Shin Bocho-Man | El precio de desafiar a Dios: Un hombre atrapado entre la carne y el acero - 02
Akira, comenzó su nueva etapa con el proyecto Shin, equipado con una bio-armadura que transformaba su cuerpo en una herramienta poderosa y letal. A medida que emprendía misiones menores, su desempeño excepcional y su determinación comenzaron a captar la atención de los superiores dentro de su corporación. Sin embargo, la bio-armadura, aunque impresionante, demandaba un costo elevado: agotamiento físico, un apetito insaciable y una constante lucha por controlar los instintos básicos que la armadura parecía exacerbar.
Akira se enfrentaba a enemigos de corporaciones rivales, soldados bien entrenados que representaban un peligro considerable. Cada misión lo empujaba al límite, tanto física como mentalmente. Al concluir estas tareas, regresaba desgastado, aunque victorioso, movido por su deseo de demostrar que el proyecto Shin tenía el potencial para redefinir el combate humano. Su hambre, producto de las demandas metabólicas de la bio-armadura, se convertía en un ritual inevitable; devoraba grandes cantidades de alimento para recuperar fuerzas y estabilizar su sistema.
Además, su lucha interna era cada vez más evidente. La intensidad de su naturaleza híbrida, potenciada por la bio-armadura, exacerbaba aspectos de su comportamiento humano. Los científicos del proyecto comenzaban a notar que los límites de Akira, tanto físicos como emocionales, se ponían a prueba constantemente, creando un contraste inquietante entre su humanidad y las características casi animales que el proyecto Shin le confería.
El zumbido de los tubos fluorescentes acompañaba el respirar tembloroso y contenido de Akira, mientras observaba su reflejo en la ventana polarizada del hangar subterráneo. En ese cristal no solo se veía a sí mismo, sino también al ser en el que se estaba convirtiendo. Era un guerrero experimental de la corporación Botanex, portador de la bio-armadura del Proyecto Shin. Era lo que siempre quiso… ¿o tal vez no?
—Misión completada con éxito. Objetivo neutralizado. Baja colateral: cero—, recitó el sistema de la armadura antes de apagarse.
Al regresar de una misión particularmente exigente, en la que eliminó a un grupo de soldados de una corporación rival, Akira no pudo evitar preguntarse si lo había hecho bien. ¿Había sido correcto eliminarlos a todos? ¿Se habría podido evitar tanta violencia? Mientras se acercaba a las instalaciones de Botanex, los encargados del proyecto ya habían anticipado sus necesidades. Prepararon un festín de comida, siguiendo el protocolo establecido para su recuperación.
Minutos después, en una sala, una mesa llena de comida lo esperaba. Carnes, arroz, fruta, energéticos, suplementos… como si alimentaran a una bestia. Akira comía en silencio, la mirada baja, sus mejillas enrojecidas por el pudor de sentirse observado. No comía por placer, sino porque lo necesitaba desesperadamente. Cada bocado era un intento de estabilizarse.
—Nunca pensé que ser un «héroe» doliera tanto…—murmuró, apenas audible, sintiendo que sus dedos temblaban al sostener los cubiertos.
Los científicos observaban desde la sala de monitoreo. —La armadura está ampliando sus receptores neurológicos. Está forzando sus impulsos primitivos. —El límite emocional se aproxima. Pero su rendimiento sigue creciendo…
Akira alcanzaba a oír esas voces. Lejanamente. Como si lo trataran más como experimento que como ser humano.
Una alarma suave sonó. Un mensaje apareció en pantalla: “Interfaz Soul solicita encuentro con Proyecto Shin”.
—¿Otro experimento…? —susurró Akira, limpiándose la boca con torpeza. Dudó por un momento. Luego se puso de pie, algo inseguro. —Supongo que… tengo que conocerlo.
La noticia despertó en él una mezcla de inquietud y nerviosismo. El proyecto «Soul» era considerado un «hermano» del proyecto Shin. Si eran parecidos… ¿cómo sería esa persona? ¿Igual de rota que él?
