Sinfonía de corazones: El Dragón - 06
Capítulo 6: Búsqueda (1)
En un reino subterráneo, sumido por la oscuridad, diez figuras se introducen en las profundidades de una enorme fortaleza antigua.
Cuando estaban por llegar al final del interior, las diez figuras vislumbraron frente a ellas a un ser que estaba sentado en los escalones bajos que conducían a un enorme altar en forma de pirámide. Él tenía la cabeza inclinada hacia delante, con sus manos tapando sus oídos y sus ojos cerrados.
Ellos se acercaron, no obstante, al darse cuenta de quien se trataba, nueve de las diez figuras se inclinaron de rodillas en señal de reverencia, mientras la restante dio unos pasos más para estar un poco más cerca de él.
—Mi señor, nos alegra que ya haya despertado —expresó la figura con una voz llena de respeto.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que partí a la nada? —preguntó el ser mientras abría sus ojos, cuyas iris eran de un intenso color rojo.
—Siglos mi señor —respondió la figura.
—Dime, ¿por qué hay tanto ruido en la superficie?
La figura no respondió y se limitó a colocar dos pequeñas vasijas en el suelo.
—Beba de la primera vasija mi señor.
El ser así lo hizo sin dudar. Abriendo por completo sus ojos segundos después, sorprendido.
—¿Tanto ha avanzado la humanidad? —comentó el ser.
—Sí mi señor…
—Pero, ¡¿por qué a estas alturas todo sigue igual?! ¡¿Por qué ellos no han actuado?! —preguntó el ser, poniéndose de pie y estallando en furia.
—Beba de la segunda vasija y lo entenderá todo —respondió la figura tratando de calmarlo.
El ser rápidamente bebió de la segunda vasija. Se tranquilizó y reflexionó por unos segundos.
—Ya veo, ahora todo tiene sentido —dijo el ser.
—¿Cuáles son sus órdenes mi señor?
—Sigan con el plan que ellos han trazado hasta hora, y manténganme al tanto de todo lo que ocurra en cada mundo que se les ha sido asignado. Sin embargo, si algo ocurre, no actúen a menos que no haya otra alternativa.
—Así lo haremos mi señor. Espere por nuestros nuevos mensajeros.
Las diez figuras se retiraron y el ser giró su rostro en dirección al altar. Luego se dispuso a subir por los escalones a pasos lentos.
Al llegar a la parte superior, caminó unos pasos más hasta estar frente a una piedra en forma cuadrada, sobre la cual descansaba el cuerpo de un hombre decapitado.
—Hermano mío… —dijo el ser con una voz melancólica—. Duerme un poco más… La humanidad da asco, ya no es digna de nada…
No soportando más los gritos y lamentos que atormentaban su mente, cerró sus ojos, apretó sus dientes y giró su cabeza hacia arriba, mientras lágrimas de color carmesí recorrían sus mejillas.
***
Cuando salí del callejón, no vi a nadie cerca y las sirenas se escuchaban aproximarse aún más a la zona, aunque no quería problemas, pensaba avisar a las autoridades que encontrará en mi camino sobre Clara para que la llevaran con sus padres. Tras alejarme un poco, observé unas personas acercándose al callejón a toda prisa.
—¡Los llantos se escuchaban por aquí! —exclamó un hombre.
—¡Debe ser mi pequeña! —contestó una mujer—. ¡Dios mío, por favor que esté bien!
Era extraño, parecía que ellos recién se habían percatado de los gritos de auxilio de Clara. De todas formas me sentí aliviado, ya que ella estaría con sus padres en breve.
Trate de alejarme de la escena lo más rápido posible y buscar una parada de autobús que esté en un lugar donde aún circulen los vehículos.
—¡Oye, déjame salir! —se quejó el hada dentro de mi mochila, la cual llevaba entre mis manos.
—Hablaremos cuando lleguemos a mi casa, por ahora guarda silencio —le dije mientras caminaba.
—Está bien, ¡pero no aprietes demasiado que me lastimas! —exclamó.
—¡L-Lo siento!
Una vez que pude subir a un autobús, tanto conductor como los pocos pasajeros a bordo me miraron de forma preocupada debido a mi apariencia. Sin embargo, me pareció normal, ya que cualquiera pensaría que fui víctima del reciente incidente.
