a la que espiaban yacía sobre su cama durmiendo y esperando por el siguiente día de trabajo. Ignorando totalmente lo que estaba a punto de pasar y sin saber que sus tan anhelados días de paz y tranquilidad, estaban contados.
Comments for chapter "17"
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