Al llegar, la bio-armadura de Akira se retiró, desconectándose de su cuerpo como si desapareciera en el aire. El proceso, aunque rutinario, siempre le dejaba una sensación de desnudez y vulnerabilidad. Se abrazó a sí mismo brevemente, respirando hondo, tratando de calmarse. En el laboratorio lo recibió Yumi, un científico experimentado e involucrado profundamente en el desarrollo del proyecto Shin. Con profesionalismo y dedicación, Yumi realizó un diagnóstico completo sobre el estado de la bio-armadura y el impacto físico en Akira.
—Te estás sobrepasando, Akira —dijo Yumi al leer las primeras cifras—. Si sigues usando la armadura a este ritmo, vas a destrozarte por dentro. Tu corazón, tu columna… Incluso tus órganos reproductivos muestran un desgaste temprano.
Akira desvió la mirada, bajando la cabeza. —L-Lo siento… solo… solo quería asegurarme de cumplir bien la misión. Pensé que si no lo hacía perfecto…
—¿Importa lo suficiente como para que acabes muerto antes de los veinte? —preguntó Yumi con tono serio.
Akira guardó silencio. Trató de sostener la mirada del científico, pero no pudo.
—Tus niveles de testosterona están por las nubes. La armadura no solo refuerza tus músculos; también estimula tus instintos más primarios. Hambre, ira… y deseo. ¿Has tenido impulsos sexuales fuera de control?
Akira enrojeció. —S-Sí… a veces. No lo entiendo. Me pasa de repente. Como si… como si no fuera yo.
Yumi asintió, sin juicio en su expresión. —Es normal. Bueno, no debería serlo, pero en tu caso es esperado. El protocolo indica que debes tener sesiones psicológicas, pero Botanex lo ha pospuesto. Otra cosa… tus ciclos REM están desfasados. ¿Estás durmiendo?
—No mucho… Me da miedo cerrar los ojos. Siento que si lo hago, algo… algo dentro de mí va a despertarse y no voy a poder volver a ser yo mismo.
El científico suspiró. —Estás al borde, Akira. Y Botanex sigue empujándote más y más. Pero recuerda esto: si pierdes el control, no solo terminarás destruido tú… puede que te lleves a otros contigo.
Mientras Yumi estaba inmerso en el diagnóstico, la puerta del laboratorio se abrió de repente, dejando entrar a una mujer de porte enigmático. Con una sonrisa burlona y una mirada que parecía verlo todo, se dirigió directamente hacia Akira.
—Así que tú eres el famoso Proyecto Shin… mmm, esperaba algo más alto. O con más cicatrices.
Akira se tensó, confundido, dando un paso hacia atrás. La mujer se acercó sin miedo y, sin previo aviso, lo abrazó.
—¡Q-Qué…!—exclamó Akira, congelado, con el rostro ardiendo.
—Tranquilo, pequeño Shin. Soy Golding. Proyecto Soul.
Yumi se aclaró la garganta. —No te dejes llevar por su apariencia. En combate, no tiene nada de «pequeño» y aunque tenga cuerpo de joven mentalmente ya es un adulto.
Golding soltó una risita mientras se alejaba un paso, aún evaluándolo con sus ojos curiosos. —Eso espero. Porque si vamos a trabajar juntos, no quiero que me estorbes.
Akira se recompuso como pudo y extendió la mano, algo tembloroso. —N-No… no planeo hacerlo.
La tensión entre ambos fue como una chispa flotando en combustible. Yumi, entre divertido y preocupado, intervino: —El proyecto Soul está orientado a potenciar la percepción y la inteligencia emocional. Son… complementarios.
—El héroe y la mente. Me gusta.—dijo Golding. —Dicen que los superiores tienen planes para nosotros. Si lo hacemos bien, podríamos salir del fondo del pozo, por fin podríamos patrullar en alguna ciudad como policías.
Akira la miró con una mezcla de nervios y asombro. Por primera vez, sentía que alguien lo trataba con una cercanía poco habitual en Botanex. Aunque eso solo lo ponía aún más nervioso.
Akira la escuchaba con atención, aunque una parte de él seguía ocupada procesando el impacto de su primer encuentro con Golding. Mientras las palabras flotaban en el aire, algo en su interior le decía que esta colaboración cambiaría el curso de su vida en el proyecto Shin, y quizás mucho más allá.
Pero una cosa era segura: algo había cambiado. Y su camino para convertirse en héroe, lejos de terminar, apenas comenzaba.
