Las ventanas del alma

En el Reino de Aurora, el joven príncipe Din pasaba sus mañanas entrenando esgrima con su mayordomo Aly, y sus tardes estudiando en la biblioteca del palacio, mientras el gorrión Grey dormía sobre su cabeza como costumbre. Su meta, superar a su hermanastro Nil, puesto que hace diez años el rey Lars, su padre, decretó que solo aquel que demostrara ser digno heredaría el trono.

Un día, el rey mando a Din al encuentro de la princesa Blere, su prometida, cuyo barco estaba pronto a arribar. El príncipe solo la miraba como su amiga de la infancia, por lo que no estaba de acuerdo con el matrimonio, aun así obedeció y se dirigió al puerto.

—¿Qué pasa? —le preguntó Din a Aly, mientras se conducían en carruaje.

—Tendremos compañía —respondió.

De repente, Grey entró por la ventana, posando sobre la cabeza de Din.

—Está bien, puedes acompañarnos —dijo Din resignado.

A medio camino, repentinamente Grey voló fuera. El príncipe lo llamó, pero al ver que no le obedecía, hizo detener el carruaje para bajarse y perseguirlo.

Lo siguió hasta un callejón, donde observó como picoteaba a un hombre que sujetaba bruscamente a una joven chica que luchaba para que la soltara.

El príncipe, sin pensarlo dos veces, corrió para ayudarla, y desarmado, noqueó al hombre. Sin embargo, otro sujeto apareció atacándolo por la espalda, mas Aly hizo presencia para derribarlo de un golpe.

—Muchas gracias por ayudarme —dijo la chica.

—Por nad- —Din se quedó mudo al verla claramente.

La chica no gozaba de gran belleza, aunque en sus ojos vi algo más: su alma, cuya pureza lo cautivó.

—¿Me dices tu nombre? —preguntó Din.

—S-Sara —respondió ruborizada al notar como Din la miraba.

Desde ese día, el príncipe empezó a escaparse del palacio para poder ver a Sara en la florería donde trabajaba.

El tiempo pasó, y la princesa Blare notó que alguien habitaba el corazón del príncipe.

—¿Quién es ella? —le preguntó sin rodeos.

—Alguien cuya existencia es más preciosa para mí que todas las joyas del mundo —respondió.

La princesa no podía aceptarlo, y cuando averiguo quién era en realidad, se lo dijo al rey, quien le reprochó a Din su romance con una plebeya, la negativa de su hijo de dejarla provoco que decidiera castigarlo, encarcelándolo para que reflexionara sobre su posición.

Aly, furioso por lo sucedido, armó un plan para liberarlo.

Dos días después, mientras escapaban de la mazmorra, se encontraron con Nil en la salida.

—¿Adónde demonios crees que vas? —le preguntó Nil.

—No estorbes —respondió Din.

Ambos pasaron de lado de él.

—Ve al este. Fue vendida —comentó Nil sin moverse—. Y toma esto.

Nil le arrojó una espada enfundada, era la espada de la fallecida madre de Din.

Agradecido, Din se apresuró a salvar a Sara.

En las afueras del reino, bajo la luna llena, un carruaje protegido por un par de guardias estaba detenido. En su interior, un inescrupuloso noble se bajaba los pantalones frente a la atada y amordazada Sara con intenciones de aprovecharse de ella, pero en segundos, su regordeta cabeza rodó al mismo tiempo que los hombres de afuera caían inconscientes.

El que lo decapito no fue otro que Din, quien afligido se apresuró a desatar a Sara.

—Sabía que vendrías por mí —dijo Sara entre lágrimas.

—Jamás te abandonaría —contestó Din, abrazándola.

—¡¿Hacia dónde milord?! —preguntó Aly tomando las riendas, con Grey sobre su hombro.

—¡Al sur, al antiguo hogar de mi madre! —exclamó Din.

Fin.

Notas de autor:

1. Esta fue una historia corta escrita para el concurso literario de género romance realizado por Toon Latino.

2. La historia por el momento no tiene relación con la novela “Sinfonía de corazones”.

3. Una de las reglas del concurso era que la historia tenía que estar escrita con un máximo de 500 palabras, pero ya finalizado el concurso la extendí un poco.