—Amigo, ¿te encuentras bien? —me preguntó el conductor, un hombre de mediana edad.
—Estoy bien, no se preocupe —respondí mientras pagaba el pasaje.
Trate de actuar con normalidad, y una vez me senté, aprecié que pese a que mi camisa estaba sucia, así como con un agujero cerca del pecho, extrañamente no tenía manchas de sangre.
—¡Oooh…! ¿Qué es esta máquina? —preguntó el hada, mirando por un agujero de mi mochila.
—Por favor, guarda silencio —le susurré
—Al menos déjame ver —dijo bajando la voz.
—Está bien —contesté en voz baja.
Después de un viaje que se me había tornado eterno, ya siendo de noche, por fin había llegado a casa. Desde afuera, observé que las luces estaban apagadas, lo que indicaba que mi madre aún no había regresado del trabajo, lo cual me daba igual, como seguro le daría a ella al no encontrarme a estas horas en casa.
Deje de pensar en tonterías, y una vez entré me dirigí al segundo piso, a mi cuarto. Tras cerrar la puerta con llave, me acerqué a mi cama, colocando la mochila sobre ella para abrirla y dejar salir al hada de su interior.
—¡Por fin! Ya no soportaba estar dentro de esa sucia bolsa —dijo el hada, luego de salir rápidamente volando.
—Oye, ¿tú sabes qué demonios pasó en aquel callejón? —le pregunté.
—Mmm. No mucho, pero primero déjame presentarme de nuevo —respondió mientras flotaba delante de mí—. Soy la Guardiana Sylph, vengo de un mundo diferente, supongo que igual que la cosa a la que derrotamos.
—E-Es un gusto —contesté—. Entonces…, ¿cómo supiste que necesitaba ayuda? Es más, ¿cómo es que tú y la slime lograron venir aquí?
—Realmente no sé cómo lo hizo ella. Yo estaba buscando algo que perdí cuando escuché tu voz, y cuanto sentí que necesitabas ayuda te pedí que me invocaras, teniendo la esperanza que supieras como hacerlo y luego… Bueno, heme aquí —finalizó.
Al parecer, tanto ella como yo ignoramos muchas cosas con respecto a lo que está sucediendo. Aún estaba lo de mis habilidades, el guantelete, la daga, esos cuadros de diálogo y demás.
—Creo que más o menos lo entiendo. De todas formas, muchas gracias por la información, y sobre todo por venir en mi auxilio —le dije con toda sinceridad.
—¡Por nada! —exclamó con una gran sonrisa, mientras daba un giro en el aire—. Por cierto, no me has dicho tu nombre.
—Perdón… Mi nombre es Joseph, Joseph Crosshart.
—¡Oooh! Que nombre más extraño, Jo.
—¿Jo? —comenté extrañado.
—¿No te gusta que te llame así? —preguntó.
—Es solo que- ¡Oye!
Antes que pudiera terminar de hablar, el hada repentinamente colapsó en el aire. Por reflejo, junte mis manos para detener su caída, logrando atraparla entre mis palmas.
—¡¿Te encuentras bien?! —le pregunté preocupado.
—No. Gaste todo mi maná en protegerte y sanar las heridas de la niña —respondió con una débil voz—. Al parecer no hay maná en este mundo, por lo que no puedo recuperarme.
—¡¿Puedo hacer algo para ayudarte?! —exclamé nervioso.
—Mmm. Sí, ya que me invocaste formaste un pacto conmigo, aunque por lo que noto está incompleto. Así que asumo que si lo completas, puedes compartir la energía que usaste para activar tu habilidad de fuego conmigo…
Por mi experiencia en películas, anime y videojuegos, ya tenía una idea a lo que se refería con lo de pacto. Por lo que mientras no tenga que dar algo más como mi alma o sacrificar una vida, no tendría problemas en hacerlo.
—¿Qué tengo que hacer exactamente? —le pregunté.
—Dame un nombre… nuuuevo… —respondió con un tono de suspenso.
—Está bien —contesté, creyendo que solo tenía que hacer eso.
—Y luego…
—¿Y luego? —repetí.
—Tu… saaangre… —dijo con una expresión sombría.