Yumi, mientras revisaba los últimos parámetros en su tablet, levantó la vista con expresión seria.
—Antes de que se vayan, hay algo más que debes saber, Akira. En previsión de la misión que se avecina, te hemos implantado un nuevo sistema de combate integrado. Las Tecuan Blades.
Akira parpadeó. —¿Tecuan… qué?
—Blades —repitió Yumi—. Un par de cuchillas retráctiles, alojadas en tus antebrazos. Están hechas de aleación viva, sincronizadas con tus impulsos neuronales. Solo se activarán cuando estés concentrado… o en peligro extremo.
Akira miró sus brazos como si fueran ajenos, bajando la mirada con una mezcla de miedo y fascinación.
—¿Yo las pedí? —preguntó con voz baja.
Yumi negó con la cabeza. —No. Pero lo necesitabas. Te estás enfrentando a cosas cada vez más peligrosas. Esto podría salvarte la vida… aunque también te costará algo más de ti.
Golding se cruzó de brazos y lo observó con una ceja levantada.
—¿Ya tienes cuchillas ocultas? Qué interesante… yo solo tengo estilo —dijo con una sonrisa torcida.
Akira desvió la mirada, incómodo, pero algo en su pecho se agitaba con fuerza. No sabía si era orgullo… o miedo. Porque con cada mejora, con cada nueva arma implantada, sentía que algo suyo se iba quedando atrás.
Yumi pareció leer su expresión. —Recuerda, Akira. El arma no te hace menos humano. Solo te da más opciones. Lo que hagas con ella… eso es lo que importa.
Akira asintió con lentitud. Respiró hondo. Ya no había marcha atrás
El viento rugía con violencia mientras la nave cortaba los cielos rumbo a una remota región montañosa, apartada de toda forma de civilización. El paisaje debajo era una mezcla de picos irregulares, niebla perpetua y bosques deformados por la altitud. Dentro de la cabina principal, Akira y Golding estaban sentados frente a una pantalla holográfica que flotaba en el aire, proyectando datos e imágenes inestables del enemigo que debían enfrentar: una amenaza viva, un error evolutivo.
—Es una aberración biotecnológica—dijo Golding mientras sus dedos navegaban entre informes clasificados y fotografías de vigilancia. —Una mezcla de ingeniería genética, implantes de combate y estimulación cerebral continua. Se volvió incontrolable y ahora busca autonomía total. Destruye todo a su paso. Sin excepción.
La imagen mostraba a un ser humanoide con extremidades aumentadas, cubiertas por una armadura orgánica que parecía respirar. Sus ojos rojos brillaban como carbones vivos.
—Parece salido de una pesadilla —comentó Golding, cruzándose de brazos. —¿Cómo se supone que detendremos algo que fue diseñado para ser indetenible?
Akira, serio, con el ceño fruncido, no apartaba la vista de la pantalla. —No lo subestimes, pero tampoco lo glorifiques. Todo lo que se crea, puede romperse. Nuestra misión es encontrar su punto débil… antes de que nos encuentre a nosotros.
La tensión entre ambos no era personal, sino estratégica. Había mucho en juego y poco margen de error. Golding volvió a centrarse en la pantalla, hojeando un reporte con anomalías térmicas del blanco. De reojo, lanzaba miradas a Akira, como quien evalúa el temple de un compañero antes del combate.
—Dijiste que te conocen como «Soul Gold-Man» —dijo Akira tras unos segundos de silencio. —¿Es por tu armadura?
Golding sonrió, girándose levemente hacia él. —Exacto. Mi armadura es dorada, brillante como el sol. Aunque no tan deslumbrante como mi personalidad, claro está. —Le lanzó un guiño juguetón.
Akira alzó una ceja, casi divertido. —Dorada, ¿eh? Espero que no nos conviertas en blancos fáciles con tanto brillo.
—Tranquilo, Akira. No solo es para lucir bien. Está hecha para absorber impactos, dispersar energía, y cegar sensores ópticos si es necesario. Si me ven… será lo último que verán.
—¿Siempre hablas con tanta confianza o solo cuando te enfrentas a algo que podría matarte? —preguntó él, entre serio y curioso.
