Sinfonía de corazones: El Dragón - 04
Capítulo 4: Corazón de Dragón (1)
Después de desconectarme del juego y quitarme mis gafas de realidad virtual, me sentí satisfecho de haber tenido una última aventura con todos mis amigos del gremio. Realmente me hubiese gustado haberlos conocido a todos en persona, sin embargo, espero que Arthur lo pueda hacer en el futuro. Estaba totalmente exhausto, así que apague mi computadora y me fui a dormir, aunque sea un par de horas.
Al amanecer, trate de levantarme lo antes posible para poder hablar con mi madre antes que se fuera a trabajar. Cuando baje a la primera planta, la vi parada en el recibidor ya lista para irse, buscando algo en su bolso. Dude en hacerlo o no al verla, pero al final me acerque a ella.
—B-Buenos días —dije un poco nervioso.
—Buenos días —contestó con un rostro inexpresivo, solo viéndome por unos instantes.
—Podemos hablar por unos minutos, h-hay algo que quisiera decirte.
—Perdón, se me hace tarde, tal vez luego.
Sin más que decir, simplemente sacó las llaves del auto de su bolso y salió de casa.
—Tal vez luego, eh… —dije pensando en voz alta.
En verdad, no espera que ella aceptara hablar conmigo por más de treinta segundos, solo me estaba engañando.
«¡Maldita sea! ¿Por qué demonios se me ocurrió hablar con ella después de tanto tiempo?», me reproché a mí mismo.
Era como creer de forma estúpida que hoy los planetas se alinearían, y al tratar de conversar con ella, aunque sea por una última vez, ella aceptaría hablar milagrosamente conmigo de buena gana.
Después de maldecirme por un rato más, subí al segundo piso para ir a tomar un baño. Luego de vestirme, salí de la casa para comprar mi desayuno en una tienda de conveniencia cercana.
Compré una gaseosa y unos Súper nachos deluxe tamaño extra grande. Si fueran un objeto de algún juego serían rango-SSS, a pesar de que son un poco costosos, quiero darme este lujo este día.
Después de regresar a casa y desayunar, fui a mi cuarto a ordenar mis pertenencias. Metí mi viejo álbum con cartas coleccionables que había guardado por años en mi mochila, era uno de mis tesoros más preciados en mi niñez, por lo que quería dárselo a mi amigo Arthur.
Tomé mi smartphone que estaba en mi escritorio para revisar la hora, sin embargo, cuando lo encendí noté que tenía una aplicación que no estaba a ahí ayer. El nombre era ilegible para mí, intenté abrirla y no pasó nada, después intenté desinstalarla, pero no me daba la opción.
«¿Será un virus o algo así?», me pregunté.
Como era inútil la dejé, ya que de todas formas ya no iba a necesitar mi smartphone.
Salí y me dirigí a la casa de Arthur.
Después de veinte minutos de viaje en autobús, llegue a su casa, en donde él vivía solo.
Desde hace cuatro años adquirí la costumbre de venir a visitarlo para jugar algún videojuego, mientras hablábamos de la vida o cosas frikis. Sin embargo, desde que fue internado me entregó las llaves para que viniera por un par de sus libros antes de ir a verlo al hospital.
Coloqué el viejo álbum en su escritorio junto con una carta de despedida y la contraseña de mi cuenta de Forbidden Fantasy Online en su interior. Luego tomé los dos libros que Arthur me pidió que le llevara de su pequeña biblioteca.
Al salir e ir a la parada de autobús, pensé en ir al refugio de animales. Sin embargo, al ver la hora supe que no tendría el tiempo suficiente. Aunque me lamentaba, decidí dirigirme directamente al hospital.
El autobús tardaba en llegar aproximadamente en dos horas, ya que está ubicado en la capital del país. En el transcurso del viaje, reflexioné sobre escribirle a mi padre o a mi hermana mayor para hacer las paces.
«Es una pérdida de tiempo, como con mi madre», me dije.
Al llegar al hospital y entrar por las puertas automáticas, un hombre de mediana edad con una bata blanca hizo presencia cuando me acerqué a la recepción, era Joshua, el doctor que atiende a Arthur. No sé si era solo mi imaginación, pero parecía que huía de alguien.
—¡Joseph! —exclamó instantáneamente al verme.
—Hola Doc.
—… —Después de acercarse a mí, él se quedó en silencio y me observó muy serio.
—¿S-Sucede algo? —pregunté un poco nervioso.