—Muy bien, ¿espera qué? ¿E-Es en serio?
«¿Desde cuándo las hadas o las sílfides beben sangre? ¿Acaso ella en realidad en un ser oscuro o algo así?», me pregunté extrañado.
—Ji, ji. Solo necesito una gota —dijo mientras sonreía.
Al parecer, ella no había perdido su sentido del humor, por lo que solo suspiré y me apresuré a hacer lo que me pidió.
Empecé a pensar en diferentes nombres que fueran acorde a su apariencia. Recordé que hace unos años, en un videojuego que jugué, el protagonista obtenía en cierto punto un hada como su primer familiar, la cual, yo como jugador tenía que nombrar. Pensé que el nombre que le asigné en ese entonces le quedaría perfecto.
—Bell… ese será tu nombre.
—Bell. ¡Oooh! ¡Bell! ¡Me encanta ese nombre!
Verla muy feliz por su nuevo nombre me hizo sonreír. Puede que sea un nombre muy genérico para las hadas, si lo pienso muy bien. Sin embargo… realmente ese nombre fue inspirado en un personaje de un libro que amaba que me leyeran de pequeño.
«Tengo que dejar de pensar demás y seguir con el resto», me dije a mi mismo.
Necesitaba una aguja, por lo que busqué una en los cajones de mi armario, ya que recordaba haber guardado una ahí hace varios meses.
—Bingo —expresé.
—¿Qué es? —pregunto Bell.
—Solo es algo que necesito.
Tras encontrarla supuse que no podía usarla así sin más, por lo que tenía que limpiarla.
—Regreso en unos minutos —le dije.
—No te preocupes, te estaré esperando aquí… sin moverme, sola e indefensa —contestó.
—Oye, oye. Solo voy aquí al lado —aclaré.
—Ji, ji. Solo bromeo, no presiento ningún peligro.
Suspiré y fui al baño. Ya adentro, lave mis manos y desinfecte la aguja. Luego regresé al cuarto y rápidamente pinché mi dedo pulgar. Lo acerqué para que Bell pudiera beber de la gota de sangre que broto de él.
Segundos después, unos cuadros de diálogos aparecieron frente a mí:
[El pacto temporal con la Guardiana Bell ha sido confirmado.]
[La Guardiana Bell es ahora reconocida como tu familiar temporal.]
«¿Eh? ¿Familiar temporal? ¿Esto es solo por un tiempo limitado?», pensé.
—¿Ya te sient-?
Estaba a punto de preguntarle cómo se sentía, cuando observé que la sonrisa que mantuvo aun estando débil desapareció y lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.
—¿T-Te sucede algo más? —le pregunté preocupado.
—No te preocupes, estoy bien —respondió mientras se limpiaba sus lágrimas con sus pequeñas manos—. Solo… me alegra haber llegado justo a tiempo para ayudarte.
Tras decir eso volvió a sonreír y se puso de pie para luego alzar el vuelo, dando vueltas en el aire por todo el cuarto.
No podía comprender lo que le había pasado, pero me aliviaba saber que ya estaba mejor.
Suspiré profundamente, tanto por el cansancio físico como mental, ya que parte de mi sabía que nada en mi vida volvería hacer igual después de todo lo que experimenté este día… Bueno, en lo que aún me resta de vida.
—¿Sucede algo Jo? —preguntó Bell después de aterrizar en mi hombro.
—Simplemente me siento exhausto —respondí con una tenue sonrisa.
—Entonces deberías descansar y reponer tus fuerzas —aconsejó.
—Sí, eso hare.
Mientras Bell volaba, curioseando las cosas de mi cuarto, tomé un cambio de ropa de mi armario y fui a darme un baño. Luego de secarme y vestirme, entré a mi cuarto para ir directo a acostarme en mi cama. Me volteé a un lado y me di cuenta de que una pequeña figura estaba a mi lado, mirándome con unos ojos brillantes y una gran sonrisa.
—¿Te molesta que duerma aquí? —preguntó.
—No, para nada —respondí cansado—. Buenas noches Bell.
—Buenas noches Jo.
Estaba totalmente exhausto y mis párpados se sentían tan pesados, por lo que poco a poco se fueron cerrando…
.
..
…
«¿Y ahora qué demonios?».
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