El silencio volvió por unos momentos. El zumbido suave de la nave era lo único que rompía la atmósfera cargada. Luego Golding habló otra vez, cambiando de tono, como buscando romper la tensión.
—Si salimos vivos de esta misión, tengo un plan —dijo con una sonrisa traviesa—. Pediré un permiso para salir a la ciudad. Necesitamos relajarnos. ¿Qué te parece? Pizza, aire fresco… algo lejos de la sangre y los informes.
Akira la miró con incredulidad. —¿Pizza? ¿Ese es tu gran plan para celebrar?
—Es un comienzo —respondió ella encogiéndose de hombros. —Leí en algún artículo que hay un lugar cerca de la base donde hacen la mejor pizza del mundo. Dicen que la salsa tiene un ingrediente secreto.
—Está bien —dijo Akira con una leve sonrisa. —Pero tú invitas.
—¿Invitar? —Golding fingió estar ofendida. —Akira, no sabía que podías ser tan cruel.
—Solo quiero asegurarme de que no olvides tu brillante propuesta.
Ambos soltaron una risa breve. No era suficiente para borrar la tensión, pero sí para recordarles que seguían siendo humanos.
La voz automatizada de la nave los interrumpió de golpe:
—Destino alcanzado. Preparándose para el descenso.
Ambos se incorporaron y comenzaron a ajustarse los trajes. La nave se sacudió mientras entraban en la atmósfera densa de la montaña. Desde las ventanas laterales, se veía un territorio grisáceo, cubierto de niebla espesa, árboles retorcidos y sombras que se deslizaban por el terreno rocoso.
—No habrá ningún apoyo aquí afuera —advirtió Akira mientras observaba los planos topográficos. —Si fallamos, nadie vendrá a buscarnos.
—Entonces no fallaremos —replicó Golding, aunque un leve temblor en sus ojos delataba la presión.
La nave aterrizó con precisión en un claro estrecho. El entorno era silente, como si el mismo bosque estuviera conteniendo la respiración. Al avanzar por la maleza, Akira no dejaba de pensar en la conversación anterior. ¿Podía ese pequeño lazo improvisado entre ellos convertirse en una fuerza decisiva?
Un estruendo metálico los sacó de sus pensamientos. Algo se movía con rapidez en la niebla.
—Prepárate —dijo Golding con el arma lista, una sonrisa confiada en su rostro—. Creo que vamos a conocer al bio-guerrero.
Akira asintió, tragando saliva mientras ajustaba su postura de combate. Sus músculos estaban tensos, pero había una leve chispa de seguridad en su mirada. Ya habían superado amenazas antes… ¿qué tan distinto podía ser este?
La niebla frente a ellos se movía como si respirara, ondulando entre los árboles con una cadencia antinatural. Ambos avanzaron unos pasos, con los sentidos alerta, pero sin temor real. Durante unos segundos, reinó el silencio, roto solo por el zumbido de la energía en sus trajes.
—Tal vez no sea tan grande —susurró Golding con tono burlón—. Igual y se perdió en la niebla.
—O se asustó al vernos —añadió Akira con una risa nerviosa.
Pero entonces, un temblor leve estremeció el suelo. Luego otro. Y otro. Algo enorme se acercaba.
De pronto, el monstruo emergió de entre los árboles como una exhalación de pesadilla. Una criatura de aspecto humanoide, pero con proporciones que desafiaban la lógica: más de tres metros de altura, piel artificial rasgada por múltiples cicatrices, músculos cubiertos por placas metálicas incrustadas directamente en su cuerpo. De su espalda surgían protuberancias como espinas que vibraban con energía estática, y su rostro era una máscara de furia distorsionada.
Antes de que pudieran reaccionar, el bio-guerrero soltó un rugido ensordecedor. Una onda de impacto invisible se expandió desde su boca, golpeándolos con una fuerza brutal.
Golding fue lanzada por los aires como si no pesara nada, impactando contra el tronco de un árbol y luego cayendo al suelo con un quejido. Akira, por su parte, rodó por el terreno tras recibir el embate directo, su cuerpo rebotando contra piedras hasta estrellarse contra una formación rocosa. El aire escapó de sus pulmones en un jadeo ahogado.
Aturdido, Akira intentó incorporarse, pero el mundo le daba vueltas. Su visor parpadeaba, con múltiples alertas rojas. Buscó con desesperación a Golding, pero no la veía entre la neblina espesa.
