Sueño Profundo: Espada Oxidada - 02
En la calle central, elevándose cual emperador que intentaba tocar el cielo, un gran pino se alzaba, majestuoso. Tenía aspecto psicodélico y proporciones desmesuradas. Había luces de colores, música y patrones que formaban figuras; como estrellas, corazones, saludos e incluso mensajes.
El atractivo más curioso eran los mensajes que aparecían en el pino.
Todo empezó cuando un sujeto, enamorado, hizo que escribieran: ¡Te amo, Lucía! ¡Cásate conmigo! En el árbol.
Lo batearon totalmente. Pero comenzó una costumbre. Las tradiciones y costumbres nacían de ese modo.
…
Ignoramos el árbol e ingresamos al inmenso parque. Había lomas que subían y bajaban, césped recortado, un tranvía, una zona de juegos y una arboleda de cerezos y abedules.
Mi hermana divisó un bello árbol, grande, curtido, se giró para verme. La doncella de coletas gemelas tendió una manta en el césped.
Bajo la mirada atenta del roble, nos sentamos ahí.
—Este árbol… —Sonreí—, es parecido a uno que aparece en el prado naranja.
— ¿En serio?
—See…
Ignoré el hecho de que la manta estaba cubierta con motivos infantiles (como una rana de ojos saltones y algunos corazones).
Y explayé mis brazos como acto reflejo. En eso, noté que un dron pasaba cerca. Mi hermana se percató de él. ¡Please, ven aquí!, le dijo. El robot (una máquina expendedora en miniatura) nos saludó cortésmente.
—Ho-la, jó-venes. ¿De-sean al-go?
—Hola —Naomi se quedó pensando—. ¡Dame la bebida con chocolate más dulce que tengas! Y para mi hermano…
—Una soda.
— ¿Seguro?
—Sí, sabor naranja.
Mi hermana se quedó mirándome.
¿Uhmm? ¿Q-qué pasa?
Un momento… la soda que acabo de comprar… ¡Es naranja!
Qué me está pasando…
Cerré los ojos y tomé un sorbo de aquella soda. Estaba buena. Ahora que lo pienso, he visitado el prado naranja miles de veces. No pasa nada si me gusta un poco el naranja, ¿verdad?
Una sonrisa invadió mi semblante al pensar en eso.
Tomé la bebida entre mis manos y me acosté en el césped. El frío de la soda refrescaba mis ideas.
—Hermanita, hueles eso… —Le sonreí—. Huele a fantasmas.
— ¡¿Lo – los fantasma se pueden oler?!
Ehhh…
— ¡Claro que no! —Entré en pánico—. No estaba siendo específico, ya sabes…
—Lo sé —Empezó a reírse—, es broma, ja, ja.
—Tus bromas son malvadas, ¿sabes?
—Quién sabe.
La miré con recelo y observé mi smartphone. La cuenta regresiva que marcaba el comienzo del evento estaba en cero.
De repente, un presentador apareció en escena. Usaba traje blanco, mocasines y un sombrero (de copa). El hombre acopló un micrófono en su oreja izquierda. Comenzó a decir:
—Navidad se acerca… y con ello… ¡majestuosos seres también lo hacen! —El hombre extendió sus manos—. Seres míticos, bestias mágicas, ¡animales fantásticos! Ellos, ¡nos invadirán esta noche! ¿Están listos para observar su magia?
Al instante, una compuerta apareció en el parque. Su altura superaba los cincuenta metros, y de ella manaba un tétrico réquiem. Los segundos pasaron, la puerta se abrió. Para sorpresa de todos, no había nada en esa puerta. Únicamente espacio negro.
¿Qué sucede?
Volví a contemplar el portal. Este parecía un abismo sin fondo.
Sin embargo, había algo…
¿Ojos?
Mis sospechas fueron acertadas. Al compás de un brutal rugido, algo emergió de ahí. Un ser ingente: alas escamosas, cola inmensa, colmillos blancos.
Mierda, ¡es un dragón!
Una foto, una foto.
¡Rebecca amará esto!
Tomé la foto en pocos segundos. Poco después, esa bestia aleteó con afán, elevándose.
Asombroso…
—Hermanito… —mi hermana me tomó del brazo—. ¡Es un dragón! ¡UN DRAGÓN!
— ¡Lo veo! —silbé—. ¡Se rifaron!
El espectáculo no terminó ahí, luego del «señor escamas», otros seres emergieron: Una pareja de grifos que realizaron sendas piruetas en el aire, unicornios albinos y azabaches que galopaban al compás de una melodía insonora, pegasos de dos, cuatro y seis alas. Asimismo, corpulentos minotauros de leyenda bufaban iracundos, sapos gigantes brincaban como sabios y tanukis, kappas y zorros, inundaban la extravagante plaza que ahora parecía un bestiario de entelequia.
— ¡Kyaaa! ¡Esto es demasiado bueno, hermanito! ¡Mira cuantos animales hay!
— ¿Ves los sapos gigantes? ¡Quiero una foto con ellos! ¡El séptimo estaría orgulloso de mí!
Activamos las cámaras de nuestros celulares y nos convertimos en fotógrafos profesionales. Mi hermana, entusiasmada, corrió hacia un unicornio. Por mi parte, me aproximé a un trío de sapos gigantes.
¿Creíste que no cacharía la referencia? Soy un genio, wee…
— ¡Ven aquí, Naomi! —le entregué mi celular.
— ¿Qué pasa?
—Necesito ‘esto’ en mi vida. Yo haré esta pose, usando… ya sé, mi bufanda de esta forma y tu grabas el momento para siempre. ¡Estoy listo, hazlo!
—Que friki…
— ¡A ti también te gustan estas cosas!
