Shield Force: Zombie Emergency - 50
Tras esta reunión secreta, Hiroto se desvía de su camino hacia la enorme mansión protegida por decenas de guardias fuertemente armados que están de su lado en caso de alguna rebelión de otro ministro o funcionario. Si, desde hace tiempo ha planeado forjar su propia facción con el emperador como su mayor rehén y títere.
Este nuevo camino lo lleva hasta un templo, muy pequeño y el único de Neo Tokyo donde las creencias se perpetuaron, pero para los políticos sigue siendo un mero recordatorio de cómo era el mundo antes y un atentado a lo que desean construir actualmente. Paradójicamente dejan que continue esa creencia porque de esa forma pueden manipular a la población y evitar así posibles levantamientos violentos contra el gobierno que lentamente se va mostrando oligárquico.
Allí se encuentra con un monje que limpia la estatua de un “kitsune” o “deidad zorra de 9 colas”, una antigua religión que data desde hace cientos de años y era una deidad venerada incluso en la era contemporánea previo al estallido del brote Z. El hombre de cabeza rapada y túnica que hace recordar a la época Edo lo mira y rápida lo identifica como un funcionario. Entonces hace reverencia y pregunta al verlo solo:
-Recibo a muchas personas a diario, personas que rezan y siguen lanzando monedas para implorar cosas a los dioses o a buda, todas y cada una de ellas de las clases humildes. Señor ¿Qué hace a esta hora en la calle sin seguridad?
-Solo…camino para disfrutar del aire y el silencio-responde con total confianza al ver que siendo un monje resulta ser inofensivo
-Ya veo. ¿Desea un poco de te? -ofrece el hombre mientras sostiene su escoba
-No, no, está bien. Solo me quedaré sentado aquí-se acerca a la pequeña escalera que da hacia el templo y mira a un lado y hacia el otro en silencio
-Veo que está dubitativo ¿puedo preguntar por qué?
Hiroto se da media vuelta y observa detenidamente al hombre que no tiene tanta diferencia de edad para con él e incluso piensa que quizás sería bueno escuchar alguna opinión de alguien que profesa una religión y en cuyo seno hay un pensamiento o ideología que quizás le ayude. Entonces vuelve su mirada hacia el frente y se abre, no del todo, pero solo buscando alguna respuesta que le sea conveniente para él:
-¿Crees que el ser humano aun siendo evolucionado pueda lograr tal cosa como la inmortalidad?
La pregunta deja atónito al monje, pero no sin palabras:
-De por sí el ser humano no es ajeno a la muerte y quien intente convencer de lo contrario solo busca llamar la atención.
-Entonces vivimos y morimos ¿y ya?
-En la naturaleza hay una conexión que no escapa a los seres humanos. Podemos ser predadores como presas, pero la relación simbiótica con las demás especies y su entorno es lo que nos hace ser eterno. La carne de cerdo, por ejemplo, si bien es la base de la dieta japonesa junto con el pescado y el arroz, o lo era, al entrar a nuestro cuerpo habiendo sido parte de manera previa en la naturaleza, nos complementan y llegada nuestra muerte nos volvemos uno con la madre naturaleza. Todos somos parte de algo y la tierra…-se agacha y toca el suelo cubierto de barro por la lluvia anterior- es la que hace perdurar nuestro legado al darle a nuevas platas nutrientes que alguna vez fuimos nosotros
-¿Intentas decir que solo somos pedazos de carne y nutrientes y todo lo que hacemos en vida se pierde? -se siente molesto al escuchar eso
-En cierta forma, aunque no todo es cuestión de ser parte de una relación simbiótica con la naturaleza. Hay muchas maneras de ser parte de la eternidad
-Dime mas
-Los actos, por ejemplo, hagamos lo que hagamos siempre resonará en la eternidad. Dictadores hicieron estragos por capricho y codicia o grandes atletas o actores capturaron la atención con grandes hazañas que es imposible que se pierda con el tiempo, aunque…
Cuando el monje intenta continuar, siente que no es adecuado decírselo a un funcionario, así que se queda en silencio y sigue barriendo ocasionando el enojo y frustración de Hiroto, quien se pone de pie y sigue caminando. Pero antes de que doble por la esquina, escucha que el monje le dice con dudas:
-Hagas lo que hagas…esta era no recordará a los que se encierran tras sus escritorios o se reúnen para discutir sobre cuanta comida queda o a quien se les destinará más sino a los que luchan día a día para recordar a las personas que no están solas y hay quienes las defienden
Sin mirar hacia atrás continua con su camino.
Después de avanzar varios metros aprieta sus dientes y murmura:
-Eso crees monje de mierda. No hay peor honor que ser olvidado y los que mueren allá afuera son los que más rápido son olvidados.
Dos hombres de traje corren a su encuentro, su seguridad que desesperadamente lo escoltan mientras se maldicen por perderlo durante muchas horas. Hiroto los calma y reanudan en silencio el camino hacia su casa.
Durante la noche, Hiroto no olvida en lo absoluto las palabras del monje y las que le reveló Theo. La inmortalidad puede ser algo irreal, pero con las cualidades y herramientas apropiadas no resulta tan lejano. El mismo ministro de guerra y espionaje sufre de temor a morir y en una era donde el promedio de vida bajó drásticamente de los 90 años a los 70 o incluso 60, Hiroto se preocupa demasiado. A sus casi 60 años es más que obvio que puede ser reemplazado, aunque hay escasas probabilidades, o también en caso de invasión a la ciudad no podría enfrentarlos ni física ni mentalmente.
Suspira y abre los ojos en su tatami para mirar al techo. Su respiración es agitada, propio de haber llevado una vida de mucho estrés y también como fumador, sabe que es posible que no llegue más allá de los 60. Una enfermedad respiratoria lo tiene alterado y con ganas de dispararle a alguien:
-Ese monje de mierda…sí que me hizo la noche. Desgraciado bastardo…yo voy a ser eterno, mis hazañas, todo lo que estoy haciendo por esta ciudad de cobardes…-maldice en voz baja
Al día siguiente, el monje dejó de vérsele e incluso el templo fue destruido por orden de los funcionarios bajo la acusación de hurto de alimentos de los almacenes y corrupción de menores.
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