—¿G-Golding…? —susurró, llevándose la mano al costado donde sentía un dolor agudo.
La criatura avanzaba con movimientos descomunales, cada paso provocando grietas en la tierra. No se detenía. Su respiración era pesada, casi animal. Y sus ojos… dos faros escarlatas que lo enfocaban como presa.
Akira apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una de las enormes garras del monstruo descendiera en su dirección. Rodó a un lado, sintiendo la vibración del impacto a centímetros de su cuerpo. Levantó el brazo para disparar una ráfaga de energía, pero el bio-guerrero ya estaba sobre él.
El monstruo lo agarró por el pecho y lo lanzó contra un árbol, partiéndolo en dos. Akira cayó al suelo con un gemido, su armadura amortiguando parte del daño, pero no lo suficiente como para evitar una fisura en las costillas. Tosió sangre. El dolor era insoportable.
Desde su posición, vio a Golding reincorporarse con dificultad. Su traje estaba dañado, pero sus ojos ardían con determinación. Activó un par de propulsores y se impulsó hacia la bestia, disparando ráfagas de plasma concentrado a su cabeza.
—¡Oye, bolsa de tornillos! ¡Aquí estoy! —gritó, esquivando por los aires un zarpazo brutal que cortó árboles de cuajo.
La criatura rugió de nuevo, girando hacia ella. Akira aprovechó el instante y lanzó una granada de pulso eléctrico directo a una de sus piernas. La explosión desestabilizó al monstruo, que trastabilló hacia un costado, cayendo sobre una rodilla.
Golding no desperdició la oportunidad. Se colocó detrás de la criatura y disparó una carga perforante contra las juntas de su armadura espinal. El disparo impactó con fuerza, arrancando chispas y un chillido metálico.
—¡Akira, al núcleo! ¡Ahora! —gritó.
El joven guerrero se levantó con esfuerzo, encendiendo sus Tecuan Blades. Corrió con todo lo que le quedaba, zigzagueando entre los embates desesperados del enemigo. Saltó sobre su espalda justo cuando otra placa se desprendía, revelando el núcleo palpitante.
Sin dudarlo, Akira clavó ambas espadas en el punto vulnerable. El núcleo vibró, una descarga lo arrojó hacia atrás, pero ya era tarde para la bestia. Su cuerpo convulsionó y empezó a desmoronarse.
La criatura rugió una última vez antes de desplomarse en medio del campo de batalla, levantando una nube de polvo y fragmentos.
El silencio regresó, esta vez acompañado por el crepitar de los restos metálicos del bio-guerrero. Akira, jadeando y con las piernas tambaleantes, se dejó caer de rodillas. Golding aterrizó a su lado segundos después, respirando con dificultad, su traje aún humeante.
—Creo que… subestimamos a nuestro nuevo amigo —dijo ella, esbozando una sonrisa cansada.
Sin previo aviso, la bestia, aún en sus últimos estertores, accionó un mecanismo oculto en su torso. Un destello carmesí recorrió sus circuitos y, en cuestión de segundos, una explosión sorda sacudió el campo de batalla. Ondas de energía y fragmentos de metal ardiente salieron disparados en todas direcciones. Akira y Golding apenas tuvieron tiempo de reaccionar; la onda expansiva los lanzó varios metros, atravesando ramas y escombros, como si el aire mismo los hubiera desgarrado del suelo. El estruendo resonó en sus oídos mientras rodaban por entre la maleza, forcejeando por recuperar el aliento.
Mientras se escucha el rugido del monstruo demostrando que aun esta para dar más.
—¡Golding! ¿Me copias? —gritó por el comunicador. Solo recibió estática.
El suelo temblaba con cada paso de la criatura. En lo alto del risco, entre la niebla electrificada por las tormentas, una figura emergió como una sombra alada, envuelta en placas oscuras de metal y energía roja pulsante. Sus alas parecían cuchillas, extendidas como una sentencia.
De pronto, algo silbó entre los árboles. Un lazo metálico surgió desde la espesura del bosque, enrollándose con precisión en las cinturas de Akira y Golding. Ambos fueron jalados violentamente fuera del alcance del bio-guerrero, deslizándose por el suelo entre ramas y hojas secas, hasta detenerse cerca de una figura oscura que los esperaba entre la neblina.