No es que pareciera un ninja. Pero mi objetivo era replicar cierta escena de una serie en particular. La llegada del héroe que todos quieren, al lado de tres sapos gigantes.
—Listo… —Naomi desvió la mirada a un lado—. M – me toca…
— ¿Te toca qué?
— ¡Quiero la misma foto, bobo!
—Vuelves arrastrándote, eh.
—Cállate —parecía un tomate.
Luego de grabar el momento, observé a las demás bestias. Eran hologramas, sin duda. Creaciones ficticias. En pocas palabras, réplicas de luz generadas por computadora que copiaban entes reales, o ficticios. Otorgándoles un realismo de ensueño.
Hace cinco años: China, Japón y EE.UU investigaban este proyecto: Hologramas. No obstante, todo cambio cuando Neil Bertrán y Steven Téstela presentaron su tesis conjunta: ‘Vida holográfica’.
Desde ese momento, Triangle se convirtió en la capital, mundial, del avance holográfico.
Mientras la gente disfrutaba, tomando fotos o grabando videos. Un ser alado emergió del portal. Uno diferente. El nuevo ente era bellísimo, tenía plumas rojas que brillaban como rubíes, y una cola bifurcada que parecía el rabillo de un colibrí.
— ¿Qué es eso?
No supe lo que era, empero, mi hermana desterró mis dudas.
—Un fénix… —musitó—. ¡Es un fénix!
Al instante, el pájaro gigante empezó a caer en picada. Y con ello, flamas ingentes, insurrectas y vivaces, bañaron su cuerpo acendrado. El fuego abrazó con todo. A los pocos segundos, la bestia elevó su pico. Suspiré.
—Hermanito… ese fénix…
—Lo sé… es anormal…
Por alguna razón estaba nervioso. ‘Esto apesta’, pensé. La escena era asombrosa, empero, removía mis instintos. Ese fénix era muy realista, demasiado. Su gracia, sus detalles, la chispa que albergaba. Había algo que no cuadraba, como gotas de aceite en un vaso de agua. Un ligero desbalance en el plano cotidiano.
Elevé la vista, de repente, quedé en blanco.
En la testa del pollo… ¡Había algo! ¿Un ser humano?
Espera un momento… imposible… no puede ser…
Agité mi cabeza. ¿Qué es esto? ¿Por qué una chica montaba el pajarraco de fuego? La doncella era hermosa. Tenía elegante cabello negro, ojos escarlata y una mirada vehemente que buscaba ‘algo’ con afán. Cargaba además, una espada consigo. Una katana hecha de rubíes que parecía un cristal de sangre pura.
¡¿Un fantasma?!
Imposible, tiene que ser otra cosa. Un holograma, eso es. Un holograma.
¿Qué estoy diciendo?
¡Es un fantasma!
Mientras pensaba al respecto, la chica fantasma irguió su figura. Su melena bailaba entre ascuas danzantes. Y un bello, listón plateado, adornaba su espalda.
Ella giró hacia mí. Lo hizo de forma casual. Nos miramos, inspeccionamos nuestras almas, buscamos rendijas iguales, alguna conexión. No hallé nada. Sin embargo, ella sí. Un segundo después, fui testigo del semblante más feliz que vi en mis catorce años de vida. Ella sonreía de forma sincera, perlas liquidas manaban y un gesto mohíno teñía sus labios. Luego saltó a la plaza y continuó observándome. No aparté la mirada.
¿Clase amable?
¡Son los más raros que hay!
—Hermanito, eso… —dijo Naomi, tragando saliva—. No es un holograma común y corriente, ¿o sí?
—Es un fantasma…
—Ehhh… ¡¡¿Un fantasma?!! ¡¿En serio?!
—Sí.
—No puede ser…
Tragué saliva. La chica no dejaba de mirarme.
—Hermanita…
— ¿Qu – qué pasa?
—Esa tipa… me está mirando a mí. ¿Verdad?
Mi hermana se quedó pensando.
—S – sí, ¡lo hace! —Preguntó al instante—. Hermanito. ¿Le hiciste algo?
—Nada, en serio… sin embargo…
— ¿Sin embargo?
Medité.
—Siento extraño aquí… en el pecho….
Poco después, el fantasma suspiró cansado. Inspeccionó a Naomi. La misma sonrisa invadió sus labios.
—Me está mirando…
—Lo veo… —Icé la mirada—. ¿La conoces?
— ¿Yo?, noo… —Naomi tragó saliva y dijo—: Hermanito, lo que voy a decir va a sonar un poco extravagante… ¡Pero…! ¡Estoy feliz! ¡Me alegra participar de este evento!
—Tú…
Volviendo al meollo, pensé. ¿Qué eran los fantasmas?
Seres pensantes. Ellos me observaban, me juzgaban y ya. Tales encuentros me parecían extraños, efímeros. No obstante, al ver esos fantasmas, mi corazón desbordaba nostalgia. El mismo sentimiento que invadía mi pecho en el prado azafrán.
Me quedé pensando, había otra cosa. La chica fantasma era distinta a los demás fantasmas. Los anteriores me generaban nostalgia, en cambio ella…
¡No sé lo que es!
Ella… ¿Qué es ella? ¿Quién… es ella?
Quería jalar mis cabellos y gritar a los cuatro vientos: ¡¿POR QUÉ ME PASAN ESTAS COSAS A MÍ?! Pero antes de hacer estupideces, Naomi apretujó su pecho, desconcertada.
—Hermanito, esa chica…
— ¿Qué pasa?
—Su cabello y sus ojos…
—Ya.
— ¿No crees que se parecen un poco a ti?
— ¡¿Quéee?!
Continuara…
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