—Deberías dormir un poco más… —respondió.
—¿Eh? —dije algo confuso.
—Tus ojeras, delatan fácilmente tu prolongada falta de sueño —explicó—. Deberías dejar de desvelarte jugando videojuegos, además deja de comer porquerías, tienes una pequeña migaja en la barbilla.
—Está bien, está bien. Y, ¿cómo esta Arthur?
—Estable. No obstante, necesita la operación sí o sí.
—¡Doctor! —exclamó una voz femenina.
Era una joven enfermera, la cual se acercaba rápidamente hacia Joshua.
—Disculpe que lo interrumpa, el Director quiere hablar con usted urgentemente —le informó la enfermera.
Joshua suspiró con aires de grandeza tras escucharla.
—Que fastidio. De todas formas Joseph, convéncelo para que acepte la próxima vez. Bueno, te dejo, tengo asuntos muy importantes que atender…
—¡Doctor! ¡El Director está en su oficina! —exclamó la enfermera al verlo alejarse a toda prisa.
—¡Lo sé, por eso voy en la dirección contraria!
Desde que lo conozco, me ha parecido un buen tipo. Sin embargo, creo que nunca sabré si en verdad es una especie de genio o simplemente un vago muy astuto.
Me retiré del lugar, y me dirigí al elevador con destino al tercer piso para ver a Arthur.
Cuando entré a su habitación, lo vi recostado en su cama, leyendo un libro como de costumbre, pero cuando noto mi presencia fue el primero en saludar.
—Jo, justo a tiempo como siempre —dijo con una gran sonrisa y un cigarro en la boca.
—Nunca dejarás de llamarme de esa forma, ¿verdad? —comenté.
—Hey, es mejor que ojos de pez muerto ja, ja.
—No quiero escuchar eso viniendo de ti, además deja de fumar, tarde o temprano te meterás en problemas por ello —le advertí.
—Al Doc no le importa. De hecho, es quien los trae de contrabando.
—Como sea —dije resignado.
Me acerqué y me senté en la silla al lado de su cama para hablar más cómodamente, mientras Arthur apagaba su cigarrillo, ya que él sabía que odiaba su olor.
—Aquí están los dos libros que me pediste que te trajera —le informé al mismo tiempo que los sacaba de mi mochila.
—Gracias, ya estaba a punto de acabar este.
Él actuaba como siempre: alegre y despreocupado. Sin embargo, yo, por más que trato, no logró entender por completo sus acciones.
—Oye, oye. No me mires así —se quejó mientras le entregaba los libros.
—¿Cómo? —le pregunté.
—Con un rostro de cadáver —respondió.
—Perdón, es solo que…
—No me arrepiento de mis decisiones —explicó mientras ojeaba uno de los libros—. Así que evitemos repetir la misma conversación.
—Está bien. Yo tampoco quiero escuchar tus cursilerías filosóficas ja, ja —dije tratando de bromear.
—Cállate. —dijo cerrando el libro en sus manos—. Mejor cuéntame que han estado haciendo los chicos y tú.
Le hablé de las aventuras y tonterías que estuvimos haciendo los últimos dos días, aunque omití nuestra última locura, ya que había prometido que mantendría la boca cerrada para no arruinar la sorpresa. A pesar de que siempre he sido el tipo de persona que por una u otra razón no logra cumplir sus promesas, esto era algo que podía hacer sin problemas.
Así el tiempo de visita llego a su fin.
—Bueno, llego la hora de marcharme —dije poniéndome de pie.
—Jo…
—¿Qué pasa? —pregunté, notando que su tono de voz y expresión habían cambiado.
—No sé qué tontería estás pensando hacer, pero ten cuidado, y si es algo que te perjudique, no lo hagas —respondió claramente preocupado.
—¿P-Por qué dices eso?
Me estaba poniendo un poco nervioso. Temí que él se haya dado cuenta de lo que yo planeaba hacer.
—Porque está escrito en toda tu pálida cara —contestó viéndome seriamente.
Trate de relajarme, por lo que simplemente exhalé.
—No puedo ocultarte nada, ¿verdad? —dije rascándome la cabeza y cerrando mis ojos por unos segundos.
—Hablo en serio, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir después.
—Creo que estás exagerando, no es la gran cosa. Simplemente son los efectos de por fin decidir hacer algo con mi vida —le expliqué, sin embargo, él me miro de forma incrédula—. Lo que quiero decir es que esta mañana hable con mi madre.