—Así que finalmente nos encontramos —dijo la figura con voz metálica y resonante—. Soy Grim Wing-Man, del Proyecto Grim. Y parece que ustedes han subestimado a esa bestia.
Akira jadeaba, aún atrapado parcialmente por el laso metálico que colgaba de su pierna. Alcanzó a ver con claridad al nuevo sujeto: delgado, alado, y con una armadura negra que parecía fundirse con la niebla.
—¿Quién… eres tú? —dijo, tratando de mantenerse erguido. Su visor parpadeaba con múltiples advertencias.
Un crujido interrumpió la tensión. El comunicador cobró vida con la voz áspera de Golding, ahora apoyado en un tronco cercano.
—Otro experimento… otro maldito proyecto salido de la misma corporación.
Grim giró la cabeza hacia ellos, su mirada amarilla brillando.
—Ya veo… no pudieron contra él, ¿no es así? —dijo con burla. —¿Y eso que vinieron con todo su armamento?
Golding apretó los dientes.
—Ese monstruo está fuera de control. Lo sabes tan bien como nosotros.
—Claro que lo sé —respondió Grim, dando un paso al frente—. Por eso estoy aquí. Llevo tiempo rastreándolo. Ya casi tengo suficiente información para eliminarlo de forma definitiva.
Akira se incorporó con dificultad, su voz firme, aunque cansada.
—Entonces, si el objetivo es el mismo, ¿por qué no unir fuerzas?
Grim se detuvo. Sus alas metálicas se abrieron lentamente, con un crujido agudo que resonó entre los árboles.
—¿Unir fuerzas? —repitió—. Interesante propuesta… pero acepto solo si la chica lo pide.
Akira frunció el ceño, confundido.
—¿Eh?
Golding soltó un bufido, cruzando los brazos con expresión seria.
—¿Hablas en serio? ¿Esto depende de mí?
Grim la miró directamente.
—Quiero saber si puedo confiar en alguien que no se esconde detrás de un casco o una orden. Si tú me lo pides… trabajaremos juntos.
Golding lo miró fijamente unos segundos. Luego suspiró.
—Está bien. Únete. Pero si nos traicionas, seré yo quien acabe contigo.
Grim asintió lentamente.
—Trato hecho.
Un rugido lejano rompió el momento. El bio-guerrero volvía, más agresivo que antes.
Akira cargó su arma. Golding ajustó su visor. Grim desplegó por completo sus alas, listas para el combate.
Ahora eran tres.
Y el monstruo no tenía idea de lo que se venía.
—A-Ahí viene… —murmuró Akira con voz temblorosa, flexionando sus dedos. Sus guantes centellearon con energía azul, chispeando en cada articulación.
—División táctica —ordenó Grim desde lo alto con tono firme, como si la batalla fuera una danza ya ensayada—. Soul, flanco izquierdo. Shin, distracción frontal. Yo lo estudio desde el aire.
—Tsk… claro, tú lo estudias, nosotros nos llevamos los golpes —bufó Golding, activando sus propulsores y despegando hacia la izquierda—. Pero que no se te olvide, Grim… la brillante soy yo.
Akira tragó saliva y corrió directo hacia la bestia. El bio-guerrero rugió, un sonido tan bajo y profundo que se sintió en los huesos. En un instante, embistió con una velocidad brutal, arrasando con árboles y levantando una nube de tierra. Akira esquivó por un pelo, el filo de una garra oxidada le rasgó parte del brazo.
—¡Ahh! —gritó de dolor, tambaleándose—. M-Maldita sea…
Se repuso con dificultad y descargó un puñetazo al abdomen de la criatura. El impacto hizo vibrar el metal, pero apenas logró empujarlo un paso atrás. Fue como golpear una muralla viva.
—¡Es como un tanque con piernas! —exclamó Akira, jadeando.
Grim, suspendido en el aire gracias a sus alas mecánicas, escaneaba sin perder detalle. Sus ojos procesaban a alta velocidad: vibraciones, movimientos, ritmo de respiración, patrones de energía.
—Núcleo inestable en la espalda. Cada exhalación genera una microdescarga. Su sistema de regulación está dañado. Ese es su punto débil… pero está blindado —informó con precisión quirúrgica.