Las cejas y los parpados de Arthur se elevaron, tras escucharme.
—¡¿Y qué paso?! ¡¿Qué te dijo?! —preguntó expectante.
—¿Tú qué crees…? —respondí.
—… Lo siento amigo —expresó apenado, luego de pensarlo por unos segundos.
—Oye, no es como si me afectara a estas alturas —le aclaré—. Al menos lo intenté como tú me lo dijiste, aunque siéndote sincero, sigo pensando que es una pérdida de tiempo tratar de hablar con ella o con el resto de mi familia.
—Entiendo. No obstante, nunca pierdas la fe en aquellos que alguna vez se preocuparon por ti.
—Ya debo irme, no quiero que las enfermeras me vuelvan a llamar la atención —dije mientras me dirigía hacia la puerta.
—Muy bien. Sin embargo, deja de pensar en tonterías que te depriman, y si en verdad quieres cambiar algo de tu vida, concéntrate en las cosas más importantes que debes hacer.
—Ok, Ok. Y tú deja de fumar de una vez —contesté haciendo un gesto con mi mano en señal de despedida.
Al salir de la habitación, dos largas coletas rubias llamaron mi atención de nuevo. Cerca de la puerta, parada sin hacer nada y con una expresión serena, estaba la media hermana de Arthur, por su apariencia tan refinada, asumí que vino tras sus clases en esa prestigiosa universidad llena de presumidos, a la cual mi hermana mayor también asiste. Pensaba pasar de lado como siempre que la veo, en cambio, por ser este día, me detuve para decir algo.
—Deberías entrar la próxima vez —le recomendé—. Arthur siempre ha sabido que vienes a verlo.
—… —Ella no respondió y permaneció inmutable.
Yo ciertamente no era alguien que tuviera un gran poder de convencimiento o que pudiera dar buenos consejos, sobre todo de cómo arreglar problemas familiares. Así que sin más remedio seguí con mi camino.
Antes de abandonar el hospital, compre un frasco de aspirinas en la farmacia, puesto que lo necesitaba para mi plan. Luego de salir, me dirigí a alguna ferretería cercana para comprar una soga.
Después de unos minutos, logré encontrar una que estaba a punto de cerrar, pero el empleado amablemente accedió a atenderme.
Ahora solo necesitaba ir a un hotel o algún lugar donde alquilen cuartos, y de preferencia que esté cerca del hospital. No quería hacerlo en mi casa, no por mi madre, sino porque le tomaría mucho tiempo a la policía o a la ambulancia llegar. Sin embargo, he de aceptar que tenía curiosidad sobre si su rostro mostraría alguna otra expresión una vez se diera cuenta de lo sucedido… No…, lo más probable es que no cambie en absoluto y, al contrario, sienta que se ha quitado un peso de encima.
Quince minutos después, pude dar con un buen hotel.
Ya me estaba poniendo nervioso, observé mis manos las cuales temblaban, además mi ritmo cardiaco estaba aumentado junto con mi sudor. Trate de relajarme, dado no podía entrar al edificio así, ya que posiblemente sospecharían y llamarían a la policía antes que yo pudiera hacer algo.
“No lo… hagas… por fa…vor…”.
—¡¿Eh?!
Sorprendido por escuchar unos susurros, volteé a ver a todos lados, pero las pocas personas que pasaban a mi lado no parecían prestarme atención alguna.
«Quizá haya sido solo mi imaginación».
No lo sabía con certeza. Sin embargo, asumí que talvez era algo provocado por la ansiedad o simplemente mi conciencia pidiéndome que recapacite, pero ya no había marcha atrás para mí, estaba decidido a hacerlo.
—¡Aaargh!
De repente, sentí como si algo se quebrara dentro de mí, lo cual me hizo llevar mi mano izquierda a mi pecho. Era una sensación extraña, sin embargo, no duro mucho tiempo.
¡BIBIBI! ¡BIBIBI! ¡BIBIBI! ¡BIBIBI!…
Segundos después mi smartphone empezó a vibrar como loco dentro de mi bolsillo. Cuando lo tomé para revisarlo una notificación apareció:
[¡ADVERTENCIA! ¡ADVERTENCIA! ¡ADVERTENCIA!]
—¿Pero qué demo-?
BOOM!
Comments for chapter "04"
QUE TE PARECIÓ?
me gustó la obra! 🙂