—Entonces hay que hacerlo girar —dijo Golding, disparando una ráfaga de luz dorada que explotó contra el costado del monstruo—. ¡Eh, chatarra con esteroides! ¡Ven por mí!
La criatura giró con violencia. Sus pasos quemaban la tierra, dejando cicatrices humeantes. El monstruo levantó una roca del tamaño de un auto y la arrojó con fuerza brutal. Golding esquivó por poco, la explosión impactó contra un risco, esparciendo rocas y fuego por todas partes.
Akira respiró hondo, su cuerpo herido y tembloroso, pero decidido. Corrió en zigzag, se impulsó por un tronco inclinado y saltó sobre el brazo izquierdo del bio-guerrero, enganchándose con los imanes de sus guantes. La criatura rugió, intentando sacudírselo como si fuera un insecto.
Escaló con dificultad, recibiendo cortes de las placas y descargas de los cables expuestos. El sudor le nublaba la vista. Una de las placas traseras se abrió brevemente al liberar una descarga. Allí estaba: el núcleo. Palpitante. Brillante. Expuesto.
—¡Lo veo! ¡Pero necesito más tiempo! —gritó Akira, con sangre bajando por su ceja.
—¡Te lo doy! —Golding gritó desde el suelo, activando el cañón de su brazo izquierdo—. ¡Soul Beam!!
Un rayo de energía dorada salió disparado, impactando el hombro derecho del monstruo. Este se estremeció, soltando un rugido gutural. Por primera vez, pareció dolerle de verdad.
Grim descendió en picada, sus alas extendidas como guadañas. —¡Ahora, Shin!
Akira canalizó toda la energía en sus dos Tecuan Blades. Rugiendo, saltó y las clavó profundamente en el núcleo. Una explosión de luz azul estalló, el impacto desató una onda expansiva que rompió las placas como cristales.
El bio-guerrero convulsionó violentamente. Su espalda se quebró, cables expuestos chispearon. Grim aterrizó detrás y hundió sus alas en las articulaciones traseras, paralizando al monstruo. Golding, sin vacilar, descargó un rayo directo al cuello, justo donde los nervios estaban a flor de piel.
La criatura soltó un alarido desgarrador. De su boca brotó sangre negra. Cayó de rodillas, luego al suelo. Su cuerpo convulsionó una vez más… y finalmente, quedó inmóvil.
Solo quedó el humo. El zumbido de los sistemas apagándose uno por uno.
Akira cayó de espaldas, jadeando. Tenía cortes por todo el cuerpo y su traje estaba roto. Su mirada temblaba, pero una sonrisa leve asomó.
Golding llegó tambaleándose, su traje chamuscado, el cabello suelto y la cara tiznada. —Santo cielo… pensé que no saldríamos vivos de esta —dijo, dejándose caer a su lado.
Grim se limpió los restos de sangre artificial de sus alas. —Evaluación completa. Objetivo neutralizado.
—S-Sí… pero por poco… —susurró Akira, cerrando los ojos un segundo.
Golding le ofreció una mano. Él la tomó con timidez, agradecido. Por primera vez, los tres respiraban como un equipo.
Pero en el aire, aún flotaba una certeza inquietante:
Esto era solo el principio.
—Está hecho.
—¿Eso fue un «gracias»? —preguntó Golding, con media sonrisa.
—No. Solo un hecho —respondió Grim.
Akira miró el cielo entre las ramas rotas de los árboles.
—Nunca pensé que funcionaría… pero funcionó.
Grim observó el cadáver humeante con expresión fría.
—Esto fue solo una prueba. Si lo soltaron… significa que hay más. O algo peor.
Golding cruzó los brazos y suspiró.
—Pues que venga lo que tenga que venir. Pero por ahora… ¿nos ganamos una pizza, no creen?
Akira rió por lo bajo, echado sobre la hierba.
—Sí. Pero tú invitas, doradita.
Grim ladeó la cabeza, confundido.
—¿Pizza?
Los tres se rieron, no como soldados, ni como armas… sino como camaradas.
Por primera vez, habían peleado juntos.
Y aunque la guerra seguía lejos de terminar, por ahora…
la amenaza había sido contenida.
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